lunes, 30 de enero de 2012

FIESTAS DE LA LUZ, LA TIERRA Y EL AGUA. (De: Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXVI).

Esta entrada es continuación de las doce anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.

JUNTO Y SOBRE ESTAS LINEAS: Al lado, cartel de la Vijanera, una de las primeras mascaradas del año, que se celebran en la localidad santanderina de Molledo (Silio) y que "antaño" se llevaba a cabo en todo el área de Cantabria y norpalentina -incluyendo el valle de Campoo-. Comienza cada primer domingo del año (de no coincidir con la Epifanía) y conmemoran el nacimiento de Enero -el Janeiro-, mes de Jano. Aquel díos romano que se consideraba guardián de las entradas y el símbolo de la "puerta" del domicilio, de lo iniciático y del calendario. Por lo que se le representa como una deidad en busto y con doble cara, una mirando frontalmente a cada lado. Igualmente Jano era el dios que se acuña sobre las primeras monedas romanas (ases dobles) y como tal se tuvo por un protector de las riquezas (de las del hogar, económicas y del Estado). En nuestra opinión el nombre de esta antiquisima mascarada llamada la VI-JANERA significa inicialmente "BI(fronte)Janero" o las dos caras del primer periodo del año (el pasado enfrentado al futuro, los dos eneros). A continuanción hablamos de ellas.

ABAJO: Algunas de las más antiguas celebraciones similares a las Saturnales romanas se han mantenido en Nuestra Península, llevadas incluso a cabo en las mismas fechas que lo hicieron en la Roma premitraica. Puesto que antes de la reforma en favor del Mitraismo y que trasladó las Saturnales al principio del año agrario (entre Piscis y Aries -a los Idus de Marzo-), aquellas fiestas de la fertilidad y la obscenidad, se llevaban a cabo desde mediados de diciembre hasta fines de año (concretamente hasta el día 28). Entre las conservadas con fechas verdaderas sobre nuestras tierras, llama la antención como en el área que comprende desde Zamora al Portugal de Tras-os Montes y el sur de Galicia, se siguen haciendo mascaradas ("carnales") que dan comienzo precisamente en las Navidades; lo que no deja duda de que antaño hubieron de ser Saturnales y celebraciones de fertilidad (celtas, prerromanas o romanas). Abajo recogemos una imágen del blog de Ana Pedrosa en el que narra los pormenores de las diversas mascaradas que se llevan a cabo en Tras Os Montes. Igualmente, en otras localidades como las zamoranas o gallegas, existen famosas fiestas similares y en los mismos días, entre las que destaca la del Tafarrón. (Foto del BLOG DE ANA PEDROSA:
http://lazer.publico.pt/festasefeiras/297865_ha-festa-na-aldeia-ate-ao-dia-de-reis ). (Para más información leer: "Las Mascaradas Zamoranas y su relacíon con las Portuguesas" de Bernardo Calvo)




Habíamos tratado repetidamente en anteriores entradas la relación entre las festividades llevadas a cabo para fertilizar los campos y los cambios calendáricos. Ello porque la agricultura obliga a guardar unas pautas de tiempo muy reguladas, por las que en cada ciclo -anual o estacional- han de realizarse determinadas labores. Unos trabajos que se marcaban desde los tiempos más lejanos en virtud de fiestas y que recordaban aquellas fechas en las que había de realizarse la rotulación de la tierra, la siembra, el cultivo y la siega; tanto como la posterior recolección, custodia y elaboración de los productos alimenticios. Creando todo ello una identificación plena entre los fenómenos naturales o meteorológicos (como la luz, el agua, el frio y el calor), con conceptos mistéricos y de carácer semidivino. Nos referimos al mencionar estos "enigmas sobrenaturales de la Naturaleza", a hechos como la fecundación, la fertilidad, el nacimiento o la alimentación y crecimiento de las especies; tanto como al propio origen y significado de la vida. Misterios que sin duda se plantea el agricultor en el transcurso de su labor, al sentirse "un semidiós" que con su trabajo siembra, recoge y da uso o destino a la vida vegetal.

Por cuanto expresamos, nos será fácil entender por qué las festividades agrarias más importantes se celebraron comunmente a comienzos de la Primavera -cuando se iniciaban las labores del campo- y a fines del Verano, para marcar su término. Pero ¿Qué significado pudieron tener aquellas otras que se llevaron a cabo en los Solsticios?. Una pregunta que nos hacemos al parecer extraño que tan celebrado fuera el en campo el 24 de Diciembre y el de Junio; ya que esas fechas no tienen una "utilidad ni están en meses agrarios" y tan solo marcan los días más opuestos del año (nos referimos a la duración de horas solares entre ambos). Anque fácil nos será entender que gracias a estas dos "marcas" (la noche más larga y la más corta del ciclo anual), se pudo entender el calendario con gran facilidad y de aquí su importrancia para los agricultores.

Muchos se preguntan cuando nació y con qué precisión se ajustaron los primeros calendarios de la Historia -un panteamiento sobre el pueden tejerse mil teorías-. Aunque la realidad más cierta parece decirnos que la precisión y la duración de la medida del tiempo, varió y se reguló conforme cada cultura y civilización necesitaba o deseaba. Pudiéndose llegar a entender que en verdad las fechas tuvieron más bien un sentido religioso y civilizador, que propiamente astronómico y real. Todo lo que llevó a que en cada Sociedad se marcara o se midiera el tiempo de un modo conforme sus necesidades marcaran. Siendo la Luna lo que orientaba al ganadero y el Sol lo que preocupaba al agricultor; pese a lo que se generaron cientos de maneras de medir el tiempo, siempre conforme fuera útil a los qe dirigían las Sociedades, para imponer un sistema o unas bases y estructuras de poder.

Quizás nuestra frase anterior no se haya entendido plenamente, pero creemos que muy fácil será comprender por qué hay secretos que el sacerdocio o las elítes no revelaban, con el fin de "aglutinar" a los gobernados. Secretos entre los que debió encontrarse comunemente el de la duración del ciclo anual. En base a ello, entenderemos por qué los egipcios "ignoraban" el bisiesto; llegando algunos egiptólogos a afirmar que este extraño hecho se debió a su ignorancia astronómica. Mientras, los mismos que aseveran aquello, no pueden explicar cómo tenían capacidad para orientar sus edificios a los puntos cardinales -o a los cambios calendáricos-, con una precisión de apenas unos grados (lo que obliga a tener unos conocimientos astronómicos tan específicos como profundos -solo alcanzados en la Europa del siglo XVIII-). No entraremos de nuevo en este debate, puesto que la arqueo-astronomía ya ha demostrado que en los alineamientos de piedras de la Edad del Bronce (en incluso del eneolítico y calcolítico), se llega a estudiar la posición de los astros de manera inimaginable. Ello por medio de moles de piedra de toneladas de peso (alineados a los cenits, ortos y ocasos); pudiendo fecharse gracias a aquellos observatorios perfectamente orientados, hasta las dataciónes del yacimiento. Algo que supone lo mismo que afirmar como la primera civilización que se da en Europa, y que florece desde el V al III milenio a. C. -fundamentalmente en el área atlántica-; erigió sus megalitos con tres finalidades principales: Funerarias (en los dólmenes), calendáricas (con los menhires) y sobre todo astronómicas (en los alineamientos de megalitos, también llamados "cromlechs").
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, el autor de estas lineas junto a uno de los menhires de "Almendros" del IV milenio a.C.; yacimiento situado en las cercanías de la ciudad portuguesa de Évora (donde se encuentra uno de los "parques" megalíticos más interesantes de Europa). La identificación del menhir con el pene era casi inmediata, máxime entre los hombres en la Antigüedad, cuando la luz se concebía como poder generador de vida. De tal manera, aquella erecta mole de piedra que servía para medir las sombras y la duración del día solar, era igualmente un símbolo de paternidad común y de veneración o culto, al astro rey (lo que en Egipto derivó hacia la erección del obelisco).
Como ya dijimos en otras entradas, es imposible saber cuándo se conoció con precisión plena el año de 365,2425 días. Ello porque valiéndose de un menhir y midiendo las sombras durante tres generaciones (de abuelos a padres), sin ni siquiera saber contar, puede conocerse con esa exactitud casi absoluta el ciclo anual. Bastando por comenzar desde un día en que veamos la sombra más larga, por colocar en una cazuela una piedra diariamente; así hasta que esta sombra vuelva a llegar al mismo pubnto (al más corto o alargado). Tras aquello, contaremos las piedrecitas y veremos que son 365; aunque de seguir midiendo las sombras repetidamente, al cuarto año observaríamos que el ciclo es de 366 días. Pese a lo que nuevamente, el siguiente año duraría 365 días, igual que durante cuatro anualidades más, hasta tener que poner una piedra más cada el cuarto. De esta manera tan sencilla descubrirían el bisiesto tan solo en unas décadas, y de seguirlo midiendo durante tres generaciones (por más de un siglo) comprobarían además que tiene una nueva alteración, consistente en que cada cien años hay que restar un día -puesto que la duración del año trópico es de 365,2425 (aproximadamente)-. No sabemos durante cuantos siglos midieron y estudiaron los astros en estos megalitos gentes de una igual cutura y de manera continuada; aunque en Egipto sí hay evidencias de que una misma civilzación milenaria lo estuvo haciendo a lo largo de los siglos. Ello pudo llevar a conocimientos astronómicos inimaginables, algo que evidentemente mantendrían en secreto (reservados para una élite o una casta) tal como actualmente hace La Nasa, las universidades o cualquier agencia espacial. no pudiendo afirmarse, tal como la teoría mantiene, que tan solo conocían aquello que dejaron escrito (máxime cuando en Egipto la reveación del secreto de templo se castigaba con pena capital).






ABAJO: Alineamiento (o cromlech) de los Almendros de Évora. Es este un círculo megalítico que cuenta con decenas de rocas perfectamente orientadas, donde se recoge una representación y situación de los planetas. Entre ellas se encuentran también grabadas figuras astrales y espirales que se han tallado en algunos monolitos, normalmente marcando los ciclos del astro que simbolizan. Constituyendo unas colosales "miras" o "telescopios" de la Edad de Piedra, que datan de cinco y hasta seis mil años de antigüedad y que en diversos casos han sido recontruidas o reorientadas (por cambios habidos en la cúpula celeste o debido a crisis de civilizaciónes que las abandonaron). Los alinemientos tuvieron una función calendárica específica, basada en un estudio empírico del Universo; sistema que en la actualidad no se considera del todo "ciencia", pero cuyos resultados en verdad pudieron ser muy exactos -similares a los que nuestros sabios del siglo XVIII llegaron-. Ello debido a que el estudio del Universo, llevado a cabo con una observación minuciosa durante generaciones (e incluso siglos); sobre todo si es realizada por castas como las sacerdotales o de sabios que rigurosamente guardan todos los movimientos habidos en el Cosmos. Puede llegar a determinar y entender los ciclos de los astros con una precisión asombrosa, ya que en gran parte el entendimiento de la cúpula celeste lo que verdaderamente preciosa es de una continuada observación y de una paciente anotación de sus cambios y alteraciones (durante siglos). Debido a ello, los arqueomatemáticos y a los astrofísicos que estudian este tipo de yacimientos, con miles de años de antigüedad, quedan asombrados de la información astronómica que contienen en esas moles de piedra, donde se orientan y señalan las fechas, los planetas o los cambios siderales.




El motivo de tales observatorios astronómicos pétreos fué religioso, pero su utilidad hubo de ser social y cultural. Consiguiendo con aquellos el dominio pleno de los ciclos calendáricos, que no solo servían para orientarse en los campos y en el mar -aunque hasta hace tres mil años apenas hubo navegación de altura-. Sinó que sobre todo, los megalitos hubieron de ser útiles para conocer los ciclos agrarios y dar un orden pleno a la Sociedad (regulada en fechas). De ello que las fiestas de la agricultura estén tan unidas al Sol, ya que con aquellas se podía calcular cuándo habría de volverse a arar, sembrar o cosechar. De aquí la importancia de estos festivales del Solsticio que tanto se celebran en el campo, de los que más arriba hemos recogido algunos ejemplos en la zona de Zamora-Orense y Tras os Montes; y de los que ya dijimos como sus orígenes inmediatos se hallaban entre las Saturnales, Lupercales o Calendas (romanas y prerromanas). Así, conociendo la unión entre el poder generador y regenerador del Sol, su nacimiento o renacimiento -cada 24 de diciembre y de junio-, comprendderemos bien por qué existe en la mitología antigua una unión de conceptos entre el pene y la luz, tanto como la hay con el esperma y el fuego. Siendo tanta la identificación que llegó a conformase un término relacionado con el sexo (como es la "lujuria"), cuya etimología procede de la propia "Lux".

Tanta ha sido la unión entre la vista, la imágen y el sexo, que el epíteto común al dios Príapo fué el de "Likeo". Nombre que no solo indicaba al "Liko" (lobo) cuyo nombre procedía de la luz de Luna; sinó sobre todo mencionaba al "iluminador", entendiendo que la antorcha (en la noche) o la visión de la belleza en el día, hacían nacer el deseo sexual. Por ello un común sobrenombre de esta deidad de la fecundidad era Aiterges (el que brilla, del griego: ). Entendido ello, no nos será ya extraño comprender por qué en el templo de las Vestales de Roma, donde se guardaba la hoguera sagrada que jamás debía apagarse; también se reverenciaba una estatua con la forma de un gran falo. Imágen que sin duda era un "remoto recuerdo" de los menhires y a la adoración primigenia de aquel astro que nos regala el fuego y el calor (el Sol). Debido a todo ello, las historias que nos cuentan las fundaciones de ciudades romanas, tanto como gran parte de sus mitos más antiguos (quizás de origen etrusco), siempre relacionan a sus héroes con penes de fuego. Un hecho un tanto extraño, pero que se encuentra en el mismo nacimiento de Rómulo y Remo, quienes en algunas de las versiones más antiguas fueron concebidos a través de uno de estos penes ardiendo. Narrando su historia como habiendo visto el rey Tarquecio un miembro viril en pleno campo, que emergía en llamas; recibió el oráculo de que aquella que copulase con este falo traería al Mundo a un ser sobrenatural. Encargó el rey a su hija hacerlo, y aquella lo ordenó a su sirvienta, quien concibió del falo de fuego a Rómulo y Remo, que por ser nacidos de este modo y de la criada fueron abandonados en el Tíber.

Otros muchos mitos y héroes relacionan a las vestales, pebeteros ardiendo y a los penes en llamas, con el origen de héroes y fundadores romanos. Siendo a nuestro juiios todo ello el recuerdo de la unión que hemos mencionado, entre los cultos al calor y al metal, a la vida y al nacimiento, pero sobre todo al calendario: Al ciclo solar y al año agrario. Puesto que hemos de suponer que era tan necesario la medida de la anualidad para la agricultura (saber las fechas de lluvias, estíos o frios), como la propia labranza. Debido a ello es sabido como casi todas las deidades del campo pasaron por tener una relación plena con la luz -como el dios Osiris, protector de las cosechas y los campos- tal como también como lo fue Príapo, el iluminador (Aiterges).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, representación de unos faunos en un ánfora Atica (fechada hacia el 500 a.C). Observemos en esta curiosa escena que el pene que lucen los "diablillos" es una antorcha. Por lo demás el disfraz y escena que vemos, "en algo" se puede asemejar a las que existen en algunas mascaradas de las que hablamos; donde los "botargas", "colachos", "tafarrones", "demonios", "cipotegatos" (e infinidad de disfrazados) portan atributos que asemejan un gran falo. Pese a que en nuestros días seguramente ese "pene de fuego" se ha sustituido por rabos de toro (atados al cinturón), cencerros, colas de caballo colgantes, tiras de cuero y hasta penes de animales rellenos. Todo lo que conforma un largo etcérera de artilugios, que portan estos enmascarados en los carnavales; azotando y amedrentando comunmente con aquellos a los asistentes. Teniéndose por buen augurio y señal de fecundidad recibir el golpe, el palo o el latigazo (tal como ocurría ya hace tres mil años en Grecia).

ABAJO: Exvoto ibérico fechado entre los siglos VI al V a.C., procedente de Santa Elena (Collado de los Jardines) y propiedad del Museo Arqueológico Nacional (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). En este vemos la pequeña estatua votiva de un guerrero, que enseña sus atributos de "fuerza": La espada (falcata), el escudo y el sexo itifálico. Presenta igualmente una forma de peinado o tonsura y ello hace ver que se trata de la figura de un guerrero, quien quizás por su valor y la ayuda de los dioses logró vencer (o murió) en batalla; de lo que dedicó el exvoto al santuario. Importante es en todo ello observar cómo el sexo se presenta con un significado similar al de la espada y el escudo, objetos que quitan y dan la vida (o la protegen); simbolizando de algún modo lo mismo que el pene: La facultad generadora y fecundadora del hombre (por medio de la penetración).






En las imágenes anteriores hemos visto dos aspectos que de algún modo han pervivido en nuestra civilización hasta prácticamente nuestros días. La primera es la espada como principio que da y quita la vida y que de alguna manera se concibe como un sexo masculino. Hecho este que quizás aune tanto el honor y el éxito militar, a otras "heroicidades sexuales"; algo que de un modo tiene tanta relación en España (o en el Mediterraneo) como para que la palabra "valor" sea sinónimo de tener unos "grandes atributos". El segundo aspecto que hemos visto en las fotos y que aún existe de alguna manera, es este gran pene que lucen los sátiros. Lo que refiere al "rabo azotador" de los diablillos enmascarados, con los que flagelan al pueblo. Ello simboliza precisamente lo contrario a la espada; es decir: Aquellos que no van a la guerra (por caracer de valor o de medios) y se ven sometidos por el flagelo, obligados a obedecer y humillados. Algo que se muestra públicamente cuando el sátiro o el jóven del lugar, golpea a todos los del pueblo, sin recibir más respuesta que la alegría y el buen humor de los azotados.

Este ritual era realizado en Grecia y Roma por faunos o sátiros y en nombre de Príapo o Pan, pero se continúa llevando a cabo de un modo muy similar en nuestras tierras, por quienes toman los más diversos nombres o disfraces. Comumente estos enmascarados lucen (tal como lo hicieron hace dos o tres mil años): Látigos, colas de animal, tiras de cuero e incluso fundas hechas con penes de toro y burro, que usan para golpear a quienes se encuentran a su paso durante las fiestas. Otros como "el colacho" (en Sasamón, Burgos) no se conforma con portar un rabo de buey para ir pegando a todos los presentes, frente a la iglesia y durante su festividad. Sinó que además ha de saltar con aquel flagelo -pleno de extraños atributos-, sobre cuantos niños hayan nacido en el pueblo de Castrillo de Murcia durante el último año. Algo que las madres increiblemente permiten, colocando sobre colchones a los bebés neonatos a la entrada de la iglesia, esperando que la turba de "colachos" enmascarados salten repetidamente por encima de aquellos (aún a riesgo de caer o accidentarse con los bebés). -sobre esta extraña celebración ver artículo de la Revista Folklore, año 1993, número 150 de José Valdivieso Arce: LA FIESTA DEL COLACHO EN CASTRILLO DE MURCIA, BURGOS; liberado en la red-

Conforme decimos y tal como Teilhard de Chardin afirmaba, parece que al hablar de costumbres e historia: "cuanto más reestablecemos las perspectivas del pasado, más comprendemos que los tiempos llamados históricos -hasta incluso los modernos- solo son la prolongación directa del Neolítico". Acertada frase que hemos tomado de la publicación de Jose Ma. Domínguez Moreno (Cultos de fertilidad en Extremadura, Mérida 1987) donde recoge mútiples rituales, costumbres y modos de vida que vió y vivió en su región natal -y que en mucho nos recuerdan a los que narramos de Grecia, Roma o Egipto-. Deseando destacar una frase en la que el autor comenta como debió nacer el culto a dioses como el Pan, por la necesidad de cuidar los terrenos. Debido a que "el paso de un extraño por tierras cultivadas presagiaba mala cosecha, por lo que el emisario del mal debía ser atacado por quienes procuraban la fertilidad de los campos". Afirmando Frazer que aquellos eran asaltados, muertos y su sangre se vertía para fertilizar el terreno.

Al margen de estos hechos ancestrales de los que surge sin duda alguna la figura de la deidad del pánico, otros ritos milenarios llegaban a relacionar toda la vida sexual del agricultor con cada uno de sus trabajos sobre la tierra. Costumbres de las que muchas (afirma Domínguez Moreno) se conservaron hasta hace bién poco en sus tierras. Siendo prácticamente tenida la mujer como imágen de la huerta (o del campo) y el labrador con sus aperos, concebido como un marido de la tierra, que la fecunda (trabajando con el sexo a la mujer). Hechos estos que narra el autor como se observan en múltiples costumbres, rituales y fiestas que no hace tantos años pervivían en Extremadura. Por lo demás, muy importante es que el espejo se encuentre entre los atributos de fertilidad y de más valor simbólico en esta zona hispana. Donde en los sombreros (como el de Montehermoso) o en las ceremonias de boda, se realizaban mútiples rituales con argentados, para invocar al buen augurio, o a la fertilidad de la pareja. Siendo aquello sin duda una herencia del culto más ancestral a la Luna Mediterranea, la Isis egipcia o la Neit ibérica, cuyo manto nocturno siempre se esconde con la figura de un espejo (como símbolo del reflejo de la luz del padre y señor de la casa: El Sol).

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, la diosa Isis luciendo su espejo entre los cuernos (crecientes) de la Luna - bajorrelieve de la Tumba de Tebas de Horemheb dinastía XVIII-. Desde época tartessia en la región Sur y media de la Ruta de la Plata (especialmente en Extremadura) aparecen estelas votivas en las que el guerrero -o la "reina"- están acompañados por un ajuar que presenta entre sus atributos un espejo. El espejo, se tuvo como símbolo sagrado lunar, pero sin lugar a dudas en la Antigüedad hubo de tener una función más relacionada con el prestigio, el estudio y hasta la astronomía. Ello debido a que el análisis de los cielos en ocasiones se realizaba por medio de crear cuadrantes tejidos con cuerdas y sobre estanques (o lagos), donde a diario o noche tras noche se estudiaba y anotaban los movimientos de los astros. Sin duda alguna, la importancia del espejo como símbolo femenino y de fertilidad en Extremadura, procede de estas culturas milearias (tartessia o mediterranea).

ABAJO: Amuletos que recoge Domínquez Moreno en su publicación sobre "Cultos a la fertilidad en Extremadura" (página 5). Entre ellos vemos una síncresis de formas, que mucho nos recuerda a cuantos hemos estudiado para su uso contre el mal de ojo (fundamentalmente utilizados desde tiempos inmemoriales en la Ruta de la Plata)











domingo, 29 de enero de 2012

DE MELKARTE A MERCURIO Y DEL CADUCEO A LA VARA DE OLIVO. (De: Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXV).

Esta entrada es continuación de las once anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, deidad asimilable a Melkarte, hallada en Cádiz y propiedad de su Museo Arqueológico (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Se trata de un dios fenicio del siglo VII a.C. -época tartessia- que sin duda tiene los atributos del "señor de la ciudad", que en aquel idioma se decía "MEL KART" (ciudad amurallada = K´R´T´, de donde proceden palabras como Carteya o Cartago; tanto como Señor es en semíticas "BA´L", de donde derivaría a MEL). Iniciamos esta entrada presentando al que sin duda alguna es para nosotros el antecesor de Mercurio (del que toma su nombre); del mismo modo, algunos de los atributos que el dios del comercio grecorromano hereda y luce, povienen divinidades púnicas. Por lo demás, vemos en el Melkarte ("baal" o señor de la ciudad) muchos de los símbolos del faraón -mitra alada etc-, que quizás le relacionan con el dios egipcio Minu (o Min) de la fertilidad, quien ya estudiamos como protector de las cosechas, representado en el rey de las Primeras Dinastías. Pudiendo ser este el origen del famoso gorro de Mercurio-Hermes, llamado pétaso (del que dijimos podía tratarse también de un tocado normal usado por comerciantes y viajeros en la Antigüedad).
 


Abajo: Estela votiva de Cartago, representando entre otros una mano junto al signo de Tanit con caduceo. Fechada en el siglo II a.C, pertenece a la Biblioteca Nacional de Paris (entidad a la que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Vemos aquí otro de los atributos de Mercurio-Hermes como es el Caduceo, consistente en una vara coronada por dos sierpes entrelazadas que se miran enfrentadas. Es el símbolo de la concordia, el acuerdo, la inteligencia, el comercio y hasta la paz y la medicina; siendo tenido por el heraldo que portaban los embajadores para parlamentar en las batallas. Normalmente en Roma y Grecia se repretesentaba alado, con las culebras cubriendo el estoque y perfectamente entrecruzadas; tanto como solñia ponerse un espejo al final, sobre el cual se miran las sierpes. Pese a ello es un símbolo típicamente fenicio, que se contiene en multitud de estelas votivas y curiosamente va unido al de Tanit, no tanto a Melkarte. Su origen, como veremos es Mesopotámico, donde la figura de las dos sierpes enredadas es significa de la buena suerte y la abundancia e incluso la inteligencia y la curación.


Comenzamos de nuevo esta entrada tratando de Mercurio, dios de la prosperidad y el comercio en Roma, del que no se sabe a ciencia cierta su etimología (y muchos de sus orígenes). Aunque se asimila plenamente al Hermes griego, con el que comparte casi todas las atribuciones y hasta su representación desde el siglo V a.C.; tiempo en que vimos como generalmente se comienza a "pintar" con un hombre con sandalias, sombrero y bolsa (a medio vestir). Pese a ello, ya estudiamos que Hermes procedía de "Herma" que significaba en greigo: "cipo" o "mojón" pétreo; objetos que le dieron origen, teniendo un sentido agrario y fálico. Pese a lo que desconoce de dónde procede el nombre latino de Mercurio. Algunos etimólogos opinan que nace de la palabra "mercado", más el problema reside en que después no se halla la voz indoeuropea que nos explique por qué el comercio, entre los romanos, se decía así. De lo cual, generalmente vuelven a sugerir que la palabra mercado sea la que naciera del patrón que lo protegía: Mercurio. En este planteamiento, en el que no se sabe qué término es el inicial (mecurio o mercado), la respuesta más general es la que nos dice que ambos son términos que proceden del etrusco, donde probablemente la deidad de los mercaderes llevara este nombre.

Hasta aquí podemos estar de acuerdo, más es nuestra opinión que aquel Mercurio pudo nacer de Melkart; ya que la influencia del pueblo fenicio en el mundo etrusco, fue tanta como la que tuvieron los púnicos entre los iberos. De lo cual, es más que lógico pensar que quienes llegaron en los albores de la Península Itálica como comerciantes, fueran los que dieran nombre al trueque y mercadeo. De lo que pudo conocerse entre los etruscos la actividad mercantil como la de MELKARTE (el dios de los fenicios por antonomasia). Del nombre de este, hasta la de Mercurio, hay tan solo unos leves pasos fonéticos, que dejan bien claro cómo la etimología del protector de los viajeros y negociantes -en la Italia anterior a Roma-, pudo ser exactamente el dios de aquellos que comenzaron a arribar con sus naves, venidos desde el actual Líbano y Siria para intercambiar mercancías (ya por el siglo XII a.C.).

Esta idea, se corrobora más aún al observar cómo el caduceo (principal atributo del dios mercader) es igualmente un símbolo fenicio, aunque no del Melkarte, sino muy ligado a Tanit -deidad femenina de la abundancia y la fertilidad-. Una vara que llegaría hacia el siglo V a.C. a la Hélade y Roma, y que con el paso de tiempo iría sustituyendo a la rama de olivo de Atenea (símbolo de la paz entre los helenos). Finalmente aquel palo con dos culebras termina convirtiéndose en Grecia y e Italia en el bastón de la medicina (de Esculapio), al igual que reemplazó a la vara de olivo; llegando luego a ser el estandarte de los heraldos y embajadores, que en son de paz iban a tratar con el enemigo. Como decimos, su origen primigenio en Grecia y el símbolo original de aquel símbolo de heraldos, comerciantes, hombres de paz y gentes de buena intención, fue la famosa rama del olivo; que en verdad era lo que portaban los pueblos colonizadores sin deseos de invadir, durante las épocas mas antiguas (cuando desde el III milenio a.C. fue introduciéndose el comercio y a expansión del aceite). Aunque más tarde, y seguramente por influencia de los fenicios o culturas asirias, aquel simple palo de la oliva se tornó en el complejo Caduceo; que se representaba con las dos sierpes entrecruzadas y rematadas con unas alas (y un espejo, en ocasiones).

Narrando la mitologia que este curioso bastón, cuyo poder era lograr la concordia, la mesura, la paz y hasta curar enfermedades; le fué regalado por Apolo a Mercurio -a cambio de la Lira que el dios del comercio entregó como presente al primero-. Así y tras recibir el mercader ese palo alado de manos de Apolo, halló en el campo dos sierpes peleando, por lo que acercando la sagrada vara sobre estas, los reptiles se entrelazaron quedando enfrentados y parando en su lucha, mirándose en su extremo. Siendo ello signo de que la estaca alada conseguía la fraternidad y la paz, incluso entre las más terribles bestias. Posteriormente, este atributo al que se le concedían los poderes de la sanación, fué "transportado" y hecho signo de uno de los médicos más famosos habidos en Tesalia: Esculapio. Siendo el bastón de "Asclepio" la marca médica que nos ha llegado hasta nuestros dias, tras simplificar la figura, dejándola finalmente como un palo, donde una sierpe se enrosca y en el que hay un espejo al final (que hoy se representa en una copa, para la farmacopea). Atributos todos de la curación: La culebra por el poder sanador de algunos venenos; el espejo para dar luz sobre el interior del paciente (oidos, boca etc) y el interior del médico; tanto como la vara de olivo, como generador de una de las más importantes medicinas (su aceite).

Pero, del mismo modo que el bastón de Esculapio fué la herencia del de Mercurio, sabemos que aquel Caduceo provino de representaciones fenicias. Pese a que, como decimos, su verdadero sentido proviene de un símbolo egeo y heleno (creto-chipriota) por antonomasia, mucho más antiguo. Un culto nacido probablemente en el III milenio a.C., del que hemos dicho era simplemente la venerada rama del árbol de la oliva. Esqueje que significaba la siembra del árbol que da el aceite y la medicina, cuya especie para cultivo se desarrolla en la actual Israel y Siria, tanto como en la zona Creto-chipriota durante el IV milenio a. C., expandiéndose a otras áreas siglos más tarde. Ello debido a que llega hasta esa zona y desde Mesopotamia el árbol ya creado y apto para proporcionar verdaderos cultivos de aceitunas (refinado dsde el acebuche), que en el área de Canaán fué tranformado y mejorado, consiguiendo ya en tiempos minoicos un rendimiento suficiente como para generar verdaderas cosechas de aceite. Fue aquel el tiempo en que nacieron las almazaras y el comercio de este precioso líquido que se llegó a llamar "oro líquido", por cuanto servía para nutrir, curar enfermedades y para sanar la piel dañada por el Sol o las inclemencias, tanto como en el uso lampar (que consistía en guardar los restos de lo peor del aceite -lo lumpen o lampar-, para quemar en pebeteros y lamparillas, proporcionando luz sin humos).

Más tarde seguiremos hablando de la importancia de la rama de olivo, pero continuando con su "sucesor (el caduceo), sabemos que debido a su tipología y diseño es completamente fenicio -tal como podemos observar en las decenas de represenaciones púnicas que guardan ese palo con dos víboras enroscadas-. Relacionándose aquella figura -como hemos dicho-, principalmente con la diosa Tanit; madre de la comunidad y que compartía muchos de los atributos de Isis. Una Tanit, consistente en la primera deidad femenil del panteón fenicio, que hemos de identificar con la Luna y las aguas. De lo que su bastón de "mando" sujetando dos culebras entrelazadas, creemos que simboliza el agua con el oleaje (que se representa en el movimiento reptil); tanto como el final de aquellas mirándose representarían la figura del creciente del satélite terrestre y que a su vez también se parece al espejo de Isis (debido a que las cabezas de las sierpes se tocan guardando la forma de una media Luna, o de un espejo). Evidentemente, nada hay que explicar en la relación existente entre espejo-agua-Luna; puesto que de sobra es sabido que le luz del Sol se refleja en el satélite terrestre a modo de espejo, de la misma forma que el agua es un espejo y los mares son atraidos por la Luna... . De lo que aquel atributo que porta Tanit entre sus manos, creemos que simboliza: La astucia y el comercio (al llevar dos sierpes domesticadas); tanto como la navegación por medio de los astros en la noche (al tener forma de olas y Luna); e incluso el calendario, ya que entre los pueblos semitas se medía en Lunas.


SOBRE ESTAS LINEAS Y JUNTO A ELLAS: Al lado, estela púnica votiva procedente de Constantina, Siglos III-II y perteneciente al Museo del Louvre (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Representa a Tanit, sobre un delfín y portando un Caduceo que claramente apunta ser un doble espejo y que incita a pensar se trata de las dos fases de la Luna. La circunstancia de representarse sobre el delfín, ya nos lleva a encotrarnos entre los cultos mas antiguos que llegaron a Grecia y que generaron extrañas religiones greco-fenicias. Ritos que florecen en las costas del Egeo desde los siglos XIII al IX a.C.; por contacto entre los ciudadanos de Biblos, Tiro y Sidón con los prehelenos. De ellas y su relación con el caduceo de Tanit, hablamos en los párrafos siguientes.
 



Abajo: Magnífico bajorrelieve perteneciente al más refinado arte ático de la Acrópolis de Atenas. Representa a Hermes con las Cecrópidas y el niño Erictonio (fechado hacia el 510-500 a.C., propiedad del Museo Nacional de Grecia, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Recogemos esta escena en la que Hermes se encuentra entre las "fundadoras" o hijas del primer rey de la ciudad de Atenas, debido a que se relaciona con la verdadera vara de la paz y bastón de heraldos (previo al caduceo), que ya dijimos era la simple rama de olivo. Más abajo explicamos su significado, que enlaza incluso con el nombre de Atenas, como ciudad de que la diosa que trajo hasta grecia el olivo.


Más continuando con aquella Tanit portadora de la rama cubierta de sierpes, vamos a analizar algunos puntos que nos sugiere la imágen anteriormente vista (en la foto superior). Vemos en aquella, a la diosa madre fenicia, representada en la forma esquemática que ya dijimos se relacionaba con el Ank (cruz ansada egipcia). Siendo ella y como ya estudiamos, un símbolo agrario que se relacionaba con la plantación, la semilla y hasta con el pene. Puesto que la gran mayoría de los egiptólogos explican cómo aquel Ank no es otra cosa más allá que la idealización del pene de Osiris, y que a su vez representa los instrumentos de siembra (el arado, la azada e incluso el plantador, que tiene cierta forma de pincho ansado). Por lo que aquella vara que porta Tanit, ya la hemos de entender quizás como el esqueje y el origen del nuevo árbol. Del olivo perfeccionado, creado y nacido en la zona de Israel-Líbano-Siria (Chipre y Creta) durante el III milenio a.C..

El palo del cual ha de generarse la planta, debido a que aquel vegetal apenas nace de la simiente, que solo puede prender tras ser sembrada si la come u animal, o es sometida a un lavado con esmero. Ello porque en cuanto el hueso de aceituna tenga algún resto de carne, este le impide que prenda y dé fruto; por lo que si se desea obtener un olivo desde una semilla la técnica es costosa (debiendo darse de comer a un pájaro o lavarse con legías, para luego ser plantada y con un porcentaje de fracasos altos). Hecho este que obliga a ser cutivado por esqueje, algo que en nuestra consideración se simbiliza en aquella vara que llevaban los pueblos a otros que deseaban colonizar en son de paz. Nos referimos a los creto-chipriotas y sirios, quienes desde el comienzo del II milenio a.C. y hasta el desastre del Tera (destrucción del imperio minoico y la zona de Oriente Medio por la erupción del volcán hacia el 1650 a.C.) fueron culturizando y plentando zonas del Egeo y hasta del Occidente Mediterraneo. Al igual que lo hicieron los fenicios desde fines del II milenio, quienes les sustituyen en su misión y en la franja de territorio en donde antes estaban los minoicos, cretenses y pueblos de Canaán.

Por lo demás aquel esqueje del árbol de la aceituna (perfeccionado), debió ser tan sagrado como venerado. algo que seguramente se debió a la utilidad del fruto. Uso y aprecio por la aceituna que les permitió expandirse y crecer, contruyendo nuevas civilizaciones a los minoicos, a los sirios y -luego- a los fenicios; quienes tuvieron molinos de aceite desde los tiempos más remotos. Hecho este que les hizo viajar y generar un comercio marino que llegó a crear imperios como el Minoico; en cuyos yacimientos vemos ya las grandes tinas de oleo, como objetos decorativos de palacio. Por lo que es de pensar que la expansión y búsqueda de colonias, muchas veces se hizo para alcanzar tierras de cultivo de aceite. Donde el pacto de llegada a cualquier zona de colonización (entre aquellos que venían desde las tierras o islas de Oriente Medio), debió ser entregar los esquejes, para fomentar la siembra y el cultivo en nuevos lugares. Instalándose los recién venidos civilizadores (desde Creta o Chipre) en pequeños puertos y factorías de aceites; lugar en que fabricarian molinos de oliva, para intercambiar aceite por aceitunas plantadas en el territorio ajeno. Ello en un trueque con los indígenas y nuevos "socios", quienes siempre les les dejarían una parte de la cosecha y les permitirían vivir y crear ciudades en sus costas (comunmente puertos con un carácter comercial -entiéndase: Gadir, Malaka, Sexi etc-). Así y solo así, se comprende por qué la vara de olivo se convirtió en el símbolo por antonomasia de la paz en el Mediterraneo, puesto que gracias a la siembra de aquellos se conseguiría la colonización sin guerras.

De tal modo, habría dos modos de civilizar tierras lejanas y desconocidas en la Antigüedad: Uno brutal, por medio de la guerra. Otro comercial y mercantil, a través del acuerdo la paz y el trueque. Colonización por el mercado que debió nacer principalmente del olivo y de la búsqueda de metales, que se realizaba e iniciaba (tal como se sabe, o intuye) raptando a algunos jóvenes de la zona en que deseaban asentarse. Niños a quienes los futuros colonos llevaban durante unos años al territorio suyo, para que aprendieran su idioma y costumbre. Así, una vez criados entre los más cultos de Fenicia, Creta o Chipre, aquellos chicos serían devueltos a sus tierras y su antiguo lugar de origen, para volver a entrar en contacto con sus familias (que les habían dado por muertos o perdidos). Tras lo que explicarían que esos hombres venidos de lejos, tan solo deseaban que les dejaran establecerse y fomentar el comercio del metal y el cultivo del olivo, para crear instalaciones con almazaras o puertos mercantiles e intercambiar mercancía. De un modo así resuelto, se entiende la facilidad que pudieron tener los creto-chipriotas, o los habitantes de Oriente Medio (Biblos, Ugarit etc), para instalarse en tierras como el más remoto Occidente (nuestra Península) y dar comienzo a civilizaciones como El Argar (a principios del II milenio a.C.). Por lo demás, cuanto decimos, lo muestra y demuestra la arqueología; ya que es común en la mayoría de lugares al Oeste Mediterraneo, que los molinos de aceite instalados en la costa, sean muy anteriores a los que surgen en el interior (algo muy extraño ya que los cultivos están en pleno campo). Ello explica por qué en nuestra Península aparecen antes almazaras en ciudades y puertos (fenicios), que en los yacimientos ibéricos.

Entendida la importancia, el valor y el significado de la rama de la aceituna, ahora pasaremos a explicar el culto a "la madre" del olivo. Deidad que se documenta ya en el Minoico Medio y que a principios del II milenio a.C. se llamaba en Creta "Atana". Voz que consideramos es protoindoeuropea y significa: "madre-padre"; por lo que es término que se identifica con otros de idiomas mediterraneos igualmente anteriores al idoeuropeo, como o es "Aita" ("padre" en vascuence) o Atair ("padre" en proto-celta antiguo). Palabras que llegaron a las lenguas indoeuropeas precedidos por una "F", "P", o "M", en la forma de: "Mater", "Pater" y de las que surgen: father, mother, madre o padre. Pero regresemos a Atana (o Aitana) diosa minoica que se veneraba en Creta en el II milenio a.C., en una "capilla central" de un patio del palacio del Laberinto y cuyo culto se cumplimentaba en un gran olivo. Siendo esta con toda seguridad la diosa madre (Aita) que entregaba el aceite; mercancía sagrada para una civilización que debió basar su comercio en la explotación y exportación del oleo (negocio sin igual teniendo en cuenta que en zonas como Egipto apenas puede darse el olivo; por las condiciones desérticas, climatológicas y del terreno).

De aquella Atana (madre o señora) minoica, que debió desaparecer hacia el 1650 a.C., cuando el volcán Tera-Santorino destruye y arrasa la zona del Cicládico, de Creta y Chipre, acabando con el Imperio de Minos. Nacería más tarde la Atenea micénica. Diosa madre que aparece curiosamente portando una "vara sagrada" y que le da el nombre de "pallas Atenea" (atenea del palo). Bastón que siglos más tarde fué convertido e idealizado en una lanza, pero que en un principio de seguro fue el esqueje, que simbolizaba la siembra del olivo. Plantación del árbol sagrado que daba el preciado aceite y que significaba la colonizacón por medio de la paz; por lo que no necesitando ni de semilla para ser cultivado, aquel olivo representaba a la deidad madre virgen: Atenea. Una diosa que consiguió ser la Patrona de la polis más importante de la hélade, gracias a que regaló a la humanidad este árbol que daba alimento, medicina y luz. El olivo del que se extraía el aceite; gran nutriente y medicamento inmejorable para igerir -o untarse en la piel- y de cuyos restos se obtenía "el lampar" (fondos grasos de las tinajas que se usaban para poner en las lámparas domésticas y de los templos, al no producir humos contaminantes).

Por cuanto hemos explicado, ya conocemos que de aquella "madre" (Atana) minoica nació la posterior Atenea, cuyo símbolo era el esqueje y el olivo, ello en la forma de un palo que a su vez representaba la fertilidad, la fecundidad, la riqueza y hasta el hijo de madre virgen (para saber más sobre la simbología de este esqueje -el "pallas" atributo de Atenea-, en la Grecia antigua y su relación con la protección, la maternidad y la suerte ver -cita 1-, que reiere a este blog en otra entarda). Pero la historia mitológica y arqueológica que narramos se produce en la crisis entre el bronce y el hierro, de lo que igualmente juega un papel preponderante la lucha entre el mundo antiguo, de la Edad del Bronce (cretense, egeo, matriarcal) con el que nace desde los comienzos de la Hélade (el del hierro, guerrero y fundamentalmente patriarcal). Periodo de cambios y convulsiones entre dos épocas, en los que el hombre pasa ya a ser el dios primigenio y padre de la unión (IU-PATER=Ju-piter). Por lo que las madres vírgenes, como la antigua Atenea, se ven sometidas a luchas y vejaciones con sus pretendientes (al trono divino y a sus encantos). Narrando estos enfrentamientos entre el matriarcado y el patriarcado que nace en la Edad del Hierro, con historias como el "concurso" entre Posidón y Atenea, para conseguir ser patrones y dar nombre a esta ciudad-estado; polis que aceptó a "la madre" como principal diosa gracias al olivo.

Pese a lo que muchas otros mitos descubren la complejidad que hubo de existir en el cambio entre aquellas Era: Cuando da comienzo el Hierro y finaliza el Bronce plenamente (hacia los siglos XII al X a.C.). Un momento en que en la Hélade debieron luchar encarnizadamente las refinadas y antiquísimas culturas nacidas en el Cicládico, las costas de Anatolia, el Egeo, Creta y Chipre: Micenas (heredera del mundo minoico). Con los bárbaros que entraban portando armas de hierro, y doblegando zonas que habían sido una élite educada por Minos y gobernada por micenios. Ello es lo que creemos narra el mito de Erictonio, el hijo de Atenea, cuya concepción se dice que se produce cuando la diosa entró a robar un arma a la fragua de Hefaistos (Vulcano). Evidentemente el hurto indica que Atenea es una deidad de la Edad del Bronce; adorada por hombres que usaban estas armas, que en un momento han de "modernizarse" buscando las nuevas herramientas hechas de forja. Allí, en la fragua de Hefaistos, este intenta violar a Atenea sin conseguirlo, aunque sobre el muslo de la diosa caé semen del que intenta forzarla. Esperma que ella limpia y que deja caer en el suelo, del que se produce una "siembra", naciendo en este extraño hecho un niño: Erictonio. Quien también era llamado Ericteo y fue un extraño bebé que cual un vegetal se concibe en el terreno, concebido por el esperma de Hefaisto y cuyo cuerpo era mitad hombre, mitad sierpe. Siendo su imágen tan terrible que al ser confiado su cuidado a las hijas del primer rey de Atenas, estas al abrir su capacho y verlo, se arrojan desde la Acrópolis (que aún las homenajea en esos relieves que presiden en forma de Cariátides o junto al mismo Hermes; tal como muestra la foto superior).

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, relieve votivo fechado hacia el 360 a.C. que muestra una gran culebra persiguiendo una sandalia, catalogo 2565 llamado "héroe sandalo adorado teatro de dionisos" ( pieza perteneciente al Museo Nacional de Atenas, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Es esta una representación "gnóstica" que generalmente no ha sido interpretada, pero de la que creemos podemos dar alguna explicación. Ello, porque vimos cómo un modo común de llamar la atención o "incitar" a los clientes masculinos, entre las prostitutas griegas era colocar bajo el pié de su sandalia -grabado en las suelas-, palabras tales como: "Sígueme" () o bien "ven conmigo". Mensajes que imprimían las prostitutas pisando sobre la arena, si estaban interesadas en un hombre; quien como aquella gran culebra las seguía hasta el lugar donde se llevaba a cambio el intercambio mercantil y carnal. Más abajo explicamos los cultos relacionados con la prostitución sagrada y esta representación helena, tan extraña como plena de significado iniciático.
 






ABAJO: Un "onfalos" de los usados en el Templo de Apolo en Delfos (propiedad del Museo de Delfos -catálogo 8194, "omphalos" en mármol , siglo II a.C.- al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). El recinto sagrado tenía dos de estos "ombligos" del Mundo, de los que la Pitia (pitonisa) recibía el mensaje del interior de la Tierra. Uno estaba en exterior y el segundo en una sala interna, que cubierto de hilos sujetaba en un extremo del hovillo la sacerdotisa; mientras entraba en trance y recitaba la "melopea" con la que vaticinaba el futuro (tras haber respirado los vapores que surgían de la gran grieta de la montaña, que probablemente se trataba de humos volcánicos o bien de un "geiser" provocado). los "omphallos" simbolizaban la unión entre la madre y el hijo y como tal son ombligos de la madre tierra, donde los fieles asistían para oir en la voz de las Pitias el vaticinio de su futuro. Su culto se relaciona con la gran sierpe, pues bajo aquel omphalos estaba enterrada la terrible serpiente Pitón, abatida y vencida por el gran dios Apolo (que daba nombre al templo de Delfos).



Para compreder la unión de estos cultos fenicios con los griegos, hemos de regresar por un momento a la figura de la Tanit vista anteriormente, que lucía un Caduceo y se situaba sobre un delfín. Figura que nos remite directamente a otras deidades cretenses tan conocidas como lo fueron las famosas diosas de las serpientes. La madre de Creta, que algunos consideran se denominaba Britomartis y que era la deidad de la agricultura. Ello porque antes de la adoración al gato, los silos se guardaron por medio de pequeñas culebras (ratoneras) e incluso con cobras domesticadas en otras zonas -como Egipto-. Lo que explica que en la Edad del Bronce, las diosas de la agricultura se representaran en forma de sacerdotisas cargadas de sierpes, enroscadas en sus cuerpos; lo que sin duda dió origen en parte a esta Tanit con el caduceo (que significaba igualmente la buena cosecha o el olivo). Entendido ello, comprendermos también por qué Erictonio, es ese extraño niño "culebro", que nace del esperma que Atenea se limpia y por ello se tiene como el guardián de las cosechas. Un bebé llamado Ericteo y cuyo nombre recuerda a la "ereccion" del miembro viril, igualmente relacionado con el olivo, puesto que aquel se plantaba con una varita (similar al pene erecto). Vara, bastón o palo, que es el símbolo inicial de Atenea, pero que más tarde se simplifica y representa colosalmente como una lanza con una sierpe que le rodea y que sostiene la diosa en la estatuaria de época clásica. Llegando a ser aquella del "Pallas" una imagen muy similar a la del Caduceo (el de Tanit, el de Mercurio y hasta el de Esculapio).

Evidentemente, el simbolismo de la sierpe en todo este culto pudiera parecernos que nace de la astucia del reptíl y de que su veneno tiene propiedades curativas. Aunque en un principio hemos de inclinarnos a pensar más en el totem agrario, cuidador de los silos y de las cosechas ante roedores, en tiempos previos a que el gato fuera domesticado por los egipcios y "exportado" a otras tierras mediterraneas (hacia comienzos del II milenio a. C.). Por todo ello, la unión entre cultos agrarios y la sierpe era muy estrecha; al menos durante la Edad de Bronce; aunque en El Hierro, los ofidios (ya inútiles y solo dañinos -principalmente para los pastores-), pasan a ser denostados y figurados como animales inmundos. Pese a todo, no sería igual entre las culturas del desierto, donde se las veneró y seguramente siempre se usaban como medio defensivo (para guardar recintos sagrados y tesoros), habida cuenta de que algunas -como la cobra- son facilmente domesticables. Por lo demás la ingestión de su veneno en pequeñas dosis (bebido, o por contacto en la piel), permite hacerse inmune a ellos. Lo que otorgaba a ciertas castas o sectas religiosas capacidades curativas; algo que se ha seguido haciendo entre grupos del desierto, quienes ingieren veneno de escorpiones o culebras, se dejan picar por sierpes con venenos cada vez más letales, con el fin de hacerse inmunes y de que la sangre, la saliva (o el simple sudor de estas personas que actuan como chamanes) sean bebidos como antídoto, con el fin de curar picaduras -de escorpión o culebras- en otras personas que hayan sido atacadas por aquellas. De ello creemos que nace la sierpe enroscada en la vara, como símbolo de la medicina y la curación.

Pero pasemos a la otra serpiente, la grande y que nunca pudo ser europea que se representa en algunos bajorrelieves de Grecia (como este que recogemos arriba junto a la sandalia). Siendo aquella sin duda un ejemplar de tipo africano o tropical, que para ser conocido por los griegos hubo de ser traido desde Asia o zonas selváticas. Ofidio de gran tamaño, cuya existencia siempre está ligada lagunas y a las aguas y que quizás apareciera en Mesopotamia durante algunas grandes inundaciones. Siendo tenida por la encarnación del demonio (del mal) y que normalmente personificaba a la tormenta terrible, marina o terrestre. Llámada Tiamat en Babilonia y entre los hebreos Leviatán, era aquel horrible "culebro" el símbolo de los desastres meteorológicos, por lo que parece que algunos marinos (principalmente fenicios), le rendían culto, conservando en los puertos templecillos que guardaban este tipo de grandes reptiles (donde iban a adorarle, para evitar tormentas y oleajes). Ya que sobradamente es conocido como el reptar de la gran culebra Leviatán, se entendía igual al de las grandes olas, que podían hundir los barcos. Hecho este por el que algunos (siempre adoradores del mal) decidieron rendirle pleitesía en templecillos marinos, donde guardaban a estas boas en sus puertos. Divinidad adorada a la que regalaban como ofrenda y para pedir la protección durante la travesía, animales vivos. Principalmente fueron cerditos (a los que llamaban "tifonios"), por prevenir con estas ofrendas aquellas tormentas. Aunque se dice que en muchos de estos uertios fenicios existían también templos de Astarté, donde se obligaba a ejercer la prostitución sagrada y quizás hemos de pensar que arrojaran al sepentario algunos bebés hijos de las prostitutas (costumbre que se siguió haciendo el La India, hasta no hace muchs siglos). Algo terrible y que ya nos lleva hasta la imagen de la sandalia con el gran reptil, tanto como a los cultos del templo de Apolo de Delfos, donde sabemos que bajo el "omphallos" estaba enterrada la gran serpiente Tifón vencida por Apolo.

Pero para comprenderlo todo mejor, hemos de regresar nuevamente hasta la Tanit fenicia, con el caduceo, que estaba situada sobre un delfín. Pez-mamífero y totem sagrado, que significaba para los griegos la guia en el mar, la advertencia, la amistad entre las olas, la capacidad de navegación, la ayuda y -por ende- la sabiduría y el don del futuro. De ello, que diera nombre al templo de Apolo en Delfos (el lugar del delfín); lo que claramente indica cómo antes de ser adorado allí el dios de la Lira y de la belleza, lo fué la diosa Delfine. Una deidad, de tiempos del Bronce y origen fenicio-bibliota, cuyo cuerpo era igualmente mitad mujer y mitad sierpe (pez o delfín), con el don de la profecía. Desconocemos si aquel culto tiene algo que ver con el de las modernas sirenas, más lo que sí nos parece, es que en verdad está relacionado con el ritual de adoración al gran reptil del que hablábamos, al que se entregaban cerditos (y hasta a veces seres humanos), para evitar los temporales, las tormentas y conseguir buenas travesías. Religión y terrible, que parece consiguen terminar los adoradores de un "Adonai" o Apolo, dios de la belleza y de la cultura. Creando así el nuevo templo de Delfos, cuyo recuerdo narra como bajo el "ombligo" en el que las pitonisas recitaan la profecía, se situaa la tumba de esta gran sierpe: Pitón (ofidio que sabemos, da nombre a las sacerdotisas y adivinas de Delfos).

Como hemos de suponer, aquellos grandes ofidios debieron de ser una gran atracción en todo puerto con extranjeros y viajeros en tránsito; lugar o templo al que se acercarían lugareños y extraños a ver y a cotillear, más que a adorar (por observar el comer de u monstruos que por sus dimensiones y costumbres era ajeno a cualquier otro animal de Europa). De lo que el culto al Pitón se transforma hacia otro cuyo nombre en mucho nos recuerda al del dios fenicio Melkarte; el de la deidad culebra helena que llamaron "Meilikios". Este era el nombre que daban los griegos al dios "gran reptil", aunque su personificación fué poco a poco acercándose a las culebrillas que también se adoraban en los serpentarios, como recuerdo a aquellas otras que guaradaban los silos (antes de la llegada del gato a los hogares). Proliferando esos templos de los que hablamos (quizás de origen cretense o micénico) entre los bosques de Grecia; donde se guardaban serpentarios, en los que las sacerdotisas desnudas daban de comer ofrendas que traían los fieles hasta aquellos reptiles sagrados. Siendo la exvota ofrecida a las víboras sacras, un dulce de miel y leche llamado "Meilichios" (miel y leche, en griego); nombre que pasó a designar también al dios ofidio (Zeus Meilichios). Quedando ya reacionado así plenamente el rito agrario del "comer de la sierpe" en la ofrenda, para conocer el futuro del fiel (ya que si no engullía el dulce, era mal augurio), con el ritual marino de la gran Pitón, donde la pitia vaticinaba. Todo ello originado por aquel terrible ofidio que simbolizaba las tormentas y las travesías cargadas de oleaje. Siendo finalemente estos rituales aunados en la figura de lo que llamaron como deidad: Zeus Meilichios (un Zeus con forma de gran sierpe, comedor de dulces de miel con leche y que simbolizaba el Tiempo -meteorológico y cronológico-). Pudiendo co lo expuesto ya comprenderse la unión que hubo entre la religión que adoraba al delfín (totem del marinero), y el hecho de las Pitias, sacerdotisas que vaticinaban el futuro (descendientes de religiones veneradoras de las serpientes). Tanto como el triunfo final de ritos benéficos relacionado con la dedicación del templo a un dios bueno. El Apolo de Delfos, vencedor de Pitón.


JUNTO A ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Al lado, cuentas de un collar del tesoro del cortijo de Evora; de época tartessia (hacia siglo VI a.C.), propiedad del Museo Arqueológico Nacional (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Veamos como estas son iguales que las que rodean al "omphallos" del Templo de Apolo de Delfos, que en la imágen superior veíamos completamente lleno de joyas. Ello nos hace pensar que aquel "ombligo" y centro del Mundo, simboliza igualmente a la reina o a la gran madre en la antigüedad, que sabemos iba plenamente enjoyada (tal como se puede ver en las esctulturas de matronas).
ABAJO: Joyas de Traje de Vistas de La Alberca (foto tomada del libro, "La Belleza que protege" -pag 13- de Carlos Piñel). Observemos en primer lugar el parecido en la forma de trabajarlas con las de la antigüedad, a la vez que su similar significado como objetos para embelecer y proteger. Con ello, estamos seguros que este "omphallos" simbolizaba esas reinas matronas, que cubiertas de joyas, desde la Edad del Bronce se adoraban por todo el Mediterraneo. Recuerdo de aquello, creemos es el atuendo que aún en nuestros dias lucen las mujeres de zonas hispanas donde quedaron ritos y costumbre ancestrales (como la zona norte de La Ruta de la Plata, lugar del que procede esta ajuar de joyas para una sola mujer).


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, Dama oferente del Cerro de los Santos (hallada en Yecla, Murcia, datada hacia el siglo IV a.C. y propiedad del Museo Arqueológico Nacional al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Observamos aquí una reina-sacerdotisa, plenamente enjoyada cuyo significado creemos enlaza con el de los "ombligos" del Mundo que vimos en Delfos.
 


ABAJO: Foto de hace cien años de una mujer charra en el día de su boda (tomada de la página del joyero salmantino Luis Méndez). Observemos que pese a los casi dosmilquinientos años de diferencia antre ambas imágenes, su aspecto es casi igual. Ello nos hace recapacitar sobre el significado de la joyería y el sentido que esta y los metales pudieron tener en la Antigüedad. Tanto como hasta no hace mucho, en la zona Norte de La Ruta de la Plata, todas las mujeres se engalanaban con estas joyas, con el fin de que les protegieran y les concedieran la fertilidad. Una "ristra" de abalorios en oro y plata, que de algún modo puede hacer pensar en la gran culebra Pitón, que a su vez es como un terrible "cordón umbilical", que une al hombre con algo que le resulta de un modo irremediable atractivo y necesario (la observación del oro, la plata y la belleza del metal).





(1) Para una mejor comprensión sobre lo que significaba el "pallas" de Atenea, o el "palo" como protector en la suerte, tanto como para consultar un estudio sobre el sentido y etimología de la "phalleria", ver entrada de este blog: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2011_09_01_archive.html












sábado, 14 de enero de 2012

Mercurio dios del comercio y la prosperidad. (de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXIV).

Esta entrada es continuación de las diez anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, portada del libro de Jose Ma. Domínguez Moreno en el que trata sobre los cultos de fertilidad en Extremadura que aún en nuestros años perviven (1). En la imágen, observamos la danza ritual de San Blas, que se lleva a cabo cada dos de Febrero en Nuñomoral, para invocar la "venida de la cigüeña" y la llegada de neonatos al pueblo. Ritos de fecundación que comienzan desde estas fechas de Enero, donde tras la Navidad y el Año Nuevo se celebran diferentes fiestas (muchas de origen profano) como bienvenida al ciclo anual. Doce meses que se renuevan y que de algún modo se simbolizan en los recién nacidos y en los niños que vendrán durante este año próximo, a los que se rinde culto en diversas festividades (cristianas o paganas). Por todo ello, ya desde las primeras semanas de este mes, comienzan las distintas celebaciones cuyo recuerdo es la antigua invocación a la fertilidad y a las buenas cosechas para el fururo ciclo agrario.

Siendo quizás los primeros "Carnavales" de Europa, las mascaradas que en estos dias ya se llevan a cabo en algunas localidades de Cantabria (como "La Vijanera"). Aunque en muchas otras zonas de montaña peninsulares, se conserva todavía el ritual de celebrarlos para el mismo Solsticio -durante el dia de Navidad-. Tal como sucede en Tras os Montes (Portugal), en Zamora y Sur de Galicia; donde desde mediados de Diciembre se disfrazan y realizan festividades profanas que se relacionan con los ritos paganos más antiguos de Europa. Recuerdo sin duda de las Saturnales romanas, o de los cultos solares, que aglutinaron esas adoraciones ancestrales llevados a cabo en esos días de nuestra Navidad.


Celebraciones a veces orgiásticas y de fecundidad, de exaltación al vino y a la fertilidad -dedicadas a Saturno-, que tras la difusión del mitraismo en Roma, fueron trasladadas a las semanas de los Idus de Marzo, por tener un carácter "inmoral y obsceno". Llevándo las Saturnales hasta el comienzo de año del horóscopo (Aries), cuando se celebraban los ritos agrarios con gran sentido "fecundante"; días que hoy se corresponden -aproximadamente- a los de nuestro Carnaval. Esa modificación de fechas otorgó un "sentido más serio" y no tan marcadamente sexual al fin de año calendárico. Igualmente, el 25 de Diciembre (día más corto en el que renacía el Sol: Mitra) se celebraba entre los latinos con la fiesta de "Sol Invicto". Aunque que desde el siglo IV ya la "noche más larga", se instituye como la del nacimiento de Cristo, para unificar el culto a Mitra con la figura histórica de Jesús de Nazaret (tras reconocer el Imperio la fílosofía cristiana, como religión oficial de Roma).








ABAJO: Imágen tomada del mismo libro (página 4), en la que podemos ver un pequeño horno del llamado "tipo árabe"; que consiste en una cámara superior y un habitáculo inferior donde se coloca la leña -habiendo sido este tipo de "ingenios" el medio común para cocer la cerámica, hasta la llegada del sistema eléctrico-. Junto la foto y en su pié, Domínguez Moreno escribe: "Los hornos en muchas culturas se han asimilado al vientre materno. A principio de siglo, todavía `las machorras´ de la región se metían por instantes en el horno para recibir el calor del fuego que las hacía fecundas". Rito curioso de fertilidad llevado a cabo hasta no hace mucho en Extremadura y que une claramente el significado del calor como fuente de vigor, con el del fuego, como transmutador y generador de vida. Conceptos de los que nació la idea que asimilaba el horno al útero materno.


Habíamos visto ya en la entrada anterior la unión que había en la Antigüedad entre la joyería -o los abalorios-, con el mundo místico. Hechos sobrenaturales y objetos de adorno que se relacionaban habida cuenta de que gran parte de las culturas (las más remotas), consideraban que el metal, tanto como las gemas, pudieron "llegar" o "caer" desde el cielo. Ello, debido a que la metalurgia en algunas de las antiguas civilizaciones nació gracias al estudio de los meteoritos; trás recogerlos, adorarlos o introducirlos en las hogueras. Aerolitos que se fundían o reventaban al contacto con el calor, dejando ver claramente a quienes los ponían en las brasas, la transformación mineral de los metales, a través del fuego. Hechos estos que se relacionaban plenamente con los misterios de la nutrición y de la vida; ya que los alimentos igualmente se transforman en las cocinas -tras asar los vegetales, pescados o carnes, cambiando completamente de forma, aspecto, sabores, o en su aporte proteínico y vitamínico-. Siendo también el fuego lo que genera la modificación del barro hasta cerámica. Hechos que explican la idea y el por qué en muchas civilizaciones se considera que el hombre fué creado desde el barro modelado. Ello como una sublimación del pasado, relatándonos que la cultura se inicia con el dominio del calor (en el horno), con la cerámica y posteriormente con la aparición de los metales.

Todo lo que llevó a identificar a las matronas con la metalurgia; madres e hijas que trabajaban con el fuego desde las Edades más antiguas (como alfareras o cocineras) y durante un tiempo en el que se adoraba a una "diosa madre" -fundamentalmente-. Por lo que desde auquella ancestral época, nació la idea que concebía a la mujer con una capacidad para crear y transformar los minerales de manera mágica -en sus cocinas o en sus hornos-. De un modo similar a como lo hacía con la comida y de forma semejante a lo que realizaba en su vientre: Creando vida desde la nada (del "calor" humano). Cuanto decimos, derivó hacia una mitología que identificaba el útero materno con el propio fuego, tanto como a la matriz creadora de metales, con la de una madre generadora de vida. Llegando a ser finalmente la palabra "hogar" una voz nacida del fuego (como "fogar", que procede del griego "faio" ). De donde se origina nuestra idea del "hogar" doméstico y de chimenea, cuya etimología está en la "hoguera" del Sol (centro generador de vida).

Así fue como la diosa del fuego que mantenía la casa viva -Vesta o Hestia-, se consideró la divinidad protectora del mundo doméstico. Ello en recuerdo a la "diosa madre", que en Anatolia y desde el II milenio se adoraba en la forma de un meteorito, como idea del fuego y el metal enviado por los dioses. Terminando por personificarse aquel aerolito sagrado en Roma con Cibeles; divinidad que presidía y daba nombre a la "civilización" -tanto como su antecesora Hestia en griego significó "él calor" (de la familia, del hogar, del Sol o de la Luna), terminando por nombrarse así al verano: El Estío-. Pero a su vez, la divina Hestia, era la esposa del señor del "fuego masculino"; aquel que de algún modo fuera una deidad solar, representada en los volcanes, cuyo nombre fué entre los griegos: Hefaistos. Palabra que une "Hestia" con la "hoguera" (Hestia+faio=Hefaistos) y dios al que los romanos apodaron como Vulcanos. Voz de origen semítico -a nuestro entender- y que deriva seguramente de palabras cercanas a Cain o Tubalcain; como deformación de "Ul-Cainus", "Tub-ul-Cain" y que entre los hebreos señalaba a los pueblos adoradores del metal (del Vulcano).


JUNTO Y BAJO ESTAL LINEAS: Abajo  (por error de edición se alteraron los pies de imagen): Foto tomada del blog del joyero Luis Méndez, quien continúa un taller familiar en el que se crea todavía "orfebrería clásica" del Norte de la Ruta de la Plata. Joyas cuyo parecido con las alhajas ibéricas, tartessias o fenicias (con dos o tres mil años de antigüedad) es asombroso. Impresionando este hecho más cuando vemos que desde el siglo XVII y XVIII se hacían exactamente iguales. Pese a que hasta hace apenas cien años no se habían hallado, estudiado, ni apenas se conocía la orfebrería de la Hispania prerromana. En la imágen que mostramos, de principios del siglo pasado, vemos a una pareja de charros (matrimonio salmantino) posiblemente engalanados para la boda -o ceremonia de importancia-. Observemos dos detalles interesantes, como son: La gran cantidad de collares que luce la mujer, quien va prácticamente cubierta por vueltas de cuentas en oro y plata, entre las que se ven infinidad de medallas, escapularios religiosos y talismanes (profanos). Al igual que él porta en su cuello un colgante muy similar al que llevaba todo romano hace dos mil años, llamado entre los latinos "bulla". Amuleto o adorno que nosotros hemos querido denominar "bolla" (como síncresis entre la "bola" y "la boya"); puesto que en tierras de Zamora y de Salamanca se denominan a estos colgantes "bolas" o "avellanas" y se tienen como talismanes que actúan contra el mal fario.

Sobre estas lineas (al lado y por error en edición): De nuevo traemos la foto tomada del libro ENSERES (4) -Catálogo del Museo Etnográfico de Castilla y León- para recordar los diferentes abalorios usados contra el Mal de Ojo y la Esterilidad en la zona alta de la Ruta de la Plata. Llamando la atención que casi todas son "higas" -objetos en forma de puño- o cuernos y astas (habiendo tan solo una con forma redonda, aunque esta que es la primera a la izquierda guarda mucha semejanza con el "ojo del Nazar" -pese a que en su interior contenga una medalla de Santa Elena-). Durante esta entrada trataremos de nuevo sobre el significado de aquellos en día de hoy, tanto como durante los más de cinco mil años de historia que tienen esos amuletos apotropaicos.



Pese a que Hefaistos-Vulcano era el diós de la fragua, donde se fabricaban los aperos, las herramientas y sobre todo las armas. Hestia (o Vesta) siguió siendo la diosa del fuego más puro, que se simbolizaba en la llama sagrada y eterna. Aquella "luz de hoguera" que se conservaba en Roma en un pebetero sacro, que jamás podía apagarse, custodiado por las hijas de las familias más nobles. Sacerdotisas de la Hestia romana, que se recluían en el famoso templo de Vesta y quienes tenían carácter divino; debiendo servir a la diosa del calor por más de cuarenta años (manteneniéndose en virginidad). Lugar que dirigía, vigilaba y regentaba directamente el sumo sacerdote (cargo que normalmente era ocupado por el mismo emperador); en el  templo donde se guardaba además del fuego vestal, el agua de su fuente sagrada y una enorme escultura con forma de falo (que presidía el atrio de aquel recinto). No vamos a tratar ahora sobre el significado de esa estatua del pene sacro que custodiaban las vírgenes de Vesta, aunque parece que su significado está plenamente unido al del dios egipcio Osiris (tanto como a los cultos solares, relacionados igualmente con la divinidad agraria del Nilo: Minu). Aunque sí diremos que la importancia de unir el culto al fuego con el del falo, nuevamente nos llevan a ritos de metalurgia y de forja; donde se conciben los aperos de labranza y las armas como el miembro viril. Herramientas del agricultor hechas en metal que se introducen el la tierra y la fecundan; tanto como las armas que se "clavan" en el cuerpo más débil, "transformándolo" (dando o quitando la vida).


Aunque lo más importante de cuanto narramos sobre Vesta es la preponderancia de una diosa en el culto a la hoguera; algo que creemos simbolizaba o reconocía que aunque Vulcano -Hefaistos-, fuera el forjador (un hombre). Los ritos de aquellas guardianas de la hoguera sagrada manifestaban que las mujeres habían descubierto "los misterios" del fuego y sus propiedades mágicas sobre los minerales. Transmitiendo a la Sociedad los secretos de la alimentación, de la cerámica y de la metalurgia. Unas matronas, que en el final de Neolítico y tras años de experimentación en sus cocinas o en sus hornos, iniciaron la nueva Era; sacando a la humanidad de la Edad de Piedra (al descubrir el fundido del cobre y posteriormente el del Bronce).


De todo lo expuesto, nos será fácil comprender por qué las mujeres -que hallaron la fundición-, hubieron de ser también las que fabricarían las primeras joyas (en piedras y metales). Tanto como partiendo de esta idea, nos será sencillo entender el sentido inicial que dieron a aquellos abalorios semisagrados que se colgaban. Unos creados con el fin de atraer al hombre o embellecerse; pero muchos hechos con un significado fundamentalmente mágico -para protegerse-. Aunque en la mayoría de los casos la orfebrería se hizo para distinguirse del resto de las personas (como atributos de poder y de belleza). Siendo un hecho cierto el de que los reyes o los sacerdotes -tanto como las mujeres- tuvieron un mayor poder sobre los subordinados -o sobre quienes les rodeaban- gracias a lucir determinadas joyas muy lamativas y "deslumbrantes".


De tal manera, fue común que los monarcas, los nobles o el alto clero, hubiera de llevar alhajas y atributos en oro y gemas; para conseguir que sus súbditos o fieles les rindieran mayor crédito y pleitesía. Aunque pese a esta función "mágico-religiosa" y de prestigio, en el uso piedras y metales sobre el cuerpo siempre hubo de existir un fin primordial, al sentirse el poseedor "superior y más atractivo". Por lo que verdaderamente y al menos entre las féminas, la joyería tuvo más una finalidad de embellecer a aquellas que las portaban. Así, gracias a esta capacidad de hacerse más atractivas a través de las alhajas, esos abalorios de nuevo adquirieron un diferente "carácter mágico": Como "embrujadores" del hombre, quienes sin duda se deslumbran al verlas lucidas por una mujer (sobre todo si es bella). Entendiéndose aquellos metales y gemas (enviados por los dioses), como un filtro de amor embrujador, o en cierto modo, "talismanes" capaces de aumentar el rango de la fémina. Siendo un gran medio para conseguir que los hombres tuvieran más deseos de acercarse a las que no eran "tan deseadas" (procreando y multiplicando su especie).


Estos hechos antes relatados, tanto como las indudables propiedades curativas que muchos metales y minerales contienen (al contacto con el cuerpo humano o bien químicamente tratados) (2). Fue lo que finalmente hizo nacer "la mística mágica" de las joyas. Ideas que consideraban las piedras preciosas, los minerales y los metales, como portadores de unos poderes medicinales, apotropaicos, o bien sagrados, regalados por las divinidades. De este modo, ya desde la Edad del Bronce los dijes, abalorios, collares, pulseras, coronas o torques, se tuvieron por objetos con un carácter sobrenatural. Pero sobre todo se les concedían unas facultades protectoras y sanadoras. De ello que se introdujeran en las tumbas, para acompañar al difunto a la "otra vida", para que actuaran en favor de los dioses al presentarse con ellas el fallecido en el más allá, o  para que ahuyentaran a los profanadores.


Carácteres que en nuestra opinión proceden de esos "dones" médicos que los minerales tienen para curar (3); algo de lo que consideramos nacieron los escapularios, talismanes y los dijes mágicos. Y por todo cuanto venimos explicando, es nuestra teoría que reacciones tales como la oxidación que la plata (o del bronce), pudieron ser los motivos por los que se sacralizan los colgantes hechos en metal. Ello porque sus óxidos generan unos nitratos con capacidad de acabar con ciertas bacterias (que transmiten enfermedades altamente contagiosas y de gran peligro). Esterilizando (de algún modo) aquel óxido de plata, de cobre y de los minerales que colgamos en las joyas; la piel, los ojos y las zonas que nos toquemos. Ello, tras haberse llevado las manos sobre una medalla (o el talismán), poníendolas a continuación en ciertas zonas del cuerpo. Siendo de destacar la protección que pueden dar a los ojos y a las heridas estos óxidos, dado que áun hoy se protegen con nitrato de plata de las enfermedades infecciosas. Por lo demás era sabido desde antiguo que la "roña" del cobre igualmente desinfectaba heridas (o ayudaba a curar ciertas dolencias), tal como hubo de ser conocida la capacidad de esterilizar que tiene el mercurio. Metal líquido cuyos vahos o en contacto con ciertas zonas del cuerpo "abiertas", puede conseguir que sanen (de aquí el famoso mercurio-cromo tan usado sobre cualquier punto de infección).


Por todo ello, gracias a esos óxidos y minerales "sanadores", tanto como a la capacidad que ciertos metales tienen al ponerse sobre la piel, para gererar un placebo en el cuerpo (eliminando ciertos dolores de las articulaciones y de los huesos). Creemos que se llega a creer y a conferir "magia a las joyas", algo común en todas las civilizaciones. Ello en base a unos poderes que se atribuyeron a las alhajas, concediéndoles unos fines curativos mucho mayores a los que puedan tener, tanto como un significado social que llega a unirlos e identificarlos definitivamente con algunos poderes (la corona, el cetro, el anillo sagrado etc). Algo debido también al "origen divino" de las gemas de valor, tanto como a los metales preciosos; al pensarse que habían caido del cielo y eran enviados por los dioses. Todo ello porque -como vimos-, en las Sociedades más arcaicas se consideraba que el oro, la plata, el hierro, el mercurio, el cobre, o el estaño; eran partes de los planetas, venidos hasta la Tierra. Fragmentos del mismo Sol, de la Luna, de Marte, Mercurio o Venus; caidos en el terreno a través de bolas de fuego (meteoritos con metales), que habían actuado como semillas en los campos, fertilizándolos y haciendo nacer en ellos las vetas y las minas de "los minerales de los dioses". Por su parte, las piedras preciosas además tener unos usos medicinales y curativos reconocidos por todo médico en la antigüedad, tambien eran consideradas como "hijas de los astros" -De tal modo, ya vimos como el topacio antiguamente se tenía por perteneciente al Sol, las perlas de la Luna, el rubí de Marte, la esmeralda de de Mercurio y etc.-.


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, estatua de Hermes (Mercurio griego) en la forma más antigua que se da ya en el siglo VI a.C.. Figurando este dios en estos cipos llamados Hermas, con forma cuadrada o cónica, en cuyo centro del pilar se solía tallar un sexo masculino. Encima de este pedestal de carácter fálico se situaba la cabeza del dios del comercio, que entre los helenos más bién se consideraba un mensajero o protector de caminos y como tal una deidad benefactora, muy relacionada con la prosperidad, la fecundidad y la fertilidad de la tierra (la estatua de la foto, pertenece al British Museum, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen de esta escultura hermáica fehada entorno al 520 a.C.). El origen de estos Herma se encuentra en un hecho histórico referido a las vías helenas, que aún se conserva en algunos rituales europeos. Pues los griegos tenían por costumbre marcar las encrucijadas de caminos con montones de piedras que arrojaban los viajeros (tal como se hace en nuestros días en algunas rutas sagradas). Pero desde el 520 a.C. deciden sustituir esas pilas de piedrecitas acumuladas en los cruces, por unas columnas en las que ponen la cabeza de un dios barbado (que pasa a llamarse Herma, voz que en griego significa "pilastra"). De este hecho surge la deidad que más tarde se hace patrón de viajeros, caminantes, comerciantes (y hasta de los ladrones).

Abajo: Bajorrelieve que representa Mercurio con el caduceo, escultura del Teatro de Sabrata (Libia) -perteneciente a su pulpitum, sexta exedra-. En este relieve, vemos claramente al dios del comercio representado en su "forma romana" y portando el Caduceo, atributo de esa divinidad latina, símbolo del acuerdo y del mercado; que se compone de dos serpientes enroscadas entorno a una vara alada (mirándose de frente y manteniéndose "en paz"). Sobre el significado del Caduceo, como estandarte del comercio, la sabiduría y el acuerdo -e incluso de la medicina-, trataremos en esta entrada. En la que también hablamos del uso y significado del mercurio (metal) como elemento químico para depurar y trabajar a la perfección el oro y la plata.



Si deseamos entender el significado de la compleja simbología de los minerales y del dios del mercado, habremos de estudiar en primer lugar la función y el uso del mercurio como metal. Con lo que comprenderemos por qué este líquido mineral se instituyó como símbolo del comercio (dando nombre en Roma al propio "mercado"). Habida cuenta que es la "piedra de toque" para depurar y tratar toda fundición noble. De tal modo, el oro o la plata -y hasta el estaño-, debían pasarse por la "decantación" del mercurio, ya que tras haber sido introducidos en este (o "lavados" con ese metal), se conseguía obtenerlos totalmente puros. Esta facultad de "limpiador" de oro y plata, tanto como su capacidad incluso para diluir los minerales nobles (sabido es que si se mezclan metales blandos en él, se licúan), le confirió al Hermes griego el nombre de Mercurio.

Tanta era la importancia del ese "mineral líquido" en la metalurgia, que bastaba con moler piedras que contuvieran oro o plata y luego pasar las arenas obtenidas por vapores de aquel (tocarla con mercurio), para obtener y separar en el polvillo, los metales nobles hechos pepitas. Ello, como hemos dicho, le confería la categoría de "piedra de toque" para conseguir mineral precioso en estado puro (tanto como para trabajarlos). Siendo tal su importancia, que las únicas minas que comunmente carecían de autorización para ser explotadas por privados, solían ser las de mercurio. Tanto que comunmente no se dejaba la obtención de este a particular alguno. Incluso quienes trabajaban en sus yacimientos, solían empaquetar las extracciones en estado petreo para mandarlas a la metrópoli. Allí donde se refinaba y se obtenía de aquellas piedras enviadas en bruto, el mercurio con el que se elaboraban los metales nobles. Ese fue el caso de Almadén, donde toda roca de azogue que se recogía, se precintaba y sellaba, para mandarla hasta Roma; sin permitir que ningún tercero las manipulase hasta que los funcionarios del Imperio la convirtieran en "metal líquido".

Pese a ello, este dios del mercado, antes de llegar a ser la importante deidad que fuera entre los latinos, sabemos que tuvo sus orígenes en el "extraño" Hermes griego. Un dios de los caminos, cuyos comienzos y antecesores fueron las deidades de la fertilidad y de la prosperidad más antiguas (por no decir arcaicas). Figuras muy relacionadas con la semilla y las cosechas, que desde el II milenio gozaban ya de carácteres similares a los de Mercurio-Hermes. De tal manera, vimos en anteriores entradas cómo el antecedente más primitivo de estas deidades greco-romanas hubo de ser el dios egipcio de la fertilidad (llamado Minu -Min, o Menu-). Cuya imagen era la de un hombre con flagelo y de tez oscura, coronado como faraón, desnudo e itifálico. Dijimos que aquel Minu simbolizaba los beneficiosos limos de la inundación del Nilo (de color oscuro) en la figura de un faraón-agricultor deificado. Al igual que su falo erecto, sublimaba la herramienta para sembrar (el arado o la azada); con la que se abría la tierra y se fecundaba. Itifalia que en Egipto era sagrada, puesto que ya vimos como el pene era la parte perdida de Osiris, tras ser muerto y descuartizado (que nunca fue hallado y su viuda -Isis-, concibió al hijo de ambos desde uno artificial creado por ella misma. Narración del Nilo que esconde los misterios de la agricultura unidos a los de la concepción).

En referencia a todo ello, Heródoto nos habla de las fiestas en las que se rendía culto al falo en Egipto, comparándolas con las celebraciones de Dionisos en Grecia. Comentando el gran parecido y significado entre los rituales, relacionados en un lugar y otro con el deseo de fertilidad en las cosechas y en las familias (pese a que en el Nilo, aquellas contaban con más dos mil años de antigüedad ya en los años de Heródoto). En la narración que el "padre de la Historia" realiza sobre las llamadas "Faleforías", comenta como entre los nilotas se llevaba igualmente un gran pene de madera sobre parihuelas,, aunque advierte que las procesiones en Egipto eran mucho más tristes y serias (5). Careciendo allí de coros y danzas alrededor del falo sagrado -posiblemente porque aquel miembro venerado en el Imperio faraónico, era el amputado de Osiris-. Hechos estos que ratifica Plutarco, afirmando que el dios del Sol, en el Nilo, era una divinidad agraria, que se representaba por ello con su sexo erecto en relación a la virtud generadora y fecundadora de su luz -la del astro rey-. Unos ritos que parece llegaron durante el I milenio a.C., desde el Imperio de los faraones hasta Grecia; transformándose allí e integrándose sobremanera en esta sociedad egea. Estando muy influida toda la mitología helena de hechos y divinidades semejantes a Minu y Osiris, quienes de algún modo son comparables a los dioses: Príapo y Dionisos.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, busto del banquero romano Lucio Caeciluis Iocundus, encargado por uno de sus sirvientes y hallado en su casa de Pompeya (actualmente en el Museo Nacional de Nápoles, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). La cabeza se sitúa sobre una pilastra llamada Hermáica, que ya dijimos consiste en un Herma; piedra fálica, que posteriormente se convierte en un cono y más tarde se talla en estas columnas cuadradas (sobre las que se elevaba la cabeza del patrón del comercio). Posteriormente, cuando el dios Hermes pasó a tener figura humana, como personaje con sombrero y bolsa; se instituye la costumbre de elevar los retratos de ilustres ciudadanos sobre estas basas cuadrangulares ("Herma", del griego <= "pilar, columna baja, o mojón"). Su origen quedó olvidado ya que procedía de los montones de piedras usadas para marcar los cruces, que desde el siglo VI a.C. se sustituyen por estos pilares (labrabando a media altura la figura de un sexo masculino). Más tarde cambia el uso en las vías de aquellas pilastras y pasan a usarse frente a las casas, en jardines o en las plazas, como símbolo del dios lar. Terminando como simples basas para retratos, que en el caso de esta de Lucio Cecilio Jocondo, está representado claramente al banquero como un dios Mercurio; tanto que en la parte baja de su escultura podemos ver el sexo tallado sobre la pilastra.

Abajo: Siglos más tarde el dios del "Herma" (de la basa cuadrangular) pasó a tener figura humana y a representarse como un personaje con sombrero de alas, bolsa y con capa y sandalias (a modo de un comerciante). En la imágen bajo estas lineas ya vemos al Hermes heleno en la forma muy similar a la que le dieron en el Lacio, transformándolo en Mercurio. Se trata de una placa de terracota del siglo IV a.C, hallada en Magna Grecia, en la que vemos al dios del comercio junto a Afrodita en su carro tirado por el hijo de ambos (Herma-Afrodito); siendo muy importante que en el bajorrelieve Hermes presente los atributos de Mercurio: Rostro barbado, sombrero (pétaso) y calzas. Por su parte, las sandalias con alas son un símbolo de la "facilidad" para ir de un lado a otro -siendo destacable también que aquí el dios presenta su sexo al desnudo y en forma priápica (aunque parece haber sido dañado el bajorrelieve en esta zona)-.


Como decimos, el nuevo dios Hermes debió nacer tras el 520 a.C. cuando al busto que custodiaba las encrucijadas (Herma=mojón), se le concedió y creó una mitología propia. Pronto fue "unido" a Afrodita y de ambos nace un ser "extraño" que terminaría llevando el nombre de los padres: Herma-Afrodita. Este que se considera el primer transexual de la Historia, parece que contiene los "misterios" antiguos sobre la fecundación, de lo que se puede considerar nos habla de las comadronas, que no pudiendo tener hijos -por carecer de amante o por ser estéril su marido-; pedían a otras que les fecundaran (pasándoles simiente de un hombre fértil, tras haber copulado las segundas con uno fértil). De ello que su nombre se relacione con la diosa de la belleza "Afrodita" y el pilar fálico "Herma"; siendo igualmente la figura "idealizada para los helenos" del hombre que atrae a otro, como si de una mujer se tratara (pese a tener "herma" = "pilastra"... -por no escribir "pilila"-) .

Todo cuanto vamos relatando hizo sin duda identificar al nuevo dios Hermes con otros mucho más arcaicos, cuyos atributos y funciones se parecían, pero ya como deidades del sexo. Nos referimos concretamente a los que cuidaban del campo o de las cosechas, y en especial a Príapo; que también se representaba en los mojones que marcaban las lindes de las propiedades. Siendo este Príapo una deidad que conseguía que los extraños no pasaran a tierras ajenas; ello gracias a que se señalaban las propiedades con esas piedras hincadas (de forma también fálica), en donde era representado este dios de la lujuria. Por todo aquello el heredero directo del Minu egipcio en la hélade, fue este Príapo; del que sabemos que se trataba de un hijo de Afrodita. Diosa que lo abandona a los pastores, por la vergüenza que produjo a la madre ver la deformación de su descomunal miembro viril, tras parirlo. Aquel niño fué recogido y criado entre las gentes del monte, que le llamaron "Briaepos", cuyo significado en griego era "ahuyentador"; pues se decía que la imagen de su tremendo falo hacía huir a los malos espíritus, a las peores cosechas, a la esterilidad y al infortunio (principalmente de los campos). De ello que en las procesiones donde se le veneraba, hubiera todo tipo de matracas, tambores, gran alboroto y griterío; con el fin de espantar malvados hados.

Pero en verdad el origen y ritual de aquel dios del gran pene, provenía igualmente de las marcas en las lindes, que se señalaban con mojones; piedras en forma de falo, semejantes a un cipo (relacionadas con la deformación del Hijo de Afrodita). De tal manera, como en la Hélade era costumbre desde los tiempos más remotos poner aquellas señales pétreas con el fin de que nadie las traspasara. Consideron que esos mojones (parecidos a un gran pene), eran los que conseguían ahuyentar a los malvados y a los extraños de los terrenos. Así se tuvo al dios Príapo como el mayor protector de las cosechas y de los campos. Naciendo de aquellos cipos hincados en la tierra, toda una mitología relacionada con el sexo, que presidía los rituales de fertilidad y fecundidad dedicados al dios hijo de Afrodita. Celebrando en su honor fiestas orgiásticas y obscenas, para favorecer la buena cosecha y la protección de los campos; festivales que se mantuvieron seguramente en ritos muy semejantes a los que conservan nuestros Carnavales ("procesiones carnales", igualmente celebradas desde principio del año -calendárico o zodiacal-).

De tal modo, aquellos marcadores de las "lindes priápicas" se debieron identificar con los que se pusieron en los caminos a fines del siglo VI a.C.; por lo que el "nuevo" Hermes, heredó muchos de los caracteres del dios deformado. Sustituyendo en gran parte a Príapo en algunas de sus funciones y atributos. Tanto que el típico pilar que los helenos tenian frente a sus casas que se sabía era un falo priápico, venerado como dios guardián o para evitar el aojo (a veces hecho en piedra y otras en madera de higuera). Pasó a ser considerado finalmente como un Hermes. Consiguiendo que este dios pasara a ser el de los camino y el comercio; tanto como más tarde lo fue el de la buena suerte (por afinidad e identificación con el falo); logrando identificarse el Mercurio heleno finalmente con el protector de los hogares, sustituyendo al pene (columna de Príapo) que cuidaba las casas.

Aunque antes de llegar a conformarse el dios Hermes, aquel "Priapo" figurado en un pedrusco con forma cónica, también tuvo diferentes transformaciones, procesos y deidades afines. El primer y más cercano "antecesor" fue el dios Pan, que "guardaba" y atacaba en los bosques. Sátiro cuyo mito se relacionaba con la ley que permitía detener a cualquier extranjero  -o extraño-  que merodease por tus tierras (habiendo pasado una linde, o que no respetara los mojones). Teóricamente aquella detención permitida por encontrarse en campo ajeno, era para poner al extraño ante un Consejo para que le juzgaran. Precepto que muchas veces no se cumplía tal como se dictaminó, ya que en la Antigüedad lo más común es que se limitaran a detener y dar muerte a todo aquel que atravesara tierras marcadas (o que apereciera en un lugar ajeno, sin tener permiso de los propietarios -sobre todo si este era un poderoso-). Una costumbre era terrible y bárbara, pero nacida para salvaguardar cosechas y los bosques de los enemigos (que comunmente provocaban incendios). Tanto como para protegerse de los ajenos al grupo, quienes podía robar o destruir los cultivos y los frutos, de los que dependían las "polis".

De tal manera, parece ser que la misión de la custodia libre del campo quedaba en gran parte en manos de los pastores y cazadores (gentes que no estaban "muy civilizadas", ni integradas en las "polis"). A quienes los agricultores y propietarios de los terrenos les dejaban cazar, pastar y ramonear en sus bosques, a cambio de que "eliminasen" a todo intruso y evitaran la entrada de estos en sus cultivos. De esta costumbre muy extendida en el Mundo Antiguo seguramente nació la figura del dios Pan, tan relacionado con Príapo por ser su culto igualmente fálico por nacer de las marcas o lindes de terrenos. Aunque el segundo se representaba por un hombre mitad bestia (con patas, rabo y cuernos de cabra), de una insaciable voracidad sexual y que vivía escondido en los bosques, asaltando a los caminantes.

Un Pan o Fauno, que personificaba a los individuos más aculturados o incívicos de la Sociedad; significando a su vez el estado semisalvaje del hombre, antes de vivir en las "polis". Por lo que se le imaginaba un humano mezclado con ganado, a la vez que su comportamiento era irrefrenable (como sátiro violador y asesino). Figura que recuerda a los que en época greco-romana vivían en los campos (ajenos al mundo de la civilización), permaneciendo casi en estado salvaje. A quienes "usaban" para guardar los cultivos y los bosques de los intrusos; permitiéndoseles vivir en esos campos, cazando o pastoreando, a cambio de que detuvieran (mataran o asaltaran) a todo extraño que sobrepasara los mojones de las lindes.

Mito y figura del dios Pan, que tanto ha inspirado los diseños del demonio (hasta en el Cristianismo); debido a que este sátiro de los bosques era famoso por atacar y violar imùnemente a cuantos cruzaban los campos. Produciendo entre los antiguos su aparición un terrible miedo ("pánico" = "pavor"), impidiendo ese horror hacia él, que las gentes fueran a robar los cultivos, o a cazar en montes ajenos. Ya que cuando las mujeres y hombres intuían que por aquellos lugares existían "cuidadores" (Faunos), sabían que podían a ser atacados por ese "sátiro diablo"; quien violaba, mataba y hasta despellejaba impunemente a los que se cruzaban en su camino. De ello que quizás los que tenían como misión guardar los campos, tocasen la famosa flauta para alejar a los intrusos; lo que debió generar el mito que narra como cuando Pan hacía sonar su "sirinx", se producía el "pánico" -y por lo que hemos visto, aquel dios y su zampona no era más que la personificación de los ajenos a la "polis" que vivían en las montañas, cuidando para que nadie sobrepasara las lindes (marcadas con los "hermas")-.

De cuanto vamos narrando hubo de nacer la costumbre de cuidarse muy bien por respetar las marcas de mojones, de lo que aquel pedestal con forma falica (el de Hermes o el de Príapo), verdaderamente ahuyentaba todo mal de los campos. El primero porque señalaba los caminos y el segundo porque marcaba por dónde se podía andar sin peligros. Más tarde, parece que se debió de dar forma perfecta y cuadrada a aquellos pedestales, grabando en ellos el bajorrelieve de un sexo masculino. Coronando finalmente estos pilares con la cabeza de un dios barbado. Hermes que ya hemos visto fue colocado desde el siglo VI a.C. en las encrucijadas de carreteras, para fomentar el mercado y desear el buen viaje. Por lo que aquel "nuevo dite" no solo deificaba la prosperidad y la fertilidad -tal como hacía Príapo-, sinó que también se eleva como patrón del mercado; que fundamentalmente precisaba del transporte, trueque y guarda de la mercancía. Hecho este por el que unos siglos después, aquel dios griego es representado con pétaso -gorro alado-, y una bolsa de comerciante; a la vez que con una esclavilla de viajante, denominádose entre los romanos: Mercurio (como el metal con el que se trabaja el oro y la plata).

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, portada del interesante libro en el que se tratan varios aspectos de la sexualidad y religión en el mundo antiguo: EL SEXO EN LA ANTIGÜEDAD, en edición dirigida por el magnífico catedrático y gran especialista en arqueología ibero-hispánica: Prof. Sebastián Celestino Pérez. (observemos que recoge la foto de portada una figura Priápica, muy común entre los objetos de uso de la antigüedad, al considerarse este dios del pene descomunal, el de la buena suerte).
Abajo: Escultura de finales del siglo I a.C. hallada en Delos y propiedad del Museo Nacional de Atenas (catálogo 3335) -al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-. Representa a Afrodita y Pan, sátiro que pretende lograr los favores de la diosa del amor, mientras esta le "amenaza con una sandalia". Observemos asimismo como el Fauno pisa el pié descalzo a la diosa (en un gesto alusivo a un intento de forzarla), a la vez que aquella tapa su sexo con una mano, que Pan intenta retirarle. Sobre el significado de esta interesante representación y sobre el simbolismo de la sandalia en Afrodita, hablamos a continuación.






Como explicábamos, uno de los más importantes amantes de Afrodita fue Hermes, con el que precisamente concibe a Pan; por lo que en la escena anterior, a quien intenta forzar el sátiro, es a su propia madre. Aquella le amenaza con una sandalia, algo que tiene su significado por el carácter fetichista del calzado, pero sobre todo se relaciona precisamente con la concepción de Pan. Ya que narra la mitología como mientras se bañába Afrodita, un águila le robó una de sus sandalias de oro. El ave la llevó en su pico hasta Egipto, lugar al que la diosa llegó persiguiéndola. Allí se encontraba Hermes (por tenerse el Nilo como una de las patrias de ese dios) y enamorado de la belleza de Afrodita, procuró dar caza al águila y devolverle la sandalia. Tras ello la diosa en agradecimiento le entregó su cuerpo, naciendo como fruto de aquella unión el sátiro Pan.

El relato puede relacionarse en parte con el significado del calzado en la Antigüedad, que de algún modo cumplía funciones de prestigio y hasta mágicas (puesto que un viajero, o un militar o un sacerdote, debía llevar un tipo de sandalia; tanto como era común representar a los dioses descalzos). De igual manera, el mito pudiera estar unido simbólicamente al calzado alado de Hermes; que ya dijimos significaba la facilidad del dios para llegarse pronto a cualquier lugar (incluso pudiendo referirse aquellas alas de sus sandalias, a las velas de los barcos de los mercaderes -naves, que como las aves, se movían por efecto del viento-).

Aunque realmente lo que viene a simbolizar el relato de Afrodita y el águila procede de que la sandalia tenía un fuerte componente sexual en Grecia; no solo por la forma de "calzarla" (similar a la cópula), sinó por el hecho fetichista de embellecer una parte altamente erótica del cuerpo -al menos para los antiguos-. Siendo además esta el reclamo conocido entre las prostitutas helenas (o mujeres de costumbres relajadas). Sabiéndose que una de las maneras de provocar e incitar en secreto, era grabando en la suela de su sandalia palabras que aludían a "llamadas", para que los hombres les sigueran. De tal manera fue común entre los diferentes tipos de "mujer alegre" griega y para encontrar amantes (sin llamar la atención); que se calzaran una sandalia en cuya parte baja habían escrito a la inversa sugerentes mensajes. Palabras que en forma de impronta quedaban grabadas sobre la arena (mientras provocativamente andaban). De tal manera y con ese "sello" bajo el calzado, el suelo quedaba marcado con la palabra "sígueme" o "ven conmigo", cuando aquella mujer deseaba que se "imprimiera" dando un golpe con el pié; bastando arrastrarlo al andar para que nada apareciera escrito bajo la sandalia (de no encontrarse ante un amante deseado).

A ello creemos que se refiere ciertamente el relato de la sandalia de Afrodita, dejando ver de un modo claro que los orígenes de Pan eran "muy poco nobles". Puesto que si aquel había sido concebido en el episodio en que Afrodita se entrega a Hermes, cuando este le devuelve el calzado; hemos de pensar que su nacimiento se sebe a un "intercambio carnal". Tanto más al decirnos el mito que la sandalia perdida y devuelta era de oro, dando a entender un gran valor económico a aquel objeto (tan preciado o útil para las prostitutas griegas). Por lo que hemos de suponer que el Fauno nace por obra de un "encuentro similar"al que los helenos tenían con sus rameras, tras seguir las marcas escritas con su calzado. De lo que la vida de Pan en los bosques, conviertiéndose en un ser incívico y salvaje, seguramente se refiere a las mujeres de vida alegre y a sus hijos, a los que abandonaban o relagaban a otras gentes (del campo o de los montes), para que allí los criaran. Ello enlaza de nuevo con la historia del otro vástago de Afrodita, del que ya hemos tratado: El deforme Príapo; que igualmente fue entregado a unos pastores, por la vergüenza que de él sentía su madre. Insinuando la mitología que ambos (Pan y Príapo) fueron nacidos y concebidos por una "relación mercantil" (de comercio carnal), por lo que finalmente fueron abandonados en los campos. De todo lo que deducimos, tras revisar lo dicho sobre el Mercuirio heleno, cómo existe una relación muy estrecha que identifica a Príapo y Pan, tanto como a ambos con Hermes (el dios de los mercaderes, que en el caso de la concepción del Fauno puede referirse al "mercado amoroso").

Por lo demás y tal como dijimos, en estos sátiros de los bosques, es donde se inspiran la mayor parte de los ritos y fiestas de Marcaradas, cuyo origen se remonta a la Antigüedad. Refiriéndonos a los centenares de Carnavales con verdaderos arraigos primitivos (romanos o prerromanos), cuyos protagonistas son diablillos, botargas, tafarrones, colachos y un sinfín de nombres que se dan a esos que representan "al demonio don Carnal". Figuras del malvado que sin duda en su mayor parte están plenamente inspiradas en el dios Pan (e incluso en Príapo) como recuerdo del mundo incívico anterior al nuestro; de las sociedades aculturadas y del tiempo en el que el hombre vivió entre las bestias, siendo casi una de ellas, dependiendo fundamentalmente de la caza, de la fertilidad del campo y del ganado.

Por todo esto, en los diferentes Carnavales y Mascaradas de origen pagano, que se celebran en España desde el Solsticio de Invierno (o el fin de año calendárico); hasta en los más famosos, que son los del principio de ciclo agrario (del anuario de Horóscopo, en los días del Aries -en Marzo-). Podemos observar como en aquellas fiestas que gozan de verdaderas raices rurales, tienen concelebrantes disfrazados de dioses como Pan, o de de diablillos del campo. Así los mozos vestidos como ancestrales divinidades del sexo, o dioses de la fertilidad (y de la crueldad); realizan sus mágicos rituales con el fin de fecundar los campos y las gentes. Distinguiéndose y siendo común en casi todos ellos el flagelar, fustigar, asustar y perseguir a la población asistente; "espectadores" que extrañamente se sienten honrados o divertidos al ser apaleados por los "demonios". Una costumbre igual a la que realizaban los griegos y romanos dos y casi tres milenios atrás, en las fiestas de los Faunos y en los ritos de Príapo (fustigando a los asistentes, para aumentar su fertilidad). Algo que del mismo modo observamos en el dios egipcio de la agricultura (Minu), quien lucía un gran flagelo como símbolo de su fertilidad (puesto que el golpe del látigo hiriéndo la piel se identificaba con el del arado sobre la tierra).

BAJO ESTAS LINEAS Y JUNTO A ELLAS: Al lado collar de azabache, abalorios y hacha pulimentada; objetos eneolíticos fechados en el IV y III milenio a.C. (pertenecientes al Museo Arqueológico de Burgos al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Llama la atención que hace ya más de cinco mil años, las joyas se hicieran con materiales de lignito, iguales a los que hasta hoy se fabrican. Ello porque se considera uno de los minerales mejores para combatir el aojo y con más poder frenta a los malos espíritus. Tanto, que aun en nuestros dias, en la capital de la peregrinación (Santiago de Compostela) podemos comprar amuletos (conchas o higas) hechos en azabache, y que nos ofrecen junto a la figura del Apóstol por su carácter apotripaico. Ello creemos se debe seguramente a las propiedades médicas de este cárbón (6), cuyas más importantes minas de Europa se encontraban en La Coruña y Asturias -en pleno Camino de Santiago-.

Abajo: Hachas neolíticas pulimentadas procedentes de Burgos y propiedad de su museo arqueológico (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Este tipo de utensilios fueron tenidos como fabricados por los dioses; debido a que hasta el siglo XVIII no se generó la teoría arqueológica que explicaba como durante un tiempo el hombre las utilizó, por carecer de metales. Su profusa aparición en lugares tenidos como sagrados (cuevas con manantiales o bajo los templos antiguos), hizo creer que eran de igual origen que los meteoritos. Además por su parecido con las fulgitas (piedra vítrea que se forma al caer el relámpago sobre arenas de sílice), llegó a pensarse que se trataban de "hijas del rayo", tal como se las llamó en casi todas las civilizaciones. Aún hasta el siglo XVII se guardaban como bienes preciados, considerándose que tenían enormes poderes para portegerse de la tormenta y para fertilizar los campos, llamándolas en España "piedras del rayo". Habiendo sido identifificadas por muchos con los aerolitos, cuyas formas son igualmente de apariencia absolutamente artificial. El culto a estas bipennas en la antigüedad, tanto como la reverencia guardada a los meteoritos consideramos que generaron rituales como los del Labrys (el hacha doble sagrada de Creta) o el de Júpiter Petreo de Roma (Júpiter Lápidus, Padre de la Union, simbolizado en una de estas hachas que guardaba el Capitolio).


Para concluir la presente entrada, incluiremos algunas ideas sobre Hermes-Mercurio, que aún quedaron sin explicar o unir totalmente. Entre ellas destacamos en primer lugar que se tenía a este dios por creador o descubridor del fuego. Algo que puede extrañarnos en una divinidad del comercio (que para nada precisa de la hoguera), aunque si profundizamos en el sentido del mercurio, como metal y "piedra de toque" del oro y la plata, comprenderemos que aquel significaría la fundición. Ello precisamente porque el mercurio "fundía" en frio los metales nobles y porque su aspecto es el de un metal licuado. Un mineral que conseguía deshacer a otros solo con su contacto y que debió tenerse por la figura en frio de un metal en estado incandescente.

Consecuentemente, aquel dios del Mercado se unió comunmente a Vesta (Hestia), la diva del calor y de la hoguera, cuyo templo curiosamente estaba adornado con un gran pene (tal como figuraban los Hermas, o primeras estatuas del dios mercader). Viéndose en todo ello como el mercurio metal y deidad, en verdad era el hacedor de la alquimia (la magia de los metales). Por lo que se debió considerar uno de los más poderosos y sobrenaturales objetos que en la Naturaleza podía hallarse. Tanto más cuando su contacto con la piel, lograba desinfectar las heridas. De lo que aquel elemento que lograba purificar el oro, la plata y hasta sanar, se hubo de tener por tan sagrado que en la misma semana, su día y planeta figuran en mitad. Como intercediendo o mediando entre los otros seis dioses: Sol, Luna, Marte, MERCURIO, Júpiter, Venus, Saturno (domingo, lunes martes -MIËRCOLES-...). Quedando así como padre del acuerdo, de la balanza y del equilibrio, de los pesos y medidas; como dios de los misterios de la ciencia y de la metalurgia y de todo lo que se llamó por aquel: Hermético.


CITAS:








(1) Jose Ma. Domínguez Moreno, CULTOS DE FERTILIDAD EN EXTREMADURA, editado por la Consejería de cultura de la Junta de Extremadura, 1987
(2) Sobre lo que decimos sobre las propiedades curativas de los metales y de los minerales es un tema que la magia y la medicina desde los tiempos más remotos ha tratado. De tal modo en Egipto Antiguo, todos los papiros médicos dictan recetas expresando las propiedades de minerales y metales (molidos, mezclados, bebidos o untandos en cremas y grasas). Muchos de ellos son verdaderamente útiles y tienen una razon relacionada con la finalidad curativa que le dan. Entre estos destacamos el carbón mezclado con grasas (llamado hoy "coal o kayal-coal") que desde los tiempos más remotos se a adminisrado como rimel en ojos y que sirve para porteger las pupilas del exceso de luz, tanto como recoge con la grasa el polvillo, la arena y la suciedad de zonas como el desierto, a la vez que el mismo carbón actúa como lubricante e "higienizador" del lagrimal (resultando más eficaz que unas gafas de sol para la fotofobia y más útil que un colirio, para la limpieza y protección del iris). Entre los Lapidarios de medievo que tratan de estas propiedades de los metales y minerales, destacan el de San Isidoro de Sevilla y el de Alfonso X el Sabio.
(3) Repetimos lo dicho en la cita anterior, aunque añadimos que por ejemplo los óxidos de los diferentes metales fueron conocidos desde la más remota antigüedad como anti-inflamatorios y esterilizadores de heridas (o antídotos de enfermedades contagiosas). De tal modo, se limipiaban comunmente las heridas de guerra con óxido de cobre o de plata, por sus propiedades esterilizadoras; a la vez que siempre se colocaban medallas de plata y bronce a los niños y mayores -ya desde el IV milenio a.C.-. Ello creemos que se debió a que posiblemente con estas medallas se evitaba en parte el contagio de ciertas enfermedades -sobre todo las transmitidas por bacterias y por las mucosas-. Ya que el óxido de plata (o de cobre) que se genera con el sudor corporal al contacto con una medalla, puede realizar "ciertas funciones" para esterilizar y combatir algunas bacterias. De tal modo es nuestra teoría y creemos que el origen de los escapularios sagrados, se debe este uso médico de sanación por oxidación en sus metales (que puede comprobarse científicamente) -tanto como a los beneficios sobre las articulaciones y huesos que ciertos metales generan cuando entran en contacto con la piel-.
(4) Página 208 del libro ENSERES Exposición del Museo Etnográfico de Castilla y León comisariada por Carlos Piñel y Joaquín Díaz (Zamora 2003)
(5) Heródoto L.S.L.d.l. H. (II,48).
(6) Sobre las propiedades que sacralizaron en azabache y sobre lo que los lapidarios antiguos narran de estas, consultar: EL CUERPO EN LA TRADICIÓN Fundación Joaquín Díaz, Valladolid 2007 / Obra: HIGA, HIGO, HÍGADO Y AOJO (MAGIA RELIGIÓN Y MEDICINA) Pags. de la 42 a la 149.