Esta entrada es continuación de las anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.
AL LADO:
Amuleto egipciante (fenicio-turdetano), en hueso y con forma de higa; fue hallado en zona tartessia (Villaricos) fechándose en el siglo IV a.C. -propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen-. Observemos como esta "higa" que cuenta con casi dosmil quinientos años de antigüedad, es idéntica a las que aún se venden para combatir el Mal de Ojo. Incluso igual a las que se pueden adquirir en lugares tan sacralizados como comercios cercanos a la Ruta Jacobea. Con un igual uso hoy que antaño -apotropáico-, al final del Camino de Santiago se "recomiendan preferentemente" higas talladas en azabache; seguramente debido a que este lignito al que se suponen poderes curativos, es relativamente común en la Cordillera Cantábrica. Desde hace siglos las "manillas" se fabricaron en azabache, marfil y metales preciosos (hueso, oro, plata y cobre), con la idea de que aquel talismán contra el Aojo tuviera un mayor efecto. Los orígenes principales de esas palmas y dedos apotropáicos creemos que se encuentran en las Manos de Hathor. Igualmente, es nuestra teoría que en Europa y desde la Grecia Arcaica aquellas tomaron forma de "higa" (algo que imitarían los fenicios); al ser un gesto insultante recordando al "higo" y que se hacía en la Hélade contra el indeseable. Llamada "esquimalización" y que era realizado hacia el que calumniaba; principalmente era usado contra los falsos denunciantes que tanto abundaban, a los que precisamente se denominaban "sicofantas" -por calumniar sobre comercio de higos- (ver artículos anteriores sobre la higa http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2012/02/1-9_25.html y http://www.filosofia.org/enc/eui/e551144.htm). En la presente entrada continuaremos desarrollando y explicando las circunstancias que originaron las manecillas como amuetos del Mal de Ojo, tanto como su significado relacionado con el sonido de la palmada y la música.
ABAJO: Sistro ritual egipcio del periodo tardío (pertenece al Museo del Louvre, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). En la anterior entrada explicábamos que se trata de un objeto sacro dedicado a la diosa Hathor en el Nilo y que se utilizaba para espantar al mal del templo. Podemos comprenderlo como un instrumento de ceremonias que cumplía una función en cierto modo semejante a las campanillas en las iglesias, que antiguamente se hacían sonar en la Consagración y partes de la Misa con el fin de llamar la atención (o de ahuyentar al maligno). Por otro lado, aquellos sistros de Egipto no solo eran un anillo de crótalos que simbolizaba a Hathor -guardando la forma de un Ank (cruz de Isis)-; sino que en sí mismo ese instrumento suponía el sonido del bien, de la belleza y del amor. En la presente entrada analizamos la relación y el valor que las "campanitas", sonajas y crótalos, tuvieron en las religiones posteriores a las Hathóridas, tanto como en aquellos rituales que pudieron heredar las costumbres del Nilo.
Dejábamos nuestro anterior artículo explicando cómo en opinión propia, las manos apotropaicas mediterréneas (la Higa, la mano de Miriam, o la Mano de Fátima), tuvieron su origen en la "palmada ahuyentadora". Gesto hecho con los dedos que "espantaba" lo indesable, aquello que en el caso de los templos se identificaba con el maligno. De esas palmadas con "efecto atemorizador" del mal (ritual común entre las religiones más antiguas), procederían los talismanes más antiguos y que tuvieron aquella forma. Denominados en Egipto Mano de Hathor, su origen creemos está en un instrumento de percusión igual a los palillos actuales y a los que se daba forma de palma. Haciéndolos con un par de "palos" o piezas rígidas, fabricados preferentemente en hueso y con las que los ojeadores y agricultores se sabe que "levantaban" y espantaban animales no deseados en las orillas del Nilo. "Manos de la diosa" que igualmente eran utilizadas a diario como instrumento musical por los danzantes y cantantes egipcios, quienes como ya vimos las usaban tal como hoy se hace con las castañuelas ("palillos" que hasta nuestros días se han conservado en el folklore hispano y cuya simbología aún se relaciona con la alegría y el bien). Siendo todo aquello lo que en nuestra teoría conformaría el sentido apotropáico que tienen esos amuletos que representan una mano (abierta -como la de Fátima-, con un ojo en su centro -como la judía de Miriam- o cerrada y haciendo la Higa).
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Rafael Pérez Arroyo, en su espectacular libro
EGIPTO, La música en la Era de las Pirámides, trata desde el capítulo primero sobre el significado mágico de la palmada y su sustitución por lo que denomina "tablillas de entrechoque" (
páginas 40 y ss). Afirmando que estos idiófonos (que sin lugar a dudas para nostros son iguales a los "palillos-castañuelas" actuales) se usaron desde el neolítico; aunque los primeros hallados con la forma de mano de Hathor pueden fecharse hacia el 3000 a.C. -Dinastía I- (
pag 128, op,cit.). Desde esta época podemos tener ya manifiestamente identificada la "mano" apotropáica, que luego tomaria diversas formas en las siguientes culturas y que incluso más tarde se convierte en la insultante higa (signo sexual hecho con los dedos y con el que se señalaba al calumniador). Pese a ello, aquella mano de la diosa ya vimos que tenía un significado sublime, cuyos poderes se identificaban con la curación de enfermedades (principalmente oculares) y con la protección de las madres (sobre todo durante el parto). El antes mencionado Rafael Pérez Arroyo, afirma incluso que aquella palma abierta tenía un sentido muy relacionado con la escala musical completa. Lo que se explica al conocer que los egipcios transmitían sus notas, intervalos o ritmos a seguir, con gestos hechos con las manos -de manera similar al director de orquesta hoy, pero "avisando" de cada nota abriendo o cerrado un determinado número de dedos- (
pag 128 op.cit). De todo lo que puede entenderse que la mano de la diosa Hathor -tan identificada con la Gran Madre Isis- , significara en sí mismo la bendición de los dioses y hasta el medio para comunicarse con ellos (el de crear arte y en especial música).
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Pero no solo la palma abierta con dedos era el símbolo y el instumento representativo de Hathor, sinó que preferentemente lo fue el sistro. "Sonajero" o "maraca" de crótalos, que había de estar presente en todos los rituales de la diosa de la música. Deidad del amor y la bondad, que por identificarse con Isis hizo que también fuera el sistro el atributo de aquella esposa de Osiris. Sobre la historia y significado de este extraño instrumento, se han escrito infinidad de páginas, debido a que en verdad su simbolismo es un misterio. Un hecho que nace hasta a de la propia simplicidad que tiene aquel como objeto, del que para entenderlo (en su sonido y construcción), diremos que está hecho por lo que hoy rodea a una pandereta: Unos crótalos alineados sobre un soporte que los ensarta con alambres, dispuestos en forma circular. Pese a ello, aquel sonajero era sagrado en todo Egipto y parece que su sentido mágico pervivió hasta nuestros días. Pues tal como Pérez Arroyo y otros muchos observan, acompaña aún las celebraciones cistianas orientales (
op.cit. capítulo: La musica en la Iglesia Copta). Aunque antes de analizar el significado del sistro, desaríamos comentar algunos aspectos de los que hemos recogido en imágenes:
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Observemos como el instrumento de la foto superior, aún conserva los "pasadores" que sujetaban los crótalos, y tiene una diosa Hathor (cabeza hathórida) situada en su centro. Al lado de esta, están dos caras del dios quien es su protector -el feo Bes-, que también se situa en la parte bajo la figura entera. En anteriores entradas hemos analizado ya el significado de este dios de la fealdad que cuidaba de la bella patrona de la música, a la que ayudaba espantando los malos espíritus a través de sus deformaciones. Actuando como "guardaespaldas" de Hathor, se dice que Bes bailaba junto a aquella preciosa diosa, provocando la risa de cuantos veían enseñar al enano sus partes íntimas (durante las danzas). Por todo cuanto ya dijimos, este deforme enano en sí mismo es la representación de la fealdad masculina (sobre todo del sexo del hombre) y creemos que puede tenerse como el origen del falo y de los gestos obscenos como apotropaicos talismanes contra el Mal de Ojo. Aojo que para los antiguos (y aún hoy) procedía fundamentalmente de la fascinación, algo que se debía evitar usando una imagen que la contrastara. Para ello, nada mejor que este deformado y feo ser que vemos siempre junto a la diosa de la belleza. Un Bes que -como ya explicamos- lo identificamos con los bufones y enanos que siempre han acompañado las Cortes Reales (con una finalidad verdaderamente extraña y ante la que no escapa el pensamiento mágico, al creer muchos que aquellos maltrechos beneficiados por los nobles y reyes, podían ahuyentar al mal de ese entorno).
AL LADO: Sistros de los siglos XVIII al XIX usados en las iglesias coptas, pertenecientes a la Fundación Joaquín Díaz (Urueña) a la que agradecemos nos permita divulgar su imágen. Procedentes de Etiopía, su forma y uso en liturgias se asemeja mucho a la que desde hace al menos cinco mil años tenían estas sonajas sagradas en el Nilo, como ahuyentadores del mal. En la Iglesia de Occidente creemos que su ritual fue sustituido por campanillas, que hasta no hace mucho hacían vibrar los monaguillos o sacristanes en todas las Misas.
ABAJO:
Representación pintada sobre un sarcofago de mujer, fechado en el Periodo Intermedio (pertenece al Museo del Louvre, al que agradecemos nos permoita divulgar su imágen). En el bajorrelieve de madera decorado vemos posiblemente la efigie de la momificada representada como la diosa Isis o Hathor, con el sistro en la mano y en actitud de alabanza. Ello deja entender la posibilidad de que se tratase de una sacerdotisa de aquella deidad, que porta como atributo principal la sonaja. Instrumento que visto detenidamente ya dijimos que en nuestra opinión simbolizaba el Ank (o Anjh). Cuz ansada de Isis, que se relaciona con el plantador (y por ende, con el sexo masculino) y cuya forma recuerda claramente la del sistro. Ver entrada http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011_11_01_archive.html
Prosiguiendo con el significado del sistro y su identificación con la diosa madre (Isis), expondremos algunos conceptos que ampliamente recoge sobre esta idea
M. Amparo Arroyo de la Fuente en su trabajo:
El culto isiaco en el Imperio Romano.... (publicado por el Boletín de Amigos de la Egiptología, año 2002, N.12). Investigadora que dicta cómo en los ritos capitolinos egipciantes, el atributo pincipal de la diosa del Nilo era este sonajero. Citando que el simbolismo de aquella maraca de crótalos era cosmogónico, tal como
Plutarco señala; diciéndonos el autor de
ISIS Y OSIRIS que el sistro nos recuerda "
que todos los seres deben de agitarse, no debiendo nunca cesar el movimiento celeste, ni terrenal". Dicho significado relacionado con el movimiento universal lo menciona igualmente Rafael Pérez Arroyo (
Op.Cit. pag.128) quien identifica aquel concepto, con el de la Mano de Hathor que estaba unida a la Escena Celeste.
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Sobre el uso como sonido protector, Plutarco afirmaba que el del sistro "hacía huir a Tifón", demonio al que los egipcios llamaban Seth (
Pl. 63, cit. tom. Arroyo de la Fuente, pag.5). De tal manera, la idetificación de este instrumento con los astros era tal que según este autor de
Isis y Osiris, el arco circular y redondo representaba la Luna, mientras las cuatro filas de crótalos que cimbreaban configuraban los cuatro elementos: Aire, Tierra, Cielo y Agua. En época Ptolemáica era atributo de la diosa Bast, por cuanto se tenía al sistro como el ahuyentador más eficaz del mal (sobre este punto trataremos más adelante). Refiriendo Plutarco una descripción detallada de los motivos que llevaron a identificar al gato con el sonajero de Hathor (animal que tanto se representaba en ese instrumento), tanto como al felino doméstico y a la sonaja con la Luna -como hecho que demuestra lo comentado, observemos en el sistro que recogimos en la primera imagen, su parte inferior, donde parece que existen dos figuras de gato o de Bast- .
Por lo demás y sobre la importancia ritual de los crótalos de Isis, Apolodoro manifestaba que aquel era un objeto que tan solo podían tener en sus manos los principales iniciados (
Ap. XII, 8-11; cit. tom. Arroyo de la Fuente, pag. 6). Finalmente, en referencia a Isis y este instrumento, recomendamos ver en la red el texto de
Ma. Amparo Arroyo de la Fuente, donde se hallan infinidad de esculturas y representaciones con la diosa Madre egipcia que porta el sonajero divino.
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En lo que se refiere al sonido del sistro como ahuyentador del mal, en nuestra opinión procede o se originaría del de la serpiente. Pese a ello, comunmente se afirma que aquel "cimbreo" se asemejaba al de los juncos del Nilo movidos por el viento, recordando el frescor y la humedad (tan necesarios en Egipto); tanto como hay quienes opinan que se trata de una imitación del "funfuñeo" del gato enfadado (que haría huir a los ratones). Siendo nuestra teoría que los sonidos antes citados (el de los juncos y el del felino doméstico), también se incluyen en el que damos como origen del poder atemorizador de aquellas sonajas: El bufido y el movimiento de la cobra. Ello, porque antes de la domesticación del gato repetidamente hemos indicado que la diosa protectora era la Mehent o cobra real, reptil que conoce al dueño y atiende a su voz y movimientos. Siendo aquellas sierpes con las que seguramente cuidaban los silos (tras quitarles los colmillos o el veneno) y reptiles que tan solo con su sonido harían huir a ratas y ratones del almacén de grano. Comprendiendo facilmente como para cualquier pueblo agricultor se pueda identificar a estos roedores sucios y que transmiten enfermedades, con el mal; por cuanto que el sonido de la cobra al moverse por el grano que los espantaba hubo de ser sagrado.
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Todo ello igualmente puede identificarse con el batir de los juncos del rio Nilo, ya que aquel caudal de agua igualmente fue llamado y simbolizado en la gran serpiente Mehent. Ofidio al que se adoró en la figura del agua del rio, precisamente hasta la época en que el gato doméstico se difunde en Egipto. De tal modo, será hacia el 2000 a.C. cuando aquella Mehent (serpiente del Nilo) deja de ser sagrada y pasa a sustituirla la diosa Mafdet, con cabeza de gato y representada engullendo una culebra (o bien un ratón). Deidad que finalmente se transforma en Bast, cuyo templo principal se crea en Bu-bast-is y que gracias a los atributos y usos del pequeño felino, se convierte en la diosa del bien y del amor. Atributos que comparte con Hathor (igualmente protectora de la bondad y del cariño), algo que las convierte en las más sagradas y veneradas por los agricultores. Todo lo que facilmente se comprende, habida cuenta de que los gatos son conocidos por su celo, su sexualidad, su limpieza y su enorme capacidad de comer roedores. Virtudes tenidas como ejemplo entre los campesinos, que igualmente deseban una gran prole y fecundas cosechas; tanto como que aquellas estén protegidas (de ratas y de todo mal). Por cuanto decimos, hemos de concluir que si en un principio aquel sonido del sistro pudo imitar el de la sierpe que protegía el silo. Más tarde evidentemente se identificaría con el del gato, animal que también es sigiloso y cuyos movimientos o bufidos se parecen relativamente a los de la cobra.
AL LADO:
Sonajero romano, procedente de Tarraco y fechado en el siglo II d.C. (pertenece al Museo Arq. de Tarragona, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Observemos que el artilugio es casi igual al que se ha estado fabricando como "juguete" hasta la aparición del plástico. Nuestra Era del petróleo en la que cambiaron los sonajeros infantiles, que durante miles de años se habían fabricado de una manera muy similar. De igual forma, se otorgaba a la sonaja un "poder" protector del bebé, y era considerado el primer medio de comunicarse con el niño por un procedimiento artificial (un objeto en el que el neonato fijaba su atención, demostrando así su inteligencia).
ABAJO: Sonajero amuleto en plata, de los siglos XVII-XVII que se colgaba hasta no hace mucho a los niños de la cuna o del cinturón apotropáico (propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León, foto tomada de su libro-catalógo "ENSERES" pag 126; agradeciendo nos permita divulgar la imágen). Como hemos visto en anteriores entradas era común al menos hasta el siglo XIX y en toda la Península, proteger a los recién nacidos con estos abalorios y artilugios entre los que comunmente se encontraba siempre la higa y el sonajero. Talismanes que llevaban colgados al menos hasta la edad en la que se valían por sí mismos (hacia los cuatro o cinco años). En algunos retratos de época, tanto como en museos, podemos ver aún estos ejemplos de protección del niño por medio de amuletos apotropaicos, que se mezclaban con las medallas de santos y sagradas cruces que pendían junto a higas, ojos en piedra, cuernos y otras tantas formas completamente ajenas al Mundo Cristiano. Para comprobarlo recomendamos consultar nuestra entrada en http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/search?updated-max=2011-09-21T23:28:00-07:00&max-results=7
Continuando con el sistro, en anteriores entradas ya dijimos que era el instrumento de Isis que no podía faltar en celebración alguna, predecesor de algún modo de las campanillas en los templos más modernos. Espantador de malos espíritus, posiblemente por considerar su sonido "sistreante" el mismo que el de la cobra. Tanto que su nombre procede de aquel tono "serpentino" que "onomatopéyicamente" le dió la denominación "sistr-sitr". Igualmente y como dijimos, si observamos con detenimiento la forma que guardan estos instrumetos con crótalos, esta nos recordará la del Ank; pero a su vez veremos que también pudiera semejar una cabeza de culebra. Todo aquello relacionaría la sierpe (cuyo sonido es cercano al del la sonaja), con el pene y con el guardián de Egipto. Algo que sucede -en nuestra opinión- porque la gran cobra real Mehent, que se tenía por el rio Nilo deificado como madre protectora y cuidadora de silos; a su vez significaba el pene y el rio sagrado (generadores de simiente y de vida). Siendo claramente descendiente de estos sistros de Hathor, las sonajas infantiles que se usaban desde tiempos inmemoriales y como atributo sagrado y apotropaico (identificado con la diosa Isis).
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Curioso será ver que desde el V milenio a.C., en Egipto existen multiplicidad de idiófonos con formas de sonajero fabricados en terracota. Tanto que el cascabel y la sonaja se tiene como uno de los instrumentos más antiguos del reino faraónico, cuya aparición puede atestiguarse en pleno Neolítico. De ello, si estudiamos libros dedicados a la música en el Nilo (como el anteriormente mencionado de
Rafaél Pérez Arroyo), siempre encontraremos como nos afirman que el más antiguo de los instrumentos de estas tierras es el sonajero. Pequeñas "esferas" vaciadas y fabricadas en cerámica, conteniendo una bola o piedra en su interior y conviertidas así en idiófonos de barro. Objetos cuyo uso se sabe era ritual y que sin lugar a dudas debemos relacionar con los niños y con el primer abalorio que aparece en la humanidad: La concha cauri. Dijes que se hicieron con el caparazón de esa concha y cuyo sentido sabemos que era ya apotropaico, tanto que se colgaba en las riberas del Nilo de la ropa interior femenina. Más concretamente, se pendían las cauri del "taparrabos", en sitios próximos al sexo de las mujeres desde época Neolìtica. Lo que le confiere sin lugar a dudas un carácter de talismán con rasgos muy similares a los amuletos contra el "Aojo".
AL LADO:
Concha cauri cortada por su mitad. Sabemos que era este el abalorio más antiguo usado por la humanidad, que se utiliza ya hace decenas de milenios. Abalorio al que en casi todas las civilizaciones le concedieron un caracter sexual. Concretamente en el Egipto Neolítico aparece colgado de ropas de uso interior y cercanas a las "partes más intimas". Algo que sin duda nos habla de rituales relacionados con la fertilidad y con la salud venérea. Sabiendo (como ya hemos explicado) que los contagios de transmisión vaginal producen normalmente graves afecciones oculares -por infecciones en las mucosas-; es normal considerar estas cauri pendiendo de las ropas interiores de las egipcias, fuera de algún modo como el primer talismán contra el Mal de Ojo. En la imagen observamos el interior de una de ellas de gran tamaño, que puede usarse como idiófono bastando introducir en su medio una bolita o piedra. Un hecho más debió conformar que estas conchas cauri se tuvieran como protectores sexuales y oculares (apotropaicos) y ello pudo ser la aperiencia de su abertura; ya que el lugar por donde el caracol sale tiene enteramente forma de ojo (o de vulva femenina).
ABAJO : Pareja de veneras, antiguos instrumentos típicamente usados en la Ruta Jacobea (pertenecen a la Fundación Joaquín Diaz, a la que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Aunque pensemos que pudieron ser tocados a modo de "castañuelas", en verdad se hacían sonar por frotación, imitando de algún modo el tono de los sistros. Produciendo un "ruido acuático" al entrechocarse, lo que genera una divertida percusión para acompañar cantos y bailes. Si lugar a dudas, estos idiófonos fueron los primeros instrumentos que la humanidad debió de conocer y que se sabe utilizaron hace decenas de miles de años. Pese a todo, se han mantenido como instrumentos musicales hasta casi nuestros días, siendo usados en muchas culturas como objetos rituales. De igual manera, las conchas de almejas y los caparazones de crustáceos fueron dispuestos como instrumentos, generando las primeras maracas o sonajas; que incluso cumplian la finalidad de colgarse como collares y que tanta importancia tuvieron en todas las culturas primitivas.
Hemos querido ir hasta las conchas y caparazones de moluscos, no solo por motivo de hallar el origen de los primeros idiófonos, sinó por encontrar en ellos parte del significado apotropáico que a estos instrumentos se les concede. Ello porque nos parece altamente extraño la consideración de que las sonajas y campanitas pequeñas tengan esos poderes de ahuyentar el mal desde los tiempos más remotos. Algo que quizás se nos hace más comprensible tras pensar que las primeras maracas -o sonajas- se hicieron con caparazones y conchas de almejas (de caracoles marinos), que ensartados y unidos a modo de collares o pulseras, funciónarían como idiófonos. Sistros muy precarios, pero fabricados con conchas "sagradas" y que se tendrían como talismanes contra los males (del ojo). Por cuanto narramos, también se pudo generar por ampliación del pensamiento mágico, la creencia de que si los caparazones de las cauri (o de las almejas), servían para combatir las enfermedades y la mala suerte; igualmente lo haría el sonido de aquellas. Por lo que parece hasta lógico pensar que desde la Prehistoria y hasta hoy, la Humanidad ha conferido a las conchas y a los caparazones de ciertos moluscos unos poderes apotropáicos; tanto que se han convertido en símbolos religosos de primer orden en muchas civizaciones. Algo que puede mostrarse al ver que de la venera nació Venus (que toma y da nombre al sentido sexual de esa concha "venerada y venerable"). Pero como esa viera igualmente es objeto de culto en multiples ritos, entre los que destacan aquellas que las consideran un "vaso natural" y por ende, el símbolo del útero materno.
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No nos cabe la menor duda de que de la identificación entre los caparazones de moluscos y el sexo femenino, es lo que concedió a las conchas desde la más remota antigüedad propiedades mágicas. Algo común en todas las civilizaciones y que en la nuestra podemos ver reflejado en tantas higas como existen hechas en formas de venera. Un símbolo que sin duda alguna nace del concepto de iniciación a una ruta; tanto que desde la épocas inmemoriales las conchas se tuvieron como emblema de caminos iniciáticos. Algo común en muchas cultuiras y posiblemente surgido de la utilidad del caparazón para servirse de este como vaso (o plato), en el cual poder recoger el agua o las ofrendas. Sea como fuere, en nuestra opinión, aquellas conchas puestas en hilera no solo conformaron los primeros collares y adornos femeninos, sinó que también fueron las más antiguas sonajas. Todo lo que de seguro concedió al sonajero un valor espiritual y ritual de gran relevancia. Lo que explica de algún modo que en la gran mayoría de las religiones exista un sonido protector relacionado con el batir de crótalos; un ruido ahuyentador que en templos y rituales realizaron posteriormente con campanillas (con el sistro o la maraca). Siendo entendido por muchos igualmente, que agitar de un determinado modo el sonajero infantil frente al bebé, no solo facilita la comunicación del niño con el Mundo (al cual recientemente ha llegado), sino que sobre todo le confiere unos poderes mágicos y curativos.
AL LADO:
Sonajero del siglo XVIII perteneciente al Museo Etnográfico de Castilla y León (al que agradecemos nos permita divulgar la imágen tomada de su libro catálogo "Enseres", pag. 29). Este tipo de artilugios que se colgaban del cinturón apotropaico que todo niño con padres "pudientes" hasta el siglo XIX, concedía poderes de protección sobre aquellos recien nacidos. El uso de esos talismanes milenarios era tan común como necesario, puesto que la mortalidad infantil fue tan virulenta que se entendía la magia como único remedio para evitarla. Curiosamente se mezclaban esos talismanes profanos con toda medalla y cruz a la que se tenía fé; aunque sobre todo, al neonato se le colgaban amuletos ajenos a la religión y muy unidos a la brujería. Por lo que la utilización de aquellos talismanes tan "venerados" en la magia popular, era tenido como el más eficiente remedio de protección para el niño (destacando las Higas, sonajeros, gemas, cuernos y campanillas).
ABAJO : Venera de Higa hecha en azabache del siglo XVII-XVIII; a su lado la concha de peregrino, en este caso adquirida por el donante de la colección al museo, en el Sur de Francia (piezas propiedad del Museo de Castilla y León, al que agradecemos nos permita divulgar la foto tomada de su libro "Enseres" catálogo, página 226). Como podemos ver, la piedra engarzada en azabache y con forma de venera, es llamada higa, puesto que se identifica con el talismán de la mano. Ello nos lleva a deducir que aquellos amuletos, pese a representar una concha, siguen teniendo un sentido unido y pleno a la manos divinas y protectoras procedentes de ritos mágicos (cuyos orígenes más remotos, decimos se halla en las "palmas" de Hathor).
Anteriormente hemos mencionado los primeros adornos femeniles (de época neolitica y paleolítica) conformados por hileras de conchas ensartadas, creando collares o pendientes. Sin lugar a dudas, fueron estos igualmente los primeros colgantes sagrados, en un tiempo en el que gran parte de las religiones debieron de ser "oficiadas" por mujeres o por hombres de edad (en la de las Cavernas). De todo ello, parece inevitable el recuerdo extraño de aquellos inicios de la Civilización, en los que los ritos siempre debieron acompañarse con un chasquido, o un batir de cochas y huesos. Rituales que se solían realizar ayudados de percusión y sobre todo de un oficiante que golpeaba rítmicamente una maraca. No vamos a entrar en el sentido psíquico de este hecho, que seguramente se relacione con el mantra y ello con los sonajeros u objeto acústico muy precarios, con los que padres y los adultos se comunican con el niño recien nacido. Aunque lo que sí deseamos dejar claro es la existencia de estas sonajas en todo ritual que precise de una especial concentración y participación de aquel al que se está iniciando o "curando". Considerando que aquellas maracas, sistros (o simplemente conchas en hilera) se hacen vibrar en un instante específico, con el fin de captar la atención del creyente; quien en aquel momento puede comunicarse gracias a aquel "susurro" de trance, o de instante sacro. Algo que quizás se produce debido a la atracción que el "batir del idiófono" produce, pero quizás más bien gracias a una regresión a la infancia más lejana, en la que los adultos se habían comunicado con él por medio del sonido de pequeñas cosas. Un hecho, que unido a las posiciones y exaltación que los chamanes y magos adoptan (al batir de aquellas sonajas), explicaría la intención curativa de los rituales que describimos: Procurando llevar al "iniciado" a su estado más ínterno; haciendo con ello ver al creyente su propio ego en su situación más pura (retrocediendo al pasado).
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Dicho lo anterior y encontrando una explicación "regresiva" en los rituales que se acompañan de sonajas, hemos de distinguir un segundo tipo de "ceremonias" en las que también se usan aquellas. Nos referimos a las más femeninas y que consisten en danzas que se realizan con maracas, crótalos o tintinábulos y que curiosamente en todas las culturas tienen un caracter erótico. Tanto que nos sería extraño pensar en una muchachita que porta unas panderetas, campanillas o crótalitos y que realice un baile aburrido. Puesto que rápidamente nos viene a la mente "las artes" relacionadas con aquel tintineo de metales o de maderas y que son alegres, llenas de vida y sensualidad. Algo que en nuestra Península al menos se lleva haciendo desde las "puellae" gaditanas (que cita Marcial) pero que en Asia es de idéntica antigüedad y muy similar en esencia (parecido a lo que en todo el mundo árabe existe, con las llamadas danzas del vientre). Unos bailes que se acompañan de percusión, pero sobre todo de sonajas con las que la danzante va "anunciando" los movimientos eróticos. Insinuaciones o posturas en las que la mujer pretende atraer al hombre hacia su mundo y que por ello las llamaremos "rituales sensuales con idiófonos". Habiendo de exponer que no eran solo para hombres, puesto que al menos en la Antigüedad del Mediterráneo aquellos bailes acompañados de crótalos y campanillas también se llevaban a cabo por mancebos, quienes en ocasiones se vestían de damas y cuya misión era igual a la de las féminas: Atraer al deseado (o bien al rico y a la adinerada, tanto como al hombre de poder, o al pretendido).
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Por todo cuanto exponemos, hemos querido distinguir entre "rituales eróticos" hechos con idiófonos y "rituales de curación" -igualmente realizados con estos instrumentos-. Dos tipos de celebraciones muy distintas, en las que en el primer caso (las femeninas) se pretendía con el sonido de los cascabeles, campanillas o los crótalos generar sensualidad. Es decir, captar al hombre o la mujer hacia el sexo, consiguiendo unirse a ellos y por lo tanto ejercer un poder mágico sobre alguien por medio del erotismo. Rituales que se llevaban a cabo fundamentalmente durante la antigüedad y que eran oficiados por auténticas "sacerdotisas del amor". Recordemos así los templos de Afrodita, pero sobre todo los de Astarté -un modo de diosa Tanit unida a Venus en Fenicia-, en los que se obligaba a la prostitución sagrada. Tanto, que toda mujer púnica de alto rango antes de casarse debía ejercer durante un tiempo este "oficio", para recaudar fondos en el recinto sagrado. En ellos se sabe que también practicaban y estudiaban estas ártes del baile con crótalos, hombres que igualmente se sometían a prostituirse con el fin de aumentar el capital del templo (evitando ser enviados a la guerra y generando un "tipo de sacerdocio"). Siendo tan común aquellos bailes eróticos con fines "pseudoreligiosos" que hasta en El Nuevo Testamento se menciona el de Herodías y Salomé, constándole la cabeza al San Juan Bautista. Contrastando este episodio quizás, lo que era el mundo de la religión verdadera con el de la brujería; capitaneado el segundo por mujeres que ejercían ese tipo de prostitución o de danzas, con el fin de tener una fuerza superior por medio del sexo. Obteniendo con aquellos bailes de crótalos, de algún modo un poder (religioso) a través del hechizo y la atracción que se ejercía sobre los hombres y mujeres poderosos -quienes buscaban en los jóvenes lo que su vejez ya no les daba- .
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Un segundo tipo de rituales muy diferentes a los que hemos llamado "eróticos hechos con idiófonos", son los que habíamos denominado "de curación". Constituyendo estos segundos celebraciones en los que el oficiante, chamán o hechicero, pretende un trance "curativo" para el neófito. Algo que igualmente es común realizar valiéndose de crótalos, campanillas, gongs, maracas, sonajas o instrumentos de percusión. Pero en los casos en que el "sacerdote" los realiza en solitario, ha de llevarlos a cabo con un instrumento muy simple. Normalmente un idiófono que sostiene con una mano y le permite ejercer "el oficio", mientras lo hace sonar de manera rítmica. De ello, lo más común en aquellas ceremonias es valerse de maracas o sonajas, tan típicas en los rituales de chamanes y curanderos, quienes las agitan a la vez que repiten sus mantras. La aparición de aquellas sonajas tan relacionadas con celebraciones de trance y de muerte, en nuestra opinión se debe a la necesidad de que el chamán o el sacerdote exsude y de que entre igualmente en éxtasis (junto al enfermo).
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Ello en teoría propia se deberia al chamanismo cercano a las llamadas sectas de "encantadores de alacranes o serpientes", existentes en todo el mundo antiguo. Grupos de "sacerdocio" que trataba la curación de picaduras de sierpes y escorpiones por medio de ingerir pequeñas dosis de sus venenos. Dejándose morder progresivamente por culebras o insectos, con el fin de hacerse inmunes a ellos. De tal manera, y tras años bebiendo pequeñas cantidades de veneno o siendo picados por esos escorpiones y ofidios (cada vez más virulentos); no solo se inuminzaban sinó que su saliva y sudor tenía capacidad de antídoto. De ello, era común cuando alguien era mordido por una sierpe -o por un insecto peligroso- que se llamara a aquellos chamanes (a los que en el mundo árabe denomina "encantadores de serpientes"). "Sacerdotes del veneno" que primeramente en sus ritos suelen realizar una danza agitada con el fin de sudar; habida cuenta de que por medio de un simple caldo -cociendo sus ropas, tras aquel baile-, puede contener antídotos que curen al mordido por el animal venenoso. Igualmente el sudor, su saliva y sangre era sabido que contenía el "elixir de la vida" ante la picadura de serpientes o insectos, y de tal modo se realizaban cortes u obligaban a beberla a aquellos que habían sido atacados por animales venenosos.
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Estos chamanes que aún existen en los desiertos y en grupos llamados "sectas de encantadores", que actualmente dedican sus días a limpiar casas y lugares de fantasmas realizando bailes colgando de sus cuerpos escorpiones y culebras; antaño lo hicieron en beber venenos y recibir picaduras. Una "profesión" siempre cercana a las enfermedades y la muerte, que puede explicarnos por qué aquellos "sacerdotes" de la más remota antigüedad -o de las Sociedades más primitivas- tuvieron ese estrambótico carácter, tanto como unos ritos tan extraños (que aún observamos o conocemos). Algo que para nosotros y en nuestra Civilización moderna, supone un estado cercano a la locura; pero que antaño era un sentir próximo al misticismo, a la elevación, al más allá y -de algún modo- hasta a la santidad. Santificación de celebraciones que se llevaba a cabo valiéndose de percusiones, que les ayudaba a llegar al trance y a sudar; mientras aquellos chamanes realizaban sus rituales con los idiófonos (cascabeles, crótalos o maracas). Instrumentos cuyo sonido ya vimos desde la anterior entrada hacían huir al mal; un maligno que -como la sierpe o el escorpión hacen-, se espantaría frente a la palmada o el batir de palos y tambores.
AL LADO :
Muy relacionado con los rituales que antes comentábamos están estos tintinábulum o campanas para alejar los malos espíritus. En Roma se hacían con forma de Falo, habida cuenta de que como ya hemos estudiado el miembro viril erecto se veía cual símbolo de salud, bienestar y poder. Algo que en nuestra cultura aún podemos entender, ya que los hispanos de una manera muy similar expresamos la suerte o el éxito de una persona con la frase "tiene un par de.... ". De manera muy parecida, para el romano el falo era un protector del espíritu y sobre todo del Mal de Ojo, que como ya hemos estudiado sobradamente, era transmitido por la mirada del envidioso. Ojos del que se fascinaba con tener lo ajeno y que no lo podía conseguir, siendo capaz de cualquier cosa para arrebatarlo al que lo poseía. Envidioso que de seguro ante la imagen del pene como símbolo de masculinidad, de sexo y de valentía, sentiría algún temor o rechazo. Haciendo huir esos falos llamados "fascinus" aquel mal fario que transmite siempre el que desea algo y no puede conseguirlo, por falta de dotes o dones naturales. Penes que portaban en especial los militares con éxito tras las victorias y las batallas; o que se colocaban a la entrada de las casas para protegerlas. Otros -como el que vemos en la foto- se rodeaban de campanillas para hacer huir con el tintineo lo que en Andalucía se llama "el malage" (el mal-ángel). En la imagen, tintinábulum romano del siglo I a.C. con forma de varios falos y de un felino fiero -tanto que parece darnos miedo...- (es propiedad del Museo Británico, al que agradecemos nos permita divulgarlo). Por cierto, pese a lo que algunos pretenden la voz "tintinábulum" no tiene su etimología en "tinteneo" unido al sufijo "nabulum" (que en Roma no es precisamente lo que el curioso lector pueda pensar...) Para saber más sobre el significado del falo y el Mal de Ojo ver nuestras entradas en: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011_09_01_archive.html
ABAJO: Retrato de sacerdote romano (Gallus) de Magna Mater; que se halla en Roma (Museo del Capitolio al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Observemos en el augur las características de chamán que antes mencionábamos, entre las que se encuentra rodearse de sonajas, crótalos, tamboriles e incluso tubas, para espantar los males. Como es sabido, los augures romanos heredaron gran parte de sus ritos y "sabiduría" del mundo etrusco. Una cultura en cierto modo primitiva y mucho más atrasada que la helena, pese a que los latinos la admiraron por ser la más antigua de la Península Itálica. De tal modo, aunque sobradamente conocidos fueron los enfrentamientos, batallas y guerras entre etruscos y romanos; los segundos juzgaron y respetaron a sus enemigos como "verdaderos aristócratas" de su tierra -o los autóctonos habitantes-. Tanto que las más antiguas familias capitolinas presumían de sus ancestros tirrenos. Del mismo modo, en religión imitaron sus ritos, llegando a realizar grandes proezas por mantener el mismo tipo de sacerdocio al de Etruria; incluso luchando contra aquellos tan solo para hacerse con los libros de adivinación de sus colegios de arúspices. Colectivos de augures etruscos que practicaban entre otras ceremonias la atrasadísima de extispicina (lectura de vísceras del sacrificado ante el altar -llegando a hacerlo con humanos y leyendo principalmente sus hígados-).
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En la escultura podemos observar la disposición de instrumentos idiófonos que lleva el augur para espantar el mal; imagen que asombra frente a los sobrios retratos de patricios y hasta de emperadores, que tan solo lucen una simple toga. Tal como se decía en Roma, era tal la parafernalia y la indumentaria de los arúspices, que no se podían encontrar de frente en las calles, pues al ver el aspecto con el que iban, llegaban a tener ataques de risa. Algo que no nos extraña observando este retrato donde al sacerdote solo le falta llevar en un cartel inscrito: "Tympanus plus in templum habemus" (tenemos más tamborcitos en el templo...). Ello debe hacernos reflexionar sobre las Sociedades adelantadas y su sentido espiritual; puesto que Roma era una de las más avanzadas civilizaciones, aunque sus augures y religiosos fueron de un bajísimo nivel intelectual -algo en lo que debemos pensar hoy, cuando nos rodean los más extraños videntes-. Tal como decimos, los arúspices romanos como el que vemos en el retrato, seguían rituales que se reacionaban con los del chamanismo y la adivinación más primigenia. En los que el sonido del idiófono (el crótalo con del tamboril) contenía la esencia de parte del sentido de su fé; sin expresión alguna de filosofía o de pensamiento social.
Pero continuemos con el otro tipo de rituales "oficiados" -o llevados a cabo- con idiófonos y que habíamos denominado "eróticos". Entre los que habíamos dicho se hallaban las danzas sensuales que algunos templos o colectivos de sacerdocio llevaban a cabo (con el fin de atraer hasta ellos a hombres y mujeres). Bailes antiquísimos, eróticos y en ocasiones sagrados; que sin duda tienen mucho que ver con las danzas tribales, de las que posteriormente derivarían algunos de los folklores más antiguos y actuales (en especial los mediterráneos y entre otros, la danza del vientre o las de flamenco -al menos esa es nuestra opinión personal-). Aunque en la antigüedad dichos bailes hubieron de ser verdaderas ceremonias de incitación, realizadas por concubinas y sacerdotisas, con el fin de llevar "la gracia" o la alegría al que deseaban atraer al templo o al grupo. Teniendo una enorme importancia aquellos en toda la vida social de culturas tan importantes como al egipcia o la semita. Son innumerables las leyendas y anécdotas que narra la Historia en referencia a este tipo de artes; en las que por medio de la danza, un rey o un hombre porderoso quedaba embrujado y atado a una mujer (o a su grupo).
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Entre estos rituales eróticos más antiguos y señalados se encuentran los que en un principio veníamos tratando, del culto a Isis y a Hathor como diosas del amor. Donde se utilizaba además del ya estudiado sistro, otro instrumento que se relaciona con cuanto analizamos en la joyería. Tatándose ese de la Menat, que en sí mismo podríamos decir era el nombre del contrapeso que se ponía a los grandes collares egipcios para sostenerlos sobre la espalda. Pero que en verdad terminó siendo la denominación que finalmente toma un tipo de collar femenino, hecho por minúsculos abalorios, que llevaban jóvenes y bailarinas (que se remataba con esos contrapesos enormes, que todo adorno de cuello en el Nilo tenía en el lado opuesto al frente). Una placa de metal, a veces adornada también con joyas, cuya forma nos recuerda a la actual de las cerraduras y cuya representación ya dijimos que se relacionaba con el sexo. Ello debido a que su diseño -de algún modo- era muy similar al de la diosa Tanit fenicia, guardando un enorme perecido igualmente con las muñecas egipcias. Siendo aquel Menat -o contrapeso- que todo gran collar faraónico llevaba; una pieza de unos veinte centímetros de longitud, que puede asimilarse en su forma a una "puerta con arco". Aunque realmente lo que deseaba figurar en dicha pieza era la sexualidad y por ende el Ank; cruz ansada de Isis que ya vimos era la representación de la fecundidad (del origen de la vida, e incluso del pene).
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De tal manera, en los cultos y bailes de concubinas o de adoración a Hathor, tambien es sabido que aquellos Menat se usaban a modo de maracas, agitando los collares femeninos contra su peso. Siendo famoso este baile de la Menat, que se consideraba uno de los rituales eróticos más importantes. Ello seguramente debido a que era el símbolo de la desnudez total. algo facilmente de entender porque muchas de las egipcias tan solo ocultaban sus pechos con collares. De lo que el sonido del colgante agitado en la mano, debió de entenderse como una explícita "invitación" hacia el sexo en pleno estado de desnudez. Y por cuanto decimos, nos será fácil comprender que el "meneo" de la "Menat" (y valga la redundancia) era una de las danzas eróticas y de los rituales de Hathor más entretenidos; o quizás el más solicitado por los que acudían a ver a las sacerdotisas de aquella deidad del amor. A la vez que sabemos que igualmente acostumbraban a realizarlo las concubinas en los harenes (tal como muestran los bajorelieves). Debeido a lo que esta y otras circunstancias, concedían al collar Menat un enorme valor; todo lo que unido a que se tenía aquel como un protector del cuerpo y del espíritu, nos hace comprender por qué en Egipto llevar un gran collar era tan importante como en Roma pudo ser ir togado. Puesto que tal como vemos en sus esculturas, pinturas o bajorelieves; no hay mujer bella o persona de relevancia que no luzca un enorme adorno en el pecho (tanto que las momias de los reyes llegan a tener hasta diez de aquellos en sus ajuares).
AL LADO:
Escultura funeraria romana de Marcus Caelius, hijo de Titus, de la familia Lemoniana de Bolonia, centurion de la Legion XVIII (preteneciente al British Museum, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Observemos como el militar de Roma va cubierto de dos tipos de adornos apotropaicos: Primero las falerias, que ya dijimos eran unas placas de metal redondo que en la remota antigüedad se colocaron sobre las armaduras de cuero, para evitar que las atravesaran las saetas. En nuestra entrada sobre aquellas, habíamos explicado que considerábamos que el nombre de faleria procedía de "falo", por ser un protector que pretendía evitar precisamente el "palo"; es decir el flechazo o la lanza (que en griego se denominaba así). Misión para la que se encomendaban estos discos de metal a Medusa, diosa que protegía petrificando con la mirada al enemigo. De cuanto deducíamos que aquellas falerias tenían mucho que ver con la suerte, por lo que prentedían alejar el Aojo del soldado; aunque cuando se comenzaron a difundir las armaduras y petos romanos en metal, quedaron tan solo como adornos y condecoraciones militares (diciéndose que fueron establecidas por Tarquino como "medallas" castrenses).
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El segundo adorno apotropáico que luce este romano establecido en tierras inglesas son numerosos torques. Collares rígidos cuyo valor entre los latinos y sobre todo entre los celtas e indoeuropeos, era inigualable. De tal modo observamos cómo no solo lleva uno en su cuello, sinó que dos de estos cuelgan de sus hombros, siendo aquellos con toda seguridad atributos ganados en batalla y que luce como las mejores condecoraciones. Este hecho se observa igualmente en bajorrelieves egipcios, donde la ofrenda que los vencidos entregan al faraón consiste fundamentalmente en ricos collares. Todo ello porque en aquellos siglos, el collar o el torques, era algo tan importante como más tarde pudo serlo la corona. Una ciscunstancia comprensible en pueblos donde el rey no se limitaba a estar inmóvil o sentado, sinó que debía moverse y hasta ser un soldado. Por lo que los únicos atributos de gran valor que podían lucir sin temor a perderlos, eran adornos que colgaban del cuello o manos. De lo que comenmente también llevaban enormes brazaletes esos jefes o reyezuelos como signo de poder, a los que en tantas ocasiones sometieron los romanos. Militares latinos que como vemos, colgaban los torques de sus armaduras a modo de condecoraciones y sobre todo para obtener el poder apotropáico que aquellos vencidos conferían a sus poseedores.
ABAJO: Menat con su collar completo, de la XVII dinastía (pieza perteneciente al Metropolitan Museum de N.Y. al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). En esta foto observamos claramente un adorno femenil egipcio, hecho por hileras de abalorios y rematado con el contrapeso que en principio fue lo denominado MNT ("menat"). Las concubinas y sacerdotisas de Hathor agitaban estos collares a modo de maracas, mientras realizaban bailes eróticos y sagrados. El comienzo de esos rituales en nuestra opinión se encuentra en los más remotos tiempos, cuando chamanes y mujeres oficiaban las primitivas ceremonias (neolíticas o paleolíticas) acompañándose de instrumentos fabricados con hileras de conchas o de pequeños caracoles. Para saber más sobre la Menat ver nuestra entrada dedicada a la Menat y al Ank como símbolo: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/search?updated-min=2011-01-01T00:00:00-08:00&updated-max=2011-11-26T05:15:00-08:00&max-results=50&start=2&by-date=false
Tras lo que vamos viendo, ya nos es fácil comprender que el significado de las joyas en la antigüedad era mucho más profundo y complejo de lo que pudiéramos pensar. Algo que nos parece fundamental tratar para poder entender el verdadero sentido que tienen tesoros como el de El Carambolo, que no pueden juzgarse como simples piezas de oro de "carácter civil". Tanto es así, que el valor de un torques en la Antigüedad puede compararse con el que una cruz sagrada (o un cáliz), tenía en la Edad Media. Objetos que en otras épocas gozaron de un sentido muy diferente al actual. De ello, una pátera de oficiar pudiera considerarse un simple platito de metal precioso, si no comprendiéramos que aquella bandejita sirvió para contener el Cuerpo de Cristo en las misas y por ello era sagrado. Igual sucede con los cálices o las cruces, de las que si deconocemos su valor religioso o social, pudiéramos clasificarlas como simples objetos decorativos de los templos. Cuanto exponemos lo decimos con el fin de que comprendamos estos casi cincuenta capítulos intitulados "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo", en los que hemos ido analizando el valor o el sentido de las joyas en el Mundo Antiguo, para poder entender qué significaban esas piezas tartessias. Algo que fuimos escribiendo con el fin de dar a entender cómo aquellos torques o collares que para nosotros son simplemente unas piezas de oro con valor arqueológico; hace miles de años fueron objetos sagrados y venerables con un sentido muy complejo. Lo que se puede comprender facilmente poniendo un ejemplo tan futil como puedan ser hoy las Copas del Mundo (o las medallas olímpicas) deportivas. Que no son precisamente un pezado de metal, ni es por su valor material por lo que todos luchan, intentando conseguirlas.
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Pero no nos retiremos del tema, ya que aún nos quedan algunas cosas que aclarar en referencia a los idiófonos con los que se espantaban los males. Pues tal como vimos, muchos de ellos se usaban para atraer a los hombres, aunque -como dijimos- en una gran mayoría los crótalos, maracas, campanillas y gongs eran tocados para ahuyentar el maligno. Un hecho que en parte también sucede en los cascabeles, cencerros y tintinábulos que se colgaban a los animales. Que como en el caso del ganado ovino o vacuno, se ponían con el fin de saber quién era su dueño o para no peder las reses, pudiendo saber dónde se encontraban gracias al cencerro. Aunque los más efectivos eran otros, como los cascabeles, que se pendían del gato o del perro ratonero para que tan solo con el sonido de aquel huyeran los roedores. Existiendo finalmente otros idiófonos, que eran rituales o de adorno para animales, tales como los que servían para enjaezar. Decoración de las caballerizas que hasta no hace mucho se llevaba a rajataba; no pudiendo salir burro, mula o yegua, a fiestas ni en ceremonia importante, sin estar bien enjaezada y peinada; siendo obligatoria la hilera de cascabeles y trenzas (que aún lucen las cuadrillas de mulas en los tiros).
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No hemos podido estudiar los poderes apotropáicos del cascabel sobre las caballerizas, pero estamos seguros de que la obligatoriedad de adornarlas de este modo no solo responde a un precioso sentido estético y rítmico. Puesto que aunque es sabido que con el tintineo, las monturas cabalgan mejor; seguramente los cascabeles también tienen un significado y un uso mágico sobre aquellas. En lo que se refiere al mundo antiguo y sobre este tema, curiosamente en la serie de monedas ibéricas denominadas de "el jinete" pudimos ver claramente cómo el caballo que monta el ibero está enjaezado (luciendo preciosos cascabeles). Campanillas redondas que se pueden apreciar en las crines y en la pata trasera del animal, al igual que nos parece están en las piernas del guerrero. Algo que ya nos lleva al sentido del sonido del metal para los militares en el Mundo Antiguo; sobre lo que sabemos consideraban "sagrado" el batir de aquellos. Tanto que eran numerosas las danzas rituales en las que los iniciados en la guerra (o los que se encaminaba a ellas), imitaban las luchas chocando escudos y espadas. Bailes que llevaban a cabo los soldados entrechocando las armas; de los que se dice nacieron las "danzas de palos" y "de espadas" que existen por toda Europa. Cuyo más antiguo ancestro se considera fue la llamada de los Curetas o de los Coribantes. Baile que realizaban los guardianes de Zeus mientras el dios niño estuvo escondido en Creta, donde los llamados Curetes saltaban y batían sus escudos y sus lanzas para evitar que Cronos oyera el llanto de su hijo y lo descubriera.
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De todo cuanto vamos viendo, es obvio que aquellos instrumentos que en un principio se hicieron con conchas o abalorios (con piedras y caracoles), finalmente fueron fabricados en metales. Traspasándose en la Era del Bronce y el Hierro al metal el poder que antes había tenido el sonido de los objetos sagrados de madera y conchas. Sacralización facilmente de comprender por cuanto el batir de las espadas y de los escudos eran señal de lucha y de protección. Por lo que nada es de exrañar que el golpe de campana o de gong fuera tenido como signo de ayuda y ahuyentador del mal; ya que era común en toda batalla comenzarla intentando atemorizar al enemigo chocando las armas (o batiendo los escudos). De ello que las campanas, los gongs, los cascabeles y todo objeto idiófono fabricado en metal, pasara a contener un valor sacro y apotropaico. Tanto que el sonido de los collares y de las joyas guardaba también un profundo sentido mágico. Algo que nos lleva a comprender por qué ciertos metales que no vibran al golpearlos tenían un valor distinto a los de guerra. Aquellos otros hechos con hierro o bronce, que se distingen porque cuanto mayor es su vibración, más grande es su tensión interior, de lo que normalmente más poder cortante y de resistencia contienen.
AL LADO:
Anverso de un denario ibérico de Sekaisa (Segeda) del siglo I a.C.. Observemos que el caballo va perfectamente enjaezado y lleva lo que parecen cascabeles; a su vez el guerrero parece que porta en su pierna derecha también algún cascabel o adorno similar -aunque quizás se trate de un tipo de ajuste o atadura al pié, ya que no existía entonces el estribo y posiblemente en su lugar pusieran un artilugio de uso parecido para poder dirigir al caballo, o domarlo con el golpe y peso de la pierna-.
ABAJO: Reverso de la misma moneda anterior, en la que observamos al llamado "jinete ibérico" en su rostro. Figura lo que hubo de ser un reyezuelo ibero que -como todos- lleva su torques sagrado. Tras aquel las iniciales "SHE" de la ciudad ibérica de Sekaisa. El collar o torques, como hemos explicado era un objeto sacro y no solo tenía un valor social y material, sinó que se le concedían unos dones curativos y un poder apotropáico. Igual al que hasta hace muy poco se dio a toda la joyería, tanto que las mujeres españolas, unos decenios atrás, lucían a diario sus joyas para sentirse protegidas; llevándolas aunque hubieran de ir a trabajar con el ganado o acudir a realizar las labores más duras del campo (confiando curiosamente en aquellas su bienestar).