viernes, 22 de julio de 2011

LO INVISIBLE EN LA MITOLOGÍA: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo (Parte XXI: Permanencia durante milenios de iguales modelos, estilos y formas, en las joyas).

BAJO ESTAS LINEAS: Grabado de 1861 en donde se reproduce de manera bastante fidedigna en lo que se refiere a vestimentas del sacerdote, la Presentación del Niño en el Templo (lámina tomada de la página
http://www.rosaryworkshop.com/RBS-2702-FebruaryRosary.html#EPHOD , agradeciendo la libre disposición de esta imagen). En ella se observa -entre San José y La Virgen-, junto al Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalén, luciendo el Efod y el pectoral Real del Juicio, mientras sostiene a Jesús (pese a que no era en estas ceremonias donde actuaba este, ni lucía esas vestimentas). Recogemos el grabado para testimoniar la manera en que se han mantenido durante milenios las formas y los significados de muchos de los atributos y adornos sacros -en especial, de la joyería-. Así, nos sorprenderá si observamos por un momento el parecido que hay entre las vestimentas y "galas" del Sumo Pontífice Judío, con las que tenían los obispos y cardenales hasta no hace mucho (quienes portaban igualmente: Guantes, mitra, casulla corta -a modo de efod- y pectoral áureo sagrado). Las vestimentas del sumo sacerdote hebreo, ya hemos estudiado como fueron ordenadas por Yahveh y pueden leerse estipuladas en el Libro del Éxodo XVIII (texto datado en sus hechos, entorno al siglo XIV a.C.). En el artículo de hoy, intentaremos ver otras formas y diseños, que igualmente han superado varios milenios y se conservaron casi intactas en nuestras tierras.


Como habíamos dicho, creemos que uno de los medios más certeros y rápidos para comprender el Mundo Antiguo pudiera ser el de la "arqueología comparada". Un método por el cual simplemente comparando modas, costumbres, modelos o estilos que aún perviven; quizás pronto llegáramos a entender qué significaban aquellos objetos "desconocidos" y que aparecen en los yacimientos (tanto como su uso y significado). Así, consideramos que el estudio de esas civilizaciones herederas de La Edad del Bronce -o del Hierro- y que se han mantenido casi intactas hasta nuestros dias -como es el caso de la hebrea-, pudiera darnos a conocer muchos aspectos aún inexplicables de los objetos arqueológicos que manejamos. Algo que es especialmente cierto, cuando se trata de joyas y vestimentas; debido a que entre las élites, es donde menos variaron las modas y los atributos que los distinguían. Tanto, que las coronas, pectorales, cetros o trajes talares, eran ya en el Egipto de hace cinco mil años los signos de distinción de los sacerdotes y monarcas -al igual que lo siguen siendo hoy entre reyes y príncipes de la Iglesia-.


De nuevo, el artículo de hoy será fundamentalmente gráfico intentando dar a comprender cómo los modelos y diseños en joyería han podido permanecer y repetirse durante miles de años. Milenios en los que en nuestra Península aparecen unos iguales adornos, que se sostuvieron en el folklore y en la memoria del pueblo. Ya que muchos de ellos eran modelos importados en la Primera Edad de Hierro (desde el Medierraneo Oriental) y que se siguieron fabricando en nuestras tierras durante decenas de siglos -hasta hoy-. Por su parte, los orfebres que trabajaron hasta hace bien poco estas joyas (casi iguales que las fenicias, tartessias o romanas), normalmente nunca supieron ni conocieron los modelos originales de los que procedían. Una joyas antecesoras, que en su mayoría se fueron descubriendo por los aqueólogos durante el siglo XX; hallándolas bajo tierra y donde se vió claramente que la permanencia de los modelos y la repetición de las formas en oro y plata -durante siglos-, había sido increiblemente fidedigna.


Para nuestro estudio, vamos a servirnos como guia del magnífico libro del especialista en arqueología y folk-lore, Carlos Piñel (director del museo etnográfico de Zamora): LA BELLEZA QUE PROTEGE (1). Estudio en el que se expone precisamente un análisis comparado entre las joyas del mundo prerromano (fenicio y tartessio) y las que aún se llevan en las zonas del occidente castellano. Explicando Piñel en el comienzo de este libro, que durante su niñez vió en las zonas de Zamora como a diario las mujeres de pueblo lucían joyas (aunque fuera para ir a trabajar montadas sobre burros). Collares cargados de dijes, pendientes y pulseras, de los que nunca prescindían estas féminas, que preferían ir harapientas antes de no tener joyas. A ello añadiremos, que es esta una costumbre que curiosamente se ha perdido; tanto que en la actualidad prácticamente nadie lleva sobre su cuerpo oro, plata, pedrería, ni collares. Pero tan solo hace cuarenta años (recordamos quienes lo vivimos), toda mujer que se preciara portaba pendientes, pulseras y gargantillas -aunque fuera la más humilde trabajadora-. Ello quizás como una costumbre heredada que enlazaba con los poderes "curativos" o sagrados de las joyas, que las hacían indispensables a diario. Condición sacra que Piñel analiza en esta obra y que precisamente intitula "La Belleza que Protege" (dando a entender como aquellos dijes, amuletos o medallas tenían un caracter "medicinal").


De tal manera, señala el director del museo zamorano, cómo el área en la que aparecen estas mujeres enjoyadas (de arriba abajo), con modelos cuyo parecido es increiblemente semejante a los fenicios, tartessios o romanos; se encuentra precisamente en La Ruta de la Plata. Siendo esta calzada usada ya en tiempos de Tartessos y denominada entre los romanos como "Iter as Astúrica Augusta", la que marca el área de difusión de un tipo de joyería casi igual a la ibérica, pero que se mantiene hasta nuestros dias en uso. Dándose en Zamora, Salamanca, Noroeste de Ávila y Norte de Cáceres, unos abalorios, collares, pulseras o adornos; que son casi iguales a los que hubo en tiempos prerromanos. Dato al que hay que añadir el hecho de que pese a existir estos modelos prácticamente idénticos a los de época tartessia; tan solo fue en nuestro siglo XX, cuando pudieron conocerse los originales que los produjeron. Tras excavarse los yacimientos en los que se hallaron esas joyas ibéricas -casi iguales a las que llevan hoy las mujeres de La Ruta de la Plata-. Por ello, esas formas no pudieron copiarlas los orfebres de hace doscientos o trescientos años de las antiguas -pues prácticamente no las conocieron, a menos que algunas les aparecieran entre las tierras que labraban sus "clientes"-. Por cuanto es evidente que así hubieron de mantenerse repetidas en el subconsciente popular durante al menos dos milenios y medio, hasta que llegaron al siglo XX, repetida casi de un modo exacto. Increiblemente resultando "practicamente iguales" las que usaban las mujeres de Salamanca o Zamora, a las que hallaron los arqueólogos hace muy poco en los tesoros enterrados, o en las esculturas de damas ibéricas.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Portada del libro de Carlos Piñel, "La belleza que protege". Se trata de un magnífico estudio comparativo de joyería popular, en el que se demuestra que los modelos de muchos de los trabajos de orfebrería que se han mantenido hasta hoy, en la zona de La Ruta de la Plata, son de origen fenicio y oriental mediterraneo fechables al menos en el siglo VII a.C.. Por su parte, habla igualmente del carácter sagrado de la joyería y de los poderes "mágicos" y "sacros" que los collares y los adornos tenían.
Uno de los casos más curiosos que cita, es el de los pendientes de filigrana (2) hispano-lusos del siglo XIX cuyo modelo es casi igual a otro que él mismo halló hacia 1970 en un yacimiento de el Cerro del Berrueco (Salamanca). Tratábase esta de una excavación donde aparecieron objetos datados hacia el siglo VI. a.C. y pleno de joyería púnica. Por lo que el pendiente allí encontrado, que guardaba forma de media luna, de diseño egipciante y con filigranas, no dejaba dudas de que se trataba de un modelo oriental y fechable en esta misma centuria (del 600 al 500 a.C.). Tras estudiar ese zarcillo fenicio, Piñel halló unos casi iguales procedentes de Cáceres (o de la zona fronteriza con Portugal) y fechados en el siglo XIX. La sorpresa del estudioso partió de comprender que aquel orfebre que hizo los otros pendientes -hace algo más de cien años-, nunca pudo conocer el diseño del que él hallo en el Cerro del Berrueco. Por lo que la conclusión evidente es que estos segundos fueron fruto de un modelo repetido durante al menos veinticinco siglos.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Arriba, pendiente hallado en el Cerro del Berrueco en Salamanca (hacia 1970), de tipo fenicio y datado en el siglo VI a.C.. Su forma de media luna y su filigrana "egipciante", no deja lugar a dudas de que es un modelo orientalizante. Abajo, otro zarcillo muy similar, pero hecho en Cáceres (o en una zona cercana a Portugal) en el siglo XIX. Su parecido hace evidente que el segundo procede del primero; pese a ello, es absolutamente imposible que el orfebre hubiera conocido el del Cerro del Berrueco. Lo que hace pensar que su trabajo se trata de un modelo repetido durante al menos veinticinco siglos (por lo demás, existen en la zona múltiples pendientes y adornos con el símbolo del creciente y en filigrana; también muy semejantes a ese zarcillo fenicio encontrado hace cuarenta años).

Uno de los trabajos que más destacan en toda la orfebrería de la Ruta de la Plata (en la zona de la que hablamos), es el granulado. Técnica que se importa desde el Mediterraneo Oriental en el siglo VIII a.C. hasta nuestra Península, y que desde entonces no dejó de elaborarse repetidamente. Su fabricación es muy simple y se basa en ir "pegando" o sobreponiendo bolitas de oro sobre una base calentada, por medio de ayuda de un pequeño soplete de boca y con unas pinzas (a veces valiendose del azufre, para subir la temperatura con el fin de que el grano de oro se adhiera mejor). No podemos definir si a Iberia llega este tipo de orfebrería de manos de los fenicios, o quizás traida por otros pueblos orientales que nos colonizaron (creto-chipriotas, neohititas o griegos). Pues la forma de trabajar el oro en graneado, era común en todo Oriente Medio desde comienzos del I milenio a.C.; llegando poco después a realizarse en zonas occidentales (como Etruria y la Península Ibérica). Pero sea como fuere, esa técnica de hace dosmil quinientos años es casi exacto al que continúan haciendo hoy los joyeros que lo siguen; distinguiéndose tan solo en algo más de perfección y dominio del granulado o la filigrana. De ello, a continuación recogemos la imagen de una placa griega (del siglo VII a.C.), que bien pudiera tratarse de un trabajo fenicio, tanto como se hace indistinguible de las joyas que en los siglos XVII y XVIII se pudieron hacer en Salamanca o en Zamora.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Trabajo en granulado de oro griego, fechado en el siglo VII a.C.. Si lo observamos con detenimiento, ciertamente se nos hace imposible distinguirla de algunas piezas de orfebrería, hechas en La Ruta de la Plata hace cien o doscientos años. Como decimos, el gran misterio que guarda todo ello es que los orfebres del siglo XVII o XVIII salmantinos nunca pudieron conocer estas joyas griegas, por lo que el modelo hubo de ser repetido y heredado desde hace más de dos milenios (copiado con detallada exactitud).

Comenta Carlos Piñel en su libro que en todo el Camino de la Plata existe una "presencia de los botones púnicos traidos desde Oriente a través de Tatessos, suficientemente constatada a través de Cádiz, hasta Salamanca; por la arqueología" (...) "esto explicaría la asombrosa similitud que encontramos en piezas como el llamado botón charro y en otros botones gemelos de culturas paralelas en Cerdeña y Sicilia" (3). Unas páginas antes de realizar estas apreciaciones publica en su libro dos botones de gemelos, que parece también se usan de forma similar en el Sur de Italia y que a continuación recogemos:

JUNTO A ESTAS LINEAS: Botones del siglo XIX, llamados "graneados" (o granulados). Su trabajo es prácticamente igual al de las piezas granuladas arqueológicas y se ha estudiado en ellos su gran simbolismo. Considerándose que contienen un significado relacionado con los planetas y sobre todo con la Luna y el Sol. Se ha visto en ocasiones que el número de sus gránulos (o bolitas) se identifica con fases de los astros, o con los dias del creciente. En estos que vemos en la imagen, se observa una bola central que pudiera identificarse con el Sol. En los botones del lado izquerdo existe una gran estrella formada por granulado, adornando el Sol de su medio, con esas estrellas en la que quizás guardaran un simbolismo lunar. Igualmente en el botón de la derecha se ve claramente un "astro" central y a los lados algo que pudiera parecer las fases de la Luna.

Más curiso es observar como entre los modelos de joyería zamorana o salmantina también se encuentran diseños balcánicos (relacionados con modelos tracios o de un carácter más indoeuropeo). Este es el caso de las esferas plenas de símbolos planetarios (en filigranas o graneados), que abundan en los collares de La Alberca o de Cáceres. Unas "esferas astrológicas" que en mucho nos recuerdan a modelos celtas y a los que se dan en centro-europa entre los siglos VII y VI a.C.. Como ejemplo ilustrativo del parecido que comentamos, recogemos un colgante hallado en Suiza hace unos cincuenta años y fechado en el 650 a.C., para compararlo más tarde con uno de Zamora.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Gargantilla con bola central, procedente de Suiza fechado en el 650 a.C. y que se encuentra en el Museo de Berna (al que agradecemos nos permita difundir su imagen). Observemos que el trabajo de su cadena en trenza de oro, mucho se parece a la del collar del Tesoro de El Carambolo. Por su parte, los adornos en forma redonda y con simbología o decoración geométrica, es similar a los que aparecen en la orfebrería del Camino de la Plata, y en especial en su zona de Zamora-Salamanca.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar maragato, procedente del Valle de Vidriales (Zamora). Observemos en este las dos esferas que "guardan" el Crucifijo, cargadas de adornos de tipo céltico. Aquí ya vemos la unión de culturas que se produce en la Ruta de la Plata, donde se conservan diseños fenicios, griegos, tartessios o célticos. Por su parte, el mismo Crucifijo está rodeado de extrañas espirales, que igualmnente nos recuerdan a geometrías indoeuropeas. A la vez, este se adorna de palmetas que más parecen pertenecer al mundo árabe... . Pues no hay que olvidar que mucha de la orfebrería bere-bere y que aún podemos ver en el Atlas, también ha conservado este tipo de modelos. Unos diseños que seguramente con la llegada de los árabes a la Península, se pudieron poteciar y guardar con mayor perfección, ya que siendo de origen sirio (o fenicio) al establecerse los musulmanes en Hispania, seguramente aumentarían en su producción y uso.



JUNTO A ESTAS LINEAS: Detalle central del pectoral femenino del Tesoro tartessio de El Carambolo. Observemos que su trabajo es muy parecido al de toda la orfebrería ibérica, tanto como su estilo nos recuerda en gusto incluso al mundo taurino actual (acercándose en diseño a los bordados, joyas y adornos que aún llevan los toreros). Su parecido y similitud a la orfebrería que de La Ruta de la Plata y que se ha fabricado hasta nuestros dias, es asombroso.

JUNTO A ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Botones del joyero Salmantino Luis Méndez, quien en alguno de sus diseños continúa trabajando de un modo muy similar a como se hizo tresmil años atrás. La fuente de inspiración de este conocido orfebre, está en la joyería popular salmantina. Si hablamos con él durante unos minutos, nos explicará que prácticamente todos los modelos que se dan en La Ruta de la Plata, proceden de patrones arqueológicos. Pese a ello, existe el "misterio" de cómo pudieron permanecer en la memoria durante casi dosmil quinientos años (pues los originales no se han conocido hasta que recientemente las excavaciones nos los han mostrado ...). Algo que solo nos explicamos por el hecho de que tuvieran un significado mágico o religioso de gran importancia; obligando quizás ello a repetir los modelos casi de manera exacta y durante veinticinco siglos.




5 comentarios:

  1. Muchas gracias. He podido ver su blog y la "revista" a la que pertenece. Me parece de una gran calidad; tiene muchos artículos de gran interés. Cuando los revise un poco, le comento. Gracias por todo de veras. Angel

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    1. Muchas gracias. He podido ver su blog y la "revista" a la que pertenece. Me parece de una gran calidad; tiene muchos artículos de gran interés. Cuando los revise un poco, le comento. Gracias por todo de veras. Angel

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  2. bueno el blog que tengo(desde hace 3 meses)

    http://historia-antigua-iberia.blogspot.com.es/

    en realidad no es mérito mío,ya que todos los artículos no son por parte
    mía, son trabajos de otra gente que las he ido recopilando y los voy publicando,
    DANDO SUS REFERENCIAS (vamos hago tipo "copy y pega").

    aunque hay alguna excepción,cuando "maqueto" añadiendo alguna imagen o información adiccional,para ser un artículo "más completo".

    quizás ya en el apartado "analisis-planteamientos-reflexiones" sí
    que ya estoy empezando a ser yo la que planteo un tema,indagado por mi cuenta..
    aunque me queda mucho aún por hacer..

    y lo de la "revista",no sé si se refiere a que estoy también en
    www.historiayarqueologia.com;
    en este caso sólo soy una "usuaria" más como otros,que participan de todo(historiadores,investigadores,aficcionados o curiosos(como yo),
    y participo más bien insertando "noticias diarias"(extraidos de otras webs de noticias de historia y arqueología) y algunos artículos (que son los que he
    puesto en mi blog personal..

    cualquier duda ó pregunta ,del blog,me lo comenta gracias..


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  3. HE ENCONTRADO EN UN MAPA ANTIGUO LA SEÑALIZACIÓN DE TARTESSOS ENTRE DOS DESEMBOCADURAS DEL RIO GUADALQUIVIR Y QUE EMPIEZA ESTA ISLA MUY CERCA
    POR DONDE USTED COMENTA QUE HABRÍA QUE MIRAR MÁS ADENTRO,CERCA DE SEVILLA
    YA QUE EN AQUELLOS TIEMPOS LA COSTA ESTABA MÁS ADENTRO Y LA DESEMBOCADURA
    HABRÍA QUE MIRAR ENTONCES MÁS ARRIBA..

    NECESITO CONTACTAR PERO COMO NO SÉ A QUÉ CORREO ELECTRÓNICO,
    ESCRÍBAME A HISTORIAANTIGUAIBERIA@HOTMAIL.ES Ó
    AL E-MAIL QUE ESPECIFICO AQUÍ EN SU BLOG PARA LOS
    COMENTARIOS..
    ESPERO SUS RESPUESTAS

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