sábado, 13 de agosto de 2016

TESORO BALLENERO Y RUTAS DEL ÁMBAR: HIPÓTESIS SOBRE LOS ORÍGENES DEL MEGALITISMO Y SU SECUENCIA EN TARTESSOS (una interpretación de Jonás) -Capítulo 114 de: "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo"-

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Los capítulos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompaña de imágenes con un amplio comentario explicativo (en rojo y cuya finalidad es razonar las ideas). Podrán leerse completos; pero si desea hacerlo entre líneas, bastará con seguir la negrilla o las letras rojas destacadas.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Grabado realizado por el famoso taller de Pieter Van der Aa, fechado hacia 1707; con una vista de Stonhenge -en su lado Oeste y tal como estaba a comienzos del siglo XVIII-. Santuario situado en las cercanías de Cornualles de origen ancestral, que fue “reformado” y construido con bloques ciclópeos desde el 2400 a.C.. La civilización que inició y promovió esta cultura del megalitismo, sigue siendo un misterio. Enigma cuya solución creemos estaría en considerar que fue creada y mantenida por los balleneros, o pescadores atlánticos (durante una etapa en que finalizaba la glaciación). Momento en que los cetáceos debieron abundar por doquier en las costas occidentales europeas y en las del Norte de nuestro Continente. Proliferando una especie denominada “ballena franca” de un tamaño descomunal y una gran mansedumbre; cuya tendencia a aproximarse y merodear por el litoral, provocó que tristemente fuera exterminada (pescándose en 1901 el último ejemplar). La captura de cetáceos en aguas atlánticas debió ser tan común como sencilla, principalmente durante esos primeros milenios a.C. -desde el V al II a.C.-. Cuando aún existían en gran número y los bloques helados glaciares flotaban por todo el océano. Carámbanos e Icebergs que en ocasiones permitían llegar a pié desde las Islas Británicas a Europa, o subirse en ellos para dar caza a las ballenas y otras especies marinas de fácil presa -que de continuo varaban en los hielos y en las costas-.
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SOBRE ESTE PÁRRAFO: Mapas configurados por mí; a la derecha, los yacimientos del ámbar y oro del Mediterráneo, Europa y Asia Menor. A nuestra izquierda, la expansión del megalitismo; una de las civilizaciones más antiguas de la Humanidad y la que quizás más ha perdurado en el tiempo (aproximadamente desde el 4500 al 1500 a.C.). Pese a ello, el dolmenismo sigue siendo un enigma; aunque constituye los orígenes de Europa y la cultura más antigua e importante de Occidente (ya que otras -como la grecorromana o la judeocristiana-, proceden en gran parte de Oriente Medio). Esta civilización que promovió la elevación de construcciones ciclópeas -de las que miles, han perdurado-, impulsaría finalmente las rutas del ámbar y la búsqueda del oro; que en etapas posteriores se convirtió en expediciones hasta las fuentes del estaño o el cobre -tan abundante en los yacimientos repartidos por la Europa Atlántica-. Siendo paralelas la aparición de ciertos tipos de dolmenismo y el hallazgo de esas minas o riquezas, metalúrgicas.
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El origen del megalitismo se fecha entorno al 4500 a.C.; extendiéndose desde el Alentejo y Algarve portugués, las costas de Galicia y las de Bretaña; llegando al Sur de Irlanda -durante ese V milenio a.C.-. Pasando a difundirse gradualmente por litorales próximos; llegando en el cuarto milenio a.C. al interior y el Sur Peninsular, cubriendo todo Portugal y Galicia, la costa Oeste de Francia y las Islas Británicas (en su mitad Sur). Dispersándose también por el Norte de Alemania y Jutlandia, teniendo gran asentamiento en el Norte de Áfica Magrebí y Malta -isla donde se desarrollaron templos magníficos ciclópeos-. Finalmente, durante el tercer milenio a.C. y en especial desde el 2500 a.C., se generan nuevas áreas de megalitismo; ya promovidas -a mi juicio- por buscadores de metal. Cuya expansión parte claramente del Mediterráneo; quizás con difusión principal desde Cerdeña, teniendo bases en Sicilia y Sur de Italia, llegando a Baleares y ascendiendo geográficamente por Francia; hasta llegar a Escandinavia. Por su parte, en zonas antes citadas y donde ya existían megalitos durante el V y VI milenio, se continuaron elevando las mismas construcciones (Península Ibérica, litoral Atlántico Francés, Islas Británicas y Atlántico Norte). En el mapa de la derecha, con los yacimientos principales de ámbar y oro existentes en Europa; del Mediterráneo y en Asia Menor; podemos ver que la gran mayoría coinciden con las zonas megalíticas del Atlántico.
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ARRIBA: Vista panorámica, tomada desde el castillo fortaleza de la Bayona gallega (Baiona, donde se halla el famoso Parador de Gondomar). Frente a su bahía, las famosas Islas Cíes con la de San Martiño al Sur, donde acudirían los fenicios a comerciar el estaño; usándolas como trocadero para mercadear con los habitantes de las culturas castreñas. Quienes poblaban este litoral, constituido por un golfo rodeado de altas montañas; que les posibilitaba el avistamiento lejano, permitiendo huir a aquellos lugareños si observaban movimientos extraños en las embarcaciones que les visitaban. Unas condiciones óptimas para que aquellas islas Cíes -distantes apenas unas millas de tierra firme-, fueran el territorio más propicio para establecer contactos con extranjeros. Sobre todo para vender el abundante estaño, oro y plata, que había por doquier en la antigua Galicia. Aunque -a mi juicio-, originariamente este litoral pleno de atalayas debió ser utilizado para el avistamiento de ballenas; una actividad considero, mantuvo la economía de los primeros pobladores (en etapas anteriores al 2500 a.C.; cuando no se habían difundido los metales tanto como para precisar buscarlos en el extremo Occidente). De esta actividad ballenera, considero que procedería la voz “Bayona” o “Baiona”; como lugar para la vigilancia y captura de cetáceos. Denominación que se relacionaría con el vascuence “Baia” (baño, y bahía) y con el término hispano homónimo “bahía”. Existiendo asimismo una “Bayona” junto al Cabo de Higer (muy próxima a San Sebastián) donde igualmente se avistaban y cazaban esos enormes mamíferos marinos. Punto geográfico homónimo de la Bayona gallega, y que a mi entender tomarían su nombre de aquellos cetáceos allí cazados (las ballenas, cuya voz se relaciona con múltiples palabras indoeuropeas, como las de “balón”, “bay” ó “whale”).
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ABAJO: Grabado también del geógrafo y editor Van der Aa, aunque fechado hacia 1710; donde vemos el transporte de una ballena en la costa. Animal que parece haber quedado varado en la playa, o bien ha sido arrastrado hasta allí por barcos (que figuran al fondo); mientras algunos individuos en tierra se disponen a tirar de ella con carros y cuerdas. La imagen transmite fielmente las características de este cetáceo; pareciendo evidente que se ha pintado in situ. Pues está escrito sobre la escena el peso y longitud del animal; pudiendo distinguirse entre los personajes, a un dibujante (en primera linea, entre sombras marrones y acompañado de un curioso que mira su trabajo). Todo lo que nos hace sospechar que quien preparó el grabado para Van de Aa, asistió a este levantamiento o arrastre del cachalote, quizás en las playas del Norte. Posiblemente en las de Alemania, ya que los personajes visten moda “turca” típica de la época; aunque no hay que descartar que el apunte esté tomado en España, habida cuenta las ropas moriscas y lo desértico de las costas (que más bien parecen las de Canarias o del Sur peninsular)
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A) UNA CIVILIZACIÓN BALLENERA, COMO SOLUCIÓN AL ENIGMA MEGALÍTICO:
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Mucho he reflexionado durante toda mi vida, acerca de los motivos y el modo en que aquellos “gigantes de la Historia” levantaron los dólmenes, menhires y cromlechs. Megalitistas que merecieron mi mayor admiración y atención; aunque solo haya sido por los infinitos momentos de alegría que he vivido admirando sus construcciones y las horas de felicidad que me han regalado, soñando despierto al pensar en ellos. Pero como bien digo; todo sueño feliz, siempre tiene un misterioso despertar y ello ocurrió el día en que mi mujer -japonesa y enamorada de España- me advirtió de que había unos documentales de gran interés en la televisión. Algo extraño, pues parece que aquella caja (antes del luminoso tubo) siquiera ya difunde algo de cultura; existiendo apenas en nuestros días programas dedicados al verdadero arte o a la Historia. Pese a mi incredulidad por ver actualmente algo meritorio en televisión; disfruté con una gran alegría de los mencionados documentales, donde trataban acerca de los balleneros. Programas de los que a continuación damos uno de sus enlaces, porque -en verdad- son de un enorme valor; ya que en ellos se explica perfectamente la vida y costumbres de esos pescadores atlánticos.
PARA LOS INTERESADOS EN VER LOS REPORTAJES QUE INDICAMOS, PULSAR EL SIGUIENTE ENLACE:
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Tras repasar varios de estos documentales, reflexioné durante unos días; considerando haber podido hallar lo que quizás explicaría ese enigma que desde niño no lograba resolver: La razón principal para entender el origen del megalitismo Atlántico. Cultura cuya expansión y permanencia -desde el V milenio, hasta casi la llegada de la Edad del Hierro- no encuentra un motivo lógico, económico, ni histórico. Pues el problema en esencia es que no hay un hecho social, cultural o de progreso; para que en época tan temprana comenzase esta gran civilización occidental –a diferencia de lo que sucede en el Nilo o en Mesopotamia, donde el nacimiento de Sociedades agrícolas muy estables, explica su eclosión-. Así, en el dolmenismo no vemos situaciones históricas similares; habiendo escasas razones para explicar por qué los iniciadores de esta cultura, levantaron edificaciones ciclópeas incluso antes del 4500 a.C.. Aunque considerando el megalitismo una economía “ballenera”, podría explicarse no solo su eclosión, sino también su final: Cuando termina el frío glaciar y escasean ya los cetáceos; momento en que aparecen los metales y los visitantes venidos del Mediterráneo (buscando por el Atlántico sus abundantes minas de oro, plata, estaño y cobre). Asimismo, bajo esta hipótesis, llegaríamos a entender el significado inicial de los dólmenes, menhires o chromlechs. Construidos con bloques de piedra semejantes a un gigantesco monstruo marino y cuyo arrastre o movimiento, precisaría de una técnica similar a la que se necesita para trasladar una ballena -en el mar o en tierra-.
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De tal manera y considerando que entre los milenios V al II a.C. el Atlántico estaba poblado de cetáceos; especialmente de la tranquila y enorme ballena franca (que proliferaba en las costas de Europa al menos hasta su paulatina extinción por el hombre y a su desaparición también debida al calentamiento gradual). Entendiendo que el litoral próximo a este Océano -del Norte de África, la Península Ibérica, Francia o las Islas Británicas- fue un paraíso de pesca durante el tiempo del que hablamos. Siendo además, un área de fácil navegación (al estar unida por carámbanos) y perfectamente protegida por las condiciones del clima. Donde sus habitantes únicamente habrían de cuidarse del frío; ya que los enemigos apenas podrían llegar hasta esos mares y costas que poblaban los megalitistas. Bastando como sistema de defensa, mantenerse alejados de zonas del interior; donde vivirían gentes continentales no aculturadas por ellos, pero que serían incapaces de cruzar una Europa gélida para ir hasta la costa, con el fin de atacarles. Resultando así casi imposible para los extraños a esta civilización, poder dañarla; ya que estarían bien organizados y -sobre todo- sabrían huir en sus canoas y barcas. Todo ello, explicaría el comienzo la permanencia del megalitismo. Ya que no existiría peligro de enemigos llegados por mar; siquiera del Mediterráneo, porque por entonces ningún extranjero o expedicionario ajeno a ellos, se atrevería a realizar travesías por el Atlántico.
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Si a cuanto hemos relatado unimos que las costas de Portugal y Galicia -por entonces- tendrían una climatogía bastante fría y que las del Cantábrico o las de Francia, permanecerían bajo cero gran parte del año (más aún las Bretaña o las Islas Británicas). Esta situación nos obliga a pensar que las únicas visitas que llegarían al litoral atlántico europeo -durante los milenios V al III a.C.-; era la de cetáceos o de grandes peces (como los atunes y los bacalaos). Gigantes del mar que podrían atraparse con sistemas de trampas -como desarrollaron en las almadrabas-; o bien subiéndose a los carámbanos y navegando sobre troncos y canoas, para lograr que varasen o clavarles una lanza, arrastrando luego a tierra aquellas capturas. Evidentemente, ello tan solo precisaba de cuerdas y de afilados arpones, que se podrían fabricar con cuchillos de silex y conchas, con cáñamo, esparto o con las ramas de los árboles. Por su parte, esta actividad iría desarrollando gradualmente y durante miles de años, la navegación atlántica. Aunque -como vemos en los balleneros que pervivieron hasta hace unos cien años-, para hacerse con uno de estos cachalotes, basta una simple trainera a remo; desde la que asomarse al mar y lanzar un arponazo a la presa -matándola al desangrarla-. Siendo extremadamente fácil recuperar la pieza en el caso de la tranquila ballena franca, que emerge a superficie nada más perecer (a diferencia de otros peces y mamíferos del mar, que se hunden).
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SOBRE ESTE PÁRRAFOS: Xilografía fechada en 1889 donde vemos el dolmen de Hagadosën en Bohuslän, situado en la isla sueca de Orust (prefectura de Vasträ Gotaländ). El grabado está tomado del libro Historical Landmark y fue realizado poco antes de que comenzaran las excavaciones en esta tumba ciclópea, que se llevaron a cabo en 1915. El megalitismo se extendió por toda la costa europea atlántica, llegando hasta las fuentes del ámbar del Báltico, ya en el IV milenio a.C.. Apareciendo en Suecia desde los tiempos más remotos, tal como muestra este dolmen conocido como de Haga Bohuslän y que se fecha hacia el 3500 a.C.. Para conocer más acerca de este fenómeno en el Norte de Europa y en Escandinavia, recomendamos el libro de Christopher Tilley, sobre etnografía y arte del neolítico en Europa (1) .
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ARRIBA: Cartel de la interesante exposición de los balleneros vascos exhibida en diferentes centros -entre ellos, el Museo naval de de San Sebastián-Donostia- (2) . Esta curiosa muestra intitulada “Baleazaleak (cazadores de ballenas)”, muestra perfectamente la vida, trabajo y costumbres de las cofradías fundadas para la pesca de cetáceos. Que aún en el siglo XIX generaba una gran parte de la riqueza de los puertos del Cantábrico; debido a que de estos mamíferos del mar no solo se obtenía carne, sino también el aceite (imprescindible para la alimentación y las lámparas). Asimismo la pesca de ballenas proporcionaba las barbas y el esqueleto; que debido a su elasticidad y dureza, se comercializaban por entonces como piezas con un uso semejante al que hoy tiene el plástico.
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ABAJO: Fotografía de la última ballena franca septentrional (también denominada “ballena de los vascos”); pescada en Orio, el año 1901. La imagen pertenece a la exposición Baleazaleak, y en este caso ha sido tomada de las interesantes páginas de César Aguilar (3) -agradecemos al Museo Naval de San Sebastián nos permita divulgarla- . La enorme utilidad de las ballenas en la alimentación, industria y el comercio de antaño; unido al tremendo aporte proteínico que proporcionaba un solo ejemplar, hizo que se exterminasen en algunas zonas. Principalmente las que se acercaban a las costas europeas, que fueron capturadas sin control ni conciencia; habiendo acabado con la denominada “franca” o ballena de los vascos. Por ser una especie de gran mansedumbre y muy fácil de cazar (pues si herían a una cría permanecía junto a ella, aunque la matasen).
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Este enorme animal se aproximaba sin miedo a los barcos y al litoral Cantábrico; donde eran capturadas, apenas sin riesgos. Desapareciendo así de nuestras costas la ballena franca (Eubalaena glacialis) cuyo último ejemplar fue fotografiado y pescado en 1901 -tal como muestra la imagen bajo estas lineas-. Acerca de los distintos usos que daban a todo el animal -del que nada se desperdiciaba-; de niño aún pude ver corsés fabricados con barbas de cetáceos y observar como los cuellos de las camisas masculinas se ajustaban con piezas de igual materia prima (llamadas por ello: “ballenas”). Las grasas de su piel eran utilizadas para impermeabilizar los trajes que vestían los pescadores; quienes una vez cubiertos con aquella protección (por entonces la mejor), podían incluso sumergirse en el mar -durante un tiempo en que no se conocían los materiales plásticos-. Por su parte, de un solo ejemplar podían obtenerse unos 8000 litros de aceite (aprox. 40 barriles), al medir de promedio quince metros y pesar unas cuarenta toneladas.
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B) LOS ÚLTIMOS BALLENEROS DEL CANTÁBRICO:
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Tal como venimos comentando, desde hace unos años se han realizado varias exposiciones y programas de televisión -de gran interés-, dedicados a este mundo de la pesca en el Norte de España. Ciclos que presentan una enorme aportación de datos para la etnografía, de los que en internet podemos encontrar sus catálogos, enlaces y algunos textos que los resumen (destacando la anteriormente citada, organizada por el Museo Naval de San Sebastián y titulada BALEAZALEAK. CAZADORES DE BALLENAS). En estas muestras, nos narran la vida de los balleneros del Cantábrico; quienes llegaron hasta Canadá, buscando presas cuando ya en nuestras costas comenzaron a desaparecen los cetáceos. Por su parte, una de esas interesantes páginas de la Red es la de César Mª Aguilar -antes mencionada, ver (3) - ; donde su autor recoge los pormenores de las referidas exposiciones, de enorme interés que contienen. Asimismo comenta ciertos hechos que llaman la atención, como el que refiere cuando escribe:
el nombre de la ballena que más cazaban lleva su nombre, la ballena franca septentrional (Eubalaena glacialis) o ballena de los vascos. Fue una especie común en las aguas cantábricas y la más perseguida por su carácter tranquilo y su querencia por las aguas costeras. Su intensa persecución la llevó a la extinción en esta parte del océano Atlántico” .
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Evidentemente, la querencia a las costas de estos cetáceos se pudo deber a hechos muy diversos, entre los cuales -a mi juicio- probablemente se produjo un largo contacto y “amaestramiento” de los hombres. Quienes quizás se preocuparon de crear un vínculo entre ellos, con el fin de atraerlos al litoral, para luego eliminar tan solo los elegidos (cuidando con esmero al resto). Pues -como es sabido- los mamíferos marinos son fácilmente domesticables, debido a su alto grado de inteligencia. Un hecho que quizás se produjo con las ballenas francas (o de los vascos); tras haber sido cuidadas durante milenios por los hombres del Cantábrico en la etapa que hablamos -durante el megalitismo; cuando dependían totalmente de ellas-. Manteniendo y “mimando” la especie, de forma parecida como realizan los almadraberos en Zahara de los Atunes; velando por la buena suerte de los bancos y tan solo capturando una parte proporcional de ellos. Pese a todo, posteriormente irían esquilmando esas ballenas; en especial desde el siglo XVIII, cuando su grasa y aceites fueron tan valorados (comercializándose como hoy en día sucede con el petróleo). Por lo que al darles caza indiscriminada durante casi doscientos años, acabaron con su presencia en las costas europeas. Ello habría acabado con esta especie que a mi juicio fue en algún modo “domesticada”, y que de seguro era especialmente cuidada por los hombres del megalitismo -tal como sucedió con los delfines que fueron amaestrados por pescadores de todo el Mundo (en especial, del Mediterráneo)-.
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Continuando con las páginas de César Aguilar, el autor comenta como: en las costas de la Patagonia argentina otra especie de ballena franca existe (...) La proximidad que permitían no la he visto en ningún otro cetáceo (...), ese carácter confiado y pacífico las hizo tan vulnerables como para ser cazadas desde una barca de remos (...) la caza de ballenas en el Cantábrico de este modo, está documentada en el siglo XII; aunque en Europa las primeras referencias son del siglo IX. Tal era su importancia, que algunas localidades costeras vascas tuvieron su origen en ser buenos oteaderos para el avistamiento de ballenas” (...) “Hasta el siglo XVI parece que la actividad ballenera se mantuvo ceñida a la poblaciones del mar Cantábrico. Sin embargo a partir de las expediciones hacia el noroeste de Canadá comienza una gran movilización de barcos y personas (...) iban interesados por el bacalao pero luego (...) fueron también el escenario de la caza de la ballena (...) en el siglo XVI se mataban unos 400 cetáceos al año, de los que obtenía aproximadamente unas 20.000 barricas de aceite. Los balleneros vascos llegaron a monopolizar en ese siglo el suministro de aceite de ballena en Europa” (...) “La caza sistemática del cachalote (...) llegaría mucho más tarde (...) por los balleneros de la costa este de los Estados Unidos (...) eran muchos más agresivos que la ballena franca y fue esa otra especie la que inspiró a Herman Melville la historia de la novela de Moby Dick en 1851” -idem cita (3) -.
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SOBRE ESTE PÁRRAFO: Grabado de Lile. Stewart, desde un dibujo de Sc Lizars; donde podemos ver la caza del cachalote, tal como la imaginaron en el siglo XIX, tras la publicación de Moby Dick. Relato inspirado en lo que narró a su escritor el hijo del primer oficial del ballenero Essex, transmitiéndole cuanto había vivido su padre -Owen Chase-. Explicando el modo en que los cachalotes usaban su cabeza para atacar, en caso de verse asediados por pescadores. Narrando minuciosamente el modo en que la nave patroneada por su progenitor fue hundida en el océano Pacífico, por un cetáceo que le embistió (el 20 de noviembre de 1820). El ejemplar tenía más de ochenta toneladas y el barco se situaba a unas dos mil millas de las costas chilenas. Lograron sobrevivir algunos miembros de la tripulación del Essex, que alcanzaron como pudieron un islote llamado Henderson; donde unos pocos fueron felizmente rescatados (tras morir casi todos de hambre y deshidratación). Esta historia que oyó Herman Melville de primera mano, fue redactada en su novela MobyDick; recogiendo minuciosamente las artes tácticas de pesca y las defensas que tienen los cachalotes, cuando se ver acorralados.
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BAJO ESTE PÁRRAFO: A la Izquierda, portada del libro Moby Dick; al su lado, un grabado del siglo XIX, inspirado en la novela y del cual se tomó el dibujo para la edición que vemos. Veinte años después de que sucediera el famoso naufragio por el ataque de un cachalote (en 1841); el novelista Herman Melville era muy joven y navegaba en un ballenero. En aquel barco también estaba enrolado el hijo de Owen Chase; el oficial del Essex hundido por un cetáceo y que había dejado sobre papel cuanto vivió durante aquel suceso. Documentos que le fueron facilitados al futuro escritor de Moby Dick, a tavés de ese descendiente de Chase que le acompañaba en la travesía. Además, poco después, el mismo Herman Melville llegó a concer al capitán del Essex; quien de nuevo le conto la misma historia. En 1847 y tras largo tiempo de experiencia cazando cetáceos, Melville quiso redactar todo cuanto había visto y oido sobre el Essex; publicando en 1851 su novela Moby Dick. Un relato en el que vemos la importancia que la pesca de ballenas tenía aún a mediados del siglo XIX.
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ABAJO: Dos fotografias de la costa de Pechón; entre Asturias y Cantabria. Un lugar paradisíaco, que sabemos fue utilizado por los cántabros y astures como puerto; varando y desembarcando aquellos pobladores prerromanos, en Tina Mayor y Tina Menor (rías que se encuentran a ambos lados de Pechón). Promontorio entre dos cauces que servía como el mejor refugio natural para embarcaciones, caso de fuertes temporales y donde al parecer hacían llegar los celtíberos los barcos cargados de metales. Transportando o recibiendo las mercancías hacia y desde la meseta o del Mediterráneo, principalmente por la Via de la Plata. Aunque hubo otro camino a seguir: Por el Valle del Pas, llegando al Ebro; y desde este, alcanzando su desembocadura, Curiosamente, si observamos el mapa de megalitos de la Península, veremos que estos se desarollan por toda la costa atlántica y cantábrica, y el Sur de Andalucía. Luego hay una ausencia de megalitos en el litral mediterráneo (tras Almería) y vuelven a aparecer en la desembocadura del Ebro; subiendo desde Cataluña por los Pirineos. Siendo todas las áreas antes descritas, zonas de cetáceos oceánicos o bien yacimientos metalúrgicos y caminos desde el Mediterráneo hasta el Atlántico (fundamental para transportar metales y riquezas del occidente europeo) El monte entre ambas rías que vemos en imágenes, fue una atalaya natural, donde el avistamiento de ballenas era uno de los medios de vida hasta hace apenas cien años.
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IMÁGEN ABAJO: Fotografía de la famosa ermita de San Juan de Gaztelugatxe, situada muy cerca del Cabo Machichaco (Matxitxako); brazo de mar más septentrional en tierras vascas. Al fondo vemos la iglesia, sobre el llamativo monte-islote; pequeña ínsula a la que se accede desde una zona unida a tierra por una hilera de rocas. La sacralización de este punto, debió proceder al considerarlo uno de los lugares de avistamiento más importantes de la costa vasca, al ser el promontorio más al Norte.
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ABAJO: La famosa ciudad portuaria de Bermeo; cuya economía actual en gran parte se asienta todavía en las capturas pesqueras y donde se encuentran algunas de las mejores conserveras del Mundo. Estas fábricas de conservas, son en gran parte herederas de las que antaño manufacturaban ballenas; aunque tras 1880 y al ir desapareciendo los cetáceos del Norte Peninsular, se centraron en comercializar otras especies -trás la difusión del atún o la sardina envasada- Al fondo, observamos el famoso Cabo Machichaco; el extremo más septentrional de esta zona y tras el cual se halla San Juan de Gaztelugache (arriba, en imagen anterior).
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C) BALLENEROS EN LA PATAGONIA: LOS “FUEGUINOS”, UN PUEBLO ENIGMÁTICO (posibles semejanzas con la situación de Europa durante el megalitismo).
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Estudiaremos a continuación una tesis de enorme interés, sobre los antiguos habitantes de Tierra de Fuego; con el fin de realizar un paralelismo etnográfico, intentando comprender cómo pudo ser la vida en las costas europeas seis mil años atrás. Fueron muchos los que se interesaron por aquellos pobladores del Estrecho de Magallanes (ya desde el siglo XVI); existiendo datos importantes que relatan el comportamiento de estos pueblos canoeros, especialmente al hacerse con una ballena. El referido trabajo -en que nos documentamos-, analiza estos hechos interpretando dibujos donde se recoge a esos fueguinos troceando y compartiendo los cetáceos (varados o atrapados). Es obra de Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente, titulándose: El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX) (4) . En este se describe cómo los viajeros antiguos relatan el modo en que se comportaban los habitantes autóctonos de Tierra de Fuego, cuando varaba en sus costas una ballena. Explicando -primeramente- que quienes viajaban por el estrecho de Magallanes quedaron asombrados de la forma de vida y del modo de organizarse que tenían estos pobladores del “fin del Mundo”. Especialmente cuando observaban una ballena herida, varada o muerta; entendiendo en ese caso que la Naturaleza les había hecho su mayor regalo. Un momento en que todos se ponían en contacto para recoger los restos del enorme animal y alimentarse durante días o meses.
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El grabado del que parte la información que recogen los autores (antes citados) fue publicado por el novelista inglés Thomas Mayne Reid en su obra Odd People (1860) pero la información original proviene de los textos generados por las expediciones del H.M.S. Beagle en las costas fuego-patagónicas entre 1831 y 1836” (5-a) . Donde se describe como: “El encuentro con una ballena varada pudo ocurrir desde que los grupos humanos comenzaron, hace varias decenas de miles de años, a vivir cerca de las costas: (...) era un golpe de suerte; proporcionaba generosas reservas de comida y grasa; tendones para coser la ropa y elaborar líneas de pesca; y huesos para hacer casas, muebles, herramientas, armas y botes" (...). Para los canoeros del extremo sur americano, la varazón de una ballena era "un gran regalo de la naturaleza" (...) como un suministro de grandes cantidades de comida y grasa y como fuente importante de materias primas (...). La noticia de la presencia de una ballena en algún punto de la costa, hacía que se viajara desde lugares muy lejanos para compartir todos sus productos (...). Con un solo ejemplar se abastece a muchas familias durante varias semanas; su carne y aceite huesos y tendones, barbas y dientes tienen un útil y variado aprovechamiento (...) la varadura de una ballena era pretexto de fiestas y danzas (...). Las familias acampaban preferentemente en las cercanías y se entregaban a una desenfrenada comilona” (5-b) .
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Continúa el trabajo que tratamos narrando como: La información etnográfica sobre el aprovechamiento de ballenas varadas entre los fueguinos es numerosa y variada. Martín Gusinde, quién, de una manera u otra, la recopila y une en un relato; señala que los Yaganes se acercan a la ballena y cortan grandes trozos de grasa del cuerpo del animal que llevan a la costa en sus botes (...), pero generalmente arrastraban la ballena a tierra (...); cada hombre asesta su gran arpón profundamente en su cuerpo y desenrolla la larga cuerda (...); cada mujer guía su propia canoa en dirección a la costa más cercana, mientras que los hombres tiran detrás de sí la ballena con el lazo desenrollado” (5-c) . Este relato de Martín Gusinde nos ayuda a comprender cómo pudieron cazar los cetáceos en las costas europeas, durante la más remota antigüedad. Cuando en el litoral de Iberia, Francia, las Islas Británicas o el Norte de Europa; tan solo existían canoas y sus pueblos eran igualmente nómadas (encontrándose en la Edad de Piedra, tal como permanecían los fueguinos). Momento en el que la caza o el hallazgo de ballenas varadas, debió ser una fuente de alimento inigualable. Observándose en los relatos de Tierra de Fuego, que para subsistir del modo que lo hicieron sus habitantes (a temperatura muy baja y pescando como nómadas, sobre canoas); tan solo se necesitan: Cordeles, barcas fabricadas con cortezas, pieles y aceites -para protegerse del frío-.
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ARRIBA: Grabado -incluido en la obra de Mayne Reid y dibujado por E. Riuo- donde se explica el modo en que acarreaban los fueguinos aquellos fardos de grasa y carne de ballena. Pasando por su cabeza los grandes pedazos del cetáceo, que les quedarían colgados a modo de “poncho”. Esta imagen del libro publicado en 1860 por el novelista inglés Thomas Mayne Reid (en su obra Old People); la hemos tomado desde la mencionada tesis de Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente -a los que agradecemos nos permitan divulgarla-.
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ABAJO: Fueguino junto a su canoa; acuarela Conrad Martens. Pintada en 1833, mientras viajaba por el Estrecho de Magallanes en el Beagel y que fue aprovechada para un grabado publicado en el libro de Darwin y Fitz Roy (Narrative of the surveying voyages of his majestic´s ships; Adventure in Beagel, Londres 1839. En ella se observa a uno de los habitantes de Tierra de fuego dibujado de forma muy desfavorecida y con rasgos animales; aunque representado tal como vestían: Sin ropas (ya que la tela les habría congelado) y cubiertos simplemente con pieles, bien untadas con grasas de foca y ballena -que les protegían principalmente durante los inviernos-. Asimismo, se embreaban el cuerpo con aceites y restos de material orgánico o de tierras (virutas, hojas secas etc); lo que impedía que las gélidas aguas tocaran su piel. De ese modo, gracias a una dieta basada en grasa de ballena y foca, podían vivir casi desnudos durante los meses de bonanza, en los que El Estrecho de Magallanes tiene una temperatura media de unos +10º. Cubriéndose principalmente con las referidas pieles en las Estaciones de peor temperatura; aunque en esta zona no es común que el termómetro baje de -5º. Observando su aspecto y su forma de vida podemos entender cómo fueron los habitantes de las costas de Europa atlántica, hace más de tres mil años. Durante le etapa del Megalitismo y en la que no había terminado el frío glaciar; cuando las costas del Occidente europeo tendrían un clima semejante a Tierra de Fuego, estando plenas de hielos y cetáceos.
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Sabemos que en aquella zona del Fin del Mundo habitaban dos etnias de pescadores nómadas principales, llamadas Yagánes y Kaweskar. Los hechos anteriormente relatados se atribuían a la tribu fueguina Yagan, aunque los etnógrafos recogen semejantes situaciones también entre los Kawesqar. Escribiendo la tesis referida: “Algo parecido ocurre entre los kawésqar, quiénes reunían una veintena de embarcaciones, haciendo un total de cincuenta hombres, o más, alrededor del gigantesco animal. Su ocupación consistía en clavarle profundamente, uno después de otro, sus grandes arpones y retener en lo posible sus largas cuerdas de cuero. Cada hombre tiraba de su cuerda con un fin determinado: llevar el enorme cuerpo del animal hacia la costa. Trataban así de subir con la marea, lo más arriba posible de la playa el cuerpo de la ballena (5-d) .
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La lectura de las anteriores frases nos hace entender que -al menos- los Kaweskar no se limitarían a trocear cetáceos muertos; sino que los cazaban (seguramente cuando habían logrado varárlos o inmovilizarlos entre hielos). Algo que se comprende en las palabras "un total de cincuenta hombres, o más, alrededor del gigantesco animal. Su ocupación consistía en clavarle profundamente, uno después de otro, sus grandes arpones y retener en lo posible sus largas cuerdas de cuero". Indicando que lo más importante era -primero- arponear al animal, y después sacarlo (tirando de cuerdas). Todo lo que sugiere que lo desangraban y más tarde lo llevaban a la costa. Debiendo tener una enorme organización para subirlo a tierra, gracias a su dominio y destreza en el manejo de las canoas. Logrando arrastrar un peso de decenas de toneladas; para lo que necesitaron maromas resistentes a miles de kilos y capaces de sacar del agua un cetáceo.
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ARRIBA: Fotografía de una familia de los Yagan, tomada hacia 1903 (el padre, junto a su mujer y una hija; pescando en una canoa). Las tribus que habitaron Tierra de Fuego, se dividían principalmente en tres etnias: Los Kawerskar y los Yámanas (o Yaganes), que eran nómadas pescadores canoeros; mientras los Selk-nam (también llamados Onas) fueron nómadas cazadores y vivían sobre tierra, en la Patagonia. Todos ellos se extendían por un territorio de enormes dimensiones, donde apenas había población y que recorrían permanentemente con el fin de subsistir. El modo de vida de los nómadas marinos (Yagan y Kawerskar) era tan extraordinario como interesante; siendo su nido o casa, la canoa que compartían padres e hijos y en la que se basaba la unidad familiar. La barca se fabricaba con troncos, cortezas, ramas y cordeles; trabajándose principalmente con herramientas fabricadas de conchas, cuernos de animales y huesos (de ballenas). En ella dormían, en ocasiones sobre el mar, pero normalmente sobre terreno o hielo; pues las varaban al caer la luz. Estas canoas comúnmente medían unos cinco metros de longitud, por uno de ancho; y servían como tiendas de campaña y de abrigo para las chozas que en ocasiones hacían en las playas.
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Cada vez que se embarcaban hacia un nuevo destino -prácticamente a diario-, transportaban el fuego en el interior de la canoa (en una zona habilitada con tierra, para evitar que ardiera la barca). Viajaban con toda su familia, hasta que los hijos contraían matrimonio y era común que tuvieran siempre un perrillo, que les servía de guarda y para advertir de presas en el mar. Por su parte, las mujeres, sentadas en la popa gobernaban la barca; remando a diario durante horas (con gran resistencia). Mientras el marido las dirigía y cazaba de pié, sobre la zona de proa -tal como vemos en la imagen superior-. También eran ellas las que aprendían a nadar; pues los hombres no podían desarrollar esta habilidad, que se reservaba a las mujeres. Desde niñas las lanzaban al mar y obligadas a bañarse en las heladas aguas del Estrecho de Magallanes. Debido a ello, en caso de accidente -cuando volcaba la canoa-, la madre y las hermanas (si las había) tiraban de los hombres para salvarlos. Aunque hemos de suponer que ellas se preocuparían más por sacar a sus hijos; y al padre o esposo lo ayudarían dependiendo de la relación que hubiera entre ambos -lo que dice mucho acerca de la estructura familiar de los “fueguinos”, donde las féminas tendrían siempre una “ultima palabra”, así como el mando y gobierno de las canoas-.
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ABAJO: Grabado en el que vemos una expedición de holandeses en Tierra de Fuego (hacia 1598-1600). Los europeos conversan con cazadores patagones (llamados Selk-Nam), que no vivían sobre el mar -aunque también eran nómadas-. Acerca de ellos, también nos dice el interesante trabajo de Raquel Pardo: Las culturas Fueguinas Selknam, Yagana y Kawescas y su relación con el Medio Ambiente (6) . Como En 1579, la primera referencia de un europeo que se encontró con los Selk-nam, fue Pedro Sarmiento de Gamboa, enviado a la zona por el Virrey Toledo del Perú, los describe como hombres de gran estatura. Igualmente opina Frederick A. Cook, quien tuvo contacto con este pueblo, en 1897 y 1899, relata que son unos gigantes, su altura media alcanza los 6 pies (183 ctms.). Este único y singular desarrollo se debe a la caza que requiere grandes caminatas a pie. Según Gusinde: Son excelentes corredores, de fuerte complexión y muy derechos. Para Gusinde la elevada estatura del selk-nam y del patagón se debe a que eran habitantes de la estepa, porque sus vecinos yámanas y kawéshkar, son de baja estatura aunque su alimentación era similar”. Añadiremos a estas interesantes palabras de recogidas por Raquel Pardo, que -a mi juicio- la diferencia de tamaño entre los nómadas pescadores y sus vecinos cazadores patagones; se debía seguramente a la alimentación. Tal como sucede en Japón, donde sus habitantes comen principalmente pescado, siendo pequeños (aunque muy resistentes); mientras sus vecinos continentales son mucho más corpulentos (debido a una alimentación basada en leche y carne).
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Continuando con el estudio -de Quiroz, Carreño y la Fuente- sobre el encuentro con ballenas de estos pueblos canoeros fueguinos. Los autores recogen como los textos más antiguos ya describen la importancia que tenían aquellos cetáceos para las tribus nómadas de las orillas de Patagonia. En especial las del mar, que tenían hasta palabras para nombrar una playa (o bahía) donde una ballena había caído muerta; siendo además esta voz, un sinónimo de alimento -y también significando “lugar de las ballenas”- (7) . En lo que se refiere al grabado que vimos, donde se escenifica a los canoeros del Estrecho de Magallanes troceando y cargando un cetáceo. La tesis que analizamos resume lo que sobre esa imagen escribieron las distintas publicaciones que la editaron -a lo largo de siglos-. Relatando el primero que lo publicó -Mayne Red en 1860-, como al encontrarse la ballena, los fueguinos vivían un tiempo de bonanza y regocijo (de fiesta y sobrada alimentación). Narrando que cuando la hallaban en el mar, la recogían y arrastraban con varias canoas; pero si aparecía varada, directamente llamaban a diversas familias que pronto acudían al lugar (para compartirla). Allí se acercaban todos los que podían y cargaban sobre sus hombros los trozos de carne (a modo de un poncho), llevándolas luego hasta el lugar en que habían establecido sus poblados, para alimentarse durante días (8) .
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Por su parte, el segundo que publica el mismo grabado -Kingston (en 1879)- habla de que al llegar a Tierra de Fuego se difundió la noticia de que en la costa había varado un cetáceo. Fueron a verlo, pues al poco tiempo la zona de pobló de canoas y de hombres, que bajaron de ellas para trocear al animal (sirviéndose de cuchillos fabricados con concha). La loncheaban y en los grandes pedazos hacían agujeros para meter por allí su cabeza; cargando de se modo con ellos, a la vez que mascaban trozos sueltos de esa grasa fileteada del animal -mientras la cortaban o la portaban- (8-b) . Habla asimismo del “gran banquete fueguino” el tercero que recoge el grabado; un texto publicado por Bove (en 1882) que parece copiado o muy inspirado en el anterior, ya que describe todo de una manera muy semejante (8-c) . De tal manera, en el trabajo de Quiroz, Carreño y la Fuente, vemos como la misma imagen fue al menos editada en cuatro ocasiones diferentes (en 1860 por Mayne Reid; 1879 Kingston, en 1882 por Bove y en 1912 por Chapman); aunque en todas las ediciones se comenta prácticamente lo mismo. Tanto que cuando se divulga por última vez, el artículo se titula: “El banquete de la ballena” -conteniendo una explicación igual a las anteriores- (8-d) .
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SOBRE ESTE PÁRRAFOS: “Aprovechamiento ballena en Tierra del Fuego” (Xilografía, 1860 de J.B. Zwecker & Dalziel Brothers.Col. Klaus Barthelmess, Colonia, Alemania). “Ilustra el último capítulo del libro, que tiene como título Fuegian Dwarfs, o sea, Enanos Fueguinos (en el libro de Mayne Reid, 1860, pp. 425-445). Este título tiene que leerse como una referencia opuesta al nombre de otro capítulo dedicado a los "patagones", Patagonian Giants, es decir, Gigantes Patagone (..). La imagen es recogida en uno de los más importantes catálogos de dibujos y grabados relacionadas con ballenas y balleneros, con un notable comentario: "representa una inusual pero práctica manera de conducir los bloques de tocino de ballena a tierra firme -Ingalls, 1987, p. 64-" (9) . "Muy importante es destacar que el nombre de “enanos fueginos” que mencionan estos textos de los siglos XVI al XIX, se refiriere a las tribus nómadas y canoeras del Estrecho (Yagana y Kawescas). Mientras los cazadores (sus vecinos de tierra, los Selknam) eran denominados “gigantes patagones”
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BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Canoeros fuegunios, nómadas en Tierra del Fuego; xilografía publicada por Recaredo Santos Tornero (en su Chile Ilustrado; de 1872). Acerca de ellos, nos dice Raquel Pardo que cuando paraban en tierra (apenas unos días) vivían en chozas realizadas con ramas y arbustos que cubrían con pieles y de muy poca consistencia -aunque parece que aún eran peores las de sus compañeros de tierra, los Selkam-. Acerca de las barcas, escribe textualmente la misma autora que: “Se ha considerado que este era el verdadero hogar de las tribus canoeras, porque en ellas transcurría la mayor parte de su existencia” (…) “Medían unos cinco metros de largo por uno de ancho. Lo suficientemente grande para que cupiera toda la familia, pero no mucho para que fuera fácil introducirse en los bajos y a veces angostos canales, además, debía ser liviana para su manejo. En el fondo, cubierto por una capa de tierra, se conservaba siempre algunas brazas, o bien, ardía el fuego, donde se cocinaban los alimentos”.
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La canoa se confeccionaba de corteza, especialmente de haya. Los kawéshkar la hacían de una sola pieza y los yámanas de tres planchas atadas. La única herramienta para su elaboración, eran punzones de hueso y cuchillos de conchas marinas, las costuras eran de lianas de voqui, se calafateaban con tierra arcillosa con raíces. Los remos eran tallados en troncos de ciprés, con cuchillos de concha. Para achicar, utilizaban vasijas pequeñas hechas de madera o de piel de lobo marino”.(...) “La canoa transportaba a toda la familia, es decir, de seis a ocho personas, todos iban en cuclillas en el suelo, se mantenían inmóviles en dicha postura, para no comprometer la estabilidad de la embarcación, sólo la mujer iba sentada a popa. Ella estaba encargada de la dirección, manejo e impulso de la canoa, por medio de un constante remar. Los niños se ocupan de la parte central de la canoa, atendiendo el fuego y el hombre va a proa, atento a la caza. (...) La mujer remaba horas de horas y apenas ocupaba sus piernas por lo que la parte superior de su cuerpo era mucho más vigorosa que la del hombre, pero ambos poseían un tronco ancho, brazos largos y piernas poco desarrolladas”. Raquel Pardo (10)
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Finalizaremos nuestras referencias a esta costumbre de las etnias del Sur de Chile y Argentina, narrando lo que Darwin y Fitz Roy recogían sobre ella (en 1839 en sus publicaciones acerca “Los viajes del H.S.M Beagle”). Donde el famoso investigador que generó la teoría del evolucionismo, comentaba el comportamiento de aquellos canoeros con las ballenas. Escribiéndolo poco después de que lo mencionara el famoso capitán del Beagle, Fizt Roy. Marino que permaneció años en Magallanes, llegando a entablar amistad con los pobladores autóctonos, redactandodo sus experiencias el Vol. II de la obra mencionada (que completaría el padre del evolucionismo con un tomo III, donde hablaría de hechos similares a los relatados por Fitz Roy). Además “Darwin incluirá una descripción en la segunda edición de su relato, publicado años después -en Londres, 1845- (...) donde señala que: Cada hombre llevaba una pieza cuadrada de grasa de ballena pútrida, con un orificio en el medio a través del que sacaban sus cabezas, como los gauchos lo hacen con sus ponchos o mantas. Tan pronto la grasa era llevada a una choza, un anciano la cortaba en delgadas rebanadas y murmurando sobre ellas, las freía por un minuto y las distribuía entre el hambriento grupo, que mantenía un profundo silencio (...) cada vez que una ballena era arrojada a la playa, los nativos enterraban grandes trozos de ella en la arena, como un recurso en tiempos de hambruna" (8-e) .
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Darwin escribe tambien en 1845 que cuando "descubrían la carcasa flotante de una ballena pútrida, era una verdadera fiesta, y ese miserable alimento era acompañado por unos pocos frutos y hongos desabridos" - ver cita anrerior (8-e) - . Acerca de todo ello, comentan Quiroz,Carreño y de la Fuente (en el mismo trabajo citado) que: "La descripción se sitúa, por supuesto, en el clima creado por Darwin respecto de los fueguinos, dudando incluso de su humanidad: `Es necesario acercarse mucho para darse cuenta que son seres humanos. Desde lejos parecen ogros, monstruos, sin hombros ni brazos´. Pero el relato es también irónico (...) no se da cuenta que lo que deforma el cuerpo de los fueguinos no es más que un trozo de grasa de ballena que llevan sobre sus hombros”.
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Nada hay que añadir a las palabras de Darwin; nacidas de un maestro (como fue); pero tristemente también, de los prejucios que el siglo de las luces generó fueron muchos. Por cuanto comentamos, el Evolucionismo, pese a ser una realidad científica y una idea magnífica; también devengó ideas que provocaron unos tremendos problemas sociales y humanos. Cuando a la teoría de que Dios no había creado -propiamente- al Hombre, y que este había evolucionado paulatinamente; se añadió la idea de que ese "crecimiento" se realizó gracias a las Sociedades, o al propio esfuerzo de algunos grupos (llegando a conformarse en individuo, desde un hominido a través de fases de civismo). Siendo así, aquellos que estaban más avanzados eran tenidos como verdaderos seres humanos, mientras otros (con menos recursos y más atrasados) fueron considerados "medio animales". Todo lo que permitió -desde el Siglo XIX- que se llevasen a cabo exterminios genocidas sobre determinados tipos de grupos (especialmente los tribales, como los nómadas de la Patagonia). A los que no se consideraba hombres, sino homínidos; al igual que sucedía con las personas de color (tenidas como seres en un estado intermedio entre el ciudadano avanzado y el mono; lo que daba derecho "Natural" a su esclavitud o exterminio). Generando esta magnífica teoría de la Evolucion una verdadera tragedia histórica, cuando fue utilizada con fines bastardos. Tanto que acabría en las atrocidades del fines del XIX y comienzos del XX, donde ya se dibujaron "razas superiores" e "inferiores"; llegando al genocidio de pueblos enteros y de millones de personas.
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SOBRE ESTOS PÁRRAFOS: Grabado de E.Riou editado por Mayne Reid en 1885 y titulado: Una extraña procesión. El texto que acompaña a la ilustración dicta “Pasan su cabeza por un gran pedazo de grasa de ballena que van llevando a cuestas” (11) . Acerca de la vestimenta de estas tribus canoeras de Magallanes, nos dice Raquel Pardo como ya en 1832 : “Darwin hizo referencia a la desnudez de los yámanas: “un fueguino desnudo, sus largos cabellos le cubrían casi por completo, su rostro estaba pintado con diversos colores (...), una canoa ocupada por seis fueguinos (…) Los hombres llevaban (…) una piel de nutria o unos trozos pequeños de cuero, aproximadamente del tamaño de un pañuelo grande (…) Llovía mucho, y el agua resbalaba sobre su cuerpo (… ) una mujer llevando… un niño recién nacido… caían sobre ella los copos de nieve” (...) “Para inmunizarse exteriormente del frío intenso, se frotaban el cuerpo con aceite, de esa forma también quedaban protegidos del agua, gracias a este procedimiento la ropa necesaria era mínima o nula. (...) Entre los kawéshkar la vestimenta era muy similar” (12) . A diferencia de ellos, los cazadores en tierra (Selknam) se cubrían con pieles de guanaco; con las que tapaban todo el cuerpo cuando hacía frio. Además en esas épocas de mal tiempo, usaban unas “sandalias” consistentes en cintas de cuero. Estas les permitían caminar sobre la nieve; mientras los canoeros carecían de calzado (lo que hace suponer que apenas andaban -sobre tierra o el hielo-).
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Todas estas tribus cazaban o pescaban con instrumentos paleolíticos (arcos, flechas y arpones). Los que vivían en el mar, se dedicaban principalmente a pescar focas, a las que lanzaban un arpón con una boya; esperando que el animal se agotase -emergiendo y hundiéndose- cuando le alcanzaban. Asimismo usaban perros y otras armas con las que atrapaban peces y aves acuáticas (principalmente redes). Acerca de la alimentación de aquellos que navegaban, se sabe que su base estaba en ballenas, focas, pescado y pájaros marinos; pudiendo soportar las bajas temperaturas gracias a estas dietas enormemente grasas. Sobre ellos, continúa Raquel Pardo añadiendo que: "Al hombre le correspondía la caza de animales y aves, la pesca y la construcción de la canoa. La mujer recolectaba vegetales en las islas, extraía huevos, mariscos y crustáceos, sumergiéndose en las aguas australes. La canoa pertenecía a ella, debía guiarla y mantenerla. J. Philippi afirma que la mujer yaghán participaba también en la pesca. Para la subsistencia era necesario el trabajo de ambos, se complementaban perfectamente. La mujer debía además cumplir con su deber de madre, la recolección y acarreo de la leña. La construcción de la choza era tarea familiar. Los niños, que iban al centro de la canoa, estaban encargados de que el fuego no se apagara. Nadie estaba especialmente destinado a la preparación de los alimentos, el que tenía hambre cocía su alimento. Sólo las mujeres sabían nadar (...) Desde pequeñas, las madres acostumbraban a sus hijas a sumergirse en las gélidas aguas de los archipiélagos. Cuando las canoas volcaban, esto sucedía frecuentemente (...) sus mujeres debían rescatarlos" -ver cita (13) -.
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BAJO ESTAS LINEAS: Postal japonesa de 1900, donde podemos ver a chicas Ainus, bailando en un poblado de Hokkaido, frente a sus casas y acompañadas del anciano-jefe. Este misterioso pueblo, denominado Ainu -voz que en su lengua significa “hombre”- fue el que primero se asentó en las islas japonesas (hace unos 20.000 años y en plena glaciación). Se supone que cruzaron hasta el archipiélago, andando o “cabalgando los hielos” y allí han permanecido, incluso después de que lo dominara otra etnia asiática (la nippona). Cuando llegaron unos nuevos pobladores, que “saltaron” en barco y en etapas muy posteriores; viniendo desde Corea y de áreas del Continente, llevando primeramente la etapa “Jômon” (hace unos 12.000 años), para finalmente importar al archipiélago los metales en época Yayoi (desde el siglo VI a.C.). Tras el dominio pleno de las islas por aquellos venidos desde tierra firme desde el Jômon; los Ainus se fueron aislando y marginándose hacia el Norte del país; donde aún perviven, en las proximidades de Hokkaido (zona de muy bajas temperaturas). Su actividad desde los inicios era la pesca, y originariamente fueron balleneros; alimentándose sobre todo de aquellas que lograban hacer varar en las costas de Japón -o bien cazándolas a arpón,con sus canoas-.
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D) LA BALLENA SAGRADA Y SU CAZA EN OTROS LUGARES DEL PLANETA: LOS AINUS Y EL JAPÓN.
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Algunos de los pueblos cazadores de cetáceos más importantes, se asentaron en el litoral del Japón y las costa del Sur de Corea, desde la etapa paleolítica; donde etnias y gentes de un lado y otro de la “ribera” se mezclaron durante milenios. Pese a ello, un grupo muy peculiar y de origen cáucaso-siberiano, parece que fue el primero en habitar las islas nipponas y permaneció aislado hasta hace unos decenios. Sin mestizaje, ni cambios en su modo de vida desde la etapa de Glaciación, cuando llegaron a esas islas. Nos referimos a los Ainus, que en tiempos más modernos terminaron por aislarse y seguir con sus costumbres milenarias; creando sus propios poblados a imagen de los de sus antecesores y en zonas del Norte del archipiélago mayor (especialmente en Hokkaido). De tez barbuda, altos, con numeroso vello corporal; nada tienen que ver racialmente con aquellos que hoy se extienden por el resto de Japón (de origen continental y mogol). Al igual que su idioma y sus costumbres son absolutamente distintas a las comunes nipponas; hablando una lengua de rasgos caucasianos, que procede seguramente de Siberia (de donde llegarían las Ainus para asentarse, hace unos veinte mil años). Aunque en su actividad pescadora y en su alimentación pescadera, es en lo que más se parecen al resto de japoneses. Pese a que el sistema mantenido hasta hace poco, para atrapar los peces y crustáceos, es paleolítico; muy semejante al de los nómadas del Estrecho de Magallanes -que antes estudiábamos-. Utilizando procedimientos de la Edad de Piedra y navegando en canoas, fabricadas igualmente con corteza de árbol (con las que cazaban hasta ballenas).
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Sobre cómo pudieron estas tribus canoeras, subidos a una chalupa y en medio del mar gélido, pescar cetáceos y grandes especies depredadoras (como las focas, leones marinos, narvales, tiburones y etc). Conocemos algunos métodos que en ocasiones pervivieron hasta nuestros días entre los pueblos primitivos. Siendo la forma más precaria de cazar cetáceos y enormes peces peligrosos; la denominada “pasiva”. Consistente en hacerles varar o llevarles hasta un canal sin salida. Ello se realizaba hasta no hace mucho por distintas etnias de costumbres ancestrales; simplemente rodeando el animal que se deseaba cazar con barcas y pasando después a guiarle; sirviéndose de remos o palas (sobre todo con sonidos que asustaban a las presas). Así, los animales comenzaban a nadar de forma descontrolada, donde el grupo de canoeros le iba llevando, hasta que varaban o se introducían en un cercado marino (que cerraban para darles caza). Conduciendo así a los ballenas hacia playas o bahías estrechas, al igual que otros grandes peces eran dirigidos a las almadrabas.
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La anterior captura se denomina comúnmente “pesca pasiva”, existiendo también sistemas de caza por engaño en el cebo; necesaria para los grandes y peligrosos depredadores. Método consistente en lanzar trozos de carne (desde un espigón o un cabo), cortado un animal terrestre sobre el mar, para que su sangre regase las aguas. De tal manera, cuando los enormes depredadores marinos se acercaban al lugar, para devorarlo; mezclaban trozos de cebo, con maderas incandescentes. Pequeños troncos atados a piedras ardiendo, que no eran distinguidas por el tiburón y que a ser tragados a la vez que el cebo, reventaba sus entrañas (saliendo a flote, al quemar los intestinos del enorme pez). Otra forma semejante a la anterior, pero para pescar especies herbívoras, era la de lanzar bellotas o castañas. Para más tarde tirar aquellas ya mezcladas con brasas y rescoldos, donde se habían dejado hasta la incandescencia otras castañas, bellotas, maderas y piedras -produciendo el mismo efecto anterior-. Comprobándose de este modo. cómo un pueblo canoero, simplemente subido sobre un arrecife o un islote; podía pescar tranquilamente tiburones, focas y otras especies de un tamaño y un peligro, inmensurable.
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Acerca de otros métodos prehistóricos de pesca, el más conocido era el de los Ainus, también usado por los fueguinos de Patagonia. Consistente en fabricar arpones (de hueso o madera) a los que ataban boyas, con cuerdas. Estos flotadores se solían hacer con pieles hinchadas (de foca o de toro) a los que le podían añadir corchos y maderas. Tras ello y una vez lanzados varios arponazos (con sus boyas) contra las ballenas, el bacalao, y sobre todo a las focas; el animal comenzaba a sumergirse y a emerger, hasta agotarse. Momento en el que el Ainu o el fueguino, la recogía del agua; simplemente dándole un golpe mortal antes de subirla a la barca. Este sistema que terminó por denominarse pesca con áncora flotante, fue usado desde el paleolítico hasta los tiempos modernos; habiendo sido utilizado por los esquimales, los nómadas de Tierra de Fuego, los Ainus, los amerindios etc (y más modernamente por vascos, japoneses, ingleses, norteamericanos, canadienses y coreanos). De todo ello hay testimonio arqueológico o histórico. En Japón al menos desde hace 10.000 años, en Corea 8000 y en otros lugares (como el país vasco) desde el siglo X de nuestra Era -aunque se sabe que la pesca de cetáceos en el Norte de España y las costas francesas es de origen paleolítico-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Grabado japonés (ukiyoe) donde podemos ver la caza de ballenas de manera tradicional; la lámina original pertenece al Museo de “pesca de ballenas de Taiji” en el famoso pueblo ballenero de la Prefectura de Wakayama (Kyodo).
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BAJO ESTAS LINEAS: Otro ukiyoe japonés, que representa la pesca, arrastre y despiece de un cetáceo. La imagen la hemos tomado del interesante trabajo de Zack Davisson:Bakekujira and Japan’s Whale Cults” (La ballena fantasma y los cultos de este cetáceo en Japón) (14) .
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Para ampliar conocimientos sobre del significado -cultural, social y religioso- de la ballena en Japón, recomendamos un interesante trabajo de Zack Davisson, llamado: “Bakekujira and Japan’s Whale Cults” (Bakekujira, La ballena fantasma y los cultos a ese cetáceo en Japón) -ver cita (14) - . Donde se resume la historia de los templos que dedicaban los japoneses a esos mamíferos del mar; ya que de algún modo, eran adorados e identificados con el dios de la prosperidad (pues servían para paliar las hambrunas). He traducido el título del referido estudio como: “Bakekujira la ballena fantasma y los cultos a este cetáceo en Japón”. Ante lo que añadiremos que Baké significa en aquel idioma “fantasma”, y Kujira en japonés se traduce por “ballena”. Siendo la leyenda de Bakekujira un cuento que narra el modo en el que un esqueleto de una cetáceo enorme, apareció y se esfumó en una sola noche. Surgiendo aquellos huesos de gigante sobre el mar del Japón (durante una tormenta y en circunstancias muy misteriosas); por lo que se le denominó la "ballena fantasma" o "el duende de la ballena". Narrando BakeKKujira, como en la famosa isla de Okino (Shimane), los pescadores de una aldea vieron acercarse un enorme pez blanco. Atemorizados, se atrevió a aproximarse uno de ellos que le tiró su lanza, pero ese arponazo atravesó de un lado a otro aquella masa extraña (enorme y blanquecina...) . Llovía a cántaros y los pescadores no podían ver bien lo que sucedía; aunque finalmente consiguieron dilucidar que se trataba de un monstruo: Era el esqueleto de una gran ballena, sin piel ni carne, aunque nadaba, se movía y estaba viva. Entonces y al verla, fue como de pronto aquel enorme fantasma -“bake-kujira”- desapareció retirándose a mar abierto (tan rápido como había llegado) (15) .
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Continúa explicando el autor, que Japón tiene una larga historia de dioses ballena; a los que se adora guardando en templos los huesos de esos mamíferos del mar. De ello derivaría esta leyenda del esqueleto viviente, que se cierne a los principios de la religión y algunos ritos sintoistas (donde los japoneses rinden culto a los cetáceos). Ya que estos animales gigantescos varaban de continuo en las orillas de las tierras nipponas, por lo que nacieron múltiples cofradías para sistema “pasivo” de captura; que como sabemos consiste en dirigirlas hasta que encallan en una playa o bahía. Otro de los métodos desarrollados fue el de arponearlas hasta que se desangrasen, aunque tenía el problema de que habían de recuperar el animal desde las profundidades. A excepción de algunas especies, que -como la ballena franca- flotan cuando las matan de ese modo. Sea como fuere, la llegada o la aparición de una ballena en la costa nippona podía salvar del hambre a un pueblo un año entero; todo lo que confería a esos animales el carácter de sagrados. Debido a ello, en el país del Sol Naciente, son muchos los templos, ritos y gentes que veneran al animal; en agradecimiento a su valor histórico y alimenticio. Además, como su captura era un oficio muy peligroso, donde morían hombres; la religión pasó a dar un espacio sagrado a esas cofradías de pescadores y a su totem. Finalmente, la diosa ballena se unió al dios de la abundancia; creando un culto en el que esta era la reencarnación de la deidad que simbolizaba la prosperidad y la alimentación, al que se llamaba Ebisu (16) .
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Así se elevaron centenares de santuarios dedicados a las ballenas en Japón; de los cuales quedan aún al muchos y cuyo sentido estaba en el festín que podían celebrar con la carne de aquel dios (Ebisu reencarnado en un cetáceo). Tras aquella celebración, semejante a la que realizaban los fueguinos cuando encontraban un cetáceo; los japoneses habían de inhumar bien las sobras (los huesos; después de separar del cuerpo de todo lo útil que el animal tiene). Momento en que enterraban ceremonialmente lo que quedaba de la ballena; en montículos a los que llaman “Kujira Tsuga”. Consecuentemente, en aquellos lugares de costa donde la caza de ballenas pasiva era muy frecuente, se elevaron infinidad de estos templetes “Kujira o´Haka” (cementerios) y “Kujira Ishibumi” (monumentos de piedra). De los que aún quedan alrededor de cien santuarios para cetáceos -donde están enterrados los restos que no habían comido- en todo el Japón. Asimismo se hicieron recintos sagrados, portales y altares usando los huesos de las referidas ballenas. Sobre todo en el período Edo, cuando Japón se había convertido en una nación de navegantes; creando una gran industria basada en la caza de enormes mamíferos del mar. Etapa en que esas cofradías de pescadores establecen y mantienen oficialmente el culto a los cetáceos; potenciando santuarios en las zonas portuarias (muchos de los cuales todavía existen hoy en día). El relato acerca se esta leyenda -BakeKujira- y las costumbres sobre la veneración a la ballena, lo termina el autor, mencionando que en 1983, apareció un esqueleto de una de ellas intacto y flotado. Fue visto y descubierto en las costas de Anamizu, prefectura de Ishikawa; momento en que toda la prensa comenzó a hablar del regreso de aquella "bake-kujira" y de su existencia real -sobre una leyenda basada en la importancia de los huesos de estos animales- (17) . Por su parte, todo lo recogido anteriormente nos sirve para comprender la importancia de los cetáceos en la antigüedad, sus rituales y sus ceremonias. Tal como pudieron ser en en el occidente europeo más antiguo; a mi juicio, entre los megalitistas atlánticos.
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ARRIBA: Escena de balleneros en la costa de Goto; ukiyoe de Hokusai fechado hacia 1930, en el que podemos ver una captura pasiva del cetáceo. Como hemos dicho, esta pesca (pasiva) consistía en ir dirigiendo al animal -con las canóas o barcos- hasta que varaba.
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SOBRE ESTE PÁRRAFO: Otro ukiyoe japonés en el que se representa la caza, captura, arrastre y despiece de estos mamíferos marinos. Observemos, los centenares de hombres, tirando y subiendo a tierra a distintos cachalotes, ballenas y otros enormes cetáceos (cuyo peso podía llegar a las ochenta toneladas). Llamando la atención la proporción y tamaño de las maromas, que debían de ser de unos diez a veinte centímetros de diámetro y decenas de metros de longitud. Semejantes cuerdas hemos visto en los templos góticos, aparecidas entre el aparejo de quienes antaño arreglaban o construían iglesias y catedrales.
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ABAJO: Una maroma y su polea, hallada en la catedral vieja de Salamanca (agradecemos al cabildo catedralicio, nos permita divulgan nuestra imagen). Seguramente esta cuerda y su sistema de engarces fue usado durante la obra en la que sustituyeron el claustro viejo de esta catedral, para cambiarlo por uno del siglo XVII. Observemos el tamaño y grosor de la cuerda, para podernos hacer idea de las sogas que manejarían los marineros (mayores que esta, sobre todo para la captura y arrastre de ballenas).
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E) EL MEGALITISMO; SUS ORÍGENES Y LOS QUE HABITARON LA EUROPA ATLÁNTICA TRAS LA GLACIACIÓN:
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Nos hemos extendido explicando los pormenores de las gentes que vivían de las ballenas (en especial los fueguinos y los ainus). Porque -a mi juicio- esas etnias que habitaban las zonas cercanas al Estrecho de Magallanes y los pueblos antiguos de Japón; seguramente eran muy semejantes a los que poblaron las costas occidentales de Europa, antes del Calcolítico. Refiriéndome especialmente a los asentados en el litoral atlántico (del Norte de África, a Jutlandia); desde el Magdaleniense, hasta la llegada de los metales. Gentes que tuvieron que soportar un clima semejante al de Tierra de Fuego (o el Norte de Japón) y unas condiciones de vida muy similares a las de los ainus o fueguinos. Aunque, pese a aquellas dificultades climatológicas, debieron vivir en un “paraíso proteínico”. Pues el océano por aquel entonces, estaba poblado de cetáceos y focas; junto a enormes peces (como los bacalaos y atunes) cuya captura sería relativamente sencilla. Principalmente cuando estas ballenas o leones marinos se acercan a tierra confiados, al no haber sido cazados indiscriminadamente. Además, ese hábitat lo compartían otras especies de peces mayores, como los atunes y bacalaos, que viajan en grandes grupos aproximándose también a las costas. Por lo que sería fácil alimentarles desde tierra, o dirigirles con canoas, para que entrasen en zonas de ría y en playas; donde tras bajar las mareas, quedaban varados y atrapados. Principalmente cuando los peces o cetáceos son de enorme tamaño, pues los más pequeños llegan a escapar de esas técnicas de pesca en almadraba; diseñadas desde el Paleolítico y que curiosamente respetan en equilibrio ecológico (permitiendo salir de ellas a los de menor calibre y edad).
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Siendo así, suponiendo que el entorno y forma de vida de los primeros europeos asentados en las costas atlánticas, era muy similar al de aquellos nómadas del Estrecho de Magallanes (o del Japón). Conociendo el modo en que esos pueblos sobrevivían en el Sur de la Patagonia, permaneciendo en la Edad de Piedra y sin usar apenas el silex (a excepción de los cazadores, que fabricaban sus puntas de flecha con lascas de roca). Algo que también realizaban los ainus, que prácticamente no participaron del progreso, ni de nuevos métodos de vida (ajenos a la Sociedad y en su medio milenario). Podríamos deducir cómo vivieron aquellos que pintaron las cuevas de Altamira, o quienes estaban asentados en las de Tito Bustillo, de Puente Viesgo, en las del País Vasco y el Sur de Francia. Pero sobre todo podríamos comprender cómo y por qué se generó el megalitismo en la Europa Atlántica, promovido por pueblos pescadores de focas y ballenas (canoeros) Necesitando ser gregarios de otros, asentados en tierra, que se constituyeran como comunidades de cazadores-pastores. Precisando intercambiar pieles y animales; pero sobre todo, que unos defendieran el mar mientras los otros guardaban de extraños, el territorio. Viviendo ambas etnias (la nómada del mar y la terrestre) de un modo muy semejante a como se mantuvo la supervivencia y la Sociedad tribal entre los fueguinos. Pudiendo haber desarrollado los monumentos megalíticos, tras perfeccionar las técnicas de arrastre de las ballenas; siendo la función de estas construcciones no solo servir para ritos y enterramientos. Sino sobre todo la de actuar como puntos de orientación. Pues a través de los vanos, las puertas y las entradas de los dólmenes; al igual que valiéndose de los menhires y cromlechs, se podría estudiar el cielo y los movimientos astrales. Una observación que serviría para guiarse; ya que bastaría conocer la fecha y la altura del Sol (o de las estrellas circumpolares) valiéndose de los megalitos, para no perderse y lograr llegar a un destino.
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Serían estas las funciones de los megalitos y el sentido que pudo tener la civilización dolménica europea; nacida probablemente de unos pueblos nómadas (canoeros y cazadores-pastores) asentados en las riberas del Atlántico. Gentes que se defenderían de otras tribus o etnias más agresivas, gracias a las dificultades climatológicas del hábitat en que vivían -las costas occidentales europeas, al final de la Glaciación-. Donde de seguro muy pocos se atreverían a navegar y donde los hombres sobrevivían entre grandes hielos y enormes cetáceos. Cuya dieta hipercalórica, basada en aceites de ballena y de foca, les permitiría permanecer casi desnudos a bajas temperaturas. Viviendo así protegidos de la congelación, que se produciría si usaban ropa; debido a la humedad del tejido permeable -linos y lanas-. Bastándoles abrigarse con pieles bien untadas en grasas (de mamíferos marinos), durante las épocas de mayor frío; y llevando normalmente una lumbre junto a ellos, para no destemplarse -tal como hacían los “fueguinos”-.
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Pudiendo haberse desarrollado una Sociedad nómada canoera -semejante a la de Tierra de Fuego- en toda la bahía atlántica megalitista, entre los milenios V al III a.C.. Una cultura viajera, que les permitiría vivir durante el verano en las zonas boreales, llegando a las islas británicas y Jutlandia. Para bajar al Sur durante los inviernos; cuando ya no habría peligro de que gentes desconocidas llegaran hasta ellos (evitando así visitantes “desagradables” procedentes del África norteña o del Mediterráneo). Siendo este sistema de defensa, tan sencillo como eficaz; emigrando el mes de mayo hacia el Norte en sus canoas y pudiendo avanzar veinte o treinta kilómetros de costa al día. Llegando así en unos dos meses desde el litoral ibérico, a Bretaña, Irlanda o el Báltico. Evitando se ese modo todo choque o ataque con quienes vivían en las zonas mediterráneas y norteafricanas. Pudiendo regresar cada otoño al litoral de Portugal, Galicia y el Cantábrico; donde las temperaturas de invierno serían soportables, ya en una época del año en que apenas aparecerían visitantes indeseables (procedentes del Estrecho de Gibraltar). Siendo lo anteriormente expuesto la explicación más sencilla y que nos daría las claves del por qué se desarrolló la cultura de los megalitos atlánticos. Extendiéndose por toda la cornisa occidental de Europa; desde el 4500 a.C. y permaneciendo de manera muy estable hasta la difusión de El Bronce. Momento en que comienza a desaparecer ese dolmenismo, para ser sustituido por civilizaciones metalúrgicas llegadas del Mediterráneo.
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SOBRE ESTAS LINEAS: La caza de la ballena por barcos holandeses en tierras del Sur de América; grabado de la Colección de viajes alrededor del Mundo del Capitán Cook (1º,2º,3º y últimos viajes; Volumen V, Londres 1790, página 1910).
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ABAJO: Otro grabado; en este caso un facsimil donde podemos ver el “despiece de la ballena” (xilografia de Cosmographie Universelle en Paris 1574, de Thevet; “caza ballenas”)
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BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Dos fotografías de Luanco. En la superior, el famoso Cabo de Peñas (en el municipio de Gozón), lugar más septentrional de Asturias. Su posición al Norte de toda tierra asturiana y su enorme altura de acantilado, convirtió al Cabo Peñas en una de las atalayas de avistamiento de ballenas más importantes del Norte de España. Promoviendo que Luanco fuera uno de los grandes enclaves balleneros del Cantábrico. Abajo podemos ver una imagen de la cantina (chigre) “El Muelle”; una de las casas más antiguas de su puerto y donde antaño se procesaba la carne de cetáceos.
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Acerca de los conocimientos astronómicos en la época del megalitismo, mucho he discutido con quienes no creen que el hombre antiguo pudiera saber siquiera la duración del año. Un ciclo calendárico que se descubre simplemente midiendo las sombras diariamente; todo lo que puede realizar un anciano -o un niño-, marcando en cada jornada las longitudes de sombra (de un menhir o de un palo clavado en la tierra). Tras ello, observaremos pronto que dos veces al año -nuestro 21 de diciembre y el 21 de junio-, la altura solar es la mayor y la menor. Mientras que en otras dos ocasiones (que corresponden a nuestros 21-22 de septiembre y marzo), el Sol se sitúa en un punto medio e igual. Así, conociendo estos hechos, llegaremos a deducir que el año tiene 365 días; aunque si continuamos estudiando las sombras, nos daremos cuenta que cada cuatro años la luz avanza un día. Por lo que durante un periodo de cuarenta años, veremos que el ciclo anual se habría retrasado 10 jornadas; indicando que cada cuatro años hay que añadir una fecha (el bisiesto). Pero aún es más; si nuestros descendientes siguen midiendo esas mismas sombras más de cien años; sobre un menhir o punto inmóvil -un rito antaño obligado, para comprobar las Estaciones de Siembra y que el Sol “avanza regularmente”, sin vaticinar problemas para los hombres-. Comprobarán como en dos o tres siglos le sobran días a ese calendario de 365 más el bisiesto. Pues los solsticios y equinoccios se habrán retrasado una fecha por centuria. Ya que cada cien años, el Sol vuelve a atrasar una jornada; deduciéndose fácilmente que el ciclo solar es de 365,2422 días. Tal como hoy considera el calendario gregoriano que se obtuvo de la forma antes descrita -simplemente ajustando las fechas a los solsticios y equinoccios, en el transcurso de siglos y apercibiéndose del retraso días-.

A lo anteriormente expuesto, hemos de añadir que entre el V y el III mileino a.C. se encontraban en un momento en que la glaciación había terminado, pero continuaban los fríos. Debido a ello, las lluvias serían escasas, el mar estaría mucho más bajo y varios puntos que hoy se hallan separados por las aguas, entonces estarían unidos (por hielos o debido a la altura de mareas). Así se entenderá -como venimos diciendo- que los sistemas de orientación y guía para viajar, debieron ser muy sencillos; basándose tan solo en conocer la fecha, las sombras y el Norte. Por lo que si queríamos ir hasta Jutlandia, desde Galicia, se comenzaría a costear diariamente -preferentemente en Estaciones de cielo muy abierto-; bastando medir la sombra del mediodía o bien la altura de la estrella del Norte (en este caso el Dragón). Necesitando tan solo saber qué altura marcaba el Sol -o la Draganis- ese mismo día, en el punto destino. Tras ello, bastaría con ir avanzando por la costa hasta arribar al lugar deseado, comprobando simplemente esa deriva de los dos astros mencionados. Para ello, deberían conocer el calendario y la medición de estas dos estrellas (el Sol y la Polar); algo que se realizaría sobre los menhires y los cromlechs con gran precisión.

ABAJO: El recinto monumental del templo maltés de Mnajdra -junto a Hagar Qim-, su maqueta y el cartel donde se explica el modo en que se orienta hacia los solsticios y equinoccios (agradecemos a The Mnajdra Temple Complex nos permita divulgar las imágenes). En siguiente fotografía, plano del templo desde un original en el que he recreado las coordenadas astrales, que muestran en el centro interpretativo del conjunto megalítico. La construcción de este gran complejo monumental se fecha entre los años 3600 y el 3200, cuando la declinación solar entraba en la constelación de Tauro (ahora está saliendo de Acuarios). Como sabemos, la tierra modifica su eje continuadamente y cada 2150 años -aprox.- se orienta hacia una nueva constelación. Este fenómeno -conocido como la precesión de equinoccios- nace por una deformación en la elipse de el giro de nuestro planeta, que produce “un trompo” (a modo de una peonza al perder la fuerza). Debido a ello, la inclinación solar va variando, unos 15 grados en total, regresando cada 2150 años al mismo lugar, aunque la precesión deja mirando el eje de la Tierra hacia una nueva Constelación. Como son doce las constelaciones, el total de años que precisaría para regresar al mismo punto, es de unos 25.800 años (12 · 2150). Esto que explicamos sirve para poder fechar los edificios megalíticos, pues conforme la inclinación a la que sus piedras se orientan (mirando los solsticios y equinoccios), podremos conocer en que años -más o menos- se levantaron.
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MÁS ABAJO: Plano del templo maltés de Mnajdra. Debido a esa precesión de Equinoccios, con el paso del tiempo, las edificaciones orientadas a los astros, quedarían desfasadas y perderían una gran precisión desde su enfoque inicial. Puesto que a mitad de un ciclo, se verían modificadas en +/- 7´5º (después de 1075 años). Ello hizo que ya en la Persia y Mesopotamia del II milenio a.C. -seguramente también en Egipto-; se conociera este desfase en la salida del Sol, partiendo el cielo en doce casas astrales, de las que cada una era una Constelación o zona del Zodiaco. Lo que indicamos, provocaba además, el cambio de la Estrella que marcaba el Norte; al variar ese eje y de la Tierra. Siendo el astro que anteriormente indicaba este punto cardinal, la Cabeza del Dragón (el centro de Draganis); que fue reemplazada por la Polar hacia el siglo VI a.C.. Los conocimientos que narramos fueron estudiados y descritos por astrónomos y religiones de la Edad del Bronce (tal como muestran sus construcciones). Siendo imprescindible para poder navegar, leer las estrellas y conocer la sombra en cualquier fecha (para orientarse). Pues el sistema de navegación (en el desierto y el el mar) debió ser muy simple; partiendo tan solo de una orientación para costear -en canoas-. Aunque se hacía necesario estudiar la altura de sombras o del cielo, para saber dónde estaba un punto de destino (pues lo que hoy llamamos latitud no existía y tan solo se medía el destino sobre esa posición de estrellas o del Sol; con ello bastaría para dirigirse hacia el lugar deseado).
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Por lo antes explicado, parece obvio que aquellos megalitos debieron ser el nexo de unión y reunión de toda esta civilización; sirviendo para regular el nomadismo, marcar las fechas de siembra, la recogida de la cosechas, determinar épocas de migración o las fiestas sagradas (solares, lunares, astrales etc). Siendo importantísimas para las gentes del mar esas construcciones ciclópeas e inmóviles; en las que podían medir anualmente la luz y el Cosmos. De igual manera lo serían para los pastores y agricultores de tierra; a los que enseñarían las fechas de siembra o recolección, pero sobre todo les servirían como marca para encontrar una aldea, valle (o cualquier destino del nómada). Ya que bastaría conocer la altura de sombra en una fecha, para localizar un punto geográfico; pues si llegaban a ignorar su situación Este-Oeste, la podían descubrir simplemente lanzando una paloma mensajera. De ese modo, tan solo con viajar a la misma altura de sombra (o estrella del Norte), llegaríamos al destino. Unos hechos que convertirían en una misma civilización a los habitantes de tierra y del mar, en la etapa de la que hablamos. Colaborando las gentes de las costas, con los canoeros nómadas, de un modo semejante como hacían las etnias de cazadores y navegantes patagones (plenamente simbióticos). Ya que unos suministrarían a otros los bienes que les faltaban, pudiendo intercambiar entre ellos objetos y alimentos; trocando pieles por grasa de ballena, grano por aceite de foca y colaborando hasta en la protección del territorio común (unos desde tierra y otros en las aguas).
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Cuanto expongo, razonaría de un modo absolutamente lógico cuanto sucede entre los milenios V al II a.C. en el litoral occidental de Europa: El medio de vida, el modo de alimentarse (con focas y ballenas), la forma de vagar por el Atlántico (nómada y viajando por la costa de Norte a Sur). Pero sobre todo, explica la necesidad construir esos monumentales cenotafios, templos y observatorios (dólmenes, menhires y cromlechs) para guiarse y conformar una Sociedad común y unida. Una civilización presidida por estas colosales edificaciones que surgieron como observatorios, pero también como un lugar de reunión; para realizar rituales o para que su Sociedad se engrandeciera y perpetuara en el tiempo (en la eternidad). Desarrollando un modo de construcción -en mi opinión- nacido de la técnica de arrastre y caza de cetáceos; que asimismo surgiría desde la tecnología necesaria para construir y navegar -en barcas o canoas (también según mi teoría)-. Pues aquella embarcaciones precisarían sobre todo de maromas y específicamente de las hechas con esparto; una especie botánica que se da por doquier en el Sur de España y cuyas sogas pudieron perfeccionarse en el neolítico, llegando a tener entonces una resistencia capaz de mover toneladas (el peso de un cetáceo o de un bloque dolménico).
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De tal modo y partiendo desde la hipótesis anterior; pensando que previamente al segundo milenio a.C., en el Atlántico vivieron nómadas terrestres y canoeros (semejantes a los fueguinos o a los ainus). Vagando por el mar y tierra, orientándose a través de los megalitos. Entenderíamos que estas gentes que recorrían las costas de Portugal, hasta las Islas Británicas o las del Báltico; viviendo -a mi juicio- en el Sur durante el invierno, para huir al Norte en verano (al ser la mejor forma de evitar ser atacados). Serían aquellos nómadas quienes -de seguro- comenzaron a llevar y traer ámbar, gemas y finalmente piezas de metal precioso (pepitas de oro y plata). Pues en todo ello es determinante la curiosidad y la atracción que sienten esos pueblos viajeros y primitivos, por las cuentas o dijes. Llamando sobremanera su atención las piedras bellas y los objetos nacarados, metálicos o brillantes; que comúnmente desean tener o cambiar, para entretenerse en colgarlos de sus ropas y de su cuerpo. Por lo que a mi entender, sería esta la razón de los megalitos y de la civilización dolménica y del ámbar, extendida por el Oeste europeo durante más de tres mil años. Siendo asimismo esos pueblos migratorios y megalitistas, los que dieron origen de la ruta del ámbar y la posterior de los metales (debido a que los yacimientos metalúrgicos europeos se hallaban en las mismas zonas que el ámbar).
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SOBRE ESTAS LINEAS: Antas de Pêra do Moço, entre Pinhel y Guarda (Portugal) fechado entre los milenios, IV al III a.C. y próximo a Almendra, en Zamora. He situado a mi mujer a su lado para proporcionar el tamaño. Como decimos, estos enormes cenotafios, observatorios y templos; tendrían como utilidad principal la de servir para orientarse y marcar las fechas -aunque evidentemente, servirían como monumentos con la finalidad de perpetuarse-. Ello explicaría la proliferación de cazoletas, grabados y petroglifos; que se utilizaban -sobre todo- para marcar fechas y posiciones astrales-. Ya que el calendario más primitivo se realiza simplemente haciendo 30 y 31 vanos en una roca y poniendo diariamente una piedra en ellos; hasta completar vueltas consecutivas en cada serie (de 30 y 31 días). Al final de este ciclo situando una piedra en cada cazoleta y habiendo empezado por la de 30 vanos (repitiéndola), habríamos rellenado 7 veces esa con 30 huecos y 5 la de 31 agujeros. De tal manera (como 7·30=210; y 5·31=155) llegaríamos al día 365; debiendo solo saber que cada cuatro años (cuatro ciclos) hay que repetir tantas veces una linea como otra. Es decir: Completar seis veces la de 31 agujeros y seis la de 30; lo que nos daría un año bisiesto -de 366 cazoletas o jornadas-.
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Pudiendo comprobar perfectamente en los menhires si el cálculo realizado era exacto -sobre la sombra del 21 de junio o diciembre (nuestros)-; se llegaría a organizar una Sociedad perfectamente regulada, con un calendario y una religión basada en los astros o en los ciclos del Cosmos; lo que conferiría una estabilidad sagrada y casi científica a esa civilización. No solo eso; pues además, gracias a sus monolitos gigantes serían capaces de orientarse o de viajar por las costas, conociendo perfectamente las fechas. Por último, la visión de aquellas enormes construcciones amedrentaría y sorprendería a los visitantes extranjeros (llegando a pensar que se habían realizado por hombres de una fuerza terrible o de una organización inmensurable; todo lo que serviría además para asustar a los expedicionarios curiosos y evitar ataques o invasiones). Cuanto expreso explica no solo la proliferación de megalitos, sino también la de petroglifos, por todo el Atlántico; para ser utilizados como calendarios, observatorios, gnomons etc.. Acerca de ellos recomendamos la lectura del magnifico blog de   Gustavo Pascual Hermida MÁS QUE PETROGLIFOS:
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SOBRE ESTE PÁRRAFO: Un grabado del libro que publicó en Málaga el año 1847, el famoso arquitecto Rafael Mitjana y titulado “Memoria sobre el Templo druida Hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera”. Por aquel tiempo aún se consideraba que esas colosales construcciones se habían llevado a cabo por los celtas, una idea que hubo de desecharse hace unos ochenta años, cuando comenzaron a comprobar que la civilización indoeuropea no tenía más de tres mil años en nuestro Continente y que los megalitos superaban los seis mil. Finalmente se descubrió que los celtas no se extendieron por el Sur español antes del siglo VII a.C.; mientras los dólmenes llegaban a datarse en el 4500 a.C.. Hacia mediados del siglo XX estas cuevas pétreas de Antequera pasaron de ser fechadas en el 2700 a.C.; aunque hace tan solo unos años, comprobaron que sus datación debía atrasarse un milenio. Determinando actualmente que sus inicios están entorno al 3700 a.C.; lo que -unido a su incalculable valor arquitectónico- las ha convertido en Patrimonio Mundial de la Humanidad (en el mes de julio de 2016).
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ARRIBA: Dos mapas míos; a la derecha el de metales y ámbar en Europa, Eurasia y África del Norte. A la izquierda -de nuevo- una distribución de megalitos atlánticos, para que podamos comprobar sus orígenes y expansión. En los mapas se observa claramente que se trata de una civilización marinera y costera, unida a zonas con yacimientos de ámbar, oro y plata. Sobre el mapa hemos marcado las rutas del ámbar; suponiendo que podrían avanzar con sus barcas fácilmente unos treinta kilómetros al día. De tal manera, los nómadas que se trasladaban a zonas lejanas, para cambiar de entorno y huir de depredadores humanos (o para comerciar). Migrarían en la primavera, retornando en otoño; pudiendo arribar a su destino en un par de meses (viajando desde marzo a julio y llegando del Cantábrico a Jutlandia, o de Portugal a las Islas Británicas, sin problemas). Por su parte, parece evidente que durante los IV y III milenos ya hay contacto entre Malta y las civilizaciones megalíticas; lo que me hace suponer, se debía a la distribución del ámbar y pepitas de oro por el Mediterráneo. Pudiendo ir las gentes de Iberia, desde Gibraltar a Malta, navegando con su canoa en épocas de bonanza y también en unos dos meses. Además ya estos otros viajes con individuos venidos del Mediterráneo a través de mar, quizás fueron singladuras con un carácter religioso o comercial y social (no solo para llevar el ámbar y el oro, sino para exportar religiones o ideas; desde Malta, Egipto u Oriente Medio hasta el Atlántico).
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SOBRE ESTE PÁRRAFO: Otro mapa tazado por mí, en el que vemos los yacimientos de ámbar y metales; junto a las posibles rutas del ámbar en los milenios V y VI a.C.. La observación de este, deja clara -como hipótesis evidente- que los caminos del ámbar ya conocidos desde el V milenio, eran marítimos. No solo porque el sendero terrestre tiene enormes dificultades (en sus traslados y orientaciones). Sino porque hablamos de una Europa gélida, poblada de gentes sin civilizar y en el neolítico pleno; careciendo de comunicaciones ni menos una red de vías (siquiera pecuarias, ya que el pastoreo no se había organizado)..
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SOBRE ESTOS PÁRRAFOS: Arriba otro mapa semejante al anterior, pero ya con las rutas perfectamente marcadas; delimitando la aparición de los buscadores de metales durante la Edad del Bronce. Señalamos sobre este, en azul, los caminos para llegar al estaño y el cobre atlántico; que desde el 2700 a.C. fue imprescindible, pues el Mediterráneo Oeste estaba ya en la Edad del Bronce y en su entorno no existían apenas yacimientos de casiterita ni de cobre. Debemos preguntarnos consecuentemente: De dónde procedía el ámbar y el oro de Egipto, o el bronce de las armas de los faraones; si casi no había estaño ni minas cúpreas (o de metales preciosos) en las inmediaciones del Nilo. Siendo evidente que lo traían gentes que venían en barcos desde el Atlántico (o del Danubio). Aunque los lingotes de cobre y de estaño ya no se podían transportar en canoas, porque se precisaban toneladas de metal y no unos kilos (como sucedía con el oro o el ámbar). Ello provocaría la revolución de la navegación entorno a esta época (desde el 2700 a.C.) y las expediciones a zonas ricas en materias primas. Realizadas en barcos que vemos ya en los grabados de los templos egipcios (o de Creta y Chipre) que medían más de treinta metros de eslora y llevaban unos treinta remeros por cada lado.
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ABAJO: Mapa trazado por mí con los yacimientos y la difusión de metales. En rojo, las zonas de su descubrimiento, donde se comienza a fundir y crear herramientas (armas y etc de cobre y bronce). En verde, su dispersión desde el 3500 a.C.; que comprende el área danubiana y Anatolia. En azul, la difusión tres siglos después, llegando hasta Egipto, Cerdeña, Malta Sicilia y Europa Central -junto al Sur de la Península Ibérica, donde necesariamente habían venido por mar, ya que aparece como un punto aislado-. En naranja, a dispersión desde el 2700 a.C.; momento en que sabemos las minas de cobre de Rio Tinto (en Huelva) y las de Cornualles (con estaño y cobre, en Inglaterra) estaban siendo explotadas a buen rendimiento -seguramente por expedicionarios llegados de Oriente Medio-.
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E) JONÁS, EL PROFETA QUE HUYÓ AL FIN DEL MUNDO OESTE; QUE PUDO SER MARTIRIZADO POR BALLENEROS O PESCADORES ATLÁNTICOS:
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En muchos de nuestros trabajos y artículos hemos tratado sobre este interesante personaje, cuya historia es una de las más extrañas descritas en La Biblia. De niño aún recuerdo, como un día de verano -en que había aparecido una tintorera en aguas alicantinas- el cura del lugar dedicó su predicación dominical a Jonás... . Hablando sobre aquel tiburón mediterráneo que finalmente pescaron en las proximidades de Altea. Había muchos veraneantes que no querían bañarse en la playa; mientras otros afirmaban que no había problemas, ya que -tal como decía el cura- si nos comían luego nos vomitarían (igual que a Jonás). Así fue como a los cinco años me familiaricé con este profeta, cuyo atractivo literario y religioso le ha convertido en una de las figuras más enigmáticas del Antiguo Testamento. Un personaje en semifabuloso, cuya historia es una de las más conocidas. Narración que descubrí con “el sucedido de Altea”, del que también recuerdo como otro sacerdote afirmaba que Jonás fue engullido por una ballena. Quizás porque este segundo cura era vasco, nacido en las proximidades de Bermeo; y argumentaba que en su pueblo (junto a San Juan de Gaztelugatxe), unos años antes de que él naciera todavía había pescadores de cetáceos.... .
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Pasaron los años -muchos- y mi afición por la Turdetania nació mientras realizaba mi Servicio Militar, en Sevilla. Momento en que compuse mi ballet Tartessos; presentado en esta ciudad (en octubre de 1982). Un año más tarde escribí mi inicio de tesis, intitulada “Las leyes de Tarschisch” -cuando estudiaba Derecho-; obra que tristemente me plagiaron (lo que me desalentó, llevándome a veinte años sin redactar una sola linea acerca de Tartessos). Pero finalmente regresé a las investigaciones abandonadas, escribiendo de nuevo sobre Jonás. Un personaje que tan solo había concebido como un “tifonio” liberado al cesar la tempestad; pues como es sabido, en las religiones canaaneas -fenicias- existía la costumbre de sacrificar humanos al totem, con el fin de que acabasen las calamidades (climatológicas, de hambrunas o guerras). Ofreciendo al dios del mal (la deidad de la tormenta: Tifón) comúnmente un ajeno al grupo; a ser posible, que fuera de extranjero y de distinta religión. De tal manera, dejaban unos días en espera al que inmolarían; pero de no mejorar la catástrofe (de clima o bélica), aquel pobre infeliz era sacrificado al totem (entregado a los tiburones, cocodrilos o a una boa, que representaba a Leviatán -la serpiente demoníaca-). Aunque, como decimos, había una oportunidad; esperando unos días por ver si aquel individuo mediaba con los divos y estos se apiadaban de él; aplacando la situación caótica y la ira del dios. Consecuentemente, de cesar el infortunio; el tifonio era liberado. Lo que puede interpretarse de algún modo como “vomitado” por la bestia a la que iba a ser entregado, para que le devorase. Siendo este el significado que hasta hoy – personalmente- concedía a la historia de Jonás. Aunque, tras el estudio del mundo ballenero en el Atlántico, creo que debiera añadir y rectificar algunos aspectos acerca de ese personaje bíblico.
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ARRIBA: Grabado que representa “Jonás y la ballena” realizado por el rtista flamenco Jan Sadeler I (hacia 1580)
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ABAJO: Una fotografía reciente mía, en el puerto de Luanco; lugar donde veraneaba la familia de mi padre desde hace al menos un siglo y medio. Allí se narraban historias de ballenas y balleneros, habiéndose capturado la última a finales del XIX. A mi lado, he superpuesto una lámina dibujada por el naturalista suizo Konrad Gessner (hacia 1570) donde vemos que la representa como un monstruo terrible -de un modo parecido al grabado anterior, en que aparece semejando un enorme tiburón pero con garras y melena-.
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1º) JONÁS COMO TIFONIO:
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Decíamos antes -al igual que en algunos de nuestros artículos (18)- como uno de los rituales más comunes para calmar al dios de la tormenta era ofrecerle víctimas humanas, con el fin de disminuir su sed de sangre. La Biblia recoge un interesantísimo pasaje que nos narraría un episodio referido a estos "tifonios" -como se llamaban los inmolados- en el relato de Jonás. Donde se nos narra el modo de proceder de muchos pueblos antiguos mediterráneos y orientales, ante los desastres naturales. Costumbres mantenidas aún en el siglo VI a.C. por griegos y fenicios; quienes al verse asediados ante fenómenos meteorológicos, procedían a ofrecer vidas humanas (para calmar al dios daimón). Una deidad comÚnmente identificada con toros y serpientes, que solía igualmente representarse en la figura de un guerrero armado (con un hacha o un mazo). La Leviatán de los judíos, el Tifón de los helenos o el Seth de los egipcios, escondían esta esencia del maligno dominador de la tempestad, al que algunos pueblos -como el fenicio- adoraban ofreciendo terribles sacrificios. Por su parte, rituales como los del Laberinto, en el que se "regalaban" víctimas jóvenes al toro (Minotauro); tanto como otras inmolaciones que recoge la Historia y los mitos -en los que la sierpe y el bóvido sagrado eran así venerados-. Reflejan esos cultos al daimón, cuya esencia más terrible se plasmaba en la violencia de los desastres climatológoicos o telúricos.
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Entre las muchas leyendas que se narran de Pitágoras, se halla la de haber sido tifonio (condenado a ser ejecutado para el dios Tifón). Parece ser que un druida llamado Avaris le habría salvado la vida, después de tres días de espera en los que no supo si se cumpliría su sentencia de muerte -quizás, igual a la de Jonás-. Curiosamente es un mismo plazo de tres días, el dado a Pitágoras y el tiempo que el profeta hebreo permanece en el pez -durante los que esperaban a morir, para aplacar la ira de dios-. Además, si profundizamos acerca las costumbres marineras de la época, encontraremos la adoración al dios de origen púnico llamado por los griegos Meilichios, representado por un gran ofidio o un terrible pez (principalmente venerado entre navegantes fenicios, pero que entre los judíos se entendía como el diablo Leviatán). Esta deidad cercana al Melkarte (el divo del mercado y del comercio) era reverenciada por los púnicos en la forma de una sierpe gigante, considerada la personificacion del dios de las tormentas. Estando su culto emparentado con el de Marduk y el ciclo mesopotámico de Tiamat; interpretado por los griegos como Tifón, que igualmente era un enorme "dragón" (el Seth egipcio). Así se le dejaba al "tifonio" la capacidad de "dirimir" cuentas con el dios; por lo que si aquel infeliz acertaba en la profecía, o conseguía acabar con la tempestad, solía ser liberado.
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Eran costumbres y rituales típicamente marineras de la época (siglos VIII y VII a.C.); ceremonias comunes para apaciguar al mal tiempo. Entre las que podemos citar el caso de Dionisos, que igualmente es lanzado y sacrificado por navegantes de Creta al levantarse oleaje (por considerar la tripulación que "el mal fario" procedía de aquel al que echan del barco). De todo lo que vamos deduciendo; el proceso del "tifonio" -que se narra en Jonás- tanto como el lugar en el que se embarca el profeta hacia Tarshis -saliendo desde el puerto de Hayfa-. Encajaría con la situación y circunstancias de Tartessos; cuyas naves partirían de Hoppe (Hayfa) a navegar hacia el Atlántico. Donde hubo ballenas y fenicios, tal como debieron ser los marineros que acompañaban a Jonás; quienes le entregaron al tremendo pez que le tragó (del tamaño solo de un cetáceo). Ello demostraría que la historia, pese a estar narrada de manera "poética", contiene datos que concuerdan con localizaciones geográficas de la época y con las costumbres de ese tiempo. Haciéndose aún más real, cuando aquel Jonás fue casi coetáneo a monarcas de Israel y Judá, que igualmente pretendieron abrir comercio hacia Ofir y Tarshis: Ococías y Josías que durante los siglos VIII y VII a.C. (contemporáneos a Jonás) intentaron abrir rutas hacia el oro de Ofir y a la Tarshis bíblica -nuestra Tartessos-.
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SOBRE ESTÓS PÁRRAFOS: Grabado del libro titulado "Monstruos del océano", editado por Allain Mallet, en Frankfurt (1719). En él podemos ver uno de esos grandes peces de los que dice La Biblia tragó a Jonás; una historia que hemos de fechar hacia el año 740 a.C., época en la que se considera vivió este profeta y cuando pudieron mandar a predicar a Nínive a los hebreos con el fin de contener la ira de Assur. Un envío de misioneros cuyo propósitio pudo ser intentar que los asirios no atacasen a Israel, tal como finalmente hicieron (desde el 732 hasta el 722 a.C.; año que vencen y esclavizan a los israelitas). Por lo demás, nos dice el texto de Jonás que al ser mandado a la capital de Asiria, tomó rumbo contrario; bajó a Haifa (Hoppe) y se embarcó hacia Tarshish, tras pagar su pasaje. Todo lo que indica que para ir a ese destino tomaban el barco en este puerto del Mediterráneo (por lo que Tarshish no pudo estar en el Mar Rojo, ni en el Índico) y que la frecuencia de los viajes hacia este destino debió de ser común. Algo que se entiende igualmente al leer los textos anteriores, en los que menciona que en el siglo VI a.C., las naves de Tarshish eran como caravanas que llegaban de contínuo a Tiro. Por lo demás, la creencia de que en el Océano (Atlántico) existían estos grandes peces y monstruos (sobre todo ballenas); demostraría que el destino de Jonás se encontraba más allá de Gibraltar, donde se suponía habitaban estos enormes peces. Cuyo conocimiento en Oriente Medio se fundamentaba los relatos de marineros fenicios que habían observado cetáceos y calameres gigantes, desde sus primeras expediciones al extremo occidente. Siendo tal el temor a la existencia y abundancia de estos animales gigantes después de las columnas de Hércules (Gibraltar) que el mismo Avieno, en "Ora Marítima" los cita en primer lugar, como uno de los peligros máximos del Océano (Atlántico).
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ABAJO: Grabado del libro de Honorius Philoponus publicado en 1621 “Novi Orbis Indiae Occidentalis; Nova Typis Transacta Navigatio”, realizado por Kaspar Plautius. En este vemos una ballena representada como un ser terrible, que amamanta a dos crías. Siguiendo con la lectura del texto de Jonás II, podemos intuir que realmente está describiendo estos peligros de cruzar el Estrecho de Gibraltar. Pues tras ellos se pensaba que finalizaba el Mundo y las aguas caían al otro lado de la Tierra (teniéndose este lugar por los confines del Mundo). Consecuentemente nos dice la "Oración de Jonás": "Entonces oró a su Dios Yahveh desde el vientre del pez, y dijo: -Invoqué en mi angustia a Yahveh, y él me oyó. Desde el seno del Seol clamé, y oíste mi voz. Me echaste a lo más hondo en medio de los mares, y me rodeó la corriente. Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Soy rechazado de delante de tus ojos; mas todavía miraré hacia tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma; rodeóme el abismo y las algas se enredaron a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura." -texto completo en cita (19) -.
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2º) JONÁS COMO MISIONERO, EN TARSHISH:
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Unos cien años después de la creación del Templo de Salomón, es cuando La Biblia relata como mandan a este profeta ir a Nínive a evangelizar -dar a conocer las enseñanzas de Yahvéh-. Aunque Jonás (por miedo) toma dirección contraria, encaminándose hacia Tarshish. Para ello, "baja" hasta Jope (Hoppe), un puerto junto a la actual playa de Haifa-, donde se embarca en "una nave de Tarshish". Cuya ruta nunca podemos considerar partiera hacia el Golfo Pérsico (como muchos afirman), pues para tomar rumbo a La India los hebreos y fenicios saldrían de las costas suyas del Mar Rojo y jamás en las mediterráneas -sin comunicación por entonces-. Por cuanto explicamos, creo que la interpretación de la historia de Jonás debe ser la siguiente:
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Los israelitas, mandaron misioneros a tierras del extremo Occidente y al Oriente, tras la creación del templo y el establecimiento de los estados de Israel y Judá. Enviándolos a predicar hacia lugares lejanos y famosos -como Nínive- o allí donde se proveían los fenicios de oro, plata o pavos y marfil (un negocio que en ocasiones compartían los púnicos y hebreos -con barcos fletados cada tres años-). No deseando ir estos misioneros, personificados en Jonás, hasta zonas como Nínive (la posterior capital de Asiria, la enemiga de Judá). Por ser muy conflictivas y difíciles de "evangelizar"; donde predicar e introducir nuevos ritos, suponía prácticamente ser martirizado. Prefirieron aquellos profetas tomar rumbo contrario y embarcarse en la naves de Tarshish -lo que implica que la dirección fue cambiada hacia el Oeste, ya que Nínive se sitúa al Nordeste de Israel-. Todo lo que expreso interpretando al historia con simple lógica; ya que a mi entender, Jonás simbolizaría a sacerdotes-misioneros (profetas) hebreos del siglo IX a.C., cuya función sería la de difundir su cultura, convirtiendo extranjeros a la religión de Yahveh. Un proselitismo que promovía pactos entre Estados (al lograr la conversión de algún hijo de príncipe o mandatario); tanto como grandes negocios, si se "evangelizaban" poblaciones aculturadas, ricas en oro y plata (como era el caso de nuestra Iberia).
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Pero parece que este profeta -o profetas- no cumple(n) su peligroso mandato, y se encamina(n) hacia el remoto Occidente; con el fin de predicar en una zona menos conflictiva que las ciudades persas. Así sube en Hayfa (Hoppe) en una nave rumbo a Tartessos (Tarshish), probablemente capitaneada por fenicios, donde se vería sometido al ritual púnico del tifonio. Culto típico entre pueblos como el de Fenicia; por el cual, cuando se producía una tormenta se ofrecía un humano al dios, para que aplacara la sed de sangre divina. Siendo esta la ceremonia que simbólicamente describe el relato de Jonás; al narrar que fue tragado y vomitado por un pez. Explicando el proceso que sufrían estos infelices a los que se sacrificaba para tranquilizar al dios del tifón; aunque algunos eran afortunadamente liberados (que en el caso del profeta, se entendería “absuelto” gracias a la protección dada por Yahveh). Finalmente, el totem descrito como un tremendo pescado capaz de tragar un hombre, parece que puede tratarse de los cetáceos que abundarían y capturaban en el Atlántico. Todo o que concuerda con la situación de Tartessos y las religiones púnicas -que pudieron darse en zonas cercanas a Cádiz-.
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ARRIBA: Imagen de San Vicente de la Barquera (Cantábria), con marea baja y en la que podemos comprender la importancia de estas rías para la pesca y la captura ballenera.
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ABAJO: Grabado con el despiece de una ballena y la extracción de los trozos de grasa y piel. Imagen -exenta de Derechos de Autor-, tomada desde la tesis de Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente (antes estudiada) -de “En Dépécement de la baleine”, 1837 (pag. 221) del artista Michel Bouquet y Emile Rouargue-
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.) JONÁS Y LA DESAPARICIÓN DE TARTESSOS:
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Cuanto exponemos explicaría el viaje, la historia y "la predicación" de profetas hebreos; realizando una misión para que las gentes no ofrecieran humanos en los templos (como prohibía la religión judía). Simbolizando Jonás a esos profetas enviados al extranjero; tras el establecimiento del Templo, para intentar erradicar sacrificios de hombres. Tan comunes por entonces entre la mayoría de los pueblos, pero que el Levítico prohíbe terminantemente. De tal modo, el relato del pez que tragó y vomitó al prócer judío -siempre tenido como una de las fantasías más absurdas del Antiguo Testamento- narraría en verdad el intento por acabar con los ritos de los tifonios (normales entre los canaaneos y en especial, los fenicios). Ceremonial que -según vemos- debió superar Jonás (un profeta mosáico), ya que fue "devuelto" por el pez y tras ello parece que consigue seguir predicando la fe judía (continuando su misión). Pues este relato bíblico concluye con la confianza que toma Jonás en Yahvéh, prometiendo ir luego hasta Nínive (tal como se le había pedido su Dios).
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La Historia, como decimos, a mi modo de ver narra la llegada de misioneros judíos hasta Asiria, pero también al lejano Occidente (tierras peninsulares) ya en el siglo IX a.C.; todo lo que puede explicar la aparición de ritos y cultos parecidos a los hebreos en tierras de Tartessos. Idea de migraciones e influjos mosaicos, que tendría un mayor sentido si pensamos que desde el 722 a.C., los judíos vivieron bajo el terror y las invasiones de Asiria. Tantas, que en el 586 fueron obligados a una diáspora por Nabucodonosor (quien destruye su reino y los esclaviza). Momento en que los israelitas y gran parte de los fenicios, debieron huir de sus tierras; al menos durante medio siglo -desde la dominación de Nabucodonosor hasta la caída de Asiria y la liberación de los judíos permitida por Ciro (537 a.C.)-. Pudiendo regresar finalmente a su nación de origen, durante estos años cercanos al 536 a.C. (tras ser liberados por los aqueménides). Todo lo que decimos, explicaría mejor la caída o desaparición de Tartessos; que comúnmente se fecha en la batalla de Alalia (el 531 a.C.). Aunque Tartessos pudo desestabilizarse y entrar en decadencia al migrar gran parte de su población culta; que sería canaanea (fenicios y hebreos, huidos desde el 586 a.C.); regresando sus élites después del 536 a.C. a Fenicia o Israel. Colonos hebreos y canaanitas que se refugiarían en sus colonias de Occidente, tras las razzias de Oriente Medio; pero que podrían volver a sus tierras en este momento que concuerda con el final de "Tarshish". No tratándose tanto el fin de Tartessos de una "caída", como del abandono de aquella tierra; donde seguramente pudieron huir fenicios y judíos, durante los repetidos asedios y dominios de Asiria.
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Ya que cuando Israel es liberado, su población regresa a Judá -en el 537 a.C. (con Ciro el Persa)-; años en los que asimismo vemos un Tartessos que desaparece (hacia el 531 a.C. -supuestamente tras la victoria cartaginesa en Alalia-). Lo que muchos han interpretado tan solo debido a esta victoria de Cartago sobre los griegos, en Cerdeña; terminando así la "protección" helena sobre Tartessos. Trás la desaparición de los focenses del mercado mediterráneo, que permitiría a los cartagineses hacerse con el dominio del sur peninsular. Pese a todo, estos hechos históricos no cuadran perfectamente; pues no se entiende por qué tras vencer en Alalia, los cartagineses habrían de atacar a Tartessos. Pues si Cartago era hija y aliada de Fenicia, no sabemos muy bien qué motivos les llevarían a ir contra Gades, o a destruir Tartessos. A menos que aquellas tierras del Bajo Guadalquivir hubieran sido abandonadas desde el 537 a.C. por muchos fenicios y judíos, refugiados tras el asedio asirio de Oriente Medio. Siendo así y suponiendo que desde el 536 a.C. estos mismos fenicios y hebreos regresaran a Canaán (tras la liberación de Ciro) Tartessos quedaría en manos fundamentalmente de indígenas. Iberoturdetanos, quienes sí estarían en contra del dominio Cartago; provocando ello la invasión cartaginesa de la zona, junto a la destrucción de urbes o fuertes, en el Bajo Guadalquivir.
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Para concluir diremos, que la aparición del gran pez en la historia argumentaría aún más que el relato pretende mostrar como Jonás se encaminó hacia el Occidente remoto (donde había ballenas). Todo lo que identificaría en mayor medida la Tarshish bíblica con Tartessos; habida cuenta, el puerto de partida, la nave y el enorme pescado. Ya que la localización de esta Tarshish en el Índico resulta absurda; pues no podrían embarcarse hacia ese destino en la ciudad judía de Hoppe (Hayfa; en el Mediterráneo y sin salida al Mar Rojo, hasta la creación del Canal de Suez). Asimismo la identificación de Tarshish con la ciudad de Tarso (en Cilicia) es un error que debemos a Flavio Josefo, quien no advierte que la distancia entre Tarso y Fenicia -o Israel-, es de apenas tres días de navegación. Además, Tarso está en dirección a Nínive y sería un lugar sobradamente conocido, al que cualquier marinero llegaba en su barco. No un destino lejano, al que enviaban expediciones los monarcas púnicos y hebreos (tal como narra La Biblia sobre Tarshish). Pues si Tarshish era Tarso (en Cilicia) no se precisaba que se construyeran grandes naves para ir allí; ni menos que enviaran los fenicios junto a los israelitas misiones cada tres años, en barcos preparados para largas singladuras. -acerca de esta identificación errónea de Tarso con Tarshish debida a Flavio Josefo, y que tantas veces se considera acertada. Ver cita (20)-.
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SOBRE ESTOS PÁRRAFOS: Mapa tomado de la página 86 del libro "Por los caminos de la Biblia" Editado en Barcelona 1967 y de M.J. STEVE (a quienes agradecemos nos permitan divulgar esta imagen). En este vemos el reino de Israel y Judá entre los siglos X al VII a.C., junto a algunos de sus territorios más próximos. Como podemos observar, apenas se necesitan tres jornadas de navegación para llegar desde las costas de territorio judío (Haifa -Joppe antigua-) hasta la mencionada Tarso de Cilicia (marcadas en rojo). Entre ambos puertos no hay más de 300 millas costeando todo el trayecto y unas 200 en caso de navegar mar adentro -en linea recta-. Sabemos que una embarcación común, recorre unas 100 millas al día (a unos 4 nudos de velocidad constante); del mismo modo que una caravana camina unos 50 kilómetros, de promedio. Como la distancia interior entre Israel-Judá y la Tarso de Cilicia es menor a 500 kilómetros, podemos calcular que se tardaba algo más de una semana en llegar por tierra hasta este punto. Evidentemente, esta Tarso, distante de Israel a unos tres días de navegación y algo más de una semana andando, no puede ser la Tarshish lejana y desconocida que menciona La Biblia. Un lugar para el que habían de hacer naves especiales y pactar el viaje con los fenicios, con el fin de ir cada tres años a por oro, plata y otras riquezas.
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IMAGEN, ARRIBA: Sobre los viajes de Salomón a Tarshish (nuestra Tartessos) y hacia Ofir (situada en el Mar Rojo o en el Golfo Pérsico). Hemos marcado en un mapa estas dos rutas de los Hebreos: Primero la que iba hasta Tartessos embarcando junto con la flota de Hiram en puertos de la costa occidental, como Haifa. Una singladura que precisaba barcos de gran tonelaje y distintos a los del Mediterráneo -las llamadas Naves de Tarshish-, para poder cruzar el Estrecho y navegar por el Atlántico. La segunda, saliendo desde los puertos judíos del Sur y hacia Ofir; embarcándose en Ezión-Geber, cuya situación el Mar Rojo les permitiría llegar en dos semanas a Sudán y en menos de tres, a Etipoía (tierras muy ricas en metales y joyas). No dudamos que Ofir pudiera situarse en las cercanías de Saba o en el Yemen, aunque es extraño que El Antiguo Testamento se refiera a esta de forma ajena a Saba; pues menciona a la reina de Saba y sin relacionarla con Ofir. Por ello, creemos más lógico pensar que Ofir pueda ser Etiopía o Sudán (incluso otra tierra más lejana); ya que de haber estado en los dominios de la esposa del rey Salomón, hay que pensar que relatarían como las riquezas (de Ofir) procedían del reino de aquella mujer que se desposó con este monarca israelita.
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IMAGEN, ABAJO: CRONOLOGÍA COETÁNEA Y PARALELA, ENTRE TARTESSOS Y ORIENTE MEDIO. En diferentes colores los sucesos acaecidos en: Gordion (azul), Fenicia (rojo), Israel (negro minúscula), Judá (morado), Tartessos (NEGRO EN MAYÚSCULAS). SOBRE LAS NAVES DE TARSHIS Y SU IDENTIFICACIÓN CON BARCOS QUE IBAN A TARTESSOS, RECOMENDAMOS LEER MIS ARTÍCULOS: LA TARSHISH BÍBLICA Y LOS ALTARES APARECIDOS EN TARTESSOS, SEMEJANTES A LOS CANAANEOS (Capítulo 102 de: "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo") http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2015/04/la-tarshish-biblica-y-los-altares.html LA MESA DE ASTAS Y EL ALTAR EN PIEL DE TORO -parte segunda- (Capítulo 101 de: "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo") http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2015/03/la-mesa-de-astas-y-el-altar-en-piel-de.html 
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CITAS:
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(1): An ethnography end of the Neolithic (Early Prehistoric Societies in Southern of Scandinavia) Cr. Tilley Univ. College of London. CAMBRIDGE, 1996 //
Acerca del dolmen de Haga Bohuslän: Pags 10, 139, 147, 148 y ss. // 151 ; 165 y 174.
(2): BALEAZALEAK. CAZADORES DE BALLENAS (Museo Naval de San Sebastián)
Contiene un video de 4 mts
(3): César Mª Aguilar
VER: “Los vascos y la caza de la ballena”
(4): El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente
(5-a): Recogemos fragmentos del texto de la obra citada anteriormente (4):
Para los canoeros del extremo sur americano la varazón de una ballena era "un gran regalo de la naturaleza". La noticia de su presencia, en algún punto de la costa patagónica, se trasmitía rápidamente y la gente llegaba desde lugares muy lejanos para compartir sus productos. En este trabajo analizamos la información etnográfica proporcionada por un grabado del siglo XIX que muestra "una inusual pero práctica manera de conducir los bloques de tocino de ballena a tierra firme". El grabado fue publicado por el novelista inglés Thomas Mayne Reid en su obra Odd People (1860) pero la información original proviene de los textos generados por las expediciones del H.M.S. Beagle en las costas fuego-patagónicas entre 1831 y 1836. Hacemos algunas observaciones sobre el contexto en el que aparece la "costumbre fueguina" de trasladar trozos de grasa de ballena sobre la cabeza”.
(5-b):
El encuentro con una ballena varada pudo ocurrir desde que los grupos humanos comenzaron, hace varias decenas de miles de años, a vivir cerca de las costas: "una ballena muerta era un golpe de suerte; proporcionaba generosas reservas de comida y grasa; tendones para coser la ropa y elaborar líneas de pesca; y huesos para hacer casas, muebles, herramientas, armas y botes" (Lazarus, 2006, pp. 21-22). Para los canoeros del extremo sur americano, la varazón de una ballena era "un gran regalo de la naturaleza" (Chapman, 2012, p. 81)1. Las ballenas "son repetidamente mencionadas en la literatura temprana como un suministro de grandes cantidades de comida y grasa y como fuente importante de materias primas" para las poblaciones fuego-patagónicas (Piana, 2005, p. 124). La noticia de la presencia de una ballena en algún punto de la costa, hacía que se viajara desde lugares muy lejanos para compartir todos sus productos (Furlong, 1917; Lothrop, 1924). Con un solo ejemplar "se abastece a muchas familias durante varias semanas; su carne y aceite huesos y tendones, barbas y dientes tienen un útil y variado aprovechamiento" (Gusinde, 1951, pp. 212-213). Para los diferentes grupos que habitaban los archipiélagos australes, "la varadura de una ballena era pretexto de fiestas y danzas" (Emperaire, 1963, p. 122). Las familias "acampaban preferentemente en las cercanías y se entregaban a una desenfrenada comilona" (Gusinde, 1991, I, pp. 299-300). Una ballena varada o muerta "era tomada con entusiasmo tanto por los fueguinos2 como por los chonos" (Cooper, 1917, p. 190).
(5-c):
La información etnográfica sobre el aprovechamiento de ballenas varadas entre los fueguinos es numerosa y variada. Martín Gusinde, quién, de una manera u otra, la recopila y une en un relato, señala que los yaganes se acercan a la ballena "y cortan grandes trozos de grasa del cuerpo del animal que llevan a la costa en sus botes" (Gusinde, 1986, I, p. 501), pero generalmente arrastraban la ballena a tierra (...) cada hombre asesta su gran arpón profundamente en su cuerpo y desenrolla la larga cuerda (...); cada mujer guía su propia canoa en dirección a la costa más cercana, mientras que los hombres tiran detrás de sí la ballena con el lazo desenrollado [...]; si se hallan reunidas unas veinte canoas y la corriente marítima ayuda en forma considerable, este extraño convoy se aproxima a la orilla más cercana [...] se espera la aparición de una marejada o marea alta que arroje la ballena a la costa con un golpe poderoso. Pueden transcurrir días enteros hasta que esto ocurra (Gusinde, 1986, p. 501).
(5-d):
Algo parecido ocurre entre los kawésqar, quiénes "reunía[n] una veintena de embarcaciones, haciendo un total de cincuenta hombres, o más, alrededor del gigantesco animal. Su ocupación consistía en clavarle profundamente, uno después de otro, sus grandes arpones y retener en lo posible sus largas cuerdas de cuero". Cada hombre tiraba de su cuerda "con un fin determinado: llevar el enorme cuerpo del animal hacia la costa. Trataban de subir con la marea, lo más arriba posible de la playa el cuerpo de la ballena" (Gusinde, 1991, I, p. 299).
(6): Y las culturas fueguinas: Kawéskar, Yagán y Selk-nam, en relación con el medio ambiente // en la red.
por Raquel Pardo (pulsar sobre el nombre para abrir el enlace)
Artículo publicado el 09/09/2007
(7): Idem cita (4): “Martin Gusinde señala que los yaganes tienen "una palabra específica, ufkáriteka, para [nombrar] el lugar donde una ballena fue arrojada a la orilla" (1986, I, p. 560). Bridges, sin embargo, indica que ufkariteka significa "tener ballenas, tener abundancia de alimentos" y que la palabra ufkáritekusi designa "el lugar o región donde hay una ballena varada" (1933, p. 119). En el diccionario yagán-inglés de Th. Bridges (1933) se manifiesta en forma muy clara la importancia de las ballenas en la vida cotidiana de los fueguinos, si consideramos la cantidad de palabras relacionadas con ellas que aparecen (Swensen, 2014, apéndice A)3. Disponer de una ballena no solo era "tener abundancia de alimentos", sino también "era signo de riqueza" y en ese sentido, para los yaganes, "la ballena era el alimento más importante" (Swensen, 2014. p. 74)”.
(8): Resumen obtenido del trabajo de Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente:
El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX).
"Cuando una de estas ballenas se encuentra muerta en la playa -pues no tienen la habilidad ni el coraje para capturarla- el afortunado accidente genera entre ellos una temporada de regocijo. Si sólo puede ser alcanzada por agua, en una flota de canoas reman juntos hacia el lugar, si está en tierra, toda la comunidad llega a pie, hombres, mujeres y niños. En una hora o dos, regresan a sus aldeas, cada uno con un gran 'pedazo' de tocino aleteando sobre sus hombros y la cabeza arriba, emergiendo a través de un agujero cortado en el centro de la pieza, como un ranchero mexicano usa su 'sarape' o un habitante de las pampas su 'poncho' de lana. Una fiesta sigue a esta singular procesión (Mayne Reid, 1860, p. 442)".
(8-b): Idem cita (8):
"Mientras estábamos en la costa, una ballena varó cerca de la boca del puerto. La noticia se difundió y se veían venir canoas desde todas las direcciones. En poco tiempo las canoas se reunieron en torno al cuerpo del monstruo y los pequeños muchachos cobrizos no tardaron mucho en cortar la grasa con sus cuchillos de concha. El agua era poco profunda entre el lugar donde estaba la ballena y la costa, y cuando uno de ellos hubo cortado un pedazo grande de la grasa de la ballena, hizo un agujero en el medio a través del que puso su cabeza, y así llevó su carga a tierra, mascando un pedazo de grasa cruda en el camino (Kingston, 1879a, p. 24)".
(8-c): Idem cita (8):
el gran banquete fueguino tiene lugar cuando uno de estos (leviatanes=ballenas) queda varado en la orilla. Todas las personas que se encuentran cerca llegan al lugar, mientras que flotillas de canoas rodean el monstruo encallado, su cuerpo se cubre con pequeños hombres de color cobre, que destazan la grasa con sus cuchillos de concha. Cada uno corta la mayor cantidad posible, y cuando ha arrancado y cortado un trozo grande de grasa, hace un agujero en el centro y pone su cabeza a través de la abertura, lo que deja las manos libres para llevar más del codiciado alimento (Giacomo Bove: The Fuegian Feast, 1883, p. 130 y ss)”.
El conjunto de estas descripciones nos proporcionan un relato bastante coherente sobre "la costumbre"; sin duda, no son relatos independientes, tienen una serie de temas comunes. Por ejemplo, en la segunda y el tercera se indica que los nativos son "gente cobriza" que usa "cuchillos de concha" para cortar la grasa de la ballena, temas que no aparecen en la primera descripción. Sólo en ésta se dice que los nativos llevan los pedazos de grasa "como los habitantes de las pampas su poncho de lana"; sólo en la segunda, que mascan "un pedazo de carne cruda en el camino"; y sólo en la tercera, que "les deja las manos libres para llevar más del codiciado alimento". En la descripción original se dice que "una fiesta sigue a esta singular procesión",
(8-d): Idem cita (8):
En 1860 era Enanos fueguinos (Mayne Reid, 1860, p. 424), en 1879 es Nativos llevando la carne de ballena (Kingston, 1879a, p. 24) y en 1883 se transforma en Una fiesta fueguina (Bove, 1883, pp. 130-131). Más de un siglo después la leyenda que tiene el grabado es El banquete de ballena (Chapman, 2012, p. 83)”.
(8-e): Idem cita (8):
"La "costumbre" la encontramos descrita en los materiales generados por las expediciones del H.M.S. Beagle en las costas fuego-patagónicas, publicados en 1839 en tres volúmenes con algunas ilustraciones (entre las que no se encuentra, por supuesto el grabado en cuestión) (...) tercero de los volúmenes de los viajes del H.M.S. Beagle (Darwin, 1839), probablemente porque "la costumbre" ya estaba informada en el segundo volumen (Fitz Roy, 1839). Sin embargo, Darwin incluirá una descripción en la segunda edición de su relato, publicado en Londres en 1845/13. Darwin (1845) señala que:
Cada hombre llevaba una pieza cuadrada de grasa de ballena pútrida, con un orificio en el medio a través del que sacaban sus cabezas, como los gauchos lo hacen con sus ponchos o mantas. Tan pronto la grasa era llevada a una choza, un anciano la cortaba en delgadas rebanadas y murmurando sobre ellas, las freía por un minuto y las distribuía entre el hambriento grupo, que mantenía un profundo silencio [...] cada vez que una ballena era arrojada a la playa, los nativos enterraban grandes trozos de ella en la arena, como un recurso en tiempos de hambruna (p. 214).
Destaca además que cuando "descubrían la carcasa flotante de una ballena pútrida, era una verdadera fiesta, y ese miserable alimento era acompañado por unos pocos frutos y hongos desabridos" (Darwin, 1845, p. 213). Es importante señalar que aunque Darwin recorrió la zona e interactuó con los fueguinos, no observó esta "costumbre". Como él mismo lo indica, la información le habría sido proporcionada "por Mr. Low, un capitán lobero, íntimamente familiarizado con los nativos de esta región, quién me ha entregado un curioso informe del estado de un grupo de ciento cincuenta nativos que viven en la costa occidental" (Darwin, 1845, p. 213).
La información proporcionada por Fitz Roy y Darwin se inserta dentro de un profundo cambio en los paradigmas que orientan el saber de los siglos XVIII y XIX, surgiendo la historia natural como una estructura de conocimiento que implica desarrollar un método científico para aproximarse al estudio de la flora, la fauna y los grupos humanos, predominando el realismo y la intención de clasificar todo lo observado en un sistema ordenado: "los sistemas clasificatorios del siglo XVIII generaron la tarea de ubicar a cada especie en el planeta, sacándola de su entorno particular y arbitrario (el caos) y colocándola en un sitio adecuado dentro del sistema (el orden: libro, colección o jardín) con su nuevo nombre europeo, secular y escrito" (Pratt, 2010, p. 71).
No sólo se incorporan dentro de la historia natural descripciones textuales de las especies sino también una serie de parámetros visuales para su clasificación: número, forma, posición y tamaño relativo. Tal vez sea esta la razón por la que tanto en las descripciones de viajes como en los estudios de los naturalistas aparecen sistemáticamente imágenes de plantas, de animales y de "tipos humanos". En estas expediciones participaban personas provenientes de diferentes ámbitos (mineralogía, geografía, botánica, zoología, etc.) y se incorporaron también dibujantes que documentaban visualmente todo lo encontrado en estos viajes.
En los relatos de Fitz-Roy y de Darwin se incluyen varias imágenes, entre ellas algunas relativas a los nativos fueguinos. En la segunda travesía del Beagle (1831-1836) formaba parte de la dotación el dibujante y acuarelista Conrad Martens 14 pero no todos las imágenes son suyas (Fig. 3). Lo que nos interesa destacar acá son ciertas similitudes entre el grabado de Zwecker y algunos de los dibujos generados por la expedición del Beagle, sobre todo la forma como se dibujan los nativos, las canoas y las viviendas. Seguramente Zwecker no sólo leyó los textos de Fitz Roy y Darwin, sino también observó las imágenes para construir su relato visual.
En Land of the Fire, Mayne Reid se refiere brevemente a la costumbre de llevar trozos de grasa de ballena sobre los hombros, cuando relata el encuentro de un grupo de hombres blancos con una partida de fueguinos:
En el camino de la playa, (los nativos) se ven obligados, por la estrechez de la vía, a marchar en fila india como eslabones de una larga cadena. Pero ni siquiera cuando vienen más cerca y se distinguen mejor parecen seres humanos. Tienen algo como cabezas humanas, pero no tienen cuello y de hecho las cabezas están hundidas entre los hombros, que son de enorme amplitud y continúan en gruesos cuerpos sin brazos, con piernas cortas y delgadas por abajo. A medida que avanzan a lo largo de la playa, a un ritmo lento, en una rara procesión como de ogros, los blancos quedan, por un momento, completamente desconcertados sobre lo que pueden ser. Nada se puede decir hasta que estén más cerca. Entonces se ve que después de todo son seres humanos -¡salvajes fueguinos, cada uno con un trozo de grasa de ballena sobre la cabeza, que cae por los hombros como un poncho, cubriéndolos hasta casi las rodillas! (Mayne Reid, 1885a, pp. 197-199).
(9): Frases e imagen tomadas del referido trabajo: El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente
(10): Y las culturas fueguinas: Kawéskar, Yagán y Selk-nam, en relación con el medio ambiente // en la red.
por Raquel Pardo (pulsar sobre el nombre para abrir el enlace)
Artículo publicado el 09/09/2007
(11): También incluida en el trabajo de Daniel Quiroz, Gastón Carreño y Paula de la Fuente:
El procesamiento de ballenas varadas en las costas de la Patagonia occidental (a propósito de un grabado de mediados del siglo XIX)
(12): Raquel Pardo, artículo cita (10): “Los yámanas, sólo cubrían sus espaldas con una corta capa de piel… la mayor parte del tiempo andaban desnudos.” (O. Silva p. 21). En 1832, Darwin hizo referencia a la desnudez de los yámanas: “un fueguino desnudo, sus largos cabellos le cubrían casi por completo, su rostro estaba pintado con diversos colores… en las… islas Wollaston, una canoa ocupada por seis fueguinos… Los hombres llevaban… una piel de nutria o unos trozos pequeños de cuero, aproximadamente del tamaño de un pañuelo grande que apenas… alcanzaba a cubrirles las espaldas hasta las caderas… Llovía mucho, y el agua resbalaba sobre su cuerpo… una mujer llevando… un niño recién nacido… caían sobre ella los copos de nieve… así como sobre la piel del niño.” (Gusinde pp. 41- 42 citando a Darwin). (...) Para inmunizarse exteriormente del frío intenso, se frotaban el cuerpo con aceite, de esa forma también quedaban protegidos del agua, gracias a este procedimiento la ropa necesaria era mínima o nula. (...) Entre los kawéshkar la vestimenta era muy similar ” una capa corta de piel bruta de foca, nutria, de coipu, con que cubría sus espaldas.” (J. Emperaire p. 113). No utilizaban ni zapatos ni sombreros, sus capas, que a veces son de piel de ciervo, les “sirven de frazadas.” cuando duermen acurrucados en su choza. (J. Emperaire p. 255),
(13): Frases e ideas igualmente extraídas del trabajo de Raquel Pardo -artículo cita (10)-.
Para saber más acerca de estos pueblos de la Patagonia, recomendamos las siguientes publicaciones:
Los fueguinos R. P. Martín Gusinde
2003 Virtual Expresss biblioteca; liberado en la red
Culturas y Pueblos de Chile Prehispano, Osvaldo Silva G.
Editorial Salesiana, I edición, Impresor Salesianos, Santiago de Chile, 1980.
La Estructura Social del Pueblo Yámana, Julio Philippi Izquierdo,
Editorial  Universitaria, I edición, Impreso en Chile 1978.
Prehistoria de Chile, Grete Mostny,
3 edición, editorial Universitaria, impreso en Chile, 1974.
Historia del Pueblo Chileno, Sergio Villalobos, Tomo I, editado por el Instituto Chileno de Estudios Humanístico, 1980.
Representación del indígena fueguino en dibujos, grabados y fotografías, María Paz Bajas I.
Revista Sans Soleil - Estudios de la Imagen, Nº4, 2012, pp. 10-21
Los Nómades del Mar, Joseph Emperaire
Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1963.
Hombres Primitivos en la Tierra del Fuego, Fueguinos, Martín Gusinde,
Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, Serie 3: N. 5, Sevilla, España 1951.
(14): Bakekujira and Japan’s Whale Cults (La ballena fantasma y los cultos de ese cetáceo en Japón) // by Zack Davisson
(15): In Bakekujira (bake; change) + (kujira; whale)—bake does not refer to a transformation. It just sounds scary and bizarre. This is one instance where translating bakekujira as “ghost whale” or “goblin whale” instead of “transforming whale” would be perfectly appropriate. (...) One rainy night, something massive and white appeared off the coast of Okino Island, Shimane prefecture. Fishermen from the village watched it get closer and closer, and finally decided to take a rowboat out and see what it was. From its size, they knew it must be some sort of whale, but no one had seen a whale like that before. As they rowed out their boat, they saw the waters of the ocean glimmer with thousands upon thousands of fish, the likes of which they had never seen. (...) As they neared the white whale, one of the fisherman threw his harpoon and it passed through the mass of white unnoticed. Their vision obscured by the pounding rain, the fishermen finally got a good look at the monster—it was the skeleton of a great baleen whale, without an ounce of skin nor meat on it. But it was moving and alive. (....) When the fishermen went back to shore, they speculated that it might have been the ghost of a whale killed in a hunt or some strange god. Whatever it was, the bakekujira was never seen again
(16): In fact, for being so well-known in the modern world, the bakekujira is a limited and obscure yokai. It wasn’t important enough to be added to Toriyama Sekien’s numerous Edo-period yokai collections; there aren’t any ukiyo-e prints or kaidan collections including the bakekujira—at least not that I could find when I was researching for this article. In fact, the first mention I could find of the bakekujira was from Mizuki Shigeru, whose cool character design seems largely (solely?) responsible for the bakekujira being known today.
But Japan does have a long history of whale gods and venerated bones, to which the bakekujira fits in nicely. So allow me to segue to another aspect of Japanese folklore—the Whale Cults of Japan.
Whales would sometimes come inland, or beach themselves on the shore. Fishermen hunted these whales in a practice called Passive Whaling, using harpoons to kill the whale that was trapped in the shallows. This was a rare and auspicious event—a single whale provided vast amounts of meat and resources for the village, and seemed like a gift from the gods. And the whale itself was only a piece of the bounty. Whales often came in following larges schools of fish, so their arrival meant an abundance of sea life beyond the leviathan itself. The arrival of a whale could save a village teetering on the edge of starvation and ruin. It was mana from the oceans.
Like modern Cargo Cults, the villagers could not understand from where or why the whale came in to shore. They only knew that a whale meant wealth and rare full stomachs.
These original whale cults were primitive. The people praying generally had one request—send more whales. But in time they evolved. Like many religions, the Whale Cults in Japan were built on a portion of respect and gratitude and a portion of fear. Because whaling—even Passive Whaling—was a dangerous operation, some whale religions also saw in whales the ability to be malevolent gods, and prayed to appease their spirits and assuage their wrath. Bad storms of poor catches could mean an angry whale god, and nobody wanted that.
(17): When you have feasted on the body of a god, it only makes sense to give the leftovers a proper burial. After stripping the body of everything useful, villagers buried the whale carcass in mounds called Kujira Tsuga (鯨塚; whale mounds). Kujira Tsuga were capped with monuments of some sort, varying from carved stone tablets to pagodas to small wooden or rock shrines. Often these Kujira Tsuga were created in memory of some particularly bountiful harvest, and annual festivals where held like the Daihyo Tsuifuku (大漁追福; Big Catch Memorial Service). Or people prayed to the Kujira Tsuga for Kaijyo Anzen Kito (海上安全祈祷; Prayers to Ensure Safety at Sea).
Places where passive whaling was more prevalent also had Kujira Haka (鯨墓; whale graveyards) and Kujira Ishibumi (鯨碑; whale stone monuments). There are about 100 known whale graveyards throughout Japan
By the Edo period, Japan had become a seafaring nation and created a whaling industry and culture. Whaling Associations established and maintained official Whale Shrines in coastal areas, many of which still exist today. Whale shrines were also built in Taiwan when it was under Japanese rule, usually dedicated to Ebisu.
The most dramatic of these have Whalebone Tori gates—the picturesque post-and-lintel design that signifies the presence of a kami spirit.. The oldest Whalebone Tori is in Wakayama prefecture, Taijicho town, called the Arch of Ebisu.
In 1983, an intact whale skeleton was spotted floating off the shores of Anamizu, Ishikawa prefecture. The press jumped on the story naming it a “real-life bakekujira.”
(18): DESDE ESTE PUNTO, RESUMIMOS LO EXPUESTO EN NUSTROS ARTÍCULOS:
LA MESA DE ASTAS Y EL ALTAR EN PIEL DE TORO -parte segunda- (Capítulo 101 de: "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo")
TIFONIO
LA BICHA DE BALAZOTE (del Tammud babilónico al Aqueloo griego) -de "El frigianismo en la Cultura Ibérica", capítulo 11º (Parte LXXX de: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo")-. http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/06/la-bicha-de-balazote-del-tammud_2204.html
DEL FARMACÓS Y DEL FÁRMACON -parte segunda-: Sobre el "farmacós" o la inmolación humana (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXVI).
(19): Oración de Jonás (2)(1) Entonces oró Jonás a su Dios Yahveh desde el vientre del pez, (2) y dijo: -Invoqué en mi angustia a Yahveh, y él me oyó. Desde el seno del Seol clamé, y oíste mi voz. (3) Me echaste a lo más hondo en medio de los mares, y me rodeó la corriente. Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. (4) Entonces dije: Soy rechazado de delante de tus ojos; mas todavía miraré hacia tu santo templo. (5) Las aguas me rodearon hasta el alma; rodeóme el abismo y las algas se enredaron a mi cabeza. (6) Descendí a los cimientos de los montes; la tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Yahveh Dios mío. (7) Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Yahveh y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. (8) Los que siguen vanidades ilusorias, abandonan su misericordia (9) mas yo te ofreceré sacrificios con voz de alabanza; pagaré lo que prometí, pues a salvación es de Yahveh. (10) Y dio orden Jehová al pez, que vomitó a Jonás en tierra.
Jonás huye de Jehová (1) (1) Vino la palabra de Yahvéh a Jonás hijo de Amitay, diciendo: (2) Levántate y ve a Nínive a predicar en aquella gran ciudad, y pregona contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí. (3) Pero Jonás se levantó y para huir de la presencia de Yahvéh fua a Tarsis; descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para ir con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. (4) Pero Yahveh hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en la mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave. (5) Los marineros tuvieron miedo y cada uno clamaba a su dios; echaron al mar los enseres que había en la nave, para descargarse de ellos. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, se había acostado, y dormía profundamente. (6) Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: -¿Qué haces aquí, dormido? Levántate, y clama a tu Dios; quizás él se acordará de nosotros, y no pereceremos-. (7) Le dijeron cada uno a su compañero: -Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal-. Jugaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. (8) Entonces le dijeron ellos: -Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?- (9) Él les respondió: -Yo soy hebreo, y temo a Yahveh, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra-. (10) Entonces aquellos hombres temieron sobremanera, y le dijeron: -¿Por qué has hecho esto? Porque ellos sabían que huía de la presencia de Jehová, pues él se lo había declarado-. (11) Y le dijeron: -¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete?-. Porque el mar se iba embraveciendo más y más. (12) Él les respondió: -Tomadme y echadme al mar, y el mar se aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros-. (13) Con todo, aquellos hombres remaron con ahínco para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos. (14) Por lo cual clamaron a Jehová y dijeron: -Te rogamos ahora, Yahvéh que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Yahveh eres el que ha obrado conforme a tu beneplácito. (15) Así que tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; que se aquietó de su furor. (16) Temieron aquellos hombres a Yahveh con gran horor, y le ofrecieron sacrificios, e hicieron votos. (17) Pero Yahveh tenía preparado un gran pez que se tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches".
(20): Identificar el Tarshish de Jonás solo con el Tarso de Oriente Medio (situado al Sur de Turquía), es aún menos probable. Ya que esa Tarso de Cilicia (muy posterior a la Tarki hihita) fue una ciudad satélite y próxima de Fenicia; fundada por púnicos después del siglo IX a.C.. Pero sobre todo una urbe cuya salida al mar (a 20 kilómetros de la población y en las proximidades de Ugarit) distaba unas cuatro o cinco jornadas de navegación desde Israel. Pero es que además, esa Tarso era accesible por caminos terrestres desde Judá y se situaba en una de las rutas hacia Nínive (vía marítima). Lo que significa, que no habría enormes naves que se dirigían hacia ella; sino más concretamente, frecuentes barcos que iban y venían a Cilicia -o bien a cualquiera los sus enclaves sitos en el litoral de esta zona que actualmente es Turquía-. Ya que -como decimos- esta ciudad que luego se hizo tan famosa por ser la patria de San Pablo, distaba de la costa unos veinte kilómetros y su puerto era la desembocadura de un río (el Cicno) que no dejaba pasar grandes naves.
Por todo lo que antes exponemos, el lugar ideal de salida desde Orientre Medio, para no ser abordados por cretenses, griegos ni egipcios, sería esta plaza de Jope (Yafa; a unos cincuenta kilómetros al norte de Jerusalén). Consecuentemente se hace comprensible que la Biblia recoja como aquel era el puerto donde se embarcaban hacia Tarshis. Contando en Jonás, que ese profeta se sube a una nave de Tarshis tomada en Joppe, con destino al Sur de Iberia, cuando desea huir de su "misión" en Nínive (situada en direccion opuesta a Tartessos y al Este de Israel). Muchos consideran el relato no verídico al narrar La Biblia que aquel profeta Jonás es devorado por un pez durante una tormenta y luego, tras orar durante tres días, fue vomitado por el "cetaceo" que lo había engullido. Pese a lo que diremos que esta narración a más de tener un carácter mítico está escrita en verso (como se hizo en El Antiguo Testamento) y su "tono" poético expresa lo que son figuras como la hipérbole y la parábola.
Estas Naves de Tarshish debieron de constituir un tipo de embarcaciones muy llamativas, de gran calado y altura, perfectamente distinguibles de otras y que -como mantienen diversos autores- más tarde hicieron rutas hacia múltiples lugares. Todo lo que hizo llamar así a las enormes embarcaciónes de Tiro que se dirigían hacia las colonias occidentales (Cartago, Malaka, Gades...), tal como expresa Ezequiel. Por cuanto hemos visto, nos será muy fácil entender lo que nos dice el profeta cuando escribe de este puerto fenicio: "Las naves de Tarshish eran como tus caravanas que traían tus mercancías; así llegaste a ser opulenta, te multiplicaste en gran manera en medio de los mares". No siendo obligado concluir que toda "nave de Tarshish" se dirigiera tan solo hacia este destino (Tartessos); hemos de pensar que sí tomarían de común rumbo al Oeste -partiendo desde puertos de Canaán-. Añadiremos además, que para ir desde Fenicia hasta Tarso (en Cilicia) no haría falta "nave especial" alguna, pudiéndose hacer esta travesía en barcos grandes o muy pequeños -al haber unas 150 millas; como máxime dos jornadas a vela-. Por cuanto, parece lo más lógico y normal, identificar Tarshish con Tartessos (donde se hallaban las colonias más lejanas de Tiro y Sidón). Una hipótesis que es la más simple, como suele ser siempre la verdadera.
El Antiguo Testamento, también menciona como algunas de esas "Naves de Tarshish" fueron construidas junto al Sinaí, para navegar por el Mar Rojo. Barcos que se dirigían hasta Ofir, en un lugar que debió corresponderse con Etiopía o con Sudán (aunque otros lo sitúan en Arabia y hasta en El Índico, tal como hizo Flavio Josefo). Por todo ello Crónicas y Reyes hablan de los astilleros que preparaban "Naves de Tarshish" en Ezion-Geber, un puerto judío de este Mar Rojo; diciendo exactamente los textos Paralipómenos que así lo mencionan: "Pasadas estas cosas, Josafat rey de Judá trabó amistad con Ocozías rey de Israel, el cual era dado a la impiedad, e hizo con él compañía para construir naves que fuesen a Tarshish; e hicieron las naves en Ezión-Geber. Entonces Eliezer (hijo de Dodava, de Maresa) profetizó contra Josafat, diciendo: Por cuanto has hecho compañía con Ocozías, Jehová destruirá tus obras. Y las naves se rompieron, y no pudieron ir a Tarshish."
.
Por lo demás -tal como expresamos- la identificación de Flavio Josefo, confundiendo Tarshish con Tarso; pese a ser la más creida, resultará la más ilógica cuando leemos detenidamente las menciones a esta Tarshish en La Biblia. Ya que por cuanto narra El Antiguo Testamento, debemos considerarla en un lugar muy lejano, donde viajaban por exóticas mercancías cada tres años; precisándose crear naves especiales y asociarse con los fenicios para alcanzar sus costas. Por lo que si se trataba de la urbe en Cilicia, resulta imposible que lo describan de esta forma los hebreos; pues Tarso apenas distaba unas tres o cuatro jornadas de navegación, saliendo de las costas de Judea. Estando a unos quinientos kilómetros por tierra y pudiéndose llegar hasta allí en caravana, en algo más de una semana -partiendo de Israel-. Pero además es que nos dice La Biblia claramente cómo para ir a Tarshish se tomaba el camino contrario a Nínive (tal como hace Jonás). Lo que tampoco concuerda con la situación de ese Tarso de Cilicia; un punto desde el cual se podía llegar a aquella capital asiria (que se situaba a unos mil kilómetros de Jerusalén y a unos seiscientos de Tarso).

Para concluir añadiremos que las citas bíblicas que nos hablan directamente de Tarshish (no de sus Naves), dejan evidencia de la lejanía de este territorio. Lugar al que se llegaba con "una flota especial", cada tres años y para cuyo viaje precisaba Salomón asociarse con los fenicios (el rey Hiram de Tiro). Consecuentemente, El Antiguo Testamento nos dice sobre Salomón y Tartessos, lo siguiente; comentando 1 Reyes (22-24): "Porque el rey tenía en el mar una flota de naves de Tarshish, con la de Hiram. Una vez cada tres años venía la flota de Tarshish y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales. Así excedía el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría. Mientras narra en 2 Cronicas (9; 20-22): "Toda la vajilla del rey Salomón era de oro, y toda la vajilla de la casa del bosque del Líbano, de oro puro. En los días de Salomón la plata no era apreciada. Porque la flota del rey iba a Tarshish con los siervos de Hiram, y cada tres años solían venir las naves de Tarshish, y traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales. Así excedió el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría".
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TAL COMO VENIMOS HACIENDO, INCLUYO MI MÚSICA
PARA LOS SEGUIDORES QUE QUIERAN ESCUCHARLA,
con motivo de celebrar que hemos superado
los trescientos cincuenta mil lectores:
-TARTESSOS Y LO INVISIBLE EN EL ARTE más de 245.000 lecturas
-AÑORANZAS, RECUERDOS Y SEMBLANZAS más de 69.000 lecturas
-LEYENDAS DE LA MOTA DEL MARQUÉS más de 25.000 lecturas
-SOBRE LOS TEXTOS IBÉRICOS (dos blogs) más de 45.000 lecturas
-DE CNOSSOS A TARTESSOS más de 7000 lecturas.
NUEVOS BLOGS:
-FLAMENCO, ARQUEOLOGÍA Y PRE-FLAMENCO
(antes que el pueblo gitano desarrollase este folklore)
- Arte, simbología y humanismo
De tal manera, incluimos mi música para todos los interesados.
En primer lugar podremos oir PLÉYADES, sexto movimiento de los doce que tiene mi ballet TARTESSOS, compuesto y terminado cuanto estaba en La Mili en Sevilla, en 1982 (grabación en semidirecto en Japón 1991). PULSAR SOBRE:
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IGUALMENTE PODEMOS OIR HESPERIS I, II Y III, BASADA E INSPIRADA EN TARTESSOS:
Tras lo que invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI (LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ (Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
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