miércoles, 27 de julio de 2011

LO INVISIBLE EN LA MITOLOGÍA: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo (Parte XXIII: Permanencia durante milenios de estilos y formas en las joyas, tanto como en los amuletos y creencias).

Nuevamente hoy trataremos de la pervivencia milenaria de los modelos en joyería, tanto como del interesante tema que subyace en ello: Su uso de talismán de aquellas en amuletos, símbolos y formas que han permanecido casi idénticas durante decenas de siglos. Nuevamente, la entrada va a ser fundamentalmente gráfica, dado que internet -con su posibilidad de divulgar imágenes-, ha facilitado tremendamente el estudio de la arqueología y fuentes comparadas. Basándonos para nuestro análisis -de nuevo- en la documentación del Museo Etnográfico de Castilla y León, al que agradecemos nos permita divulgar imágenes de sus piezas -Museo dirigido por Carlos Piñel, creado por su director, junto a Joaquín Diaz (cuya fundación interviene directamente en las colecciones y en el museo) y que contiene los importantes fondos donados por Luis Cortés-. Igualmente, centraremos nuestro estudio de arqueología comparada y costumbres populares que han permanecido durante milenios, en los trabajos y conversaciones tenidas con Joaquín Diaz (catedrático honorario de folklore), tanto como con Carlos Piñel -deseando que les agraden nuestras conclusiones-.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Botón masculino del siglo XIX, procedente de Salamanca y propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora). Su imagen -que agradecemos nos permitan divulgar-, se encuentra en el catálogo MUSEO ETNOGRÁFICO DE CASTILLA Y LEÓN (ed. 2004, página 163). Observemos el increible parecido que tiene esta pieza de hace unos ciento cincuenta años, con el botón etrusco -de más de dos mil quinientos de antigüedad-, que publicábamos al final de nuestra anterior entrada. Cierto es que los modelos en joyería pueden repetirse durante milenios, pero más cierto parece que para esta constante "imitación" se suceda, ha de haber un nexo cultural. Hablando con Carlos Piñel, siempre comenta que en su opinión el hecho que más le hace pensar en la existencia una unidad cultural entre Tartessos y Etruria, se encuentra en su joyería (muy semejante en algunos casos). Por lo demás, este botón del tramo final de La Ruta de la Plata, parece dar testimonio de que quizás ha permanecido vivo durante milenios ese intecambio cultural que pudo existir entre los etruscos y los tartessios.

Igualmente asombrará observar que los amuletos y talismanes han permanecido igualmente durante miles de años. Pero en este caso, lo verdaderamente increible es que muchos de ellos se utilizan para un mismo fin, entre los que destaca la "sanación o prevención" del Mal de Ojo. En nuestro trabajo referente al "aojo y la higa", publicado por la Fundación Joaquín Diaz (1), llegábamos a la conclusión sobre el origen de estos amuletos con forma de manos que servían para curar el funesto "aojamiento", que tenían como más antiguos referentes y principios en: La "Mano de Hathor" y el "Ojo de Horus" (egipcios). Talismanes, el primero en forma de palma con cinco dedos extendidos y el otro, de un ojo tatuado. Amuletos, que seguramente dieron origen a los diferentes dijes que para el mismo fin se crearon por los fenicios. Abalorios contra el Mal de Ojo que entre los púnicos se representaban en la forma de una cuenta de collar en pasta vitrea, con ojos pintados (fundamentalmente en azul, como si la pupila de ese color perteneciera a la de gentes enemigas). Pero también fabricaban los fenicios el Ojo de Horus (Utjad, típico ojo con cejas egipcio), donde se figuraba la ceguera del dios por obra del malvado Seth, quien dejaba tuerto al hijo de Osiris; narrando el mito los ciclos del cielo que cada 29 dias y medio quedaba con una "luz" vacía (en la Luna Nueva).

Como decíamos en nuestro trabajo, la relación de Hathor y su mano, como talismán para combatir el aojamiento en Egipto; nace -en nuestra opinión- de que este "mal" se relacionaba con las enfermedades venereas. Cuyo contagio, producía irreversiblemente la ceguera (entre otros males); siendo epidiemia o mal endémico en Egipto Antiguo la Chlamidya Trachomatis, bacteria que produce el tracoma. Esta útima enfermedad se contrae fundamentalmente por contagio venereo y con las condiciones de salubridad y falta de higiene en el Nilo (tanto como debido al Sol y arena del desierto), hacía que casi un tercio de la población terminara con las cuencas de los ojos "vacias" (afectadas de tracoma). De este modo, y siendo la diosa Hathor la deidad protectora y generadora del sexo (una compleja Venus egipciaca), parece normal que su mano fuera el talismán ideal para combatir el "mal de ojo" -Al igual que el Utjad (ojo del Horus, al que dejaba "el diablo" tuerto, pero que luego era curado)-. De estos y algunos similares talismanes nacieron seguro los que más tarde se siguieron utilizando por fenicios, griegos, romanos e iberos. Entre los que nos han llegado la "higa" o "figa"; que es un puño cerrado del que sale entre el dedo índice y el medio, el dedo gordo (semejando el sexo femenino). Tanto como en el mundo árabe existe otro protector semejante llamado "la Mano de Fátima" y que también tienen los hebreos con el nombre de Mano de Miriam; consistente en una palma abierta que por lo común puede llevar en su centro un ojo (un sello de Salomón, o una Media Luna).

JUNTO A ESTAS LINEAS: Escarabeos egipcios del siglo XXII a.C., que pertenecen al British Museum (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). En estos amuletos que comunmente se denominan escarabeos -por haber sido su representación más conocida la del escarabajo-, vemos claramente la Mano de Hathor, varias veces. Otros talismanes con forma de pierna, aves y partes del cuerpo humano (hígado, el Ojo de Horus etc) completan este collar; en el que también se encuentran repetidos dijes que parecen representaciones del sexo masculino esquematizadas. Aunque nos parezca extraño, estos amuletos vamos a verlos casi iguales durante miles de años, hasta llegar a nuestro tiempo; durante más de cuarenta siglos y guardando un significado y utilidad muy semejantes.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Como ejemplo de lo que decimos, recogemos esta imagen del libro de Carlos Piñel, "La Belleza que Protege" y que contiene los amuletos mas comunes usados en Castilla hasta el siglo XX (2). Observemos como entre estos talismanes hay formas completamente comunes a las que cuelgan del collar egipcio anterior (del siglo XXII a.C.): La Mano (figa), el Cuerno (fálico), la Concha (Venera) o el coral en forma de puño (mano de Hathor). Estos amuletos castellanos se utilizaban fundamentalmente para combatir el aojamiento, cuyos males se manifestaban en múltiples enfermedades, dolencias y horrores. Un daño que se transmitía por la mirada y que afectaba a todo ser vivo (desde la gallina, hasta el hombre más fuerte podía ser aojado). Los más débiles y envidiados, como niños, mujeres bellas, embarazadas y gentes de buen aspecto; eran blanco preferente de aquella observación envidiosa que transmitía el Mal de Ojo a la persona, para cuya curación (o protección) se colgaban estos cuernos, falos o higas.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Cinturón de niño contra el "mal de ojo". Como hemos dicho, a los más débiles era a quienes la mirada del "aojador" podía afectar de manera peor, contagiando su tétrico pensamiento a través de la pupila. De ello, que al menos desde los siglos XVI al XX, se protegiera a los pequeños con estos cinturones plenos de amuletos (costumbre testimoniada por los cuadros de niñitos portando estos amuletos). En el de la imagen, cinto pleno de dijes que es propiedad de El Museo Etnográfico de Castilla y León (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen) (3). En este ahuyentador del mal vemos solo dos "protectores" cristianos (una Virgen en escapulario y un angelito, que más parece un Cupido), y cuatro "amuletos" totalmente paganos: El trozo de coral, con forma de puño (Figa), El Ojo, un colgante en forma de "falo" y un cuernecito. Talismanes todos usados curiosamente por la brujería (tan perseguida por la Inquisición en Castilla), pero que con toda tranquilidad se ponían al niño en su infancia, para prevenirle de males.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Página 148 de nuestro estudio sobre la Higa (4), en el que recogemos los talismanes "higa" contra el aojo más antiguos que hemos podido hallar en la Península Ibérica. Figas y piernas en hueso, procedentes de tumbas del Tesoro de Villaricos (Málaga), fechadas entre los siglos VI al III a.C. . Con estos podemos constatar que la Higa o Figa, llegó al menos en aquellos siglos a nuestras tierras y de manos de los fenicios, al igual que las piernas y otros amuletos de tipo egipcio (como el ojo de Horus, que igualmente aparece frecuentemente en nuestras tierras desde la llegada de los púnicos a ellas).
Más curioso, es ver la aparición ya en la orfebrería ibérica de objetos votivos en forma de falos y medias lunas desde el siglo VII a.C.. Un ejemplo de ello es uno de los collares del Tesoro de la Aliseda (Cáceres); datado en esta época y que se halló en plena Ruta de la Plata. En este podemos observar las características "medias lunas con lengua (o semiesfera)" que lucirán hasta el dia de hoy las cacereñas en muchos de sus pendientes y sobre todo en sus collares. Formas de creciente con un círculo dentro que se viene usando en Cáceres como talismán, para niños y mujeres, desde tiempos inmemoriables (al menos desde el siglo VII a.C. tal como atestigua el collar que a continuación vemos.
JUNTO A ESTAS LINEAS: Uno de los collares del tesoro de La Aliseda (Cáceres) fechado en el siglo VII a.C. -Propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos deje divulgar su imagen-. Obsérvese sus amuletos en forma de "media luna con lengua" iguales a los que aún usan las cacereñas, tanto como otros "rulos" de clara forma fálica (que sin duda alguna se refieren también a talismanes contra el Mal de Ojo y nos recuerdan a los colgantes "mazas o porros" que aún lucen muchas mujeres de Salamanca o Zamora). Unos y otros son adornos que se han conservado casi exactos en su valor y utilización en la zona Norte de la Via de la Plata.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Joyas fenicias del siglo V a.C., pertenecientes al Museo de Cartago al que agradecemos nos permita divulgar su imagen. En la de arriba, observamos la "media luna con lengua", igual a las que aparecen en Iberia desde el siglo VII a.C. y que se han conservado hasta nuestros dias como amuleto. Abajo, un idolillo que denominan en forma de "botella", cuyo trabajo en granulado se asemeja mucho a los de la orfebrería ibérica.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Elementos decorativos de los Pendientes y colgantes de mujeres zamoranas y salmantinas, llamados Porros (5). En opinión de algunos son un símbolo fálico, aunque Carlos Piñel considera que este aspecto es pura imaginación y cree que solo tienen una función decorativa. Nos permitimos desentir en este punto con el director del Museo Etnográfico de Castilla y León, considerando que en nuestra opinión son claramente "falos", muy relacionados con los adornos fenicios, ibéricos y romanos que las mujeres, hombres y niños lucían, para protegerse del "mal de ojo". Observemos que en su final, tienen estos "porros" una terminación que claramente alude a un glande; algo que como se sabe es el símbolo pagano del talismán contra la mala suerte y el aojamiento. En nuestro estudio sobre la Higa, explicábamos extensamente el "por qué" de este carácter mágico de las figuras en metales con forma de falo, del que sobresale el glande. Algo que en época romana fué tan común, que prácticamente ningún ciudadano o casa carecía de un talismán con aspecto de falo, para evitar el Fascinus (aojamiento).

JUNTO A ESTAS LINEAS: Las famosas lúnulas o crecientes que se usaron como amuletos hasta nuestros días en areas cercanas a la Via de la Plata. En la imagen, podemos ver algunas de los siglos XVIII al XX, propiedad del Museo Etnográfico de Zamora (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen) (6). Es muy curioso que algunas sean exactas a las fenicias e ibéricas, con una lengua o semicírculo en su centro, que seguro nos habla de la Luna y sus Cuartos. Pero también nos recuerdan a los falos romanos, que eran exactamente iguales: Teniendo una Higa (puño) en un lado, en el contrario un pene con el glade saliendo, formando ambas figuras una "c" a modo de luna. Bajo ellas, en el centro de la "C", ponían regularmente los testículos, justo en el mismo lugar donde esta lúnula guarda su semicírculo. Por lo demás, otros amuletos con forma de Luna eran simples (tal como vemos, guardando la forma de el Creciente) y algunos llevan hasta la cara del satélite, en una manera muy similar a como lo representaban los romanos (con boca nariz y ojos).

JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar del siglo XVII-XVIII, formado por corales de varias vueltas y con un dije central a modo de amuleto, similar a un cuernecito. Sin duda alguna estos collares tenían un valor de protección entre los habitantes de el area norte de La Via de La Plata, tanto que Carlos Piñel y Joaquín Díaz narran como hasta no hace mucho, casi todas las mujeres del campo en la zona de la Sierra de Gata hasta Astorga, a diario lucían estas piezas. Pudiéndose ver solo cincuenta años atrás, ancianas cargando cántaros en la cabeza, o subidas a un borriquillo, que llevaban collares de este tipo (algunos de ellos, piezas de gran valor y antigüedad). El que presentamos es igualmente propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen (7). Muy interesante es el cuernecillo central, que se trata de un amuleto clásico contra el aojo; relacionado con la "bulla" y el símbolo de masculinidad: El cuerno-falo.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar con corales, esferas y maza central. Llama la atención el parecido de estos dijes con los fenicios, así como la aparición de una figura con forma fálica en su colgante central. Igualmente, las esferas en metal, que adornan el collar, son muy similares a los abalorios con ojos que eran comunes entre los púnicos (como veremos). Se trata de otra pieza propiedad del Museo Etnográfico publicada por Piñel en su libro sobre orfebrería y talismanes (a los que agradecemos nos dejen divulgar su imagen) (8).

JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar de la zona de Aliste, en el cual vemos dos símbolos cristianos (la virgencita, posiblemente de El Rocío, y un Cristo). El resto (a excepción de un portafotos) son abalorios y cuentas que nos recuerdan sobremanera a los fenicios. Teniendo pintados los típicos "ojos" azules de los dijes hechos en pasta vitrea por los púnicos. El collar es propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León al que agradecemos nos permita divulgar su imagen (9)

JUNTO A ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Collares de cuentas hechos en pasta vitrea fenicios (hacia el siglo V a.C.). Observemos en ellos los característicos ojos (comunmente azules), que servían para proteger al que lo portaba contra el aojamiento. Un uso que igualmente se da en nuestros días; así aún hoy podemos comprar en las zonas del Egeo y Costa de Asia Menor, estos collares o pulseras con iguales cuentas, para evitar el Mal de Ojo. Observemos el parecido con muchos de los dijes que tienen los collares y adornos de la Ruta de la Plata (usados durante siglos también como talismanes).


JUNTO A ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Collares de cuentas en corales procedentes del Norte de la Ruta de la Plata (siglos XVIII-XIX). Ambos son propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León al que agradecemos nos permita divulgar sus imágenes. El primero, a nuestro lado, (10) consta de varias vueltas simples en coral y es casi igual que los más sencillos collares del antiguo Egipto; pareciéndose realmente a los más simples "Usej" (en las primeras dinastias, hacia el 2700 a.C.). El segundo (11) contiene dos amuletos diferentes: Las características bolas, que en este caso es metálica y parece que tiene los "ojos fenicios" y en su final una curiosa higa hecha con un trozo de coral, que recuerda claramente al puño cerrado.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar ancho (Usej) hallado en la momia de Neferuptah (Longitud 36,5 ctms.; encontrado en la pirámide de ella, perteneciente a la XII dinastía; hacia el 1800 a.C.). Los pectorales y collares que llevaban la gran mayoría de las egipcias, nos recuerdan sobremanera a estos que en la zona Norte de la Ruta de la Plata lucían hasta no hace mucho una gran parte de sus mujeres. Quizás analizando el valor y significado que estos adornos tenían en las actuales provincias de Cáceres, Salamanca o Zamora, podemos comprender algo más sobre el significado de el Usej y la Menat egipcios. Collares y pectorales que guardaban propiedades mágicas y religiosas de gran simbolismo (relacionadas con la diosa Hathor, protectora del "mal de ojo").

JUNTO A ESTAS LINEAS: Finalmente recogemos un curioso collar también de tierra de Aliste y datado en el siglo XIX, igualmente propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora) (12). En este vemos entre las cuentas de pasta vitrea (algunas de las que parecen ojos), dos "protectores": Uno pagano, como es la "avellana de azogue", al lado del símbolo cristiano (El Crucifijo). La "avellana de azogue", como se llama a esta càpsula que contiene teóricamente mercurio, se relacionba con la curación de enfermedades, pero igualmente procede su culto del Mal de Ojo. Ello debido a que para combatir el aojamiento desde tiempos romanos se realizaban "experimentos" o rituales en aguas, para leer las burbujas. Entre ellos el de hundir en el líquido un cuernecito amuleto y contar las burbujas que junto a este se adherían. De ese "ritual" procede la "bulla" contra el mal de ojo y toda "bulla" que como cápsula "medicinal " o mágica simboliza la curación o el perdón. Puesto que en ciertas "ceremonias de curación" del aojamiento, se hundía algún amuleto en agua, que al ser tomado por burbujas adheridas durante unas horas y reflotado a la superficie, hacía considerar que se había curado el Mal. De estas "bullas" (burbujas) y su sentido sanador, parece ser que nace hasta la palabra que toman posteriormente los romanos para indicar la concesión del perdón de los pecados (la Bula).
CITAS:
(1) EL CUERPO EN LA TRADICIÓN Fundación Joaquín Díaz, Valladolid 2007: HIGA, HIGO, HÍGADO Y AOJO (MAGIA RELIGIÓN Y MEDICINA). Pags. de la 42 a la 149.

(2) LA BELLEZA QUE PROTEGE; Carlos Piñel. Zamora 1998
(3) Cinturón amuleto contra el aojo, del siglo XVIII-XIX. La foto está tomada del libro sobre la exposición del Museo Etnográfico de Castilla y León: ENSERES (página 166). Exposición comisariada por Carlos Piñel y Joaquin Díaz, realizada en los años 2002-2003; de cuyo catálogo editado por el Museo en igual fecha hemos tomado la imagen.
(4) Op. Cit.(1), página 148. En la parte inferior higas y pies en amuletos fenicios fechados del siglo IV al III a.C.
(5) Pendientes o colgantes procedentes de Aliste; llamados Porros. Se trata de la figura N. 64 del libro de arlos Piñel citado (2): La Belleza que Protege.
(6) Foto tomada del Linro ENSERES. Exposición del Museo Etnográfico de Castilla y León comisariada por Carlos Piñel y Joaquín Díaz. (Enseres, pag. 214; Zamora 2003)
(7) Collar de la zona de Aliste o Tierra de Alba, foto tomada de la pag. 67 del libro "La Belleza que protege" de Carlos Piñel (ver cita 2).
(8) Collar con Maza y corales. Procede zona de Sanabria. Foto tomada de la página 69 de libro "La Belleza que Protege" (ver cita 2).
(9) Collar procedente de Aliste (Zamora) . Foto tomada de la Pag. 32 del libro de Carlos Piñel "La belleza que protege" (Ver cita 2)
(10) Collar de Aliste, foto tomada de la página 68 "La belleza que protege".
(11) Collar procede de Aliste en su centro una clara higa de coral. Foto tomada de la página 66 libro "La belleza que protege".
(12) Collar alistano, con cruz y avellana de azogue, pasta vitrea. Foto tomada de la página 63 del libro de Carlos Piñel: "La belleza que protege".














lunes, 25 de julio de 2011

LO INVISIBLE EN LA MITOLOGÍA: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo (Parte XXII: Permanencia durante milenios de iguales modelos, estilos y formas en las joyas -continuación-).

El artículo de hoy en una continuación del anterior (que recomendamos leer previamente), en que de nuevo y de forma principalmente gráfica expondremos cómo se han ido manteniendo ciertos modelos en orfebrería durante milenios. Diseños y joyas que -además-, tienen un significado mágico en un uso que se ha guardado con un sentido muy cercano. Habiendo supuesto en el más remoto pasado protectores y amuletos contra todo mal. Un valor y utilización que hasta hace muy poco les siguieron dándo, tanto que en la pasada entrada utilizábamos un libro como guía y ejemplo explicativo de la orfebrería en zonas próximas a la Ruta de la Plata; obra que se intitula: "La belleza que protege; joyería popular en el occidente de Castilla y León" (1). Comentábamos que este estudio es de Carlos Piñel (actual director del Museo Etnográfico de Zamora) y uno de los mejores especialistas de orfebrería de nuestro país. Quien, en las ocasiones en las que hemos podido hablar con él sobre el tema, siempre afirma como en la franja que cubre la Via de la Plata (de Hispalis a Astúrica Augusta) se han mantenido desde tiempo inmemorial unos modelos de joyería casi iguales durante milenios, y además con una utilización muy semejante.

JUNTO A ESTAS LINEAS: De nuevo un pectoral del Tesoro de El Carambolo. Esta vez el masculino (o del rey) en el cual prodemos observar su trabajo de oro con forma de esferas (graneado gigante) y rosetas. Es muy parecido al que se siguió haciendo en toda la orfebrería de la zona Norte de La Ruta de la Plata. Siendo especialmente en el área de Cáceres, Salamanca y Zamora, donde pervivieron más estos modelos -similares a los ibéricos o tartessios y que se siguen aún a dia de hoy utilizando-. Curiosamente, en la actualidad, estas joyas con formas de granulado (rosetas y esferas); también guardan un valor "mágico" o religioso. Tanto que en esta parte de la Via de la Plata, no pueden faltar en el traje de fiesta (o de gala). Siendo inimaginable hasta hace muy pocos años, que la mujer o el hombre vistieran incluso de diario sin lucir algunas de estas joyas. Amuletos a los que se les daba el valor de protección, a la vez que se consideraban un recuerdo familiar que con gran cariño pasaba de padres a hijos.

El caso que narramos es de gran interés arqueologico y etnográfico, dado que la mencionada "franja" es principalmente la zona que va desde Cáceres, hasta el Norte de Zamora. Donde se comerciaba gran parte de los metales que se obtenían en la "brecha" que va del Sil a Astorga y donde la orfebrería, el trabajo en oro y plata para usos decorativos (los dijes o collares), suponen una "pieza clave" en el estudio de las tradiciones populares. De tal manera, habiendo consultado el tema igualmente con el profesor Joaquín Diaz (catedrático honorario en folklore, nacido precisamente en Zamora), vemos que comparte estudios y criterios con Piñel, considerando que los modelos se han podido mantener en esta zona durante milenios. Unos diseños y modas extrañas en joyería, cuya explicación más segura es la de que se hubieran importado desde el Mediterraneo Oriental en épocas ancestrales hasta el occidente meridional hispano (seguramente a Tartessos). Para más tarde ir subiendo por la Ruta de la Plata que frecuentaban los buscadores de metales, imponiéndose y fijándose como modas o formas definidas quizás durante la dominación árabe. Ello, porque la orfebrería hispano-musulmana también hubo de tener "criterios" y figuras muy similares a las que trajeron los fenicios y los colonizadores orientales (desde el siglos del VIII a. C.). Lo que posiblemente hizo que a la llegada de los árabes más de mil años después, se acentuaran las costumbres de joyería que habría entre los habitantes establecidos en la Península. Sobre todo entre los de esta franja riquísima en metales preciosos llamada Ruta de la Plata, que tendrían como costumbre llevar collares y colgantes muy semejantes a los que les "enseñaron" los fenicios o los tartessios -joyas que seguramente lucirían los comerciantes de aquel oro y argento de este área-.




JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Modelos del llamado botón charro, en el que muchos (o casi todos) ven una simbología planetaria, relacionada probablemente con el Sol. Suele ser este un tipo de joya masculina, lo que explicaría que probablemente su esfera central rodeada de otras tantas, signifiquen ciclos del Sol (relacionados con otros planetas; posiblemente con la Luna). Normalmente en estos botones charros, suele haber una gran bola en el punto medio, a la que rodean otras más pequeñas en un primer círculo que por lo general se forma con otras cinco (o diez) semiesferas menores. Tras ello y al borde del botón se suelen situar un número igual al anterior, pero de mayor tamaño. La cifra que vemos en los objetos fotografiados es esta (10; 10; 1) y quizás haga referencia al sistema decimal o bien a ciclos solares que en base 10 pueden medirse con bastante exactitud: Año solar = ({10 x 10 x 3} + {10 x 6} + 5). Recordemos que el pectoral de El Carambolo también parecía contener una simbología solar en base a 10. Pero sobre todo observemos el gran parecido que hay entre el trabajo de estas joyas charras y la decoración de las piezas masculinas del tesoro tartéssio. En la imagen superior, al lado: Gemelos del siglo XIX hechos con botón charro publicados por Carlos Piñel (2). Bajo estas lineas, un modelo de anillo con el mismo botón, realizado hace apenas unos años, por el joyero salmantino especialista en orfebrería popular clásica: Luis Méndez.



Visto de manera comparativa y demostrativa el enorme parecido entre el conocido botón de Salamanca y las joyas masculinas del Tesoro de El Carambolo; podemos plantearnos de dónde procede este diseño tan carácterístico que se ha mantenido durante milenios (precisamente en zonas riquísimas en metales y donde se "vernera" al toro). Sin olvidar nunca que el pectoral tartessio que venimos estudiando, tiene la famosa forma de "piel de buey"; que no solo significaba el lingote o el Talento, sinó igualmente la riqueza, el bienstar y la pecunia. Bienes, que como el "cuerno de la abundancia" eran concedidos por aquellas "pieles de toro", que sabemos sobradamente simbolizaban un peso en Talento (en metales preciosos, o en dinero antiguo). Pero dejando al margen la forma y regresando a las deoraciones en granulado de joyas, también hemos repetido varias veces que hay dos puntos en el Mediterraneo Oriental, desde donde se difunden este tipo de diseños: El primero Fenicia; y el segundo, Anatolia. Aunque es en esta segunda zona (Península de la actual Turquía), en su área cercana a Escitia (el Cáucaso) donde se dan formas muy similares a las del tesoro tartessio (y en épocas coetáneas). De tal manera a continuación recogemos un elemento decorativo que contiene igualmente granulados con un tamaño grueso, tanto como las rosetas; pieza anatólica datable hacia el siglo VIII a.C., procedente de los túmulos escitas.



SOBRE ESTAS LINEAS: Adorno hallado en un túmulo escita cercano a Urartu y fechado en el siglo VIII a.C.. Observemos que lleva las típicas decoraciones que ya estudiamos en el pectoral real de Urartu; con forma de triángulos y cuadrados (en su centro). Pero a los lados se observa un granulado de gran tamaño, muy similar al que luce el Tesoro de El Carambolo. Ello puede explicarse por el hecho que ya hemos destacado, en el que piezas neohititas (y hasta arquitectura de este tipo) aparecen desde el siglo VI a.C, en nuestra Península. En entradas anteriores hemos relacionado esta llegada de los neohititas a la Iberia prerromana, con la caida del reino de Midas, a fines del siglo VI a.C. (quien se vió invadido por los asirios primero y arrasado luego por los cimerios). En nuestra opinión, Midas era un rey de origen escita y su Estado basaba su existencia y su opulenta properidad en el comercio de metales. Ello posiblemente les trajo hasta el Sur hispano (Tartessos), con quienes parece seguro comerciaron -tal como los textos antiguos recogen, citando a Midas como el "primer importador" a Oriente del Estaño del Atlántico-. Tras la invasión por los bárbaros cimerios de las tierras de este rey famoso por su riqueza en metales, es seguro que aquellos (que lamamos frigios -neohititas-) hubieron de huir. Muchos, en su marcha de Frigia, se establecerían en las zonas con las que habían comerciado el oro, la plata y el estaño. De ello, no es extraño que en la arquitectura ibérica haya ejemplos de estatuaria y relieves neohititas (como el de la Tumba de Pozo Moro); tanto como entre la joyería tartessia puedan aparecer modelos y diseños escitas y frigios (de siglos coetaneos al Midas).

Pero también aquellos diseños en granulado tuvieron otro área de difusión, como es la de Fenicia. Donde la joyería hecha en este trabajo de filigrana de bolitas es una absoluta constante. A diferencia de las piezas del Tesoro de El Carambolo, las fenicias llevan un granulado mucho más pequeño y realizado por minúsculas esferas que se pegaban a la placa de oro soldadas con un soplete de boca (o simplemente calentando la base). Siendo esta en realidad una forma natural (más que artificial) de diseño en el oro. Ya que en muchas ocasiones la pepita "nace" o se halla con aquella caprichosa forma de un "racimo de uvas" (llamada "graneado"). De tal manera, esas joyas de tradicón fenicia o anatólicas realizadas con esos granos o pepitas de oro pegados, creemos que sugieren una civilización para la que el metal era crucial; tanto como para disfrutar quizás de unas formas semejantes a las de las grandes pepitas áureas que aparecen a manera de un puñado de "bolas apiñadas".


BAJO ESTAS LINEAS: Cuentas de un collar del siglo VI a.C. hallado en la antigua ciudad de Sión. Al verlo nos asombra el parecido que guarda con mucha de la orfebrería ibérica (coetánea y porterior); tanto como el que tiene con muchas de las piezas que han pervivido hasta nuestros dias en la joyería popular hispana. Para comprender esta asombrosa similitud, nunca debemos de olvidar que ciudades como Cádiz o Málaga (Gadir, Malaca) fueron fundadas por colonos llegados precisamente de las capitales fenicias (Tiro y Sidón), que en este siglo VI a.C. hubieron de huir de sus tierras invadidas por los babilonios (sabiéndose que muchos vienen a sus colonias de occidente -principalmente a las ibéricas-).


JUNTO A ESTAS LINEAS: Pieza de filigrana y granulado, hallada en Suiza, fechada en el 650 a.C. y perteneciente al Museo de Berna (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Observemos el increible parecido que tiene con los trabajos fenicios y los de orfebrería anatólica de la misma época. Ello hace pensar que quizás hubo una estrecha relación entre Suiza y el mundo púnico (que posiblemente subía a comerciar ámbar y metales hasta al Norte de los Apeninos). Tanto como pudo haber igualmente un nexo comercial con Frigia y el mundo neohitita (que también fabricaba dijes y joyas semejantes). Sea como fuere, la fecha que nos da el C-14 de los objetos que rodeaban la joya (650 a.C.), certifica que corresponde precisamente a la época en la que Frigia fué destruida por los Cimerios y los súbditos de Midas hubieron de huir de su territorio. Siendo época cercana también al periodo en que los reinos fenicios fueron "asaltados" y sitiados por los asirios, quienes sin lograr destruir a los púnicos, dañaron enormemente se comercio y sus bases (decenios también en los que se sabe, comienzan los fenicios a establecerse fuera de Oriente Medio, por temor a los mesopotámicos, que un siglo después y ya como aqueménides, les destruirían prácticamente).


Pero pasemos de nuevo a los modelos de estas piezas en oro y plata que han permanecido hasta nuestros tiempos. Así a continuación podemos ver unos dijes de collar de "traje de vistas" de La Alberca (Salamanca) en el que se aprecian claramente diseños antiquísmos. Sobre todo en las esferas, tambien llamadas Bollagras; que en este caso creemos vuelven a tener un sentido o simbolismo planetario. Conscuentemente, nos parece que su dibujo representa la Tierra con las órbitas de los dos astros reyes del firmamento: El Sol y la Luna. Así, si nos fijamos en las filigranas circulares que guardan estas esferas (bollagras), apreciamos en su centro una circunferencia, sobre la que giran otras dos elípticas. Algo que nos hace pensar que se trata de una representación de la rotación de la Luna y el Sol alrededor de la Tierra (tal como antiguamente se concebía). Por lo demás, la estética de estas esferas es totalmente indoeuropea y nos sugiere un diseño más bien celta; pareciéndose a las bolas decorativas de torques y collares celtas (que guardan este tipo de diseño en círculos perfectamente asimétricos). En lo que se refiere al "carrete" o pieza central en forma de canutillo, consideramos que su estética concuerda más bien con la orfebrería árabe y bereber. Ello puede explicar el hecho de que se llamen realmente "alcorciles", ya que en nuestra opinión estos serían un modelo de joyería más tardío y posiblemente llegado con el mundo musulmán a Hispania.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Bollagras y carretes en plata dorada del collar de un "traje de Vistas", de La Alberca (Salamanca). Observemos, como antes hemos dicho la similitud con las bolitas de filigrana del mundo fenicio de la primera mitad del milenio I a.C.. Son también muy semejantes a otras esferas áureas aparecidas en zonas centroeuropeas (que antes vimos en Berna). Siendo muy curioso que el diseño de sus filigranas decorando la bollagra tenga un carácter puramente celta (tal como antes hemos explicado). Por su parte, los carretes o canutillos, parecen piezas de orfebrería musulmana y probablemente responden a modelos más tardíos (llagados a España tras el 711 d.C.). Foto ampliada y tomada del libro de Carlos Piñel anteriormente citado (3) .


JUNTO A ESTAS LINEAS: Cuentas llamadas en "avellana", típicas de los collares salmantinos. Guardan igualmente un tipo de estética puramente fenicia y son casi exactos a los dijes que los púnicos fabricaban y portaban, con motivo de guarecerse del "mal de ojo". En estos colocaban círculos con un "ojo" en el centro; que servía como protector para el "aojamiento". Costumbre que se sigue hasta nuestros días en el Mediterraneo Oriental, donde todavía existen collares y pulseras con cuentas que llevan un círculo con un ojito en su interior. El carácter protector y de talisman de estas joyas de diseño ancestral conservadas en las zonas de La Via de la Plata es indiscutible. Concretamente estas cuentas de avellana nos suscitan ser seguramente un amuleto contra el "aojo" (tan temido aún en muchas zonas populares de nuestro país).


JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar, zarcillos y esfera de dije, fechadas en el siglo XV a.C.. Son de tipo micénico o cretense y sin lugar a dudas el origen de toda la orfebrería en granulado de la que hablamos. Realizadas en Creta o en Chipre a mediados del II milenio a.C., tienen ya las carácterísticas que conservarán las joyas fenicias en graneado. Observemos la esfera y los zarcillos con filigranas, que son casi iguales a las que aparecerán luego en todo el mundo fenicio (casi mil años después), pasando desde el siglo VII a.C. al ibérico. Sorprende que el origen nuevamente nos conduzca hasta Creta y Micenas, pero no hay que olvidar que la Anatolia neohitita y gran parte de Fenicia, nacen gracias a la caida de Creta y a la proliferación de Los Pueblos del Mar (que tras el siglo XV a.C. se expanden por el Egeo y las costas de Oriente Medio). Unos "Hombres del Mar" cuyo origen en gran parte estuvo en aquellos a los que dominaba el imperio Minoico, que quedan sin gobierno ni guía al desaparecer el reino de Cnossos.

JUNTO A ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Pendientes de los siglos XIX y XVIII salmantinos y cacereños, en filigranas y con la media luna. Los de marcada media luna móvil se usaron mucho en toda la zona de Cáceres, llegando hasta Lagartera (Toledo). Llamando la atención que igualmente, en esta provincia norte de Extremadura se llevara hasta hace no muy mucho enre niños y mujeres, un amuleto con forma de la media luna con un semicìrculo en su centro (otro de los talismanes contra el mal de ojo y que es de diseño típicamente fenicio). Fotos de los zarcillos tomadas del libro "La belleza que protege" (4) .



JUNTO A ESAS LINEAS: Medallón fenicio con la media luna y una semiesfera dentro. Es un tipo de amuleto contra el aojamiento que difunden los púnicos desde el siglo VIII a.C. y por todo el Mediterraneo. Algo que nos llamó mucho la atención mientras estudiábamos estos amuletos es que hasta hace no mucho (al menos veinte años atrás) en la misma Plaza de San Jorge de Cáceres (capital) existía más de un orfebre que fabricaba piezas casi iguales a esta que vemos en la foto (con más de 2500 años de antigüedad) y que se usaban de talismán, colocándolas a los recién nacidos. Hablando con aquel joyero, nos explicó que las llevaba "todo el mundo" para evitar el "mal de ojo". En nuestro trabajo sobre el aojamiento ya hemos explicado la relación entre la Luna y este "mal" cuyo origen mítico está en Egipto y en el "ojo de Horus" que fué cegado por el "demonio" Seth.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Otras joyas fenicias, igualmente anteriores al siglo V a.C. y que vemos muy similares a las que se siguen usando en la zona de la Via de la Plata en España. Observemos en el zarcillo como su esfera adornada, nos recuerda mucho a las que existe en la orfebrería salmantina.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Uno de los ejemplos más destacados de la orfebrería ibérica es este pendiente del tesoro de la Aliseda (Cáceres) fechado en el siglo VII a.C. y propiedad del M.A.N. (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Aquí observamos decoraciones más complejas con palmetas y flores de tipo orientalizante, que serán una constante luego en toda la orfebrería ibérica (tanto como en la que se mantiene durante más de dos mil años en la zona Norte de La Ruta de la Plata) .

JUNTO A ESTAS LINEAS: Para finalizar, recogemos una preciosa joya etrusca; broche del siglo V a.C. propiedad del MET Museum (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Pese a ello, podemos observar que esta joyería etrusca es mucho más perfecta y refinada a la ibérica, pareciéndose algo en su diseño, pero siendo mucho más elaborada en su taller y en su creación. Diríamos por ello, que se reaciona mucho más con los trabajos de Lidia y del mundo heleno (preheleno) que son más perfectos que estos que venimos viendo en Fenicia y en Iberia.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar cretochipriota del siglo XVI a.C.. Muy importante es ver que está hecho con cuentas que son lingotes o bullas de oro. Formas que nos recuerdan de nuevo a la "piel de toro" y que era la que tenían los lingotes de plata y oro, con los que se comerciaba en el II milenio en Creta y Chipre (mucho antes de crearse el dinero acuñado en Lidia; hacia el siglo VI a.C.). Terminamos esta relación del significado de la joyería y los dijes, con el mundo Ibérico y mágico, recogiendo este collar de Creta (o Chipre), en tiempos de Minos (o de Micenas), Pues en este vemos como aquella bulla de la suerte puede relacionarse con la riqueza (la pepita de oro). No estando muy lejos estas cuentas en forma de lingotes áureos, con aquellas que aún se usan en Salamanca o Zamora y que vimos se denominan de "avellana" (siendo estas últimas claramente un amuleto contra el mal de ojo).

CITAS:
(1) LA BELLEZA QUE PROTEGE, JOYERÍA POPULAR EN EL OCCIDENTE DE CASTILLA Y LEÓN. Autor Carlos Piñel, Zamora 1998.

(2) Op. Cit. pag. 19
(3) Op. Cit. pag. 48
(4) Op. Cit. pag. 52 y 53

















viernes, 22 de julio de 2011

LO INVISIBLE EN LA MITOLOGÍA: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo (Parte XXI: Permanencia durante milenios de iguales modelos, estilos y formas, en las joyas).

BAJO ESTAS LINEAS: Grabado de 1861 en donde se reproduce de manera bastante fidedigna en lo que se refiere a vestimentas del sacerdote, la Presentación del Niño en el Templo (lámina tomada de la página
http://www.rosaryworkshop.com/RBS-2702-FebruaryRosary.html#EPHOD , agradeciendo la libre disposición de esta imagen). En ella se observa -entre San José y La Virgen-, junto al Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalén, luciendo el Efod y el pectoral Real del Juicio, mientras sostiene a Jesús (pese a que no era en estas ceremonias donde actuaba este, ni lucía esas vestimentas). Recogemos el grabado para testimoniar la manera en que se han mantenido durante milenios las formas y los significados de muchos de los atributos y adornos sacros -en especial, de la joyería-. Así, nos sorprenderá si observamos por un momento el parecido que hay entre las vestimentas y "galas" del Sumo Pontífice Judío, con las que tenían los obispos y cardenales hasta no hace mucho (quienes portaban igualmente: Guantes, mitra, casulla corta -a modo de efod- y pectoral áureo sagrado). Las vestimentas del sumo sacerdote hebreo, ya hemos estudiado como fueron ordenadas por Yahveh y pueden leerse estipuladas en el Libro del Éxodo XVIII (texto datado en sus hechos, entorno al siglo XIV a.C.). En el artículo de hoy, intentaremos ver otras formas y diseños, que igualmente han superado varios milenios y se conservaron casi intactas en nuestras tierras.


Como habíamos dicho, creemos que uno de los medios más certeros y rápidos para comprender el Mundo Antiguo pudiera ser el de la "arqueología comparada". Un método por el cual simplemente comparando modas, costumbres, modelos o estilos que aún perviven; quizás pronto llegáramos a entender qué significaban aquellos objetos "desconocidos" y que aparecen en los yacimientos (tanto como su uso y significado). Así, consideramos que el estudio de esas civilizaciones herederas de La Edad del Bronce -o del Hierro- y que se han mantenido casi intactas hasta nuestros dias -como es el caso de la hebrea-, pudiera darnos a conocer muchos aspectos aún inexplicables de los objetos arqueológicos que manejamos. Algo que es especialmente cierto, cuando se trata de joyas y vestimentas; debido a que entre las élites, es donde menos variaron las modas y los atributos que los distinguían. Tanto, que las coronas, pectorales, cetros o trajes talares, eran ya en el Egipto de hace cinco mil años los signos de distinción de los sacerdotes y monarcas -al igual que lo siguen siendo hoy entre reyes y príncipes de la Iglesia-.


De nuevo, el artículo de hoy será fundamentalmente gráfico intentando dar a comprender cómo los modelos y diseños en joyería han podido permanecer y repetirse durante miles de años. Milenios en los que en nuestra Península aparecen unos iguales adornos, que se sostuvieron en el folklore y en la memoria del pueblo. Ya que muchos de ellos eran modelos importados en la Primera Edad de Hierro (desde el Medierraneo Oriental) y que se siguieron fabricando en nuestras tierras durante decenas de siglos -hasta hoy-. Por su parte, los orfebres que trabajaron hasta hace bien poco estas joyas (casi iguales que las fenicias, tartessias o romanas), normalmente nunca supieron ni conocieron los modelos originales de los que procedían. Una joyas antecesoras, que en su mayoría se fueron descubriendo por los aqueólogos durante el siglo XX; hallándolas bajo tierra y donde se vió claramente que la permanencia de los modelos y la repetición de las formas en oro y plata -durante siglos-, había sido increiblemente fidedigna.


Para nuestro estudio, vamos a servirnos como guia del magnífico libro del especialista en arqueología y folk-lore, Carlos Piñel (director del museo etnográfico de Zamora): LA BELLEZA QUE PROTEGE (1). Estudio en el que se expone precisamente un análisis comparado entre las joyas del mundo prerromano (fenicio y tartessio) y las que aún se llevan en las zonas del occidente castellano. Explicando Piñel en el comienzo de este libro, que durante su niñez vió en las zonas de Zamora como a diario las mujeres de pueblo lucían joyas (aunque fuera para ir a trabajar montadas sobre burros). Collares cargados de dijes, pendientes y pulseras, de los que nunca prescindían estas féminas, que preferían ir harapientas antes de no tener joyas. A ello añadiremos, que es esta una costumbre que curiosamente se ha perdido; tanto que en la actualidad prácticamente nadie lleva sobre su cuerpo oro, plata, pedrería, ni collares. Pero tan solo hace cuarenta años (recordamos quienes lo vivimos), toda mujer que se preciara portaba pendientes, pulseras y gargantillas -aunque fuera la más humilde trabajadora-. Ello quizás como una costumbre heredada que enlazaba con los poderes "curativos" o sagrados de las joyas, que las hacían indispensables a diario. Condición sacra que Piñel analiza en esta obra y que precisamente intitula "La Belleza que Protege" (dando a entender como aquellos dijes, amuletos o medallas tenían un caracter "medicinal").


De tal manera, señala el director del museo zamorano, cómo el área en la que aparecen estas mujeres enjoyadas (de arriba abajo), con modelos cuyo parecido es increiblemente semejante a los fenicios, tartessios o romanos; se encuentra precisamente en La Ruta de la Plata. Siendo esta calzada usada ya en tiempos de Tartessos y denominada entre los romanos como "Iter as Astúrica Augusta", la que marca el área de difusión de un tipo de joyería casi igual a la ibérica, pero que se mantiene hasta nuestros dias en uso. Dándose en Zamora, Salamanca, Noroeste de Ávila y Norte de Cáceres, unos abalorios, collares, pulseras o adornos; que son casi iguales a los que hubo en tiempos prerromanos. Dato al que hay que añadir el hecho de que pese a existir estos modelos prácticamente idénticos a los de época tartessia; tan solo fue en nuestro siglo XX, cuando pudieron conocerse los originales que los produjeron. Tras excavarse los yacimientos en los que se hallaron esas joyas ibéricas -casi iguales a las que llevan hoy las mujeres de La Ruta de la Plata-. Por ello, esas formas no pudieron copiarlas los orfebres de hace doscientos o trescientos años de las antiguas -pues prácticamente no las conocieron, a menos que algunas les aparecieran entre las tierras que labraban sus "clientes"-. Por cuanto es evidente que así hubieron de mantenerse repetidas en el subconsciente popular durante al menos dos milenios y medio, hasta que llegaron al siglo XX, repetida casi de un modo exacto. Increiblemente resultando "practicamente iguales" las que usaban las mujeres de Salamanca o Zamora, a las que hallaron los arqueólogos hace muy poco en los tesoros enterrados, o en las esculturas de damas ibéricas.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Portada del libro de Carlos Piñel, "La belleza que protege". Se trata de un magnífico estudio comparativo de joyería popular, en el que se demuestra que los modelos de muchos de los trabajos de orfebrería que se han mantenido hasta hoy, en la zona de La Ruta de la Plata, son de origen fenicio y oriental mediterraneo fechables al menos en el siglo VII a.C.. Por su parte, habla igualmente del carácter sagrado de la joyería y de los poderes "mágicos" y "sacros" que los collares y los adornos tenían.
Uno de los casos más curiosos que cita, es el de los pendientes de filigrana (2) hispano-lusos del siglo XIX cuyo modelo es casi igual a otro que él mismo halló hacia 1970 en un yacimiento de el Cerro del Berrueco (Salamanca). Tratábase esta de una excavación donde aparecieron objetos datados hacia el siglo VI. a.C. y pleno de joyería púnica. Por lo que el pendiente allí encontrado, que guardaba forma de media luna, de diseño egipciante y con filigranas, no dejaba dudas de que se trataba de un modelo oriental y fechable en esta misma centuria (del 600 al 500 a.C.). Tras estudiar ese zarcillo fenicio, Piñel halló unos casi iguales procedentes de Cáceres (o de la zona fronteriza con Portugal) y fechados en el siglo XIX. La sorpresa del estudioso partió de comprender que aquel orfebre que hizo los otros pendientes -hace algo más de cien años-, nunca pudo conocer el diseño del que él hallo en el Cerro del Berrueco. Por lo que la conclusión evidente es que estos segundos fueron fruto de un modelo repetido durante al menos veinticinco siglos.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Arriba, pendiente hallado en el Cerro del Berrueco en Salamanca (hacia 1970), de tipo fenicio y datado en el siglo VI a.C.. Su forma de media luna y su filigrana "egipciante", no deja lugar a dudas de que es un modelo orientalizante. Abajo, otro zarcillo muy similar, pero hecho en Cáceres (o en una zona cercana a Portugal) en el siglo XIX. Su parecido hace evidente que el segundo procede del primero; pese a ello, es absolutamente imposible que el orfebre hubiera conocido el del Cerro del Berrueco. Lo que hace pensar que su trabajo se trata de un modelo repetido durante al menos veinticinco siglos (por lo demás, existen en la zona múltiples pendientes y adornos con el símbolo del creciente y en filigrana; también muy semejantes a ese zarcillo fenicio encontrado hace cuarenta años).

Uno de los trabajos que más destacan en toda la orfebrería de la Ruta de la Plata (en la zona de la que hablamos), es el granulado. Técnica que se importa desde el Mediterraneo Oriental en el siglo VIII a.C. hasta nuestra Península, y que desde entonces no dejó de elaborarse repetidamente. Su fabricación es muy simple y se basa en ir "pegando" o sobreponiendo bolitas de oro sobre una base calentada, por medio de ayuda de un pequeño soplete de boca y con unas pinzas (a veces valiendose del azufre, para subir la temperatura con el fin de que el grano de oro se adhiera mejor). No podemos definir si a Iberia llega este tipo de orfebrería de manos de los fenicios, o quizás traida por otros pueblos orientales que nos colonizaron (creto-chipriotas, neohititas o griegos). Pues la forma de trabajar el oro en graneado, era común en todo Oriente Medio desde comienzos del I milenio a.C.; llegando poco después a realizarse en zonas occidentales (como Etruria y la Península Ibérica). Pero sea como fuere, esa técnica de hace dosmil quinientos años es casi exacto al que continúan haciendo hoy los joyeros que lo siguen; distinguiéndose tan solo en algo más de perfección y dominio del granulado o la filigrana. De ello, a continuación recogemos la imagen de una placa griega (del siglo VII a.C.), que bien pudiera tratarse de un trabajo fenicio, tanto como se hace indistinguible de las joyas que en los siglos XVII y XVIII se pudieron hacer en Salamanca o en Zamora.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Trabajo en granulado de oro griego, fechado en el siglo VII a.C.. Si lo observamos con detenimiento, ciertamente se nos hace imposible distinguirla de algunas piezas de orfebrería, hechas en La Ruta de la Plata hace cien o doscientos años. Como decimos, el gran misterio que guarda todo ello es que los orfebres del siglo XVII o XVIII salmantinos nunca pudieron conocer estas joyas griegas, por lo que el modelo hubo de ser repetido y heredado desde hace más de dos milenios (copiado con detallada exactitud).

Comenta Carlos Piñel en su libro que en todo el Camino de la Plata existe una "presencia de los botones púnicos traidos desde Oriente a través de Tatessos, suficientemente constatada a través de Cádiz, hasta Salamanca; por la arqueología" (...) "esto explicaría la asombrosa similitud que encontramos en piezas como el llamado botón charro y en otros botones gemelos de culturas paralelas en Cerdeña y Sicilia" (3). Unas páginas antes de realizar estas apreciaciones publica en su libro dos botones de gemelos, que parece también se usan de forma similar en el Sur de Italia y que a continuación recogemos:

JUNTO A ESTAS LINEAS: Botones del siglo XIX, llamados "graneados" (o granulados). Su trabajo es prácticamente igual al de las piezas granuladas arqueológicas y se ha estudiado en ellos su gran simbolismo. Considerándose que contienen un significado relacionado con los planetas y sobre todo con la Luna y el Sol. Se ha visto en ocasiones que el número de sus gránulos (o bolitas) se identifica con fases de los astros, o con los dias del creciente. En estos que vemos en la imagen, se observa una bola central que pudiera identificarse con el Sol. En los botones del lado izquerdo existe una gran estrella formada por granulado, adornando el Sol de su medio, con esas estrellas en la que quizás guardaran un simbolismo lunar. Igualmente en el botón de la derecha se ve claramente un "astro" central y a los lados algo que pudiera parecer las fases de la Luna.

Más curiso es observar como entre los modelos de joyería zamorana o salmantina también se encuentran diseños balcánicos (relacionados con modelos tracios o de un carácter más indoeuropeo). Este es el caso de las esferas plenas de símbolos planetarios (en filigranas o graneados), que abundan en los collares de La Alberca o de Cáceres. Unas "esferas astrológicas" que en mucho nos recuerdan a modelos celtas y a los que se dan en centro-europa entre los siglos VII y VI a.C.. Como ejemplo ilustrativo del parecido que comentamos, recogemos un colgante hallado en Suiza hace unos cincuenta años y fechado en el 650 a.C., para compararlo más tarde con uno de Zamora.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Gargantilla con bola central, procedente de Suiza fechado en el 650 a.C. y que se encuentra en el Museo de Berna (al que agradecemos nos permita difundir su imagen). Observemos que el trabajo de su cadena en trenza de oro, mucho se parece a la del collar del Tesoro de El Carambolo. Por su parte, los adornos en forma redonda y con simbología o decoración geométrica, es similar a los que aparecen en la orfebrería del Camino de la Plata, y en especial en su zona de Zamora-Salamanca.


JUNTO A ESTAS LINEAS: Collar maragato, procedente del Valle de Vidriales (Zamora). Observemos en este las dos esferas que "guardan" el Crucifijo, cargadas de adornos de tipo céltico. Aquí ya vemos la unión de culturas que se produce en la Ruta de la Plata, donde se conservan diseños fenicios, griegos, tartessios o célticos. Por su parte, el mismo Crucifijo está rodeado de extrañas espirales, que igualmnente nos recuerdan a geometrías indoeuropeas. A la vez, este se adorna de palmetas que más parecen pertenecer al mundo árabe... . Pues no hay que olvidar que mucha de la orfebrería bere-bere y que aún podemos ver en el Atlas, también ha conservado este tipo de modelos. Unos diseños que seguramente con la llegada de los árabes a la Península, se pudieron poteciar y guardar con mayor perfección, ya que siendo de origen sirio (o fenicio) al establecerse los musulmanes en Hispania, seguramente aumentarían en su producción y uso.



JUNTO A ESTAS LINEAS: Detalle central del pectoral femenino del Tesoro tartessio de El Carambolo. Observemos que su trabajo es muy parecido al de toda la orfebrería ibérica, tanto como su estilo nos recuerda en gusto incluso al mundo taurino actual (acercándose en diseño a los bordados, joyas y adornos que aún llevan los toreros). Su parecido y similitud a la orfebrería que de La Ruta de la Plata y que se ha fabricado hasta nuestros dias, es asombroso.

JUNTO A ESTAS LINEAS Y BAJO ELLAS: Botones del joyero Salmantino Luis Méndez, quien en alguno de sus diseños continúa trabajando de un modo muy similar a como se hizo tresmil años atrás. La fuente de inspiración de este conocido orfebre, está en la joyería popular salmantina. Si hablamos con él durante unos minutos, nos explicará que prácticamente todos los modelos que se dan en La Ruta de la Plata, proceden de patrones arqueológicos. Pese a ello, existe el "misterio" de cómo pudieron permanecer en la memoria durante casi dosmil quinientos años (pues los originales no se han conocido hasta que recientemente las excavaciones nos los han mostrado ...). Algo que solo nos explicamos por el hecho de que tuvieran un significado mágico o religioso de gran importancia; obligando quizás ello a repetir los modelos casi de manera exacta y durante veinticinco siglos.