JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, lámina del pintor-grabador japonés Hiroshige, que representa el barrio de Kanda (perteneciente a "las 100 vistas", impreso en príncipe por la editorial Uoya Edichi, hacia 1857). Vemos en la imágen esta zona de Tokio donde hoy se asientan los libreros y que antaño fuera la barriada de los comerciantes, en cuyo fondo destaca el Monte Fuji. Volcán que nosotros denominamos "Fuji Yama", aunque entre los nippones se denomine "Fuji San" (gran montaña del Fuji). Sagrado para la mitología y la religión antigua japonesas, simboliza la unión entre las fuerzas telúricas (del interior de la tierra) junto a las del cielo, por su gran altura que supera los 3300 metros. A ello se unen los poderes marinos, ya que el Fuji se eleva prácticamente a pié de playa, desde cuya cima pudieron divisar y otear antaño el óceano, alcanzando cientos de millas mar adentro. Con toda seguridad este punto de vigía, se usó no solo para defender Tokio de posibles invasores llegados por barco, sinó fundamentalmente para predecir o preveer los maremotos. Ello porque tal como es sabido, antes de producirse seismos, los volcanes pueden entrar en erupción, "avisando" del movimiento telúrico. Todos estos hechos, unidos al fuego que la montaña contiene en su interior, confirió al Fuji (entre todos los montes de Japón) el carácter sagrado que aún conserva en aquella cultura.
ABAJO: Cordillera de Gunma, colindante con Nágano. Observemos cómo la formación de sus montañas es picuda y cónica, tanto como en aquellas se ven algunas cimas romas -debido a los cráteres abiertos-. Entre las civilizaciones asentadas junto a los volcanes, el cráter es visto como la entrada al útero terrestre y de algún modo se entiende que de ellos procede la riqueza del terreno (minerales, de metales, de aguas sulfurosas y hasta de las vitaminas que la hacen fértil y permiten el buen cultivo). En el anterior artículo hablábamos de estos "ojos de la tierra", cuyos dioses se relacionaban con los de la fertilidad, la riqueza y del fuego. Adorados como potencias capaces de agitar el suelo, generando terremotos y maremotos; pero a su vez, creadores de la luz, la llama, el calor y hasta del metal.
Por cuanto narramos, muchos japoneses interpretan erróneamente una frase clásica de su refranero que dicta: "Terremoto, rayos, incendios; los padres de la antigüedad". Pese a que se trata de un error, ya que lo que realmente dice es: "Terremoto, rayos, incendios y tifones", aludiendo a lo más temido antiguamente (tal como los griegos sentían horror por Tifón, o los egipcios por Seth; dioses de las tormentas). En la sublimación de las fuerzas naturales, tanto como en la mitología, las tradiciones y los ritos nippones; podemos obtener una fuente de conocimientos para la comprensión y el análisis del Mundo Antiguo: Desde Egipto a Babilonia y de Grecia a Roma; pasando por Fenicia, Israel y por cuantos pueblos se dieron en el Egeo y Anatolia (culturas antecesoras de Europa, cuyo significado podremos comprender mejor estudiando las más ancestrales costumbres del Japón).
ABAJO: La concepción de Horus (o la resurección de Osiris), pintada por nuestra mano y copiada de un papiro egipcio. Narra la leyenda de Osiris, como sus asesinos lo descuartizaron en catorce partes, de las que trece metieron en un ataud que arrojaron al Nilo (la catorceava, que era el sexo amputado del dios, fué también tirada al rio y engullido por peces). Tras ello, Isis -la desconsolada esposa-, siguió al féretro transformándose en ave. Arribando el ataud en Biblos, la viuda lo recogió cubriendo con sus alas el cuerpo muerto del dios, concibiendo así a Horus a través de "un pene sagrado" que se representa en el Ank . El mito que recogemos en el dibujo, a su vez se une al de la resurección de Osiris; puesto que igualmente narra la historia cómo el hijo de aquel dios (Horus), resucitó a su padre tocándole con el "Ank" -o bien con su "ojo" (el Utchat)-. En la imágen observamos a Isis concibiendo a Horus, al unirse a su marido con el "Ank" (cruz ansada de la vida); o bien a Horus resucitando a su padre, al tocarlo con aquel sello de Isis. Sea como fuere, lo más curioso es que en todas estas representaciones de la concepción de Horus -o bien de la resurección de Osiris-, el dios que yace muerto y debiera estar con el sexo amputado (tal como su historia narra) aparece itifálico.
Algo que podemos resolver y entender al observar la imagen anterior (de la concepción de Horus), en la que una Isis viuda es fecundada a través del Ank, por un Osiris ya muerto (pero itifálico). Todo ello, nos lleva a deducir que el heredero al trono de Egipto pudo ser engendrado de un igual modo, a través de una fecundación artificial. Ello es, tomando el semen del que el templo dictaba debía ser padre del hijo del faraón, para depositarlo en la reina, esposa y hermana de aquel. Por lo que no es aventurado pensar que El Gran Visir, cuyo título era "padre de dios", pudo ser el elegido comunmente para cumplimetar este "ritual". Puesto que la intervención de un "ajeno" al matrimonio era imprescindible para que los faraones (hermanos casados) tuvieran hijos sanos. Así, como dijimos, el Gran Visir (o primer ministro) entre cuyos sobrenombres se encontraba el de "padre de dios", solía ser a la vez Sacerdote Supremo, y era elegído entre los hombres más inteligentes del reino. Siendo común que a la vez fuera el Gran Arquitecto del Imperio y Príncipe Supremo; conocedor de las ciencias y de la construcción, quien comunmente era ajeno a la familia del faraón (tanto que su cargo fue numerosas veces ocupado por un extranjero, tal como narra la Historia de José en La Biblia).
De cuanto decimos en el párrafo anterior, no es de extrañar que la concepción del heredero se realizara artificialmente y como hijo secreto del hombre que llevaba el peso del gobierno de la Nación. Siendo perfectamente pensable que "aquel ritual" se realizara a través de un proceso de iniciación en el que se simulara al dios Osiris en "una ceremonia secreta". Proceso tras el que habiendo dado su vida el Gran Visir a cambio de la de los príncipes, este fuera "indultado" y se le considerara ya muerto (como el dios benéfico). Tras ello, alguna concubina (o mujer) del Visir obtendría la semilla del que sería padre secreto, para "sembrarla" en la reina; dando así un heredero sano e inteligente a la corona (nacido de la mayor eminencia del reino). Todo ello no solo explica la gran capacidad de los faraones y de sus gobernantes, quienes consiguieron en ocasiones mantener su civilizacion durante siglos de manera estable y continuada. Sinó sobre todo, que pudieran engendrar estirpes reales nacidas de dos hermanos, dando hijos sanos e inteligentes (algo imposible en un caso de endogamia en este grado).
Por lo demás, es también probable que entre estos "misterios de la concepción" se encontara el de realizar la fecundación de la que esperaba el heredero, valiéndose de preservativos. Profilácticos usados desde los tiempos más remotos en Egipto y que comunmente se fabricaban con vejigas de pez. Ello, puede explicar el extraño mito por el cual la leyenda de Osiris nos narra como el pene del dios, fue arrojado al Nilo donde lo comieron los peces y nunca más se halló. Extraña historia que si la relacionamos con los preservativos que se fabricaban con vejigas de pez y con la necesaria concepción artificial del hijo del faraón, puede desentramar toda la rara leyenda de Osiris. Debido a que posiblemente nos esté explicando cómo tras cumplimentarse la ceremonia de iniciación, en la que el Gran Visir daba su vida por los reyes; aquel príncipe y sacerdote fuera indultado, e incluso premiado con una nueva mujer. Concubina con la que yacería y quien secretamente le extraía el semen (ayudada de una vejiga de pescado), para luego entregarlo al médico real o a las criadas de la reina, que fecundarían a la esposa del faraón.
Finalmente, tambien puede deducirse que tras el nacimiento de aquel heredero al trono de Egipto, posiblemente el Gran Visir tendría por perdido su hijo propio. Quedando el padre biológico del príncipe y tras venir al mundo este nuevo vástago que le títulaba como "padre de dios", "en deuda" con la corona perdiendo a su primogenito. Ya que era costumbre entre estos pueblos que el primero de los hijos, se encomendara siempre al templo (tal como podemos observar en los rituales de primogenitura). Un heredero de la familia que "nacía perdido" y que se "recuperaba" en ceremonias conocidas entre las religiones de la época como "el rescate". Ritual consistente en pagar una cantidad al templo, para que aquel lugar sagrado "rescatara" el primogénito, asignando otro hijo diferente al padre que lo había "perdido" y sacrificando un animal -en sustitución del niño-. Tras aquello, ya era la siguiente familia en escala social por debajo, la que había perdido a su primogénito y debería rescatarlo de forma igual en el templo, pagando un rescate (así sucesivamente, hasta completar toda la pirámide de la Nación). De este modo y con este planteamiento, podemos comprender el verdadero significado del totemismo egipcio, en el que algunos animales eran adorados y tratados como personas (incluso momificados); ello consideramoes que se hacía principalmente por haber sido sacrificados en efigie y sustitución de un ser humano durante su "rescate".
Las ceremonias y rituales a los que nos referimos, llevados a cabo en el II milenio a.C., tienen su explicación y confirmación en historias tan conocidas como las de Moisés. Quien entre sus plagas se encuentra la muerte del primogénito, algo que de seguro concierne -o nos habla- de un cambio de rituales en Egipto durante aquella época. Donde posiblemente y por influencias importadas de zonas canaanitas, se prescindiera del "rescate" y se llevaran a cabo en algunos templos del Nilo el verdadero sacrificio de hijos (normalmente realizado entre algunos pueblos de Canaán). Del mismo modo, cuanto narramos tambien se comprende en el cordero o el carnero que aparece frente a Abraham, para que el padre lo sacrificase en sustitución de su primogénito Isaac -instituyendo así una religión basada en "rescate" del hijo (o de la persona); en contraposición de aquellas otras brutales que imperaban desde Mesopotamia a Canaán en el II milenio a. C. y que exigían la entrega de seres humanos al templo, para ser verdaderamante sacrificados-.
Pero, tras esta disertación sobre el origen y posible significado del mito de Osiris y de la concepción de Horus, hemos de regresar al tema que nos incumbe, que no es otro que el significado divino del ojo. De tal manera y como decíamos, en algunos textos se interpreta que el hijo del dios egipcio resucita al padre tocándole con el Ank (o cruz ansada de Isis). Aunque, más común es la leyenda que narra como Horus devuelve a la vida a su progenitor, gracias a su ojo: El Utchat. Repetidamente hemos hablado de este "utchat o Utjad", que según los sacerdotes de Heliópolis era el izquierdo y representaba la Luna, mientras el derecho solo podía ser usado por el mismo Osiris, ya que simbolizaba el Sol. Como tal, aquella pupila cada 29,53 días se renovaba plenamente; conforme a los ciclos lunisolares, de lo que cada catorce días y medio (aproximadamente) la Luna desaparecía. Una cosmogonía que se entendía como la ceguera de Horus producida por el terrible Seth (el demonio que le enfermaba el ojo "utchat"); pero a su vez se relacionaba con el periodo de fertilidad femenino, que tiene una duración cercana y muy aproximada a los ciclos lunares. Siendo la última interpretación, la que une este ojo enfermo de Horus, a la enfermedad venerea contraida, que provocaba la ceguera (el tracoma). De tal manera, en todas las culturas y civilizaciones la Luna y la Mujer, junto al sexo y este satélite, se unen. Tanto que las reglas (o los embarazos) se han relacionado siempre con la Luna (no solo por su duración de 28 días, sinó atribuyéndoles un nexo absoluto). Por lo que "aquel ojo" de Horus, que devolvía a la vida a Osiris; en gran parte nos habla del sexo femenino, por donde veía la luz en neonato. Simbología perfectamente comprensible en una religión como la egipcia, agraria y basada de algún modo en la reencarnación (concibiendo al hombre y a su semen, como la espiga que tras ser cortada y morir, caerá subre el ojo de la tierra -el surco- donde la semilla brotará y renacerá de nuevo).
ABAJO: Un altar, en el templo del falo de Kawasaki durante la celebración del festival de Kanamara (que se lleva a cabo en el primer domingo de abril en Kane-yama). En esta fiesta tan "curiosa" como divertida, ya dijimos que se realizan rituales de fertilidad, pero sobre todo se pide en favor de los contagiados por transmisión sexual. Aportándose lo que se recauda en la celebración, para la investigación y ayuda a los enfermos de el Sida y de otras enfermedades venéreas. En la antigua Grecia y Roma, igualmente se rogaba ante los altares de Príapo, para no sufrir el contagio de las temidas blenorragias, que al parecer en Egipto eran pandemia. Enfermedad que podía producir la ceguera y sobre todo la esterilidad (llegando a ser mortal en algunos casos) y que era altamente contagiosa, transmitiéndose simplemente por tocar los ojos, o el sexo, del infectado. Asimismo, los hijos de la contagiada nacían ciegos, ya que sus ojos eran infectados al nacer directamente, por contacto con la vía vaginal materna. Todo ello, consideramos que hizo nacer la identificación de la sexualidad y el ojo, entre cuyos males el peor era el de la ceguera debido a esta enfermedad venerea (la Clamidiasis, que creemos origina el que luego fuera llamado: Mal de Ojo).
Pero tanto insistió el pobre Izanagi para que le devolvieran a su mujer, que los dioses de la muerte lo autorizaron; poniendo tan solo como condición que aguardara su llegada en la entrada de aquel Averno y que mientras estuvieran ambos dentro de este lugar, no la mirara. Tristemente Izanagi se impacientó, encendiendo una antorcha para ir a buscarla; observando en ese momento el cadáver de su amada que a su lado estaba. De tal manera, tras romper el juramento de no verla hasta salir del reino de los muertos, le obligaron los dioses a permanecer entre aquellos. Pero Izanagi huyó de los infiernos -mientras los demonios le perseguían-, quitándolos de su camino lanzando tres melocotones, tras lo que consiguió hallar la salida del Hades, que al salir dejó cerrado. Agotado, harapiento y temeroso (por cuanto había vivido en los infiernos), se dirigió hasta el rio Hyuga donde se dispuso a lavarse. Naciendo entonces de sus ropas algunas deidades, tanto como de su baño surgieron los tres dioses principales del Sinto: Amaterasu-omi-kami (la luz solar), aparecida cuando lavó su ojo izquierdo; Tsuki-yomi (la Luna) originada al hacer lo mismo en el derecho. Y, finalmente, Susano (el hombre fuerte), nacido al lavar su nariz. Tres dioses a los que se les concedió el Cielo (de Amaterasu), las Tinieblas (de Tsuki) y los Océanos (donde reinó Susano).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, granadas que se tenían por el fruto de Perséfone, diosa griega cuya tradución vimos en la anterior entrada era: "la portadora de la muerte". Una igual interpretación tiene la diosa japonesa Izanami, que se considera la deidad de la creación y de la muerte, caida en el Hades tras el parto de su hijo (Vulcano japonés) y que igualmente intentó rescatar su marido, Izanagi, pero que no podía salir de allí por haber ingerido sus frutos. Las concomitancias entre estas deidades y los dioses de los misterios eleuisiacos (Eurídice, Orfeo, o Perséfone -Kore- en el Hades), son asombrosas. Más adelante analizamos el significado y los por qués de tanta relación entre dioses separados por miles de años y decenas de miles de kilometros.
ABAJO: Escena grabada por el pintor japonés Uttagawa Hirosige, que representa a la pareja primigenia japonesa: Izanagi e Izanami, sobre el puente flotante del cielo (impreso hacia 1847, por la editorial Uoya Edich). Los paralelismos del mito de estos dioses con los del Mediterraneo, nos llevan a un análisis en el que consideramos que el significado del ojo (como símbolo del órgano genital) y de las enfermedades venéreas, como contagiadas a través de los ojos, están presentes en toda su historia.
Como vemos, la historia es casi igual a la que narra el sintoismo sobre la bajada al Hades de Izanagi, pretendiendo recoger a Izanami; comprendiendo incluso la ingesta de frutos de los infiernos, que le impedían a la diosa ya volver al mundo de los vivos. Unos hechos que igualmente se recogen en el mito similar de Perséfone, raptada por Hades (o bien por su madre "la tierra": Demeter), que tras haber comido parte de la granada en los infiernos, debía volver a ellos al menos seis meses al año (simbolizando en esta diosa la tierra que queda infertil durante seis meses y la semilla que cada este tiempo vuelve a su interior para germinar). Por su parte, Izanagi consiguió parar a los demonios que le seguían y huir del infierno, lanzando melocotones; fruta que sin lugar adudas se relaciona con aquella granada de Perséfone.
Pero al margen de estas "casualidades" que expresan claramente el origen agrario de los mitos de Izanagi, tanto como de los órficos. Hay otros dos aspectos muy curiosos, que relacionan todo ello con el culto al ojo (con paralelismos especialmente en Egipto). Ello es cuando narra cómo tras morir la madre (Izanami), de una enfermedad que le produce quemaduras en el sexo (al parir al dios del fuego), e intentar su marido rescatarla del infierno. Aquel al regresar al mundo de los vivos se tiene que lavar los ojos y la nariz, naciendo de este acto la trinidad japonesa. Tres dioses que comprenden la luz del Sol (Amaterasu) la de la Luna (Tsuki) y finalmente el agua de los océanos. Todo ello se relaciona plenamente en gran parte con la historia que ya hemos narrado de la resurección de Osiris, que vuelve al mundo cuando su hijo Horus le toca con el ojo sanado. El Utchat que simbolizaba la Luna, tanto como el otro ojo (el derecho) era la pupila del Sol -la del padre, dios Osiris-.
Pero aún hay mayor relación entre todo ello, si atedemos a los motivos por los que Izanami (la madre) muere; debido que su fallecimiento se produce al parir al dios del fuego (Kagustsuchi), quien deja su sexo cargado de heridas tras nacer. Ello, unido a que este Kagustsuchi es el dios de los herreros, nos lleva a concluir que el mito nos habla de alguna forma de las enfermedades venereas. Males que se pretendían evitar antiguamente en Japón, precisamente pidiendo ante el dios de los herreros y que como vimos se adoraba entre otros lugares, en el altar de Kanamara (Kaneyama). Recinto en cuyo centro se encontraba el yunque del cual salía un gran pene de hierro. Falo forjado que segun narra el mito de la princesa de Kawasaki, sirvió para desdentar la vulva de esta noble dama que mordía y arrancaba el sexo a cuantos yacían con ella (sin poder procrear). Pero que en verdad simbolizaba la llegada de los metales a Japón, marcando el periodo Yayoi y finalizando el Jomo (siglo II a.C.). Metales y metalurgios de los que su dios era precisamente este Kagutsuchi, que produjo la muerte a su madre por heridas en la vagina al nacer. Todo cuanto une unos mitos y otros, quedando bien claro que la llegada de los metales, tanto como el temor al contagio de las enfermedades venereas (en espacial la clamidiasis, que produce la ceguera), se unen en ritos muy cercanos.
Ello, quizás porque para el herrero, lo principal es el fuego; llama que a la vez es el origen de la iluminación, luz que de quedarnos invidentes, se apaga; tiniebla cuya diosa será por siempre la Luna; Luna que marca el tiempo por sus cuartos; cuartos, o ciclos, que se relacionan con el sexo de la mujer al tener un periodo de unos veintiocho dias; dias que se marcan por la luz del Sol; Sol que se identifica con el ojo bueno del Universo; Universo cuyo origen se ve en la luz; luz que significa el bien y la inteligencia; inteligencia que se asimila al dios creador; creador al que se solicita el calor y el bien, para el buen cultivo; cultivos que precisan abrir ojos en la tierra, o los surcos; surcos que se identifican con la cópula; cópula que podía transmitir el Mal de Ojo; mal que se tenía por el peor de los farios; mala suerte que se temía transmitida por la envidia; envuidia que llegaba al observar la belleza; belleza que porvocaba la líbido; libido que se identificaba con el sexo; algo que en todas las culturas hacía que se uniera a la mujer con el terreno y al hombre (con sus aperos de labranza). Como un pene fecundador que sembraba para poder comer. Falo y vagina que dan la vida, pero también eran el "ojo y lanza" que transmitían las peores enfermedades: Aquella que llamaban la de Mal de Ojo (la clamidiasis).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Diferentes esculturas de dioses lares, en cementerios actuales de Japón (sitos en Takasaki y Maebashi), donde podemos ver la imágen de la "divinidad que cura el ojo". Deidad que se representa curiosamente como un corazón inverso. Siendo la misión de este dios (o de su efigie) la de cuidar y sanar la vista.
ABAJO: Igual deidad curativa del ojo, representada en otra tumba de un cementerio japonés. En nuestra próxima entrada analizaremos el significado de este dios japonés y su relación con el corazón ahigado (el famoso corazón tan usado el dia de San Valentín).
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