lunes, 28 de enero de 2013

EL FRIGIANISMO EN LA CULTURA IBÉRICA. Parte quinta: El toro bravo en la Antigüedad; guardián y arma de guerra (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXXIV).



JUNTO ESTAS LINEAS:
Perfil de Amilkar Barca, representado como dios Melkarte -deidad fenicia similar a un Herakles-Hermes-Zeus-. Rostro que se supone del general púnico al estar acuñado sobre un "dishekel" de plata ibero-cartaginés con ceca en la Península, entre los años 237-228 a. C.. Tiempo en que Amílcar guerreó, fundó y "gobernó" sobre nuestras tierras encontrando la muerte en el invierno del 229 al 228, cuando algunos reyezuelos iberos decidieron tenderle una emboscada; hastiados de su comportamiento y de los desmanes que los ejércitos del cartaginés causaban. Para ello se valieron de bueyes, a los que ataron carros; acercándose hasta el ejército enemigo parapetándose tras aquellos. Así llegados, prendieron la carga de leña dispuesta en los carruajes cuando estaban próximos de los de Amícar, promoviendo la estampida de los toros hacia los cartagineses; quienes asustados y viendo que venía el fuego y los astados hacia ellos, perdieron la formación y la batalla. De forma muy similar, consiguió vencer Aníbal pocos años después en Falerno, escapando al cerco que en ese desfiladero le había puesto el general romano Fabio. Saliendo de ello gracias a una estratagema parecida, arrojando toros con teas encendidas sobre el ejército enemigo. En el artículo que aquí comienza, trataremos acerca de estas técnicas militares antiguas por las que se defendían con reses, perros y otros muchos ingenios; tanto como de la custodia y guarda de las tierras y del ganado valiéndose de animales u otras argucias -como el uso de toros bravos-.
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BAJO ESTE PÁRRAFO: Contraportada del maravilloso libro de Cristina Delgado Linacero -EL TORO EN EL MEDITERRÁNEO- ; una de las obras que la autora ha dedicado al estudio sobre el toro y su significado arqueológico. Publicaciones e investigaciones por las tenían que haberle dado a esta profesora -recriada en Londres, para más mérito-, las "dos orejas y rabo". En anteriores artículos apenas nos hemos referido a Cristina Delgado, por haber tocado en aquellos temas más relacionados con el mundo mitráico y de la propia genética taurina (rogando disculpas si en algún momento he citado o mencionado ideas que coincidieran con las de esta cultísima investigadora sin mencionar las suyas; aunque puedo asegurar que mis fuentes eran otras, o bién propias). De lo que en las entradas que desde hoy vamos publicando, tomaremos como guía las aportaciones de esta autora. Ya que los suyos son -sin duda alguna- algunos de los mejores y más extensos trabajos, entre los muchos que se han publicado sobre el tema. Asimismo, analizaremos también otra importante obra de Cristina Delgado más reciente y dedicada a la tauromaquia. Para terminar esta reseña sobre la foto diremos que en la imagen vemos la contraportada de libro arriba mencionado; donde se ve un detalle de una copa de "cerámica negra" que representa a Heracles venciendo a Aqueloo (autor, Oltos, propiedad del Museo Britanico, hacia el 520 a.C). Lucha entre este héroe y el toro-hombre que era la personificación de los ríos y las corrientes, en la que Hércules consigue la victoria al arrancarle un asta; siendo ella una de las fábulas que narra la procedencia del Cuerno de la Abundancia (1) .
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A) Batallas iberas conocidas por la Historia, utilizando astados contra el enemigo:
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Como acostumbramos hacer, antes de comenzar recordamos que este artículo es la continuación de los anteriores, recomendándose conocer -al menos- el contenido de los que le preceden para poder tener una mejor comprensión del presente. Unos análisis que hoy vamos a dedicar al toro como costudio, guardíán del campo, protector del ganado e incluso como "compañero de andanzas guerreras". Siendo ese uso bélico el que en teoría propia, creemos deificó al astado bravo en la Antigüedad. Algo que sucedería especialmente en las tierras iberas, donde proliferaba el vacuno silvestre y -sobre todo- por ser esta Península un lugar de difícil defensa. Debido a que es el territorio más montañoso de Europa (tras Suiza), teniendo además sus límites prácticamente cubiertos de litoral. De tal modo y entendiendo Iberia de modo unificado -tal como la concibieron nuestros primeros colonizadores-, se hace comprensible que la mejor defensa para sus costas y campos, fuera una buena manada de astados. Toritos bravos o semibravos, que criados en las zonas de playa, o dejados en libertad en los montes, impedirían acercarse y desembarcar a cuantos finalmente lo hicieron durante Protohistoria (fenicios, griegos, cartagineses o romanos; que lucharon por establecerse en el Occidente del Mediterráneo, buscando fundamentalmente los riquísimos yacimientos de oro, plata, estaño y cobre que abundaban en la Antigua Iberia).
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No es una suposición esta teoría propia del uso de astados como guarda y defensa, ni menos una hipótesis que carezca de datos. Puesto que se mostraría en decenas de fábulas mitológicas mediterráneas, que nos hablan de personajes tales como el Minotauro, los astados feroces que defendían civilizaciones o el famoso Talos de Creta. Al igual que se referirían a ello gran parte de las historias míticas que recogen la lucha del héroe contra el bóvido, en una pelea necesaria para conquistar tierras y reinos. Enfrentamientos del hombre y las fieras entre los que destaca Herakles robando los bueyes del rey tartessio Geríon -el pastor de vacuno, que dejaba apacentar su ganado en las fuentes del actual Guadalquivir, hasta que logró hurtarlo y llevarlo a Grecia el héroe tebano-. Pero, dejando al margen los mitos; también la Historia nos habla de hechos en los que hubo un uso bélico del toro. Animal que como los perros, los elefantes, o los caballos, fueron usados en la guerra.
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De todo cuanto puede deducirse que también debieron utilizar estos astados para guardar tierras y salvaguardar ganado; hechos que quizás pudiera negar quien nunca ha visto un mayoral dominando los bravos valiéndose de los mansos. Aunque por "fortuna cultural", quienes hemos nacido en este país podemos aseverar y conocemos que ello es perfectamente posible; pues todos los que tirenen contacto con el mundo taurino comprenderán que en la Antigüedad hubo gentes capaces de hacerse con la voluntad de los astados silvestres (por muy salvajes que fueran). Manejándolos con el caballo, y sobre todo con otros mansos; con lo que podrían dar un uso bélico a su bravura, tanto como utilizar la fuerza de sus manadas para echarlos sobre el enemigo (en caso de asedio a una tierra o a una ciudad). Valiéndose también de generar estampidas con reses mansas a las que ataban fuego; método con el que deshacían los iberos las formaciones militares a las que se enfrentaban.
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SOBRE ESTAS LINEAS:
En la imagen: Barrera de piedras hincadas del yacimiento de Yecla de Yeltes, en Salamanca. Defensa utilizada por los pueblos celtas, consistente en una "frontera" de losas picudas que ponían en el área previa a la muralla. Tenían el fin de que las caballerías no pudieran alcanzar esa zona, al desgarrarse las barrigas de los équidos contra estaos cantos, que muy afiladas eran colocaban en línea y junto a palos -cercando los alrededores de las ciudades (celtas)-. Postes clavados en hileras metidos entre las piedras hincadas (que iban al tresbolillo) que actuaban como barrera en las antesalas de los muros y pertrechos y que se denominaban en la Edad Media "la estacada" -de aquí viene la expresión "dejar en la estacada" figurando el hecho de abandonar a alguien frente al enemigo y en situación muy peligrosa o comprometida-.
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Muchas son las técnicas bélicas y de defensa que el hombre antiguo utilizó; unos métodos que si estudiamos nos llamarán enormemente la atención por cuantos ingenios y genialidades lograban con el fin de protegerse. Ello, porque en su seguridad les iba la existencia -la vida y la esclavitud-; pues hace dos, o tres mil años, todo aquel que no tenía custodia, era apresado, esclavizado o muerto. Consecuentemente y ante la proliferación de civilizaciones por entonces en expansión (autenticamente depredadoras) y frente al estado de hambruna generalizado que "obligaba" a robar o asaltar. La única solución era protegerse, porque la dureza de aquella vida y de esos tiempos hizo que el único medio de salvarse de este destino de muerte o esclavitud fuera un sistema de custodia ingenioso y fuerte. Llegando a haber culturas que como la fenicia se salvaban del asedio, creando ínsulas o islas apartadas artificiales, donde lograban asentar sus ciudades. Localizando para ello manantiales bajo el mar, en lugar cercano a la costa y obteniendo el agua a través de unas tuberías-mangueras (de cerámica o cuero), con la que abastecían el consumo. De estas argucias nacerían posteriormente ciudades tan maravillosas como la actual Venecia, que se asienta pilotada en maderas y "flotando" sobre las aguas, con el fin de evitar su sitio desde tierra. De un mismo modo, infinidad de ingenios tuvieron otras civilizaciones; desacando entre los celtíberos los campos de murallas con piedras hincadas como el que vemos en imagen; llamados en Francia "Chevaux-de-frise" (por evitar los caballos).

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ABAJO: Necrópolis de la ciudad Vaccea de Pintia, en Padilla de Duero, Valladolid -agradecemos al Instituto de Estudios Vacceos, nos permita divulgar la imagen-. Si visitamos este interesante yacimiento, sito en la tierra que produce uno de los mejores vinos del Mundo (Padilla de Duero -entre Peñafiel y Balbuena de Duero-), podremos quizás disfrutar de la guía y asesoramiento de un jóven arqueólogo apasionado por el mundo celtibérico. Nos referimos a Alberto Sanz (hijo del profesor Carlos Sanz Mínguez); quien nos podrá explicar de manera detallada y con gran cariño cómo era esta antigua capital de los vacceos (al igual que en ocasiones hace su padre, junto a un magnífico equipo de arqueólogos). Entre otras descripciones, nos enseñarán la antigua muralla de Pintia, que se halla a unos quinientos metros y frente a la necrópolis que vemos en imagen (al fondo en la foto).
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Allí nos explicará los diversos métodos de defensa que utilizaban los celtíberos, entre los que se ha hallado un campo de minas antiguas. Medio de protegerse excavando un área de "minas" bajo la tierra (en ocasiones con túneles y más comunmente en zanjas). Creando verdaderas trampas, con el fin de que aquel que no las conociera y "pululase" por allí, cayera en ellas -en las que solían poner palos afilados, con el fin de dar muerte al "cazado"-. La función de tales minas -que han dado nombre a las bombas enterradas modernas- era la de zapar el terreno y que ninguna persona extraña pudiera acceder libremente hasta a las murallas (un cuidado que debía mantenerse especialmente durante las noches). Protegiendo así las ciudades, junto a otros ingenios como las barreras de piedras hincadas con las que evitaban las caballerías. Finalmente, un gran foso solía recorrer las murallas; pese a que esta aplicación del agua para la defensa fue muy porterior, ya que las piedras hincadas y las minas aparecen como método de custodia pocos siglos después de la llegada de los celtas a nuestras tierras (al menos desde el VI a.C.), mientras los fosos de muralla no se ven hasta el III a.C..

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Estos y otros múltiples ingenios sirvieron al hombre como protección, y entre ellos considero personalmente estuvo el mantenimiento de reses bravas en campos cercanos a las ciudades, para ser soltadas contra el enemigo en caso de asedio o invasión. De este uso bélico -con el que también se evitaban los salteadores-, considero personalmente que procedería la veneración al toro salvaje en nuestras tierras y la proliferación de sus fiestas populares (con encierros y sueltas de vacuno en el campo o en el interior de las poblaciones). Adoración de los astados que vemos entre los celtíberos (especialmente los vettones) en forma de centenares de esculturas de verracos. Pero que igualmente en el Sur y en Levante tiene su proyección artística, con decenas de figuras bóvidas de carácter sagrado, halladas en sus yacimientos -o en infinidad de representaciones de bueyes en sus monedas y objetos de metal-. Por lo demás, esta hipótesis explicaría que en nuestra Península no se erradicase el toro; mezclando con mansos este tipo de astado "maligno", tan peligroso o más que cualquier fiera; pero muy útil para la defensa y la guerra.

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Para quienes pudieran tener dudas sobre nuestra teoría, vamos hoy a continuar con las citas que en el pasado artículo recogíamos, que trataban sobre el uso del toro en la guerra, y que mencionaba ya Cossío en su enciclopédica obra (2) . Fuentes históricas que ampliamos y reproducimos enteramente con el fin de observar estas curiosas técnicas bélicas. Unos textos, donde leemos por ejemplo el relato de la muerte de Amilcar, tras un ataque realizado por los jefes iberos valiéndose de bueyes y carros en llamas. Tanto como la narración de la victoria que obtuvo su hijo Anibal, tan solo diez años después en el paso de Falerno. Para lo que se sirvió de la misma argucia, ayudado por mercenarios iberos. Siendo los textos que conocemos en los que se mencionan estos hechos los de Apiano, Polibio y Diodoro y que a continuación recogemos:
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Describe Apiano (Guerras Ibéricas; 5) del siguiente modo la muerte de Amilkar:
El general cartaginés..."después de atravesar el Estrecho hasta Iberia iba devastando las tierras de los iberos; aunque no le habían infligido ningún daño, haciendo de ello una ocasión popicia para él estar ausente de su patria, de emprender nuevas acciones de guerra y de buscarse el favor popular mediante sobornos (pues todo lo que capturaba lo repartía y una parte lo invertía en sus propias tropas, para que fueran cómplices mejor dispuestos en la comisión de sus desmanes, otra la enviaba hacia la misma Cartago y otra más la distribuía entre quienes hacían política en su favor); hasta que los reyezuelos y otros tantos caudillos que se habían alzado contra él acabaron con su vida de esta forma: Hicieron avanzar carros con maderas, a los que uncieron bueyes y siguieron a los carros provistos de armas. Cuando los libios les vieron les entró de inmediato la risa, pues no comprendían la estratagema. Pero cuando estuvieron al alcance, los iberos prendieron fuego a los carros con bueyes y todo, y los lanzaron contra los enemigos y el fuego -tras ladado de un lado a otro- al dispersarse los bueyes, sembró la confusión entre los libios. Y una vez que se hubo roto la formación de combate, los iberos, cargando a la carrera sobre ellos, acabaron con la vida del propio Barca y de un buen número de los que le protegían" (3) .
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Del texto anterior hay otra versión, liberada en la red por Da. Sonia Barja y que quizás tiene más interés; habida cuenta que la traducción es más explícita en cuanto al uso de la artimaña militar empleada por los reyes iberos. Describiéndose en ella: "los íberos, encienden los carros y los lanzan con sus yuntas contra los enemigos. En su loca carrera los bueyes esparcen el fuego por doquier; una gran confusión se apodera de los cartagineses y se disuelve su formación; entonces los íberos, precipitándose sobre ellos, mataron al mismo Barca" . Evidentemente el relato en uno y otro caso deja claro que se trataría de bueyes; tanto como que el hecho que provoca la estampida de las bestias -que se avalanzan hacia los cartagineses- no fue la bravura, sino el fuego encendido por los iberos en los carros uncidos. Por lo que se trataría de ganado manso, tomado para este fin.
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Aunque de algún modo nos cuesta mucho pensar que en esta estratagema no hubieran mezclado los iberos toros sueltos y bravos, llevados en común junto a los mansos. Habida cuenta que una simple avalancha de carros con bueyes no puede hacer tanto daño a un ejército, ni menos ser encaminada hacia un punto concreto. Es más, la probabilidad de que los bueyes con carros ardiendo marchen hacia una dirección o la contraria es mucha; debiendo de agarrocharse los astados para ser digidos (como sabe cualquier conocedor del tema). De lo que es más probable deducir que en estas acciones bélicas los iberos mezclaran los referidos astados uncidos, junto a manadas de toros sueltos (bravucones o semiencastados). Morlacos del tipo ibérico -campestre semejante al morucho-, que bien llevados por caballistas se pueden dirigir bien hasta un punto concreto guiándolos en manadas; lo que es fácil hacer hasta alcanzar las filas del enemigo.
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Por su parte, el hecho referido no solo muestra el uso de astados o de vacunos en la guerra, sino que además demuestra que los de Amilkar desconocían esta argucia (tanto como los iberos la dominaban, al ir contra ellos muy seguros). Lo que se deja bien claro al decirnos Apiano que cuando vieron venir hacia ellos a las hordas capitaneadas con aquellos bueyes cargandos leña, aquello solo les producía la risa. Una frase de gran importancia, en la cual hemos de interpretar no solo el desconocimiento de esta técnica militar por parte de los de Cartago, sino cierta evidencia de que los reyezuelos peninsulares tenían por costumbre realizar ese tipo de argucias y ataques (utilizando toros u otros medios de ingenio, quizás tenidos por aquel entonces como métodos muy atrasados). De tal modo la hilaridad de los de Amilkar, cambiaría pronto por una "lección aprendida"; tanto que solo diez años después y cuando su hijo Anibal se ve asediado en las proximidades de Roma, ayudado por mercenarios iberos, utiliza esta misma técnica para lograr escapar del cerco. Pero antes de tratar sobre ello, veremos cómo narra otro historiador la muerte de Amilcar frente a los toros de los iberos.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, recogemos de nuevo una preciosa fotografía tomada del blog de Ana Pedrosa, titulada Mascarada en Tras-Os-Montes (agradecemos a la Sra. Pedrosa nos permita divulgar la imagen). En ella vemos uno de las muchos "carnavales" de invierno que tradicionalmente se celebran en estas zonas de Portugal, rememorando las más antiguas fiestas celtas y las Saturnales Romanas. Celebraciones que cada Fin de Año llevaban a cabo y en las que se hace decenas de siglos se escenificaba la mitología en todos sus pasajes; adorando a Saturno entre los romanos. Por su parte, las zonas celtas (como estas que referimos) conservaban sus ritos y mitos del fin de la luz celebrando a sus deidades primitivas, indoeuropeas, o neolíticas. Fiestas que el Mitraismo transformó en las del Sol Invicto (trasladando las Saturnales al comienzo del año zodiacal, donde se corresponde con nuestros Carnavales de Primavera) y que más tarde el Cristianismo convirtió en las de Navidad -de un carácter muy distinto y familiar-. Pese a ello, el recuerdo de aquellos festivales antiquísimos ha pervivido durante milenios y en especial en zonas como las de Zamora y el Tras-Os -Montes portugués, donde las mascaradas rememoran figuras antiquísimas mitológicas.
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En la imagen de Ana Pedrosa observamos dos disfraces de lo que en Castilla denominan "momos" u "hombres de musgo". Su origen parece estar en el atavío que utilizaban para camuflarse los guerreros y aldeanos, llegando a cubrir de musgo sus cuerpos enteros, con el fin de no ser vistos en el campo. En Ávila, precisamente en la zona de Solosancho (donde han aparecido infinidad de estatuas de verracos y donde se alza el santuario vettón de Ulaca), se celebran esas festividades de "hombres de musgo", rememorando batallas ganadas al haberse camuflado los guerreros de ese modo (enteramente cubiertos del liquen). Pese a ello, hay quienes consideran que los "momos" que pueblan los adornos de fachadas de algunas zonas de Castilla, tienen otro origen más relacionado con representaciones de figuras de indios mesoamericanos -en una iconografía relacionada con El Descubrimiento-.

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Sin negar que ello sea cierto y que trás el influjo americano representaran en las fachadas arquitectónicas "hombres salvajes" (especialmente luciendo tocados de plumas); en la imagen de abajo podemos observar como en épocas anteriores a la Conquista de América, existían ya estos "momos" (que pueblan muchos edificios góticos por toda España). Correspondiendo la foto bajo este párrafo, a la entrada al MUSEO DE ESCULTURA DE VALLADOLID, en su edificio del Colegio de San Gregorio, terminada antes del Descubrimiento. Jambas en las que observamos estos extraños "seres" cubiertos de algo que parece musgo y luciendo escudos (como guerreros). Todo lo que a mi juicio se relaciona con otra de las técnicas militares que por entonces puso muy de moda El Gran Capitán (Gonzalo Fernández de Córdova); quien estableció sistemas de camuflaje en sus tropas -vistiendo a sus soldados de blanco en la nieve, o escondiéndolos con ramas y musgos a lo largo de campañas, que de manera similar a Aníbal, realizó por toda Italia-.
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Diodoro Sículo también su Biblioteca de la Historia (XXV, 10, 3 y 4) nos narra la muerte del mencionado general cartaginés cuando el rey de los orisos llega a una alianza con el resto de jefes iberos para atacar unidos al de Cartago. Escribiendo que ello se sucede en Hélike, ciudad que se supone en las estribaciones del Júcar y donde acaban con el general Barca aquellos ´monarcas` ibéricos, bajo el mando de un jefe comunmente denominado Orissón y al que se considera un gobernante de Oretania -tierra turdetana con capital en Cástulo (actualmente Cazlona, junto a Linares)- . Expresando Diodoro que "cuando Amilcar acampó frente a Helike, envió gran parte de su ejército y de sus elefantes hacia la urbe de Akra Leuke (una plaza fundada por él mismo), quedándose con el resto frente a aquella ciudad que sitiaba. El rey de los Orissos pese al peligro, fue a a ayudar a la ciudad cercada para lo que encontró varias alianzas y amistades entre otros que deseaban ir contra Amilcar; aprovechando para atacarle en su camino. En el transcurso de esta batalla, el general cartaginés intentó salvar la vida y la de sus amigos, huyendo por una ruta diferente, pero dándole alcance el rey ibero, se sumergió su su caballo en un gran rio, donde pereció por causa de la corriente. Aunque su hijo y su yerno (Anibal y Asdrúbal "el bello") lograron salvarse, huyendo hasta Akra Leuke" (4) .
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Aquello que nos narra Diodoro, como sabemos ocurre en el invierno del 229 al 228 a.C., cuando Aníbal aún era un chico menor de veinte años, por lo que al no poder tomar el mando de su padre, le sustituye en funciones su cuñado, Asdrúbal. Yerno de Amilkar llamado "el bello" , ya que otro hermano de Aníbal también llevaba el mismo nombre -siendo ese, Asdrubal Barca-. Pero el general que reemplazó al asesinado entre toros, también sería muerto poco después y al parecer de modo similar con el que mataron a Viriato: Con una "puñalada trapera" -asestada por un ibero a su servicio-. Todo lo que expresa que estas dos formas de ataque (usando toros, o "metiendo la faca" por la espalda), debieron estar ancestralmente muy arraigadas en el mundo hispano... . Pero sigamos con lo que nos interesa, que en este caso es el ataque con bueyes de Helike; ciudad que comunmente de identifica con Elche de la Sierra, en Albacete, tanto como el río en el que muere Amílcar se piensa que fue el Júcar (5) . Pese a ello, hay quienes han querido hallar esta Helike en el Puerto de San Vicente -entre Cáceres y Toledo-; más concretamente en la población de Alía, aseverando que el rio que menciona Diodoro sería el Tajo. Algo que no cuadra con las fuentes históricas en general, que nos hablan de un camino que van siguiendo hacia Akra Leuke (Alicante), donde huyen Asdrúbal y Aníbal tras la muerte de su padre y cuya distancia hasta Cáceres hace inverosimil que Helike fuera Alía (población cercana a Guadalupe).
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Continuando con todo lo narrado, es de gran importancia reconocer que el texto segundo no contradice al primero, ni viceversa; sino que en ambos se complementan y solo expresan que los más importantes de los cartagineses fueron víctimas de una emboscada en la que murió Amílcar, teniendo que huir de la batalla la familia del supremo general y los mandos, en condiciones penosas. Siendo interesante -como ya hemos expuesto- el hecho en se que narra cómo al ver venir hacia ellos los carros con bueyes, lo único que sintieron los de Cartago fue risa. Algo que demuestra el desconocimiento más absoluto entre los de Amílkar de estas argucias militares. De cuanto puede deducirse que es real lo que se narra de Helike (al estar contrastado por dos fuentes) y a la vez de lo escrito, se deduce que en tiempos de Diodoro o de Apiano, aquel ardid militar ya no surtiría tanto efecto. Pues, siendo conocido el sistema y de ponerse a buen recaudo el enemigo, nada tendría que temer de unos carros atados con bueyes o una estampida de vacas.
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Por último es muy interesante el hecho de que el mismo Aníbal aprendería en Hélike a atacar con toros al enemigo. Estratagema que como veremos también usó él mismo al verse rodeado en Italia; lo que sucede tan solo diez años después de la muerte de su padre a manos de Orisson. Poniendo entonces un remedio conocido por haberlo "vivido" en su juventud, saliendo con ello de "apuros" Anibal cuando se hallaba vigilado y con la retirada cortada frente al enemigo romano, que le cerraba el paso en Falerno. Gargantas en que había quedado encerrado, de las que huyó gracias a que sus soldados (con la ayuda de mercenarios iberos), atarón más de dos mil bueyes a carros que con teas en los cuernos, prendieron para avalanzarlos sobre los de Roma. Salvando con ello su ejército de igual forma que lo hicieron los que mataron a su padre (Amilkar), al que hemos visto que vencieron avalanzando contra sus primeras filas aquellas bestias cargadas de fuego (haciendo retirarse a quienes les cerraban el paso). Una proeza llevada a cabo por Aníbal que refiere Polibio de Megalópols del siguiente modo en HISTORIA UNIVERSAL BAJO LA REPUBLICA ROMANA, (III, 26): "La Tala de la Campania por Aníbal. Estratagema con que engaña a Fabio para salir de esta tierra":
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Aníbal, luego de haber tentado a Fabio y talar toda la Campania, teniendo un inmenso botín, se disponía a levantar el campo. (...) Fabio descubrió la idea del cartaginés por la que se disponía a salir desde la misma parte por donde había entrado; así que considerando que la estrechez del terreno era muy acomodada para atacarle, apostó cuatro mil hombres sobre el mismo desfiladero (...) Él mientras, con la mayor parte del ejército, se colocó sobre una colina que dominaba aquellas gargantas. En cuanto habían llegado los cartagineses y sentado su campo en el llano al pie de la misma montaña, se prometió el romano quitarles sin peligro el botín, aprovechando la ventaja del sitio para poner fin a la guerra. (...) Pero Aníbal, intuyendo de las circunstancias que todas estas medidas se dejaban para el día siguiente, no le dio tiempo ni lugar para ejecutar sus propósitos. Envió así llamar a Asdrúbal, que mandaba a los gastadores, dándole la comisión para que con toda diligencia recogiera y atase los más haces que pueda de leña seca y otras materias combustibles, y que entresacados de todo el botín, incluyera los dos mil bueyes más hechos al trabajo y gordos, para que los situara al frente del campamento. (...) Les mandó que cuando se les diera la señal, hiciera subir a palos y por fuerza los bueyes hasta llegar a la cumbre; después de lo cual dió la orden para que todos cenasen y se durmieran. Al fin de la tercera vigilia de la noche sacó sus gastadores mandando atar a las astas de los bueyes los manojos. (...) Después da la señal de prender fuego a todos los haces y hacer subir y conducir los bueyes a las cumbres. Detrás de éstos colocó a los lanceros, con orden de que ayudasen hasta un cierto lugar a los que conducían los bueyes.(...) Al mismo tiempo él marchaba a las gargantas y desfiladeros, llevando a la vanguardia los pesadamente armados; detrás de éstos a la caballería, después el botín y en la retaguardia a los hispanos y galos.

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Después de que los romanos que guardaban los desfiladeros advirtieron que se acercaban a las cumbres esas antorchas, persuadidos a que por allí hacía su marcha Aníbal, abandonaron los puestos y acudieron a las alturas. Ya (entonces) se hallaban próximos a los bueyes y dudaban aún qué significarían estos fuegos, figurándose y esperando algún mayor infortunio. Apenas llegaron los lanceros, se originó entre cartagineses y romanos una leve escaramuza; pero los bueyes, que arremetían en medio de unos y otros, hicieron estar separados a ambos flancos, sobre las cumbres y permanecer quietos hasta que llegase el día; por no acabar de comprender (los romanos) lo que pasaba. Fabio, ya dudoso con este accidente y seguro de que sería un engaño, "doloso" según la expresión del poeta; resuelto a no arriesgar un trance ni llegar hasta una acción decisiva -según su primer propósito-, prefirió mantenerse en quietud dentro de las trincheras, aguardando que llegara el día. Entre tanto, Aníbal, saliéndole la empresa a medida de como había pensado, pasó sin riesgo el ejército y el botín por los desfiladeros, y siquiera apenas vio desamparados los puestos por los (lanceros) que guardaban el mal paso. Advirtiendo después al amanecer que sus lanceros eran atacados por los que ocupaban las alturas, destacó hacia allá un baluarte de hispanos que, viniendo cuerpo a cuerpo, dieron muerte a mil romanos y se incorporaron a poca costa con los armados a la ligera (así descendieron todos juntos). Fuera ya del territorio de Falerno con esta estratagema y acampado en parte segura, no pensaba ni discurría más (Anibal) que dónde y cómo estaría en el invierno. Este paso (de Falerno) aterró y consternó todas las ciudades y pueblos de Italia" (6) .
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Evidentemente, allí donde escribe hispanos Polibio, hemos de leer "iberos", habida cuenta que en el tiempo que se narran los hechos (antes de la llegada de los romanos a la Península) Hispania no existía -como tal-. Pero dejando al margen hechos y detalles como este, parece evidente en este texto de nuevo la mención de las gentes de la Penísnsula -colaborando en este caso con Aníbal-, que realizan un acto bélico de las mismas características. Todo lo que indica que la estratagema era común entre los iberos, pero no tanto entre los latinos ni los cartagineses -al menos desconocíada hasta lo sucedido con Amílkar-. Algo comprensible ya que "aquel ataque" no debía ser tan fácil de realizar, habida cuenta que los hechos no se repiten en otras batallas. Porque no es sencillo precisamente, saber conducir a toros con fuego hacia el enemigo; habida cuenta que el bóvido al sentir las llamas o el calor enloquece, corneando y derrotando hacia todos lados. Así, cuando el texto habla de "antorchas" en mi opinión hemos de entender que posiblemente se trate de toros embolados cuyas astas arden, tanto como carros encendidos que "tiran" de todos ellos. Luces que confuden a los romanos, creyendo que son los cartagineses quienes se aproximan; lo que les hace a subir a las cumbres, aunque los bueyes uncidos de los carros el llamas y con teas puestas, les persiguen hasta allí.
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Por todo cuanto hemos visto, sabemos que los iberos eran capaces de dirigir perfectamente vacunos embolados y con fuego (o bien tirando de carros ardiendo), hacia un punto concreto. Técnica bélica nada fácil de llevar a cabo y de ello que quizás estas argucias militares no se repitieran más por otros generales -sin la ayuda y dirección de los iberos que acostumbraban a realizarlas-. Ya que de hacerse mal, los toros pueden darse la vuelta, derrotar a la inversa y causar grandes estragos al que les ha puesto las llamas (corneando a cuantos hay a su lado, a quienes además irán por "querencia"). Siendo así, Polibio y Apiano nos han dejado tan solo el relato, pero no hemos podido conocer históricamente de qué forma esos iberos conseguían echar hacia el frente y en manadas, toros de fuego; rompiendo las filas de los enemigos. Artes de mayoral que debieron ser muy complejas, y que se relacionarían con mucho de lo que se celebran en las fiestas populares españolas -con las que tristemente no estoy de acuerdo, pero de las que en verdad hay que reconocer, que han conservado unos ritos y unas costumbres ancestrales (que de otro modo se hubieran desconocido)-.
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SOBRE Y BAJO ESTE PÁRRAFO: Arriba el autor de estas lineas observando toritos vettones hallados en la provincia avulense, pertenecientes al museo (almacén) Arqueológico de Ávila -al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes-. Abajo: Torito situado hoy en la rotonda de entrada a la bella ciudad del igual denominación: Toro. Zona de España donde la afición al ganado y al bóvido bravo es mucha; que tiene una de las más bellas plazas y cuya ciudad fuera antaño capital de una provincia del mismo nombre. Villa que conserva como emblema el totem ibero; en este caso simbolizado en un "verraco". Escultura que pertenece a la serie celtibérica o vettona de las que se han hallado más de doscientas cincuenta, fechadas entre los siglos V a.C. al III d.C. y que debieron poblar estas latitudes que comprenden hoy las provincias de Zamora, Salamanca, Cáceres y Avila (junto a las zonas próximas de Portugal, Segovia y Toledo). Siendo el sentido que a mi juicio tenían estas estatuas, la de daimones protectores; cuyo uso funerario es evidente, pero cuya simbología creo que habría de buscarse en el totem como animal custodio -en la guerra o contra los robos (de los campos y de ganado)-. Aspectos sobre los que trataremos a continuación.
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B) La dificultad de la técnica de pastoreo bélico:
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No debía ser fácil realizar lo que Polibio y Apiano narran, pero que los iberos conseguían con los astados de forma común; puesto que nada de ello copiaron los romanos (y otros ejércitos). Técnicas de manejo del ganado -manso o salvaje- muy antiguas y que tan solo han quedado en el recuerdo de nuestros mayorales de toros bravos. Pero para que comprendamos la dificultad de aquellas argucias militar es(que en Roma no fueron nunca realizadas), diremos que no hay mención alguna de estos hechos bélicos llevados a cabo por otras gentes que no fueran íberas. Pese a que los latinos en sus comentarios a las técnicas circenses, explican con detalle cómo han de cuidarse y encerrarse las fieras. Siendo mucho más sencilla la labor de guardar, azuzar y enfurecer a los animales salvajes para soltarlos a la arena (en su plena agresividad), que esta que relatamos de dirigirlos en la guerra. Pese a ello y a la sencillez de manejar animales enjaulados, estas del anfiteatro tan solo se dejaban en manos de un gremio de "profesionales del bestiario". Y es que en verdad, hacer que un toro saque toda su furia conlleva el serio riesgo de perecer en el intento. No tanto en los Circos de Roma, donde los tenían encarcelados o enjaulados; pero aquello que los iberos realizaban sí tuvo un enorme peligro, ya que el astado cuando se ve rodeado de llamas derrota y avanza en estado de locura (atacando a todo cuanto ve). Por cuanto explicamos, las referidas circunstancias de la dificultad en el manejo de animales, hizo que durante El Imperio se convirtiera en una profesión, existiendo la figura del "azuzador de las fieras" antes de sacarlas a la arena; hechos sobre los que Fernández Truhán, citando a Roland, escribe: "Previamente se les quemaba a los toros con artorchas y se les pinchaba con aguijones por medio de los Succursores (Los succursores eran los encargados de agitar y azuzar a las fieras) y después intervenían los cazadores que eran los Taurarii (o Taurocentae) armados con una lanza o con una estaca. También galopaban a caballo hasta cansar al toro y entonces saltaban sobre él sentándose a horcajadas rodeándole los cuernos con los brazos sin ser derribados, hasta que les retorcían el cuello y lo derribaban." (8) .
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Acerca de estos "juegos" que los romanos hacían en el circo con bóvidos, Fernández Truhán también recoge un texto del poeta "zaragozano" Marcial, que en sus "Epigramas" describe así aquellos malabarismos de la arena: "Mira como aquel grupo salta sobre los mansos toros y con qué alegría soporta el animal su pesada carga. Este (joven) salta entre las puntas de los cuernos, aquél corre ligero y saltando sobre el lomo del toro, seguro de su destreza, agita su lanza." (9) . Cita en la que se observa claramente cómo los romanos "jugaban" con toros mansurrones, aunque posiblemente en ocasiones usarían bravucones en sus "venatios"; dejando los ejemplares verdaderamente salvajes para el sacrificio de pobres víctimas humanas, a las que lanzaban a la arena frente a morlacos de verdad (lo que se acostumbraba a hacer con esclavos considerados malos y con penados por la ley a esta forma de ejecución; un "ritual circense" que en época imperial se regula como pena capital que solo se permite imponer a magistrados).
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Muy importante es también la cita que Fernández Truhán recoge de Rodrigo Caro; autor que en su interesante obra sobre los "días lúdricos" -escrito en 1626-, nos dice de los "juegos latinos": "Solíanles poner hachas en los cuernos, como ahora, y vistiéndoles de materia fácil de quemar, pegarles fuego... Ponían los dominguillos delante, para que irritados los toros, embistiesen con ellos, uso que aún se conserva en nuestras fiestas de toros. Ya vuestras mercedes saben que estos dominguillos son unas figurillas de soldados con sus lancillas, y a veces los visten de colorado: a las tales figurillas o dominguejos llamaron los romanos "primapila o pilas", porque los primeros que iban en el ejército a batalla eran los primipilos, de la voz "primus et pilum", que es el dardo o arma arrojadiza." (10) . Palabras de este ilustre autor, uno de los primeros que trataron seriamente sobre Tartessos (a comienzos del siglo XVII), que son interesantísimas para conocer los orígenes de las costumbres hispánicas. En las que observamos que muchas de las barbaridades que aún se hacen con los toritos, proceden de esta raiz circense romana y no del respeto hacia el animal -que de seguro los iberos tenían-. Es decir, que a mi juicio aquellas brutalidades absolutamente abusivas que aún realizan en ocasiones con el morlaco (que para nada respetan su casta ni su valor), deberíamos catalogarlas de "costumbres circenses" y considerarlas descendientes de los "juegos romanos" (no de los usos peninsulares). Ya que son muy diferentes a otras de origen ancestral e ibérico, en las que en verdad se ha conservado un ritual mísitico del sacrificio del animal sagrado (gracias al cual la especie sobrevivió).
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ARRIBA:
El callejón y el burladero pudieron ser técnicas que en un principio se utilizaron para adiestrarse y manejar reses salvajes, pero que en mi opinión terminaron perteneciendo a la vida común en la defensa de las ciudades durante la Edad de Bronce. Bastando con situar este tipo de callejuelas de madera en las urbes antiguas, para soltar en ellas toros en caso de que entrasen invasores. Lo que facilitaría el escape y huida de los ribereños, tanto como acabaría con muchos de los intrusos; que desconociendo los callejones, se verían frente al ganado salvaje. Creyendo personalmente que el recuerdo de estos usos militares del bóvido -de los que todavía hay constancia en el siglo XVII-, estaría el origen de gran parte de las fiestas populares hispanas. De un igual modo, relatos como el del Laberinto de Creta y del Minotauro -que habían de vencer en aquel recinto "estrecho y zigzagueante"-; se relacionaría con esta técnica de defensa basada en soltar toros ante la presencia de invasores. Todo lo que explicaría las laberínticas construcciones de las ciudades-palacio minóicas, tanto como sus mitos relacionados con un hombre-toro que acababa con cuantos estraban en el palacio de Minos.
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ABAJO: Las talanqueras o vallas fuertes con entablados que permiten el paso a las personas pero no a los toros, pudieron ser uno de los medios para conseguir cohabitar con reses bravas en la Antigüedad. Toros salvajes que de conservarse rodeando las ciudades, actuarían como la mejor barrera defensiva. Bastando quitar los tablones de las talanqueras de paso hacia la urbe, para que el cercado quedase abierto, los bóvidos merodeasen a su antojo y ningún extraño pudiera entrar ya en la ciudad. Estas prácticas defensivas -como decimos- pudieron llevarlas a cabo circundando poblaciones, o también colocando pasos desde los lugares habitados hasta un puerto. Ello explicaría la inexistencia de murallas en civilizaciones como la Minóica, cuyas ciudades-palacio estaban asentadas en las riberas y a poca distancia del mar. Bastando para estar protegidos, tener toros sueltos en un cercado que rodeara el litoral y las urbes; de las que se saldría y entraría por caminos hechos con talanqueras. Cuyos tablones se abrirían en caso de ver extraños cerca, quedando las poblaciones cercadas por toros bravos y las gentes protegidas con este fácil sistema. Método que durante la Edad del Bronce y hasta la aparición de grandes ejércitos con caballería pudo ser eficacísimo (en especial en las islas o en las zonas de litoral amplio, como lo era Iberia).

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Por cuanto expreso, es seguro que el conocimiento y trato que los iberos tenían con el ganado era muy diferente al que los romanos guardaban con aquel astado, al que utilizaban de un modo aberrante y salvaje en sus fiestas. No teniendo nada en común un sacrificio ritual que termina en la celebración con el totem sagrado (al que después se come), con una mofa en la que se inflinge dolor a un pobre animal. Por cuanto creemos que es perceptivo destacar que las gentes de Iberia no realizaban en principio aquellos actos con los toros, que después se pusieron de moda a través del circo. Ello porque como se sabe, eran sagrados los vacunos en nuestra tierra; siendo las gentes que conciben de ese modo un animal capaces de domarlos o dominarlos solo con el cariño y sin aplicarles castigos severos (algo que hasta hoy en día podemos ver en ciertos domadores de caballo argentinos o norteamericanos). Unión de los iberos con el toro que se refleja en otra frase de Diodoro, quien de forma extrañada afirma: "hasta el día de hoy, las vacas son sagradas en Iberia" (11) . Siendo este un rasgo absolutamente indoeuropeo (tanto que en La India siguen siéndolo) y que nos remonta hasta la certeza de que nuestra cultura procede especialmente e inicialmente de zonas indoarianas. O lo que es lo mismo: Que la cultura ibérica tiene sus orígenes más directos en el Cáucaso y en Frigia (e incluso, en parte de Persia).
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Por lo demás y acerca del interés por la dificultad que la doma del toro tenía, en Roma se admiró una práctica de lucha entre el animal y el hombre, denominada "Taurokathapsia". Ejercicio importando desde la griega Tesalia, y en mi opinión, antecedente directo de los forçados de Portugal. Práctica que consistía en perseguir al astado en la arena con el caballo para agotarle, tras lo saltaban sobre aquél y lo derribaban. La solían llevar a cabo gentes de Tesalia que eran magníficos caballistas, pese a lo que considero personalmente que los bóvidos usados no eran propiamente bravos (como los que había en Iberia) sinó unos simples bravucones; habida cuenta de que al bravo no es posible perseguirle, al ser este el que sigue de continuo al caballo. Por cuanto la taurokathapsia, que tanto se puso de moda en el Circo romano; vemos que se relaciona con el mundo heleno y sus mitos, entre los que destacaría el de Herakles. Junto a otras muchas luchas en las que el hombre vencía aquella bestia solo con sus manos, logrando por ese medio la conquista  mítica de reinos o ciudades (en las fábulas griegas). Por cuanto exponemos, nos decía el profesor Blázquez acerca de esta modalidad:
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"la taurokathapsia estaba ligada a prácticas religiosas, pero tal como se conocen en época histórica han quedado reducidos a un simple juego. Algunos autores españoles, como Pérez de Guzmán e Isidoro Gómez Quintana han querido ver el verdadero antecedente de las corridas hispanas en la taurokathapsia tesalia. En Italia donde se conocen una multitud de documentos del culto al toro, de modo que Altheim ha podido comenzar el estudio de la religión romana con un largo capítulo consagrado al culto al toro en Italia, los etruscos tenían juegos en los que el toro participaba, como lo indica el oinochoe de bucchero del Museo Arqueológico de Florencia, s. VI a. C, con cabeza de novillo en la boca y sobre el vientre del vaso una procesión de jóvenes que sujetan a los toros por una pata delantera y por el cuerno izquierdo" (12) .
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Cuanto hemos ido recogiendo en estos último párrafos, demuestra que debido a la tremenda dificultad técnica que hay para dominar y transportar un toro bravo, quizás los romanos ni las gentes ajenas a la Península llegaron a conocer bien los astados salvajes, ni menos a usar vacuno en la guerra. Lo que explicaría por un lado la familiaridad de los iberos con el ganado (fiero o manso) y por otra parte la inexistencia de otras batallas, en las que se narre el uso de astados para defenderse. Algo que se perdería con la aparición en la Península de los grandes ejércitos y de la caballería bien armada; a los que ya no se podía hacer frente con unos simples toros (por muy bravos que fueran). Todo lo que terminaría con la civilización y costumbres de los iberos, tanto como finalizó con su idioma y forma de vida (en la que el toro era fundamental). Siendo así, finalizando la civilización y los usos peninsulares, por lo que diversos textos demuestran que no hubo exportación hacia Italia de fieras de este tipo desde nuestro territorio, mientras sí se llevaban hasta allí otras especies autóctonas y "extrañas" (osos, felinos y etc). Algo que afirma el profesor Blazquez citando fuentes romanas y diciéndonos que: "No se conoce ningún testimonio de que se exportasen toros de Hispania para los anfiteatros romanos de otras ciudades del Imperio. Durante el Bajo Imperio, en cambio, exportaba osos, como Dalmatia, e Italia criaba buenos toros para los juegos circenses" (13) . Todo lo que indica que la cría que aquellos astados salvajes se hacía en Italia, por lo que el tipo utilizado en los circos debía de ser el del Uro; que creo personalmente no puro ser tan fiero como el toro ibero, pero sí era de un imenso tamaño. Unas características que se aprecian en los murales y mosáicos, en los que vemos a "venatores" (luchadores de animales), tanto como en aquellas otras que representan la ejecución con pena capital de "muerte con toro". Siendo así, seguramente en los bosques del Norte de Italia, conservaban y criaban estos uros para anfiteatro, de los que algunos bucráneos de época romana han aparecido entre las ruinas de esta ciudad.
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SOBRE ESTAS LINEAS:
De nuevo, una vista general de los llamados Toros de Guisando, en el Tiemblo (Ávila) y situados en zona muy cercana a San Martín de Valdeiglesias. Bóvidos celtibéricos -vettónes-, que se suponen hallados en el cerro situado frente a aquellos y donde hoy se levanta la iglesia de Santa María de Guisando. Lugar que siempre ha conservado un carácter extraño y sagrado, tanto como para que allí (en una venta sita junto a estos verracos), se tomara juramento de reina a Isabel la Católica. Ello no solo debido a circunstancias históricas, sino también porque desde la más remota antigüedad se le ha concedido un carácter mágico a estas figuras. Toritos esculpidos en granito que hasta el siglo XVI fueron conservados y cuidados por las gentes del pueblo; aunque tristemente en esta época -y trás la aparición de pestes- algunos clérigos decidieron difundir la idea de que la enfermedad se había producido por el respeto y veneración que el pueblo guardaba a aquellas estatuas graníticas. Arrojando a ríos y barrancos muchos de los verracos que se conservaban hasta entonces en lugares principales y donde las gentes comunes iban a pedir rogativas (tal como se hacía con los dólmenes y menhires).
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ABAJO: Sarcófago en madera fechado en el siglo VI a.C., y hallado en las proximidades de Pollensa (propiedad del museo de esta población, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Perteneciente a la cultura talayótica, esta pieza que vemos en el centro -en blanco y negro y que hemos adornado para alegrarla en su colorido-, es otro ejemplo del uso funerario del toro en la Antigua Iberia. Más adelante y en distintos artículos trataremos acerca de este sarcófaco del Museo de Pollensa y de cuantos descubrimientos se refieren a los tiempo postalayóticos en Baleares. Interesándonos ahora el valor funerario del toro en la Primera Edad del Hierro en nuestras tierras. Una simbología que se une plenamente a la protección; custodia que creo se relaciona con el uso del toro en la defensa. Utilización que en las islas y durante la Edad del Bronce debió ser muy eficaz. Ya que por entonces, apenas había grandes naves, ni menos ejércitos marinos que pudieran desembarcar en un lugar tan lejano como Iberia; llevando un número de personas armadas y capaces de hacer frente a una manada de toros salvajes. De ello, con unos simples bóvidos soltados en cercados junto las zonas de varadero, las islas podían estar bien custodiadas. De esta aplicación bélica creo personalmente que nace el amor y unión del ibero hacia el toro; totem que, como vemos, en Baleares se esculpía en madera para realizar sarcófagos en los que se enterraban los más poderosos -durante estos tiempos postalayóticos-.

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C) El toro como guardián y el robo de reses en Mesopotamia:
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Para entender la función que estos toros salvajes pudieron tener en la Antigüedad, como guardianes de los rebaños; es interesantísimo el capítulo séptimo del libro de Cristina Delgado Linacero. Un apartado que intitula "EL HOMBRE TORO ANTROPOMORFO" y que comienza con el epígrafe denominado "El hombre toro, héroe protector de hombres y ganados" (14) . Donde esta cultísima investigadora explica la existencia y el nacimiento de deidades mesopotámicas, con la iconografía de un toro androcéfalo, al que se les veneraba como custodio del ganado. Pequeños divos, que representaron de ese modo en las cercanías del Tigris y el Eúfrates ya en los comienzos del III milenio: Con barba y rostro, ojos almendrados y cuernos, tanto como cuerpo de toro. Figuras que ya hemos dicho, tenían como función proteger al ganado del ataque de otros animales y en especial de los leones. Escribiendo la autora que en estas épocas el "daimón" toro-androcéfalo adopta la actitud de recostado y más tarde la de erguido sobre sus patas; exponiendo que: "Hacia el 2500 a.C. su presencia proliferó sobre sellos cilíndricos con escenas de protección del ganado, a menudo vacuno. Pero su papel de guardián no se limitaba solo a los animales" . Palabras tras las da cuenta minuciosa de representaciones del 2500 a.C, en que "claramente se les ve como seres divinos a los que identifica con el dios Tammuz, deidad de los pastores, amante de Inaana que tenía una función protectora" (15) .
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De cuanto hemos expresado hay un dato que personalmente considero fundamental para comprender la función del toro bravo como custodio de rebaños; ello es la necesidad de su defensa frente a leones. Puesto que para la guarda de depredadores como el lobo -o incluso el oso-, quizás bastaría con perros; pero frente a leones, el perro no es más que "otro manjar". Todo ello quizás nos explique la falta de importancia del cánido en el mundo persa y mesopotámico, frente a la enorme relevancia del bóvido. Astado que no solo sería venerado en su calidad de buey que da la carne, sinó sobre todo como protector, ya que frente a los leones el único animal que pudiera defendernos es un toro bravo. Ello es una conclusión personal a la que se llega abriendo simplemente alguno de los tomos de libro de Cossío (LOS TOROS), en el que veremos los carteles y la explicación de una terrible práctica que se dejó de realizar en las plazas españolas hacia 1924. Se denominaba "lucha de fieras" y en ella se enfrentaba a toros contra leones o tigres (incluso elefantes), saliendo comunmente vencedor el astado -a menos que los felinos se organizaran bien y fueran varios, teniendo solo un toro en contra-. Lo que supone, que de frente a una manada de morlacos salvajes, debió de ser imposible que león o depredador alguno se atreviese a atacar los rebaños y a sus gentes que los cuidaban; lo que concedería este rango de sagrado y guardián al bóvido salvaje.
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En todo ello, mi opinión es que la figura representada en Mesopotamia mitad toro, mitad hombre; sería sin lugar a dudas el recuerdo o la sublimación de los pastores de toros bravos o silvestres. Mayorales y gentes que se idealizarían con estos rasgos y que se tendrían como verdaderos custodios de las personas del campo y de sus propiedades -habida cuenta que evitaban los ataques del león-. Felinos que de adentrarse en los poblados para saltar sobre los rebaños, no solo matan animales para comer, sinó que a su paso dañan o hieren a cuantos se ponen en su camino (en especial a los dueños si salen en defensa de sus reses). De ello y de la necesidad de las gentes de pastorear toros salvajes a caballo, mezcándolas con el ganado manso (pues no hay otro medio de guiar ganado salvaje); nacería esta iconografía del toro antropomorfo, que vemos en un ser mitad animal (caballo o toro) y medio hombre; al que se veneraba para que guardase los ganados. Hechos por los que considero personalmente nace la figura del dios bovido-androcéfalo, que fue adorada o utilizada como apotropáico y protector hasta al menos la época aqueménide. Dos mil años en los que de seguro se salvaban del ataque de leones a través de ganaderos, que mezclarían reses bravas entre los mansos, con el fin de evitar felinos salvajes. Hipótesis que exponemos, sobre la que puede suponerse la importancia de la figura de estos bóvidos en el mundo Mesopotámico, que dio origen a aquellos dioses que con cara humana y cuerpo de buey (incluso alados, como los ángeles) se repersentaban de continuo en los palacios y ciudades -apareciendo en las entradas urbes como Persépolis-.
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Entendiendo así el valor de aquellos toritos con alas y con cabeza de hombre, que representarían en el III milenio a.C. las gentes cuando rogaban sus ganados no fueran atacados. Concibiendo seguramente como esos guardianes, a los mayorales capaces de llevar reses salvajes junto a sus bueyes. Pastores que obligadamente montarían a caballo (animal por entonces recién domado) y de cuya sublimación mítica nacería esa figura del toro-alado-androcéfalo; ante la admiración de todos -pues de aquellos dependía su seguridad frente a depredadores, e incluso frente a enemigos-. Acerca de estas deidades, explica en su libro Cristina Delgado Linacero, que después del III milenio a.C. se humaniza más su figura, representándose eguido y caminando sobre sus patas traseras. Daimón al que dieron el nombre de Kussariku los acadios y Gud-Alim los sumerios; considerando la autora que esta última denominación era el nombre del extinto bisonte (16) . Narrando la investigadora cómo desde la III dinastía de Ur (2050-1950) estos divos al igual que sus reyes, se coronaron con tiaras cornudas, o bien con apéndices de toros metidos en el sombrero; iconografía que exportaron al mundo hitita y elamita. Tras ello y ya en el periodo Kassita, se manifestó como el "daimón" más protector de cuantos hubo, al que llemaron Enkidu, al que consideraban el hombre más fuerte del mundo y ayudante del dios Enlil. "poseedor una gran fuerza, que recorre de las colinas, que frecuenta la compañía de las bestias y abreva, paciedo hierba junto a estos. Es un hombre salvaje". Cuando se une con una mujer se transforma, se perfuma y se hace bueno (17) .
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Comentando también Cristina Delgado -en la obra referida- como los asirios recogieron esta imagen del hombre toro en sus esculturas monumentales, que adosaron en las puertas de los palacios. Siendo igualmente para ellos espíritus protectores que alejaban el mal del palacio. A esa iconografía del Enkidu se añadieron nuevos rasgos como el de las alas o las escamas de pez, de los que ya se les llamaba Lamasu, y eran tenidos por el mensajero de los dioses (ángeles), con su tiara de cuernos que acentuaba su carácter religioso -sus estatuas colosales se hallaron en las entradas de los diversos y los más importantes palacios asirios- (17) . A cuanto hemos dicho, deseamos repetir de nuevo y como teoría propia, que su existencia, origen y manutención en toda la mitología mesopotámica de estos divos medio toros y mitad hombres (desde Gudea hasta la Persia Aqueménida); se debería a la protección que los pastores de toros bravos debieron dar frente a los leones. Lo que demostraría la hipótesis de la autora, por la que afirma que el nombre dado a ese custodio de los ganados entre los asirios (al que llamaban Gud-Alím), sería efectivamente la de los toros antiguos, silvestres o bravos -tal como ella asevera al escribir que era esta la denominación de los ancestrales bisontes, extinguidos más tarde en aquella zona-. Un nombre del toro antiguo o silvestre, que recordaría al gran guardián del ganado: Gud-Alím para los asirios, Enkidu en Persia, Lamasu entre los Asirios y Kussariku para los accadios; dios que entre las primeras culturas de Mesopotamia fue llamado Tammuz. Casi tres mil años de una deidad protectora, que a mi juicio mucho tuvo que ver con el toro salvaje y sus adiestradores o pastores (lo que hoy sería el de lidia y sus mayorales). -Nota: Sobre los referidos hechos, como curiosidad diremos que pueden comprobarlos incluso en internet actualmente; donde en Youtube se "cuelga" un video en el que podemos observar como una manada de felinos ataca a unos bisontes africanos y estos acaban con los leones a cornadas y coces-.
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ARRIBA:
Dibujo hecho por mi mano, de un sello cilíndrico mesopotámico fechado hacia el 2645 a.C., procedente de Ur y cuya original conserva el Museo Británico. En este vemos el toro androcéfalo con su significado de animal protector, ya que le rodean los dioses de los haces. Deidades que sostienen cañas y mimbres, como símbolo del tejado, las cubiertas y el refugio; a los que en Mesopotamia se veneraba en esa forma de un haz de cañas y se relacionaba con el cuidado del ganado (desde el periodo Urrita hasta el Aqueménida). Bajo estos toros androcéfalos que representan la guarda del ganado, vemos pastando un buey, un caballo y una cabra junto a un cérvido; a sus lados pájaros, que seguramente indican la vigilia de los anteriores dioses sobre las reses que libremente comen sin temor.
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ABAJO: Dibujo mío sobre un sello acadio fechado entre el 2390 y el 2290 a.C. en que vemos claramente a su dios Tammud tomando una res (su original en el Museo Británico). Si observamos la escena, es fácil observar que la deidad androcéfala está itifalico y su pene es igual a los del toro. Todo lo que de seguro indica las meclas y los procedimiendos de inseminación que desde antaño usaban los ganaderos, para fecundar vacas con los mejores sementales. Reses que así -y no de otro modo- dan el producto bovino de mayor calidad (por su bravura o por su carne); siendo conocedores de la selección y de formas de reproducción estos ganaderos; que de seguro así se representan como el dios Tammuz, tomando una res a su antojo (a ser el guardián y el amo de los toros).

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D) Robo y custodia de ganado en otras culturas:
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Siguiendo con el magnífico libro de la profesora Delgado Linacero, en este y en apartados diferentes, comenta como mientras en Mesopotamia el cuatrero se hallaba fuertemente castigado, tanto que el Código de Hammurabi prevé grandes penas en caso de robo e insolvencia. Entre los griegos y otras culturas del Mediterráneo, robar toros estaba "admitido" y era objeto incluso de admiración (19) -poniéndo como ejemplos míticos de ello: El hurto de los Bueyes de Gerión o el de Caco a Heracles, mientras el héroe tebano regresaba a Grecia, con el ganado "tomado" en los pastos de Tartessos-. Tanto es así que ya en Oriente Medio, no hay existencia de esta figura del toro androcéfalo, como guardián de las reses (en mi opinión quizás no tanto por la poca importancia que se diera al cuatrero, sino más bien por la práctica inexistencia de leones en esa zona).
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Porteriormente, cita como otro tipo de estos bovinos (mitad humano) al "hombre toro" , Talos; un ser de bronce que vigilaba Creta (regalo de Zeus a Europa o de Hefaistos a Minos). Guardián que en palabras de la referida autora "Impedía la entrada de extranjeros en la isla o la salida de sus habitantes sin permiso. Asumía la forma de gigante, de un toro o de sol. Tenía la facultad de poner su cuerpo metálico incandescente y oprimía sus víctimas contra él, quemándolas vivas. J. Frazer auna su triple aspecto configurando un ser taurocéfalo al que sacrificaban víctimas humanas" (20) . Mito que en nuestra teoría y en mi opinión personal se referiría al uso de estos toros como defensa de los litorales, lo que le equipararía con las armas (de ello su carácter relacionado con la fragua y la incandescencia). Guarda de la islas que creo se pudo hacer durante la Edad del Bronce situando becerros salvajes en las playas y costas cretenses, que impedirían salir ni entrar a nadie; a menos que los soldados (Talos) abrieran o permitieran el paso por talanqueras y caminos -en ese laberinto minóico.- Un mito sobre el que en otras entradas nos extenderemos pero del que hoy expresamos que nuestra teoría es que su interpretación se relacionaría con un sistema de defensas realizado con toros bravos.
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Igual sentido tendría para mí el Minotauro, que Cristina Delgado también identifica con estas figuras androcéfalas. Humano con cabeza de bóvido, fruto de los amores entre Pasifae (mujer de Minos) y un toro. Monstruo al que una vez al año le entregaban catorce atenienses de ambos sexos, entre los que en una ocasión se incluyó Teseo, jóven del que enamora a Ariadna. Princesa de Creta que enseñando los secretos del Laberinto a su amado consigue que Teseo mate al Minotauro, escapando así ambos del yugo cretense. Historia que narra el fin del poderío minoico y sin duda para mí se relaciona con los secretos de la defensa con toros de la isla, tanto como del descubrimiento del método para poder hacer frente a los astados bravos (o de acabar con ellos). Aunque tal como expresa la profesora Delgado Linacero, según Mircea Eliade todo correspondería a una iniciación juvenil que identificase el hacha doble con labrys, laberinto y la "casa de la gruta" habida cuenta que en asíanico "labra" o "laura"; se traduce por "cantera tallada" o por una "piedra" y "gruta"; interpretado así aquel recinto laberíntico como una cueva hecha por el hombre -Cuanto relaciona Cristina Delgado Linacero con las grutas de Creta- (21) .
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Mencionando las teorías más importantes sobre este mito, en él queremos resaltar su carácter "tauromáquico"; ya que hemos de analizar como muy importante el hecho de que la fábula especifique como Teseo mata sin armas al toro (con sus manos). Ello indudablemente confiere el punto de iniciación al relato, tal como dicen estos autores. Pese a lo que también significa que se relaciona todo con la burla del astado, o lo que vulgarmente se denomina "toreo". Práctica con la que gracias a la bravura del bóvido, el hombre es capaz de vencerle; algo que ya pondría en contacto las culturas ibéricas y la cretense (o las de Egeo, y las Chipriotas con la nuetra) (22) . Todo lo que a mi juicio se relaciona habida cuenta que la civilización cretochipriota, cuando se vió asediada primero por los Aqueos y más por los dórios, hubieron de huir -a Occidente-. Marchando hacia tierras como las iberas que les acogerían y donde enseñarían a sus habitantes un "medio minoico" de defender su litoral, valiéndose de toros (entre otras cosas para evitar la presencia de quienes les habían expulsado de sus islas). Astados que pese a su peligrosidad y la enorme guardia que hacían, se podían evitar o engañar; utilizando diversos "trucos" como los que enseña Ariadna a su amado Teseo, quien así consigue acabar con el Minotauro.
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ARRIBA:
Cista funeraria procedente de Chiusi, siglo VI a.C., toro androcéfalo, que actualmente se halla en el Museo Berlín y pintada de nuestra mano. Imágenes como esta demuestran el uso funerario del bóvido en toda la cultura mediterránea, siendo un caso más el de Etruria. Algo que considero en principio basado en el uso de estos animales como guarda. Lo mismo que sucedió con los leones, utilizados hasta la Edad Media en los fosos de los castillos y palacios; razón por la que se esculpieron con carácter protector en los blasones y en las tumbas.
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ABAJO:
Bajorrelieve de Tell-Al-Hallaf; en el que vemos claramente a los daimones "Enkidu" (mitad toros, mitad hombres) sosteniendo el símbolo solar mazdeista (original en el Museo de Berlín al que agradecemos nos permita divulgar la imagen, que hemos coloreado para destacar sus figuras) . Es ese de Tell-Al Hallaf un caso más de la presencia de estas esculturas de toros androcéfalas en el mundo Neohitita. Zona de Anatolia y sus proximidades , en la que se halla repetidamente representada esta deidad protectora del ganado. Área de la actual Turquía que como sabemos en mi opinión tuvo mucha relación con la Península Ibérica desde los siglos en los que Frigia es destruida y los diferentes pueblos neohititas se ven obligados a huir. Evasión y éxodo frigio que llega hasta nuestras tierras, como se puede demostrar en toda la estatuaria ibérica (especialmente en la de zonas como Albacete, donde existen enterramientos neohititas como es el caso de Pozo Moro). Viniendo con ellos seguramente sus mitos, y muchas de las costumbres; entre las que se pudo encontrar la del guardián de los campos y del ganado venerado en el toro con cabeza humana (recordando estos pastores y a sus reses salvajes de los que hemos hablado). Aunque en opinión de Cristina Delgado Linacero, esas figuras procederían desde Magna Grecia; importandose desde ese Sur de Italia hasta Iberia los ritos del toro androcéfalos (entre los siglos V al III a.C.). La bicha de Balazote sería una ejemplo de ellas; pieza que Blázquez y García y Bellido creen perteneció a la entrada de una tumba, como los protectores orientales. Su escultura se fecharía en esta época y ello ratificaría mi opinión sobre el mito del toro androcéfalo; que seguramente fue traido a nuestra zona por gentes venidas desde Oriente; y concretamente de Frigia en los años en que esa tierra es invadida y devastada (23) .

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E) Iberia, tierra de cuatreros... .
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Que la Península que habitamos era tierra de gentes que gustaban de la anarquía y del robo, es algo que bien documentaron cuantos la conocieron en la Antigüedad. No queremos expresar que en ello haya también atávicas costumbres no superadas, pero el hecho cierto es que las fuentes clásicas dan manifiesta cuenta de lo que decimos. En opinión de la profesora Delgado Linacero esto se debería a: "La concentración de la riqueza agrícola y ganadera en pocas manos hizo de la región lusitana sede de fuertes desequilibrios socio-económicos, cuya válvula de escape era el bandidaje y el merceneriado. Diodoro describe la dramática situación en la que jóvenes que llegaban a edad adulta sin recursos para vivir, se dedicaban al robo y al pillaje, devastando las haciendas de Carpetania y Turdetania, e incluso llegando hasta Sagunto" (24) . Por su parte continúa la autora escribiendo que Julio Caro Baroja expone que el bandolerismo lusitano era un acto de rebeldía contra las gentes pudientes; mientras el que se practicaba en otras zonas -como el Pirineo- era tan solo un problema de ataques entre tribus; como las guerras que posteriormente denominaron los romanos "concursare" y hoy de llaman "de guerrilla" (triste invento hispano, desde sus albores...). (25) .
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Continúa explicando en el mismo libro que: "La fama de cuatreros de las gentes de Iberia llegó hasta la propia Roma. Virgilio ensalza a los perros pastores de Epiro y Lacedemonia por su capacidad para proteger a los ganados de los lobos y de las gentes de la Península. Plutarco afirma que cuando Mario ejerció su mandato en España Ulterior (114-113 a.C.) muchos de los iberos seguían pensando que el bandolerismo era la mejor ocupación". Para evitarlo los romanos tomaron medidas, ofreciendo tierras a algunos y estipulando con fuerza leyes contra el robo de ganado, llamado "abigegato". Término sobre el que Joaquín Costa sostiene es origen hispano, ya que en latín "abigere" solo significaba llevar o conducire ganado, hasta que en tiempos de Ciceron se entendió por ello el cuatrerismo. Sobre cuanto resumimos, la referida profesora Delgado Lincero cita a Tito Livio (en Historia de Roma desde su fundación, 21,43, 3) donde este autor narra que cuando Escipión marchaba desde Cartagena para sofocar la rebelión del rey ibero Inivil, afirmaba a sus soldados que no iban a luchar contra un ejército sino contra bandidos y salteadores; que se dedicaban a saquear en las casas y a robar el ganado, sin capacidad de enfrentarse en batalla. De un mismo modo que ecribe "por boca" de Scluten, que Viriato era tenido y descrito como criador de ganado humilde, pero calificado por todos como "Pastor y ladrón" .
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Muchas fueron las veces que el bandolerismo y los cuatreros eran el motivo para que Roma justificara el dominio con fuerza de Iberia. Exponiendo que "Escipión atrajo a una emboscada a los ilergetes imitando la forma de actuar del enemigo, es decir, cionduciendo hasta lugar visible una parte de sus animales para atraer la codicia del contrario y caer sobre él después (...) -porque- Durante las contiendas los hispanos retiraban rapidamente el ganado del campo de batalla" -sobre lo que añadiremos que también Julio César (en "La Guerra Civil") habla de que lo primero que hacían los hispanos, era retirar el ganado del campo de batalla-. Hechos todos ellos que nos han obligado a identificar la figura del toro con el guardián que usarían los hispanos para evitar este pillaje y el bandolerismo (tan común en la Antigua Iberia), tanto como para defenderse de extraños. Habida cuenta el modo anárquico y rebelde de estas gentes que habitaban la Península, que no deseaban ser gobernados por nada, ni nadie. Todo lo que pudieron hacer en gran medida y a mi juicio, al valerse de toros y de cerdos. Animales, unos que defienden el territorio y otros, que no precisan de modo civilizado de vida alguno, ya que con realizar matanzas y conservar los embutidos, toda otra organización y órden social sobra. Lo que explicaría este culto y veneración al bóvido y al verraco, que aparece por doquier en las representaciones antiguas de Iberia.
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Pero para finalizar este estudio sobre ese animal totémico que era en nuestras tierras un gran potencial  económico y -en mi opinión- también, un sistema de defensa. Desearíamos incluir unas palabras del gran Joaquín Costa; amante y profundo conocedor de nuestra cultura, quien describía uno de estos robos de ganado con las siguientes frases: "El décimo trabajo que Euristeo mandó a Hércules fue que robase las vacas que Gerión apacentaba en los ùltimos confines de la Iberia, contiguo al océano... Se habia propalado por todo el Orbe que Chrysaor, llamado así por la abundancia de oro que poseía, reinaba en toda Iberia; añadiendo que tenía tres hijos, a cual más aventajado en en fuerza corporal y en el arte de la guerra. Hércules, después de haber recorrido el Africa, llegó al océano gaditano, plantó las columnas al extremo de ambos continentes y, desdembarcando en Iberia, combatió a los tres hijos de Geryón con sus tres ejércitos. Habiéndolos después provocado a singular batalla, los mató, se apoderó de toda Iberia y llevó consigo las famosas vacas y los famosos bueyes...". (26) .
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Unas vacas aúreas que sin duda alguna vemos nosotros relacionadas con los pectorales del tesoro de El Carambolo, en forma de piel de toro. Diseño del lingote de cobre y metales que lograron "robar" o llevar los griegos hasta su pátria cuando se establecen en nuestras tierras. Algo para lo que posiblemente necesitaron vencer aquella defensa hecha con toros por los tartessios, en el actual Bajo Guadalquivir. Los bueyes de Gerión, que el propio rey de Tartessos quizás representaba en su pecho como símbolo del poder, la riqueza y de la guarda que aquel animal totémico les daba.
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CITAS:
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(1):
Ver Ovidio; Met. VIII, 550 // Hesiodo, Teogo. 340 // Servio a Virgilio; Georgi. I, 8 // Diodoro Sículo, Bibliot. Hist. VI, 35, 3 // Pausanias, II, 2, 3.
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(2): LOS TOROS, Cossío;
Espasa Calpe, Madrid 1964; tomo IV, - pags. 783 y 784
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(3): LA VERSIÓN QUE RECOGEMOS ES LA TRADUCCIÓN PUBLICADA EN GERRAS IBÉRICAS, de APIANO (Clásicos de Grecia y Roma, Alianza), MADRID 2006 (con introducción y notas de Javier Gómez Espeleosín). Existe otra traducción muy interesante liberada en la red por Da.Sonia Barja; excelente persona que de continuo nos ha escrito enviándonos ánimo para seguir con nuestros estudios sobre arqueología y a la que desde aquí agradecemos sus aportaciones (rogando disculpas por no poder responder a todos quienes nos escriben, pero confirmando nuestra admiracion por su trabajo). La versión de Sonia BARJA es la siguiente y se puede hallar pulsando en:
http://www.historiayarqueologia.com/profiles/blogs/textos-antiguos-de-historia-antigua-de-espa-a-los-cartagineses-en "De este modo se proporcionó la ocasión de estar ausente de su ciudad, y al mismo tiempo de actuar y de ganarse con dones a sus conciudadanos. Pues todo lo que tomaba en la guerra lo dividía de modo que una parte fuese para sus soldados, a fin de tenerlos más propicios en ayudarle en sus fechorías, y otra parte para los principales de la ciudad favorables a su causa. Pero al fin, conjurados contra él los reyezuelos de diversos pueblos íberos y otros hombres de influencia, pereció de este modo: cargaron de leña unos carros y unciendo a ellos bueyes, se pusieron en marcha, siguiendo detrás armados. Cuando les ven los africanos sin entender su ardid, levantan grandes carcajadas. Pero ya más cercanos los íberos, encienden los carros y los lanzan con sus yuntas contra los enemigos. En sus loca carrera los bueyes esparcen el fuego por doquier; una gran confusión se apodera de los cartagineses y se disuelve su formación; entonces los íberos, precipitándose sobre ellos, mataron al mismo Barca y a muchos que en su auxilio acudieron". APIANO, IBER. 5.
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(4): A CONTINUACIÓN DAMOS LINK Y EL TEXTO LIBERADO EN LA RED que ofrece la Universidad de Chicago, a la que agradecemos nos permita divulgar esta traducción de Diodoro, Bibliot. Hist. XXV, 10; 3 y 4: .
http://penelope.uchicago.edu/Thayer/E/Roman/Texts/Diodorus_Siculus/25*.html
While Hamilcar was encamped before the city of Helicê and had it under siege, he sent off the greater part of his army and the elephants into winter quarters at Acra Leucê, a city of his own foundation, and remained behind with the rest. The king of the Orissi, however, came to the aid of the beleaguered city, and by a feigned offer of friendship and alliance succeeded in routing Hamilcar. 4 In the course of his flight Hamilcar contrived to save the lives of his sons and his friends by turning aside on another road; overtaken by the king, he plunged on horseback into a large river and perished in the flood under his steed, but his sons Hannibal and Hasdrubal, made their way safely to Acra Leucê. (UNIVERSIDAD DE CHICAGO Biblioteca de la Historia DIODORO SÍCULO XXV, 10 3 y 4)
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(5): Javier Gómez Espeleosín
en Obra citada en (1) y cita 29 del texto que hemos recogido -página 63- aclara sobre el texto de APIANO Iber. 5; que Amilkar muere en el Asedio de Helike, por muchos identificado con Helche de la Sierra en Albacete, en el invierno del 229 al 228 a.C. diciendo que lo más seguro es que lo hiciera tal como Diodoro menciona, al intentar vadear el rio Segura.
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(6): EL TEXTO COMPLETO, viene a ser el siguiente: Aníbal, luego de haber tentado a Fabio y talar toda la Campania, teniendo un inmenso botín, se disponía a levantar el campo. Su propósito era no malograr lo obtenido, sino ponerle en parte segura y donde pudiese pasar el invierno. Para que así nada le faltase a su ejército por lo pronto y disfrutasen siempre la misma abundancia. Fabio descubrió la idea del cartaginés por la que se disponía a salir desde la misma parte por donde había entrado; así que considerando que la estrechez del terreno era muy acomodada para atacarle, apostó cuatro mil hombres sobre el mismo desfiladero. Allí los exhorta a aprovecharse de la ocasión con que la oportunidad del terreno les invitaba. Él mientras, con la mayor parte del ejército, se colocó sobre una colina que dominaba aquellas gargantas.
En cuanto habían llegado los cartagineses y sentado su campo en el llano al pié de la misma montaña, se prometió el romano quitarles sin peligro el botín, aprovechando la ventaja del sitio para poner fin a la guerra. En esto ocupaba Fabio toda su atención discurriendo qué puestos ocuparía y cómo situaría sus gentes, (disponiendo) por quiénes y por dónde se daría principio al ataque. Pero Aníbal, intuyendo de las circunstancias que todas estas medidas se dejaban para el día siguiente, no le dio tiempo ni lugar para ejecutar sus propósitos. Envió así llamar a Asdrúbal, que mandaba a los gastadores, dándole la comisión para que con toda diligencia recogiera y atase los más haces que pueda de leña seca y otras materias combustibles, y que entresacados de todo el botín, incluyera los dos mil bueyes más hechos al trabajo y gordos, para que los situara al frente del campamento. Hecho esto, convocó a los gastadores y les muestra una colina sita entre su campo y los desfiladeros por donde había de realizar su paso. Les mandó que cuando se les diera la señal, hagan subir a palos y por fuerza los bueyes hasta llegar a la cumbre; después de lo cual dió la orden para que todos cenasen y se durmieran. Al fin de la tercera vigilia de la noche sacó sus gastadores y mandó atar a las astas de los bueyes los manojos. Esto se ejecutó prontamente, por haber muchos ocupados en esta labor. Después da la señal de prender fuego a todos los haces y hacer subir y conducir los bueyes a las cumbres. Detrás de éstos colocó a los lanceros, con orden de que ayudasen hasta un cierto lugar a los que conducían los bueyes. (Adviertiendo de) que cuando éstos comenzaran a arremeter, acudan por los costados a subir las montañas con gran gritería y a ocupar las cumbres, para auxiliarse y atacar por las manos, caso que el enemigo hiciese en ellas resistencia. Al mismo tiempo él marchaba a las gargantas y desfiladeros, llevando a la vanguardia los pesadamente armados; detrás de éstos a la caballería, después el botín y en la retaguardia a los hispanos y galos.
Después de que los romanos que guardaban los desfiladeros advirtieron que se acercaban a las cumbres esas antorchas, persuadidos a que por allí hacía su marcha Aníbal, abandonaron los puestos y acudieron a las alturas. Ya (entonces) se hallaban próximos a los bueyes y dudaban aún qué significarían estos fuegos, figurándose y esperando algún mayor infortunio. Apenas llegaron los lanceros, se originó entre cartagineses y romanos una leve escaramuza; pero los bueyes, que arremetían en medio de unos y otros, hicieron estar separados a ambos flancos, sobre las cumbres y permanecer quietos hasta que llegase el día; por no acabar de comprender (los romanos) lo que pasaba. Fabio, ya dudoso con este accidente y seguro de que sería un engaño, "doloso" según la expresión del poeta; resuelto a no arriesgar un trance ni llegar hasta una acción decisiva -según su primer propósito-, prefirió mantenerse en quietud dentro de las trincheras, aguardando que llegara el día. Entre tanto, Aníbal, saliéndole la empresa a medida de como había pensado, pasó sin riesgo el ejército y el botín por los desfiladeros, y siquiera apenas vio desamparados los puestos por los (lanceros) que guardaban el mal paso.
Advirtiendo después al amanecer que sus lanceros eran atacados por los que ocupaban las alturas, destacó hacia allá un baluarte de hispanos que, viniendo cuerpo a cuerpo, dieron muerte a mil romanos y se incorporaron a poca costa con los armados a la ligera (así descendieron todos juntos). Fuera ya del territorio de Falerno con esta estratagema y acampado en parte segura, no pensaba ni discurría más (Anibal) que dónde y cómo estaría en el invierno. Este paso (de Falerno) aterró y consternó todas las ciudades y pueblos de Italia. Generalmente se culpaba a Fabio como persona que por su poca agresividad había dejado escapar al contrario de este lazo. Pero él no desistía de su propósito. Precisado pocos días después de ausentarse a Roma para cumplir ciertos sacrificios, entregó a Minucio las legiones y le recomendó encarecidamente al partir que no cuidase tanto de hacer daño al enemigo, sino más de conservar sin detrimento a los suyos. Pero este general hizo tan poco caso del aviso, que estándoselo aún diciendo, todo su ánimo y pensamiento lo tenía puesto en combatir y arriesgar un trance".
HISTORIA UNIVERSAL BAJO LA REPUBLICA ROMANA, DE POLIBIO DE MEGALOPOLIS (III, 26) -La Tala de la Campania por Aníbal. Estratagema con que engaña a Fabio para salir de esta tierra-.
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(8):
CITA DE: Roland, A., 1970 tomada del trabajo: ORÍGENES DE LA TAUROMAQUIA // Juan Carlos Fernández Truhán // Universidad Pablo de Olavide, 2006 ; página 7.

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(9): Cita Op. (8), página 7 que el autor menciona de: (Diem, 1966, T.I, 248) EPIGRAMAS; Marcial.
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(10): Cita Op. (8) .(páginas 8 y 9) en que Fernádez Truhán recoge las palabras de Rodrigo Caro 1626, Rodrigo Caro en sus "Días geniales o lúdricos"
, en edición de su obra de 1978, páginas 61-63.
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(11): Diodoro Sículo (Bliblio. Histo. IV,18,12)
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(12): José María Blázquez PÁGINA 63 de: «Venationes» y juegos de toros en la Antigüedad PUBLICA BIBLIOTECA Miguel de CERVANTES virtual . Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Web]. Página mantenida por el Taller Digital de la Universidad de Alicante
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(13):JOSE MARIA BLÁZQUEZ, Op. Cit. (12),
citando como fuente a Claud. Consul Stilich. III, 302 ss.. (pag 65).
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(14): pag. 185 y ss. de la del libro de Cristina Delgado Linacero -EL TORO EN EL MEDITERRÁNEO; Madrid 1996 (Univ. Autónoma).
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(15): Idem de la cita (14).
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(16): Op.cit. en la (14) .
(pag 186).
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(17): En el POEMA DE GILGAMES que Federico Lara Peinado Publicó en 1992, págs 18 y 19 se habla de este ENKIDU. del que dice: "para espantar leones // a fin de que los pastores puedan descansar la noche // Apresó lobos / capturó leones / los principales ganaderos reposaron sosegados / Enkidu es su centinela". cita tomada del mismo libro, OP. CIT. (14), Cristina Delgado, página 186.
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(18): Op. Cit (14)  
pag 187.
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(19): Op. cit. (14) pag 188 y ss
(cita el robo de Caco y de Hércules en la pag 49)
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(20): Op.cit. (14) pag 187. Cristina Delgado, citando a Frazer en La Rama Dorada; pag 329 de la edición de España Madrid 1984.
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(21): Cit. (14) pags 188 y ss.
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(22): Op. cit, pags 188 y ss.
Habla la autora de que en Chipre se encontraron estas deidades identificadas con toros o con cuernos en los cascos al igual que se halló en Memphis. Cita a Mircea Eliade en HISTORIA DE LAS CREENCIAS E IDEAS RELIGIOSAS, tomo 1, pag. 148 Madrid 1978.
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(23): Op. Cit. (14) pag. 190. Cita también la profesora delgado, que en Miranda do Corvo -en Portugal- existen cuatro verracos que se adornan con lúnulas en el tesoro de Chao de Lamas y tienen cabeza humana (fachados en el siglo I a.C.). -Pag 190-.
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(24): op. cit (14) pag 138.
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(25): op. cit (14) pag 139.
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(26): op. cit (14) pag 139:
Las citas que hemos recogido son todas tomas del mismo libro y se corresponden: PLUTARCO, Mario, 6 // Joaquín Costa, ESTUDIOS IBERICOS 1891-94, páginas 48-49 /// ULpiano en DE OFFICIO PROCUNULIS , 8 recuerda como se tiene que imponer la pena de muerte por cuatrerismo para intentar mantener el órden /// Tito Livio en Historia de Roma desde su Fundación, 28 33 menciona el modo de Escipión para atraer a los ilergetes y caer sobre ellos. //// César en la Guerra Civil 1, 48, 6 habla de que lo primero que hacían los hispanos era retirar el ganado del campo de batalla. Sabre Viriato quien era tenido y descrito como criador de ganado humilde, pero calificado por todos como "Pastor y ladrón" lo menciona Cristina Delgado en Schulten; Fontes IV, pags 130.134 (p, 46 de la misma obra).
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(27): Joaquín Costa de los Bueyes de Gerión (basándose en la Biblioteca de la Historia IV, 17)
ESTUDIOS IBERICOS 1891-94, página 54

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