ÍNDICE
GENERAL: Pulsando el siguiente enlace, se llega a un índice general,
que contiene los más de ciento sesenta artículos que hasta ahora
hemos editado en "Tartessos y lo invisible en el arte".
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Los
capítulos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompaña
de imágenes con un amplio comentario explicativo (en
rojo y cuya finalidad es razonar las ideas).
Podrán leerse completos; pero si desea hacerlo entre líneas,
bastará con seguir
la negrilla o
las letras rojas destacadas.
SOBRE
ESTAS LINEAS:
Grabado
realizado por el famoso taller de Pieter Van der Aa, fechado hacia
1707; con una vista
de Stonhenge -en su lado Oeste y tal como estaba a comienzos del
siglo XVIII-. Santuario situado en las cercanías de Cornualles de
origen ancestral, que fue “reformado” y construido con bloques
ciclópeos desde el 2400 a.C.. La civilización que inició y
promovió esta cultura del megalitismo, sigue siendo un misterio.
Enigma cuya solución creemos estaría en considerar que fue creada y
mantenida por los balleneros, o pescadores atlánticos (durante una
etapa en que finalizaba la glaciación). Momento en que los cetáceos
debieron abundar por doquier en las costas occidentales europeas y
en las del Norte de nuestro Continente. Proliferando una especie
denominada “ballena franca” de un tamaño descomunal y una gran
mansedumbre; cuya tendencia a aproximarse y merodear por el litoral,
provocó que tristemente fuera exterminada (pescándose en 1901 el
último ejemplar). La
captura de cetáceos en aguas atlánticas debió ser tan común como
sencilla, principalmente durante esos primeros milenios a.C. -desde
el V al II a.C.-. Cuando aún existían en gran número y los bloques
helados glaciares flotaban por todo el océano.
Carámbanos e Icebergs que en ocasiones permitían llegar a pié
desde las Islas Británicas a Europa, o subirse en ellos para dar
caza a las ballenas y otras especies marinas de fácil presa -que de
continuo varaban en los hielos y en las costas-.
SOBRE
ESTE PÁRRAFO:
Mapas
configurados por mí;
a la derecha, los yacimientos del ámbar y oro del
Mediterráneo, Europa y Asia Menor.
A nuestra izquierda, la expansión del megalitismo; una de las
civilizaciones más antiguas de la Humanidad y la que quizás más ha
perdurado en el tiempo
(aproximadamente desde el 4500 al 1500 a.C.). Pese
a ello, el dolmenismo sigue siendo un enigma; aunque constituye los
orígenes de Europa y la cultura más antigua e importante de
Occidente (ya
que otras -como la grecorromana o la judeocristiana-, proceden en
gran parte de Oriente Medio). Esta
civilización que
promovió la elevación de construcciones ciclópeas -de las que
miles, han perdurado-, impulsaría
finalmente las rutas del ámbar y la búsqueda del oro; que en etapas
posteriores se convirtió en expediciones hasta las fuentes del
estaño o el cobre -tan
abundante en los yacimientos repartidos por la Europa Atlántica-.
Siendo paralelas la aparición de ciertos tipos de dolmenismo y el
hallazgo de esas minas o riquezas, metalúrgicas.
.
El
origen del megalitismo se fecha entorno al 4500 a.C.; extendiéndose
desde el Alentejo y Algarve portugués, las costas de Galicia y las
de Bretaña; llegando al Sur de Irlanda
-durante ese V milenio a.C.-. Pasando
a difundirse gradualmente por litorales próximos; llegando
en el cuarto milenio a.C. al interior y el Sur Peninsular, cubriendo
todo
Portugal y Galicia,
la costa Oeste de Francia
y las Islas Británicas
(en su mitad Sur). Dispersándose también por el
Norte de Alemania y Jutlandia,
teniendo gran asentamiento en el Norte
de Áfica Magrebí y Malta -isla
donde se desarrollaron templos magníficos ciclópeos-. Finalmente,
durante el tercer milenio a.C.
y en especial desde el 2500 a.C., se
generan nuevas áreas de megalitismo; ya promovidas -a
mi juicio- por
buscadores de metal.
Cuya expansión parte claramente del Mediterráneo; quizás con
difusión principal
desde Cerdeña, teniendo bases en Sicilia y Sur de Italia, llegando a
Baleares y ascendiendo geográficamente por Francia; hasta llegar a
Escandinavia.
Por su parte,
en zonas antes citadas y donde ya existían megalitos durante el V y
VI milenio, se continuaron elevando las mismas construcciones
(Península Ibérica, litoral Atlántico Francés, Islas Británicas
y Atlántico Norte). En el mapa
de la derecha, con los yacimientos principales de ámbar y oro
existentes en Europa; del Mediterráneo y en Asia Menor; podemos ver
que la gran mayoría coinciden con las zonas megalíticas del
Atlántico.
ARRIBA:
Vista
panorámica, tomada desde el castillo
fortaleza de la Bayona gallega
(Baiona, donde se halla el famoso Parador de Gondomar). Frente
a su bahía, las famosas Islas Cíes con la de San Martiño al Sur,
donde acudirían los fenicios a comerciar el estaño; usándolas como
trocadero para mercadear con los habitantes de las culturas
castreñas.
Quienes poblaban este litoral, constituido por un golfo rodeado de
altas montañas; que les posibilitaba el avistamiento lejano,
permitiendo huir a aquellos lugareños si observaban movimientos
extraños en las embarcaciones que les visitaban. Unas condiciones
óptimas para que aquellas islas Cíes -distantes apenas unas millas
de tierra firme-, fueran el territorio más propicio para establecer
contactos con extranjeros. Sobre todo para vender el abundante
estaño, oro y plata, que había por doquier en la antigua Galicia.
Aunque -a mi juicio-, originariamente
este litoral pleno de atalayas debió ser utilizado para el
avistamiento de ballenas; una actividad considero, mantuvo la
economía de los primeros pobladores (en
etapas anteriores al 2500 a.C.; cuando no se habían difundido los
metales tanto como para precisar buscarlos en el extremo Occidente).
De esta actividad ballenera, considero que procedería la voz
“Bayona” o “Baiona”; como lugar para la vigilancia y captura
de cetáceos.
Denominación que se relacionaría con el vascuence “Baia”
(baño, y bahía) y con el término hispano homónimo “bahía”.
Existiendo
asimismo una “Bayona” junto al Cabo de Higer (muy próxima a San
Sebastián)
donde igualmente se avistaban y cazaban esos enormes mamíferos
marinos. Punto geográfico homónimo de la Bayona gallega, y que a mi
entender tomarían su nombre de aquellos cetáceos allí cazados (las
ballenas, cuya voz se relaciona con múltiples palabras indoeuropeas,
como las de “balón”, “bay” ó “whale”).
.
.
ABAJO:
Grabado
también del geógrafo y editor Van der Aa, aunque fechado
hacia 1710;
donde vemos el
transporte de una ballena en la costa. Animal que parece haber
quedado varado en la playa, o bien ha sido arrastrado hasta allí por
barcos (que
figuran al fondo); mientras algunos
individuos en tierra se disponen a tirar de ella con carros y
cuerdas.
La imagen transmite
fielmente las características de este cetáceo;
pareciendo evidente que se ha pintado in situ. Pues está escrito
sobre la escena el peso y longitud del animal; pudiendo distinguirse
entre los personajes, a un dibujante (en primera linea, entre sombras
marrones y acompañado de un curioso que mira su trabajo). Todo lo
que nos hace sospechar que quien preparó el grabado para Van de Aa,
asistió a este levantamiento o arrastre del cachalote, quizás en
las playas del Norte. Posiblemente en las de Alemania, ya que los
personajes visten moda “turca” típica de la época; aunque no
hay que descartar que el apunte esté tomado en España, habida
cuenta las ropas moriscas y lo desértico de las costas (que más
bien parecen las de Canarias o del Sur peninsular)
A)
UNA CIVILIZACIÓN BALLENERA, COMO SOLUCIÓN AL ENIGMA MEGALÍTICO:
.
Mucho
he reflexionado durante toda mi vida, acerca de los motivos y el modo
en que aquellos “gigantes de la Historia” levantaron los
dólmenes, menhires y cromlechs. Megalitistas que merecieron mi mayor
admiración y atención; aunque solo haya sido por los infinitos
momentos de alegría que he vivido admirando sus construcciones y las
horas de felicidad que me han regalado, soñando despierto al pensar
en ellos. Pero como bien digo; todo sueño feliz, siempre tiene un
misterioso despertar y ello ocurrió el día en que mi mujer
-japonesa y enamorada de España- me advirtió de que había unos
documentales de gran interés en la televisión. Algo extraño, pues
parece que aquella caja (antes del luminoso tubo) siquiera ya difunde
algo de cultura; existiendo apenas en nuestros días programas
dedicados al verdadero arte o a la Historia. Pese a mi incredulidad
por ver actualmente algo meritorio en televisión; disfruté con una
gran alegría de los mencionados documentales, donde trataban
acerca de los balleneros. Programas de los que a continuación damos
uno de sus enlaces, porque -en verdad- son de un enorme valor; ya que
en ellos se explica perfectamente la vida y costumbres de esos
pescadores atlánticos.
PARA
LOS INTERESADOS EN VER LOS REPORTAJES QUE INDICAMOS, PULSAR EL
SIGUIENTE ENLACE:
.
Tras
repasar varios de estos documentales, reflexioné durante unos
días; considerando haber podido hallar lo que quizás
explicaría ese enigma que desde niño no lograba resolver: La
razón principal para entender el origen del megalitismo Atlántico.
Cultura cuya expansión y permanencia -desde el V milenio, hasta
casi la llegada de la Edad del Hierro- no encuentra un motivo
lógico, económico, ni histórico. Pues el problema en esencia
es que no hay un hecho social, cultural o de progreso; para que en
época tan temprana comenzase esta gran civilización occidental –a
diferencia de lo que sucede en el Nilo o en Mesopotamia, donde el
nacimiento de Sociedades agrícolas muy estables, explica su
eclosión-. Así, en el dolmenismo no vemos situaciones
históricas similares; habiendo escasas razones para explicar por
qué los iniciadores de esta cultura, levantaron edificaciones
ciclópeas incluso antes del 4500 a.C.. Aunque considerando el
megalitismo una economía “ballenera”, podría explicarse no solo
su eclosión, sino también su final: Cuando termina el frío
glaciar y escasean ya los cetáceos; momento en que aparecen
los metales y los visitantes venidos del Mediterráneo
(buscando por el Atlántico sus abundantes minas de oro,
plata, estaño y cobre). Asimismo, bajo esta hipótesis,
llegaríamos a entender el significado inicial de los dólmenes,
menhires o chromlechs. Construidos con bloques de piedra semejantes a
un gigantesco monstruo marino y cuyo arrastre o movimiento,
precisaría de una técnica similar a la que se necesita para
trasladar una ballena -en el mar o en tierra-.
.
De
tal manera y considerando que entre los milenios V al II a.C. el
Atlántico estaba poblado de cetáceos; especialmente de la
tranquila y enorme ballena franca (que proliferaba en las costas de
Europa al menos hasta su paulatina extinción por el hombre y a su
desaparición también debida al calentamiento gradual). Entendiendo
que el litoral próximo a este Océano -del Norte de África, la
Península Ibérica, Francia o las Islas Británicas- fue un
paraíso de pesca durante el tiempo del que hablamos. Siendo
además, un área de fácil navegación (al estar unida por
carámbanos) y perfectamente protegida por las condiciones del clima.
Donde sus habitantes únicamente habrían de cuidarse del frío; ya
que los enemigos apenas podrían llegar hasta esos mares y costas que
poblaban los megalitistas. Bastando como sistema de defensa,
mantenerse alejados de zonas del interior; donde vivirían gentes
continentales no aculturadas por ellos, pero que serían incapaces de
cruzar una Europa gélida para ir hasta la costa, con el fin de
atacarles. Resultando así casi imposible para los extraños a esta
civilización, poder dañarla; ya que estarían bien organizados y
-sobre todo- sabrían huir en sus canoas y barcas. Todo ello,
explicaría el comienzo la permanencia del megalitismo. Ya que no
existiría peligro de enemigos llegados por mar; siquiera del
Mediterráneo, porque por entonces ningún extranjero o
expedicionario ajeno a ellos, se atrevería a realizar travesías por
el Atlántico.
.
Si
a cuanto hemos relatado unimos que las costas de Portugal y Galicia
-por entonces- tendrían una climatogía bastante fría y que las del
Cantábrico o las de Francia, permanecerían bajo cero gran parte del
año (más aún las Bretaña o las Islas Británicas). Esta
situación nos obliga a pensar que las únicas visitas que llegarían
al litoral atlántico europeo -durante los milenios V al III a.C.-;
era la de cetáceos o de grandes peces (como los atunes y los
bacalaos). Gigantes del mar que podrían atraparse con sistemas de
trampas -como desarrollaron en las almadrabas-; o bien subiéndose
a los carámbanos y navegando sobre troncos y canoas, para lograr que
varasen o clavarles una lanza, arrastrando luego a tierra aquellas
capturas. Evidentemente, ello tan solo precisaba de cuerdas y de
afilados arpones, que se podrían fabricar con cuchillos de silex y
conchas, con cáñamo, esparto o con las ramas de los árboles. Por
su parte, esta actividad iría desarrollando gradualmente y durante
miles de años, la navegación atlántica. Aunque -como vemos en
los balleneros que pervivieron hasta hace unos cien años-, para
hacerse con uno de estos cachalotes, basta una simple trainera a
remo; desde la que asomarse al mar y lanzar un arponazo a la presa
-matándola al desangrarla-. Siendo extremadamente fácil recuperar
la pieza en el caso de la tranquila ballena franca, que emerge a
superficie nada más perecer (a diferencia de otros peces y mamíferos
del mar, que se hunden).
.
SOBRE ESTE PÁRRAFOS: Xilografía fechada en 1889 donde vemos el dolmen de Hagadosën en Bohuslän, situado en la isla sueca de Orust (prefectura de Vasträ Gotaländ). El grabado está tomado del libro Historical Landmark y fue realizado poco antes de que comenzaran las excavaciones en esta tumba ciclópea, que se llevaron a cabo en 1915. El megalitismo se extendió por toda la costa europea atlántica, llegando hasta las fuentes del ámbar del Báltico, ya en el IV milenio a.C.. Apareciendo en Suecia desde los tiempos más remotos, tal como muestra este dolmen conocido como de Haga Bohuslän y que se fecha hacia el 3500 a.C.. Para conocer más acerca de este fenómeno en el Norte de Europa y en Escandinavia, recomendamos el libro de Christopher Tilley, sobre etnografía y arte del neolítico en Europa (1) .
SOBRE ESTE PÁRRAFOS: Xilografía fechada en 1889 donde vemos el dolmen de Hagadosën en Bohuslän, situado en la isla sueca de Orust (prefectura de Vasträ Gotaländ). El grabado está tomado del libro Historical Landmark y fue realizado poco antes de que comenzaran las excavaciones en esta tumba ciclópea, que se llevaron a cabo en 1915. El megalitismo se extendió por toda la costa europea atlántica, llegando hasta las fuentes del ámbar del Báltico, ya en el IV milenio a.C.. Apareciendo en Suecia desde los tiempos más remotos, tal como muestra este dolmen conocido como de Haga Bohuslän y que se fecha hacia el 3500 a.C.. Para conocer más acerca de este fenómeno en el Norte de Europa y en Escandinavia, recomendamos el libro de Christopher Tilley, sobre etnografía y arte del neolítico en Europa (1) .
ARRIBA:
Cartel
de la interesante exposición de los balleneros vascos
exhibida en diferentes centros -entre ellos, el Museo
naval de de San Sebastián-Donostia-
(2)
.
Esta curiosa muestra intitulada “Baleazaleak (cazadores de
ballenas)”, muestra
perfectamente la vida, trabajo y costumbres de las cofradías
fundadas para la pesca de cetáceos. Que aún en el siglo XIX
generaba una gran parte de la riqueza de los puertos del Cantábrico;
debido a que de estos mamíferos del mar no solo se obtenía carne,
sino también el aceite
(imprescindible para la alimentación y las lámparas). Asimismo la
pesca de ballenas proporcionaba las barbas y el esqueleto; que debido
a su elasticidad y dureza, se comercializaban por entonces como
piezas con un uso semejante al que hoy tiene el plástico.
.
ABAJO:
Fotografía
de
la última ballena franca septentrional
(también denominada “ballena de los vascos”); pescada
en Orio, el año 1901. La imagen pertenece a la exposición
Baleazaleak, y en este caso ha sido tomada de las interesantes
páginas de César Aguilar
(3)
-agradecemos al Museo
Naval de San Sebastián nos permita divulgarla- .
La
enorme utilidad de las ballenas en la alimentación, industria y el
comercio de antaño; unido al tremendo aporte proteínico que
proporcionaba un solo ejemplar, hizo que se exterminasen en algunas
zonas. Principalmente
las que se acercaban a las costas europeas, que fueron capturadas sin
control ni conciencia; habiendo acabado con la denominada “franca”
o ballena de los vascos. Por ser una especie de gran mansedumbre y
muy fácil de cazar (pues si herían a una cría permanecía junto a
ella, aunque la matasen).
.
Este
enorme animal se aproximaba sin miedo a los barcos y al litoral
Cantábrico; donde eran capturadas, apenas sin riesgos.
Desapareciendo así de nuestras costas la ballena franca (Eubalaena
glacialis) cuyo
último ejemplar fue fotografiado y pescado en 1901
-tal como muestra la imagen bajo estas lineas-. Acerca de los
distintos usos que daban a todo el animal -del que nada se
desperdiciaba-; de niño aún pude ver corsés fabricados con barbas
de cetáceos y observar como los cuellos de las camisas masculinas se
ajustaban con piezas de igual materia prima (llamadas por ello:
“ballenas”). Las grasas de su piel eran utilizadas para
impermeabilizar los trajes que vestían los pescadores; quienes una
vez cubiertos con aquella protección (por entonces la mejor), podían
incluso sumergirse en el mar -durante un tiempo en que no se conocían
los materiales plásticos-. Por su parte, de un solo ejemplar podían
obtenerse unos 8000 litros de aceite (aprox. 40 barriles), al medir
de promedio quince metros y pesar unas cuarenta toneladas.
B)
LOS ÚLTIMOS BALLENEROS DEL CANTÁBRICO:
.
Tal
como venimos comentando, desde
hace unos años se han realizado varias exposiciones y programas de
televisión -de
gran interés-, dedicados
a este mundo de la pesca en el Norte de España. Ciclos
que presentan una enorme aportación de datos para la etnografía, de
los que en internet podemos encontrar sus catálogos, enlaces y
algunos textos que los resumen (destacando
la
anteriormente citada, organizada por el Museo Naval de San Sebastián
y titulada BALEAZALEAK.
CAZADORES DE BALLENAS).
En
estas muestras, nos narran la vida de los balleneros del Cantábrico;
quienes llegaron hasta Canadá, buscando presas cuando ya en nuestras
costas comenzaron a desaparecen los cetáceos. Por
su parte, una de esas interesantes páginas de la Red es la de César
Mª Aguilar
-antes mencionada, ver (3)
- ; donde su autor recoge
los pormenores de las referidas exposiciones, de enorme interés que
contienen. Asimismo
comenta ciertos hechos que llaman la atención, como el que refiere
cuando escribe:
“el
nombre de la ballena que más cazaban lleva su nombre, la
ballena franca septentrional (Eubalaena glacialis) o ballena de los
vascos. Fue una especie común en las aguas cantábricas y la más
perseguida por su carácter tranquilo y su querencia por las aguas
costeras.
Su intensa persecución la llevó a la extinción en esta parte del
océano Atlántico”
.
.
Evidentemente,
la querencia a las costas de estos cetáceos se pudo deber a
hechos muy diversos, entre los cuales -a mi juicio- probablemente se
produjo un largo contacto y “amaestramiento” de los hombres.
Quienes quizás se preocuparon de crear un vínculo entre ellos,
con el fin de atraerlos al litoral, para luego eliminar tan solo
los elegidos (cuidando con esmero al resto). Pues -como es
sabido- los mamíferos marinos son fácilmente domesticables,
debido a su alto grado de inteligencia. Un hecho que quizás
se produjo con las ballenas francas (o de los vascos); tras
haber sido cuidadas durante milenios por los hombres del Cantábrico
en la etapa que hablamos -durante el megalitismo; cuando
dependían totalmente de ellas-. Manteniendo y “mimando” la
especie, de forma parecida como realizan los almadraberos en Zahara
de los Atunes; velando por la buena suerte de los bancos y tan
solo capturando una parte proporcional de ellos. Pese a todo,
posteriormente irían esquilmando esas ballenas; en especial desde
el siglo XVIII, cuando su grasa y aceites fueron tan valorados
(comercializándose como hoy en día sucede con el petróleo). Por lo
que al darles caza indiscriminada durante casi doscientos años,
acabaron con su presencia en las costas europeas. Ello habría
acabado con esta especie que a mi juicio fue en algún modo
“domesticada”, y que de seguro era especialmente cuidada por los
hombres del megalitismo -tal como sucedió con los delfines que
fueron amaestrados por pescadores de todo el Mundo (en especial, del
Mediterráneo)-.
.
Continuando
con las páginas de
César Aguilar,
el autor comenta
como:
“en
las costas de la Patagonia argentina otra especie de ballena franca
existe (...) La proximidad que permitían no la he visto en ningún
otro cetáceo (...), ese carácter confiado y pacífico las hizo tan
vulnerables como para ser cazadas desde una barca de remos
(...)
la caza de ballenas en el Cantábrico de este modo, está documentada
en el siglo XII; aunque en Europa las primeras referencias son del
siglo IX.
Tal era su importancia, que algunas
localidades costeras vascas tuvieron su origen en ser buenos
oteaderos para el avistamiento de ballenas” (...)
“Hasta el siglo XVI parece que la actividad ballenera se mantuvo
ceñida a la poblaciones del mar Cantábrico. Sin embargo a partir de
las expediciones hacia el noroeste de Canadá comienza una gran
movilización de barcos y personas (...) iban interesados por el
bacalao pero luego (...) fueron también el escenario de la caza de
la ballena (...) en
el siglo XVI se mataban unos 400 cetáceos al año, de los que
obtenía aproximadamente unas 20.000 barricas de aceite. Los
balleneros vascos llegaron a monopolizar en ese siglo el suministro
de aceite de ballena en Europa” (...)
“La caza sistemática del cachalote (...) llegaría mucho más
tarde (...) por los balleneros de la costa este de los Estados Unidos
(...) eran muchos más agresivos que la ballena franca y fue esa otra
especie la que inspiró a Herman Melville la historia de la novela de
Moby Dick en 1851” -idem cita
(3)
-.
SOBRE
ESTE PÁRRAFO:
Grabado de Lile. Stewart, desde un dibujo de Sc Lizars; donde podemos
ver la
caza del cachalote, tal como la imaginaron en el siglo XIX, tras la
publicación de Moby Dick. Relato inspirado en lo que narró a su
escritor el hijo del primer oficial del
ballenero Essex, transmitiéndole cuanto había vivido su padre -Owen
Chase-.
Explicando
el modo en que los cachalotes usaban su cabeza para atacar, en caso
de verse asediados por pescadores. Narrando minuciosamente el modo en
que la nave patroneada por su progenitor fue hundida en el océano
Pacífico, por un cetáceo que le embistió (el 20 de noviembre de
1820). El
ejemplar tenía más de ochenta toneladas y el barco se situaba a
unas dos mil millas de las costas chilenas. Lograron sobrevivir
algunos miembros de la tripulación del Essex, que alcanzaron como
pudieron un islote llamado Henderson; donde unos pocos fueron
felizmente rescatados (tras morir casi todos de hambre y
deshidratación). Esta
historia que oyó Herman Melville de primera mano, fue redactada en
su novela MobyDick; recogiendo minuciosamente las artes tácticas de
pesca y las defensas que tienen los cachalotes, cuando se ver
acorralados.
.
BAJO
ESTE PÁRRAFO:
A
la Izquierda,
portada del libro Moby Dick; al su lado, un grabado del siglo XIX,
inspirado en la novela y del cual se tomó el dibujo para la edición
que vemos.
Veinte años después de que sucediera el famoso naufragio por el
ataque de un cachalote (en
1841); el novelista Herman Melville era muy joven y navegaba en un
ballenero. En aquel barco también estaba enrolado el hijo de Owen
Chase; el oficial del Essex hundido por un cetáceo y que había
dejado sobre papel cuanto vivió durante aquel suceso. Documentos que
le fueron facilitados al futuro escritor de Moby Dick, a tavés de
ese descendiente de Chase que le acompañaba en la travesía. Además,
poco después, el mismo
Herman Melville llegó a concer al capitán del Essex; quien de nuevo
le conto la misma historia. En 1847 y tras largo tiempo de
experiencia cazando cetáceos, Melville quiso redactar todo cuanto
había visto y oido sobre el Essex; publicando en 1851 su novela Moby
Dick. Un relato en el que vemos la importancia que la pesca de
ballenas tenía aún a mediados del siglo XIX.
ABAJO:
Dos
fotografias de la costa de Pechón;
entre Asturias y Cantabria.
Un lugar paradisíaco, que sabemos fue utilizado
por los cántabros y astures como puerto;
varando y desembarcando aquellos pobladores prerromanos, en Tina
Mayor y Tina Menor (rías que se encuentran a ambos lados de Pechón).
Promontorio entre dos cauces que servía como el mejor refugio
natural para embarcaciones, caso de fuertes temporales y donde al
parecer hacían llegar los celtíberos los barcos cargados de
metales. Transportando
o recibiendo las mercancías hacia y desde la meseta o del
Mediterráneo, principalmente por la Via de la Plata. Aunque hubo
otro camino a seguir: Por el Valle del Pas, llegando al Ebro; y desde
este, alcanzando su desembocadura, Curiosamente, si
observamos el mapa de megalitos de la Península, veremos que estos
se desarollan por toda la costa atlántica y cantábrica, y el Sur de
Andalucía. Luego hay una ausencia de megalitos en el litral
mediterráneo (tras Almería) y vuelven a aparecer en la
desembocadura del Ebro; subiendo desde Cataluña por los Pirineos.
Siendo todas las áreas antes descritas, zonas de cetáceos oceánicos
o bien yacimientos metalúrgicos y caminos desde el Mediterráneo
hasta el Atlántico
(fundamental para transportar metales y riquezas del occidente
europeo) El monte entre ambas rías que vemos en imágenes, fue una
atalaya natural, donde el avistamiento de ballenas era uno de los
medios de vida hasta hace apenas cien años.
IMÁGEN ABAJO:
Fotografía de la
famosa ermita de San Juan de
Gaztelugatxe, situada muy cerca del Cabo Machichaco
(Matxitxako); brazo de mar más septentrional en tierras vascas. Al
fondo vemos la iglesia, sobre el llamativo monte-islote; pequeña
ínsula a la que se accede desde una zona unida a tierra por una
hilera de rocas. La sacralización
de este punto, debió proceder al considerarlo uno de los lugares de
avistamiento más importantes de la costa vasca, al ser el
promontorio más al Norte.
ABAJO:
La
famosa ciudad portuaria de Bermeo;
cuya economía actual en gran parte se asienta todavía en las
capturas pesqueras y donde se encuentran algunas de las mejores
conserveras del Mundo. Estas fábricas de conservas, son en gran
parte herederas de las que antaño manufacturaban ballenas;
aunque tras 1880 y al ir desapareciendo los cetáceos del Norte
Peninsular, se centraron en comercializar otras especies -trás la
difusión del atún o la sardina envasada- Al
fondo, observamos el famoso Cabo Machichaco; el extremo más
septentrional de esta zona y tras el cual se halla San Juan de
Gaztelugache (arriba,
en imagen anterior).
C)
BALLENEROS EN LA PATAGONIA: LOS “FUEGUINOS”, UN PUEBLO ENIGMÁTICO
(posibles semejanzas con la situación de Europa durante el
megalitismo).
.
Estudiaremos
a continuación una tesis de enorme interés, sobre
los antiguos habitantes de Tierra de Fuego; con el fin de realizar un
paralelismo etnográfico, intentando comprender cómo pudo ser la
vida en las costas europeas seis mil años atrás.
Fueron muchos los que se interesaron por aquellos pobladores del
Estrecho de Magallanes (ya desde el siglo XVI); existiendo
datos importantes que relatan el comportamiento de estos pueblos
canoeros, especialmente al hacerse con una ballena.
El referido trabajo -en que nos documentamos-, analiza estos hechos
interpretando
dibujos donde se recoge a esos fueguinos troceando y compartiendo
los cetáceos (varados
o atrapados). Es obra de
Daniel
Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente,
titulándose:
El
procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia
occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
(4) .
En este se describe
cómo los viajeros antiguos relatan el modo en que se comportaban los
habitantes autóctonos de Tierra de Fuego, cuando varaba en sus
costas una ballena.
Explicando -primeramente- que quienes viajaban por el estrecho de
Magallanes quedaron asombrados de la forma de vida y del modo de
organizarse que tenían estos pobladores del “fin del Mundo”.
Especialmente cuando observaban una ballena herida, varada o muerta;
entendiendo en ese caso que la Naturaleza les había hecho su mayor
regalo. Un momento en que todos
se ponían en contacto para recoger los restos del enorme animal y
alimentarse durante días o meses.
.
El
grabado del
que parte la información que recogen los autores (antes citados)
“fue
publicado por el novelista inglés Thomas Mayne Reid en
su obra Odd People (1860) pero
la información original proviene de
los textos generados por las expediciones del H.M.S. Beagle en las
costas fuego-patagónicas entre 1831
y 1836”
(5-a)
.
Donde se describe como:
“El
encuentro con una ballena varada pudo ocurrir desde que los grupos
humanos comenzaron, hace varias decenas de miles de años,
a vivir cerca de las costas: (...) era
un golpe de suerte; proporcionaba generosas reservas de comida y
grasa; tendones para coser la ropa y elaborar líneas de pesca; y
huesos para hacer casas, muebles, herramientas, armas y botes"
(...). Para los canoeros del extremo sur americano, la varazón de
una ballena era "un gran regalo de la naturaleza" (...)
como un suministro de grandes cantidades de comida y grasa y como
fuente importante de materias primas (...). La noticia de la
presencia de una ballena en algún punto de la costa, hacía
que se viajara desde lugares muy lejanos para compartir todos sus
productos
(...). Con
un solo ejemplar se abastece a muchas familias durante varias
semanas; su carne y aceite huesos y tendones, barbas y dientes tienen
un útil y variado aprovechamiento
(...) la varadura de una ballena
era pretexto de fiestas y danzas
(...). Las familias acampaban preferentemente en las cercanías y se
entregaban a una desenfrenada comilona” (5-b)
.
.
Continúa
el trabajo que tratamos narrando como: “La
información etnográfica sobre el aprovechamiento de ballenas
varadas entre los fueguinos es numerosa y variada.
Martín Gusinde, quién, de una manera u otra, la recopila y une en
un relato; señala que los Yaganes se acercan a la ballena y cortan
grandes trozos de grasa del cuerpo del animal que llevan a la costa
en sus botes (...), pero generalmente
arrastraban la ballena a tierra
(...); cada
hombre asesta su gran arpón profundamente en su cuerpo y desenrolla
la larga cuerda
(...); cada
mujer guía su propia canoa
en dirección a la costa más cercana, mientras
que los hombres tiran detrás de sí la ballena con el lazo
desenrollado” (5-c)
.
Este
relato de Martín Gusinde nos ayuda a comprender cómo pudieron cazar
los cetáceos en las costas europeas, durante la más remota
antigüedad. Cuando en
el litoral de Iberia, Francia, las Islas Británicas o el Norte de
Europa; tan
solo existían canoas y sus pueblos eran igualmente nómadas
(encontrándose en la Edad de Piedra, tal como permanecían los
fueguinos). Momento en el que la caza o el hallazgo de ballenas
varadas, debió ser una fuente de alimento inigualable. Observándose
en los relatos de Tierra de Fuego, que para subsistir del modo que lo
hicieron sus habitantes
(a temperatura muy baja y pescando como nómadas, sobre canoas); tan
solo se necesitan: Cordeles, barcas fabricadas con cortezas, pieles y
aceites -para
protegerse del frío-.
ARRIBA:
Grabado
-incluido en la obra de Mayne Reid y dibujado por E. Riuo- donde
se explica el modo en que acarreaban los fueguinos aquellos fardos de
grasa y carne de ballena. Pasando por su cabeza los grandes pedazos
del cetáceo, que les quedarían colgados a modo de “poncho”.
Esta imagen del libro publicado en 1860 por el novelista inglés
Thomas
Mayne Reid (en su obra Old People); la hemos tomado desde la
mencionada tesis de Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la
Fuente -a los que agradecemos nos permitan divulgarla-.
.
ABAJO:
Fueguino
junto a su canoa; acuarela Conrad Martens. Pintada
en 1833, mientras viajaba por el Estrecho de Magallanes en el Beagel
y que fue aprovechada para un grabado publicado en el libro de Darwin
y Fitz Roy (Narrative of the surveying voyages of his majestic´s
ships; Adventure in Beagel, Londres 1839. En
ella se observa a uno de los habitantes de Tierra de fuego
dibujado de forma muy desfavorecida y con rasgos animales; aunque
representado tal
como vestían: Sin ropas (ya
que la tela les habría congelado) y
cubiertos simplemente con pieles, bien untadas con grasas de foca y
ballena -que
les protegían principalmente durante los inviernos-. Asimismo,
se embreaban el cuerpo con aceites y restos de material orgánico o
de tierras (virutas, hojas secas etc); lo
que impedía que las gélidas aguas tocaran su piel. De
ese modo, gracias a una dieta basada en grasa de ballena y foca,
podían vivir casi desnudos durante los meses de bonanza, en los que
El Estrecho de Magallanes tiene una temperatura media de unos +10º.
Cubriéndose principalmente con las referidas pieles en las
Estaciones de peor temperatura; aunque en esta zona no es común que
el termómetro baje de -5º. Observando
su aspecto y su forma de vida podemos entender cómo fueron los
habitantes de las costas de Europa atlántica, hace más de tres mil
años. Durante le etapa del Megalitismo y en la que no había
terminado el frío glaciar; cuando las costas
del Occidente europeo tendrían
un clima semejante a Tierra de Fuego,
estando plenas
de hielos y cetáceos.
Sabemos
que en
aquella zona del Fin del Mundo habitaban dos etnias de pescadores
nómadas
principales, llamadas
Yagánes y Kaweskar. Los
hechos anteriormente relatados se atribuían a la tribu fueguina
Yagan, aunque los etnógrafos recogen semejantes situaciones también
entre los Kawesqar. Escribiendo la tesis referida: “Algo
parecido ocurre entre los
kawésqar, quiénes reunían una veintena de embarcaciones, haciendo
un total de cincuenta hombres, o más, alrededor del gigantesco
animal. Su ocupación consistía en clavarle profundamente, uno
después de otro, sus grandes arpones y retener en lo posible sus
largas cuerdas de cuero. Cada hombre tiraba de su cuerda con un fin
determinado: llevar el enorme cuerpo del animal hacia la costa.
Trataban así de subir con la marea, lo más arriba posible de la
playa el cuerpo de la ballena
(5-d) .
.
La
lectura de las anteriores frases nos hace entender que -al menos- los
Kaweskar no se limitarían a trocear cetáceos muertos; sino que los
cazaban (seguramente cuando habían logrado varárlos o
inmovilizarlos entre hielos).
Algo que se comprende en las palabras "un
total de cincuenta hombres, o más, alrededor del gigantesco animal.
Su ocupación consistía en clavarle profundamente, uno después de
otro, sus grandes arpones y retener en lo posible sus largas cuerdas
de cuero".
Indicando que lo
más importante era -primero- arponear al animal, y después sacarlo
(tirando de cuerdas).
Todo
lo que sugiere que lo desangraban y más tarde lo llevaban a la
costa. Debiendo
tener una enorme organización para subirlo a tierra, gracias a su
dominio y destreza en el manejo de las canoas. Logrando arrastrar un
peso de decenas de toneladas; para lo que necesitaron maromas
resistentes a miles de kilos y capaces de sacar del agua un cetáceo.
ARRIBA:
Fotografía
de una familia
de los Yagan, tomada hacia 1903
(el padre, junto a su mujer y una hija; pescando en una canoa). Las
tribus que habitaron Tierra de Fuego, se dividían principalmente en
tres etnias: Los Kawerskar y los Yámanas
(o Yaganes), que
eran nómadas pescadores canoeros; mientras los Selk-nam (también
llamados Onas) fueron
nómadas cazadores y vivían sobre tierra, en la Patagonia. Todos
ellos se extendían por un territorio de enormes dimensiones, donde
apenas había población y que recorrían permanentemente con el fin
de subsistir. El
modo de vida de los nómadas marinos (Yagan y Kawerskar) era tan
extraordinario como interesante; siendo su nido o casa, la canoa que
compartían padres e hijos y en la que se basaba la unidad familiar.
La barca se fabricaba con troncos,
cortezas, ramas y cordeles; trabajándose
principalmente con herramientas
fabricadas de
conchas,
cuernos de animales y
huesos (de
ballenas). En
ella dormían, en ocasiones sobre el mar, pero normalmente sobre
terreno o
hielo; pues las varaban al caer la luz. Estas canoas comúnmente
medían unos cinco metros de longitud, por uno de ancho; y servían
como tiendas de campaña y de abrigo para
las chozas que en ocasiones hacían en las playas.
.
Cada
vez que se embarcaban hacia un nuevo destino -prácticamente a
diario-, transportaban
el fuego en el interior de la canoa
(en una zona habilitada con tierra, para evitar que ardiera la
barca). Viajaban
con toda su familia, hasta que los hijos contraían matrimonio y era
común que tuvieran siempre un perrillo,
que les servía de guarda y para advertir de presas en el mar. Por su
parte, las
mujeres, sentadas en la popa gobernaban la barca; remando a diario
durante horas
(con gran resistencia). Mientras
el marido las dirigía y cazaba de pié, sobre la zona de proa
-tal como vemos en la imagen superior-. También
eran ellas las que aprendían a nadar; pues los hombres no podían
desarrollar esta habilidad,
que se reservaba a las mujeres. Desde niñas las lanzaban al mar y
obligadas a bañarse en las heladas aguas del Estrecho de Magallanes.
Debido a ello,
en caso de accidente -cuando volcaba la canoa-, la madre y las
hermanas (si las había) tiraban de los hombres para salvarlos.
Aunque hemos de suponer que ellas se preocuparían más por sacar a
sus hijos; y al padre o esposo lo ayudarían dependiendo de la
relación que hubiera entre ambos -lo que dice mucho acerca de la
estructura familiar de los “fueguinos”, donde las féminas
tendrían siempre una “ultima palabra”, así como el mando y
gobierno de las canoas-.
.
ABAJO:
Grabado
en el que vemos una expedición
de holandeses en Tierra de Fuego (hacia 1598-1600). Los europeos
conversan con cazadores patagones (llamados Selk-Nam), que no vivían
sobre el mar -aunque
también eran nómadas-. Acerca de ellos, también nos
dice el interesante trabajo de Raquel Pardo:
Las culturas Fueguinas Selknam, Yagana y Kawescas y su relación con
el Medio Ambiente
(6)
. Como “En
1579, la primera referencia de un europeo que se encontró con los
Selk-nam, fue Pedro Sarmiento de Gamboa, enviado a la zona por el
Virrey Toledo del Perú, los describe como hombres de gran estatura.
Igualmente opina
Frederick A. Cook,
quien tuvo contacto con este pueblo,
en 1897 y 1899, relata que son unos gigantes, su altura media alcanza
los 6 pies (183 ctms.).
Este único y singular desarrollo se debe a la caza que requiere
grandes caminatas a pie. Según Gusinde: Son excelentes corredores,
de fuerte complexión y muy derechos. Para Gusinde la elevada
estatura del selk-nam y del patagón se debe a que eran habitantes de
la estepa, porque
sus vecinos yámanas y kawéshkar, son de baja estatura aunque su
alimentación era similar”.
Añadiremos a estas interesantes palabras de recogidas por Raquel
Pardo, que -a mi
juicio- la diferencia de tamaño entre los nómadas pescadores y sus
vecinos cazadores patagones; se debía seguramente a la alimentación.
Tal como sucede en Japón,
donde sus habitantes comen principalmente pescado, siendo pequeños
(aunque muy resistentes); mientras sus vecinos continentales son
mucho más corpulentos (debido a una alimentación basada en leche y
carne).
Continuando
con el estudio -de Quiroz,
Carreño y la Fuente-
sobre el encuentro con ballenas de estos pueblos canoeros fueguinos.
Los autores recogen
como los textos más antiguos ya describen la importancia que tenían
aquellos cetáceos para las tribus nómadas de las orillas de
Patagonia.
En especial las del mar, que tenían hasta palabras para nombrar una
playa (o bahía)
donde una ballena había caído muerta; siendo además esta voz, un
sinónimo de alimento -y también significando “lugar de las
ballenas”- (7)
.
En
lo que se refiere al grabado que vimos, donde
se escenifica a los canoeros del Estrecho de Magallanes troceando y
cargando un cetáceo. La
tesis que analizamos resume lo que sobre esa imagen escribieron las
distintas publicaciones que la editaron
-a lo largo de siglos-. Relatando
el primero que lo publicó
-Mayne Red en 1860-, como
al encontrarse la ballena, los fueguinos vivían un tiempo de bonanza
y regocijo (de fiesta y sobrada alimentación). Narrando que cuando
la hallaban en el mar, la recogían y arrastraban con varias canoas;
pero si aparecía varada, directamente llamaban a diversas familias
que pronto acudían al lugar (para compartirla). Allí
se acercaban todos los que podían y cargaban sobre sus hombros los
trozos de carne (a modo de un poncho), llevándolas luego hasta el
lugar en que habían establecido sus poblados, para alimentarse
durante días (8)
.
.
Por
su parte, el segundo que publica el mismo grabado -Kingston (en
1879)- habla de que al llegar a Tierra de Fuego se difundió la
noticia de que en la costa había varado un cetáceo. Fueron a verlo,
pues al poco tiempo la zona de pobló de canoas y de hombres, que
bajaron de ellas para trocear al animal (sirviéndose de
cuchillos fabricados con concha). La loncheaban y en los grandes
pedazos hacían agujeros para meter por allí su cabeza; cargando de
se modo con ellos, a la vez que mascaban trozos sueltos de esa grasa
fileteada del animal -mientras la cortaban o la portaban- (8-b)
. Habla asimismo del “gran banquete fueguino” el tercero que
recoge el grabado; un texto publicado por Bove (en 1882)
que parece copiado o muy inspirado en el anterior, ya que
describe todo de una manera muy semejante (8-c)
. De tal manera, en el trabajo de Quiroz,
Carreño y la Fuente, vemos como
la misma imagen fue al menos editada en cuatro ocasiones diferentes
(en 1860 por Mayne Reid; 1879 Kingston, en 1882 por Bove y en 1912
por Chapman); aunque en todas las ediciones se comenta prácticamente
lo mismo. Tanto que cuando se divulga por última vez, el artículo
se titula: “El banquete de la ballena” -conteniendo una
explicación igual a las anteriores- (8-d)
.
SOBRE
ESTE PÁRRAFOS:
“Aprovechamiento
ballena en Tierra del Fuego”
(Xilografía,
1860
de J.B. Zwecker & Dalziel Brothers.Col. Klaus Barthelmess,
Colonia, Alemania). “Ilustra
el último capítulo del libro, que tiene como título Fuegian
Dwarfs, o sea, Enanos Fueguinos
(en el libro de Mayne Reid, 1860, pp. 425-445). Este título tiene
que leerse como una referencia opuesta al nombre de otro capítulo
dedicado a los "patagones", Patagonian Giants, es decir,
Gigantes Patagone (..). La
imagen es recogida en uno de los más importantes catálogos de
dibujos y grabados relacionadas con ballenas y balleneros, con un
notable comentario: "representa una inusual pero práctica
manera de conducir los bloques de tocino de ballena a tierra firme
-Ingalls, 1987, p. 64-" (9)
.
"Muy
importante es destacar
que
el nombre de “enanos fueginos” que mencionan estos textos de los
siglos XVI al XIX, se refiriere a las tribus nómadas y canoeras del
Estrecho (Yagana
y Kawescas).
Mientras los cazadores
(sus vecinos de tierra, los Selknam)
eran denominados “gigantes patagones”
.
BAJO
ESTOS PÁRRAFOS:
Canoeros
fuegunios, nómadas en Tierra del Fuego; xilografía publicada por
Recaredo Santos Tornero (en su Chile Ilustrado; de 1872).
Acerca
de ellos, nos dice Raquel Pardo que cuando paraban en tierra (apenas
unos días) vivían en chozas realizadas con ramas y arbustos que
cubrían con pieles y de muy poca consistencia -aunque parece que aún
eran peores las de sus compañeros de tierra, los Selkam-. Acerca
de las barcas, escribe
textualmente la misma autora que: “Se
ha considerado que este era el verdadero hogar de las tribus
canoeras, porque en ellas transcurría la mayor parte de su
existencia”
(…)
“Medían unos cinco metros de largo por uno de ancho. Lo
suficientemente grande para que cupiera toda la familia, pero no
mucho para que fuera fácil introducirse en los bajos y a veces
angostos canales,
además, debía ser liviana para su manejo. En
el fondo, cubierto por una capa de tierra, se conservaba siempre
algunas brazas, o bien, ardía el fuego, donde se cocinaban los
alimentos”.
.
“La
canoa se confeccionaba de corteza, especialmente de haya.
Los kawéshkar la hacían de una sola pieza y los yámanas de tres
planchas atadas. La única
herramienta para su elaboración, eran punzones de hueso y cuchillos
de conchas marinas, las costuras eran de lianas de voqui, se
calafateaban con tierra arcillosa con raíces.
Los remos eran tallados en troncos de ciprés, con cuchillos de
concha. Para achicar, utilizaban vasijas pequeñas hechas de madera o
de piel de lobo marino”.(...) “La
canoa transportaba a toda la familia, es
decir, de seis a ocho personas, todos iban en cuclillas en el suelo,
se mantenían inmóviles en dicha postura, para no comprometer la
estabilidad de la embarcación, sólo
la mujer iba sentada a popa. Ella estaba encargada de la dirección,
manejo e impulso de la canoa, por medio de un constante remar. Los
niños se ocupan de la parte central de la canoa, atendiendo el fuego
y el hombre va a proa, atento a la caza.
(...) La mujer remaba horas de horas y apenas ocupaba sus piernas por
lo que la parte superior de su cuerpo era mucho más vigorosa que la
del hombre, pero ambos poseían un tronco ancho, brazos largos y
piernas poco desarrolladas”. Raquel Pardo (10)
.
Finalizaremos
nuestras referencias a esta costumbre de las etnias del Sur de Chile
y Argentina, narrando lo que Darwin y Fitz Roy recogían sobre ella
(en 1839 en sus publicaciones acerca “Los viajes del H.S.M
Beagle”). Donde el famoso investigador que generó la teoría del
evolucionismo, comentaba el comportamiento de aquellos canoeros con
las ballenas. Escribiéndolo poco después de que lo mencionara el
famoso capitán del Beagle, Fizt Roy. Marino que permaneció años
en Magallanes, llegando a entablar amistad con los pobladores
autóctonos, redactandodo sus experiencias el Vol. II de la obra
mencionada (que completaría el padre del evolucionismo con un tomo
III, donde hablaría de hechos similares a los relatados por Fitz
Roy). Además “Darwin incluirá
una descripción en la segunda edición de su relato,
publicado años después -en Londres, 1845- (...) donde
señala que: Cada hombre llevaba una pieza cuadrada de grasa de
ballena pútrida, con un orificio en el medio a través del que
sacaban sus cabezas, como los gauchos lo hacen con sus ponchos o
mantas. Tan pronto la grasa era llevada a una choza, un anciano la
cortaba en delgadas rebanadas y murmurando sobre ellas, las freía
por un minuto y las distribuía entre el hambriento grupo, que
mantenía un profundo silencio
(...) cada vez que una ballena era
arrojada a la playa, los nativos enterraban grandes trozos de ella en
la arena, como un recurso en tiempos de hambruna"
(8-e)
.
.
Darwin
escribe tambien en 1845 que cuando "descubrían
la carcasa flotante de una ballena pútrida, era una verdadera
fiesta, y ese miserable alimento era acompañado por unos pocos
frutos y hongos desabridos" - ver
cita anrerior (8-e)
- .
Acerca de todo ello, comentan
Quiroz,Carreño y de la
Fuente (en el mismo trabajo citado) que: "La
descripción se sitúa, por supuesto, en el clima creado por Darwin
respecto de los fueguinos, dudando incluso de su humanidad: `Es
necesario acercarse mucho para darse cuenta que son seres humanos.
Desde lejos parecen ogros, monstruos, sin hombros ni brazos´.
Pero el relato es también irónico (...) no se da cuenta que lo que
deforma el cuerpo de los fueguinos no es más que un trozo de grasa
de ballena que llevan sobre sus hombros”.
.
Nada
hay que añadir a las palabras de Darwin;
nacidas de un maestro (como fue); pero tristemente también, de los
prejucios que el siglo de las luces generó fueron muchos.
Por
cuanto comentamos,
el Evolucionismo, pese a ser una realidad científica y una idea
magnífica; también devengó ideas que provocaron unos tremendos
problemas sociales y humanos. Cuando
a
la teoría de que Dios no había creado -propiamente-
al Hombre, y que este había evolucionado paulatinamente; se añadió
la idea de que ese "crecimiento" se realizó gracias a las
Sociedades, o al propio esfuerzo de algunos grupos (llegando
a conformarse en individuo, desde un hominido a través de fases de
civismo).
Siendo
así, aquellos
que estaban más avanzados eran tenidos como verdaderos seres
humanos, mientras otros (con menos recursos y más atrasados) fueron
considerados "medio animales". Todo lo que permitió -desde
el Siglo XIX- que
se llevasen a cabo exterminios genocidas sobre determinados tipos de
grupos (especialmente los tribales, como
los nómadas de la Patagonia). A
los que no se consideraba hombres, sino homínidos; al igual que
sucedía con las personas de color
(tenidas como seres en un estado intermedio entre el ciudadano
avanzado y el mono; lo que daba derecho "Natural" a su
esclavitud o exterminio). Generando esta magnífica teoría de la
Evolucion una verdadera tragedia histórica, cuando fue utilizada con
fines bastardos. Tanto que acabría en las atrocidades del fines del
XIX y comienzos del XX, donde ya se dibujaron "razas superiores"
e "inferiores"; llegando al genocidio de pueblos enteros y
de millones de personas.
SOBRE
ESTOS PÁRRAFOS: Grabado
de E.Riou editado por Mayne
Reid en 1885 y titulado: Una
extraña procesión. El texto que acompaña a la ilustración dicta
“Pasan su cabeza por un gran pedazo de grasa de ballena que van
llevando a cuestas” (11)
. Acerca de la vestimenta de
estas tribus canoeras de Magallanes, nos dice Raquel Pardo como ya en
1832 :
“Darwin hizo referencia a
la desnudez de los yámanas: “un fueguino desnudo, sus largos
cabellos le cubrían casi por completo, su rostro estaba pintado con
diversos colores (...), una canoa
ocupada por seis fueguinos (…) Los hombres llevaban (…) una piel
de nutria o unos trozos pequeños de cuero, aproximadamente del
tamaño de un pañuelo grande (…) Llovía mucho, y el agua
resbalaba sobre su cuerpo (… ) una mujer llevando… un niño
recién nacido… caían sobre ella los copos de nieve” (...) “Para
inmunizarse exteriormente del frío intenso, se frotaban el cuerpo
con aceite, de esa forma también quedaban protegidos del agua,
gracias a este procedimiento la ropa necesaria era mínima o nula.
(...) Entre los kawéshkar la vestimenta era muy similar”
(12)
. A diferencia de ellos, los
cazadores en tierra (Selknam) se cubrían con pieles de guanaco; con
las que tapaban todo el cuerpo cuando hacía frio. Además en esas
épocas de mal tiempo, usaban unas “sandalias” consistentes en
cintas de cuero. Estas les permitían caminar sobre la nieve;
mientras los canoeros carecían de calzado (lo
que hace suponer que apenas andaban -sobre tierra o el hielo-).
.
Todas
estas tribus cazaban o pescaban con instrumentos paleolíticos
(arcos, flechas y arpones). Los que vivían en el mar, se dedicaban
principalmente a pescar focas, a las que lanzaban un arpón con una
boya; esperando que el animal se agotase
-emergiendo y hundiéndose- cuando le alcanzaban. Asimismo usaban
perros y otras armas con las que atrapaban peces y aves acuáticas
(principalmente redes). Acerca de
la alimentación de aquellos que navegaban, se sabe que su base
estaba en ballenas, focas, pescado y pájaros marinos; pudiendo
soportar las bajas temperaturas gracias a estas dietas enormemente
grasas.
Sobre ellos, continúa Raquel Pardo añadiendo que: "Al
hombre le correspondía la caza de animales y aves, la pesca y la
construcción de la canoa. La mujer recolectaba vegetales en las
islas, extraía huevos, mariscos y crustáceos, sumergiéndose en las
aguas australes. La canoa pertenecía a ella, debía guiarla y
mantenerla.
J. Philippi afirma que la mujer yaghán participaba también en la
pesca. Para la subsistencia era necesario el trabajo de ambos, se
complementaban perfectamente. La mujer debía además cumplir con su
deber de madre, la recolección y acarreo de la leña. La
construcción de la choza era tarea familiar. Los
niños, que iban al centro de la canoa, estaban encargados de que el
fuego no se apagara. Nadie estaba especialmente destinado a la
preparación de los alimentos, el que tenía hambre cocía su
alimento. Sólo las mujeres sabían nadar
(...) Desde pequeñas, las
madres acostumbraban a sus hijas a sumergirse en las gélidas aguas
de los archipiélagos. Cuando las canoas volcaban,
esto sucedía frecuentemente (...) sus
mujeres debían rescatarlos" -ver
cita (13)
-.
.
BAJO
ESTAS LINEAS: Postal
japonesa de 1900, donde podemos ver a chicas Ainus, bailando en un
poblado de Hokkaido, frente a
sus casas y acompañadas del anciano-jefe. Este
misterioso pueblo, denominado Ainu
-voz que en su lengua significa “hombre”- fue
el que primero se asentó en las islas japonesas (hace unos 20.000
años y en plena glaciación). Se
supone que cruzaron hasta el archipiélago, andando o “cabalgando
los hielos” y allí han
permanecido, incluso después de que lo dominara otra etnia asiática
(la nippona). Cuando llegaron unos nuevos pobladores, que “saltaron”
en barco y en etapas muy posteriores; viniendo desde Corea y de áreas
del Continente, llevando primeramente la etapa “Jômon” (hace
unos 12.000 años), para finalmente importar al archipiélago los
metales en época Yayoi (desde el siglo VI a.C.). Tras
el dominio pleno de las islas por aquellos venidos desde tierra firme
desde el Jômon; los Ainus se fueron aislando y marginándose hacia
el Norte del país; donde aún
perviven, en las proximidades de Hokkaido
(zona de muy bajas temperaturas). Su actividad desde los inicios era
la pesca, y originariamente fueron balleneros; alimentándose
sobre todo de aquellas que lograban hacer varar en las costas de
Japón -o bien cazándolas a arpón,con sus canoas-.
.
D)
LA BALLENA SAGRADA Y SU CAZA EN OTROS LUGARES DEL PLANETA: LOS AINUS
Y EL JAPÓN.
.
Algunos
de los pueblos cazadores de cetáceos más importantes, se asentaron
en el litoral del Japón y las costa del Sur de Corea, desde la etapa
paleolítica; donde etnias y gentes de un lado y otro de la
“ribera” se mezclaron durante milenios. Pese a ello, un grupo
muy peculiar y de origen cáucaso-siberiano, parece que fue el
primero en habitar las islas nipponas y permaneció aislado hasta
hace unos decenios. Sin mestizaje, ni cambios en su modo de vida
desde la etapa de Glaciación, cuando llegaron a esas islas. Nos
referimos a los Ainus, que en tiempos más modernos terminaron por
aislarse y seguir con sus costumbres milenarias; creando sus propios
poblados a imagen de los de sus antecesores y en zonas del Norte
del archipiélago mayor (especialmente en Hokkaido). De tez barbuda,
altos, con numeroso vello corporal; nada tienen que ver
racialmente con aquellos que hoy se extienden por el resto de Japón
(de origen continental y mogol). Al igual que su idioma y sus
costumbres son absolutamente distintas a las comunes nipponas;
hablando una lengua de rasgos caucasianos, que procede seguramente de
Siberia (de donde llegarían las Ainus para asentarse, hace unos
veinte mil años). Aunque en su actividad pescadora y en su
alimentación pescadera, es en lo que más se parecen al resto de
japoneses. Pese a que el sistema mantenido hasta hace poco, para
atrapar los peces y crustáceos, es paleolítico; muy semejante al
de los nómadas del Estrecho de Magallanes -que antes
estudiábamos-. Utilizando procedimientos de la Edad de Piedra
y navegando en canoas, fabricadas igualmente con corteza de árbol
(con las que cazaban hasta ballenas).
.
Sobre
cómo pudieron estas tribus canoeras, subidos a una chalupa y en
medio del mar gélido, pescar cetáceos y grandes especies
depredadoras (como las focas, leones marinos, narvales, tiburones
y etc). Conocemos algunos métodos que en ocasiones pervivieron
hasta nuestros días entre los pueblos primitivos. Siendo la
forma más precaria de cazar cetáceos y enormes peces
peligrosos; la denominada “pasiva”. Consistente en hacerles
varar o llevarles hasta un canal sin salida. Ello se realizaba
hasta no hace mucho por distintas etnias de costumbres ancestrales;
simplemente rodeando el animal que se deseaba cazar con barcas y
pasando después a guiarle; sirviéndose de remos o palas (sobre
todo con sonidos que asustaban a las presas). Así, los animales
comenzaban a nadar de forma descontrolada, donde el grupo de
canoeros le iba llevando, hasta que varaban o se introducían en un
cercado marino (que cerraban para darles caza). Conduciendo así
a los ballenas hacia playas o bahías estrechas, al igual que otros
grandes peces eran dirigidos a las almadrabas.
.
La
anterior captura se denomina comúnmente “pesca pasiva”,
existiendo también sistemas de caza por engaño en el cebo;
necesaria para los grandes y peligrosos depredadores. Método
consistente en lanzar trozos de carne (desde un espigón o un cabo),
cortado un animal terrestre sobre el mar, para que su sangre regase
las aguas. De tal manera, cuando los enormes depredadores marinos se
acercaban al lugar, para devorarlo; mezclaban trozos de cebo, con
maderas incandescentes. Pequeños troncos atados a piedras ardiendo,
que no eran distinguidas por el tiburón y que a ser tragados a la
vez que el cebo, reventaba sus entrañas (saliendo a flote, al quemar
los intestinos del enorme pez). Otra forma semejante a la anterior,
pero para pescar especies herbívoras, era la de lanzar bellotas o
castañas. Para más tarde tirar aquellas ya mezcladas con brasas y
rescoldos, donde se habían dejado hasta la incandescencia otras
castañas, bellotas, maderas y piedras -produciendo el mismo efecto
anterior-. Comprobándose de este modo. cómo un pueblo canoero,
simplemente subido sobre un arrecife o un islote; podía pescar
tranquilamente tiburones, focas y otras especies de un tamaño y un
peligro, inmensurable.
.
Acerca
de otros métodos prehistóricos de pesca, el más conocido era el de
los Ainus, también usado por los fueguinos de Patagonia. Consistente
en fabricar arpones (de hueso o madera) a los que ataban boyas, con
cuerdas. Estos flotadores se solían hacer con pieles hinchadas
(de foca o de toro) a los que le podían añadir corchos y maderas.
Tras ello y una vez lanzados varios arponazos (con sus boyas)
contra las ballenas, el bacalao, y sobre todo a las focas; el animal
comenzaba a sumergirse y a emerger, hasta agotarse. Momento en el que
el Ainu o el fueguino, la recogía del agua; simplemente dándole
un golpe mortal antes de subirla a la barca. Este sistema que
terminó por denominarse pesca con áncora flotante, fue usado
desde el paleolítico hasta los tiempos modernos; habiendo sido
utilizado por los esquimales, los nómadas de Tierra de Fuego, los
Ainus, los amerindios etc (y más modernamente por vascos, japoneses,
ingleses, norteamericanos, canadienses y coreanos). De todo ello
hay testimonio arqueológico o histórico. En Japón al menos desde
hace 10.000 años, en Corea 8000 y en otros lugares (como el país
vasco) desde el siglo X de nuestra Era -aunque se sabe que la pesca
de cetáceos en el Norte de España y las costas francesas es de
origen paleolítico-.
SOBRE
ESTAS LINEAS:
Grabado
japonés (ukiyoe) donde podemos ver la caza de ballenas de manera
tradicional;
la lámina original pertenece al Museo de “pesca de ballenas de
Taiji” en el famoso pueblo ballenero de la Prefectura de Wakayama
(Kyodo).
.
BAJO
ESTAS LINEAS:
Otro
ukiyoe japonés, que representa la pesca, arrastre y despiece de un
cetáceo.
La imagen la hemos tomado del interesante trabajo de Zack
Davisson:
“Bakekujira
and Japan’s Whale Cults” (La ballena fantasma y los cultos de
este cetáceo en Japón) (14)
.
Para
ampliar conocimientos sobre del significado -cultural, social y
religioso- de la ballena en Japón, recomendamos un interesante
trabajo de Zack Davisson,
llamado: “Bakekujira
and Japan’s Whale Cults” (Bakekujira, La ballena fantasma y los
cultos a ese cetáceo en Japón) -ver cita
(14) -
. Donde
se resume
la historia de los templos que dedicaban los japoneses a esos
mamíferos del mar;
ya que de algún modo, eran adorados e
identificados con el dios de la prosperidad
(pues servían para paliar las hambrunas). He traducido el título
del referido estudio como: “Bakekujira la ballena fantasma y los
cultos a este cetáceo en Japón”. Ante lo que añadiremos que Baké
significa en aquel idioma “fantasma”, y Kujira en japonés se
traduce por “ballena”. Siendo la leyenda de Bakekujira un cuento
que narra el modo en el que un esqueleto de una
cetáceo enorme, apareció y se esfumó en una sola noche. Surgiendo
aquellos huesos de gigante sobre el mar del Japón (durante una
tormenta y en circunstancias muy misteriosas); por lo que se le
denominó la "ballena fantasma" o "el duende de la
ballena". Narrando BakeKKujira, como en la famosa isla de Okino
(Shimane),
los pescadores de una aldea vieron acercarse un enorme pez blanco.
Atemorizados, se atrevió a aproximarse uno de ellos que le tiró su
lanza, pero ese arponazo atravesó de un lado a otro aquella masa
extraña (enorme y blanquecina...) . Llovía a cántaros y
los pescadores no podían ver bien lo que sucedía; aunque finalmente
consiguieron dilucidar que se trataba de un monstruo: Era el
esqueleto de una gran ballena, sin piel ni carne, aunque nadaba, se
movía y estaba viva. Entonces
y al verla, fue como de pronto aquel
enorme fantasma -“bake-kujira”- desapareció retirándose a mar
abierto
(tan rápido como había llegado) (15)
.
.
.
Continúa
explicando el autor, que Japón
tiene una larga historia de dioses ballena; a los que se adora
guardando en templos los huesos de esos mamíferos del mar. De
ello derivaría esta
leyenda del esqueleto viviente, que se cierne a los principios de la
religión y algunos ritos sintoistas
(donde los japoneses rinden culto a los cetáceos). Ya que estos
animales gigantescos varaban de continuo en las orillas de las
tierras nipponas, por lo que nacieron múltiples cofradías para
sistema “pasivo” de captura;
que como sabemos consiste en dirigirlas hasta que encallan en una
playa o bahía. Otro
de los métodos desarrollados fue el de arponearlas hasta que se
desangrasen,
aunque tenía el problema de que habían de recuperar el animal desde
las profundidades. A excepción de algunas
especies, que -como la ballena franca- flotan cuando las matan de ese
modo.
Sea como fuere,
la llegada o la aparición de una ballena en la costa nippona podía
salvar del hambre a un pueblo un año entero; todo lo que confería a
esos animales el carácter de sagrados. Debido a ello, en el país
del Sol Naciente, son muchos los templos, ritos y gentes que veneran
al animal; en agradecimiento a su valor histórico y alimenticio.
Además, como
su captura era un oficio muy peligroso, donde morían hombres; la
religión pasó a dar un espacio sagrado a esas cofradías de
pescadores y a su totem. Finalmente,
la diosa ballena se unió al dios de la abundancia; creando un culto
en el que esta era la reencarnación de la deidad que simbolizaba la
prosperidad y la alimentación, al que se llamaba Ebisu
(16) .
.
Así
se elevaron centenares de santuarios dedicados a las ballenas en
Japón; de los cuales quedan aún al muchos y cuyo sentido estaba en
el festín que podían celebrar con la carne de aquel dios
(Ebisu reencarnado en un cetáceo).
Tras aquella celebración, semejante a la que realizaban los
fueguinos
cuando encontraban un cetáceo; los
japoneses habían de inhumar bien las sobras (los
huesos; después de separar del cuerpo de todo lo útil que el animal
tiene). Momento en que
enterraban ceremonialmente lo que quedaba de la ballena; en
montículos a los que llaman “Kujira Tsuga”.
Consecuentemente,
en aquellos lugares
de costa donde la caza de ballenas pasiva era muy frecuente, se
elevaron infinidad de estos templetes
“Kujira o´Haka” (cementerios)
y “Kujira Ishibumi” (monumentos de piedra).
De los que aún quedan alrededor de cien santuarios
para cetáceos -donde están enterrados los restos que no habían
comido- en
todo el Japón. Asimismo se hicieron recintos sagrados, portales y
altares usando los huesos de las referidas ballenas. Sobre todo en el
período Edo,
cuando Japón se había convertido en una nación de navegantes;
creando una gran industria basada en la caza de enormes mamíferos
del mar. Etapa
en que esas cofradías de pescadores establecen y mantienen
oficialmente el culto a los cetáceos; potenciando santuarios en las
zonas portuarias
(muchos de los cuales todavía existen hoy en día). El relato acerca
se esta leyenda -BakeKujira- y las costumbres sobre la veneración a
la ballena, lo termina
el autor, mencionando que en 1983, apareció un esqueleto de una de
ellas intacto y flotado.
Fue visto y descubierto en las costas de Anamizu, prefectura de
Ishikawa; momento en que toda la prensa comenzó a hablar del regreso
de aquella "bake-kujira" y de su existencia real -sobre una
leyenda basada en la importancia de los huesos de estos animales-
(17)
.
Por su parte, todo
lo recogido anteriormente nos sirve para comprender la importancia de
los cetáceos en la antigüedad, sus rituales y sus ceremonias. Tal
como pudieron ser en en el occidente europeo más antiguo; a mi
juicio, entre los megalitistas atlánticos.
ARRIBA:
Escena de balleneros
en la costa de Goto; ukiyoe de Hokusai fechado hacia 1930, en el que
podemos ver una captura pasiva del cetáceo.
Como hemos dicho, esta pesca (pasiva) consistía
en ir dirigiendo al animal -con las canóas o barcos- hasta que
varaba.
SOBRE
ESTE PÁRRAFO: Otro
ukiyoe japonés en el que se representa la caza, captura, arrastre y
despiece de estos mamíferos marinos.
Observemos, los centenares de
hombres, tirando y subiendo a tierra a distintos cachalotes, ballenas
y otros enormes cetáceos (cuyo
peso podía llegar a las ochenta toneladas). Llamando
la atención la proporción y tamaño de las maromas, que debían de
ser de unos diez a veinte centímetros de diámetro y decenas de
metros de longitud.
Semejantes cuerdas hemos visto en los templos góticos, aparecidas
entre el aparejo de quienes antaño arreglaban o construían iglesias
y catedrales.
.
ABAJO:
Una maroma y su polea, hallada
en la catedral vieja de Salamanca
(agradecemos al cabildo catedralicio, nos permita divulgan nuestra
imagen). Seguramente esta
cuerda y su sistema de engarces fue usado durante la obra en la que
sustituyeron el claustro viejo de esta catedral, para cambiarlo por
uno del siglo XVII. Observemos
el tamaño y grosor de la cuerda, para podernos hacer idea de las
sogas que manejarían los marineros (mayores que esta, sobre todo
para la captura y arrastre de ballenas).
E)
EL MEGALITISMO; SUS ORÍGENES Y LOS QUE HABITARON LA EUROPA ATLÁNTICA
TRAS LA GLACIACIÓN:
.
Nos
hemos extendido explicando los pormenores de las gentes que vivían
de las ballenas (en especial los fueguinos y los ainus).
Porque -a mi juicio- esas etnias que habitaban las zonas
cercanas al Estrecho de Magallanes y los pueblos antiguos de Japón;
seguramente eran muy semejantes a los que poblaron las costas
occidentales de Europa, antes del Calcolítico. Refiriéndome
especialmente a los asentados en el litoral atlántico (del Norte
de África, a Jutlandia); desde el Magdaleniense, hasta la llegada
de los metales. Gentes que tuvieron que soportar un clima semejante
al de Tierra de Fuego (o el Norte de Japón) y unas condiciones de
vida muy similares a las de los ainus o fueguinos. Aunque, pese a
aquellas dificultades climatológicas, debieron vivir en un
“paraíso proteínico”. Pues el océano por aquel entonces,
estaba poblado de cetáceos y focas; junto a enormes peces (como
los bacalaos y atunes) cuya captura sería relativamente sencilla.
Principalmente cuando estas ballenas o leones marinos se acercan
a tierra confiados, al no haber sido cazados indiscriminadamente.
Además, ese hábitat lo compartían otras especies de peces
mayores, como los atunes y bacalaos, que viajan en grandes
grupos aproximándose también a las costas. Por lo que sería
fácil alimentarles desde tierra, o dirigirles con canoas, para que
entrasen en zonas de ría y en playas; donde tras bajar las mareas,
quedaban varados y atrapados. Principalmente cuando los peces o
cetáceos son de enorme tamaño, pues los más pequeños llegan a
escapar de esas técnicas de pesca en almadraba; diseñadas desde el
Paleolítico y que curiosamente respetan en equilibrio ecológico
(permitiendo salir de ellas a los de menor calibre y edad).
.
Siendo así, suponiendo que el entorno y forma de vida de los primeros europeos asentados en las costas atlánticas, era muy similar al de aquellos nómadas del Estrecho de Magallanes (o del Japón). Conociendo el modo en que esos pueblos sobrevivían en el Sur de la Patagonia, permaneciendo en la Edad de Piedra y sin usar apenas el silex (a excepción de los cazadores, que fabricaban sus puntas de flecha con lascas de roca). Algo que también realizaban los ainus, que prácticamente no participaron del progreso, ni de nuevos métodos de vida (ajenos a la Sociedad y en su medio milenario). Podríamos deducir cómo vivieron aquellos que pintaron las cuevas de Altamira, o quienes estaban asentados en las de Tito Bustillo, de Puente Viesgo, en las del País Vasco y el Sur de Francia. Pero sobre todo podríamos comprender cómo y por qué se generó el megalitismo en la Europa Atlántica, promovido por pueblos pescadores de focas y ballenas (canoeros) Necesitando ser gregarios de otros, asentados en tierra, que se constituyeran como comunidades de cazadores-pastores. Precisando intercambiar pieles y animales; pero sobre todo, que unos defendieran el mar mientras los otros guardaban de extraños, el territorio. Viviendo ambas etnias (la nómada del mar y la terrestre) de un modo muy semejante a como se mantuvo la supervivencia y la Sociedad tribal entre los fueguinos. Pudiendo haber desarrollado los monumentos megalíticos, tras perfeccionar las técnicas de arrastre de las ballenas; siendo la función de estas construcciones no solo servir para ritos y enterramientos. Sino sobre todo la de actuar como puntos de orientación. Pues a través de los vanos, las puertas y las entradas de los dólmenes; al igual que valiéndose de los menhires y cromlechs, se podría estudiar el cielo y los movimientos astrales. Una observación que serviría para guiarse; ya que bastaría conocer la fecha y la altura del Sol (o de las estrellas circumpolares) valiéndose de los megalitos, para no perderse y lograr llegar a un destino.
Siendo así, suponiendo que el entorno y forma de vida de los primeros europeos asentados en las costas atlánticas, era muy similar al de aquellos nómadas del Estrecho de Magallanes (o del Japón). Conociendo el modo en que esos pueblos sobrevivían en el Sur de la Patagonia, permaneciendo en la Edad de Piedra y sin usar apenas el silex (a excepción de los cazadores, que fabricaban sus puntas de flecha con lascas de roca). Algo que también realizaban los ainus, que prácticamente no participaron del progreso, ni de nuevos métodos de vida (ajenos a la Sociedad y en su medio milenario). Podríamos deducir cómo vivieron aquellos que pintaron las cuevas de Altamira, o quienes estaban asentados en las de Tito Bustillo, de Puente Viesgo, en las del País Vasco y el Sur de Francia. Pero sobre todo podríamos comprender cómo y por qué se generó el megalitismo en la Europa Atlántica, promovido por pueblos pescadores de focas y ballenas (canoeros) Necesitando ser gregarios de otros, asentados en tierra, que se constituyeran como comunidades de cazadores-pastores. Precisando intercambiar pieles y animales; pero sobre todo, que unos defendieran el mar mientras los otros guardaban de extraños, el territorio. Viviendo ambas etnias (la nómada del mar y la terrestre) de un modo muy semejante a como se mantuvo la supervivencia y la Sociedad tribal entre los fueguinos. Pudiendo haber desarrollado los monumentos megalíticos, tras perfeccionar las técnicas de arrastre de las ballenas; siendo la función de estas construcciones no solo servir para ritos y enterramientos. Sino sobre todo la de actuar como puntos de orientación. Pues a través de los vanos, las puertas y las entradas de los dólmenes; al igual que valiéndose de los menhires y cromlechs, se podría estudiar el cielo y los movimientos astrales. Una observación que serviría para guiarse; ya que bastaría conocer la fecha y la altura del Sol (o de las estrellas circumpolares) valiéndose de los megalitos, para no perderse y lograr llegar a un destino.
.
Serían
estas las funciones de los megalitos y el sentido que pudo tener la
civilización dolménica europea; nacida probablemente de unos
pueblos nómadas (canoeros y cazadores-pastores) asentados en
las riberas del Atlántico. Gentes que se defenderían de otras
tribus o etnias más agresivas, gracias a las dificultades
climatológicas del hábitat en que vivían -las costas
occidentales europeas, al final de la Glaciación-. Donde de seguro
muy pocos se atreverían a navegar y donde los hombres sobrevivían
entre grandes hielos y enormes cetáceos. Cuya dieta hipercalórica,
basada en aceites de ballena y de foca, les permitiría permanecer
casi desnudos a bajas temperaturas. Viviendo así protegidos de
la congelación, que se produciría si usaban ropa; debido a la
humedad del tejido permeable -linos y lanas-. Bastándoles
abrigarse con pieles bien untadas en grasas (de mamíferos
marinos), durante las épocas de mayor frío; y llevando
normalmente una lumbre junto a ellos, para no destemplarse -tal
como hacían los “fueguinos”-.
.
Pudiendo
haberse desarrollado una Sociedad nómada canoera -semejante a la
de Tierra de Fuego- en toda la bahía atlántica megalitista,
entre los milenios V al III a.C.. Una cultura viajera, que les
permitiría vivir durante el verano en las zonas boreales, llegando
a las islas británicas y Jutlandia. Para bajar al Sur durante los
inviernos; cuando ya no habría peligro de que gentes desconocidas
llegaran hasta ellos (evitando así visitantes “desagradables”
procedentes del África norteña o del Mediterráneo). Siendo este
sistema de defensa, tan sencillo como eficaz; emigrando el mes de
mayo hacia el Norte en sus canoas y pudiendo avanzar veinte o
treinta kilómetros de costa al día. Llegando así en unos dos
meses desde el litoral ibérico, a Bretaña, Irlanda o el Báltico.
Evitando se ese modo todo choque o ataque con quienes vivían en las
zonas mediterráneas y norteafricanas. Pudiendo regresar cada
otoño al litoral de Portugal, Galicia y el Cantábrico; donde las
temperaturas de invierno serían soportables, ya en una época del
año en que apenas aparecerían visitantes indeseables (procedentes
del Estrecho de Gibraltar). Siendo lo anteriormente expuesto la
explicación más sencilla y que nos daría las claves del por qué
se desarrolló la cultura de los megalitos atlánticos. Extendiéndose
por toda la cornisa occidental de Europa; desde el 4500 a.C. y
permaneciendo de manera muy estable hasta la difusión de El Bronce.
Momento en que comienza a desaparecer ese dolmenismo, para ser
sustituido por civilizaciones metalúrgicas llegadas del
Mediterráneo.
SOBRE
ESTAS LINEAS:
La
caza de la ballena por barcos holandeses en tierras del Sur de
América;
grabado de la Colección de viajes alrededor del Mundo del Capitán
Cook (1º,2º,3º y últimos viajes; Volumen V, Londres 1790, página
1910).
.
ABAJO:
Otro
grabado; en este caso un facsimil
donde podemos ver el “despiece de la ballena” (xilografia
de Cosmographie Universelle en Paris 1574, de Thevet; “caza
ballenas”)
.
.
BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Dos fotografías de Luanco. En la superior, el famoso Cabo de Peñas (en el municipio de Gozón), lugar más septentrional de Asturias. Su posición al Norte de toda tierra asturiana y su enorme altura de acantilado, convirtió al Cabo Peñas en una de las atalayas de avistamiento de ballenas más importantes del Norte de España. Promoviendo que Luanco fuera uno de los grandes enclaves balleneros del Cantábrico. Abajo podemos ver una imagen de la cantina (chigre) “El Muelle”; una de las casas más antiguas de su puerto y donde antaño se procesaba la carne de cetáceos.
.
BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Dos fotografías de Luanco. En la superior, el famoso Cabo de Peñas (en el municipio de Gozón), lugar más septentrional de Asturias. Su posición al Norte de toda tierra asturiana y su enorme altura de acantilado, convirtió al Cabo Peñas en una de las atalayas de avistamiento de ballenas más importantes del Norte de España. Promoviendo que Luanco fuera uno de los grandes enclaves balleneros del Cantábrico. Abajo podemos ver una imagen de la cantina (chigre) “El Muelle”; una de las casas más antiguas de su puerto y donde antaño se procesaba la carne de cetáceos.
Acerca
de los conocimientos astronómicos en la época del megalitismo,
mucho he discutido con quienes no creen que el hombre antiguo pudiera
saber siquiera la duración del año. Un ciclo calendárico que se
descubre simplemente midiendo las sombras diariamente; todo lo que
puede realizar un anciano -o un niño-, marcando en cada jornada las
longitudes de sombra (de un menhir o de un palo clavado en la
tierra). Tras ello, observaremos pronto que dos veces al año
-nuestro 21 de diciembre y el 21 de junio-, la altura solar es la
mayor y la menor. Mientras que en otras dos ocasiones (que
corresponden a nuestros 21-22 de septiembre y marzo), el Sol se sitúa
en un punto medio e igual. Así, conociendo estos hechos,
llegaremos a deducir que el año tiene 365 días; aunque si
continuamos estudiando las sombras, nos daremos cuenta que cada
cuatro años la luz avanza un día. Por lo que durante un
periodo de cuarenta años, veremos que el ciclo anual se habría
retrasado 10 jornadas; indicando que cada cuatro años hay que añadir
una fecha (el bisiesto). Pero aún es más; si nuestros
descendientes siguen midiendo esas mismas sombras más de cien años;
sobre un menhir o punto inmóvil -un rito antaño obligado, para
comprobar las Estaciones de Siembra y que el Sol “avanza
regularmente”, sin vaticinar problemas para los hombres-.
Comprobarán como en dos o tres siglos le sobran días a ese
calendario de 365 más el bisiesto. Pues los solsticios y equinoccios
se habrán retrasado una fecha por centuria. Ya que cada cien años,
el Sol vuelve a atrasar una jornada; deduciéndose fácilmente que el
ciclo solar es de 365,2422 días. Tal como hoy considera el
calendario gregoriano que se obtuvo de la forma antes descrita
-simplemente ajustando las fechas a los solsticios y equinoccios, en
el transcurso de siglos y apercibiéndose del retraso días-.
A
lo anteriormente expuesto, hemos de añadir que entre el V y el
III mileino a.C. se encontraban en un momento en que la glaciación
había terminado, pero continuaban los fríos. Debido a ello, las
lluvias serían escasas, el mar estaría mucho más bajo y varios
puntos que hoy se hallan separados por las aguas, entonces estarían
unidos (por hielos o debido a la altura de mareas). Así se
entenderá -como venimos diciendo- que los sistemas de orientación
y guía para viajar, debieron ser muy sencillos; basándose tan solo
en conocer la fecha, las sombras y el Norte. Por lo que si
queríamos ir hasta Jutlandia, desde Galicia, se comenzaría a
costear diariamente -preferentemente en Estaciones de cielo muy
abierto-; bastando medir la sombra del mediodía o bien la altura
de la estrella del Norte (en este caso el Dragón). Necesitando
tan solo saber qué altura marcaba el Sol -o la Draganis- ese mismo
día, en el punto destino. Tras ello, bastaría con ir avanzando
por la costa hasta arribar al lugar deseado, comprobando simplemente
esa deriva de los dos astros mencionados. Para ello, deberían
conocer el calendario y la medición de estas dos estrellas (el Sol y
la Polar); algo que se realizaría sobre los menhires y los cromlechs
con gran precisión.
ABAJO:
El
recinto monumental del templo
maltés de Mnajdra -junto
a Hagar Qim-, su maqueta
y el cartel donde se explica el modo en que se orienta hacia los
solsticios y equinoccios
(agradecemos a The Mnajdra Temple Complex nos permita divulgar las
imágenes). En
siguiente fotografía,
plano del templo desde
un original en el que he recreado las coordenadas astrales, que
muestran en el centro interpretativo del conjunto megalítico.
La construcción de este gran complejo monumental
se fecha entre los años 3600 y el 3200, cuando
la declinación solar entraba en la constelación de Tauro (ahora
está saliendo de Acuarios). Como sabemos, la tierra modifica su eje
continuadamente y cada 2150 años -aprox.- se orienta hacia una nueva
constelación. Este fenómeno -conocido como la precesión de
equinoccios- nace por una deformación en la elipse de el giro de
nuestro planeta, que produce “un trompo” (a modo de una peonza al
perder la fuerza). Debido a ello, la inclinación solar va variando,
unos 15 grados en total, regresando cada 2150 años al mismo lugar,
aunque la precesión deja mirando el eje de la Tierra hacia una nueva
Constelación. Como son doce las constelaciones, el total de años
que precisaría para regresar al mismo punto, es de unos 25.800 años
(12 · 2150). Esto que explicamos sirve para poder fechar los
edificios megalíticos, pues conforme la inclinación a la que sus
piedras se orientan (mirando los solsticios y equinoccios), podremos
conocer en que años -más o menos- se levantaron.
MÁS
ABAJO: Plano del templo maltés de Mnajdra. Debido
a esa precesión de Equinoccios, con el paso del tiempo, las
edificaciones orientadas a los astros, quedarían desfasadas y
perderían una gran precisión desde su enfoque inicial. Puesto
que a mitad de un ciclo, se verían modificadas en +/- 7´5º
(después de 1075 años). Ello hizo que ya en la Persia y
Mesopotamia del II milenio a.C. -seguramente también en Egipto-; se
conociera este desfase en la salida del Sol, partiendo el cielo en
doce casas astrales, de las que cada una era una Constelación o zona
del Zodiaco. Lo que indicamos, provocaba además, el cambio de la
Estrella que marcaba el Norte; al variar ese eje y de la Tierra.
Siendo el astro que anteriormente indicaba este punto cardinal, la
Cabeza del Dragón (el centro de Draganis); que fue reemplazada por
la Polar hacia el siglo VI a.C.. Los conocimientos que narramos
fueron estudiados y descritos por astrónomos y religiones de la Edad
del Bronce (tal como muestran sus construcciones). Siendo
imprescindible para poder navegar, leer las estrellas y conocer la
sombra en cualquier fecha (para orientarse). Pues el sistema de
navegación (en el desierto y el el mar) debió ser muy simple;
partiendo tan solo de una orientación para costear -en canoas-.
Aunque se hacía necesario estudiar la altura de sombras o del cielo,
para saber dónde estaba un punto de destino (pues lo que hoy
llamamos latitud no existía y tan solo se medía el destino sobre
esa posición de estrellas o del Sol; con ello bastaría para
dirigirse hacia el lugar deseado).
Por
lo antes explicado, parece obvio que aquellos megalitos debieron ser
el nexo de unión y reunión de toda esta civilización; sirviendo
para regular el nomadismo, marcar las fechas de siembra, la recogida
de la cosechas, determinar épocas de migración o las fiestas
sagradas (solares, lunares, astrales etc). Siendo
importantísimas para las gentes del mar esas construcciones
ciclópeas e inmóviles; en las que podían medir anualmente la luz y
el Cosmos. De igual manera lo serían para los pastores y
agricultores de tierra; a los que enseñarían las fechas de siembra
o recolección, pero sobre todo les servirían como marca para
encontrar una aldea, valle (o cualquier destino del nómada). Ya que
bastaría conocer la altura de sombra en una fecha, para localizar un
punto geográfico; pues si llegaban a ignorar su situación
Este-Oeste, la podían descubrir simplemente lanzando una paloma
mensajera. De ese modo, tan solo con viajar a la misma altura de
sombra (o estrella del Norte), llegaríamos al destino. Unos hechos
que convertirían en una misma civilización a los habitantes de
tierra y del mar, en la etapa de la que hablamos. Colaborando las
gentes de las costas, con los canoeros nómadas, de un modo semejante
como hacían las etnias de cazadores y navegantes patagones
(plenamente simbióticos). Ya que unos suministrarían a otros los
bienes que les faltaban, pudiendo intercambiar entre ellos objetos y
alimentos; trocando pieles por grasa de ballena, grano por aceite
de foca y colaborando hasta en la protección del territorio común
(unos desde tierra y otros en las aguas).
.
Cuanto
expongo, razonaría de un modo absolutamente lógico cuanto sucede
entre los milenios V al II a.C. en el litoral occidental de Europa:
El medio de vida, el modo de alimentarse (con focas y ballenas), la
forma de vagar por el Atlántico (nómada y viajando por la costa de
Norte a Sur). Pero sobre todo, explica la necesidad construir esos
monumentales cenotafios, templos y observatorios (dólmenes, menhires
y cromlechs) para guiarse y conformar una Sociedad común y unida.
Una civilización presidida por estas colosales edificaciones
que surgieron como observatorios, pero también como un lugar de
reunión; para realizar rituales o para que su Sociedad se
engrandeciera y perpetuara en el tiempo (en la eternidad).
Desarrollando un modo de construcción -en mi opinión- nacido
de la técnica de arrastre y caza de cetáceos; que asimismo surgiría
desde la tecnología necesaria para construir y navegar -en barcas o
canoas (también según mi teoría)-. Pues aquella
embarcaciones precisarían sobre todo de maromas y específicamente
de las hechas con esparto; una especie botánica que se da por
doquier en el Sur de España y cuyas sogas pudieron perfeccionarse
en el neolítico, llegando a tener entonces una resistencia capaz de
mover toneladas (el peso de un cetáceo o de un bloque
dolménico).
.
De
tal modo y partiendo desde la hipótesis anterior; pensando que
previamente al segundo milenio a.C., en el Atlántico vivieron
nómadas terrestres y canoeros (semejantes a los fueguinos o a los
ainus). Vagando por el mar y tierra, orientándose a través de los
megalitos. Entenderíamos que estas gentes que recorrían las
costas de Portugal, hasta las Islas Británicas o las del Báltico;
viviendo -a mi juicio- en el Sur durante el invierno, para huir al
Norte en verano (al ser la mejor forma de evitar ser atacados).
Serían aquellos nómadas quienes -de seguro- comenzaron a llevar
y traer ámbar, gemas y finalmente piezas de metal precioso
(pepitas de oro y plata). Pues en todo ello es determinante la
curiosidad y la atracción que sienten esos pueblos viajeros y
primitivos, por las cuentas o dijes. Llamando sobremanera su
atención las piedras bellas y los objetos nacarados, metálicos o
brillantes; que comúnmente desean tener o cambiar, para entretenerse
en colgarlos de sus ropas y de su cuerpo. Por lo que a mi entender,
sería esta la razón de los megalitos y de la civilización
dolménica y del ámbar, extendida por el Oeste europeo durante más
de tres mil años. Siendo asimismo esos pueblos migratorios y
megalitistas, los que dieron origen de la ruta del ámbar y la
posterior de los metales (debido a que los yacimientos
metalúrgicos europeos se hallaban en las mismas zonas que el ámbar).
SOBRE ESTAS LINEAS:
Antas
de Pêra do Moço, entre
Pinhel y Guarda (Portugal) fechado
entre los milenios, IV al III a.C.
y próximo a Almendra, en Zamora. He situado a mi mujer a su lado
para proporcionar el tamaño. Como decimos, estos enormes cenotafios,
observatorios y templos; tendrían
como utilidad principal la de servir para orientarse y marcar las
fechas
-aunque evidentemente, servirían como monumentos con la finalidad de
perpetuarse-. Ello
explicaría la proliferación de cazoletas, grabados y petroglifos;
que se utilizaban
-sobre todo-
para marcar fechas y posiciones astrales-. Ya
que el calendario más primitivo se realiza simplemente haciendo 30 y
31 vanos en una roca y poniendo diariamente una piedra en ellos;
hasta completar vueltas consecutivas en cada serie (de 30 y 31 días).
Al final de este ciclo situando una piedra en cada cazoleta y
habiendo empezado por la de 30 vanos (repitiéndola), habríamos
rellenado 7 veces esa con 30 huecos y 5 la de 31 agujeros. De tal
manera (como 7·30=210; y 5·31=155) llegaríamos al día 365;
debiendo solo saber que cada cuatro años (cuatro ciclos) hay que
repetir tantas veces una linea como otra. Es decir: Completar seis
veces la de 31 agujeros y seis la de 30; lo que nos daría un año
bisiesto -de 366 cazoletas o jornadas-.
.
Pudiendo
comprobar perfectamente en los menhires si el cálculo realizado era
exacto
-sobre la sombra del 21 de junio o diciembre (nuestros)-; se
llegaría a organizar una Sociedad perfectamente regulada, con un
calendario y una religión basada en los astros o en los ciclos del
Cosmos; lo que conferiría una estabilidad sagrada y casi científica
a esa civilización.
No solo eso; pues además,
gracias a sus monolitos gigantes serían capaces de orientarse o de
viajar por las costas, conociendo perfectamente las fechas. Por
último, la visión de aquellas enormes construcciones amedrentaría
y sorprendería a los visitantes extranjeros (llegando
a pensar que se habían realizado por hombres de una fuerza terrible
o de una organización inmensurable; todo lo que serviría
además para asustar a los expedicionarios curiosos y evitar ataques
o
invasiones). Cuanto
expreso explica no solo la proliferación de megalitos, sino también
la de petroglifos, por todo el Atlántico;
para ser utilizados como calendarios, observatorios, gnomons etc..
Acerca de ellos recomendamos
la lectura del magnifico blog
de
Gustavo
Pascual Hermida
MÁS QUE PETROGLIFOS:
SOBRE
ESTE PÁRRAFO:
Un
grabado
del libro que publicó en Málaga el año 1847, el famoso arquitecto
Rafael Mitjana y titulado “Memoria sobre el Templo druida Hallado
en las cercanías de la ciudad de Antequera”.
Por aquel tiempo
aún se consideraba que esas colosales construcciones se habían
llevado a cabo por los celtas, una idea que hubo de desecharse hace
unos ochenta años, cuando comenzaron a comprobar que la civilización
indoeuropea no tenía más de tres mil años en nuestro Continente y
que los megalitos superaban los seis mil.
Finalmente se descubrió que los celtas no se extendieron por el Sur
español antes del siglo VII a.C.; mientras los dólmenes llegaban a
datarse en el 4500 a.C.. Hacia mediados del siglo XX estas cuevas
pétreas de Antequera pasaron de ser fechadas en el 2700 a.C.; aunque
hace tan solo unos años, comprobaron que sus datación debía
atrasarse un milenio. Determinando
actualmente que sus inicios están entorno al 3700 a.C.; lo que
-unido
a su incalculable valor arquitectónico-
las ha convertido en Patrimonio Mundial de la Humanidad (en
el mes de julio de 2016).
ARRIBA:
Dos mapas míos; a la derecha
el de metales y ámbar en Europa, Eurasia y África del Norte. A la
izquierda -de nuevo- una distribución de megalitos atlánticos, para
que podamos comprobar sus orígenes y expansión.
En los mapas se observa claramente que se
trata de una civilización marinera y costera, unida a zonas con
yacimientos de ámbar, oro y plata. Sobre el mapa hemos marcado las
rutas del ámbar; suponiendo
que podrían avanzar con sus barcas fácilmente unos treinta
kilómetros al día. De tal
manera, los nómadas que se
trasladaban a zonas lejanas, para cambiar de entorno y huir de
depredadores humanos (o para comerciar). Migrarían
en la primavera, retornando en otoño; pudiendo arribar a su destino
en un par de meses (viajando
desde marzo a julio y llegando del Cantábrico a Jutlandia, o de
Portugal a las Islas Británicas, sin problemas). Por su parte,
parece evidente que durante
los IV y III milenos ya hay contacto entre Malta y las civilizaciones
megalíticas; lo que me hace suponer, se debía a la distribución
del ámbar y pepitas de oro por el Mediterráneo.
Pudiendo ir las gentes de Iberia, desde Gibraltar a Malta, navegando
con su canoa en épocas de bonanza y también en unos dos meses.
Además ya estos otros viajes
con individuos venidos del Mediterráneo a través de mar, quizás
fueron singladuras con un carácter religioso o comercial y social
(no solo para llevar el ámbar
y el oro, sino para exportar religiones o ideas; desde Malta, Egipto
u Oriente Medio hasta el Atlántico).
SOBRE
ESTE PÁRRAFO: Otro
mapa tazado por mí, en el que
vemos los yacimientos de ámbar y metales; junto a las posibles rutas
del ámbar en los milenios V y VI a.C..
La observación de este, deja clara -como hipótesis evidente- que
los caminos del ámbar ya
conocidos desde el V milenio, eran marítimos. No solo porque el
sendero terrestre tiene enormes dificultades (en sus traslados y
orientaciones). Sino porque hablamos de una Europa gélida, poblada
de gentes sin civilizar y en
el neolítico pleno; careciendo
de comunicaciones ni menos una red de vías (siquiera
pecuarias, ya que el pastoreo no se había organizado)..
SOBRE
ESTOS PÁRRAFOS: Arriba
otro mapa semejante al
anterior, pero ya con las rutas perfectamente marcadas; delimitando
la aparición de los buscadores de metales durante la Edad del
Bronce. Señalamos sobre
este, en azul, los caminos
para llegar al estaño y el cobre atlántico;
que desde el 2700 a.C. fue
imprescindible, pues el Mediterráneo Oeste estaba ya en la Edad del
Bronce y en su entorno no existían apenas yacimientos de casiterita
ni de cobre. Debemos
preguntarnos consecuentemente: De
dónde procedía el ámbar y el oro de Egipto, o el bronce de las
armas de los faraones; si casi no había estaño ni minas cúpreas
(o de metales preciosos) en las inmediaciones del Nilo. Siendo
evidente que lo traían gentes que venían en barcos desde el
Atlántico (o del Danubio). Aunque los lingotes de cobre y de estaño
ya no se podían transportar en canoas,
porque se precisaban toneladas de metal y no unos kilos (como sucedía
con el oro o el ámbar). Ello
provocaría la revolución de la navegación entorno a esta época
(desde el 2700 a.C.) y las expediciones a zonas ricas en materias
primas. Realizadas en barcos
que vemos ya en los grabados de los templos egipcios (o de Creta y
Chipre) que medían más de treinta metros de eslora y llevaban unos
treinta remeros por cada lado.
.
ABAJO:
Mapa trazado por mí con los yacimientos y la
difusión de metales. En rojo, las zonas de su descubrimiento,
donde se comienza a fundir y crear herramientas (armas y etc de cobre
y bronce). En verde, su dispersión desde el 3500 a.C.; que
comprende el área danubiana y Anatolia. En azul, la difusión
tres siglos después, llegando hasta Egipto, Cerdeña, Malta Sicilia
y Europa Central -junto al Sur de la Península Ibérica, donde
necesariamente habían venido por mar, ya que aparece como un punto
aislado-. En naranja, a dispersión desde el 2700 a.C.; momento en
que sabemos las minas de cobre de Rio Tinto (en Huelva) y las
de Cornualles (con estaño y cobre, en Inglaterra) estaban
siendo explotadas a buen rendimiento -seguramente por
expedicionarios llegados de Oriente Medio-.
E)
JONÁS, EL PROFETA QUE HUYÓ AL FIN DEL MUNDO OESTE; QUE PUDO SER MARTIRIZADO POR BALLENEROS O PESCADORES ATLÁNTICOS:
.
En
muchos de nuestros trabajos y artículos hemos tratado sobre este
interesante personaje, cuya historia es una de las más extrañas
descritas en La Biblia. De niño aún recuerdo, como un día de
verano -en que había aparecido una tintorera en aguas alicantinas-
el cura del lugar dedicó su predicación dominical a Jonás... .
Hablando sobre aquel tiburón mediterráneo que finalmente pescaron
en las proximidades de Altea. Había muchos veraneantes que no
querían bañarse en la playa; mientras otros afirmaban que no había
problemas, ya que -tal como decía el cura- si nos comían luego nos
vomitarían (igual que a Jonás). Así fue como a los cinco años me
familiaricé con este profeta, cuyo atractivo literario y religioso
le ha convertido en una de las figuras más enigmáticas del Antiguo
Testamento. Un personaje en semifabuloso, cuya historia es una de
las más conocidas. Narración que descubrí con “el sucedido de
Altea”, del que también recuerdo como otro sacerdote afirmaba que
Jonás fue engullido por una ballena. Quizás porque este segundo
cura era vasco, nacido en las proximidades de Bermeo; y argumentaba
que en su pueblo (junto a San Juan de Gaztelugatxe), unos años antes
de que él naciera todavía había pescadores de cetáceos.... .
.
Pasaron
los años -muchos- y mi afición por la Turdetania nació mientras
realizaba mi Servicio Militar, en Sevilla. Momento en que compuse mi
ballet Tartessos; presentado en esta ciudad (en octubre de 1982). Un
año más tarde escribí mi inicio de tesis, intitulada “Las leyes
de Tarschisch” -cuando estudiaba Derecho-; obra que tristemente me
plagiaron (lo que me desalentó, llevándome a veinte años sin
redactar una sola linea acerca de Tartessos). Pero finalmente regresé
a las investigaciones abandonadas, escribiendo de nuevo sobre
Jonás. Un personaje que tan solo había concebido como un “tifonio”
liberado al cesar la tempestad; pues como es sabido, en las
religiones canaaneas -fenicias- existía la costumbre de sacrificar
humanos al totem, con el fin de que acabasen las calamidades
(climatológicas, de hambrunas o guerras). Ofreciendo al dios del
mal (la deidad de la tormenta: Tifón) comúnmente un ajeno al grupo;
a ser posible, que fuera de extranjero y de distinta religión. De
tal manera, dejaban unos días en espera al que inmolarían; pero
de no mejorar la catástrofe (de clima o bélica), aquel pobre
infeliz era sacrificado al totem (entregado a los tiburones,
cocodrilos o a una boa, que representaba a Leviatán -la serpiente
demoníaca-). Aunque, como decimos, había una oportunidad;
esperando unos días por ver si aquel individuo mediaba con los divos
y estos se apiadaban de él; aplacando la situación caótica y la
ira del dios. Consecuentemente, de cesar el infortunio; el
tifonio era liberado. Lo que puede interpretarse de algún modo
como “vomitado” por la bestia a la que iba a ser entregado,
para que le devorase. Siendo este el significado que hasta hoy –
personalmente- concedía a la historia de Jonás. Aunque, tras el
estudio del mundo ballenero en el Atlántico, creo que debiera añadir
y rectificar algunos aspectos acerca de ese personaje bíblico.
.
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ARRIBA:
Grabado que representa “Jonás
y la ballena” realizado por el rtista flamenco Jan Sadeler I (hacia
1580)
.
ABAJO:
Una fotografía
reciente mía, en el puerto de Luanco;
lugar donde veraneaba la familia de mi padre desde hace al menos un
siglo y medio. Allí se narraban historias de ballenas y
balleneros, habiéndose capturado la última a finales del XIX. A mi
lado, he superpuesto una lámina dibujada por el naturalista suizo
Konrad Gessner (hacia 1570)
donde vemos que la representa como un monstruo terrible
-de un modo parecido al grabado anterior, en que aparece semejando un
enorme tiburón pero con garras y melena-.
.
1º)
JONÁS COMO TIFONIO:
.
Decíamos
antes -al igual que en algunos de nuestros artículos (18)-
como uno
de los rituales más comunes para calmar al dios de la tormenta era
ofrecerle víctimas humanas, con el fin de disminuir su sed de
sangre. La Biblia recoge un interesantísimo pasaje que nos narraría
un episodio referido a estos "tifonios" -como
se llamaban los inmolados-
en el relato de Jonás. Donde
se nos narra el modo de proceder de muchos pueblos antiguos
mediterráneos y orientales, ante los desastres naturales. Costumbres
mantenidas aún en el siglo VI a.C. por griegos y fenicios; quienes
al verse asediados ante fenómenos meteorológicos, procedían a
ofrecer vidas humanas (para calmar al dios daimón).
Una deidad comÚnmente identificada con toros y serpientes, que solía
igualmente representarse en la figura de un guerrero armado (con un
hacha o un mazo). La Leviatán de los judíos, el Tifón de los
helenos o el Seth de los egipcios, escondían esta esencia del
maligno dominador de la tempestad, al que algunos pueblos -como el
fenicio- adoraban ofreciendo terribles sacrificios. Por su parte,
rituales como los del Laberinto, en el que se "regalaban"
víctimas jóvenes al toro (Minotauro); tanto como otras inmolaciones
que recoge la Historia y los mitos -en los que la sierpe y el bóvido
sagrado eran así venerados-. Reflejan esos cultos al daimón, cuya
esencia más terrible se plasmaba en la violencia de los desastres
climatológoicos o telúricos.
.
Entre
las muchas leyendas que se narran de Pitágoras, se halla la de haber
sido tifonio (condenado a ser ejecutado para el dios Tifón). Parece
ser que un druida llamado Avaris le habría salvado la vida, después
de tres días de espera en los que no supo si se cumpliría su
sentencia de muerte -quizás, igual a la de Jonás-. Curiosamente
es un mismo plazo de tres días, el dado a Pitágoras y el tiempo que
el profeta hebreo permanece en el pez -durante los que esperaban a
morir, para aplacar la ira de dios-. Además, si profundizamos acerca
las costumbres marineras de la época, encontraremos la adoración al
dios de origen púnico llamado por los griegos Meilichios,
representado por un gran ofidio o un terrible pez (principalmente
venerado entre navegantes fenicios, pero que entre los judíos se
entendía como el diablo Leviatán). Esta deidad cercana al Melkarte
(el divo del mercado y del comercio) era reverenciada por los púnicos
en la forma de una sierpe gigante, considerada la personificacion del
dios de las tormentas. Estando su culto emparentado con el de Marduk
y el ciclo mesopotámico de Tiamat; interpretado por los griegos como
Tifón, que igualmente era un enorme "dragón" (el Seth
egipcio). Así se le dejaba al "tifonio" la capacidad de
"dirimir" cuentas con el dios; por lo que si aquel infeliz
acertaba en la profecía, o conseguía acabar con la tempestad, solía
ser liberado.
.
Eran costumbres y
rituales típicamente marineras de la época (siglos VIII y VII
a.C.); ceremonias comunes para apaciguar al mal tiempo. Entre las que
podemos citar el caso de Dionisos, que
igualmente es lanzado y sacrificado por navegantes de Creta al
levantarse oleaje (por considerar la tripulación que "el mal
fario" procedía de aquel al que echan del barco). De todo
lo que vamos deduciendo; el proceso del "tifonio" -que se
narra en Jonás- tanto como el lugar en el que se embarca el
profeta hacia Tarshis -saliendo desde el puerto de Hayfa-. Encajaría
con la situación y circunstancias de Tartessos; cuyas naves
partirían de Hoppe (Hayfa) a navegar hacia el Atlántico. Donde hubo
ballenas y fenicios, tal como debieron ser los marineros que
acompañaban a Jonás; quienes le entregaron al tremendo pez que le
tragó (del tamaño solo de un cetáceo). Ello demostraría que
la historia, pese a estar narrada de manera "poética",
contiene datos que concuerdan con localizaciones geográficas de
la época y con las costumbres de ese tiempo. Haciéndose aún
más real, cuando aquel Jonás fue casi coetáneo a monarcas de
Israel y Judá, que igualmente pretendieron abrir comercio hacia Ofir
y Tarshis: Ococías y Josías que durante los siglos VIII y VII
a.C. (contemporáneos a Jonás) intentaron abrir rutas hacia el oro
de Ofir y a la Tarshis bíblica -nuestra Tartessos-.
.
.
SOBRE ESTÓS PÁRRAFOS: Grabado del libro titulado "Monstruos del océano", editado por Allain Mallet, en Frankfurt (1719). En él podemos ver uno de esos grandes peces de los que dice La Biblia tragó a Jonás; una historia que hemos de fechar hacia el año 740 a.C., época en la que se considera vivió este profeta y cuando pudieron mandar a predicar a Nínive a los hebreos con el fin de contener la ira de Assur. Un envío de misioneros cuyo propósitio pudo ser intentar que los asirios no atacasen a Israel, tal como finalmente hicieron (desde el 732 hasta el 722 a.C.; año que vencen y esclavizan a los israelitas). Por lo demás, nos dice el texto de Jonás que al ser mandado a la capital de Asiria, tomó rumbo contrario; bajó a Haifa (Hoppe) y se embarcó hacia Tarshish, tras pagar su pasaje. Todo lo que indica que para ir a ese destino tomaban el barco en este puerto del Mediterráneo (por lo que Tarshish no pudo estar en el Mar Rojo, ni en el Índico) y que la frecuencia de los viajes hacia este destino debió de ser común. Algo que se entiende igualmente al leer los textos anteriores, en los que menciona que en el siglo VI a.C., las naves de Tarshish eran como caravanas que llegaban de contínuo a Tiro. Por lo demás, la creencia de que en el Océano (Atlántico) existían estos grandes peces y monstruos (sobre todo ballenas); demostraría que el destino de Jonás se encontraba más allá de Gibraltar, donde se suponía habitaban estos enormes peces. Cuyo conocimiento en Oriente Medio se fundamentaba los relatos de marineros fenicios que habían observado cetáceos y calameres gigantes, desde sus primeras expediciones al extremo occidente. Siendo tal el temor a la existencia y abundancia de estos animales gigantes después de las columnas de Hércules (Gibraltar) que el mismo Avieno, en "Ora Marítima" los cita en primer lugar, como uno de los peligros máximos del Océano (Atlántico).
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ABAJO: Grabado del libro de Honorius Philoponus publicado en 1621 “Novi Orbis Indiae Occidentalis; Nova Typis Transacta Navigatio”, realizado por Kaspar Plautius. En este vemos una ballena representada como un ser terrible, que amamanta a dos crías. Siguiendo con la lectura del texto de Jonás II, podemos intuir que realmente está describiendo estos peligros de cruzar el Estrecho de Gibraltar. Pues tras ellos se pensaba que finalizaba el Mundo y las aguas caían al otro lado de la Tierra (teniéndose este lugar por los confines del Mundo). Consecuentemente nos dice la "Oración de Jonás": "Entonces oró a su Dios Yahveh desde el vientre del pez, y dijo: -Invoqué en mi angustia a Yahveh, y él me oyó. Desde el seno del Seol clamé, y oíste mi voz. Me echaste a lo más hondo en medio de los mares, y me rodeó la corriente. Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Soy rechazado de delante de tus ojos; mas todavía miraré hacia tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma; rodeóme el abismo y las algas se enredaron a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura." -texto completo en cita (19) -.
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SOBRE ESTÓS PÁRRAFOS: Grabado del libro titulado "Monstruos del océano", editado por Allain Mallet, en Frankfurt (1719). En él podemos ver uno de esos grandes peces de los que dice La Biblia tragó a Jonás; una historia que hemos de fechar hacia el año 740 a.C., época en la que se considera vivió este profeta y cuando pudieron mandar a predicar a Nínive a los hebreos con el fin de contener la ira de Assur. Un envío de misioneros cuyo propósitio pudo ser intentar que los asirios no atacasen a Israel, tal como finalmente hicieron (desde el 732 hasta el 722 a.C.; año que vencen y esclavizan a los israelitas). Por lo demás, nos dice el texto de Jonás que al ser mandado a la capital de Asiria, tomó rumbo contrario; bajó a Haifa (Hoppe) y se embarcó hacia Tarshish, tras pagar su pasaje. Todo lo que indica que para ir a ese destino tomaban el barco en este puerto del Mediterráneo (por lo que Tarshish no pudo estar en el Mar Rojo, ni en el Índico) y que la frecuencia de los viajes hacia este destino debió de ser común. Algo que se entiende igualmente al leer los textos anteriores, en los que menciona que en el siglo VI a.C., las naves de Tarshish eran como caravanas que llegaban de contínuo a Tiro. Por lo demás, la creencia de que en el Océano (Atlántico) existían estos grandes peces y monstruos (sobre todo ballenas); demostraría que el destino de Jonás se encontraba más allá de Gibraltar, donde se suponía habitaban estos enormes peces. Cuyo conocimiento en Oriente Medio se fundamentaba los relatos de marineros fenicios que habían observado cetáceos y calameres gigantes, desde sus primeras expediciones al extremo occidente. Siendo tal el temor a la existencia y abundancia de estos animales gigantes después de las columnas de Hércules (Gibraltar) que el mismo Avieno, en "Ora Marítima" los cita en primer lugar, como uno de los peligros máximos del Océano (Atlántico).
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ABAJO: Grabado del libro de Honorius Philoponus publicado en 1621 “Novi Orbis Indiae Occidentalis; Nova Typis Transacta Navigatio”, realizado por Kaspar Plautius. En este vemos una ballena representada como un ser terrible, que amamanta a dos crías. Siguiendo con la lectura del texto de Jonás II, podemos intuir que realmente está describiendo estos peligros de cruzar el Estrecho de Gibraltar. Pues tras ellos se pensaba que finalizaba el Mundo y las aguas caían al otro lado de la Tierra (teniéndose este lugar por los confines del Mundo). Consecuentemente nos dice la "Oración de Jonás": "Entonces oró a su Dios Yahveh desde el vientre del pez, y dijo: -Invoqué en mi angustia a Yahveh, y él me oyó. Desde el seno del Seol clamé, y oíste mi voz. Me echaste a lo más hondo en medio de los mares, y me rodeó la corriente. Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Soy rechazado de delante de tus ojos; mas todavía miraré hacia tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma; rodeóme el abismo y las algas se enredaron a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura." -texto completo en cita (19) -.
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2º)
JONÁS COMO MISIONERO, EN TARSHISH:
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Unos
cien años después de la creación del Templo de Salomón, es cuando
La Biblia relata como mandan a este profeta ir a Nínive a
evangelizar -dar
a conocer las enseñanzas de Yahvéh-. Aunque
Jonás (por miedo) toma dirección contraria, encaminándose hacia
Tarshish.
Para ello, "baja" hasta Jope (Hoppe), un puerto junto a la
actual playa de Haifa-,
donde se embarca
en "una nave de Tarshish". Cuya ruta nunca podemos
considerar partiera hacia el Golfo Pérsico
(como muchos afirman), pues
para tomar rumbo a La India
los hebreos y fenicios saldrían
de las costas suyas
del Mar Rojo y
jamás en las mediterráneas -sin comunicación por entonces-.
Por cuanto explicamos, creo
que la interpretación de la historia de Jonás debe ser la
siguiente:
.
Los
israelitas, mandaron misioneros a tierras del extremo Occidente y al
Oriente, tras la creación del templo y el establecimiento de los
estados de Israel y Judá. Enviándolos a predicar hacia lugares
lejanos y famosos
-como Nínive- o allí donde se proveían los fenicios de oro, plata
o pavos y marfil (un negocio que en ocasiones compartían los púnicos
y hebreos -con barcos fletados cada tres años-). No
deseando ir estos misioneros, personificados en Jonás, hasta zonas
como Nínive
(la posterior capital de Asiria, la enemiga de Judá). Por ser muy
conflictivas y difíciles de "evangelizar"; donde predicar
e introducir nuevos ritos, suponía prácticamente ser martirizado.
Prefirieron aquellos profetas tomar rumbo contrario y embarcarse
en la naves de
Tarshish -lo que implica que la dirección fue cambiada hacia el
Oeste, ya que Nínive se sitúa al Nordeste de Israel-.
Todo lo que expreso interpretando al historia con simple lógica; ya
que
a mi entender, Jonás simbolizaría a sacerdotes-misioneros
(profetas) hebreos del siglo IX a.C., cuya función sería la de
difundir su cultura,
convirtiendo extranjeros a la religión de Yahveh. Un
proselitismo que promovía pactos entre Estados (al
lograr la conversión de algún hijo de príncipe o mandatario);
tanto
como grandes negocios, si se "evangelizaban" poblaciones
aculturadas, ricas en oro y
plata (como era el caso de nuestra Iberia).
.
Pero
parece que este profeta -o profetas- no
cumple(n) su peligroso mandato, y se encamina(n) hacia el remoto
Occidente;
con el fin de predicar en una zona menos conflictiva que las ciudades
persas. Así
sube en Hayfa (Hoppe) en una nave rumbo a Tartessos (Tarshish),
probablemente capitaneada por fenicios, donde se vería sometido al
ritual púnico del tifonio. Culto
típico entre pueblos como el de Fenicia; por
el cual, cuando se producía una tormenta se ofrecía un humano al
dios, para que aplacara la sed de sangre divina. Siendo esta la
ceremonia que simbólicamente describe el relato de Jonás; al narrar
que fue tragado y vomitado por un pez. Explicando el proceso que
sufrían estos infelices a
los que se sacrificaba para tranquilizar
al dios del tifón; aunque algunos eran afortunadamente liberados
(que en el caso del profeta, se entendería “absuelto” gracias a
la protección dada por Yahveh). Finalmente, el
totem descrito como un tremendo pescado capaz de tragar un hombre,
parece que puede tratarse de los cetáceos que abundarían y
capturaban en el Atlántico. Todo o que concuerda con la situación
de Tartessos y las religiones púnicas -que
pudieron darse en zonas cercanas a Cádiz-.
ARRIBA:
Imagen
de
San Vicente de la Barquera (Cantábria), con marea baja y en la que
podemos comprender la importancia de estas rías para la pesca y la
captura ballenera.
.
ABAJO:
Grabado
con el
despiece
de una ballena y la extracción de los trozos de grasa y piel.
Imagen -exenta de Derechos de Autor-, tomada
desde la tesis de Daniel
Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente
(antes estudiada) -de “En Dépécement de la baleine”, 1837 (pag.
221) del artista Michel Bouquet y Emile Rouargue-
.
Cuanto
exponemos explicaría el viaje, la historia y "la predicación"
de profetas hebreos; realizando una misión para que las gentes no
ofrecieran humanos en los templos (como prohibía la religión
judía). Simbolizando
Jonás a esos profetas enviados al extranjero; tras el
establecimiento del Templo, para intentar erradicar sacrificios de
hombres. Tan comunes por entonces entre la mayoría de los pueblos,
pero que el Levítico prohíbe terminantemente. De
tal modo, el relato del pez que tragó y vomitó al prócer judío
-siempre tenido como una de las fantasías más absurdas del Antiguo
Testamento- narraría
en verdad el intento por acabar con los ritos de los tifonios
(normales
entre los canaaneos y en especial, los fenicios). Ceremonial
que -según vemos- debió
superar Jonás
(un profeta mosáico),
ya que fue "devuelto" por el pez y tras ello parece que
consigue seguir predicando la fe judía (continuando su misión).
Pues este relato bíblico concluye con la confianza que toma Jonás
en Yahvéh, prometiendo ir luego hasta Nínive (tal como se le había
pedido su Dios).
.
La
Historia,
como decimos,
a mi modo de ver narra la llegada de misioneros judíos hasta Asiria,
pero también al lejano Occidente (tierras peninsulares) ya en el
siglo IX a.C.; todo lo que puede explicar la aparición de ritos y
cultos parecidos a los hebreos en tierras de Tartessos. Idea
de migraciones e influjos
mosaicos, que tendría un mayor sentido si pensamos que desde el 722
a.C., los judíos vivieron bajo el terror y las invasiones de Asiria.
Tantas, que en
el 586 fueron obligados a una diáspora por Nabucodonosor (quien
destruye su reino y los esclaviza). Momento en que los
israelitas y gran parte de los fenicios, debieron huir de sus
tierras; al menos durante medio siglo
-desde la dominación de Nabucodonosor hasta
la caída de Asiria y la liberación de los judíos permitida por
Ciro (537 a.C.)-. Pudiendo regresar finalmente a su nación de
origen, durante estos años cercanos al 536 a.C. (tras
ser liberados por los aqueménides). Todo lo
que decimos, explicaría mejor la caída o desaparición de
Tartessos; que comúnmente
se fecha en la batalla de Alalia (el 531 a.C.). Aunque Tartessos
pudo desestabilizarse y entrar en decadencia al migrar gran parte de
su población culta; que sería canaanea (fenicios y hebreos, huidos
desde el 586 a.C.); regresando sus élites después del 536 a.C. a
Fenicia o Israel.
Colonos hebreos y canaanitas que se refugiarían en sus colonias de
Occidente, tras las razzias de Oriente Medio; pero que podrían
volver a sus tierras en este momento que concuerda con el final de
"Tarshish". No
tratándose tanto el fin de Tartessos de una "caída", como
del abandono de aquella tierra; donde seguramente pudieron huir
fenicios y judíos, durante los repetidos asedios y dominios de
Asiria.
.
Ya
que cuando Israel es liberado, su población regresa a Judá -en el
537 a.C.
(con Ciro el Persa)-; años
en los que asimismo vemos un Tartessos que desaparece (hacia
el 531 a.C. -supuestamente tras la victoria cartaginesa en Alalia-).
Lo
que muchos han interpretado tan solo debido a esta victoria de
Cartago sobre los griegos, en Cerdeña; terminando así la
"protección" helena sobre Tartessos. Trás la desaparición
de los focenses del mercado mediterráneo,
que permitiría a los cartagineses hacerse con el dominio del sur
peninsular. Pese a todo,
estos hechos históricos no cuadran perfectamente; pues no se
entiende por qué tras vencer en Alalia, los cartagineses habrían de
atacar a Tartessos. Pues
si Cartago era hija y aliada de Fenicia, no sabemos muy bien
qué motivos les llevarían a ir contra Gades, o a destruir
Tartessos. A menos que aquellas tierras del Bajo Guadalquivir
hubieran sido abandonadas desde el 537 a.C. por muchos fenicios y
judíos, refugiados tras el asedio asirio de Oriente Medio.
Siendo así y suponiendo
que desde el 536 a.C. estos mismos fenicios y hebreos regresaran a
Canaán (tras
la liberación de Ciro)
Tartessos quedaría en manos fundamentalmente de indígenas.
Iberoturdetanos,
quienes sí estarían en contra del dominio Cartago; provocando ello
la invasión cartaginesa de la zona, junto a la destrucción de urbes
o fuertes, en el Bajo Guadalquivir.
.
Para
concluir diremos, que la
aparición del gran pez en la historia argumentaría aún más que el
relato pretende mostrar como Jonás se encaminó hacia el Occidente
remoto (donde había ballenas). Todo lo que identificaría en mayor
medida la Tarshish bíblica con Tartessos; habida cuenta, el puerto
de partida, la nave y el enorme pescado. Ya
que la
localización de esta Tarshish en el Índico resulta absurda; pues no
podrían embarcarse hacia ese destino en la ciudad judía de Hoppe
(Hayfa;
en el Mediterráneo y sin salida al Mar Rojo, hasta la creación del
Canal de Suez). Asimismo
la identificación de Tarshish con la ciudad de Tarso (en Cilicia) es
un error que debemos a Flavio Josefo, quien no advierte que la
distancia entre Tarso y Fenicia -o Israel-, es de apenas tres días
de navegación. Además, Tarso está en dirección a Nínive
y sería un lugar sobradamente conocido, al que cualquier marinero
llegaba en su barco. No un destino lejano, al que enviaban
expediciones los monarcas púnicos y hebreos (tal como narra La
Biblia sobre Tarshish). Pues si Tarshish era Tarso (en Cilicia) no se
precisaba que se construyeran grandes naves para ir allí; ni menos
que enviaran los fenicios junto a los israelitas misiones cada tres
años, en barcos preparados para largas singladuras. -acerca de esta
identificación errónea de Tarso con Tarshish debida a Flavio
Josefo, y que tantas veces se considera acertada. Ver cita (20)-.
SOBRE
ESTOS PÁRRAFOS:
Mapa
tomado de la página 86 del libro "Por
los caminos de la Biblia" Editado
en Barcelona 1967 y de
M.J. STEVE (a
quienes agradecemos nos permitan divulgar esta imagen). En este vemos
el
reino de Israel y Judá entre los siglos X al VII a.C., junto a
algunos de sus territorios más próximos. Como
podemos observar, apenas
se necesitan tres jornadas de navegación para llegar desde las
costas de territorio judío (Haifa
-Joppe antigua-) hasta
la mencionada Tarso de Cilicia (marcadas
en rojo). Entre
ambos puertos no hay más de 300 millas costeando
todo el trayecto y
unas 200 en caso de navegar mar adentro -en
linea recta-. Sabemos que una embarcación común, recorre unas 100
millas al día (a unos 4 nudos de velocidad constante); del mismo
modo que una caravana camina unos 50 kilómetros, de promedio. Como
la distancia interior entre Israel-Judá y la Tarso de Cilicia es
menor a 500 kilómetros, podemos calcular que se tardaba algo más de
una semana en llegar por tierra hasta este punto. Evidentemente,
esta Tarso, distante de Israel a unos tres días de navegación y
algo más de una semana andando, no puede ser la Tarshish lejana y
desconocida que menciona La Biblia. Un lugar para el que habían de
hacer naves especiales y pactar el viaje con los fenicios, con el fin
de ir cada tres años a por oro, plata y otras riquezas.
IMAGEN,
ARRIBA:
Sobre
los viajes de Salomón a Tarshish (nuestra
Tartessos)
y hacia Ofir (situada
en el Mar Rojo o en el Golfo Pérsico). Hemos
marcado en un mapa estas dos rutas de los Hebreos: Primero la que iba
hasta Tartessos embarcando junto con la flota de Hiram en puertos de
la costa occidental, como Haifa.
Una singladura que precisaba barcos de gran tonelaje y distintos a
los del Mediterráneo -las llamadas Naves de Tarshish-, para poder
cruzar el Estrecho y navegar por el Atlántico.
La segunda, saliendo desde los puertos judíos del Sur y hacia Ofir;
embarcándose en Ezión-Geber,
cuya situación el Mar Rojo les permitiría llegar en dos semanas a
Sudán y en menos de tres, a Etipoía (tierras muy ricas en metales y
joyas). No
dudamos que Ofir pudiera situarse en las cercanías de Saba o
en el Yemen, aunque
es extraño que El Antiguo Testamento se refiera a esta de forma
ajena a Saba; pues menciona a la reina de Saba y sin relacionarla con
Ofir. Por ello, creemos más lógico pensar que Ofir pueda ser
Etiopía o Sudán (incluso
otra tierra más lejana); ya que de haber estado en los dominios de
la esposa del rey Salomón, hay que pensar que relatarían como las
riquezas (de Ofir) procedían del reino de aquella mujer que se
desposó con este monarca israelita.
.
IMAGEN,
ABAJO:
CRONOLOGÍA
COETÁNEA Y PARALELA, ENTRE TARTESSOS Y ORIENTE MEDIO. En diferentes
colores los sucesos acaecidos en: Gordion (azul),
Fenicia (rojo), Israel (negro
minúscula),
Judá (morado),
Tartessos (NEGRO
EN MAYÚSCULAS).
SOBRE LAS NAVES DE TARSHIS Y SU IDENTIFICACIÓN CON BARCOS QUE IBAN A
TARTESSOS, RECOMENDAMOS LEER MIS ARTÍCULOS: LA
TARSHISH BÍBLICA Y LOS ALTARES APARECIDOS EN TARTESSOS, SEMEJANTES A
LOS CANAANEOS (Capítulo 102 de: "Los bueyes de Gerión en el
Tesoro de El Carambolo")
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2015/04/la-tarshish-biblica-y-los-altares.html
LA
MESA DE ASTAS Y EL ALTAR EN PIEL
DE TORO -parte segunda- (Capítulo 101 de: "Los bueyes de Gerión
en el Tesoro de El Carambolo")
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2015/03/la-mesa-de-astas-y-el-altar-en-piel-de.html
CITAS:
-----------------------------------------------------
(1):
An
ethnography end of the Neolithic (Early Prehistoric Societies in
Southern of Scandinavia) Cr. Tilley Univ. College of London.
CAMBRIDGE, 1996 //
Acerca
del dolmen de Haga Bohuslän: Pags 10, 139, 147, 148 y ss. // 151 ;
165 y 174.
(2):
BALEAZALEAK.
CAZADORES DE BALLENAS (Museo Naval de San Sebastián)
Contiene un video de 4
mts
(3):
César
Mª Aguilar
VER:
“Los vascos y la caza de la ballena”
(4):
El
procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia
occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
Daniel Quiroz, Gastón
Carreño y Paula de la Fuente
(5-a):
Recogemos fragmentos del texto de la obra citada anteriormente (4):
“Para
los canoeros del extremo sur americano la varazón de una ballena era
"un gran regalo de la naturaleza". La noticia de su
presencia, en algún punto de la costa patagónica, se trasmitía
rápidamente y la gente llegaba desde lugares muy lejanos para
compartir sus productos. En este trabajo analizamos la información
etnográfica proporcionada por un grabado del siglo XIX que muestra
"una inusual pero práctica manera de conducir los bloques de
tocino de ballena a tierra firme". El grabado fue publicado por
el novelista inglés Thomas Mayne Reid en su obra Odd People (1860)
pero la información original proviene de los textos generados por
las expediciones del H.M.S. Beagle en las costas fuego-patagónicas
entre 1831 y 1836. Hacemos algunas observaciones sobre el contexto en
el que aparece la "costumbre fueguina" de trasladar trozos
de grasa de ballena sobre la cabeza”.
(5-b):
El
encuentro con una ballena varada pudo ocurrir desde que los grupos
humanos comenzaron, hace varias decenas de miles de años, a vivir
cerca de las costas: "una ballena muerta era un golpe de suerte;
proporcionaba generosas reservas de comida y grasa; tendones para
coser la ropa y elaborar líneas de pesca; y huesos para hacer casas,
muebles, herramientas, armas y botes" (Lazarus, 2006, pp.
21-22). Para los canoeros del extremo sur americano, la varazón de
una ballena era "un gran regalo de la naturaleza" (Chapman,
2012, p. 81)1. Las ballenas "son repetidamente mencionadas en la
literatura temprana como un suministro de grandes cantidades de
comida y grasa y como fuente importante de materias primas" para
las poblaciones fuego-patagónicas (Piana, 2005, p. 124). La noticia
de la presencia de una ballena en algún punto de la costa, hacía
que se viajara desde lugares muy lejanos para compartir todos sus
productos (Furlong, 1917; Lothrop, 1924). Con un solo ejemplar "se
abastece a muchas familias durante varias semanas; su carne y aceite
huesos y tendones, barbas y dientes tienen un útil y variado
aprovechamiento" (Gusinde, 1951, pp. 212-213). Para los
diferentes grupos que habitaban los archipiélagos australes, "la
varadura de una ballena era pretexto de fiestas y danzas"
(Emperaire, 1963, p. 122). Las familias "acampaban
preferentemente en las cercanías y se entregaban a una desenfrenada
comilona" (Gusinde, 1991, I, pp. 299-300). Una ballena varada o
muerta "era tomada con entusiasmo tanto por los fueguinos2 como
por los chonos" (Cooper, 1917, p. 190).
(5-c):
La
información etnográfica sobre el aprovechamiento de ballenas
varadas entre los fueguinos es numerosa y variada. Martín Gusinde,
quién, de una manera u otra, la recopila y une en un relato, señala
que los yaganes se acercan a la ballena "y cortan grandes trozos
de grasa del cuerpo del animal que llevan a la costa en sus botes"
(Gusinde, 1986, I, p. 501), pero generalmente arrastraban la ballena
a tierra (...) cada hombre asesta su gran arpón profundamente en su
cuerpo y desenrolla la larga cuerda (...); cada mujer guía su propia
canoa en dirección a la costa más cercana, mientras que los hombres
tiran detrás de sí la ballena con el lazo desenrollado [...]; si se
hallan reunidas unas veinte canoas y la corriente marítima ayuda en
forma considerable, este extraño convoy se aproxima a la orilla más
cercana [...] se espera la aparición de una marejada o marea alta
que arroje la ballena a la costa con un golpe poderoso. Pueden
transcurrir días enteros hasta que esto ocurra (Gusinde, 1986, p.
501).
(5-d):
Algo
parecido ocurre entre los kawésqar, quiénes "reunía[n] una
veintena de embarcaciones, haciendo un total de cincuenta hombres, o
más, alrededor del gigantesco animal. Su ocupación consistía en
clavarle profundamente, uno después de otro, sus grandes arpones y
retener en lo posible sus largas cuerdas de cuero". Cada hombre
tiraba de su cuerda "con un fin determinado: llevar el enorme
cuerpo del animal hacia la costa. Trataban de subir con la marea, lo
más arriba posible de la playa el cuerpo de la ballena"
(Gusinde, 1991, I, p. 299).
(6):
Y
las culturas fueguinas: Kawéskar, Yagán y Selk-nam, en relación
con el medio ambiente // en la red.
(7):
Idem
cita (4):
“Martin Gusinde señala que los yaganes tienen "una palabra
específica, ufkáriteka, para [nombrar] el lugar donde una ballena
fue arrojada a la orilla" (1986, I, p. 560). Bridges, sin
embargo, indica que ufkariteka significa "tener ballenas, tener
abundancia de alimentos" y que la palabra ufkáritekusi designa
"el lugar o región donde hay una ballena varada" (1933, p.
119). En el diccionario yagán-inglés de Th. Bridges (1933) se
manifiesta en forma muy clara la importancia de las ballenas en la
vida cotidiana de los fueguinos, si consideramos la cantidad de
palabras relacionadas con ellas que aparecen (Swensen, 2014, apéndice
A)3. Disponer de una ballena no solo era "tener abundancia de
alimentos", sino también "era signo de riqueza" y en
ese sentido, para los yaganes, "la ballena era el alimento más
importante" (Swensen, 2014. p. 74)”.
(8):
Resumen
obtenido del trabajo de Daniel
Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente:
El
procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia
occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX).
"Cuando
una de estas ballenas se encuentra muerta en la playa -pues no tienen
la habilidad ni el coraje para capturarla- el afortunado accidente
genera entre ellos una temporada de regocijo. Si sólo puede ser
alcanzada por agua, en una flota de canoas reman juntos hacia el
lugar, si está en tierra, toda la comunidad llega a pie, hombres,
mujeres y niños. En una hora o dos, regresan a sus aldeas, cada uno
con un gran 'pedazo' de tocino aleteando sobre sus hombros y la
cabeza arriba, emergiendo a través de un agujero cortado en el
centro de la pieza, como un ranchero mexicano usa su 'sarape' o un
habitante de las pampas su 'poncho' de lana. Una fiesta sigue a esta
singular procesión (Mayne Reid, 1860, p. 442)".
(8-b):
Idem
cita (8):
"Mientras
estábamos en la costa, una ballena varó cerca de la boca del
puerto. La noticia se difundió y se veían venir canoas desde todas
las direcciones. En poco tiempo las canoas se reunieron en torno al
cuerpo del monstruo y los pequeños muchachos cobrizos no tardaron
mucho en cortar la grasa con sus cuchillos de concha. El agua era
poco profunda entre el lugar donde estaba la ballena y la costa, y
cuando uno de ellos hubo cortado un pedazo grande de la grasa de la
ballena, hizo un agujero en el medio a través del que puso su
cabeza, y así llevó su carga a tierra, mascando un pedazo de grasa
cruda en el camino (Kingston, 1879a, p. 24)".
(8-c):
Idem
cita (8):
“el
gran banquete fueguino tiene lugar cuando uno de estos
(leviatanes=ballenas) queda varado en la orilla. Todas las personas
que se encuentran cerca llegan al lugar, mientras que flotillas de
canoas rodean el monstruo encallado, su cuerpo se cubre con pequeños
hombres de color cobre, que destazan la grasa con sus cuchillos de
concha. Cada uno corta la mayor cantidad posible, y cuando ha
arrancado y cortado un trozo grande de grasa, hace un agujero en el
centro y pone su cabeza a través de la abertura, lo que deja las
manos libres para llevar más del codiciado alimento (Giacomo Bove:
The Fuegian Feast, 1883, p. 130 y ss)”.
El
conjunto de estas descripciones nos proporcionan un relato bastante
coherente sobre "la costumbre"; sin duda, no son relatos
independientes, tienen una serie de temas comunes. Por ejemplo, en la
segunda y el tercera se indica que los nativos son "gente
cobriza" que usa "cuchillos de concha" para cortar la
grasa de la ballena, temas que no aparecen en la primera descripción.
Sólo en ésta se dice que los nativos llevan los pedazos de grasa
"como los habitantes de las pampas su poncho de lana"; sólo
en la segunda, que mascan "un pedazo de carne cruda en el
camino"; y sólo en la tercera, que "les deja las manos
libres para llevar más del codiciado alimento". En la
descripción original se dice que "una fiesta sigue a esta
singular procesión",
(8-d):
Idem
cita (8):
“En
1860 era Enanos fueguinos (Mayne Reid, 1860, p. 424), en 1879 es
Nativos llevando la carne de ballena (Kingston, 1879a, p. 24) y en
1883 se transforma en Una fiesta fueguina (Bove, 1883, pp. 130-131).
Más de un siglo después la leyenda que tiene el grabado es El
banquete de ballena (Chapman, 2012, p. 83)”.
(8-e):
Idem
cita (8):
"La
"costumbre" la encontramos descrita en los materiales
generados por las expediciones del H.M.S. Beagle en las costas
fuego-patagónicas, publicados en 1839 en tres volúmenes con algunas
ilustraciones (entre las que no se encuentra, por supuesto el grabado
en cuestión) (...) tercero
de los volúmenes de los viajes del H.M.S. Beagle (Darwin, 1839),
probablemente porque "la costumbre" ya estaba informada en
el segundo volumen (Fitz Roy, 1839). Sin embargo, Darwin incluirá
una descripción en la segunda edición de su relato, publicado en
Londres en 1845/13. Darwin (1845) señala que:
Cada hombre llevaba
una pieza cuadrada de grasa de ballena pútrida, con un orificio en
el medio a través del que sacaban sus cabezas, como los gauchos lo
hacen con sus ponchos o mantas. Tan pronto la grasa era llevada a una
choza, un anciano la cortaba en delgadas rebanadas y murmurando sobre
ellas, las freía por un minuto y las distribuía entre el hambriento
grupo, que mantenía un profundo silencio [...] cada vez que una
ballena era arrojada a la playa, los nativos enterraban grandes
trozos de ella en la arena, como un recurso en tiempos de hambruna
(p. 214).
Destaca además que
cuando "descubrían la carcasa flotante de una ballena pútrida,
era una verdadera fiesta, y ese miserable alimento era acompañado
por unos pocos frutos y hongos desabridos" (Darwin, 1845, p.
213). Es importante señalar que aunque Darwin recorrió la zona e
interactuó con los fueguinos, no observó esta "costumbre".
Como él mismo lo indica, la información le habría sido
proporcionada "por Mr. Low, un capitán lobero, íntimamente
familiarizado con los nativos de esta región, quién me ha entregado
un curioso informe del estado de un grupo de ciento cincuenta nativos
que viven en la costa occidental" (Darwin, 1845, p. 213).
La información
proporcionada por Fitz Roy y Darwin se inserta dentro de un profundo
cambio en los paradigmas que orientan el saber de los siglos XVIII y
XIX, surgiendo la historia natural como una estructura de
conocimiento que implica desarrollar un método científico para
aproximarse al estudio de la flora, la fauna y los grupos humanos,
predominando el realismo y la intención de clasificar todo lo
observado en un sistema ordenado: "los sistemas clasificatorios
del siglo XVIII generaron la tarea de ubicar a cada especie en el
planeta, sacándola de su entorno particular y arbitrario (el caos) y
colocándola en un sitio adecuado dentro del sistema (el orden:
libro, colección o jardín) con su nuevo nombre europeo, secular y
escrito" (Pratt, 2010, p. 71).
No sólo se incorporan
dentro de la historia natural descripciones textuales de las especies
sino también una serie de parámetros visuales para su
clasificación: número, forma, posición y tamaño relativo. Tal vez
sea esta la razón por la que tanto en las descripciones de viajes
como en los estudios de los naturalistas aparecen sistemáticamente
imágenes de plantas, de animales y de "tipos humanos". En
estas expediciones participaban personas provenientes de diferentes
ámbitos (mineralogía, geografía, botánica, zoología, etc.) y se
incorporaron también dibujantes que documentaban visualmente todo lo
encontrado en estos viajes.
En los relatos de
Fitz-Roy y de Darwin se incluyen varias imágenes, entre ellas
algunas relativas a los nativos fueguinos. En la segunda travesía
del Beagle (1831-1836) formaba parte de la dotación el dibujante y
acuarelista Conrad Martens 14 pero no todos las imágenes son suyas
(Fig. 3). Lo que nos interesa destacar acá son ciertas similitudes
entre el grabado de Zwecker y algunos de los dibujos generados por la
expedición del Beagle, sobre todo la forma como se dibujan los
nativos, las canoas y las viviendas. Seguramente Zwecker no sólo
leyó los textos de Fitz Roy y Darwin, sino también observó las
imágenes para construir su relato visual.
En Land of the Fire,
Mayne Reid se refiere brevemente a la costumbre de llevar trozos de
grasa de ballena sobre los hombros, cuando relata el encuentro de un
grupo de hombres blancos con una partida de fueguinos:
En el camino de la
playa, (los nativos) se ven obligados, por la estrechez de la vía, a
marchar en fila india como eslabones de una larga cadena. Pero ni
siquiera cuando vienen más cerca y se distinguen mejor parecen seres
humanos. Tienen algo como cabezas humanas, pero no tienen cuello y de
hecho las cabezas están hundidas entre los hombros, que son de
enorme amplitud y continúan en gruesos cuerpos sin brazos, con
piernas cortas y delgadas por abajo. A medida que avanzan a lo largo
de la playa, a un ritmo lento, en una rara procesión como de ogros,
los blancos quedan, por un momento, completamente desconcertados
sobre lo que pueden ser. Nada se puede decir hasta que estén más
cerca. Entonces se ve que después de todo son seres humanos
-¡salvajes fueguinos, cada uno con un trozo de grasa de ballena
sobre la cabeza, que cae por los hombros como un poncho, cubriéndolos
hasta casi las rodillas! (Mayne Reid, 1885a, pp. 197-199).
(9):
Frases e imagen tomadas del referido trabajo:
El
procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia
occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
Daniel
Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente
(10):
Y
las culturas fueguinas: Kawéskar, Yagán y Selk-nam, en relación
con el medio ambiente // en la red.
por
Raquel
Pardo
(pulsar
sobre el nombre para abrir el enlace)
Artículo publicado el 09/09/2007
Artículo publicado el 09/09/2007
(11):
También
incluida en el trabajo de Daniel
Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente:
El
procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia
occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
(12):
Raquel
Pardo, artículo cita (10):
“Los
yámanas, sólo cubrían sus espaldas con una corta capa de piel…
la mayor parte del tiempo andaban desnudos.” (O. Silva p. 21). En
1832, Darwin hizo referencia a la desnudez de los yámanas: “un
fueguino desnudo, sus largos cabellos le cubrían casi por completo,
su rostro estaba pintado con diversos colores… en las… islas
Wollaston, una canoa ocupada por seis fueguinos… Los hombres
llevaban… una piel de nutria o unos trozos pequeños de cuero,
aproximadamente del tamaño de un pañuelo grande que apenas…
alcanzaba a cubrirles las espaldas hasta las caderas… Llovía
mucho, y el agua resbalaba sobre su cuerpo… una mujer llevando…
un niño recién nacido… caían sobre ella los copos de nieve…
así como sobre la piel del niño.” (Gusinde pp. 41- 42 citando a
Darwin). (...) Para inmunizarse exteriormente del frío intenso, se
frotaban el cuerpo con aceite, de esa forma también quedaban
protegidos del agua, gracias a este procedimiento la ropa necesaria
era mínima o nula. (...) Entre los kawéshkar la vestimenta era muy
similar ” una capa corta de piel bruta de foca, nutria, de coipu,
con que cubría sus espaldas.” (J. Emperaire p. 113). No utilizaban
ni zapatos ni sombreros, sus capas, que a veces son de piel de
ciervo, les “sirven de frazadas.” cuando duermen acurrucados en
su choza. (J. Emperaire p. 255),
(13):
Frases
e ideas igualmente extraídas del trabajo de
Raquel Pardo -artículo cita (10)-.
Para
saber más acerca de estos pueblos de la Patagonia, recomendamos las
siguientes publicaciones:
Los
fueguinos R.
P. Martín Gusinde
2003
Virtual Expresss biblioteca; liberado en la red
Culturas
y Pueblos de Chile Prehispano,
Osvaldo Silva G.
Editorial Salesiana, I edición, Impresor Salesianos, Santiago de Chile, 1980.
Editorial Salesiana, I edición, Impresor Salesianos, Santiago de Chile, 1980.
La
Estructura Social del Pueblo Yámana, Julio
Philippi Izquierdo,
Editorial
Universitaria, I edición, Impreso en Chile 1978.
Prehistoria
de Chile, Grete
Mostny,
3
edición, editorial Universitaria, impreso en Chile, 1974.
Historia
del Pueblo Chileno,
Sergio Villalobos, Tomo I, editado por el Instituto Chileno de
Estudios Humanístico,
1980.
Representación
del indígena fueguino en dibujos, grabados y fotografías, María
Paz Bajas I.
Revista
Sans Soleil - Estudios de la Imagen, Nº4, 2012, pp. 10-21
Los
Nómades
del Mar,
Joseph Emperaire
Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1963.
Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1963.
Hombres
Primitivos en la Tierra del Fuego, Fueguinos,
Martín Gusinde,
Publicaciones
de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Serie 3: N.
5, Sevilla, España 1951.
(14):
Bakekujira
and Japan’s Whale Cults (La ballena fantasma y los cultos de ese
cetáceo en Japón) // by Zack Davisson
(15):
In
Bakekujira—化
(bake;
change) +鯨
(kujira;
whale)—bake does not refer to a transformation. It just sounds
scary and bizarre. This is one instance where translating bakekujira
as “ghost whale” or “goblin whale” instead of “transforming
whale” would be perfectly appropriate.
(...)
One rainy night, something massive and white appeared off the coast
of Okino Island, Shimane prefecture. Fishermen from the village
watched it get closer and closer, and finally decided to take a
rowboat out and see what it was. From its size, they knew it must be
some sort of whale, but no one had seen a whale like that before. As
they rowed out their boat, they saw the waters of the ocean glimmer
with thousands upon thousands of fish, the likes of which they had
never seen. (...) As they neared the white whale, one of the
fisherman threw his harpoon and it passed through the mass of white
unnoticed. Their vision obscured by the pounding rain, the fishermen
finally got a good look at the monster—it was the skeleton of a
great baleen whale, without an ounce of skin nor meat on it. But it
was moving and alive. (....) When the fishermen went back to shore,
they speculated that it might have been the ghost of a whale killed
in a hunt or some strange god. Whatever it was, the bakekujira was
never seen again
(16):
In
fact, for being so well-known in the modern world, the bakekujira is
a limited and obscure yokai. It wasn’t important enough to be added
to Toriyama Sekien’s numerous Edo-period yokai collections; there
aren’t any ukiyo-e prints or kaidan collections including the
bakekujira—at
least not that I could find when I was researching for this article.
In fact, the first mention I could find of the bakekujira was from
Mizuki Shigeru, whose cool character design seems largely (solely?)
responsible for the bakekujira being known today.
But
Japan does have a long history of whale gods and venerated bones, to
which the bakekujira fits in nicely. So allow me to segue to another
aspect of Japanese folklore—the Whale Cults of Japan.
Whales
would sometimes come inland, or beach themselves on the shore.
Fishermen hunted these whales in a practice called Passive Whaling,
using harpoons to kill the whale that was trapped in the shallows.
This was a rare and auspicious event—a single whale provided vast
amounts of meat and resources for the village, and seemed like a gift
from the gods. And the whale itself was only a piece of the bounty.
Whales often came in following larges schools of fish, so their
arrival meant an abundance of sea life beyond the leviathan itself.
The arrival of a whale could save a village teetering on the edge of
starvation and ruin. It was mana from the oceans.
Like
modern Cargo Cults, the villagers could not understand from where or
why the whale came in to shore. They only knew that a whale meant
wealth and rare full stomachs.
These
original whale cults were primitive. The people praying generally had
one request—send more whales. But in time they evolved. Like many
religions, the Whale Cults in Japan were built on a portion of
respect and gratitude and a portion of fear. Because whaling—even
Passive Whaling—was a dangerous operation, some whale religions
also saw in whales the ability to be malevolent gods, and prayed to
appease their spirits and assuage their wrath. Bad storms of poor
catches could mean an angry whale god, and nobody wanted that.
(17):
When
you have feasted on the body of a god, it only makes sense to give
the leftovers a proper burial. After stripping the body of everything
useful, villagers buried the whale carcass in mounds called Kujira
Tsuga (鯨塚;
whale mounds). Kujira Tsuga were capped with monuments of some sort,
varying from carved stone tablets to pagodas to small wooden or rock
shrines. Often these Kujira Tsuga were created in memory of some
particularly bountiful harvest, and annual festivals where held like
the Daihyo Tsuifuku (大漁追福;
Big Catch Memorial Service). Or people prayed to the Kujira Tsuga for
Kaijyo Anzen Kito (海上安全祈祷;
Prayers to Ensure Safety at Sea).
Places
where passive whaling was more prevalent also had Kujira Haka (鯨墓;
whale graveyards) and Kujira Ishibumi (鯨碑;
whale stone monuments). There are about 100 known whale graveyards
throughout Japan
By
the Edo period, Japan had become a seafaring nation and created a
whaling industry and culture. Whaling Associations established and
maintained official Whale Shrines in coastal areas, many of which
still exist today. Whale shrines were also built in Taiwan when it
was under Japanese rule, usually dedicated to Ebisu.
The
most dramatic of these have Whalebone Tori gates—the picturesque
post-and-lintel design that signifies the presence of a kami spirit..
The oldest Whalebone Tori is in Wakayama prefecture, Taijicho town,
called the Arch of Ebisu.
In
1983, an intact whale skeleton was spotted floating off the shores of
Anamizu, Ishikawa prefecture. The press jumped on the story naming it
a “real-life bakekujira.”
(18):
DESDE ESTE PUNTO, RESUMIMOS LO EXPUESTO EN NUSTROS ARTÍCULOS:
LA
MESA DE ASTAS Y EL ALTAR EN PIEL
DE TORO -parte segunda- (Capítulo 101 de: "Los bueyes de Gerión
en el Tesoro de El Carambolo")
TIFONIO
LA
BICHA DE BALAZOTE (del Tammud babilónico al Aqueloo griego) -de "El
frigianismo en la Cultura Ibérica", capítulo 11º
(Parte LXXX de: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El
Carambolo")-.
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/06/la-bicha-de-balazote-del-tammud_2204.html
DEL
FARMACÓS Y DEL FÁRMACON -parte segunda-: Sobre el "farmacós"
o la inmolación humana (De "Lo invisible en la mitología":
Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXVI).
(19):
Oración
de Jonás (2)(1)
Entonces oró Jonás a su Dios Yahveh desde el vientre del pez, (2) y
dijo: -Invoqué en mi angustia a Yahveh, y él me oyó. Desde el seno
del Seol clamé, y oíste mi voz. (3) Me echaste a lo más hondo en
medio de los mares, y me rodeó la corriente. Todas tus ondas y tus
olas pasaron sobre mí. (4) Entonces dije: Soy rechazado de delante
de tus ojos; mas todavía miraré hacia tu santo templo. (5) Las
aguas me rodearon hasta el alma; rodeóme el abismo y las algas se
enredaron a mi cabeza. (6) Descendí a los cimientos de los montes;
la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste
mi vida de la sepultura, oh Yahveh Dios mío. (7) Cuando mi alma
desfallecía en mí, me acordé de Yahveh y mi oración llegó hasta
ti en tu santo templo. (8) Los que siguen vanidades ilusorias,
abandonan su misericordia (9) mas yo te ofreceré sacrificios con voz
de alabanza; pagaré lo que prometí, pues a salvación es de Yahveh.
(10) Y dio orden Jehová al pez, que vomitó a Jonás en tierra.
Jonás
huye de Jehová (1) (1)
Vino la palabra de Yahvéh a Jonás hijo de Amitay, diciendo: (2)
Levántate y ve a Nínive a predicar en aquella gran ciudad, y
pregona contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí. (3) Pero
Jonás se levantó y para huir de la presencia de Yahvéh fua a
Tarsis; descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis;
y pagando su pasaje, entró en ella para ir con ellos a Tarsis, lejos
de la presencia de Jehová. (4) Pero Yahveh hizo levantar un gran
viento en el mar, y hubo en la mar una tempestad tan grande que se
pensó que se partiría la nave. (5) Los marineros tuvieron miedo y
cada uno clamaba a su dios; echaron al mar los enseres que había en
la nave, para descargarse de ellos. Pero Jonás había bajado al
interior de la nave, se había acostado, y dormía profundamente. (6)
Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: -¿Qué haces aquí,
dormido? Levántate, y clama a tu Dios; quizás él se acordará de
nosotros, y no pereceremos-. (7) Le dijeron cada uno a su compañero:
-Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha
venido este mal-. Jugaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás.
(8) Entonces le dijeron ellos: -Decláranos ahora por qué nos ha
venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es
tu tierra, y de qué pueblo eres?- (9) Él les respondió: -Yo soy
hebreo, y temo a Yahveh, Dios de los cielos, que hizo el mar y la
tierra-. (10) Entonces aquellos hombres temieron sobremanera, y le
dijeron: -¿Por qué has hecho esto? Porque ellos sabían que huía
de la presencia de Jehová, pues él se lo había declarado-. (11) Y
le dijeron: -¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete?-.
Porque el mar se iba embraveciendo más y más. (12) Él les
respondió: -Tomadme y echadme al mar, y el mar se aquietará; porque
yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre
vosotros-. (13) Con todo, aquellos hombres remaron con ahínco para
hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba
embraveciendo más y más contra ellos. (14) Por lo cual clamaron a
Jehová y dijeron: -Te rogamos ahora, Yahvéh que no perezcamos
nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la
sangre inocente; porque tú, Yahveh eres el que ha obrado conforme a
tu beneplácito. (15) Así que tomaron a Jonás, y lo echaron al mar;
que se aquietó de su furor. (16) Temieron aquellos hombres a Yahveh
con gran horor, y le ofrecieron sacrificios, e hicieron votos. (17)
Pero Yahveh tenía preparado un gran pez que se tragase a Jonás; y
estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches".
(20):
Identificar
el Tarshish de Jonás solo con el Tarso de Oriente Medio (situado
al Sur de Turquía), es
aún menos probable. Ya que esa Tarso
de Cilicia (muy posterior a la Tarki hihita) fue
una
ciudad satélite y próxima de Fenicia; fundada
por púnicos después del siglo IX a.C.. Pero sobre todo una urbe
cuya salida al mar (a
20 kilómetros de la población y en las proximidades de Ugarit)
distaba
unas cuatro o cinco jornadas de navegación desde Israel. Pero
es que además, esa Tarso era accesible por caminos terrestres desde
Judá y se situaba en una de las rutas hacia Nínive (vía marítima).
Lo que significa, que
no
habría enormes naves que se dirigían hacia ella; sino más
concretamente, frecuentes barcos que iban y venían a Cilicia -o bien
a cualquiera los sus enclaves sitos en el litoral de esta zona que
actualmente es Turquía-.
Ya que -como decimos- esta ciudad que luego se hizo tan famosa por
ser la patria de San Pablo, distaba de la costa unos veinte
kilómetros y su puerto era la desembocadura de un río (el Cicno)
que no dejaba pasar grandes naves.
Por todo lo que antes
exponemos, el lugar ideal de salida desde Orientre Medio, para no ser
abordados por cretenses, griegos ni egipcios, sería esta plaza de
Jope (Yafa; a unos cincuenta kilómetros al norte de Jerusalén).
Consecuentemente se hace comprensible que la Biblia recoja como aquel
era el puerto donde se embarcaban hacia Tarshis. Contando en Jonás,
que ese profeta se sube a una nave de Tarshis tomada en Joppe, con
destino al Sur de Iberia, cuando desea huir de su "misión"
en Nínive (situada en direccion opuesta a Tartessos y al Este de
Israel). Muchos consideran el relato no verídico al narrar La Biblia
que aquel profeta Jonás es devorado por un pez durante una tormenta
y luego, tras orar durante tres días, fue vomitado por el "cetaceo"
que lo había engullido. Pese a lo que diremos que esta narración a
más de tener un carácter mítico está escrita en verso (como se
hizo en El Antiguo Testamento) y su "tono" poético expresa
lo que son figuras como la hipérbole y la parábola.
Estas
Naves de Tarshish debieron de constituir un tipo de embarcaciones muy
llamativas, de gran calado y altura,
perfectamente distinguibles de otras y que -como mantienen diversos
autores- más tarde hicieron rutas hacia múltiples lugares. Todo
lo que hizo llamar así a las enormes embarcaciónes de Tiro que se
dirigían hacia las colonias occidentales (Cartago, Malaka,
Gades...),
tal como expresa Ezequiel.
Por
cuanto hemos visto, nos será muy fácil entender lo que nos dice el
profeta cuando escribe de este puerto fenicio:
"Las naves de Tarshish eran como tus caravanas que traían tus
mercancías; así llegaste a ser opulenta, te multiplicaste en gran
manera en medio de los mares".
No siendo obligado concluir que toda "nave de Tarshish" se
dirigiera tan solo hacia este destino (Tartessos); hemos
de pensar que sí tomarían de común rumbo al Oeste -partiendo desde
puertos de Canaán-. Añadiremos
además, que
para ir desde Fenicia hasta Tarso (en Cilicia) no haría falta "nave
especial" alguna,
pudiéndose hacer esta travesía en barcos grandes o muy pequeños
-al
haber unas 150 millas;
como máxime dos jornadas a vela-. Por
cuanto, parece lo más lógico y normal, identificar Tarshish con
Tartessos (donde se hallaban las colonias más lejanas de Tiro y
Sidón).
Una hipótesis que es la más simple, como suele ser siempre la
verdadera.
El
Antiguo Testamento, también menciona como algunas de esas "Naves
de Tarshish" fueron construidas junto al Sinaí, para navegar
por el Mar Rojo. Barcos que se dirigían hasta Ofir, en un lugar que
debió corresponderse con Etiopía o con Sudán (aunque
otros lo sitúan en Arabia y hasta en El Índico, tal como hizo
Flavio Josefo). Por todo ello Crónicas
y Reyes hablan de los astilleros que preparaban "Naves de
Tarshish" en Ezion-Geber, un puerto judío de este Mar Rojo;
diciendo exactamente
los textos Paralipómenos que así lo mencionan: "Pasadas
estas cosas, Josafat
rey de Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual era
dado a la impiedad, e hizo con él compañía para construir naves
que fuesen a Tarshish; e hicieron las naves en Ezión-Geber. Entonces
Eliezer
(hijo
de Dodava, de Maresa) profetizó
contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con
Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron, y
no pudieron ir a Tarshish."
.
Por
lo demás
-tal como expresamos-
la identificación de Flavio Josefo,
confundiendo
Tarshish con Tarso;
pese a ser la más creida,
resultará la más ilógica
cuando
leemos detenidamente las menciones a esta Tarshish en
La Biblia. Ya
que
por cuanto narra El Antiguo Testamento, debemos
considerarla en un lugar muy lejano, donde viajaban por exóticas
mercancías cada tres años; precisándose crear naves especiales y
asociarse con los fenicios para alcanzar sus costas. Por
lo que si
se trataba de la urbe en Cilicia, resulta imposible que lo describan
de esta forma los
hebreos; pues
Tarso apenas distaba unas tres o cuatro jornadas de navegación,
saliendo de las costas de Judea. Estando a unos quinientos kilómetros
por tierra y pudiéndose llegar hasta allí en caravana, en algo más
de una semana -partiendo
de Israel-. Pero además es que nos
dice La Biblia claramente cómo para ir a Tarshish se tomaba el
camino contrario a Nínive (tal
como hace Jonás). Lo
que tampoco concuerda con la situación de ese Tarso de Cilicia;
un punto desde el cual se podía llegar a aquella capital asiria (que
se situaba a unos mil kilómetros de Jerusalén y a unos seiscientos
de Tarso).
Para
concluir añadiremos que las citas bíblicas que nos hablan
directamente de Tarshish (no
de sus Naves), dejan
evidencia de la lejanía de este territorio. Lugar al que se llegaba
con "una flota especial", cada tres años y para cuyo viaje
precisaba Salomón asociarse con los fenicios (el
rey Hiram de Tiro). Consecuentemente, El Antiguo Testamento nos dice
sobre Salomón y Tartessos, lo siguiente; comentando 1
Reyes (22-24):
"Porque el rey tenía en el mar una flota de naves de Tarshish,
con la de Hiram. Una vez cada tres años venía la flota de Tarshish
y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales. Así excedía el
rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riquezas y en
sabiduría.
Mientras narra en
2
Cronicas (9; 20-22): "Toda
la vajilla del rey Salomón era de oro, y toda la vajilla de la casa
del bosque del Líbano, de oro puro. En los días de Salomón la
plata no era apreciada. Porque la flota del rey iba a Tarshish con
los siervos de Hiram, y cada tres años solían venir las naves de
Tarshish, y traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales. Así
excedió el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y
en sabiduría".
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TAL
COMO VENIMOS HACIENDO, INCLUYO MI MÚSICA
PARA
LOS SEGUIDORES QUE QUIERAN ESCUCHARLA,
con
motivo de celebrar que hemos superado
los
trescientos cincuenta mil lectores:
-TARTESSOS
Y LO INVISIBLE EN EL ARTE más de 245.000 lecturas
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RECUERDOS Y SEMBLANZAS más de 69.000 lecturas
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(antes
que el pueblo gitano desarrollase este folklore)
-
Arte, simbología y humanismo
De
tal manera, incluimos mi música para todos los interesados.
En
primer lugar podremos oir PLÉYADES, sexto movimiento de los doce que
tiene mi ballet TARTESSOS, compuesto y terminado cuanto estaba en La
Mili en Sevilla, en 1982 (grabación en semidirecto en Japón 1991).
PULSAR SOBRE:
.
IGUALMENTE
PODEMOS OIR HESPERIS I, II Y III, BASADA E INSPIRADA EN TARTESSOS:
Tras
lo que invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI
(LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también
consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a
la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en
Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ
(Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
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SOBRE SUS ENLACES:
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