Esta entrada es continuación de las diez anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, portada del libro de Jose Ma. Domínguez Moreno en el que trata sobre los cultos de fertilidad en Extremadura que aún en nuestros años perviven (1). En la imágen, observamos la danza ritual de San Blas, que se lleva a cabo cada dos de Febrero en Nuñomoral, para invocar la "venida de la cigüeña" y la llegada de neonatos al pueblo. Ritos de fecundación que comienzan desde estas fechas de Enero, donde tras la Navidad y el Año Nuevo se celebran diferentes fiestas (muchas de origen profano) como bienvenida al ciclo anual. Doce meses que se renuevan y que de algún modo se simbolizan en los recién nacidos y en los niños que vendrán durante este año próximo, a los que se rinde culto en diversas festividades (cristianas o paganas). Por todo ello, ya desde las primeras semanas de este mes, comienzan las distintas celebaciones cuyo recuerdo es la antigua invocación a la fertilidad y a las buenas cosechas para el fururo ciclo agrario.
Siendo quizás los primeros "Carnavales" de Europa, las mascaradas que en estos dias ya se llevan a cabo en algunas localidades de Cantabria (como "La Vijanera"). Aunque en muchas otras zonas de montaña peninsulares, se conserva todavía el ritual de celebrarlos para el mismo Solsticio -durante el dia de Navidad-. Tal como sucede en Tras os Montes (Portugal), en Zamora y Sur de Galicia; donde desde mediados de Diciembre se disfrazan y realizan festividades profanas que se relacionan con los ritos paganos más antiguos de Europa. Recuerdo sin duda de las Saturnales romanas, o de los cultos solares, que aglutinaron esas adoraciones ancestrales llevados a cabo en esos días de nuestra Navidad.
Celebraciones a veces orgiásticas y de fecundidad, de exaltación al vino y a la fertilidad -dedicadas a Saturno-, que tras la difusión del mitraismo en Roma, fueron trasladadas a las semanas de los Idus de Marzo, por tener un carácter "inmoral y obsceno". Llevándo las Saturnales hasta el comienzo de año del horóscopo (Aries), cuando se celebraban los ritos agrarios con gran sentido "fecundante"; días que hoy se corresponden -aproximadamente- a los de nuestro Carnaval. Esa modificación de fechas otorgó un "sentido más serio" y no tan marcadamente sexual al fin de año calendárico. Igualmente, el 25 de Diciembre (día más corto en el que renacía el Sol: Mitra) se celebraba entre los latinos con la fiesta de "Sol Invicto". Aunque que desde el siglo IV ya la "noche más larga", se instituye como la del nacimiento de Cristo, para unificar el culto a Mitra con la figura histórica de Jesús de Nazaret (tras reconocer el Imperio la fílosofía cristiana, como religión oficial de Roma).
ABAJO
: Imágen tomada del mismo libro (página 4), en la que podemos ver un pequeño horno del llamado "tipo árabe"; que consiste en una cámara superior y un habitáculo inferior donde se coloca la leña -habiendo sido este tipo de "ingenios" el medio común para cocer la cerámica, hasta la llegada del sistema eléctrico-. Junto la foto y en su pié, Domínguez Moreno escribe: "Los hornos en muchas culturas se han asimilado al vientre materno. A principio de siglo, todavía `las machorras´ de la región se metían por instantes en el horno para recibir el calor del fuego que las hacía fecundas". Rito curioso de fertilidad llevado a cabo hasta no hace mucho en Extremadura y que une claramente el significado del calor como fuente de vigor, con el del fuego, como transmutador y generador de vida. Conceptos de los que nació la idea que asimilaba el horno al útero materno.
Habíamos visto ya en la entrada anterior la unión que había en la Antigüedad entre la joyería -o los abalorios-, con el mundo místico. Hechos sobrenaturales y objetos de adorno que se relacionaban habida cuenta de que gran parte de las culturas (las más remotas), consideraban que el metal, tanto como las gemas, pudieron "llegar" o "caer" desde el cielo. Ello, debido a que la metalurgia en algunas de las antiguas civilizaciones nació gracias al estudio de los meteoritos; trás recogerlos, adorarlos o introducirlos en las hogueras. Aerolitos que se fundían o reventaban al contacto con el calor, dejando ver claramente a quienes los ponían en las brasas, la transformación mineral de los metales, a través del fuego. Hechos estos que se relacionaban plenamente con los misterios de la nutrición y de la vida; ya que los alimentos igualmente se transforman en las cocinas -tras asar los vegetales, pescados o carnes, cambiando completamente de forma, aspecto, sabores, o en su aporte proteínico y vitamínico-. Siendo también el fuego lo que genera la modificación del barro hasta cerámica. Hechos que explican la idea y el por qué en muchas civilizaciones se considera que el hombre fué creado desde el barro modelado. Ello como una sublimación del pasado, relatándonos que la cultura se inicia con el dominio del calor (en el horno), con la cerámica y posteriormente con la aparición de los metales.
Todo lo que llevó a identificar a las matronas con la metalurgia; madres e hijas que trabajaban con el fuego desde las Edades más antiguas (como alfareras o cocineras) y durante un tiempo en el que se adoraba a una "diosa madre" -fundamentalmente-. Por lo que desde auquella ancestral época, nació la idea que concebía a la mujer con una capacidad para crear y transformar los minerales de manera mágica -en sus cocinas o en sus hornos-. De un modo similar a como lo hacía con la comida y de forma semejante a lo que realizaba en su vientre: Creando vida desde la nada (del "calor" humano). Cuanto decimos, derivó hacia una mitología que identificaba el útero materno con el propio fuego, tanto como a la matriz creadora de metales, con la de una madre generadora de vida. Llegando a ser finalmente la palabra "hogar" una voz nacida del fuego (como "fogar", que procede del griego "faio"
). De donde se origina nuestra idea del "hogar" doméstico y de chimenea, cuya etimología está en la "hoguera" del Sol (centro generador de vida).
Así fue como la diosa del fuego que mantenía la casa viva -Vesta o Hestia-, se consideró la divinidad protectora del mundo doméstico. Ello en recuerdo a la "diosa madre", que en Anatolia y desde el II milenio se adoraba en la forma de un meteorito, como idea del fuego y el metal enviado por los dioses. Terminando por personificarse aquel aerolito sagrado en Roma con Cibeles; divinidad que presidía y daba nombre a la "civilización" -tanto como su antecesora Hestia en griego significó "él calor" (de la familia, del hogar, del Sol o de la Luna), terminando por nombrarse así al verano: El Estío-. Pero a su vez, la divina Hestia, era la esposa del señor del "fuego masculino"; aquel que de algún modo fuera una deidad solar, representada en los volcanes, cuyo nombre fué entre los griegos: Hefaistos. Palabra que une "Hestia" con la "hoguera" (Hestia+faio=Hefaistos) y dios al que los romanos apodaron como Vulcanos. Voz de origen semítico -a nuestro entender- y que deriva seguramente de palabras cercanas a Cain o Tubalcain; como deformación de "Ul-Cainus", "Tub-ul-Cain" y que entre los hebreos señalaba a los pueblos adoradores del metal (del Vulcano).
JUNTO Y BAJO ESTAL LINEAS
: Abajo (por error de edición se alteraron los pies de imagen): Foto tomada del blog del joyero Luis Méndez, quien continúa un taller familiar en el que se crea todavía "orfebrería clásica" del Norte de la Ruta de la Plata. Joyas cuyo parecido con las alhajas ibéricas, tartessias o fenicias (con dos o tres mil años de antigüedad) es asombroso. Impresionando este hecho más cuando vemos que desde el siglo XVII y XVIII se hacían exactamente iguales. Pese a que hasta hace apenas cien años no se habían hallado, estudiado, ni apenas se conocía la orfebrería de la Hispania prerromana. En la imágen que mostramos, de principios del siglo pasado, vemos a una pareja de charros (matrimonio salmantino) posiblemente engalanados para la boda -o ceremonia de importancia-. Observemos dos detalles interesantes, como son: La gran cantidad de collares que luce la mujer, quien va prácticamente cubierta por vueltas de cuentas en oro y plata, entre las que se ven infinidad de medallas, escapularios religiosos y talismanes (profanos). Al igual que él porta en su cuello un colgante muy similar al que llevaba todo romano hace dos mil años, llamado entre los latinos "bulla". Amuleto o adorno que nosotros hemos querido denominar "bolla" (como síncresis entre la "bola" y "la boya"); puesto que en tierras de Zamora y de Salamanca se denominan a estos colgantes "bolas" o "avellanas" y se tienen como talismanes que actúan contra el mal fario.
Sobre estas lineas (al lado y por error en edición): De nuevo traemos la foto tomada del libro ENSERES (4) -Catálogo del Museo Etnográfico de Castilla y León- para recordar los diferentes abalorios usados contra el Mal de Ojo y la Esterilidad en la zona alta de la Ruta de la Plata. Llamando la atención que casi todas son "higas" -objetos en forma de puño- o cuernos y astas (habiendo tan solo una con forma redonda, aunque esta que es la primera a la izquierda guarda mucha semejanza con el "ojo del Nazar" -pese a que en su interior contenga una medalla de Santa Elena-). Durante esta entrada trataremos de nuevo sobre el significado de aquellos en día de hoy, tanto como durante los más de cinco mil años de historia que tienen esos amuletos apotropaicos.
Pese a que Hefaistos-Vulcano era el diós de la fragua, donde se fabricaban los aperos, las herramientas y sobre todo las armas. Hestia (o Vesta) siguió siendo la diosa del fuego más puro, que se simbolizaba en la llama sagrada y eterna. Aquella "luz de hoguera" que se conservaba en Roma en un pebetero sacro, que jamás podía apagarse, custodiado por las hijas de las familias más nobles. Sacerdotisas de la Hestia romana, que se recluían en el famoso templo de Vesta y quienes tenían carácter divino; debiendo servir a la diosa del calor por más de cuarenta años (manteneniéndose en virginidad). Lugar que dirigía, vigilaba y regentaba directamente el sumo sacerdote (cargo que normalmente era ocupado por el mismo emperador); en el templo donde se guardaba además del fuego vestal, el agua de su fuente sagrada y una enorme escultura con forma de falo (que presidía el atrio de aquel recinto). No vamos a tratar ahora sobre el significado de esa estatua del pene sacro que custodiaban las vírgenes de Vesta, aunque parece que su significado está plenamente unido al del dios egipcio Osiris (tanto como a los cultos solares, relacionados igualmente con la divinidad agraria del Nilo: Minu). Aunque sí diremos que la importancia de unir el culto al fuego con el del falo, nuevamente nos llevan a ritos de metalurgia y de forja; donde se conciben los aperos de labranza y las armas como el miembro viril. Herramientas del agricultor hechas en metal que se introducen el la tierra y la fecundan; tanto como las armas que se "clavan" en el cuerpo más débil, "transformándolo" (dando o quitando la vida).
Aunque lo más importante de cuanto narramos sobre Vesta es la preponderancia de una diosa en el culto a la hoguera; algo que creemos simbolizaba o reconocía que aunque Vulcano -Hefaistos-, fuera el forjador (un hombre). Los ritos de aquellas guardianas de la hoguera sagrada manifestaban que las mujeres habían descubierto "los misterios" del fuego y sus propiedades mágicas sobre los minerales. Transmitiendo a la Sociedad los secretos de la alimentación, de la cerámica y de la metalurgia. Unas matronas, que en el final de Neolítico y tras años de experimentación en sus cocinas o en sus hornos, iniciaron la nueva Era; sacando a la humanidad de la Edad de Piedra (al descubrir el fundido del cobre y posteriormente el del Bronce).
De todo lo expuesto, nos será fácil comprender por qué las mujeres -que hallaron la fundición-, hubieron de ser también las que fabricarían las primeras joyas (en piedras y metales). Tanto como partiendo de esta idea, nos será sencillo entender el sentido inicial que dieron a aquellos abalorios semisagrados que se colgaban. Unos creados con el fin de atraer al hombre o embellecerse; pero muchos hechos con un significado fundamentalmente mágico -para protegerse-. Aunque en la mayoría de los casos la orfebrería se hizo para distinguirse del resto de las personas (como atributos de poder y de belleza). Siendo un hecho cierto el de que los reyes o los sacerdotes -tanto como las mujeres- tuvieron un mayor poder sobre los subordinados -o sobre quienes les rodeaban- gracias a lucir determinadas joyas muy lamativas y "deslumbrantes".
De tal manera, fue común que los monarcas, los nobles o el alto clero, hubiera de llevar alhajas y atributos en oro y gemas; para conseguir que sus súbditos o fieles les rindieran mayor crédito y pleitesía. Aunque pese a esta función "mágico-religiosa" y de prestigio, en el uso piedras y metales sobre el cuerpo siempre hubo de existir un fin primordial, al sentirse el poseedor "superior y más atractivo". Por lo que verdaderamente y al menos entre las féminas, la joyería tuvo más una finalidad de embellecer a aquellas que las portaban. Así, gracias a esta capacidad de hacerse más atractivas a través de las alhajas, esos abalorios de nuevo adquirieron un diferente "carácter mágico": Como "embrujadores" del hombre, quienes sin duda se deslumbran al verlas lucidas por una mujer (sobre todo si es bella). Entendiéndose aquellos metales y gemas (enviados por los dioses), como un filtro de amor embrujador, o en cierto modo, "talismanes" capaces de aumentar el rango de la fémina. Siendo un gran medio para conseguir que los hombres tuvieran más deseos de acercarse a las que no eran "tan deseadas" (procreando y multiplicando su especie).
Estos hechos antes relatados, tanto como las indudables propiedades curativas que muchos metales y minerales contienen (al contacto con el cuerpo humano o bien químicamente tratados) (2). Fue lo que finalmente hizo nacer "la mística mágica" de las joyas. Ideas que consideraban las piedras preciosas, los minerales y los metales, como portadores de unos poderes medicinales, apotropaicos, o bien sagrados, regalados por las divinidades. De este modo, ya desde la Edad del Bronce los dijes, abalorios, collares, pulseras, coronas o torques, se tuvieron por objetos con un carácter sobrenatural. Pero sobre todo se les concedían unas facultades protectoras y sanadoras. De ello que se introdujeran en las tumbas, para acompañar al difunto a la "otra vida", para que actuaran en favor de los dioses al presentarse con ellas el fallecido en el más allá, o para que ahuyentaran a los profanadores.
Carácteres que en nuestra opinión proceden de esos "dones" médicos que los minerales tienen para curar (3); algo de lo que consideramos nacieron los escapularios, talismanes y los dijes mágicos. Y por todo cuanto venimos explicando, es nuestra teoría que reacciones tales como la oxidación que la plata (o del bronce), pudieron ser los motivos por los que se sacralizan los colgantes hechos en metal. Ello porque sus óxidos generan unos nitratos con capacidad de acabar con ciertas bacterias (que transmiten enfermedades altamente contagiosas y de gran peligro). Esterilizando (de algún modo) aquel óxido de plata, de cobre y de los minerales que colgamos en las joyas; la piel, los ojos y las zonas que nos toquemos. Ello, tras haberse llevado las manos sobre una medalla (o el talismán), poníendolas a continuación en ciertas zonas del cuerpo. Siendo de destacar la protección que pueden dar a los ojos y a las heridas estos óxidos, dado que áun hoy se protegen con nitrato de plata de las enfermedades infecciosas. Por lo demás era sabido desde antiguo que la "roña" del cobre igualmente desinfectaba heridas (o ayudaba a curar ciertas dolencias), tal como hubo de ser conocida la capacidad de esterilizar que tiene el mercurio. Metal líquido cuyos vahos o en contacto con ciertas zonas del cuerpo "abiertas", puede conseguir que sanen (de aquí el famoso mercurio-cromo tan usado sobre cualquier punto de infección).
Por todo ello, gracias a esos óxidos y minerales "sanadores", tanto como a la capacidad que ciertos metales tienen al ponerse sobre la piel, para gererar un placebo en el cuerpo (eliminando ciertos dolores de las articulaciones y de los huesos). Creemos que se llega a creer y a conferir "magia a las joyas", algo común en todas las civilizaciones. Ello en base a unos poderes que se atribuyeron a las alhajas, concediéndoles unos fines curativos mucho mayores a los que puedan tener, tanto como un significado social que llega a unirlos e identificarlos definitivamente con algunos poderes (la corona, el cetro, el anillo sagrado etc). Algo debido también al "origen divino" de las gemas de valor, tanto como a los metales preciosos; al pensarse que habían caido del cielo y eran enviados por los dioses. Todo ello porque -como vimos-, en las Sociedades más arcaicas se consideraba que el oro, la plata, el hierro, el mercurio, el cobre, o el estaño; eran partes de los planetas, venidos hasta la Tierra. Fragmentos del mismo Sol, de la Luna, de Marte, Mercurio o Venus; caidos en el terreno a través de bolas de fuego (meteoritos con metales), que habían actuado como semillas en los campos, fertilizándolos y haciendo nacer en ellos las vetas y las minas de "los minerales de los dioses". Por su parte, las piedras preciosas además tener unos usos medicinales y curativos reconocidos por todo médico en la antigüedad, tambien eran consideradas como "hijas de los astros" -De tal modo, ya vimos como el topacio antiguamente se tenía por perteneciente al Sol, las perlas de la Luna, el rubí de Marte, la esmeralda de de Mercurio y etc.-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, estatua de Hermes (Mercurio griego) en la forma más antigua que se da ya en el siglo VI a.C.. Figurando este dios en estos cipos llamados Hermas, con forma cuadrada o cónica, en cuyo centro del pilar se solía tallar un sexo masculino. Encima de este pedestal de carácter fálico se situaba la cabeza del dios del comercio, que entre los helenos más bién se consideraba un mensajero o protector de caminos y como tal una deidad benefactora, muy relacionada con la prosperidad, la fecundidad y la fertilidad de la tierra (la estatua de la foto, pertenece al British Museum, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen de esta escultura hermáica fehada entorno al 520 a.C.). El origen de estos Herma se encuentra en un hecho histórico referido a las vías helenas, que aún se conserva en algunos rituales europeos. Pues los griegos tenían por costumbre marcar las encrucijadas de caminos con montones de piedras que arrojaban los viajeros (tal como se hace en nuestros días en algunas rutas sagradas). Pero desde el 520 a.C. deciden sustituir esas pilas de piedrecitas acumuladas en los cruces, por unas columnas en las que ponen la cabeza de un dios barbado (que pasa a llamarse Herma, voz que en griego significa "pilastra"). De este hecho surge la deidad que más tarde se hace patrón de viajeros, caminantes, comerciantes (y hasta de los ladrones).
Abajo: Bajorrelieve que representa Mercurio con el caduceo, escultura del Teatro de Sabrata (Libia) -perteneciente a su pulpitum, sexta exedra-. En este relieve, vemos claramente al dios del comercio representado en su "forma romana" y portando el Caduceo, atributo de esa divinidad latina, símbolo del acuerdo y del mercado; que se compone de dos serpientes enroscadas entorno a una vara alada (mirándose de frente y manteniéndose "en paz"). Sobre el significado del Caduceo, como estandarte del comercio, la sabiduría y el acuerdo -e incluso de la medicina-, trataremos en esta entrada. En la que también hablamos del uso y significado del mercurio (metal) como elemento químico para depurar y trabajar a la perfección el oro y la plata.
Si deseamos entender el significado de la compleja simbología de los minerales y del dios del mercado, habremos de estudiar en primer lugar la función y el uso del mercurio como metal. Con lo que comprenderemos por qué este líquido mineral se instituyó como símbolo del comercio (dando nombre en Roma al propio "mercado"). Habida cuenta que es la "piedra de toque" para depurar y tratar toda fundición noble. De tal modo, el oro o la plata -y hasta el estaño-, debían pasarse por la "decantación" del mercurio, ya que tras haber sido introducidos en este (o "lavados" con ese metal), se conseguía obtenerlos totalmente puros. Esta facultad de "limpiador" de oro y plata, tanto como su capacidad incluso para diluir los minerales nobles (sabido es que si se mezclan metales blandos en él, se licúan), le confirió al Hermes griego el nombre de Mercurio.
Tanta era la importancia del ese "mineral líquido" en la metalurgia, que bastaba con moler piedras que contuvieran oro o plata y luego pasar las arenas obtenidas por vapores de aquel (tocarla con mercurio), para obtener y separar en el polvillo, los metales nobles hechos pepitas. Ello, como hemos dicho, le confería la categoría de "piedra de toque" para conseguir mineral precioso en estado puro (tanto como para trabajarlos). Siendo tal su importancia, que las únicas minas que comunmente carecían de autorización para ser explotadas por privados, solían ser las de mercurio. Tanto que comunmente no se dejaba la obtención de este a particular alguno. Incluso quienes trabajaban en sus yacimientos, solían empaquetar las extracciones en estado petreo para mandarlas a la metrópoli. Allí donde se refinaba y se obtenía de aquellas piedras enviadas en bruto, el mercurio con el que se elaboraban los metales nobles. Ese fue el caso de Almadén, donde toda roca de azogue que se recogía, se precintaba y sellaba, para mandarla hasta Roma; sin permitir que ningún tercero las manipulase hasta que los funcionarios del Imperio la convirtieran en "metal líquido".
Pese a ello, este dios del mercado, antes de llegar a ser la importante deidad que fuera entre los latinos, sabemos que tuvo sus orígenes en el "extraño" Hermes griego. Un dios de los caminos, cuyos comienzos y antecesores fueron las deidades de la fertilidad y de la prosperidad más antiguas (por no decir arcaicas). Figuras muy relacionadas con la semilla y las cosechas, que desde el II milenio gozaban ya de carácteres similares a los de Mercurio-Hermes. De tal manera, vimos en anteriores entradas cómo el antecedente más primitivo de estas deidades greco-romanas hubo de ser el dios egipcio de la fertilidad (llamado Minu -Min, o Menu-). Cuya imagen era la de un hombre con flagelo y de tez oscura, coronado como faraón, desnudo e itifálico. Dijimos que aquel Minu simbolizaba los beneficiosos limos de la inundación del Nilo (de color oscuro) en la figura de un faraón-agricultor deificado. Al igual que su falo erecto, sublimaba la herramienta para sembrar (el arado o la azada); con la que se abría la tierra y se fecundaba. Itifalia que en Egipto era sagrada, puesto que ya vimos como el pene era la parte perdida de Osiris, tras ser muerto y descuartizado (que nunca fue hallado y su viuda -Isis-, concibió al hijo de ambos desde uno artificial creado por ella misma. Narración del Nilo que esconde los misterios de la agricultura unidos a los de la concepción).
En referencia a todo ello, Heródoto nos habla de las fiestas en las que se rendía culto al falo en Egipto, comparándolas con las celebraciones de Dionisos en Grecia. Comentando el gran parecido y significado entre los rituales, relacionados en un lugar y otro con el deseo de fertilidad en las cosechas y en las familias (pese a que en el Nilo, aquellas contaban con más dos mil años de antigüedad ya en los años de Heródoto). En la narración que el "padre de la Historia" realiza sobre las llamadas "Faleforías", comenta como entre los nilotas se llevaba igualmente un gran pene de madera sobre parihuelas,, aunque advierte que las procesiones en Egipto eran mucho más tristes y serias (5). Careciendo allí de coros y danzas alrededor del falo sagrado -posiblemente porque aquel miembro venerado en el Imperio faraónico, era el amputado de Osiris-. Hechos estos que ratifica Plutarco, afirmando que el dios del Sol, en el Nilo, era una divinidad agraria, que se representaba por ello con su sexo erecto en relación a la virtud generadora y fecundadora de su luz -la del astro rey-. Unos ritos que parece llegaron durante el I milenio a.C., desde el Imperio de los faraones hasta Grecia; transformándose allí e integrándose sobremanera en esta sociedad egea. Estando muy influida toda la mitología helena de hechos y divinidades semejantes a Minu y Osiris, quienes de algún modo son comparables a los dioses: Príapo y Dionisos.
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, busto del banquero romano Lucio Caeciluis Iocundus, encargado por uno de sus sirvientes y hallado en su casa de Pompeya (actualmente en el Museo Nacional de Nápoles, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). La cabeza se sitúa sobre una pilastra llamada Hermáica, que ya dijimos consiste en un Herma; piedra fálica, que posteriormente se convierte en un cono y más tarde se talla en estas columnas cuadradas (sobre las que se elevaba la cabeza del patrón del comercio). Posteriormente, cuando el dios Hermes pasó a tener figura humana, como personaje con sombrero y bolsa; se instituye la costumbre de elevar los retratos de ilustres ciudadanos sobre estas basas cuadrangulares ("Herma", del griego <= "pilar, columna baja, o mojón"). Su origen quedó olvidado ya que procedía de los montones de piedras usadas para marcar los cruces, que desde el siglo VI a.C. se sustituyen por estos pilares (labrabando a media altura la figura de un sexo masculino). Más tarde cambia el uso en las vías de aquellas pilastras y pasan a usarse frente a las casas, en jardines o en las plazas, como símbolo del dios lar. Terminando como simples basas para retratos, que en el caso de esta de Lucio Cecilio Jocondo, está representado claramente al banquero como un dios Mercurio; tanto que en la parte baja de su escultura podemos ver el sexo tallado sobre la pilastra.
Abajo: Siglos más tarde el dios del "Herma" (de la basa cuadrangular) pasó a tener figura humana y a representarse como un personaje con sombrero de alas, bolsa y con capa y sandalias (a modo de un comerciante). En la imágen bajo estas lineas ya vemos al Hermes heleno en la forma muy similar a la que le dieron en el Lacio, transformándolo en Mercurio. Se trata de una placa de terracota del siglo IV a.C, hallada en Magna Grecia, en la que vemos al dios del comercio junto a Afrodita en su carro tirado por el hijo de ambos (Herma-Afrodito); siendo muy importante que en el bajorrelieve Hermes presente los atributos de Mercurio: Rostro barbado, sombrero (pétaso) y calzas. Por su parte, las sandalias con alas son un símbolo de la "facilidad" para ir de un lado a otro -siendo destacable también que aquí el dios presenta su sexo al desnudo y en forma priápica (aunque parece haber sido dañado el bajorrelieve en esta zona)-.
Como decimos, el nuevo dios Hermes debió nacer tras el 520 a.C. cuando al busto que custodiaba las encrucijadas (Herma=mojón), se le concedió y creó una mitología propia. Pronto fue "unido" a Afrodita y de ambos nace un ser "extraño" que terminaría llevando el nombre de los padres: Herma-Afrodita. Este que se considera el primer transexual de la Historia, parece que contiene los "misterios" antiguos sobre la fecundación, de lo que se puede considerar nos habla de las comadronas, que no pudiendo tener hijos -por carecer de amante o por ser estéril su marido-; pedían a otras que les fecundaran (pasándoles simiente de un hombre fértil, tras haber copulado las segundas con uno fértil). De ello que su nombre se relacione con la diosa de la belleza "Afrodita" y el pilar fálico "Herma"; siendo igualmente la figura "idealizada para los helenos" del hombre que atrae a otro, como si de una mujer se tratara (pese a tener "herma" = "pilastra"... -por no escribir "pilila"-) .
Todo cuanto vamos relatando hizo sin duda identificar al nuevo dios Hermes con otros mucho más arcaicos, cuyos atributos y funciones se parecían, pero ya como deidades del sexo. Nos referimos concretamente a los que cuidaban del campo o de las cosechas, y en especial a Príapo; que también se representaba en los mojones que marcaban las lindes de las propiedades. Siendo este Príapo una deidad que conseguía que los extraños no pasaran a tierras ajenas; ello gracias a que se señalaban las propiedades con esas piedras hincadas (de forma también fálica), en donde era representado este dios de la lujuria. Por todo aquello el heredero directo del Minu egipcio en la hélade, fue este Príapo; del que sabemos que se trataba de un hijo de Afrodita. Diosa que lo abandona a los pastores, por la vergüenza que produjo a la madre ver la deformación de su descomunal miembro viril, tras parirlo. Aquel niño fué recogido y criado entre las gentes del monte, que le llamaron "Briaepos", cuyo significado en griego era "ahuyentador"; pues se decía que la imagen de su tremendo falo hacía huir a los malos espíritus, a las peores cosechas, a la esterilidad y al infortunio (principalmente de los campos). De ello que en las procesiones donde se le veneraba, hubiera todo tipo de matracas, tambores, gran alboroto y griterío; con el fin de espantar malvados hados.
Pero en verdad el origen y ritual de aquel dios del gran pene, provenía igualmente de las marcas en las lindes, que se señalaban con mojones; piedras en forma de falo, semejantes a un cipo (relacionadas con la deformación del Hijo de Afrodita). De tal manera, como en la Hélade era costumbre desde los tiempos más remotos poner aquellas señales pétreas con el fin de que nadie las traspasara. Consideron que esos mojones (parecidos a un gran pene), eran los que conseguían ahuyentar a los malvados y a los extraños de los terrenos. Así se tuvo al dios Príapo como el mayor protector de las cosechas y de los campos. Naciendo de aquellos cipos hincados en la tierra, toda una mitología relacionada con el sexo, que presidía los rituales de fertilidad y fecundidad dedicados al dios hijo de Afrodita. Celebrando en su honor fiestas orgiásticas y obscenas, para favorecer la buena cosecha y la protección de los campos; festivales que se mantuvieron seguramente en ritos muy semejantes a los que conservan nuestros Carnavales ("procesiones carnales", igualmente celebradas desde principio del año -calendárico o zodiacal-).
De tal modo, aquellos marcadores de las "lindes priápicas" se debieron identificar con los que se pusieron en los caminos a fines del siglo VI a.C.; por lo que el "nuevo" Hermes, heredó muchos de los caracteres del dios deformado. Sustituyendo en gran parte a Príapo en algunas de sus funciones y atributos. Tanto que el típico pilar que los helenos tenian frente a sus casas que se sabía era un falo priápico, venerado como dios guardián o para evitar el aojo (a veces hecho en piedra y otras en madera de higuera). Pasó a ser considerado finalmente como un Hermes. Consiguiendo que este dios pasara a ser el de los camino y el comercio; tanto como más tarde lo fue el de la buena suerte (por afinidad e identificación con el falo); logrando identificarse el Mercurio heleno finalmente con el protector de los hogares, sustituyendo al pene (columna de Príapo) que cuidaba las casas.
Aunque antes de llegar a conformarse el dios Hermes, aquel "Priapo" figurado en un pedrusco con forma cónica, también tuvo diferentes transformaciones, procesos y deidades afines. El primer y más cercano "antecesor" fue el dios Pan, que "guardaba" y atacaba en los bosques. Sátiro cuyo mito se relacionaba con la ley que permitía detener a cualquier extranjero -o extraño- que merodease por tus tierras (habiendo pasado una linde, o que no respetara los mojones). Teóricamente aquella detención permitida por encontrarse en campo ajeno, era para poner al extraño ante un Consejo para que le juzgaran. Precepto que muchas veces no se cumplía tal como se dictaminó, ya que en la Antigüedad lo más común es que se limitaran a detener y dar muerte a todo aquel que atravesara tierras marcadas (o que apereciera en un lugar ajeno, sin tener permiso de los propietarios -sobre todo si este era un poderoso-). Una costumbre era terrible y bárbara, pero nacida para salvaguardar cosechas y los bosques de los enemigos (que comunmente provocaban incendios). Tanto como para protegerse de los ajenos al grupo, quienes podía robar o destruir los cultivos y los frutos, de los que dependían las "polis".
De tal manera, parece ser que la misión de la custodia libre del campo quedaba en gran parte en manos de los pastores y cazadores (gentes que no estaban "muy civilizadas", ni integradas en las "polis"). A quienes los agricultores y propietarios de los terrenos les dejaban cazar, pastar y ramonear en sus bosques, a cambio de que "eliminasen" a todo intruso y evitaran la entrada de estos en sus cultivos. De esta costumbre muy extendida en el Mundo Antiguo seguramente nació la figura del dios Pan, tan relacionado con Príapo por ser su culto igualmente fálico por nacer de las marcas o lindes de terrenos. Aunque el segundo se representaba por un hombre mitad bestia (con patas, rabo y cuernos de cabra), de una insaciable voracidad sexual y que vivía escondido en los bosques, asaltando a los caminantes.
Un Pan o Fauno, que personificaba a los individuos más aculturados o incívicos de la Sociedad; significando a su vez el estado semisalvaje del hombre, antes de vivir en las "polis". Por lo que se le imaginaba un humano mezclado con ganado, a la vez que su comportamiento era irrefrenable (como sátiro violador y asesino). Figura que recuerda a los que en época greco-romana vivían en los campos (ajenos al mundo de la civilización), permaneciendo casi en estado salvaje. A quienes "usaban" para guardar los cultivos y los bosques de los intrusos; permitiéndoseles vivir en esos campos, cazando o pastoreando, a cambio de que detuvieran (mataran o asaltaran) a todo extraño que sobrepasara los mojones de las lindes.
Mito y figura del dios Pan, que tanto ha inspirado los diseños del demonio (hasta en el Cristianismo); debido a que este sátiro de los bosques era famoso por atacar y violar imùnemente a cuantos cruzaban los campos. Produciendo entre los antiguos su aparición un terrible miedo ("pánico" = "pavor"), impidiendo ese horror hacia él, que las gentes fueran a robar los cultivos, o a cazar en montes ajenos. Ya que cuando las mujeres y hombres intuían que por aquellos lugares existían "cuidadores" (Faunos), sabían que podían a ser atacados por ese "sátiro diablo"; quien violaba, mataba y hasta despellejaba impunemente a los que se cruzaban en su camino. De ello que quizás los que tenían como misión guardar los campos, tocasen la famosa flauta para alejar a los intrusos; lo que debió generar el mito que narra como cuando Pan hacía sonar su "sirinx", se producía el "pánico" -y por lo que hemos visto, aquel dios y su zampona no era más que la personificación de los ajenos a la "polis" que vivían en las montañas, cuidando para que nadie sobrepasara las lindes (marcadas con los "hermas")-.
De cuanto vamos narrando hubo de nacer la costumbre de cuidarse muy bien por respetar las marcas de mojones, de lo que aquel pedestal con forma falica (el de Hermes o el de Príapo), verdaderamente ahuyentaba todo mal de los campos. El primero porque señalaba los caminos y el segundo porque marcaba por dónde se podía andar sin peligros. Más tarde, parece que se debió de dar forma perfecta y cuadrada a aquellos pedestales, grabando en ellos el bajorrelieve de un sexo masculino. Coronando finalmente estos pilares con la cabeza de un dios barbado. Hermes que ya hemos visto fue colocado desde el siglo VI a.C. en las encrucijadas de carreteras, para fomentar el mercado y desear el buen viaje. Por lo que aquel "nuevo dite" no solo deificaba la prosperidad y la fertilidad -tal como hacía Príapo-, sinó que también se eleva como patrón del mercado; que fundamentalmente precisaba del transporte, trueque y guarda de la mercancía. Hecho este por el que unos siglos después, aquel dios griego es representado con pétaso -gorro alado-, y una bolsa de comerciante; a la vez que con una esclavilla de viajante, denominádose entre los romanos: Mercurio (como el metal con el que se trabaja el oro y la plata).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS:
Al lado, portada del interesante libro en el que se tratan varios aspectos de la sexualidad y religión en el mundo antiguo: EL SEXO EN LA ANTIGÜEDAD, en edición dirigida por el magnífico catedrático y gran especialista en arqueología ibero-hispánica: Prof. Sebastián Celestino Pérez. (observemos que recoge la foto de portada una figura Priápica, muy común entre los objetos de uso de la antigüedad, al considerarse este dios del pene descomunal, el de la buena suerte).
Abajo: Escultura de finales del siglo I a.C. hallada en Delos y propiedad del Museo Nacional de Atenas (catálogo 3335) -al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-. Representa a Afrodita y Pan, sátiro que pretende lograr los favores de la diosa del amor, mientras esta le "amenaza con una sandalia". Observemos asimismo como el Fauno pisa el pié descalzo a la diosa (en un gesto alusivo a un intento de forzarla), a la vez que aquella tapa su sexo con una mano, que Pan intenta retirarle. Sobre el significado de esta interesante representación y sobre el simbolismo de la sandalia en Afrodita, hablamos a continuación.
Como explicábamos, uno de los más importantes amantes de Afrodita fue Hermes, con el que precisamente concibe a Pan; por lo que en la escena anterior, a quien intenta forzar el sátiro, es a su propia madre. Aquella le amenaza con una sandalia, algo que tiene su significado por el carácter fetichista del calzado, pero sobre todo se relaciona precisamente con la concepción de Pan. Ya que narra la mitología como mientras se bañába Afrodita, un águila le robó una de sus sandalias de oro. El ave la llevó en su pico hasta Egipto, lugar al que la diosa llegó persiguiéndola. Allí se encontraba Hermes (por tenerse el Nilo como una de las patrias de ese dios) y enamorado de la belleza de Afrodita, procuró dar caza al águila y devolverle la sandalia. Tras ello la diosa en agradecimiento le entregó su cuerpo, naciendo como fruto de aquella unión el sátiro Pan.
El relato puede relacionarse en parte con el significado del calzado en la Antigüedad, que de algún modo cumplía funciones de prestigio y hasta mágicas (puesto que un viajero, o un militar o un sacerdote, debía llevar un tipo de sandalia; tanto como era común representar a los dioses descalzos). De igual manera, el mito pudiera estar unido simbólicamente al calzado alado de Hermes; que ya dijimos significaba la facilidad del dios para llegarse pronto a cualquier lugar (incluso pudiendo referirse aquellas alas de sus sandalias, a las velas de los barcos de los mercaderes -naves, que como las aves, se movían por efecto del viento-).
Aunque realmente lo que viene a simbolizar el relato de Afrodita y el águila procede de que la sandalia tenía un fuerte componente sexual en Grecia; no solo por la forma de "calzarla" (similar a la cópula), sinó por el hecho fetichista de embellecer una parte altamente erótica del cuerpo -al menos para los antiguos-. Siendo además esta el reclamo conocido entre las prostitutas helenas (o mujeres de costumbres relajadas). Sabiéndose que una de las maneras de provocar e incitar en secreto, era grabando en la suela de su sandalia palabras que aludían a "llamadas", para que los hombres les sigueran. De tal manera fue común entre los diferentes tipos de "mujer alegre" griega y para encontrar amantes (sin llamar la atención); que se calzaran una sandalia en cuya parte baja habían escrito a la inversa sugerentes mensajes. Palabras que en forma de impronta quedaban grabadas sobre la arena (mientras provocativamente andaban). De tal manera y con ese "sello" bajo el calzado, el suelo quedaba marcado con la palabra "sígueme" o "ven conmigo", cuando aquella mujer deseaba que se "imprimiera" dando un golpe con el pié; bastando arrastrarlo al andar para que nada apareciera escrito bajo la sandalia (de no encontrarse ante un amante deseado).
A ello creemos que se refiere ciertamente el relato de la sandalia de Afrodita, dejando ver de un modo claro que los orígenes de Pan eran "muy poco nobles". Puesto que si aquel había sido concebido en el episodio en que Afrodita se entrega a Hermes, cuando este le devuelve el calzado; hemos de pensar que su nacimiento se sebe a un "intercambio carnal". Tanto más al decirnos el mito que la sandalia perdida y devuelta era de oro, dando a entender un gran valor económico a aquel objeto (tan preciado o útil para las prostitutas griegas). Por lo que hemos de suponer que el Fauno nace por obra de un "encuentro similar"al que los helenos tenían con sus rameras, tras seguir las marcas escritas con su calzado. De lo que la vida de Pan en los bosques, conviertiéndose en un ser incívico y salvaje, seguramente se refiere a las mujeres de vida alegre y a sus hijos, a los que abandonaban o relagaban a otras gentes (del campo o de los montes), para que allí los criaran. Ello enlaza de nuevo con la historia del otro vástago de Afrodita, del que ya hemos tratado: El deforme Príapo; que igualmente fue entregado a unos pastores, por la vergüenza que de él sentía su madre. Insinuando la mitología que ambos (Pan y Príapo) fueron nacidos y concebidos por una "relación mercantil" (de comercio carnal), por lo que finalmente fueron abandonados en los campos. De todo lo que deducimos, tras revisar lo dicho sobre el Mercuirio heleno, cómo existe una relación muy estrecha que identifica a Príapo y Pan, tanto como a ambos con Hermes (el dios de los mercaderes, que en el caso de la concepción del Fauno puede referirse al "mercado amoroso").
Por lo demás y tal como dijimos, en estos sátiros de los bosques, es donde se inspiran la mayor parte de los ritos y fiestas de Marcaradas, cuyo origen se remonta a la Antigüedad. Refiriéndonos a los centenares de Carnavales con verdaderos arraigos primitivos (romanos o prerromanos), cuyos protagonistas son diablillos, botargas, tafarrones, colachos y un sinfín de nombres que se dan a esos que representan "al demonio don Carnal". Figuras del malvado que sin duda en su mayor parte están plenamente inspiradas en el dios Pan (e incluso en Príapo) como recuerdo del mundo incívico anterior al nuestro; de las sociedades aculturadas y del tiempo en el que el hombre vivió entre las bestias, siendo casi una de ellas, dependiendo fundamentalmente de la caza, de la fertilidad del campo y del ganado.
Por todo esto, en los diferentes Carnavales y Mascaradas de origen pagano, que se celebran en España desde el Solsticio de Invierno (o el fin de año calendárico); hasta en los más famosos, que son los del principio de ciclo agrario (del anuario de Horóscopo, en los días del Aries -en Marzo-). Podemos observar como en aquellas fiestas que gozan de verdaderas raices rurales, tienen concelebrantes disfrazados de dioses como Pan, o de de diablillos del campo. Así los mozos vestidos como ancestrales divinidades del sexo, o dioses de la fertilidad (y de la crueldad); realizan sus mágicos rituales con el fin de fecundar los campos y las gentes. Distinguiéndose y siendo común en casi todos ellos el flagelar, fustigar, asustar y perseguir a la población asistente; "espectadores" que extrañamente se sienten honrados o divertidos al ser apaleados por los "demonios". Una costumbre igual a la que realizaban los griegos y romanos dos y casi tres milenios atrás, en las fiestas de los Faunos y en los ritos de Príapo (fustigando a los asistentes, para aumentar su fertilidad). Algo que del mismo modo observamos en el dios egipcio de la agricultura (Minu), quien lucía un gran flagelo como símbolo de su fertilidad (puesto que el golpe del látigo hiriéndo la piel se identificaba con el del arado sobre la tierra).
BAJO ESTAS LINEAS Y JUNTO A ELLAS:
Al lado collar de azabache, abalorios y hacha pulimentada; objetos eneolíticos fechados en el IV y III milenio a.C. (pertenecientes al Museo Arqueológico de Burgos al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Llama la atención que hace ya más de cinco mil años, las joyas se hicieran con materiales de lignito, iguales a los que hasta hoy se fabrican. Ello porque se considera uno de los minerales mejores para combatir el aojo y con más poder frenta a los malos espíritus. Tanto, que aun en nuestros dias, en la capital de la peregrinación (Santiago de Compostela) podemos comprar amuletos (conchas o higas) hechos en azabache, y que nos ofrecen junto a la figura del Apóstol por su carácter apotripaico. Ello creemos se debe seguramente a las propiedades médicas de este cárbón (6)
, cuyas más importantes minas de Europa se encontraban en La Coruña y Asturias -en pleno Camino de Santiago-.
Abajo
: Hachas neolíticas pulimentadas procedentes de Burgos y propiedad de su museo arqueológico (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Este tipo de utensilios fueron tenidos como fabricados por los dioses; debido a que hasta el siglo XVIII no se generó la teoría arqueológica que explicaba como durante un tiempo el hombre las utilizó, por carecer de metales. Su profusa aparición en lugares tenidos como sagrados (cuevas con manantiales o bajo los templos antiguos), hizo creer que eran de igual origen que los meteoritos. Además por su parecido con las fulgitas (piedra vítrea que se forma al caer el relámpago sobre arenas de sílice), llegó a pensarse que se trataban de "hijas del rayo", tal como se las llamó en casi todas las civilizaciones. Aún hasta el siglo XVII se guardaban como bienes preciados, considerándose que tenían enormes poderes para portegerse de la tormenta y para fertilizar los campos, llamándolas en España "piedras del rayo". Habiendo sido identifificadas por muchos con los aerolitos, cuyas formas son igualmente de apariencia absolutamente artificial. El culto a estas bipennas en la antigüedad, tanto como la reverencia guardada a los meteoritos consideramos que generaron rituales como los del Labrys (el hacha doble sagrada de Creta) o el de Júpiter Petreo de Roma (Júpiter Lápidus, Padre de la Union, simbolizado en una de estas hachas que guardaba el Capitolio).
Para concluir la presente entrada, incluiremos algunas ideas sobre Hermes-Mercurio, que aún quedaron sin explicar o unir totalmente. Entre ellas destacamos en primer lugar que se tenía a este dios por creador o descubridor del fuego. Algo que puede extrañarnos en una divinidad del comercio (que para nada precisa de la hoguera), aunque si profundizamos en el sentido del mercurio, como metal y "piedra de toque" del oro y la plata, comprenderemos que aquel significaría la fundición. Ello precisamente porque el mercurio "fundía" en frio los metales nobles y porque su aspecto es el de un metal licuado. Un mineral que conseguía deshacer a otros solo con su contacto y que debió tenerse por la figura en frio de un metal en estado incandescente.
Consecuentemente, aquel dios del Mercado se unió comunmente a Vesta (Hestia), la diva del calor y de la hoguera, cuyo templo curiosamente estaba adornado con un gran pene (tal como figuraban los Hermas, o primeras estatuas del dios mercader). Viéndose en todo ello como el mercurio metal y deidad, en verdad era el hacedor de la alquimia (la magia de los metales). Por lo que se debió considerar uno de los más poderosos y sobrenaturales objetos que en la Naturaleza podía hallarse. Tanto más cuando su contacto con la piel, lograba desinfectar las heridas. De lo que aquel elemento que lograba purificar el oro, la plata y hasta sanar, se hubo de tener por tan sagrado que en la misma semana, su día y planeta figuran en mitad. Como intercediendo o mediando entre los otros seis dioses: Sol, Luna, Marte, MERCURIO, Júpiter, Venus, Saturno (domingo, lunes martes -MIËRCOLES-...). Quedando así como padre del acuerdo, de la balanza y del equilibrio, de los pesos y medidas; como dios de los misterios de la ciencia y de la metalurgia y de todo lo que se llamó por aquel: Hermético.
CITAS:
(1) Jose Ma. Domínguez Moreno, CULTOS DE FERTILIDAD EN EXTREMADURA, editado por la Consejería de cultura de la Junta de Extremadura, 1987
(2) Sobre lo que decimos sobre las propiedades curativas de los metales y de los minerales es un tema que la magia y la medicina desde los tiempos más remotos ha tratado. De tal modo en Egipto Antiguo, todos los papiros médicos dictan recetas expresando las propiedades de minerales y metales (molidos, mezclados, bebidos o untandos en cremas y grasas). Muchos de ellos son verdaderamente útiles y tienen una razon relacionada con la finalidad curativa que le dan. Entre estos destacamos el carbón mezclado con grasas (llamado hoy "coal o kayal-coal") que desde los tiempos más remotos se a adminisrado como rimel en ojos y que sirve para porteger las pupilas del exceso de luz, tanto como recoge con la grasa el polvillo, la arena y la suciedad de zonas como el desierto, a la vez que el mismo carbón actúa como lubricante e "higienizador" del lagrimal (resultando más eficaz que unas gafas de sol para la fotofobia y más útil que un colirio, para la limpieza y protección del iris). Entre los Lapidarios de medievo que tratan de estas propiedades de los metales y minerales, destacan el de San Isidoro de Sevilla y el de Alfonso X el Sabio.
(3) Repetimos lo dicho en la cita anterior, aunque añadimos que por ejemplo los óxidos de los diferentes metales fueron conocidos desde la más remota antigüedad como anti-inflamatorios y esterilizadores de heridas (o antídotos de enfermedades contagiosas). De tal modo, se limipiaban comunmente las heridas de guerra con óxido de cobre o de plata, por sus propiedades esterilizadoras; a la vez que siempre se colocaban medallas de plata y bronce a los niños y mayores -ya desde el IV milenio a.C.-. Ello creemos que se debió a que posiblemente con estas medallas se evitaba en parte el contagio de ciertas enfermedades -sobre todo las transmitidas por bacterias y por las mucosas-. Ya que el óxido de plata (o de cobre) que se genera con el sudor corporal al contacto con una medalla, puede realizar "ciertas funciones" para esterilizar y combatir algunas bacterias. De tal modo es nuestra teoría y creemos que el origen de los escapularios sagrados, se debe este uso médico de sanación por oxidación en sus metales (que puede comprobarse científicamente) -tanto como a los beneficios sobre las articulaciones y huesos que ciertos metales generan cuando entran en contacto con la piel-.
(4) Página 208 del libro ENSERES Exposición del Museo Etnográfico de Castilla y León comisariada por Carlos Piñel y Joaquín Díaz (Zamora 2003)
(5) Heródoto L.S.L.d.l. H. (II,48).
(6) Sobre las propiedades que sacralizaron en azabache y sobre lo que los lapidarios antiguos narran de estas, consultar: EL CUERPO EN LA TRADICIÓN Fundación Joaquín Díaz, Valladolid 2007 / Obra: HIGA, HIGO, HÍGADO Y AOJO (MAGIA RELIGIÓN Y MEDICINA) Pags. de la 42 a la 149.