domingo, 24 de marzo de 2013

EL GUARDIÁN SAGRADO DEL GANADO Y SU TOTEM SALVAJE -capítulo sexto de "EL FRIGIANISMO EN LA CULTURA IBÉRICA" (Parte LXXV de "Lo invisible en la mitología": "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo")-.


ANTES DE COMENZAR: Desearíamos agradecer la enorme afluencia de lectores, que inesperadamente han sobrepasado con mucho los cien mil, durante los veintitrés meses de antigüedad del blog. Por lo demás, agradecemos igualmente las múltiples cartas y manifestaciones de apoyo que nos envían (en especial las de la Sra. Da. Sonia Barja), tanto como la motivación que nos aportan los seguidores apuntados al blog. Muchas gracias a todos, esperando poder mantener el interés de Udes. en mis artículos, y la calidad que nuestros lectores merecen, durante este tercer año de publicación que pronto comenzará: Angel Gómez-Morán.
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ARRIBA: Puerta principal de la villa de Coria -en Cáceres-; ciudad amurallada de época romana que se cierra con motivo de las fiestas de San Juan, soltando un enorme morlaco por las calles. La festividad del "toro de San Juan" de Coria consideramos que es una reminiscencia de los tiempos más antiguos en los que se veneraba al astado como protector de las ciudades; hecho este del que heredaríamos a un rito tan ancestral como es celebrar a los santos manteniendo y corriendo toros sueltos dentro de una ciudad amurallada. Los bóvidos que allí se llevan son gran edad y de enorme peligro (al menos así lo fue hasta los años setenta) y en el ritual de "protocolo del festejo" se simula que este morlaco se escapa; comenzando así las horas en la que el bóvido se hace el dueño de las calles, hasta que la autoridad lo mata.
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Durante casi una semana (del 24 al 29 de junio), diariamente realizan la suelta de toros en Coria. Así, de un modo tan arriesgado como temible, los habitantes de esta villa celebran sus fiestas. Mientras unos y otros, bromean y caminan cerrados en el interior de sus murallas romanas, sabiendo que entre aquellas hay una res brava merodeando -bóvido que a veces supera los siete años-. Con esta suerte juegan y se divierten las gentes de Coria de Cáceres durante horas (corriendo y provocando al morlaco, que en ocasiones causa tremendas cogidas o estragos), hasta que las autoridades le dan muerte a escopeta. Ya que la historia narra que aquel toro escapado hubo de ser muerto por el "Abanderado" (que actualmente lo hace a tiros). Un personaje elegido entre los ediles y que durante estas fechas cumple la función del autoridad suprema; pues el alcalde dimite en esos días, con el fin de dejar su puesto al que es capaz de acabar con el toro (Abanderado que también se responsabiliza del buen curso y órden durante el festejo). En la presente entrada trataremos y analizaremos los posibles significados ancestrales y milenarioes de fiestas como la mencionada, del Toro de Coria
 (NOTA IMPORTANTE, PARA LOS ANIMALISTAS Y ANTITAURINOS: INFORMAMOS QUE ESTAS PÁGINAS SON DE ANÁLISIS ETNOGRÁFICO, NO DEBIENDO CONSIDERARSE DE OTRO MODO EL ESTUDIO DE FIESTAS Y COSTUMBRES QUE PRESENTAMOS. POR LO DEMÁS, EN MIS ARTÍCULOS EXPRESO EN ALGUNAS OCASIONES NUESTRA OPINIÓN SOBRE FESTIVIDADES COMO LAS DE CORIA; DE LAS QUE AUNQUE NO COMPARTIMOS SU "ESTÉTICA", SÍ CREEMOS TIENEN UNA GRAN IMPORTANCIA ETNOGRÁFICA -MOTIVO POR EL CUAL LAS ESTUDIAMOS-).

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ABAJO: Grabado de Cornelius Cort (hacia 1567) en que se recoge idealizada la famosa Batalla de Zama, librada entre Roma y la tropas de Aníbal durante el año 202 a.C.. En nuestro anterior artículo habíamos visto cómo este general cartaginés -en sus campañas de Roma-, utilizó entre otras una argucia, valiéndose de toros, que le permintió escapar de un desfiladero en que los latinos le habían cercado. Pudiendo salir de esa garganta de montes, gracias a que sus soldados iberos ataron a los cuernos de miles de bueyes teas encendidas. Los astados enloquecidos se avalanzaron contra los ejércitos romanos en manada, junto a otros que los hispanos habían uncido a carros (también cargados de leña en llamas) y que igualmente se hicieron ir en estampida contra las tropas enemigas. Todo ello obligó a retroceder de tal modo a los que cercaban a Aníbal, que el cartaginés pudo escapar con la totalidad de sus soldados del tremendo cerco en aquel paso de Falerno, del que ningún ejército antes logro salir (menos del modo en que él lo hizo: Causando grandes estragos a los romanos y sin apenas sufrir bajas entre los suyos).
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Esas batallas llevadas en Italia por Aníbal -en Campania, más concretamente- fueron un ejemplo histórico del uso de animales como armas de guerra; destacando y recordándose fundamentalmente los elefantes que aquel cartaginés cabalgaba (a modo de carros de combate). Pero las Guerras púnicas también tuvieron más episodios en los que los de Cartago se valieron de otras bestias, como el mencionado paso de Falerno -donde como dijimos, utilizaron toros azuzados con fuego-. El recuerdo de las victorias sobre Aníbal parece ser que llevó a instituir entre los romanos fiestas y costumbres como las luchas de fieras y las "venaciones" (peleas del hombre contra las bestias). Celebraciones circenses que poco después de la mencionada batalla de Zama, parece que se establecieron como modo de rememorar la derrota final del cartaginés; quien utilizaba extraños y fieros animales en sus tácticas militares. -Como curiosidad añadiremos que el origen del Toro de Coria igualmente se dice que está en la celebración de la victoria en una batalla, que comunmente se fecha en tiempos de Isabel la Católica. Pese a que hay documentación que data casi tres siglos antes la celebración de la "Sanjuanada cauriense"; mencionada en textos del siglo XII como feria de ganado (llevada a cabo en los días de aquel santo)-.
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A) ORIGEN MILENARIO DE LOS ENCIERROS Y SUELTAS DE ASTADOS (El toro de San Juan, en Coria; hipótesis sobre el uso militar de los toros en la Antigüedad):
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Tal como decimos, parece ser que la costumbre de soltar fieras en los circos con la finalidad de hacerlas luchar entre sí (o para que pelearan con los hombres de arena), fue instituida en tierras italianas tras las guerras contra Aníbal. Al menos así lo afirma J. Guillén en su magnífico libro (Vrbs Roma), cuyas palabras recoge Fdez. Truhán (1) escribiendo como "entre otras muchas crueles actividades, la macabra imaginación romana introdujo después de la batalla de Zama una serie de luchas de hombres frente animales a las que denominaron `Venationes´. Las que al parecer comenzaron en el 186 a.C., cuando Marco Fulvio Nobilior celebró así su victoria sobre los etolios". No podemos saber si en verdad este fue el primigenio origen de aquellas terribles escenas en las que gladiadores -o caballistas- se enfrentaban principalmente a toros (o a felinos), o donde inocentes eran abandonados a su muerte en el coso. Celebraciones en que igualmente se hacía luchar entre sí a los bóvidos, haciéndolos también pelear con elefantes, osos, leones y a distintas especies feroces que igualmente se sometían a pugna en la arena. Todo lo que en verdad mucho recordaría a estas batallas de los cartagineses, quienes portaban un ejército formado por elefantes y por soldados de tierras extrañas, como los de Iberia; honderos y mercenarios de ancestrales costumbres quienes -como hemos visto- usaban el toro en la guerra (valiéndose de su fiereza para atacar al enemigo).
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En el anterior artículo, vimos cómo el padre de Aníbal fue muerto de ese modo, en un ataque perpetrado por los reyezuelos iberos; quienes provocaron una estampida de astados uncidos a carros y cargados de fuegos (o con teas en los cuernos, y que fueron arrojados sobre el ejército de Amílcar). General que sufrió esa emboscada imprevista en las cercanías de la ciudad de Alicante (la AkraLeuke fundada por él mismo); donde los jefes peninsulares que se oponían a la presencia cartaginesa, hicieron caer sobre aquellos una avalancha de reses, entre llamas. Batalla inesperada y terrible en la que lograron salvar milagrosamente la vida, su yerno (Asdrúbal) y su hijo (Aníbal); quienes posteriormente sustituyeron a Amílcar en el mando de los ejércitos -en la Península y fuera de ella-.
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En anteriores artículos vimos estas técnicas militares basadas en los animales salvajes (toros, leones, serpientes, osos y etc.), tanto como otras por las que los antiguos se valían de distintas argucias ingeniosas. Habiendo citado como ejemplo de aquellas los muros de piedras hincadas (o las estacadas). Filas de lajas o maderas afiladísimas, que se situaban desde tiempos de los celtas en el exterior de las murallas, con el fin de dañar las patas y barrigas de las cabalgaduras que pretendieran flanquear la zona. Todo ello nos obligaba a deducir y decir que el toro bravo se utilizó en la Antigua Iberia de forma muy similar. Usando su bravura para hacer huir a gentes no deseadas de los campos, o para evitar que se acercasen enemigos hasta las ciudades. Algo muy fácil de conseguir por medio de reses fieras, bastando para ello mantenerlas en cercados o en batanes próximos al lugar que desearan defender (en fincas, propiedades, o en la ciudad). Dándoles suelta en caso de invasión, o ante la presencia de extraños.
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Ello, a mi juicio, explicaría mitos como el del Minotauro de Creta monstruo que defendía la isla y al que debían sacrificar extranjeros. Toro-hombre sobre el que residía el poder del rey Minos y contra el cual habían de luchar los jóvenes que pretendieran desafiarlo (en el coso sagrado, llamado Laberinto). Nombre este que en mi opinión nos recuerda y rememora las laberínticas calles de los palacios-ciudades minóicas. "Fortalezas" cretenses de hace tresmil quinientos años, que tuvieron un extraño urbanismo, compuesto de infinitas callejuelas, mientras carecían prácticamente de murallas. Algo que se debía en mi opinión a que posiblemente las defendían soltando toros en su exterior e interior, ante la presencia de invasores. Obligando así a huir a todo extraño que se acercase o entrase en aquellas villas minoicas -construidas sin grandes muros exteriores y con infinidad de calles estrechas-. Facilitando a su vez este tipo de urbanismo un fácil escape de la población lugareña, quienes conocedores de aquel laberíntico trazado podían sortear las callejuelas y a los toros (a modo de burladeros). Huyendo de las ciudades asediadas que apenas tenían muros, lo que permitiría a las reses sueltas rodearla y adueñarse, tanto del exterior como de su interior (que quedaría a merced de los "Minotauros" protectores en caso de invasión).
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ARRIBA: Otra de las puertas de la bellísima murralla de Coria (Cáceres), cuyos sillares más bajos son ciclópeos y de indudable origen romano (o ibérico). De un mismo modo, la fiesta del toro de San Juan creemos que se trata de un rito o costumbre milenaria, que dataría de tiempos prerromanos y cuya función sería -en mi teoría- realizar "prácticas militares" para la defensa de la ciudad. "Maniobras" consistentes en soltar reses por la ciudad y cerrar sus murallas, con el fin de que en caso de asedio y asalto, los invasores no llegaran a entrar a saco; dando así tiempo a escapar a los habitantes. Método de defensa muy fácil y para el que bastaría tener algunos batanes cercanos de la muralla, desde los que poder soltar los bravos al exterior ,en caso de llegada de enemigos hasta la fortaleza. Habiendo de hacerlo en el interior, cuando aquellos ajenos ya hubieran franqueado los muros. Momento en el que el arte de sortear al toro, de conocer las calles y de saber moverse en la villa con un astado corriendo por sus vías, sería lo que facilitaría la escapada a los lugareños (mientras los enemigos no podrían vencer la ciudad hasta terminar con los morlacos que allí merodeasen).
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ABAJO: Dehesa junto a la villa cacereña de Coria, donde podemos ver astados de edad, quizás para ser soltados durante las fiestas del 24 de junio. Sobradamente es sabido cómo los habitantes de este lugar desean que los toros de San Juan tengan un gran trapío (mayores de cinco años); con el fin de que sean de gran peligrosidad y apariencia. De hecho es común ver como aquellos morlacos guardan un aspecto de bueyes de siete años, con el rabo arrastrando y unas enormes turmas; todo lo que sumado a un descomunal peso hace que el aspecto del totem sea terrible (como el de un verdadero demonio que cuida o se apodera de la villa). Pese al gran interés de esta extraña fiesta, pocos son los estudios que se han realizado sobre ella (practicamente puede decirse que tan solo hay un trabajo de gran interés editado por la REVISTA FLOKLORE de la Fundación Joaquín Dìaz, firmado por Félix Barroso y que a continuación comentamos -para los interesados, pueden hallarlo en la red pulsando en:
http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=328 -).
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Como curiosidad a cuanto vamos narrando sobre Coria y su toro "sanjuanero", me gustaría añadir que mi padre trabajó en su juventud como arquitecto municipal de esta población cacereña -hace unos sesenta años y donde comenzó su carrera-. Las historias que me narraba sobre la celebración de El Toro de Coria, me hicieron interesarme profundamente en estas costumbres. Ritos y ancestrales celebraciones, que creo personalmente están basadas en sistemas de defensa de las ciudades, llevados a cabo valiéndose de morlacos desde épocas muy anteriores a la romana. De cuanto expongo, se comprendería la importancia de correr los toros entre los pueblos iberos y la necesidad de esos encierros en las fiestas patronales de hoy (o la de torear en aquellas festividades). Todo lo que se inscribiría en un marco de "maniobras militares" o ensayo de defensa de la villa, antiquísima; pero que al parecer se mantuvieron hasta la aparición de las armas de fuego. 
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Con estos sistemas se enseñaría al pueblo a protegerse, introduciendo astados en los pueblos, o bien corriéndolos en campo abierto para llevalos hasta un lugar dónde esas reses fieras les defendieran. Tanto como se hace comprensible la intención común de los caballeros hispanos por saber acosar y dirigir los bravos a caballo (o a pie). Jugando con morlacos los caballistas en el campo y toreándolos en las calles de las ciudades, con el fin de saber manejaras, quizás para provocar antiguamente avalanchas en manada sobre ejércitos enemigos. De cuanto exponemos hay testimonios históricos, tanto que durante el siglo XVII (y en las Islas Terceras)  sabemos como los aldeanos portugueses, valiéndose de ese método y arrojando morlacos enfurecidos al "invasor"; acabaron con gran parte del ejército español -cuando los lanceros del rey Felipe II desembarcaron allí con la intención de tomar estas islas para el monarca (entonces heredero de la corona de Portugal)-.
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Esta teoría propia, que hemos presentado ya en varias ocasiones, esta de los toros como método defensivo, como inicio de las tauromaquias y encierros en la Península. Una tradición heredada o importanda del Mediterraneo, donde creemos dió origen a figuras legendarias como Talos o el Minotauro. En las que se idealizaría antiguamente a los toros bravos usados para defender territorios, a la vez que unirían en esos mitos el recuerdo de los mayorales y las gentes conocedoras de las reses bravas. Pastores
de astados fieros; quienes valiéndose de los mansos, de caballos, de hondas, o de otros ingenios, son capaces de llevar de un lado a otro esas bestias; tanto como para lograr lanzarlos en estampida contra enemigos, o bien recogerlos desde el campo y llevarlos hasta un corral (o batán).
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Considerando personalmente que este es el primigenio origen de las artes del toreo, como recuerdo del conocimiento y dominio de los bóvidos bravos para un uso militar. Tanto como pienso que lo es también el de gran parte de las fiestas taurinas, que han llegado hasta nuestros días (tales como las del Toro de Coria). Celebraciones que descenderían directamente de esos modos ancestrales de defenderse. Artes de guerrear valiéndose de morlacos, que en nuestras tierras tiene testimonios histórios desde los mencionados de Amílcar y Anibal, hasta el siglo XVII (al menos). En lo que supondría una forma precaria de guarecer el territorio y las ciudades, aunque muy efectiva; bastando para conseguirlo hacer lo mismo que narra la historia del Toro de Coria: Cerrarlo intramuros. Por todo lo que creo se cuenta en la leyenda del morlaco sanjuanero, que un astado fiero que se lidiaba para conmemorar una batalla ganada, se escapó por el campo. Tras lo que se le dió alcance, evitando el peligro de que anduviera suelto; llevándolo hasta la ciudad de Coria, donde se cerró la muralla y le dieron muerte.
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Todo lo que a mi juicio considero que realmente no corresponde a la memoria de batalla medieval alguna, sino que recuerda el arte de guerrear más antiguo entre los vettones y lusitanos: Soltando toros en el campo, frente a las poblaciones, o en las calles; evitando con ello la presencia de extraños. Lo que en caso de invasión lograría al menos parar la entrada a saco del enemigo, pudiendo escapar con esa argucia del toro muchos de los habitantes de la villa asediada (consiguiendo así que quienes la tomaban no entraran con facilidad impune en las casas y dando tiempo a los lugareños para huir del "saqueo"). Por lo demás, el mismo método pudo usarse en el campo abierto por los motivos ya referidos en anteriores artículos: El primero y más común, para evitar el robo de ganado, lo que se lograría mezclando toros bravos entre los mansos en los pastos. En segundo lugar, realizando cercados en los latifundios -al igual que en las ciudades (batanes)-, con el fin de conservar allí reses bravas muy peligrosas, que en caso de asedio se soltarían para disuadir malas intenciones de los ajenos -evitando el asalto de invasores-.
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ARRIBA: Castillo y puerta principal de las murallas de Coria. Felix Barroso, en el ya mencionado estudio del Toro de Coria, publicado por la REVISTA FOLKLORE, DE LA FUNDACIÓN JOAQUÍN DIAZ, narra del siguiente modo cuanto los lugareños sienten al cerrar estas puertas cada día, durante las fiestas de San Juan :
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"Pasa un buen rato y suenan toques de campana. Son tres los toques. El escalofrío se encarama por el espinazo. El rumor corre por la plaza: "van a soltal al toru". Se abren las "medias-puertas" y se cierran las cuatro "portonas" de la muralla. El bicho escapa, creyendo encontrar los chaparros de la dehesa, por una de las calles. La gente corre detrás de él; luego, delante. Carreras, sustos, tropezones, sofocos, empujones, el ojo en centinela y las zapatillas ligeras. Verdaderos racimos humanos se cuelgan de rejas y balcones. Trota el morlaco cortando el aire con sus pitones astifinos. Entre susto y susto, las peñas reparten pucheros de ponche para ahuyentar el miedo. Se oyen voces estentóreas: "¡que viene!, ¡que viene!". Siguen las carreras suicidas, los cohetes rastreros dirigidos al toro, la trepa por los enrejados...Hubo veces en que algún malaleche -casi siempre los caciques locales- dio corriente eléctrica a los barrotes de sus ventanas y balcones, a fin de evitar que el pueblo "ensuciase" sus nobiliarias mansiones. Y también ocurrió que hubo quien tuvo que aguantar los aguijones de algún que otro avispero, instalado en el intersticio de las maderas o piedras de un balconcete, antes que descolgarse y ser arponeado por unos aguijones peores. Cuando el toro llega a la plazuela de la cate-dral, muchos juegan a hacer escalada por las filigranas de la puerta principal. Pero es peligroso el juego. Y si no, que se lo pregunten a Justo, el mozo de Ahigal, que se abrazó a una de las estatuillas cuando el toro se colocó precisamente debajo de él. El mozo aguantó un rato, pero el toro no se iba. Las manos se le llenaron de sudor y comenzó a resbalar en dirección a los pitones del animal. Cayó encima de su testuz. Del primer golpe le envió contra la vieja puerta; luego le zarandeó dos o tres veces más. Las consecuencias podían haber sido trágicas, pero Justo salió del susto y quedó para contarlo" (2)

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ABAJO: Reja antigua de una ventana a la altura de calle, de las múltiples casonas de la plaza del castillo en Coria. Como podemos ver, la forja además de torcida y forzada, está arrancada y fijada de nuevo con gran seguridad a la fachada. Estas balaustradas que pueblan todo el casco antiguo de la villa, son una de las protecciones más importantes de las que gozan los viandantes a la hora de cruzarse con el terrible toro durante los días del San Juan. Puesto que en ellas se cuelgan o se suben, mientras el astado enloquecido va y viene entre las gentes y las calles, dando golpes, cornadas y derrotes a diestro y siniestro (pudiendo causar estragos a todo el que merodee despistado por el lugar).
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Pese a todo, parece que muchos acostumbraban a poner aceite en los barrotes, precisamente antes de las fiestas; por reirse de las situaciones que se creaban al ver las manos de "los mozos" resbalando y agarrotadas entre las rejas, mientras intentaban sujetarse como podían a ellas pretendiendo huir de la bestia. O simplemente, para evitar que multitud de gentes se colgaran de aquellos balcones y hierros, que en ocasiones sufrían tremendos desperfectos. Llegando a decirse en tiempos que la electricidad era de 125 voltios, que había dueños de las casas del casco antiguo que enchufaban a la red sus verjas; para reir con las caras de quienes a ellas se agarraban, o para que no las arrancaran aquellas "marabuntas provocadas por el pánico" que trepaban en tropel por las ventanas.

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Ante esta fotografía que abajo vemos, aprovecho para comentar que la arquelogía y la Historia son humanidades, pero a la vez han de ser ciencias de la deducción y de la intuición (algo complejísimo). De tal manera y por poner un ejemplo, si vemos estas ventanas de Coria, plenas de rejas y con gran parte de ellas torcidas o descolgadas; es muy posible que un estudioso concluyera que en ese lugar los robos y ataques a la propiedad eran muy comunes . Algo que se deduce observando la proliferación de forjas por doquier y el mal estado en que se estas se encuentran. Pese a todo, pronto nos dirán los lugareños que aquello que vemos se debe al Toro de San Juan y a las gentes que se cuelgan de los barrotes de las terrazas y ventanas, al encontrarse repentinamente frente al astado. Estas y otras son las situaciones y conclusiones a las que de continuo la deducción del historiador (o del arqueólogo) han de enfrentarse. Puesto que muy difícil es llegar a la verdad sin que la intuición nos lleve a conocer el verdadero sentido y el uso de lo que producen las civilizaciones. Objetos que para ser analizados han de pasarse por el tamiz imprescindible de los hechos y de la simbología de su tiempo o de su cultura.

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Acerca de los orígenes del Toro de Coria son varias las historias que lo mencionan, siendo muy curiosa la más antigua de ellas; relato que recoge Félix Barroso en el artículo mencionado. Narrando textualmente como el más cierto inicio de las fiestas, la siguiente leyenda -con la que explican las celebraciónes taurinas sanjuaneras-:
"Nos contaban los viejos, como noticias que cogieron de sus abuelos, que era costumbre sacrificar cada año a un mozo (previo solemne sorteo entre los de la localidad), el cual era lidiado ni más ni menos como los toros actuales. Hubo un año en el que correspondió el sacrificio a una poderosísima viuda, quien, para salvar a su vástago de la cruel "diversión", ofreció al pueblo una dehesa de su propiedad, para que, con sus productos, se lidiara un toro. Aceptó el pueblo y pasó la finca a poder del Municipio. Desde entonces se encarga el Ayuntamiento de la organización de la corrida y de proporcionar el toro" (3) .
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Esta historia que en Coria han conservado como explicación a los inicios de su "toro sanjuanero", contiene en sí mismo el carácter y los rasgos de otras muy semejantes y pertenecientes a la Edad de Bronce. Leyendas como la de Teseo en Creta, en las que igualmente aparecen los ritos heredados y conservados por las religiones anteriores, durante la Era del Hierro (pleno). Siendo verdaderamente interesante cómo la leyenda referida manifiesta un hecho histórico antiquísimo y que quizás hasta era desconocido por quienes conservaron tal relato en la población de Cáceres. Al ser costumbres muy contrarias a las cristianas, aunque fueran tan comunes en épocas de Grecia y Roma.
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Por cuanto decimos, quienes contaban la historia anterior dándola como el origen de las fiestas, la narraban sucedida unos siglos atrás (hacia el XVII). Porque seguramente no sabían que estos ritos de inmolaciones de jóvenes por suertes, en verdad existieron y eran mucho más antiguos. No de la Edad Media, sinó que fueron los propios de las religiones de hace dos o tres mil años (al menos en gran parte del Mediterráneo). Ceremonias de ofrendas de personas al totem y a los dioses, entre las que destacaba en el sacrificio humano por sorteo. Rito trás el que solían dar una muerte cruel y sanguinaria al triste elegido para el "cometido religioso" de interceder ante la deidad-daimón. -Para todos los interesados en el tema les recomendamos consultar una entrada nuestra, en que analizamos esos rituales del farmakón y que es la siguiente: 95ª DEL FARMACÓS Y DEL FÁRMACON -parte segunda-: Sobre el "farmacós" o la inmolación humana (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXVI). ANALIZA LOS SACRIFICIOS HUMANOS EN LAS CEREMONIAS RELIGIOSAS, Y SUS SUSTITUCIÓN POR LA DE ANIMALES ENTRE PUEBLOS ABRAHÁMICOS. http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2012/10/del-farmacos-y-del-farmacon-parte.html
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Las inmolaciones antes descritas, se realizaban normalmente en favor del totem maléfico -entre los que destacaba el toro- y para evitar la furia de ese "daimón". Por cuanto la diosa a la que más comunmente se ofrendaban aquellos infortunados era Artemisa. En ocasiones aquellos ritos se llevaban a cabo tal como cuenta la leyenda de Coria; siendo dejado a la diosa fortuna el destino entre los jóvenes, y matándose posteriormente aquel al que "le había tocado", con golpes o latigazos dados por los asistentes (u oficiantes) del templo. Elección que -como decimos- a veces se hacía por sorteo, aunque también podía tratarse de una inmolación voluntaria (o en sustitución). Hecho este también muy común y que se daba cuando algún otro ciudadano que se apiadaba del joven, deseando ocupar el lugar del pobre infortunado. El referido sacrificio, al ser hecho en nombre de Artemisa y del totem maléfico que habían de aplacar, en muchas ocasiones también se realizaba entregando la pobre víctima al animal feroz (que lo devoraba, mordía con veneno o corneaba).
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Bestia que -como dijimos-, normalmente en el Mediterráneo era el toro; mientras que en otras zonas (como Asia Menor) podía ser un lobo o un felino -tanto como en el Cáucaso o las montañas, solía representarse por un oso-. Fieras adoradas que comunmente habitaban en del templo, o en los bosques de la diosa de los animales. Lugar sagrado hasta el que llevaban los infortunados sorteados con ese fin, entregándolos al totem o a Artemisa, para apaciguar la sed de sangre de el daimón de la fiereza y de la brutalidad. Por lo demás, los mencionaos sacrificios para el animal sagrado, que nacieron principalmente en la Edad del Bronce (quizás como memoria de la etapa en que se domesticaron las bestias); fueron trasformándose durante la época del Hierro en inmolaciones muy semejantes, pero ya oficiadas por hombres. Convirtiéndose en ritos en los que eran los ciudadanos quienes mataban con sus manos y de manera sanguinaria al pobre intercesor ante los dioses ("fármakon"). Todo lo que convertía a aquellos participantes en ese terrible proceso, en bestias de la misma especie al totem (como un daimón toro, lobo, león etc...) -véase para los interesados en estos temas: La Artemisa de Efeso o los cultos de Likeo en Grecia-.
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IMÁGENES SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, subida al pueblo de Monsanto y abajo, fotografía de las calles y casas construidas sobre rocas del mismo lugar portugués. Se trata Monsanto de una población situada a pocos kilómetros al Este de Coria que nos sirve como ejemplo de lo que pudo ser una fortificación vettona o lusitana hace dos o tres mil años. En ella podemos ver las formas más antiguas de construir casas y corrales (vettonas o lusitanas), guarecidas entre los grandes bloques de granito en el alto de una montaña. Comprendiendo al observarla plenamente lo que pudo ser Coria, Trujillo o bien Cáceres, hace veinte o treinta siglos (antes que la amurallasen en época romana y que los ciudadanos bajaran a habitar la zona baja del monte). Siendo fácil en Monsanto acertar a ver como fueron estos castros y esas ciudades antes de la conquista de Roma.
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Pueblos que al estar en la cumbre de un gran cerro, abastecidos de agua y construidos entre grandes bloques de piedra, se hacían inexpugnables. No digamos ya si además, en sus callejuelas, en sus cercas, o en sus inmediaciones, criasen o soltasen toros bravos con el fin de alejar extraños. Todo lo que convertiría a esos baluartes vettones o lusitanos, en plazas infranqueables ante los romanos, que serían incapaces siquiera de subir hasta las calles talladas en el pedregal granítico, sobre todo si antes debían superar las zonas y cercas con reses bravas. Por cuanto vemos y narramos es comprensible entender por qué eran tan inexpugnables los castros ibéricos; tanto como creo personalmente que origen del culto y veneración de las fiestas del toro bravo en nuestras tierras, procede de estos métodos de defensa en los castros (valiéndose de astados).

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Por ser teoría propia, repetimos que mi opinión personal, el rito del toro de San Juan tiene sus orígenes en estas "barreras defensivas" creadas por los iberos por medio de reses fieras. Un método de evitar extraños que en Monsanto podremos comprender perfectamente (entendiendo como debía ser de difícil atacar o saltar una plaza de estas características, excavada en un cerro de granito y rodeada por astados peligrosos). La idea de que el origen de la tauromaquia podía estar en una argucia de guerra ideada por los antiguos, me vino a la mente mientras hacía "la mili" -con algo más de veinte años y hace trés décadas-. Recuerdo que en ocasiones y durante esos quince meses que estuve en Sevilla como soldado, era el conductor del capitán general de mi Región (Manuel Saavedra Palmeiro). General de origen extremeño, que hablaba multitud de veces de las costumbres y aficiones vividas durante su infancia -en Badajoz-, entre las que solía mencionar anécdotas del famoso "toro de Coria".

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Así fue como una día, mientras mi general comentaba en el coche que los mozos de aquellas zonas cacereñas eran muy valientes, debido a que les obligaban a todos perticipar en los encierros; tuve la idea de que quizás los toros bravos se habían usado desde antiguo como método militar. Primeramente para educar a los caballos y caballistas en las Maestranzas (tal como se sabe); pero también posiblemente para encontrar los mozos más valientes entre los lugareños, tanto como para entrenar a las gentes en el amor al riesgo y a la lucha (algo muy ibérico, con el fin de que crear pequeñas mesnadas en cada pueblo). Tras esta idea, pude encontrar las menciones históricas en las que se hablaba de los bóvidos fieros usados en las guerras, hasta tiempo de Felipe II (pues tras la proliferación de las armas de fuego acabarían con cualquier morlaco de un arcabuzazo). Por cuanto deduje allí en "la Mili" (hace treinta años) la teoría de que el origen de aquellas fiestas y festivales españoles -en los que no puede faltar el encierro o el toreo-, debe hallarse en estos sistemas de defensa antiquísimos. Siendo quizás esas celebraciones una acción de homenajear al totem y a la vez de entrenarse con ellos para dominarlos y para superar los miedos (con fines "militares"). Algo que puede explicar la obligatoriedad de correr o lidiar los toros para encontrar novia, tal como sucedía en Coria antiguamente (que quien no corría o tenía miedo, perdía el "derecho a reproducirse... "No era hombre" -dicho en una palabra-).
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Como hemos visto, los principios e inicios que nos narran las leyendas de este Toro de San Juan de Coria, mucho se parecen a las costumbres mediterráneas más antiguas. Tanto como a las religiones y usos de los vettones y lusos (quienes se consideran los primeros habitantes celtíberos de aquella ciudad cacereña). Ello, unido a que el nombre de Coria recuerda enormemente a la palabra griega "Kouros", que sabemos significa "chico", "jóven" (en etimología que está documentada) (4) , todo nos hace pesar que quizás la denominación de esa población como Coria, posiblemente se debió a la leyenda o al recuerdo de un sacrificio de jóvenes (kourós). Inmolaciones que los pueblos mediterráneos o mesopotamios obligaban a realizar a los ciudadanos sometidos hace tres o cuatro mil años; como una señal de fuerza y poder de quien lo imponía. Circunstancias que narra la historia de Teseo con detenimiento, explicando este mito de la Edad del Bronce como los reinos subyugados por el rey de Creta periódicamente tenían que pagar un tributo al monarca de la Isla consistente en un determinado número de dondellas y jóvenes ("koures" y "kouros"). Chicos que eran llevados al Laberintos para ofrecérselos a aquel mostruo (mitad hombre mitad toro), cuya fuerza otorgaba el poder a Minos. Leyenda del Minotauro que no es tan lejana ni ajena a la del jóven que se dice era matado en Coria y al que se sustituyó por un toro cuando su familia consiguió pagar "el rescate".
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En las últimas palabras del anterior párrafo nos hemos referido a estas ceremonias de sustitución del hombre por el bóvido inmolado, como algo similar a "el rescate", que había de pagar una familia para lograr que el hijo no fuera sacrificado. Costumbre típicamente semita de los milenios III y II a.C. y que de algún modo enlaza ya con los cultos abrahámicos, en los que el primogénito se sustituye por una res. Todo lo que se relaciona igualmente con cuanto se realizaba hace milenios, en ceremonias mosáicas a las que se daba este nombre mencionado de "rescate". Precio del primogénito que en tiempos de Jesús quedó como un valor simbólico que la familia pagaba a recinto sagrado por recuperar el primer hijo (ya que ese vástago correspondía al templo por ley, por lo que en su "rescate" se abonaba una prevenda y sacrificaban algunos animales que allí se dejaban -concretamente dos pichones durante "la presentación" del niño de José y María-) (5) .
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Por lo demás, la sustitución del toro (la muerte del astado) en lugar del humano, es uno de los cambios de rituales que se llevan a cabo durante el periodo de transición desde el Bronce al Hierro. Modificaciones que llegaron a la Península en épocas muy posteriores, y que seguramente no se imponen como nuevos cultos hasta los siglos III y el I a.C. (cuando los romanos dominaron nuestras tierras). Tiempo en el que los adivinos y arúspices ibéricos hubieron de realizar un sincretismo idéntico al que se obligó hacer a los druidas celtas tras la dominación romana. Cuando los sacerdotes de aquellos pueblos transalpinos conquistados, rápidamente modificaron sus costumbres. Prohibiéndose sus cruentos sacrificios con la llegada de César a la Galia (y a las Islas Británicas), emperadores que finalmente les obligan a cambiar la mayoría de sus ritos; tanto que muy pronto los romanos extinguieron las religiones celtas (más aún, sus inmolaciones humanas). Por lo demás, volviendo al tema que nos atañe, acerca los orígenes del toro de Coria y su relación con los cultos de los que hablamos (celtas), Félix Barroso escribe sobre ello:
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"Coria se encuentra a caballo entre vettones y lusitanos. Ptolomeo no la da como vettona, pese a que ciertas inscripciones -tal y como vimos en la primera parte- bautizan con el patronímico de vettones a los corianos. (...) Había por costumbre en Coria el realizar un sorteo anual, por ver quién era el mozo que debería ser sacrificado. Relación guarda ello con los cultos sangrientos que practicaban los lusitanos. Así, Estrabón nos cuenta que acostumbraban a examinar las vísceras sin separarlas del cuerpo, sacando adivinaciones palpando las venas del pecho. Tito Livio nos habla también de las inmolaciones humanas que realizaban estos pueblos con motivo de firmar las paces. Y Plutarco nos refiere, asimismo, cómo un procónsul de la Ulterior, llamado Publio Graso, quiso castigar a los bletonenses (pueblo lusitano) porque hacían sacrificios humanos en honor de sus dioses. Tales sacrificios se repetían como consecuencia de la muerte de algún importante personaje, tal como Viriato, en cuya memoria -y según Apiano- fueron inmoladas muchas víctimas humanas mientras el cadáver ardía en una gran pira y otros soldados simulaban combates en su derredor" (5) .
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IMÁGENES SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, cima de una de las zonas altas de la ciudad de Monsanto en Portugal. Como podemos ver está enteramente situada sobre unas rocas de granito, haciéndose inaccesible para todo quien deseara llegar hasta su cumbre. El parecido de esta población lusa es asombroso con el urbanismo y forma de otros baluartes y santuarios vettones, como los de Las Cogotas, San Martín, o Ulaca (en Ávila). Con la gran diferencia de que aquellos castros abulenses llevan miles de años despoblados (por lo que se van comprendiendo al excavarse), mientras esta ciudad de Monsanto sigue viva, conservando plenamente el modo en que se habitaban sus casas y se distribuían sus corrales. En la imagen de abajo, vemos cercas y corralas de la misma población lusa, siendo de destacar las vallas de piedra y las viviendas excavadas -o construidas- dentro de las rocas. Ello nos puede hacer comprender cómo debieron ser Ulaca, Las Cogotas o San Martín; castros y santuarios que igualmente son muy semejantes al de otros pueblos celtíberos colidantes (como Termantia, Numancia o Inestrillas, en las zonas de Soria y La Rioja).
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En referencia al toro de San Juan y sus celebraciones -como anteriormente dijimos-, mi padre estuvo destinado en Coria por su primer trabajo (durante su juventud, hace unos sesenta años). Nos contaba que sus clientes con el mayor cariño, le invitaban a las celebraciones del Toro de San Juan; por lo debía asistir como un ciudadano más, participando en las fiestas (algo que tenía enormes riesgos). Narraba que los miedos y sustos que allí pasó fueron terribles; algo que disculpaba como método de lograr buena clientela y para conseguir obras en estos pueblos de los que era arquitecto municipal. Contando siempre como habiéndose encontrado en una ocasión de frente al morlaco, apareció agarrado de las rejas en un balcón de un tercer piso -sin saber de qué forma había subido hasta allí- . Lugar del que no pudo bajar hasta que le trajeron una escalera del ayuntamiento; sin llegar a explicarse jamás cómo logró agarrarse a una balaustrada a más de cinco metros de altura, en unas décimas de segundo (tras verse con el toro frente a frente, en plena calle). Todo ello nos puede hacer comprender cómo sería de difícil tomar o asaltar una de estas ciudades-castros ibéricos, si sus habitantes los rodeaban de reses bravas, o si soltaban astados por sus callejuelas para que no entrasen extraños... .

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Finalizando ya este epígrafe donde hemos tratado sobre los orígenes vettones o lusitanos del toro de San Juan de Coria, querríamos aportar algunos datos arqueológicos de la zona. Ello con el fin ratificar mejor nuestra teoría sobre el significado y los inicios de las sueltas y encierros de astados; a las que considero un "recuerdo" de tácticas de defensa usadas durante los tiempos más remotos en la Península Ibérica. Algo que en zonas celtíberas tan marcadas como Lusitania y "Vettonia", justificaría por qué aún en las Castillas o en Extremadura, tienen tanto arraigo las fiestas taurinas. Para lo que nos gustaría dejar hablar durante unas lineas a quien ha realizado un magnífico trabajo sobre Coria en la Edad Antigua. Refieriéndome a FRANCISCO JOSÉ CASILLAS ANTÚNEZ, autor de un gran estudio intitulado HISTORIA Y TOPONIMIA DE LA TIERRA DE CORIA (7) del que recogemos algunos párrafos a continuación y donde escribe sobre Coria:
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"Dentro de la segunda Edad del Hierro, hacia el siglo VII a. C., nuevas tribus de pastores comienzan a establecerse en la comarca, levantando recintos fortificados en cerros de pronunciadas pendientes sobre ríos o arroyos, de difícil acceso y con un amplio control visual del entorno, lo que denota una evidente intención defensiva y estratégica. Parece evidente que estos poblados amurallados estaban muy relacionados con las rutas naturales de comunicación y que representaban ya una incipiente organización social" (8). Hablando el autor, más tarde de la fundación de esa población en los siguientes términos: "Con la Cultura de los Castros conecta un pueblo prerromano que ha conseguido salir del anonimato histórico gracias a las fuentes clásicas: los vettones. A ellos podemos atribuir si no la fundación, al menos el fortalecimiento y la pujanza de la citania de Coria, e incluso que llegara a adquirir por su importancia estratégica un papel muy relevante para este pueblo prerromano (9).
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Tras lo que pasa Casillas Antúnez a exponer diversas disertaciones sobre el origen eteo-indoeuropeo, proto-indogermano (o bien celta) de los vettones, recogiendo varias conclusiones sobre ello. Entre las que como más acertada considero se halla esta que recojo del maestro Caro Baroja y que redacta así: "Julio Caro Baroja, en cambio,considera que los vettones demuestran caracteres más arcaicos que el resto de pueblos indoeuropeos de la Celtiberia, y parecen ofrecer, por el contrario, rasgos celtas muy marcados, si nos atenemos a las observaciones que Ptolomeo plasma en su Geographiké Hyphegesis (II, 5, 7), aunque incorporaran igualmente gran cantidad de elementos indígenas precélticos" (10) .
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Posteriormente, el libro que resumimos de Casillas Antúnez, recoge las citas de Plinio y otros autores clasicos, con las que creemos podemos entender la importancia de esta ciudad de Coria, tanto como el hecho de que su toro de San Juan pueda tratarse de una reminiscencia de estos tiempos de grandeza de tal enclave vettón y romano. Escribiendo el autor:
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"En el siglo I d. C., Plinio nos proporciona una visión administrativa en la que se encontraba la Lusitania, que contaba con treinta y seis ciudades tributarias; de ellas cita sólo dieciséis, y entre éstas figura la que llaman de los Caurenses. Y también dentro de los confines de la Lusitania el geógrafo Claudio Ptolomeo, en su Geographiké (V, 2) menciona la Ciudad de Coria (Kau+¯rion). Pero es una localización que ningún historiador moderno da ya por válida. Vettones y lusitanos eran tribus vecinas, pero diferenciadas por un fuerte carácter tribal, y tal vez hasta por sus orígenes" (11) (...) "En el siglo II a. C. la Caura vettona pasa a denominarse Cauria, con fonética latinizada. Pero el sometimiento de lusitanos y vettones hubo de costar grandes esfuerzos a Roma, pues desde el año 193 a. C., cuando una coalición de tribus vettonas, lusitanas y vacceas se enfrentó a los romanos, hasta el 132 a. C., año en que el Senado Romano nombró una comisión para que se encargara de organizar la administración de los territorios conquistados, transcurrieron sesenta y un años de rebeliones y guerras de guerrillas (...) Como consecuencia de esta resistencia Roma trató a Cauria como «ciudad estipendiaria», es decir, obligada a pagar tributo y a proporcionar soldados para abastecer a su ejército". (12)

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Este último dato que nos da Casillas Antúnez (recogido en "negrilla"), muestra los motivos por los que quizás fuera de tal importancia el toro en aquella Cauria romana. Ciudad de una fuerte preparación militar en época vettona y que tanto se resistió al invasor, que tras la conquista se vió obligada a pagar tributo y sobre todo a dar soldados para Roma. Mercenarios estipendiados entre los hijos de Coria, y que lógicamente se debieron elegir entre de los de mejor constitución y los de mayor valor. Siendo así como se puede entender por qué el ensayo o las pruebas de valor con el toro serían tan importantes para los nacidos en esta villa. Al igual que se comprende por qué aparecen en diversas zonas del Imperio múltiples inscripciones de soldados originarios de esta población hispana. Grabadas en Aras, tumbas o estelas, en las que leemos cómo muchos legionarios del pueblo cauriense, estaban destinados en los más duros regimientos. Destacamentos como los de Bath y otros de Adriano, en diferentes puntos de esta Isla Británica, donde aparece el nombre de Coria repetidamente inscrito, allí dejado por los hijos de este pueblo que en esa época servían al César en las legiones más batalladoras.
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Los referidos hechos históricos, junto a las leyendas y a las extrañas costumbres que rodean a esta fiesta del Toro de San Juan, nos han hecho deducir que se trata del recuerdo milenario de un sistema de defensa usando toros en las calles y en intramuros. Técnica o argucia militar llevada a cabo por los primeros habitantes de Iberia y quizás en tiempos muy anteriores a los propios vettones. Ya que la introducción del toro bravo y el origen de las tauromaquias creo personalmente que se remontan seguramente a las colonizaciones mediterráneas llegadas a la Península durante la Edad del Bronce o la del Primer Hierro. Siglos cercanos a final del II milenio a.C. y época en la que ya Coria estaba habitada por algunos buscadores de cobre y estaño (principalmente). Gentes descendientes de las civilizaciones megalíticas que habían poblado todo el Atlántico peninsular, llegando hasta estas zonas más interiores (que posteriormente fueron la Ruta de la Plata).
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Pues tal como decimos, esta áreas de Lusitania cercanas al Océano fueron pobladas por los pueblos del megalitismo desde el IV milenio a.C. quienes llegarían hasta nuestras tierras en busca de obsidianas y de metales (junto a otros "tesoros" como el ámbar). Aunque los colonizadores que realmente aculturaron la Península fueron muy posteriores y venidos en la Edad del Bronce (durante el II milenio). Gentes que primeramente se dedicaron a la explotación de las minas de plata y oro de la llamada "brecha atlántica" y más tarde a las del cobre y estaño. Veta geográfica plena de metales que va desde Huelva a Orense, y cuya riqueza era por entonces imensa e inimaginable (conteniendo los cauces de sus ríos enormes cantidades de pepitas preciosas -el Guadalquivir, el Tajo, el Duero o el Sil-). Por lo demás, minas como las de Rio Tinto (que se explotaron desde el 2700 a.C. por pobalciones venidas de Oriente), generan una continua afluencia de colonos del Mediterráneo, que sin duda aculturaron estas zonas del Bajo Guadiana y Tajo. Área donde se halla Coria; en la ruta de la Plata que unía los yacimientos auríferos de Orense, con los de mercurio en Almadén y los de bronce y estaño del Sur (y del Atlántico).
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Por todo cuanto pienso y creo que el sistema de defenderse valiéndose de toros, el culto a este animal, e incluso la raza ibérica bovina (de la que desciende la brava); fueron igualmente importanciones llegadas en estos siglos del final del Bronce y principios del Hierro. Venidas desde el Mediterráneo Oriental y seguramente traidas por pueblos procedentes del Egeo, de las costas de Turquía, o bien de las de Chipre y Creta (culturas en las que durante el Bronce el toro era totem divino protector y dios de la guerra). Emigraciones posiblemente llegadas tras las convulsiones de los siglos XVI y del XIII a.C. (con el Tera Santorino o con la aparición del Hierro), que nos trajeron la raza taurina del tipo creto-chipriota y las costumbres minoico-anatolicas.
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ARRIBA: Perfil de Anibal Barca, de un skekel de plata, acuñado a fines del siglo III a.C.. En anteriores artículos vimos como este general cartaginés vió morir de niño en Helike (Elche de la Sierra) a su padre, en un ataque perpetrado por los íberos, usando "toros de fuego". Más tarde utilizaría la misma técnica para atacar a los romanos en Falerno, sirviéndose para ello de mercenarios iberos que servían en sus ejércitos.
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ABAJO: Moneda de dos shekels de plata acuñada en el 230 a. C., en la que se observan los elefantes del ejército cartaginés montados por su guía y en lucha (acuñación de Amilkar). El uso fenicio de estas cabalgaduras gigantes para la guerra, llega tras el establecimiento de los púnicos en la colonia del Norte de África llamada Cartago, donde se añadieron a las fuerzas militares los paquidermos. Elefantes que debieron ser usados como arietes, como método de carga y transporte; o finalmente, en caso de necesitarlo, como arma militar (lanzándolos contra el enemigo). Ya que el ataque de este animal de enormes proporciones es terrible, al igual que su fuerza y empuje. De ello hemos de considerar que los ejércitos cartagineses hubieron de tener una sección de domadores y adiestradores de Elefantes, debido a que la monta y dominio de este animal es francamente difícil y requiere de un gran trabajo (máxime en batalla).
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Por cuanto creemos debe deducirse que algunos de los regimientos más importantes eran de elefantes, guiados y dirigidos por expertos en tratar con los paquidermos. De lo que ha de suponerse que los buenos domadores serían tan valorados como hoy pueden estarlo los mejores pilotos en aviones de guerra. Parangón que ponemos como ejemplo, con el fin de comparar las técnicas bélicas de antaño y las de hoy. Todo lo que nos puede enseñar qué significaba en la antigüedad el uso de animales en la guerra y cuanto podía ser valorado un buen domador de caballos, toros o elefantes. Quienes podían idear nuevas técnicas, argucias o innovaciones militares; algunas de ellas narradas en las guerras púnicas, donde nos cuentan aquellos movimientos de "compañías de elefantes" (que llevaban Amílkar, Asdrúbal o Aníbal). Generales que curiosamente también se vieron atacados por las manadas de "toros de fuego", organizadas por los iberos.
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B) EL GUARDIÁN DEL GANADO Y SU PROTECCIÓN A LAS CIUDADES -Las fiestas de toros, desde la antigüedad hasta los actuales encierros y su recuerdo en Tammuz y Heracles:
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Tras haber expuesto nuestra teoría sobre el posible origen de aquellas fiestas populares hispanas (tan extrañas como peligrosas y cruentas), pasamos a intentar comprender el significado religioso más antiguo y sus ancestros más primitivos. Lo que creemos se encuentra en los mitos de los divos que cuidaban el ganado, tanto como en las leyendas de los toros que "vigilaban" una zona -sirviendo a un rey como arma o montruo terrible-. Algo sobre lo que ya tratábamos en la anterior entrada donde habíamos visto la figura de un dios que guardaba las reses, que fue venerado desde los tiempos más remotos en Mesopotamia.
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Deidad que tomó diferentes nombres desde su aparición a comienzos del III milenio a.C., aunque su iconografía apenas cambió en los casi dos o tres mil años en que se le reconoció veneración. De tal manera narrábamos cómo hacia el 2500 a.C. proliferaron entre el Tígris y el Eúfrates sellos cilíndricos con escenas de ese protector del ganado. Donde aparecía un guardián de las vacas que no se limitaba solo a ser el "guia de los animales", sino un dios llamado el Tammuz, que ya a mitad de ese III milenio era la divinidad de los pastores y el amante de Inaana (divos ambos de la fertilidad) (13). Posteriormente humanizaron la figura de este Tammuz, representándole eguido (caminando sobre sus patas traseras), dándole por entonces el nombre de Kussariku entre los acadios. Divinidad que desde la III dinastía de Ur (2050-1950) fue un ejemplo a seguir por por reyes, tanto que estos se coronaron con tiaras cornudas a imagen y semejanza de Tammuz-Kussariku; lo que exportaron al mundo hitita y elamita, donde las mitras reales pasan a tener astas prominentes (14).
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Ya en el periodo Kassita, se hizo de este un "demonio protector", llamado Enkidu y que consideraban el hombre más fuerte del mundo, nacido salvaje pero que termían como fiel ayudante del rey (manera en que lo describe el Poema De Gilgamesh ). Siendo esta figura la que los asirios transformaron en la imagen del hombre toro con alas, que vemos en sus esculturas monumentales; bóvidos espectaculares y alados que adosaron comunmente en las puertas de sus palacios (por considerárse espíritus protectores que alejaban el mal del lugar). Una iconografía del Enkidu, que fue llamada Lamasu, a la que se añadieron en época aqueménide nuevos rasgos -como el de la forma de ave o las escamas de pez-. Tratándose los Lamasu del mensajero de los dioses ("ángeles", cuya función era similar a una Hermes) (15). Por su parte, este "hombre toro" se exportó a Egeo apareciendo durante la Edad de Bronce en Creta o Chipre -como hemos repetido numerosas veces-. Cultura chipro-minoica donde existen varios mitos y leyendas en las que esas islas eran guardadas, vigiladas o salvadas por un ser similar a este dios del ganado mesopotámico o hitita (toro androcéfalo, hombre toro, etc). Entre los que ya dijimos destacó Talos (el soldado de bronce y con cuernos) que cercaba Creta sin dejar entrar extraños; o bien el El Minotauro (mitad humano y medio bovino), en el que residía el poder del rey cretense. De manera igual, en Chipre se encontraron multiples estatuillas de estas deidades identificadas con toros o con cuernos y que sin duda se trata de divos protectores del metal, o de patrones de las armas, de la fundición, del lingote y de la fertilidad (16).
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Por lo demás, muy importante es el hecho de que aquellos toros alados aqueménides, procedan del culto del anterior dios Tammuz, que en época de Gilgamesh se llamó Enkidu. Deidad nacida en el campo y criado como un ser asilvestrado, que vivia de forma semi-salvaje entre los montes, alimentándose de cuanto cazaba, sin conocer ni el vestido ni la agricultura. Pero que un día fue tomado por una "meretriz" que los enamora y lleva hasta la ciudad, con el fin de civilizarlo para que su fuerza tremenda fuera útil al rey Gilgamesh. Monarca que en un principio lucha contra aquel Enkidu, pero que al conocer su fortaleza y su nobleza decide aliarse y convertirse en el mejor amigo del salvaje, al que se proponen aculturar (para convertirlo el más fiel soldado y amigo del reino). Tras ello, unidos ambos (el rey Gilgamesh y su gigante servidor) llegan a realizar la proeza de matar al monstruo que generaba las tormentas y los caos: El toro del cielo. Una bestia con forma de enorme uro, que atormentaba al pueblo y a las gentes del reino de Gilgamesh; monarca que con la ayuda de Enkidu (que sujeta al bóvido) logra asestarle un puntillazo en el cuello y acabar con la fiera infernal que dominaba el cielo.
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La cosmogonía y leyenda de Giglamesh que antes hemos presentado explica la importancia de este Enkidu; un ser medio humano, mitad toro que le ayuda contra el uro y que se representaba como un hombre desnudo, con una gran faja cinturón, tan solo armado de látigo. Iconografía que se transforma hasta llegar a ser un buey alado, en el que se figuraba el gran bóvido del cielo que Gilgamesh y Enkidu consiguen matar (por ser esta proeza con la que salvan al reino mesopotámico de la tormenta y del dolor). Todo lo que logra el rey, gracias a la fuerza de este domador -o cazador de uros-, que nacido salvaje es culturizado por las gentes de Gilgamesh (hasta que se convierte en su fiel aliado). Un hombre silvestre que sin duda representa o idealiza al cazador de bóvidos fieros en la antigüedad, pero sobre todo a quienes se enfrenaban y dominaban a los astados fieros en el campo. Gentes que como hemos visto, debieron ser utilísimas en aquel tiempo. No solo por saber erradicar, enfrentarse o cazar estos uros tremendamente peligrosos, que por entonces poblaban montes y praderas. Sinó también para poder moverlos, encerrarlos o servirse de ellos, con el fin de usarlos contra el enemigo, como ganado bravo (y como protector de otros bovinos, en caso de aparición de leones).
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ARRIBA: Dibujado por mí, el dios del ganado como señor de las bestias (en una figura semejante a Enkidu). El modelo parte de un bajorrelieve que procede de Ur, y se halla en el Museo Británico. En este vemos al guardián de los toros tomando a dos de ellos por las barbas y dominándoles. Siendo este salvador del ganado o pastor guardián, el origen de lo que más tarde se convierte en el Mediterráneo en el "señor de las bestias", que finalmente se sincretiza con las diosas de la fertilidad. Naciendo de aquellas, las llamadas "Potnias Theron" o "diosas de los animales", que igualmente sujetan dos bestias entre sus manos. Imágen que se relaciona con la diosa del Bronce llamado Carriazo, del periodo orientalizante tartessio. Divas que -como la del Bajo Guadalquivir que hemos mencionado-, terminarán siendo asimiladas entre los fenicios con las Astarté, mientras para los griegos se sincretizaron en las Artemisas (y sus divas cercanas y semejantes como: Hécate, Cibeles, Diktina, Britomartis etc).
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ABAJO: Trazado que hemos realizado con ordenador y coloreado, -sirviéndonos de una plantilla- que guardaba la imagen del mismo dios del ganado, según un modelo del Museo nacional de Irak en Bagdad-. En este podemos ver cómo varios felinos atacan un rebaño (de cabras) y el pastor guardián sagrado, acomete a cuchillo contra los leones que están hiriendo a las reses. La figura se corresponde con otra de las atribuciones de aquel divo que en origen fue llamado Tammuz y que tomando varios apelativos termina siendo Enkidu (el ayudante de Gilgamesh para matar al monstruo infernal que dominaba el cielo).
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Como podemos ver en la imagen, aquí el salvador del ganado va igualmente semidesnudo, aunque en este caso se arma de un cuchillo. Pese a ello, en su iconografía es más común verle con un enorme cinturón hecho por cuerdas, que le fajan; tanto como con un látigo en la mano. Atributos estos últimos claramente del mayoral y del que corre o domina toros; para lo que es necesario ir fuertemente fajado (por los golpes que se reciben en el abdomen) tanto como valerse de instrumentos como el látigo, con los que se pueden evitar los derrotes y las cornadas (tal como ocurre con la muleta, el capote y otras argucias para hacer los quites).

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Como ya dije, este dios que aparece matando leones que atacan reses, es en principio la deificación de los valientes pastores que cuidaban del ganado. Pero también la de los toros bravos, que en mi teoría se tendrían conviviendo entre los mansos en Mesopotamia y Asia Menor, por la existencia de leones en esta zona. Un hecho que de seguro obligaba a que se tuvieran el las manadas algunos bravos; con el fin de que esos se enfrentasen a cornadas si se acercaban felinos al ganado. Pues bien es sabido que en la lucha entre leones y bóvidos fieros, son los primeros los que pierden con seguridad, bastando que dos o tres toros hagan frente a un grupo de felinos, para que estos huyan tras haber recibido varias cornadas. Por todo cuanto creo y pienso que el toro bravo pudo ser deificado como el propio guardián de la manada; lo que hace entender que el dios Enkidu, o su antecesor Tammud, fueran representados como bueyes con caras barbadas, o como hombres con cabeza de bóvidos (al igual que astados alados, con tez humana).
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En siguientes entradas continuaremos hablando del significado de esta figura mitad toro y medio hombre, que nace en Mesopotamia y que se extendió por todo el Mediterráneo. Pero en el artículo de hoy, que vamos concluyendo, queremos recordar la cercanía en significado y simbolismo de este dios del ganado con muchos de los ritos y esculturas antiguas de nuestra Península (tanto como con algunas de las costumbres y fiestas que se han conservado hasta hoy). Ello porque de algún modo este dios salvador del ganado es de una forma de Heracles, mezclado con Hermes. Mercurio-Hércules que se entiende perfectamente al comprender que muchas de las labores que encargan al héroe tebano, se relacionan con cazar o dar muerte a toros, leones y otros monstruos, y que también tienen un sentido monetario. Todo lo que conlleva a ver que Heracles, tras cumplir con algunos de sus trabajos, obtiene una recompensa "económica" -como la de Mercurio, también ladrón de reses-. Tanto que ambos cumplen trabajos que velan por la seguridad y el bien del ganado (cuidando de la pecunia; las riquezas). Ya que sus misiones consistían igualmente en aquello que hacen Gilgameh y Enkidu: Conservar los "pecus" y vencer a enemigos o quimeras que asolaban el mundo y a los pastores. Lo que en el caso de Heracles se convierte en bóvidos salvajes o felinos terribles (como el de Nemea, el Toro de Creta, la Hidra de Lerna, o el Cerbero que vence en el reino de Tartessos).
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Aunque, como decimos, tras luchar y acabar con esos terribles animales, los mitos hercúleos también dan a entender que en ello hay una recompensa mercantil (como es el caso de las manzanas de oro o los bueyes de Gerión). Lo que acerca a Heracles en cierto modo a un Hermes; deidad del comercio, y por ello también del metal y de cuanto se halla en la minería o bajo tierra (en los infiernos). Todo lo que hizo de Hermes un dios Ctónico (o del inframundo), que se liga o identifica con Hércules en los últimos episodios del tebano. Trabajos donde vemos al héroe griego venir al lejano Occidente (al Hades) para robar las manzanas de Oro de las Hespérides; para hurtar los Bueyes de Geriones el rey de Tartessos y para acabar con Cerbero, el guardián del infierno. Hechos estos que claramentre le convierten no ya en un héroe, sinó en un semidiós con caracteres telúricos (como los de Artemisa o de Cibeles). Puesto que Heracles hubo de ir a los infiernos, para alcanzar riquezas; llegando así hasta donde acababa el Mundo conocido (al Atlántico y los confines planetarios; en la tierra de Tartessos; último lugar habitado, por donde se entraba al inframundo).
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De tal modo, podremos entender a Hércules en este caso como un divo ctónico relacionado con la bajada al Hades y por ello con la minería. Hecho este que le confiere de seguro "el derecho a robar" el ganado de Gerión. Bueyes que como venimos manteniendo no son solo toros, sino que simbolizan las cabezas de ganado, lo que por entonces se denominaba la pecunia (los bienes). Algo que realmente significaba el lingote de metal; talento  al que antes de aparecer la moneda, se le daba la forma de piel de toro (igual al de los pectorales del tesoro de El Cabambolo -pues como sobradamente hemos repetido, el pellejo de las reses era una moneda antiquísima, con la que se comerciaba-. Formas precarias de dinero, que tras el siglo VII a.C. y con la aparición de la acuñación, fue ponderado en pequeñas piezas de bronce, plata y oro llamadas moneda. Pero que antes se medía en esos bueyes hechos en lingote, o con pieles -y cabezas de ganado-; como los de Gerión, que Heracles logra robar en el Bajo Guadalquivir. Siendo así que el héroe tebano tiene como sus más directos antecesores además de Hermes; figuras como el mencionado Enkidu (que mataba el toro del cielo) o el dios Tammuz (el guardián del ganado mesopotámico, deificado desde el III milenio a.C.).
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De este modo es perfectamente comprensible qué estos Trabajos de Hércules se relacionen tanto con las representaciones y leyendas de los divos del toro de Mesopotamia (y los del mundo elamita o del Hitita). Dioses ganaderos que como hemos dicho fue llamado primero Tammuz hacia el 2500 a.C. y que más tarde le dieron el nombre de Kussariku (los acadios) o Gud-Alim (los sumerios); para pasar a denominarse entre los kassitas Enkidu y finalmente ser Lamasu, por los aqueménides (que le dieron forma de toro alado con cabeza de hombre). De tal modo no nos puede caber la menor duda de que Heracles tiene entre sus orígenes aquellos hombres deificados en la Edad del bronce, en los que se inspiraron para crear esos dioses del ganado. Hombres que se idealizaban como héroes por saber luchar contra fieras. Soldados o jovenes que con su valor y fuerza, se enfrentaban al totem de la muerte, para defender al pueblo de los montruos y de animales terribles (tanto como al ganado de los depredadores). Personas que serían guerreros o simples pastores ("domadores de toros"), tanto como nobles cazadores de uros y leones. A quienes las gentes admirarían e idolatraban en una época en la que apenas había ciudades y en que las fieras no temían todavía al hombre; entrando así en los lugares habitados y causando terribles estragos entre la población y en el ganado.
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De todo ello comprendemos las representaciones de estas deidades mesopotámicas, cuya iconografía es semi-desnuda. Héroes que como el salvaje Enkidu, va fajado o que en tienen fuertes muñequeras imprescindibles para enfrentarse al astado (como las de Heracles). Siendo en ellos común la carencia practicamente de armas (al margen del látigo, de un pequeño puñal, o de la clava de Hércules). Todo lo que idealizaba los cazadores de bestias salvajes, proeza o "deporte cinegético" que se realizaba primero a campo abierto; pero que la Edad del Bronce se convirtió en un espectáculo. Escena de caza que de seguro pasó a representarse en cosos y teatros de palacios, o de la gradas de templos; en los que se les daría ya un valor religioso al enfrentamiento entre el hombre y la bestia. Todo ello, unido al cambio de religiones y cultos que se produce en Oriente Medio durante este II milenio a.C. -por los que se sustituye el ser humano a sacrificar, con un animal que se inmola en sustitución del hombre-. Llevaría a crear rituales en los que un héroe se ofrecería a luchar, rescatando al pobre infortunado, que por sorteo o impositivamente, se ofrecía como alimento y sacrificio al daimón (al totem de la guerra). Monstruo divino simbolizado en una fiera o en una gran sierpe (oso, toro, león o culebra terrible), al que se llevaba el infortunado. Siendo mi opinión que estos mesiánicos luchadores que salvaban a los inmolados de su triste destino, el origen de leyendas y mitos como el de Heracles o el de su su antecesor más directo, Teseo. Héroes que se enfrentaban al demonio y que finalmente lograban matar al León de Nemea, al Toro de Creta o al Can Cerbero.
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Los mitos y ritos que antes hemos expuesto, los podremos analizar en siguientes entradas más profundamente y relacionándolos de manera más directa con las costumbres que estudiamos. Pese a ello, parece indiscutible que ya estamos preparados para entender el valor que en la más remota antigüedad de Iberia pudieron tener los mayorales o los venadores (gentes doctas en el manejo del ganado y con capacidad de "toreo" -venatio- para enfrentarse y dirigir bien los astados). Utilidad que para nada se limitaba al simple espectáculo que daban aquellos que luchaban contra los astados en circos como el de Tiermes; ni tampoco el común uso pecuario de los conocimientos del ganadero de reses bravas. Sino que a aquellos hombres capaces de dirigir o acabar con toros fieros, hemos de considerarlos como aquellos otros que domaban y montaban elefantes. Por todo lo que serían vistos en la Antigüedad más bien como verdaderos héroes militares. Pudiendo servir esos "mayorales y toreros" antiguos en los ejércitos como comandantes de compañías, valiéndose de toros y de otros animales fieros, para atacar al enemigo. Todo lo que nos hace ya comprender la importancia de estos festejos españoles, que se han conservado hasta hoy -tan imprescindibles en los días del patrón de la ciudad (o del pueblo)-. Un patrocinio y protección que sin lugar a dudas se relacionaba con la guarda del ganado y la defensa del lugar (simbolizada en estos toros y toreros de hoy, que como un Hércules de antaño, se enfrentan al daimón para liberar al pueblo de su miedo y su destino).
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ARRIBA: Mosaico romano de Liria (fechado en el siglo II d.C. y propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). En este podemos ver algunos de los doce trabajos de Heracles, observándose en primer término la caza del León de Nemea, de la Hidra de Lerna y del toro de Creta. Labores que se relacionan completamente con las que atribuían miles de años antes de la existencia de Grecia, a los cuidadores del ganado en Mesopotamia, o entre los hititas (Tammuz, Enkidu, etc). Por su parte, como sabemos, los episodios últimos de Hércules se realizan en tierras del Atlántico (en Tartessos), enfrentándose allí al monstruo del infierno (Cancerbero) y robando los toros, o las manzanas sagradas de oro. Como ya hemos expuesto infinidad de veces, esos bueyes de Gerión sin lugar a dudas simbolizaban los lingotes de metal (la pecunia representada en lo pecuario). Pero a su vez también hubieron de contener un sentido relacionado con el valor del toro en tierras ibéricas; totem que se sabe era usado para venaciones y para luchar. Por lo que aquellos bueyes tartessios, también pueden esconder una simbología relacionada con el sistema de defensa y las formas de entrenarse de los guerreros de la antigua Iberia: Con toros bravos y celebraciones sagradas (quizás muy semejantes al de San Juan en Coria).
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ABAJO: De nuevo, traemos a imágen esta interesantísima escultura del dios lingote de Enkomi (Chipre) fechado hacia el 1450 a.C. -tal como lo expone en reproducción del Museo A. de Sevilla, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Hallado en las proximidades de forjas y fundiciones, se considera una deidad del metal. El divo, que representa un guerrero con cuernas (como Enkidu) se eleva sobre un lingote egeo de cobre de la época; que como sabemos tenían la forma de la piel de toro y que es la del pectoral tartessio del carambolo. A nuestro juicio, esta iconografía chipriota se relaciona plenamente con figuras como las de posteriores héroes micénios y griegos: Teseo, Perseo y Heracles. Pero sobre todo, en mi entrender ese divo de Enkomi tiene sus orígenes en el cuidador del rebaño y de la pecunia de Mesopotamia (Enkidu, que tanto se parece en su nombre al yacimiento chipriota de Enkomi). Su calidad de divinidad ctónica está admitida y documentada por cuanto fue hallado junto a fundiciones, a la vez que lleva un lingote bajo sus pies (todo lo que le convierte en un dios de la minería, la guerra, la riqueza y el metal). Pero a su vez, su postura y su tiara coronada con astas (en la forma de los reyes hititas), obliga a relacionarlo con una deidad del toro. Algo documentado, pues igualmente en el yacimiento donde se encontró, se hallaron múltiples bucráneos y cuernos de reses (en forma común a la de los santuarios de su tiempo). Lo que obliga a pensar que era un divo de la guerra, del metal, del poder y del dinero; deificado en el toro salvaje o bien en los héroes que se enfrentaban y manejaban estos toros bravos (como actualmente se sigue haciendo en España).

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CITAS:

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(1):
Citando a Guillén, J. (1978, pag.360 de VRBS ROMA). Fdez. Truhán en página 6 de ORÍGENES DE LA TAUROMAQUIA Juan Carlos Fernández Truhán // Universidad Pablo de Olavide

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(2): REVISTA FOLKLORE, Fundación Joaquín Díaz
Año: 1984 - Tomo: 04a - Revista número: 37; EL TORO DE SAN JUAN EN CORIA (Cáceres) Félix Barroso Gutiérrez.
http://www.funjdiaz.net/folklore/07ficha.cfm?id=328
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(3): No referimos de nuevo al trabajo antes citado: REVISTA FOLKLORE, Fundación Joaquín Díaz
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Año: 1984 - Tomo: 04a - Revista número: 37; EL TORO DE SAN JUAN EN CORIA (Cáceres) de Félix Barroso Gutiérrez. En este, expone el autor otras tesis acerca del orígen del toro de Coria, que recogemos aunque algunas de ellas tienen una datación muy posterior a los textos históricos que mencionan la existencia de estas fiestas de ganado en la ciudad de Cáceres, y que se remontan al siglo XII. Siendo las primeras referencias, las que hablan de privilegios y fiestas celebradas por el rey Alfonso VII de Castilla en Coria, algo que de ese modo recoge Barroso: "Otras versiones sientan el origen del toro coriano en cierto privilegio concedido por Alfonso VII, El Emperador, a los arrojados habitantes de Coria, que fueron capaces,de bajarle los humos al moro en una batalla acaecida en los llanos de Algodor, a unos cinco kilómetros de la ciudad".

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Por su parte otro de los pocos que han estudiado esta fiesta (desde el punto de vista etnográfico) ha sido Carlos Montecino, cuyo artículo se basa en el aterior trabajo de Barroso y que podemos ver el la Web oficial de Coria: http://www.sanjuanescoria.com/2006/SJ06his.htm#histCM . En ella, el refertido autor se expresa del siguiente modo: "El origen de las fiestas de San Juan, esta en los vettones, de un claro carácter ganadero, que rendía culto al toro como animal sagrado. Desde el siglo VIII a. C., "Cauria" fue la capital del territorio vetón, y en su casco amurallado debían de realizarse ritos de tipo religioso, muchos de ellos relacionados con el toro y el fuego, que además coincidirían en cuanto a fechas con fenómenos estacionales como el solsticio de verano, hacia el veintitantos de Junio". Aunque no podemos estar plenamente de acuerdo con la capitalidad de los vettones que Montecino sitúa en Coria (población que algunos autores consideran de la Lusitania), no cabe la menor duda de que los ritos del toro de Coria pueden estar muy relacionados con ceremonias celtibéricas del Solsiticio de Verano.
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Acerca del cómo comenzaron las fiestas, Carlos Montecino expone dos teorías:. .
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1ª- "Un rito que se remonta a los siglos XV/XVI, y que se fundamentaba en el sacrificio de un joven mozo del pueblo, elegido por sorteo. Este era soltado por las calles del recinto, armado con dos puñales o lanzas, defendiéndose de la gente, que incluso le tiraba soplillos, hasta que al final consumaban el ritual dando muerte al joven. Un cierto año, el sorteo deparó que debía ser el hijo de una viuda rica, incluso se especula con que pudiera ser el hijo de la Duquesa de Alba (ya en el S. XVII). Para evitar la muerte de su hijo, propuso soltar un "cuadrúpedo astado", que embistiera, que diese miedo a estos mozos sanguinarios y se aceptó, soltándose un toro, que podría haber dado lugar al actual toro de San Juan. No obstante esta es la leyenda, que menos adeptos tiene por ser considerada demasiado bárbara y sanguinaria".

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2ª- "La batalla, del "Algodor", entre Coria y Casillas, entre las tropas de Isabel La Católica y Juana la Beltraneja, por la corona de Castilla; entonces Coria se había puesto de parte de Isabel La Católica, y que en honor a aquella batalla, que ganaron las tropas de Isabel...y que bueno...creo que si aquello fue cierto, se fuera a lancear un toro, como solían hacer los nobles, y este se debió de escapar, y el pueblo salió corriendo detrás del toro, y en ese momento estarían las puertas de las murallas cerradas, como consecuencia de que había habido una batalla...y al pueblo le gustó tanto" que crearon esas fiestas desde entonces.
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(4): Sobre las etimologías de Coria puede consultarse:

http://www.celtiberia.net/verrespuesta.asp?idp=2600&cadena=cauro
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(5):

Sobre el rescate nos habla La bliblia en: El Éxodo (El dinero del rescate) 2:30:11 - 2:30:21 y en Números (Rescate de los primogénitos) 4:3:40 - 4:3:51. Al igual que en Números(Ley sobre los testigos y sobre el rescate) 4:35:29 - 4:35:34. A continuación recogemos algunos versículos para comprender su valor y significado: Éxodo (13:1 y 2) "Habló YaHaVeH a Moisés, diciendo: Conságrame todo primogénito: Todo el que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es". /// Éxodo (13:12 al 18): "Harás que todo lo que abra la matriz sea dedicado a YHWH, y de todo primerizo de la cría de tus animales, los machos serán para YaHaWeH,excepto todo primerizo de asno, el cual sustituirás con un cordero, y si no lo sustituyes, lo desnucarás. También redimirás a todo primogénito de varón entre tus hijos, pues sucederá que cuando mañana tu hijo te pregunte, diciendo: ¿Qué es esto? le responderás: Mediante mano fuerte YaHaWeH nos sacó de Egipto, de casa de esclavos, y sucedió que obstinándose Faraón en no dejarnos partir, YaHWeH mató a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito del hombre hasta el primogénito del animal. Por eso yo sacrifico en honor de YaHaWeH todos los machos que abren la matriz y así redimo todo primogénito de mis hijos. Todo lo que abra matriz de toda carne que presenten a YHWH, tanto de hombres como de animales, será tuyo. Sin embargo, redimirás sin falta el primogénito del hombre, y también redimirás el primerizo del animal impuro. De un mes efectuarás su rescate, según tu valoración, por precio de cinco shekel de plata, conforme al shekel del Santuario, que es de veinte geras".
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(6): Idem cita (2).

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(7): La mencionada obra de J. Casillas Antúnez, puede consultarse en la red en:
http://ab.dip-caceres.org/export/sites/default/comun/galerias/galeriaDescargas/caceres/cultura/revistas-alcantara/revista-alcantara-n-68/68_02.pdf
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(8): Op. cit. (7) pag 22.

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(9): Op. cit. (7) pag 23.

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(10): Op. cit. (7) pag 23 citando a: Julio Caro Baroja, Los pueblos de España, Ed. Istmo, Madrid, 1981, pp. 309-310.-
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(11): Op. cit. (7)(pag 24)
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(12): Op. cit. (7) (pag 27)
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(13):
EL TORO EN EL MEDITERRÁNEO; Cristina Delgado Linacero; Madrid 1996, Univ. Autónoma (pág. 185 ).
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(14):
EL TORO EN EL MEDITERRÁNEO; Cristina Delgado Linacero; Madrid 1996, Univ. Autónoma (pag186).
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(15):
EL TORO EN EL MEDITERRÁNEO; Cristina Delgado Linacero; Madrid 1996, Univ. Autónoma (pag 187).
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(16):
EL TORO EN EL MEDITERRÁNEO; Cristina Delgado Linacero; Madrid 1996, Univ. Autónoma (pags 187 y 188).

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