domingo, 13 de enero de 2013

EL FRIGIANISMO EN LA CULTURA IBÉRICA. Parte tercera: Orígenes protoindoeuropeos e indoeuropeos de la veneración al toro (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXXII).



AL LADO:
Imagen frontal del llamado Vaso de Liria, procedente de Tosal de San Miguel (cerro de aquella localidad valenciana). Crátera de grandes dimensiones, fechada en el siglo III a.C. y que pertenece al Museo de Prehistoria de Valencia -al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). En el presente estudio sobre el mundo frigio y la influencia al culto de los toros en la Iberia Antigua, mencionaremos y analizaremos varias veces este importante vaso cerámico del que vemos uno de sus lados. Pieza del tamaño de una pequeña tinaja en la que se encuentran pintadas escenas (consideradas por muchos de caza), entre las que se halla alguna semejante a una "tauromaquia". Desde su descubrimiento a mediados del pasado siglo, fueron varios los autores que la relacionaron con el significado sagrado que tuvo el bóvido desde los comienzos de nuestra civilización. Tanto como su posible simbología unida a la sacralización de la cacería y al enfrentamiento entre el hombre y la bestia. Habiendo sido muy destacables los estudios publicados acerca de ello por el prof. Blázquez, tanto como por Cossio; quien en su extenso libro "Los Toros" dedica una disertación sobre la interpretación de sus pinturas y su relación con la posterior tauromaquia (1)
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ABAJO: Vista general del famosísimo Caldero de Gudestrup, que ya habíamos estudiado en nuestras entradas del blog dedicado a los textos iberos VER. http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/2012_10_01_archive.html . Esta maravillosa ´"crátera" de plata cética, fechada en el siglo I a.C. y hallada hace unos ciento veinte años en en Dinamarca, representa varias escenas rituales; destacando aquella central en la que una deidad dá muerte a un bovino. También se hallan labradas otras con sacrificios, dioses, animales y una cacería de toros ayudada por perros (agradecemos al Museo Nacional danés -Arqueológico de Copenhague- nos permita divulgar su imagen).
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En anteriores trabajos (ver links mencionados), hemos analizado en profundidad el caldero ritual, llegando a la conclusión de que contiene trabajadas en orfebrería imágenes correspondiente a cultos mitráicos -que curiosamente alterna con pasajes de la caza del uro y de sacrificios humanos-. Entre sus figuras labradas se pueden ver las de unos cánidos de apariencia fiera, ayudando a sus amos a atrapar enormes bóvidos; toros que sin lugar a dudas son los famosos uros que cazaban las gentes de origen celta. Por su parte, en otros lados del caldero se observa la representación de una muerte o ejecución llevada a cabo por una sacerdotisa; quien recoge la sangre del inmolado en un gran crátera. Mientras, el centro presenta una escena en la que un dios (¿Mitra? , quizás deificado en forma femenina) mata al toro. Acción que figura de manera muy similar a como se ve en los cultos del dios zoroástrico: Inmolando con un puñal al astado, junto a un perro y mientras reptiles atacan al bóvido sedente. Una curiosa "imágen cimbria" (danesa) de hace más de dos mil años, que recuerda sobremanera a las estatuas de Mithra y a las representaciones de este dios de cualquier templo persa, frigio, griego o romano. .


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Trataremos hoy sobre la caza del uro y su relación con la tauromaquia ibera, centrándonos en el aspecto que une esta la actividad cinegética que realizaban los indoeuropeos y celtas, con la tauroctonia religiosa de las gentes anatólicas y mediterráneas. Una muerte del astado sagrada llevada a cabo entre los pueblos que conformarían las llamadas culturas protoindoeuropeas durante la Edad del Bronce -que darían origen a las posterioes costumbres indoeuropeas, celtas, indoarianas o indogermanas-. Rito que tuvo sus raices mucho antes, como ya vimos en los templos de Anatolia de época neolítica y donde se rendía culto al toro desde al menos el 6000 a.C.. Bovino deificado que en los milenios III y II a.C. fue fundamental para las religiones de Anatolia y de Asia Menor; aunque sobre todo constituyó uno de los dioses principales en los cultos Cretenses (minóicos) y entre los micénicos. Civilizaciones del Egeo que creemos demostrado aportarían las primeras colonizaciones de nuestra Península a lo largo del II milenio a.C.. A través de un contacto entre nuestras costas y las de Creta, Chipre, las egeas y las jonias; aculturación que hubo de ser dilatada y muy prolongada (desde mediados y finales del Bronce y a comienzos del Hierro). Dado que como hemos podido demostrar, hasta el alfabeto ibérico procede de los alfasilabarios cretochipriotas e hititas del II milenio a.C., que perduraron hasta el siglo VIII a.C. en Anatolia y hasta el V a.C. en Chipre (2) .
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Por ello en el presente capítulo deseamos analizar los paralelismos entre los ritos del toro en las civilizaciones indoeuropeas y en las protoindoeuropeas; estudiando las aportaciones que ambos troncos culturales pudieron importar al mundo ibero. Para todo lo que comenzaremos comparando las dos cráteras antes recogidas en imágenes y que son casi coetáneas (aunque la ibérica es unos doscientos años anterior). Vasos de un tamaño y forma muy cercanos y cuya diferencia principal reside en su uso ritual (al en ser uno de plata y el otro cerámico); pese a que ambos contienen algunas escenas muy similares.
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Aunque en el nuestro no se observa ningún rasgo que haga pensar se trate de una representación religiosa -propiamente dicha-; y menos de tipo mitráico, tal como a mi juicio figura en la danesa. Sinó creemos que sería más bien parte un ajuar con escenas funerarias, lo que cuadra con la descripción que de ella nos dá que el profesor Blázquez, diciendo: "En la pintura sobre un vaso ibérico de Liria cuatro hombres, dos armados con escudo, lanzas y falcatas, dos sin él, y con una especie de porras, se enfrentan a un toro de descomunal cuerna. La Península Ibérica, donde los anfiteatros eran numerosos y donde la pasión de los naturales por la caza, extraordinariamente abundante según las fuentes literarias confirmadas por la documentación arqueológica" (3) . Palabras tras las que el investigador expone los numerosos hallazgos que atestiguan cómo desde la más remota antigüedad, en nuestras tierras, la figura del hombre luchando contra el toro es una constante (bien como cazador, o bien como guerrero que se adiestra y pelea contra la bestia para mostrar la superioridad o valentía del hombre).
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Más adelante trataremos sobre las figuras que el prof. Blázquez describe, que se corresponden concretamente con la continuación de las que vemos en foto arriba. Donde observaremos, se representan dos jinetes: Uno que parece intentar domar a un caballo recién apresado y embridado, mientras su compañero (a la derecha) ya lo monta. Bajo ellos, unos perros esperan sentados para salir a la caza o bien descansan tras esta (depués de haber capturado el caballo -¿quizás?-). Encontrándose otro cánido detrás del "jinete domador" que atiza con una fusta o palo al caballo tomándolo por las bridas. Un perro mucho mayor a los anteriores; auque las caracterísicas tipológicas de todos los cánidos nos recuerdan a las del podenco o del galgo. Raza que se sabe ibera, pero que se supone se creó en zonas del desierto; pudiendo descender del famoso lebrero, "fabricado artificialmente" por los egipcios. Perro que era la misma encarnación de Anubis (símbolo de la fidelidad y de aquel que guia o abre el camino hacia el mundo de los muertos). Cán que como decimos, se supone fue "fabricado" en los templos del Nilo, valiéndose de la genética e incluso de vendas y de medios usados en las momias; con los que estilizaron el cuerpo y pecho para que fuera más delgado y aerodinámico en sus huesos (corriendo de este modo más y logrando atrapar conejos en plena sabana o desierto).
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Por su parte, el resto de animales que aparecen en la crátera de Liria ya son salvajes y se corresponden con escena de cinegética e incluso de pesca. Existiendo algunas olas pintadas, lo que da a entender que se sitúan en la orilla de un mar, en la de un rio o en marismas. Apareciendo lo que asemeja ser un pulpo al lado de estas olitas y sobre el cual hay un cérvido (o caballo, puesto que no se ve la cabeza). Más a la izquierda, se ven pintados unos arpones o símbolos de la fuerza; cuyas flechas más parecen corazones del amor que puntas de armas (de lo que deducimos pudieran simbolizar drogas o plantas usadas en la caza -como cebos o para adormilar a las bestias-). Encima de aquellos arpones y olas, claramente se vislumbra un jabalí. Por su parte y en el lado contrario de la imagen -justo en el extremo de la derecha- lo que vemos son los cuartos traseros del toro, al que capturan otros dos personajes situados frente a él (ver dibujo en blanco y negro existente en la vitrina, que más abajo reproducimos). Sobre aquella parte final del bóvido, hay un pájaro que por la forma de representarse y al estar tan cercano al caballista, creo se trata de un halcón o ave de rapiña usada en cetrería (quizás desde los caballos y de forma muy común en la actividad cinegética ibérica).
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Siguiendo con la descripción, más a la izquierda nos encontramos con el mencionado jinete sobre su montura, quien tiene frente a él extraños seres de forma triangular que no acertamos a interpretar. Aunque a mi juicio pueden tratarse de "hados" o deidades de la caza, simbolizados en objetos semejantes a puntas de armas. Pese a que al estár representados de un gran tamaño y con figura semihumana, también pudieran tratarse de "blancos" o "muñecos" para adiestrarse en la puntería y en la lucha (muy comunes en el entrenamiento militar antiguamente). Por su parte, el mismo personaje subido a su cabalgadura tiene bajo las patas de esta una garza o flamenco (zancuda), tal como normalmente la pintaban los iberos; mientras al lado de aquella se hallan los perros, de los que antes hemos hablado. Completándose la escena con el antes referido individuo que ha puesto un bocado y riendas a su caballo, al que doma, siendo incapaz de subirse -todo lo que el pintor explica, representando de manera muy pronunciada los testículos del equino, que quizás no se deja montar al estar "entero" y frente a una yegua-.
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Algunas de las cosas que vemos y que hemos descrito, se parecen a lo que hay labrado en los laterales de plata del famosísimo caldero de Gundestrup. Paralelismo que desconozco si algún investigador ha advertido aún, pero que podrá comprobarse perfectamente en las imágenes que recogemos a continuación. En las que vemos una cacería de uros también representada en la crátera danesa; para cuyo estudio comparativo con la valenciana hemos recogido abajo el dibujo en blanco y negro que se expone en la vitrina del Museo de Valencia. Imagen "en negativo" de lo pintado en el vaso de Liria, que lleva la caza de un toro. Bóvido no de tan grandes dimensiones como los que observamos en Gunderstrup, pero sí de una enorme cuerna, al que atacan dos personajes iberos con mazas. Pareciendo incluso que lanzan o manejan lazo y unas hondas, arrojándo quizás proyectiles a la res a la que se enfrentan (herramienta que pudiera ser una "especie de cinta" en forma de riñón que hay sobre la res). Finalmente, resulta muy curioso la aparición de olas bajo las patas del toro, siendo este un dato crucial que explicar cómo realmente están llevando el morlaco al batán. Palabra que procede de la técnica de caza y de captura en vivo de estos animales muy bravos antiguamente; a los que se arrastraba hacia una orilla (de rio o mar) con el fin de pararlos, al hundirse sus patas en los pantanosos arenales. Denominándose batanes esos lodazales donde se obligaba a entrar al toro (a cérvidos y caballos), porque allí batían sus pezuñas o cascos los cuadrúpedos salvajes antes de quedar atrapados y agotados -sin escapatoria-, pudiendo ser en esos lugares facilmente apresados en vivo.
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Todo lo que exponemos quizás explica esa "especie de lazo" o cuerda que sobre la cuerna del bóvido aparece; lo que posiblemente indica que no se trata de una cacería, sinó más bien de un apresamiento de reses bravas. Algo que me atrevo a afirmar por el hecho de que no hay proyectiles o venablos arrojados hacia la bestia, ni van fuertemente armados los que se acercan a ella. Lo que explicaría igualmente la aparición y postura apartada de los jinetes, uno de ellos haciéndose con un caballo (quizás también cazado de una forma similar, arrastrándolo hacia las orillas). Quienes quizás han ayudado junto a los perros a llevar a las zonas de batán al toro (y al caballo), permaneciendo luego ajenos y en espera de que los de a pié dén definitivamente caza al bóvido. Atrapándole en donde ha quedado varado el morlaco, para lo que se servirían de simples hondas o de mazas y lazos, con el fin de hacerse con el torito, para conducirle vivo hacia el lugar que desean.
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Por lo demás, otros dos personajes figuran en esta imagen de caza del toro y que son los únicos que van fuertemente armados. Pese a ello, no se les ve inmersos en lo que realizan sus compañeron, ni ayudando a quienes se enfrentan al astado; o haciendo uso de sus venablos o espadas contra aquel. Siendo estos los dos últimos que aparecen en el extremo derecho, a los que vemos vigilando -o en la retaguardia de los que se acercan al bóvido-. Manteniéndose detrás y sin atacar directamente al animal, con sus espadas o flechas en disposición. Aunque la verdadera apariencia que tienen es la de estar luchando uno contra el otro (dado que se miran de frente); por lo que a mi parecer se trataría de dos guerreros ejercitándose o peleando. Por lo que podríamos deducir que más bien son soldados o gladiadores, realizando un ritual de juegos funerarios, muy común entre los iberos quienes obligaban a enfrentar a hombres para honrar a los difuntos (de manera semejante a los gladiadores en los juegos fúnebres de etruscos y romanos)
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ARRIBA:
Detalle del Cadero de Gundestrup, en el que se representa una cacería ritual de uros (agradecemos al Museo Nacional danés -Arqueológico de Copenhague- nos permita divulgar su imagen). Tal como veremos más adelante, explica Julio César -en La Guerra de las Galias- que esos toros gigantes salvajes eran cazados por los guerreros celtas, quienes se adiestraban y entrenaban en la guerra por medio de estas artes. Celebrando con grandes banquetes las vivencias cinegéticas habidas con los bóvidos, cuyo peligro y tamaño era enorme. Es este uno de los orígenes de nuestra tauromaquia (al menos en mi opinión); ya que tal como el emperador romano describe con pormenores, su caza era uno de los grandes "deportes de riesgo" en el que se ejercitaban los soldados centroeuropeos. Teniendo los celtas por uno de los mayores honores y trofeos, lograr matar aquellos grandes uros, cuyos cuernos después lucían o convertían en decorados vasos tallados y repujados en metales (como -en mi opinión- hoy hacen los toreros, con las orejas y rabos de morlacos).
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ABAJO: Detalle del dibujo que expone en la vitrina del Vaso de Liria el Museo Arqueológico de Valencia (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). En el diseño que hemos completado marcando la escena con palabras escritas, vemos claramente el paralelismo entre la crátera valenciana y la de Gundestrup -en la que también varios perros ayudan a unos cazadores a atrapar a un toro- (aumentar la foto para poder leer los carteles que hemos añadido). Pese a ello y como hemos descrito, quienes atrapan al bóvido ibérico -que no es tan grande como un uro- lo hacen en zona de batán (una evidencia que muestran las olas bajo las patas del torito). Igualmente los del vaso valenciano no van armados, sinó que portan lo que parecen mazas y lazos, de lo que se deduce que puede tratarse de una tauromaquia más que una cacería (propiamente dicha). De la misma opinión son cuantos autores han analizado la escena de Liria; destacando entre ellos la opinión que en 1960 ya daba Jose María de Cossio, quien fue uno de los primeros en considerar esta representación como una de las primeras de la lucha entre el hombre y el toro (catalogándola de forma ajena y muy diferente a lo que era la caza, con fines alimenticios).
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Dos hechos
que hemos destacado y son muy llamativos, obligando a distinguir lo que hay pintado en la Crátera de Liria con una caza de bóvidos (escenas cinegéticas muy distintas y que podemos ver comunmente en las paredes de las cuevas, o en los abrigos neolíticos; tanto como en el referido caldero de Gundestrup): El primero es el de que la res ha sido llevada (con lo que parece la ayuda de unos caballistas y unos perros) hasta un lago o unas marismas, con el fin de atraparlo y no tanto de matarlo. Un hecho que se hace evidente al observar las formas de agua bajo el torito, tanto como la garza que hay al lado del buey y bajo las patas de uno de los caballos. El segundo término, destaca en la escena de Liria la carencia de armas o de proyectiles arrojados contra el bóvido -que se ve libre de lanzazos o flechas-. Mientras (extrañamente) quienes se acercan hasta el toro solo llevan unas mazas y lo que parece un lazo. Evidentemente podríamos pensar que ello conduce a deducir que se trata de un animal no muy fiero y facilmente capturable. Todo lo que no encaja con la cornamenta del astado, ni menos con el hecho de que se defiendan con mazas ante una res enorme que les embiste. Aunque mucho menos cuadra con la circunstancia de haberle llevado hasta un batán; algo que hay que hacer solo en el caso de toros muy bravos (para evitar ser corneado al acercarse hasta aquellos).
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Por lo demás, tal como hemos descrito, los únicos que portan armas verdaderas o de ataque (no defensivas, como las mazas) son dos personajes que considero personalmente muy distantes del bóvido. Hablamos sin lugar a dudas de los que a mi juicio serían guerreros enfrentados en unos juegos fúnebres; ceremonial que como es sabido era necesario para rendir honores a cualquier personaje relevante entre los iberos. De ello y en mi opinión, esos dos que muchos consideran están dando caza a la res, en verdad son gladiadores; pues se enfrentan el uno al otro (luchadores que no podían faltar a sepelio de importancia). Finalmente, es de destacar que quienes atrapan al bóvido solo van armados con mazas y cuerdas, lo que identifica la forma de capturar la bestia con figuras como la de Heracles (que igualmente venció a los toros por la fuerza y tan solo con su clava). Lo que procedería de los rituales egeos (tesalios) llamados de taurokathapsia; forma de enfrentarse al toro por la fuerza, muy semejante a la usada actualmente entre recortadores y forçados -en un uso que es de reconocido origen micenio y más concretamente cretense-.
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Tras describir la Cratera de Liria tal como las entendemos, pasaremos al análisis comparativo de esta con el Caldero de Gundestrup. Vaso danés en el que aparece también una caza de grandes toros, de la que deciamos en nuestro anterior estudio lo siguiente: "Sobre la captura de los uros entre los celtas, Julio César se expresa con las siguientes palabras: ´´se curten los jóvenes, siendo ese género de caza su principal ejercicio; los que hubiesen muerto más de éstos, presentando por prueba los cuernos al público, reciben grandes aplausos. Pero no es posible domesticarlos ni amansarlos, aunque los cacen de chiquitos. La grandeza, figura y encaje de sus cuernos se diferencia mucho de los de nuestros bueyes. Recogidos -los trofeos- con diligencia, los guarnecen de plata, y les sirven de copas en los más espléndidos banquetes`` (4) .
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Sin lugar a dudas, la escena que vemos en el caldero de Gunderstrup, se corresponde a lo que el emperador romano nos narra, aunque curiosamente se observa que tal como otros textos y la Historia manifiestan, los celtas se ayudaban de perros para cazar (principalmente en la matanza de uros). Canes que también se sabe adiestraban y usaban en la guerra, de donde proceden diversas razas denominadas comunmente "perros celtas"; entre los que destaca el famoso "alano" -español-. Raza tenida como hispana, que al parecer fue introducida en la Península por las invasiones godas y que se mantuvo entre los pastores o nobles de nuestro país, en estado bastante puro.

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Siendo este alano un perro de grandes dimensiones, fiero, fuerte y muy noble, que se usaba principalmente para matar lobos (o toros salvajes). Cuyas características y aspecto encajan perfectamente al menos con uno de estos cánidos de grandes dimensiones y de enorme cabeza que vemos representados en la escena del Caldero de Gundestrup -imágenes de abajo-. Decimos con uno, porque el segundo tipo de "perro" es el que aparece en la zona superior de la crátera, ajeno o alejado de los hombres y tiene la apariencia de un guepardo o pantera de enormes garras e idealizada. Todo lo que nos habla de que o bien hubiera dos tipos o razas muy específicas caninas, utilizadas para la caza del uro. O bien, que en la imagen han querido señalar la fiereza de esta actividad incluyendo animales exóticos que quizás los templos o los reyes daness guardaban en sus recints sagrados y palacios.

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Acerca del valor del perro en el mundo indoeuropeo, son innumerables sus ritos, leyendas e historias. Entre las que destaca la de uno de los héroes más importantes gaélicos cuyo nombre es el "soldado perro", Cuchulain (de "CU" "guerrero" y "CHULAIN", sabueso). Noble irlandés, Hijo del dios LUGH y de DECTERA, hermana del rey del ULSTER; que un día mientras vistaba a su padre adoptivo en la casa del herrero Culann mató a la perra que guardaba la forja. Tras lo que se comprometió a hacer él de sabueso en la hererría, hasta que un cachorro de la que había matado llegara a la edad adulta. Pasando más tarde Cuchulain a defender solo el Ulster, en la famosa batalla de los toros de Cualinge (expuesto en el ciclo "Razzia du toreu de Cooley"), que curiosamente comienza con el robo de un semental de bóvido generando la invasión de Irlanda (que más tarde logra recuperar Cuchulain). Infinidad son las historias celtas y gaélicas que se refieren a canes junto a toros y que curiosamente cuadran o encajan con muchas de las escenas que vemos en el caldero danés, donde ya habíamos encontrado una caza de uros y donde el animal que más se repite es el perro (o el lobo).
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Unos cánidos que para los indoeuropeos fueron sagrados, habida cuenta que eran su compañero de guerra, de guardia, defensa y caza. Tanto que se suponía que en el Más Allá, el señor del mundo de los muertos (Arawn) tenía numerosos perros, que le ayudaban y con los que siempre compartía sus festines. Animal que en muchos casos se tomaban por el guía ideal del viaje del difunto y que como tal era sacrificado, para que acompañaran al fallecido en su camino hacia el Walhalla -costumbre común a muchas culturas-. Matándose la mascota real del fallecido u otras y que en ocasiones comían los celtas en ceremonias rituales. Todas estas costumbres sin lugar a duda son el origen de la impotante función que aún hoy tiene en el mundo anglosajón este animal, que durante la etapa del románico y del gótico numerosas veces aparece esculpido en la tumba del noble (indicando la fidelidad). Por todo ello, el perro para los celtas era el símbolo de la muerte (al tenerse por el más fiel amigo que podía acompañarnos hasta ella sin temor); de la curación (al observar que se autocuraban con su saliva, con su alimentación, purgantes y etc); de la caza y la diversión (por su simpatía y bondad) y de la fildelidad y la amistad.
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ARRIBA:
De nuevo otro lado del Cadero de Gundestrup; en el que vemos al dios Cernunos -tocado con cuernos (de allí su nombre)- dominando a diversos animales. Sin lugar a dudas se trata de una versión del "señor de las bestias", deidad que en Anatolia y Grecia comunmente se representa como mujer "dominadora de los animales", también llamada "Potnia Theron". Diosa identificada con Artemisa entre los helenos, y con Cibeles entre los frigios; que repetidamente hemos expuesto, se trataría del recuerdo de los tiempos neolíticos. Edad en la que se debieron deificar a los domadores y domesticadores de fieras y de especies que por su utilidad en esta época constituyeron el tronco de una nueva economía basada en la producción con la ayuda de aquellos; por lo que estos (mascotas, ganado o salvajes) fueron considerados sagrados para el hombre.
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Razas y animales que hasta entonces eran salvajes, figurando en la estatuaria desde la Edad de Bronce junto a un dios que las convirtió en domésticas, o que las dominaba. Siendo este el caso de los cánidos que aparecen en el caldero que vemos y que se asemejan a un perro-lobo; que en el caldero referido se hallan junto a sus amos o al lado del Cernunos (o del sacerdote con cuernos, al que se acercan en actitud de cariño aproximando el morro a su cara). Hombre o deidad que también sujeta un gran ofidio con su mano; dominando esa serpiente tomada por la cabeza. Todo lo que comprende un extraño hecho pues estas enormes sierpes no existen (o no sobreviven) en la zona de Dinamarca; aunque -como vemos- el divo con cuernos (Cernunos) la agarra en la forma en que aquellas deben sujetarse. Implicando la escena que describo la existencia entre los indoeuropeos del Norte de Europa de estos animales exóticos, mantenidos o cuidados en cautividad (como dioses o como daimones). Observándose que toma con la mano contraria un torques, lo que habla de la proximidad de sus religiones a las mazdeistas, cuyo dios Ahura Mazda (padre de Mitra) igualmente guarda esta postura. También nos habla la escena de significación de la culebra relacionada con el poder y el dinero (rango que se simbolizaba entre los celtas por estos collares, cuyo sentido equivale al de las posteriores coronas).
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ABAJO: Otra de las caras del mencionado caldero danés y donde igualmente vemos animales exóticos, en este caso delfines y leones. También incluye quizás como especie ajena o extraña, un toro de apariencia muy diferente a la de los grandes uros que cazaban los guerreros en la escena anterior. Refiriéndonos al bovido de enorme cornamenta que aparece en esta parte de la crátera, en su lado derecho; lo que hace pensar, se trataría de un torito salvaje de tipología anatólica (muy diferente a los uros de centroeuropa que como ya vimos medían más de dos metros hasta el lomo). Sin lugar a dudas, la escena del Cernunos de Gundestrup también recuerda al mito de Orfeo, del que hemos recogido un mosaico que lo representa más abajo -con el fin de poder comparar similares religiones y fábulas orientalizantres en el Mundo Antiguo-. Por su parte, en Gunderstrup vemos claramente un niño sobre un delfín, lo que igualmente nos obliga a pensar en Dionisos y los ritos órficos.
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La identificación del bóvido salvaje con el demonio es inmediata por cuanto aquel animal es un rumiante, pese a lo que embiste e intenta matar todo ser vivo de cualquier tamaño y que se le acerque. Por su parte -en nuestra opinión- las cacerías de uros de las que habla César, estarían muy relacionadas con el nacimiento y evolución del mitraismo en Anatolia; aunque luego esta religión derivaría hacia misterios que tratarían de representar el sacrificio del toro como un deber y obligación que el hombre tiene con la Sociedad (erradicar el mal). Además, estos cuernos de uro que menciona el emperador, narrando que eran guardados y ornamentados por sus valientes cazadores; sin duda alguna se relacionan con "el cuerno de la abundancia". Una "cornucopia" que mucho tiene que ver con el valor en batalla la superación de los temores, origen de la abundancia y de las riquezas entre las Sociedades de guerreros antiguas.
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Hecho este que uniría al propio Cernunos (el dios de los cuernos) con aquellas astas que lleva en su cabeza; unos pitones o desmogues "cervunos" que en sí mismo significarían el valor, la fiereza y la riqueza. Algo muy identificado con la sexualidad y el valor, por cuanto si al ciervo se le castra dejaría de crecerle las astas -que cada año desmoga-, no volviendo a salirle cuerna. Lo que explica que estos pueblos (cazadores de animales salvajes con pitones) colocaran sobre sus cascos cuernos, con el fin de demostrar su rango, su carácter y su ferocidad. De todo ello, se comprende la representación de este dios coronado (Cernunos = "curnudo") símbolo de la guerra y del valor, sito en medio de los más peligrosos animales en el Caldero de Gundestrup.
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ARRIBA:
Detalle de la Puerta Este de Persépolis, en que podemos ver un bajorrelieve con la figura del dios AHURA MAZDA fechado entre los siglos VI al V a.C. -agradecemos a la institución y organismo iraní, nos permita divulgar la imágen-. Hemos resaltado y marcado dos hechos que relacionan esta escultura con la del dios Cernunos en el caldero de Gundestrup: La primera, el torques que porta en su mano; en segundo lugar otro círculo que rodea el corpiño de Ahura Mazda. Divinidad antigua persa, que simbolizaba el Sol, considerado el "padre" de Mithra y que hemos de unirlo al Sol-Invicto, con el que el Mitra frigio-romano pactaba tras dar muerte al toro (cada 24 de diciembre, en que renacía de nuevo el astro rey en su Solsticio). Por lo que el torques que porta y el que le rodea, hemos de entenderlos como símbolos astrales o solares que marcan el "anulus" (collar o anillo -de la alianza-) de donde porviene el nombre de anualidad.
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BAJO ESTE PÁRRAFO: Otro de los laterales del caldero danés, en el que observamos igualmente perros fieros acompañando esta vez a los dioses Dagda (en el centro) y a Lug (portando la rueda). Ambos son deidades indoeuropeas relacionadas con la medicina y concretamente Lug se asimila a un Apolo, pese a que porta una rueda en lugar de la lira (común al divo griego que como el celta es el "patrón" de la sabiduría, las artes y la ciencia). Por su parte, también se observan en este lado de la crátera figuras tan helenizantes o anatólicas como grifos (muy semejantes a los existentes en la estatuaria frigia o persa, muy anterior).
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SOBRE ESTAS LINEAS:
Mosaico tardorromano popiedad del Museo Arqueológico de Badajoz (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen) en el que vemos el mito de Orfeo. Observemos el tremendo parecido de esta escena con la que arriba tomábamos del carldero danés, en la que aparecía uno de los dioses más importantes del panteón indoeuropeo: Cernunos (a la crátera y al mosaico les separan casi trescientos años, la romanización y miles de kilómetros)
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ABAJO: Parte de la diadema de oro del tesoro llamado de Vega de Ribadeo, propiedad del Museo Arqueológico Nacional -al que agradecemos nos permita publicar la imágen-. Datada entre los siglos IV al III a.C. y perteneciente a la Cultura Castreña, es uno de los muchos ejemplares de de joyas relacionada en sus diseños con el mundo celta y con el celtibérico (conteniendo escenas y representaciones de animales muy peculiares que son comunes a las culturas antes mencionadas). En la fotografía he marcado con pequeñas letras dos importantes temas como son la aparición de animales esquematizada y la de un individuo que porta los calderos que hemos de entender sagrados. En anteriores estudios ya hemos visto la relevancia de la crátera o el caldero sacro entre los indoeuropeos, que lo relacionan fundamentalmete con la magia, los sacrificios y la preparación de bebedizos. A continuación hablamos sobre este simbolismo de las cráteras, para comprender su significado y el de las representaciones que en ellas vemos pintadas o esculpidas.

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Tal como decimos, en anteriores trabajos explicábamos que "el caldero entre los celtas (indoeuropeos del continente) contenía un valor religioso muy singular. Atestiguando ya Estrabón (5) que estos pueblos del centro y Norte de Europa tenían por costumbre depositar cráteras metálicas y tesoros en las ciénagas o lagos. En lugares como aquel en el que fue hallado este de Gundestrup, donde muy cerca -también entre turbas y lodo-, se encontró otro (no tan valioso) que sacaron del lago danés de Bra. De un mismo modo, han aparecido este tipo de "ollas rituales" entregadas al pantano o a sus fangos, en Duchcor (Checoslovaquia), o en las orillas de Blackbum Mills y en Carlingwark lake (Escocia). Cuanto escribimos, se asocia igualmente a numerosos hallazgos de hachas, armas, joyas o corazas, arrojadas por los celtas a las aguas y que se cuentan por centenares en toda Europa.
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Por lo demás, el significado religioso de estos calderos se une a varios ciclos mitológicos (irlandeses y galeses en especial), tanto como con rituales celebrados por los druidas y con los sacrificios ofrecidos a las divinidades. Entre ellos destaca la famosa "olla" del dios gaélico Dagda (ver en imágenes arriba), quien poseía la "cuba inagotable", cuya miel, carnes, vinos y viandas nunca paraban de manar desde su interior. Siendo este un verdadero "cuerno de la abundancia" con el que se festajaba a los guerreros valientes en el "banquete final". En el Más Allá se hallaba este "caldero de la abundancia" inagotable y con el que celebraban las fiestas los más fieros soldados caidos en combate. Aunque también, desde el reino de los muertos también les fueron entregadas a los hombres varias cráteras con poderes mágicos y curativos. Así, entre las leyendas gaélicas se halla mención de estas "tinas metálicas" sagradas, que incluso tenían la capacidad de resucitar. Siendo muy famoso el "Caldero de Bran" soldado que recibió esta preciada crátera en las orillas de un lago en el que fué encontrado y que posteriormente regaló al rey de Irlanda. Caldero de Bran cuyo enorme don era el de resucitar a todo guerrero que se introdujera y que fuera allí cocinado.


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Finalmente otras historias identifican las grandes tinas con el divo principal celta llamado Teutates (padre de todos). Al que según Lucano se sacrificaban humanos ahogándolos en los rios o en cubas (6) . Todo cuanto pudiera explicar algunas escenas que hemos estudiado representadas en el caldero de Gundestrup. Entre las que a continuación recogemos la de inmolación, de forma contrastada para observar mejor sus detalles (7). Por su parte, varias son las teorías acerca del significado de este rito en el que aparece un perro comiendo o interniviendo en un sacrificio (de forma similar al del toro en el mitráico); quizás correspondiendo lo que recogen algunos textos clásicos sobre las religiones cimbrias. De tal modo, el geógrafo e historiador Estrabón afirma que era costumbre de los pueblos de Jutlandia cortar la garganta a los prisioneros, dejando se desangrasen en un caldero (8) . Narrando concretamente como las sacerdotisas que acompañaban a sus ejércitos vestían con coronas a aquellos infortunados a los que luego suspendían por los pies para degollarlos ellas mismas, dejando caer su sangre en una gran crátera de centenares de litros (mientras que otras "druidesas" de este pueblo cimbrio, los abrían en canal para practicar con ellos la extispicina) (9) .

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Por su parte, varios autores mencionan y defieden la teoría de que la iconografía del supuesto sacrificio fuera en realidad la del "smith god" Tleps. Un dios herrero caucásico a cuya forja acudían las madres llevando a sus hijos para que los introdujera en el agua de templar aceros y convertirlos así en invulnerables (leyenda que se relacionaría con la de Aquiles). Todo ello lo justifican iconográficamente en Gundestrup
porque -según Krutas- el caldero presenta no solo tema célticos, sino también, "numerosos elementos del mar Negro"; es decir, de la zona en la que se desenvuelven los actuales Osetas y antiguos Escitas. Pueblos que tenían por costumbre -que conservan-, que la progenitoras llevaran a su hijos a la forja, donde el herrero los sumergía en la cuba del agua de templar pidiendo a la vez al divino Tleps por el neonato (10) . Una forma extraña de bautismo muy semejante a la que recibió el héroe de la Iliada, cuya madré consigue de un modo muy semejante que fuera invulnerable a las armas (a excepción de su talón que quedó fuera de las aguas estigias). Sea como fuere, vemos en esta crátera innumerables ritos y rasgos frigios o anatólicos, muy relacionados con los persas e incluso con los que más tarde aparecerán por todo el Mediterráneo -incluso entre los iberos-.
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ARRIBA: Escena del sacificio que hemos descrito y en la que vemos posiblemente una mujer (diosa o sacerdotisa) que introduce al inmolado en el caldero. Bajo este, un perro de modo igual que lo hacía el can de Mithra, participia en cuanto sucede; posiblemente lamiendo la sangre al igual que hacía con el toro mitráico -o bien disponiéndose a comer al sacrificado-. Su sentido para muchos está relacionado con una inmolación humana, aunque para nosotros se trataría del ritual de reencarnación o de resurección de la mitología céltica. Religión que narra cómo los dioses tienen la capacidad de "cocinar" en el caldero sagrado a los soldados caidos en la guerra, para devolverles la vida o sanarles. Una ceremonia que sin duda alguna habla de las pócimas y medicamentos que los druidas y magos realizaban, para curar a los heridos en combate.
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Por su parte, llama la atención que el oficiante del rito parezca una mujer vestida de guerrero; algo que no es extraño pues como Estrabón y muchos autores clásicos recogen, esos habitantes de la antigua Dinamarca llevaban a la guerra a sus sacerdotisas de largas cabelleras y trajes blancos. Donde aquellas mujeres entraban en trance y realizaban todo tipo de rituales, entre los que se encontraba colgar a los prisioneros sobre una olla y abrirles la garganta, para dejar caer su sangre en la crátera con el fin de leer el futuro en los espasmos de los infortubados (11) . Todo ello nos lleva a considerar que el gran vaso de Grundestrup escenifique estas terribles ceremonias; aunque a su vez nos hablaría de otros cultos relacionados con la resurección concedida por los dioses celtas cocinando o introduciendo en tinas a los guerreros.


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Pero a su vez, el hecho de que en el fondo de la tina de plata veamos otra mujer que parece -o se asemeja- a Mithra matando el toro (acompañada de su perro), consideramos que nos explicaría la sustitución del hombre por un toro en el sacrificio y la del dios Mitra por una diosa de similares atribuciones. Síncresis o evolución religiosa en que se prescindiría ya de víctimas humanas, para cambiarlas por la bovina. Cultos frigios que llegarían hasta Dinamarca antes que a Italia, puesto que el caldero se fecha en unos ciento cincuenta años previos a la expansión del mitraismo en Roma y por el resto del Imperio (religión que no es anterior al año 80 d. C.). Pudiendo tratarse esta crátera de Gundestrup de una ofrenda realizada en conmemoración y en memoria de la llegada del culto a Mithra entre los cimbrios; quienes quizás lo celebrasen con ese caldero entregado a las aguas del lago (para así conservar en la memoria de los tiempos este hecho -tal como nos llegó-).

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BAJO ESTAS LINEAS:
Mitra matando el toro, en una figura tardorromana propiedad del Museo del Louvre -al que agradecemos nos permita divulgar la imagen a la que hemos marcado los datos de los que hablaremos-. Señalando: La vestimenta frigia, el puñal y la muerte del bovino mientras el perro lame su sangre y los animales que muerden al toro a la vez que el dios le da muerte. Una escena muy parecida a esta vemos en el interior del Caldero de Dinamarca, llamando la atención (como decimos) que la crátera de Gundestrup se fecha al menos un siglo y medio antes del tiempo en que llegó el mitraismo a Roma (que como dijimos no aparece en el Lacio antes del año 80 d.C.). Algunos incluso creen que el caldero danés es muy anterior y se acercaría al siglo III o II a.C., lo que igualmente no sería extraño, habida cuenta que muchas de estas grandes tinas metálicas arrojadas a un lago por los celtas, se dejaron en las turberas en esas épocas. Por todo lo dicho, parece evidente que el Mitrhaismo y las religiones frigias llegaron hasta los pueblos indoeuropeos en fechas muy anteriores a su expansión por el Mediterráneo.
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La representación de este dios es claramente la de una tauroctonia en la que gracias al Sol Invicto (con el que pacta Mitra), muere el demonio de la noche: El toro de las tinieblas, que como la luna con sus cuernos marca la hora -o la fecha-. Sin lugar a dudas su culto procede y simboliza la adoración a los dioses de la luz, que triunfan con su calendario solar (en Grecia "olímpicos" y liderados por Zeus, cuyo nombre procede del radical indoeuropeo "diayus" = "día", "luminosidad"). Divos del día y de la iluminación que vencen a los de la noche; daimónes representados en el toro que muere y que como la Luna y su calendario regido por estos "cuernos" luminosos, son considerados por los pueblos indoarianos ancestrales e imperfectos. Es decir, el triunfo del bien (la luz o el Sol que nacía el 25 de diciembre), frente a las tinieblas que dejaban de "crecer" este día del año.
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Todo cuanto vamos viendo representado en Gundestrup se relaciona de algún modo con el mundo frigio. Incluso los mencionados sacrificios que las sacerdotisas cimbrias realizaban, abriendo en canal a los prisioneros y vaticinando con sus espasmos y vísceras el futuro. Cultos que procedían de religiones y costumbres puramente anatólicas. Siendo estas artes terribles adivinatorias que tanto espantaban a Heródoto y otros escritores clásicos; muy cercanas a las primitivas helenas. Puesto que la extispicina - "ciencia" adivinatoria tan usada por pueblos como el etrusco-, es ciertamente hitita. Por lo que las sacerdotisas danesas que mencionan las fuentes antiguas, tanto como los druidas galos de los que César recoge sus vaticinios a través de la aruspicina; practicaban rituales "proto-indoeuropeos". Prácticas de lectura del futuro por medio de las vísceras o del vuelo de aves, que procedían de de Anatolia y Asia Menor. Todo lo que deja claro el origen de estos pueblos indoeuropeos, que conservaron los más antiguos signos de referencia del lugar de donde surgen o desde el que se expanden (las tieras cercanas al Cáucaso). Siendo asimismo una de las costumbres más comunes de esas gentes caucásicas (protoindoeuropeas) la tauroctonía, o el sacrificio ritual del toro.
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En anteriores estudios escribíamos que: "No sabemos si existen otros estudios que confirmen lo que decimos acerca de Gundestrup, pero creemos suficientemente argumentado pensar que estas figuraciones simbolizan ciclos de unas creencias solares de tipo indoariano; muy cercanas a las seguidas en gran parte de Asia Menor y del Cáucaso desde el nacimiento de Zoroastro. Máxime cuando vemos un sacrifico de tipo mitráico en su fondo, donde en la cabeza del propio toro se dibujan los símbolos del Sol (en la frente) y de la Luna (en el morro). Bóvido al que le faltan los cuernos y que seguramente se habrían perdido al ser de marfil (o de oro) .
Por su parte, en el centro y dentro del caldero, se halla labrada de forma minuciosa la escena de una diosa de pecho descubierto matando al toro (con la ayuda de su perro). Uro ante el cual se halla un extraño lagarto -o cocodrilo-, como si fuera el becerro de aquel y la sierpe del bóvido mitráico.
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Todo ello evoca unas creencias de resurección en las cuales se habla de cómo el guerrero muerto es reencarnado, por medio de los ritos celtas relativos al caldero mágico. Soldado que realmente sube a los cielos gracias a que con su muerte, se logra acabar con a las tinieblas (matar el toro de la escena central). Uniendo en todo, los cultos mitraicos con la costumbre celta de cazar uros salvajes; ejercicio cinegético que vimos como comentaba Julio César, era una de las más arriesgadas y celebradas actividades, entre las que realizaban los guerreros centroeuropeos (VER CITA 4). Por todo ello, lo que se observa en el caldero de Gundestrup, en mi opinión sería un canto a la resurección bajo la religión de Mitra y a la vez la síncresis del mitraismo con las costumbres celtas. Ritos indoeuropeos entre los que se hallaba la sacralización de las cráteras mágicas con poder de resucitar, tanto como la consideración de que el modo más digno y veloz de alcanzar un lugar en el banquete de Odín ("ganarse el Cielo"), era morir en la guerra o con valor -en la caza-.


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Muy interesante nos parece la imagen superior de esta parte de la crátera danesa, en la que observamos lo que sin duda para nosotros es una tauromaquia celta ("uro venatio" -ayudada con perros-). Caza o lucha contra el toro salvaje de la que ya hemos hablado -ver imágenes arriba-, que de seguro tuvo mucho que ver con el mitraismo y su representación del año vencido frente al "Sol invicto". Simbolizado todo ello la muerte del tiempo en el dios toro (un Cronos superado); frente al hombre, que como la luz victoriosa lo mata y hace renacer al año -en Grecia representado en Zeus-. En cuya cosmogonía el uro actúa como un monstruo daimón, de fortaleza sobrehumana, que debía ser cazado y muerto para que naciera el hombre-dios. El ser humano civilizado gracias al calendario (dominio del tiempo, Cronos) admirado y deificado por ser superior a aquella bestia de cuernos, cuyo significado hubo de ser el ciclo lunar -el modo más simple de medir el tiempo por cuartos de Luna, en forma de astas-. Siendo esta la cosmogonía la que claramente vemos representada en al Caldero de Gundestrup, y sobre lo que deconocemos si antes se ha interpretado de esa manera: Como una tauromaquia, que simbolizaría el triunfo del calendario y culto solar, frente a los ritos de la noche, nacidos del primitivo modo de medir el tiempo -Cronos- en lunas. Lo que sin duda alguna es el origen de la religión y ritos mitráicos.

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Acerca de todo ello, deseamos añadir que sin lugar a dudas, nuestra corrida de toros se asienta sobre las bases de estas cosmogonías y rituales. Celebraciones que también se relacionan con la matanza del cerdo o del verraco y que antaño hubo de ser también la caza del jabalí. Ceremonias cinegéticas y de sacrificio del totem -animales más útiles o temidos- que aún hoy se realizan principalmente en fechas próximas al Solsticio. Debido a ello, en días cercanos al 24 de diciembre (o bien al 31 de enero) y desde la más remota antigüedad, comenzaban ciertas fiestas que se conmemoraban con estos banquetes e inmolaciones. Festividades que en gran parte han perdurado en las llamadas "Mascaradas" y en las "Matanzas del cerdo en Solsticio" -trasladadas a San Martín-; que en nuestras tierras aún comienzan en los días de Navidad y se prolongan por toda la geofrafía peninsular hasta la Cuaresma.

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ARRIBA:
Detalle del fondo del caldero de Gunderstrup donde vemos que el sacrificador (Mitra) es una mujer. Por lo tanto las creencias aquí representadas serían de tipo frigio y han de asimilarse a las de Artemisa lidia y a los cultos de Cibeles. Figurando unos ritos similares a los oficiados por las sacerdotisas minoicas, cuyo deber era el de dominar al toro salvaje o a la serpiente. Para una mejor comprensión de lo que se observa hemos destacado con letras sobre las figuras lo que son (el perro y "¿Mitra?"). De nuevo, agradecemos al Museo Arqueológico Nacional de Copenhagen nos haya permitido divulgar las numerosas imágenes de tan preciada pieza arqueológica.
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ABAJO: Parte central del caldero de Gundestrup, en la que ya vemos cuanto hemos ido comentando: En medio, un gran toro caido, frente a aquel, un cocodrilo y tras el bóvido una mujer o diosa (¿Mithra?) vestida de guerrero, con cota pero pecho al descubierto y dispuesta a asestar un golpe de puñal al buey, ayudada por su perro. Destacable en esta escena minuciosamente representada en plata, son: El collar que porta el cánido, tanto como los testículos del toro. Tratándose lo segundo de un símbolo de bravura, pues todos sabemos que al morlaco cuanto más edad y peligro tiene, más "atributos" le cuelgan. Mientras el collar del perrito supone ya el uso de estos para la lucha, habida cuenta que va protegido con él. El aspecto del perro es cercano al del pastor alemán, aunque parece ser que en estas lides usaban los celtas el famoso alano, especialista en la caza del toro (12) .
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Finalmente vamos a tratar de cuanto figura en el centro del caldero (13) que como hemos dicho es en nuestra opinión un culto mitráico y muy relacionado con la escena de la caza del Uro que aparece en un lateral de la misma crátera. Religiones desde las que Jose Ma. de Cossio también considera proceden algunas costumbres que concluyeron conformando la tauromaquia ibérica. Lucha con el toro que igualmente ve muy relacinada con el perro de Mitra y de la que comenta: "No olvidemos que cuando Mithras tiene que capturar al toro escapado (...) utiliza al perro como auxiliar de su aventura y el perro ha de acompañar al toreo hasta fecha bien reciente del pasado siglo" (14) . Sigue hablando el experto en tauromaquia, sobre esta religión frigia como antecesora posible de nuestras Corridas y del "carácter ctónico de Mithras desde su nacimiento, quien viene al Mundo del interior de una roca que se desgaja, junto a un riachuelo, desnudo y armado de un cuchillo y una antorcha. Desde ese momento debió enfrentarse a los poderes del Mundo; primero lo hizo al Sol quien al ver la superioridad de Mithra firmó un pacto con él. Tras ello pasa a la más alta fábula que es el enfrentamiento con el Sol" (15) .
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De cuanto narramos considera Cossio que: "Esta fábula nos conduce a los orígenes mismos de la civilización. No ha podido nacer sino en pueblos de cazadores y pastores, donde la bestia, fuente de toda riqueza, ha venido a ser venerada religiosamente y en los que la caza de un toro salvaje ha constituido un hecho honroso digno de un dios" . Pasando el mismo autor luego a narrar cómo toma Mithra al toro en las praderas, consiguiendo vencerle asiéndole por los cuernos y llevándole hasta la cueva, donde igualmente topa con diferentes obstáculos que simbolizan la vida y los trabajos humanos. Tras ello, el buey intenta huir al campo que es donde tiene su querencia, pero el Sol manda al cuervo con el mensaje de que su aliado debe dar muerte al que ha escapado. Así, vuelve tras el toro con su perro y lo lleva hasta la caverna; donde le da la cuchillada mientras el can le muerde (16) . Entonces sucederá el milagro de la res sacrificada, de cuya inmolación nacen todas las plantas y vegetales saludables que cubren la tierra y de cuya carne nacerá el cereal (tanto como de su sangre la vid). Aunque el mal envía a sus inmundas especies a picar y emponzoñar su carne y su sangre: Mordiendo el escorpión, la hormiga y la sierpe su cuerpo (los genitales) como símbolo del envenenamiento de la res sacrificada. Pese a ello, de su cuerpo surgen finalmente todas las especies animales, gracias a la protección de la luna y el alma con la ayuda del perro asciende a los cielos; allí bajo el auspicio de los dioses, vive con el nombre de Silvano como el guardián de los rebaños (17) .
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Curiosamente en el caldero de Gundestrup, existen igualmente escenas labradas donde también vemos un guerrero junto a un perro ascendiendo a los cielos (que no hemos incluido en este estudio). Todo lo que nos habla del mito de Silvano y de un mitraismo puro en cuanto se recoge en esta crátera danesa. Tina que seguramente menciona la sustitución obligada de la inmolacón humana por la del toro, como modo de "ascerder" o redimirse para los hombres, divulgando de esa forma unas nuevas creencias -que por entonces se expandieron desde Frigia y dominaron Anatolia, Asia Menor y gran parte del Mediterráneo-. Siendo el único detalle que vemos muy distinto al frigianismo en Gundestrup, el hecho de que Mithra parezca una mujer de pecho descubierto y sin su característico gorro. Tocado frigio que por otro lado se corresponde o es igual a las monteras de la Península Ibérica, a las barretinas y a los sombreros que llevan los que torean. En especial el de los forçados de Portugal, que curiosamente se ponen la montera cuando advierten que el toro les embiste, en acción de respeto. Algo que posiblemente les permite asimimo usarla para hacer el quite con ella, en el caso de no desear que el morlaco se les venga encima. Significando calzársela en la cabeza que se deciden ya a encunarse entre los pitones, para realizar lo que los griegos llamaban "taurokathapsia" (lucha con el bóvido a pecho descubierto, de forma similar a lo que hizo Heracles).
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Como conclusión a cuanto hemos ido viendo en este artículo, creemos poder determinar que los ritos del toro debieron introducirse en nuestra Península desde los tiempos más remotos a través de varios pueblos: En primer lugar, por las gentes venidas desde Anatolia y del Egeo buscando metales ya en la Edad del Bronce (colonizaciones que confirman hechos como la explotación de las Minas de Rio Tinto -desde el 2700 a.C.-). Posteriormente, con las migraciones de estos indoeuropeos que -tal como hemos mencionado- se dedicaban al noble deporte de la caza del Uro y de los toros salvajes. Una colonización celta habría traido hasta las gentes de la Meseta y del grupo Norteño diversos cultos taurinos que culminarían -por ejemplo- en los centenares de esculturas de bóvidos fechadas entre los siglos V al I a.C. y que han sido halladas en el área vettona (Salamanca, Zamora, Cáceres, Ávila, Toledo -etc-). Igualmente, importarían la veneración y el juego con el toro, otras migraciones venidas desde el Egeo y de Oriente Medio, llegadas a finales del Bronce y hasta los comienzos del Hierro; fundamentalmente de origen anatolio. Colonizaciones que formarían en el Sur la civilización Tartessia y en el litoral oriental (calatalán, levantino o balear) culturas como la talayótica, las ibéricas edetanas y layetanas (con ciudades tan importantes como Arse -Sagunto- y Emporion -Ampurias-). De todo ello y de mucho más, continuaremos hablando en nuestras siguentes entradas.
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SOBRE ESTAS LÍNEAS:
Detalle de un caldero procedente de Urartu, fechado en el siglo VII a. C. y perteneciente al Museo de Ankara (al que agradecemos nos permita divulgar su imagen). Vemos en este la cabeza de un toro, que nos hace pensar el ritual de aquella crátera pudo ser de tipo mitráico y muy semejante al de Gundestrup.
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ABAJO:
Foto de la crátera metálica anterior hallada en Urartu -con peana-, en la que vemos los tres toritos que la adornan.
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CITAS:
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(1):

García y Bellido en 1979, tanto como Pericot en 1980, ya observaron la tauromaquia del Vaso de Liria. Blazquez ya en 1983 comenta que en la cerámica de Numancia hay diversas figuras de toros con danzarines y gentes que portan cuernos. (bibliografía refrerida.: CARACTER SACRO Y FUNERARIO DEL TORO EN EL MUNDO IBÉRICO, de JOSE Ma. BLÁZQUEZ y Ma. PAZ GARCÍA-GELABERT. QUAD., PRESHISTORIA ARQUEOLOGÍA CAST. 18, 1997, pag 421 y 423 y LOS TOROS de Jose Mária Cossio, Epasa Calpe, tomo I Madrid 1964; pag 785)
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(2) :
VER EN BLOG "Sobre los textos iberos, de Mario Gómez-Morán" el origen que doy a los caracteres alfasilábicos ibéricos; que en su gran mayoría proceden de los signos de Creta, Chipre y Anatolia. VER:
http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/2012_04_01_archive.html
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(3) :
"En la pintura sobre un vaso ibérico de Liria cuatro hombres, dos armados con escudo, lanzas y falcatas, dos sin él, y con una especie de porras, se enfrentan a un toro de descomunal cuerna. La Península Ibérica, donde los anfiteatros eran numerosos, donde la pasión de los naturales por la caza, extraordinariamente abundante según las fuentes literarias confirmadas por la documentación arqueológica, estelas de Clunia, larnax del Ashmolean Museum y "vaso de los guerreros" de Archena, mosaicos de Corimbriga, de la Villa del Ramalete, cubo de bronce plateado y grabado de Bueña, fragmento decorativo del Museo de Tarragona, etc., era grande, no ha proporcionado hasta el momento presente ningún documento de toros semejantes a los examinados en este trabajo" (...) "sí mosaicos con escenas circenses, como carreras de caballos en el circo, los ya mencionados mosaicos de Barcelona y BellLlocli; distintos testimonios de la existencia de combates de gladiadores, el grafito de los gladiadores de Belo, lámparas y vidrios con gladiadores, inscripciones de gladiadores; mosaicos con el tema de Circe (Ecija), Hércules y el toro de Creta" (José María Blázquez // «Venationes» y juegos de toros en la Antigüedad
// PUBLICA BIBLIOTECA Miguel de CERVANTES virtual .Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Web]. Página mantenida por el Taller Digital de la Universidad de Alicante; Pag 64). Copa que el mismo autor recoge y analiza junto a Ma. Paz García Gilabert en la obra antes citada: CARACTER SACRO Y FUNERARIO DEL TORO EN EL MUNDO IBÉRICO, de JOSE Ma. BLÁZQUEZ y Ma. PAZ GARCÍA-GELABERT. QUAD., PRESHISTORIA ARQUEOLOGÍA CAST. 18, 1997, pag 421.
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(4): La cita completa que la Guerra de las Galias contiene sobre la caza de los uros entre los celtas y que consideramos un posible origen de la tauromaquia, es la que a continuación presentamos y en la que nos dice Julio César lo siguiente: Los uros "vienen a ser algo menores que los elefantes; la catadura, el color, la figura de toros, siendo grande su bravura y ligereza. Sea hombre o bestia, en avistando el bulto, se tiran a él. Mátanlos cogiéndolos en hoyos con trampas -los celtas-. Con tal afán se curten los jóvenes, siendo este género de caza su principal ejercicio; los que hubiesen muerto más de éstos, presentando por prueba los cuernos al público, reciben grandes aplausos. Pero no es posible domesticar -los uros- ni amansarlos, aunque los cacen de chiquitos. La grandeza, figura y encaje de sus cuernos se diferencia mucho de los de nuestros bueyes. Recogidos con diligencia -aquellos trofeos-, los guarnecen de plata, y les sirven de copas en los más espléndidos banquetes. "Comentario a las Guerras de las Galias" ( "Bellum Gallicum" traducción directa del latín: José Goya Muniáin y Manuel Balbuena; ORBIS -Madrid 1982-) (VI, 14).
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(5): Estrabón; Geog. IV, 3
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(6): Lucano; Phars. I, 444 y ss.
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(7): Julio César en La guerra de la Galias VI, 15, dice textualmente sobre los sacrificios humanos: "los que padecen enfermedades graves, y se hallan en batallas y peligros, o sacrifican hombres, o hacen voto de sacrificarlos, para cuyos sacrificios se valen del ministerio de los druidas, persuadidos de que no se puede aplacar la ira de los dioses inmortales en orden a la conservación de la vida de un hombre si no se hace ofrenda de la vida de otro; y por pública ley tienen ordenados sacrificios de esta misma especie. Otros forman de mimbres entretejidos ídolos colosales, cuyos huecos llenan de hombres vivos, y pegando fuego a los mimbres, rodeados ellos de las llamas rinden el alma. En su estimación los sacrificios de ladrones, salteadores y otros delincuentes son los más" - del libro "Comentario a las Guerras de las Galias" ( "Bellum Gallicum" traducción directa del latín: José Goya Muniáin y Manuel Balbuena; ORBIS -Madrid 1982-) (7, XIV)-.
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De una manera muy similar se expresa sobre las inmolaciones celtas Estrabón en su Geografía (IV, 5), tanto como Lucano (ver cita anterior). Diodoro Sículo, también menciona estos sacrificios humanos como "obligados" en cada ciclo calendárico druídico que era de un lustro (V,61)
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(8): Estrabón (VII 2,3): "Se cuenta también la siguiente costumbre entre los cimbrios: Sus mujeres cuando están con ellos en alguna expedición, eran acompañadas por unas sacerdotisas de largos cabellos y vestidos blancos, con unas capas de gasa abrochadas al hombro un ceñidor de bronce y descalzas; que se encargaban de hacer los vaticinios. Estas, ayudadas por espadas recorrían todo el campamento en busca de cautivos de guerra. Tras adornarlos con coronas, los conducían hasta una crátera de bronce con una capacidad máxima de veinte ánforas (unos 600 litros aprox). Cada una de ellas se subía sobre una escalinata que tenía a su disposición y que quedaba por encima de la caldera, degollando al prisionero que había sido alzado, realizando predicciones por medio de la sangre que iba cayendo en el caldero".
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(9): La extispicina, era el arte adivinatorio por medio de leer las entrañas de una víctima. La narra entre los cimbrios de Jutlandia en el mismo texto de Estrabón, Geog. (VII 2,3) -VIENE DE LA CITA ANTERIOR-: "...degollando al prisionero que había sido alzado, realizando predicciones por medio de la sangre que iba cayendo en el caldero. Otras, sin embargo, tras abrirlos en canal, inspeccionaban sus entrañas para proclamar la victoria entre sus gentes".
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(10): En el artículo que hemos mencionado se recoge la cita de Venceslav Krutas -"Los celtas" edit.SARPE 1985; pag 354- del siguiente modo: "…Nos han contado entre los Chepsuges, que las mujeres llevaban a su hijos a la forja. El herrero los sumergía en la cuba del agua que le servía para templar el hierro, pidiendo a la vez a Tleps, (el dios herrero ) fortificar la salud del niño."
Para el tema, es de suma imporancia lo que acerca de ello trata la publicación de Georges Dumezil "Escitas y Osetas", edit. Fondo de Cultura Económica; Mexico, 2006.
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(11): Estrabón (VII 2,3): "eran acompañados por unas sacerdotisas de largos cabellos y vestidos blancos, con unas capas de gasa abrochadas al hombro un ceñidor de bronce y descalzas; que se encargaban de hacer los vaticinios". Estrabón, sigue en la cita anteriormente recogida habando de como las sacerdotisas "jaleaban" el combate de los cimbrios haciendo riudos ensordecedores desde los carromatos.
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(12): Innumerables son las citas que mencionan las corridas y cazas del toro usando perros celtas, llamados también alanos. Costumbres y relatos que llegan hasta nuestra Baja Edad Media, donde podemos leer historias como la del rey Juan de Aragón que menciona Rafael Carvajal narrando como: "Aquel rey de Aragón, Juan I (1387) que hizo preparar dos toros de los más bravos que pudieran encontrarse para probar unos perros alanos"
("Tauromaquia: ¿Religión insólita, mito o superstición?" Rafael Carvajal Ramos -MADRID 2010- pag. 52 ) . Al igual que Cossio en su gran obra LOS TOROS (tomo I, pags. 794 y ss. Madrid-1964) menciona varios casos en los que durante la Edad Media y principios de la Época Modena se corrían toros ayudándose con perros alanos; una costumbre que igualmente practicaban los árabes en Al-Andalús . VER CITA (14).
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(13): EN UN ANTERIOR ESTUDIO COMENTÁBAMOS LO SIGUIENTE SOBRE LA ESCENA CENTRAL DE GUNDESTRUP: "Cuanto figura en el centro y dentro del caldero, se halla labrada de forma minuciosa la escena de una diosa de pecho descubierto matando al toro (con la ayuda de su perro); uro ante el cual se halla un extraño lagarto -o cocodrilo-, como si fuera el becerro de aquel. Todo ello evoca unas creencias de resurección en las cuales se habla de cómo el guerrero muerto es reencarnado, por medio de los ritos celtas relativos al caldero mágico. Soldado que realmente sube a los cielos gracias a que con su muerte, se logra acabar con a las tinieblas (matar el toro de la escena central). Uniendo en ello los cultos mitraicos con la costumbre celta de cazar uros salvajes; ejercicio cinegético que vimos como comentaba Julio César, era una de las más arriesgadas y celebradas actividades, entre las que realizaban los guerreros centroeuropeos. Por todo ello, lo que se observa el caldero de Gundestrup, en mi opinión sería un canto a la resurección bajo la religión de Mitra y a la vez la síncresis del mitraismo con las costumbres celtas. Ritos indoeuropeos entre los que se hallaba la sacralización de las cráteras mágicas con poder de resucitar, tanto como la consideración de que el modo más digno y veloz de alcanzar un lugar en el banquete de Odín ("ganarse el Cielo"), era morir en la guerra o con valor -en la caza-".
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(14): Jose Ma. de Cossio, LOS TOROS; Espasa Calpe, tomo I (Madrid 1964), la cita completa es: "No olvidemos que cuando Mithras tiene que capturar al toro escapado, del que tienen que surgir los torentes de fecundidad y energía, utiliza al perro como auxiliar de su aventura y el perro ha de acompañar al toreo hasta fecha bien reciente del pasado siglo. Una estela tambien de Clunia, representa a una res vacuna con una perro sobre ella sujetándola." Tras estas palabras cita las bodas de la hija de Alfonso VII de Castilla (el emperador), en la que se corrieron toros con ayuda de canes; Igulamente el poema de Fernan González habla de como corrian los monteros toros ayudados de perros. Tanto como en las fiestas de la circuncisión del hijo del rey de Granada Ibn-al-Jatib, las crónicas de sus reyes narran que se soltaron perros germanos (alanos, de la tierra de Alan) para echarlos a los novillos feroces, para que luego los remataran los caballeros. Cita igualmente Cossio un capitel del claustro de la catedral de Pamplona en que aparece la caza del toro con perros. (LOS TOROS, T. I; página 794)
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(15): OP. Cit. (14), pag 797.
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(16): OP. Cit. (14), pag 797.
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(17): De este modo que hemos resumido, recoge y narra Cossio hasta la página 798 el mito de Mithra.
En las páginas del mismo Tomo I (803 y 804) se contiene una disertación sobre el valor de la carne y de la sangre del animal sacrificado y cazado. Completando con comentarios sobre lugares de España en que en sus fiestas tras matar los toros se comen, cuecen o usas sus parte. ACERCA DEL VALOR CTÓNICO DEL TORO, COMO FECUNDADOR Y DADOR DE LA COSECHA, Fírmico Materno, en SOBRE EL ERROR DE LAS RELIGIONES PROFANAS (III, 2) menciona las fiestas de Atis eran consideradas como una acción de gracias a las cosechas, Atis se identificaba con el trigo y su castigo similar al que hace la siega. Algo que menciona Jaime Alvar explicando que "La escena de la Tauroctonía es la central, en que la sangre lamida en algunos casos se convierte en espigas al igual que el rabo del toro" (pag 77 de LOS MISTERIOS; autor JAIME ALVAR, Ed. Crítica Mad. 2003 ) . Continúa Alvar comentando en el mismo libro que: Taurobolio, o muerte del toro era el otro rito del frigianismo. Era un culto colectivo en el que increiblemente se ofrecían a sacrificio humanos como si fueran toros. Prudencio en Peristéphanon (X, 1006-1050) la describe. Se ponía un estrado agujereado para que al matar el toro su sangre cayera a forma de lluvia, sobre el sacerdote que estaba abajo; tras acabarse el ritual salía aquel oficiante completamente bañado en el líquido (Prudencio en Himno a los Mártires). Creen que es un rito añadido a los de Cibeles (pag. 198 LOS MISTERIOS) incorporado en años de los Antoninos, pareciendo un bautismo de sangre para eliminar otros rituales terribles y por influencia cristiana (pag. 200). Por su parte las Fiestas de Atis, que se llevaban a cabo del 15 al 27 de marzo; tenían en el 24 su dia de sangre donde se hacían las emasculaciones (como se han podido ver en fuentes literarias) y se representaba la pasión de Atis, procediéndose a las mutilaciones y castraciones voluntarias. Ritos frigios que en parte se sustituyen con los de la tauroctonia de Mitra.









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