lunes, 13 de febrero de 2012

EL DIOS OJO, ORIGEN DE LUZ Y DE VIDA (De: Lo invisible en la mitología, Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XIL).

Esta entrada es continuación de las anteriores. Recomendándose la lectura previa de aquellas que le preceden, para una comprensión plena de cuanto exponemos en ella.

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, lámina del pintor-grabador japonés Hiroshige, que representa el barrio de Kanda  (perteneciente a "las 100 vistas", impreso en príncipe por la editorial Uoya Edichi, hacia 1857). Vemos en la imágen esta zona de Tokio donde hoy se asientan los libreros y que antaño fuera la barriada de los comerciantes, en cuyo fondo destaca el Monte Fuji. Volcán que nosotros denominamos "Fuji Yama", aunque entre los nippones se denomine "Fuji San" (gran montaña del Fuji). Sagrado para la mitología y la religión antigua japonesas, simboliza la unión entre las fuerzas telúricas (del interior de la tierra) junto a las del cielo, por su gran altura que supera los 3300 metros. A ello se unen los poderes marinos, ya que el Fuji se eleva prácticamente a pié de playa, desde cuya cima pudieron divisar y otear antaño el óceano, alcanzando cientos de millas mar adentro. Con toda seguridad este punto de vigía, se usó no solo para defender Tokio de posibles invasores llegados por barco, sinó fundamentalmente para predecir o preveer los maremotos. Ello porque tal como es sabido, antes de producirse seismos, los volcanes pueden entrar en erupción, "avisando" del movimiento telúrico. Todos estos hechos, unidos al fuego que la montaña contiene en su interior, confirió al Fuji (entre todos los montes de Japón) el carácter sagrado que aún conserva en aquella cultura.
 


ABAJO: Cordillera de Gunma, colindante con Nágano. Observemos cómo la formación de sus montañas es picuda y cónica, tanto como en aquellas se ven algunas cimas romas -debido a los cráteres abiertos-. Entre las civilizaciones asentadas junto a los volcanes, el cráter es visto como la entrada al útero terrestre y de algún modo se entiende que de ellos procede la riqueza del terreno (minerales, de metales, de aguas sulfurosas y hasta de las vitaminas que la hacen fértil y permiten el buen cultivo). En el anterior artículo hablábamos de estos "ojos de la tierra", cuyos dioses se relacionaban con los de la fertilidad, la riqueza y del fuego. Adorados como potencias capaces de agitar el suelo, generando terremotos y maremotos; pero a su vez, creadores de la luz, la llama, el calor y hasta del metal.
 
Por cuanto narramos, muchos japoneses interpretan erróneamente una frase clásica de su refranero que dicta: "Terremoto, rayos, incendios; los padres de la antigüedad". Pese a que se trata de un error, ya que lo que realmente dice es: "Terremoto, rayos, incendios y tifones", aludiendo a lo más temido antiguamente  (tal como los griegos sentían horror por Tifón, o los egipcios por Seth; dioses de las tormentas). En la sublimación de las fuerzas naturales, tanto como en la mitología, las tradiciones y los ritos nippones; podemos obtener una fuente de conocimientos para la comprensión y el análisis del Mundo Antiguo: Desde Egipto a Babilonia y de Grecia a Roma; pasando por Fenicia, Israel y por cuantos pueblos se dieron en el Egeo y Anatolia (culturas antecesoras de Europa, cuyo significado podremos comprender mejor estudiando las más ancestrales costumbres del Japón).





Tal como decíamos, Japón no es solo una "civilización potencia", importante por su economía y su Sociedad. Sino, más bien su relevancia y secreto residen en su organización de un modo tan tradicional y espiritual. Tanto, que ha permitido la convivencia del progreso con figuras tan necesarias para el hombre como lo son: La familia, las creencias y sus costumbres más antiguas. Por lo que a su vez, es Japón un "filón" cultural donde podemos beber las fuentes para comprender los orígenes de nuestra propia civlización. Hallando en ella las claves repentinas de ritos y mitos que ya para un occidental se hacen inexplicables; y es que al decir "un occidental" siempre hay que hablar de aquel hombre por cuyo cuerpo y alma ya se ha introducido el plástico. Puesto que aunque no lo creamos, todo aquello que nos rodea -antes o después- termina formando parte de nuesta "psiqué", de nuestro "soma" y -algún día- pasa al ánima humana. Si alguien tuviera duda de que ello fuera cierto, baste con observar cómo en la "Era del Plástico" (que vivimos), ya los hombres disfrutan con un arte hecho en plástico. O lo que es lo mismo: Una música máquina y electrónica, decoración de interiores y fachadas en vinilos, pintura y esculturas en este material; tanto como una estética masculina y femenina en la que las prótesis y lo artificial domina. Y es que (como decíamos) el plástico ha pasado ya a formar parte de nuestras almas; pero ello no nos debe de asustar puesto que (al parecer) existe de forma natural en algunos planetas o cometas -cuyo núcleo lo contiene-. Por lo que estando el hombre formado y creado de "partícuas cósmicas", nada extraño tiene que el plástico pueda ya pertenecer al mundo "humano", e incluso insertarse en el alma de los occidentales "mas modernos".


Pero pasemos a analizar las civilizaciones que aún no contienen plástico en su alma (como lo es Japón), porque solo así podremos comprender cómo eran y por qué pensaron, sintieron y actuaron de cierto modo y de determinadas maneras, nuestros antepasados. De ello, el estudio comparado entre los mitos y costumbres nipponas nos llevará a entender perfectamente gran parte del mundo y de los dioses de la Antigüedad (fundamentalmente los telúricos); tanto como los propios ritos y significados de civilizaciones tan importantes como la egipcia. Este útimo es un hecho tan obvio, que cualquier extranjero con alguna dote de observación que viva en Japón, puede apreciarlo; puesto que la Sociedad del Sol Naciente se basa en tres fundamentos (similares a los que seguían quienes se asentaban hace miles de años en el Nilo). Ellos son: La adoración a la familia más antigua que se representa como un pariente ancestral que les une, o un "hermano mayor" común a todos. Que en Egipto lo era el faraón, tanto como entre los nippones lo es el Emperador. Unas grandes creencias y fe hacia el mundo de los muertos, que se manifiestan en el respeto hacia los antepasados. Tanto como el culto a los fenómenos naturales, entre los que destaca el "astro rey" (Amaterasu-Omi-Kami en el país del Sol Naciente y en la forma de Amón Ra -Osiris-, en el del Nilo).


Pese a ello y curiosamente, la fé en Japón es tan plural y pluralista como seguramente lo era en Egipto o en Grecia -donde en sus templos se guardaban altares para dioses desconocidos y de los extranjeros-. De tal manera, cada japonés profesa un promedio de 3,7 religiones, de las que dos son las propias del país -sintoismo y budhismo-, mientras el resto (ese 1,7 de promedio) suelen ser las que cada ciudadano va adoptando a lo largo de su vida -entre las que destacan las de culto cristiano-. Por lo demás, la integración de la vida espiritual, en lo social, lo familiar y hasta en lo comercial, es absolutamente necesaria. Por cuanto los japoneses no se explican lo extraño, lo incomprensible y hasta todo lo injusto que hay en la vida, sinó es por medio de fuerzas "ajenas al hombre". Ello, quizás nazca de la propia idiosincrasia del Japón, que es una nación sometida a todo tipo de vapuleos por parte de la Naturaleza; donde los tifones, volcanes, terremotos y maremotos asolan de continuo a sus habitantes. Por lo que ante tantas calamidades, el pueblo japonés (como haría todo grupo humano) quizás decida unirse frente a todas las adversidades, formando una "piña social"  -combatiendo así las desgracias que le envían las terribles fuerzas "sobrenaturales"-. De lo que desde lo que en un principio es "una calamidad", crean una causa común a todos; lo que fomenta la base de una solidaridad y una fraternidad, que quizás en otros lugares -donde la vida es más fácil- sería impensable hallarla.


De todo ello, en Japón se vive percibiendo que cuantas desgracias le ocurren al hombre, en nada pueden tener relación con su culpa o su obra. Partiendo de este sentimiento religioso que nace practicamente como una filosofía de unión y nexo social. Algo que se debe en principalmente a esta situación del archipiélago sobre "el cinturón de fuego" del Pacífico; cuyas tierras se ven azotadas de continuo por movimientos telúricos, volcanes que erupcionan y hasta olas que llegan a la costa arrasándola (llamadas en japonés por ello: Tsu-nami; no siendo iguales al maremoto, que no necesariamente rompe contra el litoral). De igual modo, el hombre antiguo hubo de sentirse desamparado y muy "pequeño" frente a las fuerzas naturales, por lo que ese "salto al vacío y hacia los brazos de dios" (que el existencialismo tanto pregona), hubo de ser muy similar entre los nippones, al que surgía en el alma humana, hace ya miles de años. Puesto que sus vidas aún dependen de lo que la Naturaleza caprichosa haga; por lo que en todo aquello, bien saben que tan solo pueden superar sus desgracias por medio de la ayuda común y de la solidaridad. Una unión de hombre con hombre, que tan solo se consigue gracias a unas creencias fuertemente arraigadas y un espíritu de convivencia basado en el cariño a los demás.


De cuanto venimos exponiendo, curioso será para el occidental que viva en el Japón, observar cómo aquellos ciudadanos de un país que no es cristiano, comprenden el cristianismo, incluso mucho mejor que los que hemos nacido en Sociedades tan católicas como la hispana. Valorando sus preceptos que verdaderamente son importantes, y que se basan en el humanismo, el respeto a todos y la ayuda mutua. Algo que me hizo reflexionar y llegar a plantearme seriamente por qué hubo de nacer el cristianismo precisamente a la vez que se originaba el Imperio Romano. Llegando a la conclusión de que muy posiblemene aquella Roma, colonizadora del Mediterraneo y que impuso su civismo y su política; seguramente trajo consigo también la pérdida de los valores antiguos. Ello, unido a la imposición de nuevas castas sociales con gentes de gran ambición y sin principios ni cultura; provocaría el relajo de las buenas costumbres, llegando hasta una gran corrupción espiritual. Crisis de valores de tal magnitud, que pudo producir en uno de los pueblos más antiguos y cultos (de entre los dominados por el Imperio -como lo era el israelita-), la creación de una nueva secta judía, que intentara volver a los antiguos preceptos de solidaridad y fraternidad. Y por cuanto decimos, el hombre tiene la facultad de tornar las grandes catástrofes naturales en un motivo para unirse, generando unas Sociedades basadas en la ayuda (como la japonesa). Al igual que en otros casos, las civilizaciones que nadan en la abundancia y en la ambición, han de ser salvadas por individuos mesiánicos; que hasta ella llegan con el fin de devolver al hombre lo que es del hombre (su verdad).

BAJO Y JUNTO ESTAS LINEAS: Al lado, idolo oculado circular fechado del III al II milenio a.C., hallado en Extremadura (propiedad del Museo de Badajoz, al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Desde el IV milenio a.C. comienzan ya a darse un tipo de idolillos en todo el Sur de la Península Ibérica, esculpidos los más antiguos en hueso y pizarras, que contienen dos ojos a modo de estrellas. Más tarde y ya en época de Los Millares y El Argar (desde el 2700 al 1900 y del 1800 al 1500 a.C.) aparecen aquellos dioses de ojos tallados, en esta forma cilíndrica; comunmente esculpidos en piedra caliza, aunque también los hay trabajados sobre colmillos. Su significado se desconoce, aunque para nosotros (en mi opinión personal) se relaciona plenamente con el "dios ojo" del que venimos hablando; que ya por el V y IV milenio a.C. también se adoraba en Mesopotamia en la forma de pequeñas esculturas con forma de cejas y pupilas. De manera muy similar, en el Egipto predinástico también existía la veneración a una deidad en foma de ojo, que la mitología del Nilo recoge como dador de suerte y expresión de luz (el Utchat). Dios del ojo del Universo, que representa cosmogónicamente los astros iluminadores (el Sol y la Luna), pero que a su vez tenían una significación sexual (como generadores de vida).
 

ABAJO: La concepción de Horus (o la resurección de Osiris), pintada por nuestra mano y copiada de un papiro egipcio. Narra la leyenda de Osiris, como sus asesinos lo descuartizaron en catorce partes, de las que trece metieron en un ataud que arrojaron al Nilo (la catorceava, que era el sexo amputado del dios, fué también tirada al rio y engullido por peces). Tras ello, Isis -la desconsolada esposa-, siguió al féretro transformándose en ave. Arribando el ataud en Biblos, la viuda lo recogió cubriendo con sus alas el cuerpo muerto del dios, concibiendo así a Horus a través de "un pene sagrado" que se representa en el Ank . El mito que recogemos en el dibujo, a su vez se une al de la resurección de Osiris; puesto que igualmente narra la historia cómo el hijo de aquel dios (Horus), resucitó a su padre tocándole con el "Ank" -o bien con su "ojo" (el Utchat)-. En la imágen observamos a Isis concibiendo a Horus, al unirse a su marido con el "Ank" (cruz ansada de la vida); o bien a Horus resucitando a su padre, al tocarlo con aquel sello de Isis. Sea como fuere, lo más curioso es que en todas estas representaciones de la concepción de Horus -o bien de la resurección de Osiris-, el dios que yace muerto y debiera estar con el sexo amputado (tal como su historia narra) aparece itifálico.


Continuando con los paralelismos religiosos, entaremos hoy en el análisis del "dios ojo como dador de luz y de vida", comparando muy similares deidades existentes en el antiguo Egipto y en Japón (tanto como en la posterior Grecia y Roma, cuyos cultos en gran parte fueron heredados desde el Nilo). Veíamos en la última imagen la figura de un dios Osiris que tras haber sido asesinado, troceado y amputado en su sexo; era recuperado por Isis, viuda que concebía de forma mistérica un hijo (Horus, el heredero al trono de Osiris). Evidentemente, toda esta historia contiene -en gran parte- los "misterios" de Egipto; entre los cuales estaría el de la concepción del heredero del faraón. Hijo primogénito que debía nacer de la unión de dos hermanos, ya que el rey del Nilo era "casado" a edad muy temprana con su hermana (apenas antes de tener uso de razón). De esta unión real debía nacer el hijo-dios y heredero de la corona, que de haber sido concebido entre dos hijos del mismo padre es seguro que en la primera -o segunda- generación ya tedría grandes deficiencias (mentales o por enfermedad). Muy por el contrario, tal como leemos y vemos en los escritos o esculturas egipcias (tanto como se observa en los gustos y dedicaciones de sus faraones), aquellos reyes nacidos de dos hermanos, fueron en su gran mayoría inteligentes y bien formados. De todo ello, es inconcebible que fueran engendrados por hijos de un mismo padre, lo que implica que en su nacimiento y concepción se contenían "secretos iniciáticos".

Algo que podemos resolver y entender al observar la imagen anterior (de la concepción de Horus), en la que una Isis viuda es fecundada a través del Ank, por un Osiris ya muerto (pero itifálico). Todo ello, nos lleva a deducir que el heredero al trono de Egipto pudo ser engendrado de un igual modo, a través de una fecundación artificial. Ello es, tomando el semen del que el templo dictaba debía ser padre del hijo del faraón, para depositarlo en la reina, esposa y hermana de aquel. Por lo que no es aventurado pensar que El Gran Visir, cuyo título era "padre de dios", pudo ser el elegido comunmente para cumplimetar este "ritual". Puesto que la intervención de un "ajeno" al matrimonio era imprescindible para que los faraones (hermanos casados) tuvieran hijos sanos. Así, como dijimos, el Gran Visir (o primer ministro) entre cuyos sobrenombres se encontraba el de "padre de dios", solía ser a la vez Sacerdote Supremo, y era elegído entre los hombres más inteligentes del reino. Siendo común que a la vez fuera el Gran Arquitecto del Imperio y Príncipe Supremo; conocedor de las ciencias y de la construcción, quien comunmente era ajeno a la familia del faraón (tanto que su cargo fue numerosas veces ocupado por un extranjero, tal como narra la Historia de José en La Biblia).

De cuanto decimos en el párrafo anterior, no es de extrañar que la concepción del heredero se realizara artificialmente y como hijo secreto del hombre que llevaba el peso del gobierno de la Nación. Siendo perfectamente pensable que "aquel ritual" se realizara a través de un proceso de iniciación en el que se simulara al dios Osiris en "una ceremonia secreta". Proceso tras el que habiendo dado su vida el Gran Visir a cambio de la de los príncipes, este fuera "indultado" y se le considerara ya muerto (como el dios benéfico). Tras ello, alguna concubina (o mujer) del Visir obtendría la semilla del que sería padre secreto, para "sembrarla" en la reina; dando así un heredero sano e inteligente a la corona (nacido de la mayor eminencia del reino). Todo ello no solo explica la gran capacidad de los faraones y de sus gobernantes, quienes consiguieron en ocasiones mantener su civilizacion durante siglos de manera estable y continuada. Sinó sobre todo, que pudieran engendrar estirpes reales nacidas de dos hermanos, dando hijos sanos e inteligentes (algo imposible en un caso de endogamia en este grado).

Por lo demás, es también probable que entre estos "misterios de la concepción" se encontara el de realizar la fecundación de la que esperaba el heredero, valiéndose de preservativos. Profilácticos usados desde los tiempos más remotos en Egipto y que comunmente se fabricaban con vejigas de pez. Ello, puede explicar el extraño mito por el cual la leyenda de Osiris nos narra como el pene del dios, fue arrojado al Nilo donde lo comieron los peces y nunca más se halló. Extraña historia que si la relacionamos con los preservativos que se fabricaban con vejigas de pez y con la necesaria concepción artificial del hijo del faraón, puede desentramar toda la rara leyenda de Osiris. Debido a que posiblemente nos esté explicando cómo tras cumplimentarse la ceremonia de iniciación, en la que el Gran Visir daba su vida por los reyes; aquel príncipe y sacerdote fuera indultado, e incluso premiado con una nueva mujer. Concubina con la que yacería y quien secretamente le extraía el semen (ayudada de una vejiga de pescado), para luego entregarlo al médico real o a las criadas de la reina, que fecundarían a la esposa del faraón.

Finalmente, tambien puede deducirse que tras el nacimiento de aquel heredero al trono de Egipto, posiblemente el Gran Visir tendría por perdido su hijo propio. Quedando el padre biológico del príncipe y tras venir al mundo este nuevo vástago que le títulaba como "padre de dios", "en deuda" con la corona perdiendo a su primogenito. Ya que era costumbre entre estos pueblos que el primero de los hijos, se encomendara siempre al templo (tal como podemos observar en los rituales de primogenitura). Un heredero de la familia que "nacía perdido" y que se "recuperaba" en ceremonias conocidas entre las religiones de la época como "el rescate". Ritual consistente en pagar una cantidad al templo, para que aquel lugar sagrado "rescatara" el primogénito, asignando otro hijo diferente al padre que lo había "perdido" y sacrificando un animal -en sustitución del niño-. Tras aquello, ya era la siguiente familia en escala social por debajo, la que había perdido a su primogénito y debería rescatarlo de forma igual en el templo, pagando un rescate (así sucesivamente, hasta completar toda la pirámide de la Nación). De este modo y con este planteamiento, podemos comprender el verdadero significado del totemismo egipcio, en el que algunos animales eran adorados y tratados como personas (incluso momificados); ello consideramoes que se hacía principalmente por haber sido sacrificados en efigie y sustitución de un ser humano durante su "rescate".

Las ceremonias y rituales a los que nos referimos, llevados a cabo en el II milenio a.C., tienen su explicación y confirmación en historias tan conocidas como las de Moisés. Quien entre sus plagas se encuentra la muerte del primogénito, algo que de seguro concierne -o nos habla- de un cambio de rituales en Egipto durante aquella época. Donde posiblemente y por influencias importadas de zonas canaanitas, se prescindiera del "rescate" y se llevaran a cabo en algunos templos del Nilo el verdadero sacrificio de hijos (normalmente realizado entre algunos pueblos de Canaán). Del mismo modo, cuanto narramos tambien se comprende en el cordero o el carnero que aparece frente a Abraham, para que el padre lo sacrificase en sustitución de su primogénito Isaac -instituyendo así una religión basada en "rescate" del hijo (o de la persona); en contraposición de aquellas otras brutales que imperaban desde Mesopotamia a Canaán en el II milenio a. C. y que exigían la entrega de seres humanos al templo, para ser verdaderamante sacrificados-.

Pero, tras esta disertación sobre el origen y posible significado del mito de Osiris y de la concepción de Horus, hemos de regresar al tema que nos incumbe, que no es otro que el significado divino del ojo. De tal manera y como decíamos, en algunos textos se interpreta que el hijo del dios egipcio resucita al padre tocándole con el Ank (o cruz ansada de Isis). Aunque, más común es la leyenda que narra como Horus devuelve a la vida a su progenitor, gracias a su ojo: El Utchat. Repetidamente hemos hablado de este "utchat o Utjad", que según los sacerdotes de Heliópolis era el izquierdo y representaba la Luna, mientras el derecho solo podía ser usado por el mismo Osiris, ya que simbolizaba el Sol. Como tal, aquella pupila cada 29,53 días se renovaba plenamente; conforme a los ciclos lunisolares, de lo que cada catorce días y medio (aproximadamente) la Luna desaparecía. Una cosmogonía que se entendía como la ceguera de Horus producida por el terrible Seth (el demonio que le enfermaba el ojo "utchat"); pero a su vez se relacionaba con el periodo de fertilidad femenino, que tiene una duración cercana y muy aproximada a los ciclos lunares. Siendo la última interpretación, la que une este ojo enfermo de Horus, a la enfermedad venerea contraida, que provocaba la ceguera (el tracoma). De tal manera, en todas las culturas y civilizaciones la Luna y la Mujer, junto al sexo y este satélite, se unen. Tanto que las reglas (o los embarazos) se han relacionado siempre con la Luna (no solo por su duración de 28 días, sinó atribuyéndoles un nexo absoluto). Por lo que "aquel ojo" de Horus, que devolvía a la vida a Osiris; en gran parte nos habla del sexo femenino, por donde veía la luz en neonato. Simbología perfectamente comprensible en una religión como la egipcia, agraria y basada de algún modo en la reencarnación (concibiendo al hombre y a su semen, como la espiga que tras ser cortada y morir, caerá subre el ojo de la tierra -el surco- donde la semilla brotará y renacerá de nuevo).


JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, ceremonia del año próspero en Japón (Hou-nen) que se realiza para invocar la fertilidad de los campos. Al margen de este significado agrario, el festival y la adoración al falo tiene (al igual que tuvo en Egipto, Grecia y Roma) un sentido relacionado con la medicina. Pidiendo los asistentes al dios de la fertilidad, que les proteja de las enfermedades venéreas. En la entrada anterior veíamos la imágen de una sacerdotisa helena pintada en una crátera del siglo VI a.C., que nos recuerda en parte a estas ayudantes del templo de Kawasaki. Más adelante comentaremos como del mismo modo que se hizo en la antigüedad mediterranea, el preservativo se veneraba y usaba solo como profilactico (sobre todo para evitar contagios de enfermedades, no como anticonceptivo). De ello que el culto en estos templos donde se pedía y se pide para evitar y curar el contagio de enfermedades venéreas (que antiguamente era una pandemia), desde hace cientos -o miles- de años se venera al preservativo (tal como vimos en la entrada anterior, donde se observaba a la sacerdotisa griega ante dos penes que lo portaban).
 


ABAJO: Un altar, en el templo del falo de Kawasaki durante la celebración del festival de Kanamara (que se lleva a cabo en el primer domingo de abril en Kane-yama). En esta fiesta tan "curiosa" como divertida, ya dijimos que se realizan rituales de fertilidad, pero sobre todo se pide en favor de los contagiados por transmisión sexual. Aportándose lo que se recauda en la celebración, para la investigación y ayuda a los enfermos de el Sida y de otras enfermedades venéreas. En la antigua Grecia y Roma, igualmente se rogaba ante los altares de Príapo, para no sufrir el contagio de las temidas blenorragias, que al parecer en Egipto eran pandemia. Enfermedad que podía producir la ceguera y sobre todo la esterilidad (llegando a ser mortal en algunos casos) y que era altamente contagiosa, transmitiéndose simplemente por tocar los ojos, o el sexo, del infectado. Asimismo, los hijos de la contagiada nacían ciegos, ya que sus ojos eran infectados al nacer directamente, por contacto con la vía vaginal materna. Todo ello, consideramos que hizo nacer la identificación de la sexualidad y el ojo, entre cuyos males el peor era el de la ceguera debido a esta enfermedad venerea (la Clamidiasis, que creemos origina el que luego fuera llamado: Mal de Ojo).



Continuando con el significado del ojo, analizaremos algunas de sus simbologías y cultos en Japón. Mencionándose especialmente aquella parte del cuerpo en las leyendas de la primera pareja que conformó esta civilización y que resumiremos. Ellos son como Adan y Eva japoneses y a quienes se llama: Izanagi e Izanami. Narrando su mito como de aquellos dos hermanos nacieron las diferentes islas del archipiélago nippón y las distintas o principales deidades del panteón sintoista. Pero el amor que se profesaban ambos -como marido y mujer, a la vez que el fraterno- quedó truncado el día que Izanagi parió al dios del fuego, llamado Kagustsuchi. Un Vulcano o Hefaistos del Sinto, que al nacer provocó grandes quemaduras a su madre en el sexo, produciéndole la muerte. Tras aquello, el infortunado Izanagi bajó hasta el reino de los muertos en búsqueda de su hermana amada, pero aquella le dijo que por haber ingerido alimentos en el mundo de los difuntos, ya no podría regresar más al de los vivos.

Pero tanto insistió el pobre Izanagi para que le devolvieran a su mujer, que los dioses de la muerte lo autorizaron; poniendo tan solo como condición que aguardara su llegada en la entrada de aquel Averno y que mientras estuvieran ambos dentro de este lugar, no la mirara. Tristemente Izanagi se impacientó, encendiendo una antorcha para ir a buscarla; observando en ese momento el cadáver de su amada que a su lado estaba. De tal manera, tras romper el juramento de no verla hasta salir del reino de los muertos, le obligaron los dioses a permanecer entre aquellos. Pero Izanagi huyó de los infiernos -mientras los demonios le perseguían-, quitándolos de su camino lanzando tres melocotones, tras lo que consiguió hallar la salida del Hades, que al salir dejó cerrado. Agotado, harapiento y temeroso (por cuanto había vivido en los infiernos), se dirigió hasta el rio Hyuga donde se dispuso a lavarse. Naciendo entonces de sus ropas algunas deidades, tanto como de su baño surgieron los tres dioses principales del Sinto: Amaterasu-omi-kami (la luz solar), aparecida cuando lavó su ojo izquierdo; Tsuki-yomi (la Luna) originada al hacer lo mismo en el derecho. Y, finalmente, Susano (el hombre fuerte), nacido al lavar su nariz. Tres dioses a los que se les concedió el Cielo (de Amaterasu), las Tinieblas (de Tsuki) y los Océanos (donde reinó Susano).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, granadas que se tenían por el fruto de Perséfone, diosa griega cuya tradución vimos en la anterior entrada era: "la portadora de la muerte". Una igual interpretación tiene la diosa japonesa Izanami, que se considera la deidad de la creación y de la muerte, caida en el Hades tras el parto de su hijo (Vulcano japonés) y que igualmente intentó rescatar su marido, Izanagi, pero que no podía salir de allí por haber ingerido sus frutos. Las concomitancias entre estas deidades y los dioses de los misterios eleuisiacos (Eurídice, Orfeo, o Perséfone -Kore- en el Hades), son asombrosas. Más adelante analizamos el significado y los por qués de tanta relación entre dioses separados por miles de años y decenas de miles de kilometros.
 








ABAJO: Escena grabada por el pintor japonés Uttagawa Hirosige, que representa a la pareja primigenia japonesa: Izanagi e Izanami, sobre el puente flotante del cielo (impreso hacia 1847, por la editorial Uoya Edich). Los paralelismos del mito de estos dioses con los del Mediterraneo, nos llevan a un análisis en el que consideramos que el significado del ojo (como símbolo del órgano genital) y de las enfermedades venéreas, como contagiadas a través de los ojos, están presentes en toda su historia.




Dos son las extrañas concomitancias entre esta historia de Izanagi e Izanami y los dioses del Mediterraneo antiguo. La primera, que es obvia y evidente, relacionándose su mito con los misterios órficos; donde se narraba como la ninfa Eúridice (tan amada por Orfeo) fue mordida por una serpiente que le produjo la muerte. Tras ello, el amante desesperado bajó hasta el reino de los difuntos, donde tocando su lira consiguió apaciguar al Cancerbero y a los dioses de los infiernos. Así llegó hasta Eurídice, que le dijo no poder volver al mundo por haber ingerido frutos de aquel reino de la muerte. Pero tanto disfrutaron allí de la música de Orfeo, que los dioses le permitieron regresar junto a su amada y devolverla al mundo, solo bajo la condición de no observarla, ni de mirar hacia atrás hasta que ambos salieran del Hades. Tras ello, unas versiones narran que el músico en el camino de regreso entre los vivos perdió la lira y volvió atrás para buscarla (lo que hizo desaparecer a Eurídice, que estaba a su espalda). Mientras el mito más común sobre Orfeo, narra que nada más intuir que llegaba su amada, quiso volver a verla encendiendo una antorcha, lo que hizo desaparecer a Eurídice.

Como vemos, la historia es casi igual a la que narra el sintoismo sobre la bajada al Hades de Izanagi, pretendiendo recoger a Izanami; comprendiendo incluso la ingesta de frutos de los infiernos, que le impedían a la diosa ya volver al mundo de los vivos. Unos hechos que igualmente se recogen en el mito similar de Perséfone, raptada por Hades (o bien por su madre "la tierra": Demeter), que tras haber comido parte de la granada en los infiernos, debía volver a ellos al menos seis meses al año (simbolizando en esta diosa la tierra que queda infertil durante seis meses y la semilla que cada este tiempo vuelve a su interior para germinar). Por su parte, Izanagi consiguió parar a los demonios que le seguían y huir del infierno, lanzando melocotones; fruta que sin lugar adudas se relaciona con aquella granada de Perséfone.

Pero al margen de estas "casualidades" que expresan claramente el origen agrario de los mitos de Izanagi, tanto como de los órficos. Hay otros dos aspectos muy curiosos, que relacionan todo ello con el culto al ojo (con paralelismos especialmente en Egipto). Ello es cuando narra cómo tras morir la madre (Izanami), de una enfermedad que le produce quemaduras en el sexo (al parir al dios del fuego), e intentar su marido rescatarla del infierno. Aquel al regresar al mundo de los vivos se tiene que lavar los ojos y la nariz, naciendo de este acto la trinidad japonesa. Tres dioses que comprenden la luz del Sol (Amaterasu) la de la Luna (Tsuki) y finalmente el agua de los océanos. Todo ello se relaciona plenamente en gran parte con la historia que ya hemos narrado de la resurección de Osiris, que vuelve al mundo cuando su hijo Horus le toca con el ojo sanado. El Utchat que simbolizaba la Luna, tanto como el otro ojo (el derecho) era la pupila del Sol -la del padre, dios Osiris-.

Pero aún hay mayor relación entre todo ello, si atedemos a los motivos por los que Izanami (la madre) muere; debido que su fallecimiento se produce al parir al dios del fuego (Kagustsuchi), quien deja su sexo cargado de heridas tras nacer. Ello, unido a que este Kagustsuchi es el dios de los herreros, nos lleva a concluir que el mito nos habla de alguna forma de las enfermedades venereas. Males que se pretendían evitar antiguamente en Japón, precisamente pidiendo ante el dios de los herreros y que como vimos se adoraba entre otros lugares, en el altar de Kanamara (Kaneyama). Recinto en cuyo centro se encontraba el yunque del cual salía un gran pene de hierro. Falo forjado que segun narra el mito de la princesa de Kawasaki, sirvió para desdentar la vulva de esta noble dama que mordía y arrancaba el sexo a cuantos yacían con ella (sin poder procrear). Pero que en verdad simbolizaba la llegada de los metales a Japón, marcando el periodo Yayoi y finalizando el Jomo (siglo II a.C.). Metales y metalurgios de los que su dios era precisamente este Kagutsuchi, que produjo la muerte a su madre por heridas en la vagina al nacer. Todo cuanto une unos mitos y otros, quedando bien claro que la llegada de los metales, tanto como el temor al contagio de las enfermedades venereas (en espacial la clamidiasis, que produce la ceguera), se unen en ritos muy cercanos.

Ello, quizás porque para el herrero, lo principal es el fuego; llama que a la vez es el origen de la iluminación, luz que de quedarnos invidentes, se apaga; tiniebla cuya diosa será por siempre la Luna; Luna que marca el tiempo por sus cuartos; cuartos, o ciclos, que se relacionan con el sexo de la mujer al tener un periodo de unos veintiocho dias; dias que se marcan por la luz del Sol; Sol que se identifica con el ojo bueno del Universo; Universo cuyo origen se ve en la luz; luz que significa el bien y la inteligencia; inteligencia que se asimila al dios creador; creador al que se solicita el calor y el bien, para el buen cultivo; cultivos que precisan abrir ojos en la tierra, o los surcos; surcos que se identifican con la cópula; cópula que podía transmitir el Mal de Ojo; mal que se tenía por el peor de los farios; mala suerte que se temía transmitida por la envidia; envuidia que llegaba al observar la belleza; belleza que porvocaba la líbido; libido que se identificaba con el sexo; algo que en todas las culturas hacía que se uniera a la mujer con el terreno y al hombre (con sus aperos de labranza). Como un pene fecundador que sembraba para poder comer. Falo y vagina que dan la vida, pero también eran el "ojo y lanza" que transmitían las peores enfermedades: Aquella que llamaban la de Mal de Ojo (la clamidiasis).

JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Diferentes esculturas de dioses lares, en cementerios actuales de Japón (sitos en Takasaki y Maebashi), donde podemos ver la imágen de la "divinidad que cura el ojo". Deidad que se representa curiosamente como un corazón inverso. Siendo la misión de este dios (o de su efigie) la de cuidar y sanar la vista.

ABAJO: Igual deidad curativa del ojo, representada en otra tumba de un cementerio japonés. En nuestra próxima entrada analizaremos el significado de este dios japonés y su relación con el corazón ahigado (el famoso corazón tan usado el dia de San Valentín).



















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