domingo, 30 de diciembre de 2012

EL FRIGIANISMO EN LA CULTURA IBÉRICA. Parte segunda: Orígenes anatólicos del encaste y de la veneración al toro (De "Lo invisible en la mitología": Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte LXXI).



AL LADO:
De nuevo un detalle de la escultura de Mitra y el Toro que del Museo Arqueológico de Córdoba (al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes). Procedente como sabemos de Cabra -casa mitreo, siglo II d.C.- se trata de una de las figuras más bellas de este dios de las conservadas en la Península Ibérica. En ella vemos a Mithra dando muerte al toro, en una actitud que mucho nos recuerda a uno de los ritos más comunes en nuestra cultura, como lo es el del sacrificio de las reses. Inmolaciones entre la que destaca la del toro bravo, cuyos orígenes frigios continuaremos estudiando en la presente entrada.
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ABAJO: Ruedo la Real Maestranza de Sevilla, con Novillos de El Serrano, toreando Conchi Rios, Emilio Huertas y Alvaro Sanlucar (agradecemos a la institución y a los participantes nos permitan divulgar las imágenes). Comenzamos el presente artículo con esta escena, en la que vemos como en nuestra tierra han permanecido los recuerdos -o reminiscencias- de los cultos más ancestrales que hubo en Europa y en Asia Menor. Tradiciones y arraigos sobre el toro en Iberia, de los que hoy ampliaremos algunos conceptos con el fin de ver sus orígenes anatólicos.


 
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ANTES DE COMENZAR:
Esta entrada es una continuación de las que le preceden, siendo necesario leer de las anteriores para poder tener una comprensión plena de lo que en ella exponemos. Puesto que aquellas pertenecen a un estudio sobre religiones y costumbres frigias en la cultura ibérica, que recomendamos revisar antes de dar comienzo a la de hoy.



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El artículo que iniciamos no desea investigar propiamente los orígenes del culto al toro -ni menos los del toreo-, cuyo análisis ya desarrollaron principalmente desde el siglo XIX destacadísimos investigadores (a los interesados sobre este tema, les recomendamos leer nota adjunta en cita (1-a) ). Sinó lo que pretendemos es hallar los rasgos frigios existentes en la civilización prerromana peninsular. Ello atendiendo a las múltiples influencias anatólicas que tantos expertos han observado en culturas de nuestras tierras. Siendo una de las más interesantes, la aparición del dios toro (frigio o hitita) como totem en los albores de la civilización peninsular; concretamente en las zonas de Tartessos (Turdetania), en las del Levante prerromano, en la Lusitana e incluso en la Celtíbera. Áreas peninsulares que entre los siglos VIII al IV a.C., conservaron mútiples rasgos que a mi juicio son preferentemente neohititas, chipriotas o tardo cretenses. Todo lo que nos obliga a deducir que una gran parte de los colonizadores que se asentaron -o llegaron- a Iberia durante la Primera Edad del Hierro (del Siglo X al V a.C.) procedieron de Anatolia y del Egeo. Las que se unen a otras infuencias orientales, venidas del Creciente Fértil (Canaán y Fenicia), que son sobradamente conocidas. Habida cuenta que infinidad de investigadores estudiaron el influjo y la herencia del mundo semita entre los íberos, cuyas costumbres fueron importadas en esos años hasta nuestras tierras preferentemente por los fenicios (con bases en ciudades tan señaladas como Gadir o Malaka).
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Pese a los numerosos estudios que destacan la huella púnica en nuestras tierras; sin embargo apenas hay rastro histórico de los frigios, cretochipriotas, egeos, carios o anatólios que vinieron hasta el litoral íbero en los mismos años. Gentes que durante la Edad del Bronce y en la Primera del Hierro debieron llegar buscando metales, con el fin de abrir un mercado del cobre y del estaño en Oriente Medio. Quienes que tras el avance de Asiria y el de los pueblos greco-indoeuropeos, se verían obligados a marchar de su lugar de origen. Teniendo la mayoría que refugiarse en el lejano Occidente, tras ser sus tierras devastadas. Faltándonos datos y referencias de la aparición de aquellos anatólicos y cretochipriotas, seguramente porque su llegada fue en gran parte desorganizada y "secreta". Tocando tierra en nuestras costas de forma "discreta", tras huir desde el Egeo o Anatolia buscando donde reiniciar la vida. De lo que aquella venida nada tuvo en común con la de los fenicios o de los griegos, quienes se asientan en colonias y puertos, en calidad comerciantes; de un modo "oficializado" y constatado históricamente.
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Por cuanto no es difícil entender que fue muy distinta la aparición de estos que escaparon de Asia Menor y de sus costas en los siglos de las convulsiones (desde el VIII al V a.C.). De quienes se deduce legaron a Iberia y debieron refugiarse en el interior de la Penínsular, de forma "oculta" -escondiendo sus orígenes-. Ello para no ser también aquí perseguidos o esclavizados por quienes les invadieron en Anatolia o en el Egeo (helenos, y púnicos cercanos a los asirios). Buscando en nuestras tierras aquellos que marchaban de la hecatombe de Frigia, un lugar donde poder asentarse para comenzar una nueva vida. Creando o colonizando de este modo una nueva civilización, que consideramos se aglutinó entre las llamadas ibéricas. Culturas íberas que gozan de un increible influjo anatólico o cretochipriota; similitudes cuyos orígenes y motivos han quedado velados y escondidos por la Historia. Debido con toda seguridad a las circunstancias en que vinieron quienes huyeron desde esas zonas devastadas de Asia Menor, entonces en continuas convulsiones. Llegando aquí como "refugiados" y seguramente ocultando su procedencia, con el fin de poder comerciar con los griegos o con los fenicios que tenían en litoral hispánico sus puertos y sus colonias.

 
AL LADO:
Cabeza de toro de Çatalhöyük exhibida en el Museo de las civilizaciones Anatólicas de ANKARA (al que agradecemos nos permita divulgar la imágen). Sala reconstruida en la que se exponen estas esculturas que datan de más de ocho mil años de antigüedad y que guardan la forma de cabezas de toros. En el museo turco se exponen colgadas tal como se hallaron en Catalhüyük (o Çatalhöyük); en una cámara sagrada, cuyas paredes lucían estas como las de dioses. El santuario se fecha entre el 6500 y el 5500 a.C. y en él aparecen ya los rasgos de las religiones que van a preponderar en Anatolia y gran parte de Oriente Medio -hasta el comienzo de nuestra Era-. Cultos basados en un dios padre con cabeza -o forma- de toro (antecesor al Zeus Asterión) y una diosa madre, de grandes pechos y que se sienta sobre leones (antecesora de Demeter Cibeles). Observemos en la imagen que la tipología de la cabeza esculpida es la de un toro bravo (similar al ganado ibérico); que por su cuerna y complexión igualmente nos recuerda mucho a los bóvidos salvajes que aparecen idealizados durante el Minoico y en el Egeo (entre los milenios III al I a.C.) .
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ABAJO:
Dibujo por mi mano de la mencionada sala del Museo de Ankara, en la que se puede ver como se disponen los diferentes bucráneos líticos, datados hacia el 6000 a.C.. En el diseño de la habitación, se observa el parecido que tiene esta cámara sagrada con muchos de los santuarios posteriores, en los que se adoró al toro. Templos dedicados al bovino repartidos por toda Anatolia, existentes en Creta, en Chipre e incluso el remoto Occidente mediterráneo. Donde igualmente tenemos los santuarios ibéricos en los que han aparecido bucráneos, esculturas del toro, altares con forma de su piel o estatuas similares a las de Çatalhöyük. Concretamente nos referimos a aquellos de zonas levantinas y las más "próximas" a Anatolia, como son las costas de Alicante y sobre todo al área de Baleares; donde se han hallado infinidad de estos templetes y enterramientos dedicados al toro (como los de Costitx).


 
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INTRODUCCIÓN:
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Tal como hemos visto en imágenes anteriores, parece indiscutible que el culto al toro -tal como llegó a la Iberia protohistórica-, estuvo muy unido a la veneración que se dió en Anatolia a este animal (hace ya más de ocho mil años). Ello porque los rasgos de adoración, la tipología del bovino y la forma de idealizarlo en nuestras tierras son casi las mismas que las de Çatalhüyük. Yacimiento sito en la actual Turquía datado entre el 6500 y el 5500 a.C. y cuyo dios toro como símbolo de la fuerza y de la fecundidad, conservaron cuantas civilizaciones permanecieron influidas, o heredaron a estas anatólicas. Animal sagrado que sin lugar a dudas era el totem del guerrero por cuanto el toro (al igual que el hombre) no mata para comer, sinó para defender su terreno o su primacía. Atacando el bóvido salvaje a todo extraño que aparezca en su zona, de un modo semejante como lo hacían aquellos cuya misión era la de guardar a su grupo o su territorio hace miles de años. Por todo cuanto es fácil deducir que la imagen del uro o de la res brava, fuera asimilada con la de un tipo de Marte ancestral (1) .
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Dios de la guerra, que a mi juició (en teoría propia) lo fue seguramente por tener una gran utilidad para quienes eran capaces de pastorearlo y dominarlo. Ya que el toro debió ser uno de los mejores modos para defenderese; al menos hasta la creación de los grandes ejércitos -o de las armas sofisticadas-. Forma de protegerse que podría lograrse con un rebaño numeroso de reses bravas, guardado en terrenos bien controlados o en batanes; teniendo así bastante seguridad de que el enemigo no podría franquear esas zonas. Bastando con soltar aquellos toros hacia el contrario cuando se acercaban las hordas o los ejércitos ajenos; o bien manteniéndolos en un cercado que rodease la ciudad, o en los bosques cercanos a ella, impidiendo de ese modo cualquier invasión.
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Sistema defensivo que en las islas y durante la Edad del Bronce debió de ser doblemente eficiente; por cuanto los ejércitos extrajeros (que hasta ellas podían llegar en barco) no tenían un número suficiente de hombres como para poder enfrentarse a grandes rebaños de reses bravas. Impidiendo así que pusieran pie los ajenos en el litoral donde hubiera ganado salvaje deliberadamente soltado -por las playas o en zonas de posible desembarco-; evitando de ese modo a cuantos extraños desearan varar en las costas. Batanes o cercados que pudieron situar en lugares próximos al mar, que apenas eran útiles para el hombre y que no siendo de cultivo ni de labor, podrían usarse para guardar y mantener en allí a los toros salvajes. Uros o reses muy bravas que protegerían de ese modo tan simple las islas, de extraños; que se verían incapaces de desembarcar en aquellas tierras plenas de guardianes naturales.
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Todo ello, en mi opinión y teoría; generó mitos y ritos como los del Minotauro o los de la propia Atlántida; en el que los reyes conservaban y "toreaban" -o pastoreaban- los bóvidos bravos, conservados y adorados como totems sagrados. Costumbres y rituales que procederían de este hecho de defender las tierras con lo que llamamos "murallas de toros". Posiblemente en forma de laberintos naturales, fabricados con empalizadas de madera, tal como hoy en día aún se hace en los encierros. Fórmula que antepone talanqueras y burladeros para salvar al que corre el rebaño, encauzando a los bravos hacia donde se desean llevar (arrojándolos sobre el enemigo en el caso de guerra -que narramos-). Quizás simplemente soltándolos desde un batán hacia el extraño (tal como en ocasiones narran las fuentes clásicas); o dejándolos como "guardianes" en las zonas intermedias y de paso hacia la ciudad (fundamentalmente frente a esta o en las calles de la urbe).
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Hechos estos que explicarían por qué civilizaciones tales como la Minóica carecían de grandes murallas en sus ciudades costeras, al poder defenderlas con medios como el de soltar uros. Pese a que esta falta de muros comunmente se razona históricamente exponiendo que apenas se navegaba en la época de Minos, por lo que no había ejércitos capaces de tocar tierra en islas como la de Creta. Todo lo que nos es demostrable, habida cuenta de que desde mediados del Tercer Milenio a.C., se desplazaban por mar y tierra grandes masas militares (principalmente desde Egipto o Mesopotamia).

 
AL LADO:
Bahías de la costa cretense, donde se situaban de forma abierta -hasta la aparición del hierro- las diversas ciudades minoicas. La foto está tomada en las proximidades de la desaparecida Olous, cercana a la minóica Malia, junto a Lato y a la actual Agia Nikolaus.
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ABAJO: Curiosa escultura que representa el "rapto de Europa" sobre el buey y que se encuentra en el puerto de Agia Nikolaus. En otros artículos analizaremos el significado de este complejísimo mito, que explica el nacimiento de las culturas europeas, influidas por las de Oriente Medio -representadas en el toro que se lleva por mar a la bella Europa-. 
 

 
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Por cuanto es mi teoría que la mencionada carencia de altos pertrechos en las ciudades costeras minóicas, se debió a ese sistema defensivo. Refiriéndonos a lugares tales como Faistos, Agia Triada, Cnossos, Malia, Chania y largo etcétera; urbes que apenas tienen paredes de gran tamaño que las protejen, aunque se hallan asentadas practicamente en el litoral. Creyendo por todo ello -y personalmente- que las protegian soltando toros; un medio por el cual se evitaría que ningún extraño desembarcara en la zona y menos que llegasen hasta el interior esas ciudades-palacios (en las que se desarrolla gran parte de la civilización de Minos).
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Palacios de enorme tamaño muy diferentes a ciudadelas militares, y que se convirtieron en verdaderas urbes pobladísimas. Donde las gentes vivían y desarrollaban una vida cotidiana, ajenos a todo peligro aunque carecían de murallas y cierres. Siendo facil protegerlas si pensamos que ante la aparición enemigos, soltasen toros bravos en las inmediaciones de aquellas o por sus laberínticas calles. Impidiendo las reses que cualquier ajeno se acercara o se adentrase en las ciudades minóicas; menos aún si el invasor venía armado o cargado de escudos y corazas (que le impedían correr o guadecerse se los toros). Todo lo que en mi opinión se recordó en leyendas y mitos como las del Minotauro.
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La defensa que relatamos -de ciudades o plazas- valiéndose de animales, es un hecho histórico demostrado; tanto que hasta en los fosos de los castillos medievales se sabe que soltaban leones o bestias salvajes, para impedir que se acercarsen extraños. Igualmente hay testimonios escritos de ello entre los iberos; quienes embolaban astados y les ponían teas ardiendo para arrojarlos sobre los ejércitos contrarios (como narran las fuentes clásicas -que más adelante analizaremos-). Sistemas de protección que llegaron hasta los tiempos modernos, tal como es sabido entre quienes han estudiado los orígenes del toreo. Arte que se utilizó como un medio de defensa, practicado por última vez en nuestras latitudes cuando Portugal fue declarado territorio español (con la desaparición del último rey Avis luso, D. Sebastián). Tiempo en que las islas Terceras se sublevaron y la marina española no pudo desembarcar en aquellas para declararlas tierra hispana, porque sus habitantes soltaron innumerables toros bravos por todo su litoral; impidiendo así que tomaran posesión de aquellas "los nuevos dueños".
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Cuanto exponemos conforma nuestra nuestra teoría que razona por qué el toro fue concebido como un dios, e idealizado como animal de defensa sagrado. Lo que a su vez explica el motivo por el cual en algunas zonas mediterráneas no se erradicaron las reses bravas. Puesto que de no ser un animal absolutamente útil para muchos, hubieran tenido que exterminarlos (como sucedió con el uro); al tratarse de una bestia con tremenda fortaleza, capaz de matar y de atacar a cuanto se pone frente a aquel. Ultilidad que ciertamente ya no debió ser tanta ya en la Edad del Hierro, al nacer por entonces un tipo de armamento más sofisticado y duro, tanto como enormes ejércitos itinerantes -nos referimos al griego o al romano-. Milicias organizadas y con un gran número de soldados, capaces de acabar primeramente con los toros, para después tomar represalias contra los habitantes de la zona que los hubieran soltado.
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Pero si hemos de plantearnos cuando las reses bravas dejarían de tener efectividad para proteger, hemos de pensar que sobre todo ello debió suceder con el nacimiento y transporte de la caballería -como fuerza armada- . Habida cuenta que unos simples jinetes bien adiestrados, armados con lanzas y arcos, podían acabar con cuantos bóvidos se les enfrentasen (por muy bravos que estos fueran). Deporte o forma de lucha, consistente en lancear toros y que comunmente se llevaba a cabo en tierras mediterráneas en época grecorromana (tal como los mosaicos y fuentes clásicas nos muestran). Siendo muy llamativo el hecho de que cuando Julio César tocó tierra en nuestra Península, lo primero que hubo de hacer (al parecer para ganarse la simpatía de sus milicias) fue matar una res brava con lanza; forma de rejoneo que realizó el Emperador en las zonas de Cádiz.
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Pese a todo, la suelta de uros o reses salvajes debió ser muy efectiva en la Edad del Bronce, como medio de protegerse. Fundamentelmente en los siglos en que apenas existía la caballería y cuando las tropas no superaban el millar. Puesto que además por aquel entonces el armamento era muy pesado, al estar fabricado fundamentalmente de madera, cobre y estaño. Milenios comprendidos entre el cuarto y el primero a.C., cuando los venablos y las protecciones eran muy rudimentarias y los ejércitos fueron relativamente pequeños. Siendo aquel un tiempo en que la doma del caballo no estaba extendida y en el que los soldados tan solo se valían del carro como medio militar. Por lo que en la época de Minos debió ser verdaderamente útil tener un buen rebaño de toros para soltarlos hacia el enemigo, o para pastorearlos en los alrededores de las zonas habitadas -evitando así la visita de extraños-. Un uso de las reses que se mantendría hasta muy entrada la Edad del Hierro en zonas como las isleñas (donde era difícil llegar con caballos) o en civilizaciones apartadas de los Estados que contaban con ejércitos que tenían jinetes. Como lo fue la Península Ibérica, que hasta la llegada de los catagineses y de los romanos, tuvo en el bóvido bravo uno de sus sistemas de defensa -tal como mencionan los textos clásicos-.

 
AL LADO:
Uno de los maravillosos toros de Costitx (Mallorca), vaciado en bronce que corresponde a la cultura talayótica -propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Santuario balear que pertenece a la segunda fase del periodo talayótico y cuyas esculturas se datan entre el siglo VI y el III a.C.. Cultura talayótica que mucho tuvo que ver con otras isleñas desarrolladas en zonas como Cerdeña o Malta y cuyos antecedentes más remotos -en mi opinión- se hallan en el Egeo y sobre todo en las civilizaciones Cretochipriotas. Sobre la sacralización del toro en zonas de piélagos, consideramos que es fácil entender por qué este totem pudo ser en ellas aún más útil que en tierras continentales y por ello tomado como el dios que vigilaba y guardaba las costas. Puesto que bastaría soltar algunas reses bravas en las playas, para impedir que allí desembarcaran gentes no deseadas.
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Por su parte, la cría y el desarrollo de ganadería brava en las islas implica la importación de la especie por barco, tanto como el conocimiento de ciertas "artes de mayoral" (para poder pastorear y conducir a los bravos). Toros que se manejaban fundamentalmente con el caballo, la garrocha y que antiguamente se guiaban principalmente con la honda; lanzándoles piedras para poder conseguir que las reses fueran hacia un lugar o que no embistieran. De cuanto puede explicarse por qué los honderos baleares eran algunos de los más famosos del Mediterráneo; ya que este arma era necesaria -imprescindible- ante el ganado bravo. Debiéndose dar al bovino con el proyectil (llamado glande), para conseguir hacer "quites" y que embista o se dirija hacia el lugar deseado. Siendo conocido que los antiguos habitanes de Baleares llegaban a golpear con sus hondas las astas del ganado, logrando de ese modo pastorearlo y llevarlo hacia donde querían.


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ABAJO:
Palacio de Cnossos, en Creta (junto a la Capital, Herakion) -agradecemos a las autoridades propietarias del recinto minoico nos permitan divulgar la imagen-. Cuna de la leyenda del Minotauro y de la civilización Minoica, Cnossos es una de las muchas ciudades cretenses del III y II milenio a.C. que apenas carece de fortificación. Sita a poca distancia del mar y en un lugar de fácil acceso en caso de desembarco de extraños, esta capital del Imperio de Minos no fue conquistada desde el exterior. Destruyéndose por efecto del Tera-Santorino; cráter que explota a unas cincuenta millas al norte, provocando uno de los mayores desastres sísmicos y volcánicos que la Historia conoce.
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Nuestra teoría acerca del modo de defensa en estas islas de la Antigüedad, es que lo hacían por medio de situar toros en las ciudades, en las playas y en los lugares de posibles desembarcos. Reses bravas que servían para protegerse de los extraños, a la vez que eran fuente de alimento y carne para aquellos "mayorales" -quienes las cuidarían, apartándolas para que no dañasen a las gentes comunes-. Pastores de toros que dominarían los secretos de la crianza del bravo y que actuarían como verdaderos estrategas militares, procurando mantenerlos en las playas o en el litoral. De ello surgirían -a mi parecer-, religiones y mitos como el del Minotauro en Creta, o el de los Toros de Gerión en las costas de Tartessos. Zona andaluza donde aún hoy en día se cria ganado bravo, reses que incluso en el Coto Doñana nacen salvajes y a las que llaman "retintos" (por su color semejante al del ganado de Gerión, tal como nos los describe la mitología griega).
 

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ORÍGENES DEL CULTO AL TORO:
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Conocidísima es la mitología antigua relativa al bóvido, animal que quizás fue el más representado como figura de dios.
Divinización que no se limitaba a las afamadas historias de Zeus con Pasifae, de Minos y Ariadna o a la de Mithra y buey que sacrificaba; sino a otras deidades como el Apis egipcio, o a los toros sumerios y persas (2) . Pese a ello, no todos esos mitos y religiones contemplaban o idealizaban al astado bravo, sino más bien solían deificar al bóvido como "esposo" de la vaca; por ser aquella un animal sumamente benéfico, que entregaba su leche, su piel y su carne. De lo que hemos de diferenciar claramente las creencias y fábulas que adoraban al buey (manso) de las que veneraban al morlaco (bravo); siendo tan solo las segundas las que nos interesan para el estudio del significado y el origen del culto al toro entre los iberos. Religiones entroncadas con las costumbres peninsulares, que idealizaban al bóvido por su capacidad de lucha y como totem de la guerra. Muy diferentes a las otras -más comunes- y de las que hemos hablado, en las que el becerro era un animal benéfico por proceder él gran parte de la carne, las mejores pieles y la mayor cantidad de leche. Un toro que en esas creencias personificaba la bondad, convertido en el dios de los acuerdos y de los contratos -entre los mazdeistas, por ejemplo-; o en el de la luz y del amanecer (para los védicos). Tanto como fue el de "la fertilidad de los campos y "del ganado, el salvador y realizador de la creación", para las creencias mitráicas (3) .
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Por cuanto decimos, hubo un segundo modo de adorar al toro muy diferente al que lo consideraba "madre Luna". Ese fue el que encuadraba a este animal como "padre guerrero" identificado con el Sol; destacando unas cualidades muy distintas. Venerando al astado en su calidad de fiero, como animal duro e indomable y como representación del "mal" que protege al grupo. Cultos que se desarrollaron simbolizando en el toro salvaje un tipo de dios Marte; religiones que -como decimos en los párrafos iniciales- hubieron de proceder desde el uso del bóvido en la guerra. Siendo este nuestro planteamiento que resuelve la existencia de culturas en las que la res brava es protagonista y dueño del panteón, figurando como "padre de la fertilidad y de la lucha".
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Creencias que se desarrollaron en el Neolítico, pero que en la Edad del Bronce gozaron de un gran esplendor en zonas como Anatolia o en el Cáucaso. Lugares, donde proliferaban y se domesticaron estos uros, o los diversos tipos de bóvidos salvajes; pese a que los más peligrosos fueron exterminados allí con la llegada del hierro y sobre todo en época de los ejércitos con caballería. Lo que nos hace deducir que antes de existir medios eficaces para acabar con los toros no domésticos, se usaron estos en algunas zonas del Mundo como medio de defenderse (en el campo o en las urbes). Todo lo que haría del bóvido bravo la personificación del soldado, siendo contemplado como el dios del espìritu más feroz y terrible. Unos rituales y religiones que al parecer proceden de Anatolia, donde se fueron amaestrando y cercando esos bueyes primigenios para asignarles diferentes usos; tal como las últimas investigaciones han podido ir demostrando (4) .
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Pese a ello y hasta que la humanidad llega a dominar a estos morlacos, los astados hubieron de sufrir una evolución natural (ayudados por la mano del hombre), que los llevó a medir y a pesar casi la mitad de sus proporciones originales -en los siglos previos a la Glaciación-. Proceso evolutivo en el que sin duda alguna la ayuda artificial cumpliría una función de selección; mezclando aquellos astados más pequeños y menos fieros, para lograr hacerse finalmente con un tipo de "bos" reducido y casi manso. Todo lo que precisaría de miles de años de capturas, uniones genéticas y millones de gestaciones que fueron creando los toros que actualmente conocemos; domésticos en su mayor parte y con sus diferentes tipologias o razas. Pero para comprender mejor lo que hubo de suponer este penoso y largo proceso evolutivo, dejaremos hablar a un experto en el tema, como lo es el profesor en veterinaria Carlos Alberto Vega Pérez. Quien en sus estudios sobre el Uro y los bóvidos expone que:
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"Hace unos 10,000 años, los seres humanos del neolítico descubrieron que capturar animales, domesticarlos y mantenerlos vivos para utilizarlos cuando fuera necesario, les permitía reducir la incertidumbre que (...) les suponía el hecho de tener que depender de la caza. El proceso debió de constar de un periodo de pre domesticación en el que en un primer momento,(..) esto, hace suponer, que ellos mismos tenían que encargarse de suministrar alimento a los animales. Así consiguieron domesticar varias especies, encargándose de mover los rebaños de unas zonas de pasto a otras, emulando las migraciones naturales de ellos mismos, pero ahora bajo su control." (...) "Una de las primeras formas de cría del Uro (Bos primigenius), tiene su origen al ser mantenidos grupos de animales (..) e irlos seleccionando inicialmente en función de la forma de los cuernos (que recuerda la imagen de la luna creciente) para utilizarlos en rituales religiosos dedicados precisamente a la Diosa Madre Luna." (...) "También la evolución de las técnicas de caza parecen haber favorecido el proceso de domesticación de los bovinos (...) para que no se pudriese la carne y eran mantenidos en recintos o llevados en caso de necesidad para fines alimenticios y/o religiosos"..
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Estas interesantes palabras las acompaña
Carlos Alberto Vega Pérez con el árbol genealógico del toro del lidia y de las diferentes "reses salvajes"; cuyos orígenes muchos remiten tan solo al Uro europeo. Aunque sobre ello hay varias teorías, dado que otros expertos consideran que el ganado bravo procedería de los distintos tipos de bueyes no domésticos, que existieron y se desarrollaron en los Continentes asiático, europeo y africano (5) . Siendo ella la Historia del morlaco que ha llegado hasta nuestras plazas; como un toro con un tamaño pequeño, de gran fiereza, pero con un peso y condiciones idóneas para ser pastoreado, toreado y usado para la lucha (el "juego" o la guerra). Un encaste que sin relación genética, tendría a mi juicio plenos paralelismos con los del buey manso; aunque mientras el doméstico habría sido mezclado y adiestrado para las labores del hombre, el bravo fue creado de forma semejante y como raza asilvestrada. Bien para que vivieran en los campos de manera salvaje, quizás como reses de carne que nadie pudiera robar; o más probablemente para utilizarlos también como un medio de defensa.
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De ello, es mi opinión que el toro de lidia, tanto como las reses de embiste que vemos en la iconografía de la Antigüedad -y en su mitología-. No fueron simples uros del campo, que cazaban y llevaban a la ciudad con fines lúdicos o religiosos (tal como pudo suceder con otras fieras). Sinó que por el contrario, eran fruto de un encaste milenario que les permitió crear razas bovinas de bravura; con el fin primero de que no las robaran y en segundo lugar para usarlas como un procedimiento defensivo -alejando a extraños de las tierras-. Todo lo que explicaría la no desaparición de aquellos toros primigenios y salvajes; que serían también seleccionados para generar una raza de pequeños bóvidos bravos en algunas zonas de Anatolia y del Mediterráneo (toros que nos han llegado a Portugal, el Sur de Francia o España).

 
AL LADO: Maravillosa cabeza de toro del Imperio Hitita; procedente del yacimiento de Bogazkoy y fechada hacia el 1500 a.C. - perteneciente al Museo del Louvre, Paris; al que agradecemos nos permita divulgar la imágen-. Se trata sin lugar a dudas de un tipo de bóvido bravo; reses de encaste que se distinguen de los mansos por carecer de grasa "inservible" en la cara, cuello y morro; tanto como en la estilizada forma de su cabeza. Faz cuya belleza es muy diferente a la del buey doméstico, de facciones achatadas y burdas; siendo normal en el bovino manso tenga además una expresión de "bobo" o de "lento" en su rostro. Por todo ello considero personalmemte este toro hitita de hace más de tres mil quinientos años, un tipo de res semejante a las hispanas de lidia.
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Siendo muy parecido también -el que vemos en imagen en su tipología- a los que figuran en la estatuaria y representaciones minoicas; cultura esta última en la que no nos cabe duda de que la fiereza era el motivo por el cual se veneraba al bovino (no por la leche, la carne y piel que entregaba la hembra -tal como sucede en las religiones védicas-).Todo cuanto decimos, nos hace pensar que en realidad el actual toro bravo ibérico, sea un encaste de tipo mediterráneo, desarrollado probablemente en Anatolia entre los milenios IV al II a.C. e importado a nuestras tierras por los colonizadores más antiguos llegados desde esa península (hoy Turquía), hasta la Ibérica. Gentes venidas directamente en barco -o bien a través de Fenicia- siguiendo las rutas cretochipriotas, en búsqueda de metales (primero) y más tarde de refugio. Tal como sucedió con los hititas o con los neohititas; quienes arribaron al Occidente remoto primero siguiendo los yacimientos de oro, plata y cobre, y posteriromente para encontrar un lugar donde sobrevivir a las razzias de Cimerios, Asirios o Lidios -lo que se produjo desde los siglos XIV al V a.C.-.


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ABAJO:
Grabado de un Uro, dibujado desde un ejemplar de esos toros salvajes que todavía existían en los bosques de Europa hasta el siglo XVII. Obra de Sigismund von Herberstein; lámina pertenecienta al un libro publicado en 1556 -imagen tomada del archivo de Wikipedia (a la que agradecemos permita divulgar conocimientos y libere este tipo de ducumentación)-. Original en: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Tur_ZHerberstein_pol_XVIw_small.jpg

 
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Tal como decimos, muchas son las teorías acerca de la aparición del ganado bravo en la Península Ibérica, aunque en mi opinión ello ha de estar completamente interrelacionado con la no erradicación de la especie. Puesto que al no haberlas cazado y extinguido, se prueba que este tipo de reses eran útiles. Pero no tan solo para el juego o para las celebraciones circenses, sinó más bien para defender las tierras; tanto como para lograr que el ganado de carne no fuera robado. Un sistema de protección muy rudimentario y que quizás otorgó a la Península Ibérica esa idiosincrasia tan peculiar, donde nadie desea depender de un superior; mientras todos prefieren ser "cabeza de ratón" antes que "cola de león". Ello porque para protegerse por medio de manadas de toros, apenas necesitarían de una organización estatal, ni de ejércitos centrales que mantuvieran el órden. Sinó que bastaba con criar las bestias y conocer los secretos de su pastoreo, que se basan en técnicas de caballo y en formas para que el astado conozca al que le alimenta.
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Un medio de vida y de defensa que unido a hechos como la buena adaptación del cerdo peninsular (semi-salvaje) a nuestras dehesas; pudo potenciar que entre los iberos la socialización o el urbanizarse estuviera de más. Es decir, que teniendo unas buenas piaras de cerdos y manteniendo unos toros bravos en sus campos; posiblemente eran autosuficientes y estaban a salvo. Tanto como para no precisar ser defendidos por ejércitos numerosos, ni alimentados por otros medios (sin necesitar de una estabilidad social siquiera que les permitiera sembrar y cosechar). Algo que considero personalmente pudo dar ese carácter anárquico, autosuficiente y poco servil al íbero (que aún todos conservamos). Nacido de un sistema de vida basado en el toro y que seguramente prevaleció hasta la aparición en nuestras tierrras de Cartago y de Roma. Quienes ya transportaron un gran número de tropas, capaces de enfrentarse y devastar a las reses bravas que poblaban en masa aquellos campos y ciudades de la Iberia Antigua (tanto como a sus guerreros, que igualmente actuaban de forma desorganizada e individualista).
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Pese a ello, las teorías científicas sobre el origen del toro de lidia no han podido ponerse de acuerdo, y aún prima aquella que relaciona directamente a los bravos con el Uro europeo (6) . Un bos que habitaba en los bosques de centroeuropa hasta hace unos trescientos años y que medía casi dos metros hasta la cruz; por lo que en tamaño y peso pudo exceder en el doble de lo que es en realidad un astado de plaza hispánica. Debido a lo que dudo mucho personalmente que aquel enorme buey pueda ser el antecedente más directo de los que hoy se torean. Pensando -muy por el contrario- que estos de la dehesa española se relacionarían más con los de Anatolia, Creta (o incluso de Egipto Antiguo); siendo aquellas que mencionamos, unas reses creadas y criados para la pelea o la lucha. Pese a lo que normalmente se estima que el origen del toro de lida de halla en los mencionados Uros, de los que Silvanus Kilet aporta algunos intereseantes comentarios,
escribiendo por ejemplo que:
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"El autor latino Servio Gramático alude a la existencia de este animal en el Pirineo durante el siglo IV d.C. " (...) "Ya en la Edad Media sólo se los veía en Alemania y en los bosques polacos" (...) "A los uros se los llegó a tratar como si fuesen mascotas dentro de esos bosques. Había cuidadores especiales, para que no los molestase ni la gente ni los animales salvajes, y en invierno hasta les daban heno para comer." (...) En 1564 sólo había treinta y ocho " (...) y de "los cuatro machos que quedaban, sólo se le perdonó la vida a la hembra que fue la última uro en el mundo, que murió de vieja en 1627." (7).


 
AL LADO: De nuevo una fotografía tomada en La Maestranza de Sevilla (novillada de El Serrano; Conchi Rios, Emilio Huertas y Alvaro Sanlúcar -agradecemos nos permitan divulgar la imagen-). Observemos en ella el tipo de bóvido que no ha de ser muy alto, pero siempre muy fuerte (nunca con exceso de grasa). Pese a ello, en ocasiones se da la circunstancia de que superan el 1,70 de altura a la cruz (o lomo) lo que curiosamente desluce mucho las faenas y no permite al torero manejar a la res, ni menos matarla a estoque. Ello implica que en el encaste se busque un animal de cierta altura, que pueda siempre ser toreado por el hombre -hechos que nos hacen suponer que el toro bravo procede de especies anatólicas, ya que el Uro superaba los dos metros de altura a la cruz-.
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ABAJO:
Diversos ejemplares de toros celtibéricos procedentes de los yacimientos vettones cercanos a Ávila (pertenecientes al Museo Arqueológico de Ávila, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Este tipo de representaciones (comunmente en piedra de granito) que se fechan entre los siglos VI al II a.C., proliferan por la Meseta, en zonas de Vetonia, llegando hasta terrirorio carpetano (Toledo, Cáceres, Salamanca, Ávila, Segovia y Zamora; y áreas de frontera, en Portugal). En próximos artículos analizaremos su significado y posibles usos; pero en este queremos recogerlos como muestra de la importancia y extensión del culto al toro, ya en el siglo V a.C. en toda la Penísula Ibérica. 
 

 
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Como decimos, muchas y muy variadas son las hipótesis sobre el origen del encaste bravo y de los ejemplares que hoy se torean en nuestras corridas,
considerando el profesor doctor Keller (de Zurich), que estos descenderían de un tipo denominado Hérens -de origen egipcio-. Unos bóvidos creados artificialmente entre los faraones, para usaros en las luchas y espectáculos; cuya tipología -dice Keller- es similar a la que se existe en el ganado de Suiza (que es de cabeza achatada). Pensando el mencionado profesor que fueron los árabes quienes los introdujeron en Iberia desde África, para llevarlos luego por toda Europa. Algo que argumenta porque la raza bovina de Zurich es agresiva y muy dada a la pelea, por lo que cree que en ellos está el origen del toro de lidia ibérico (logrados por medio de encastes desde el Hérens que trajeron los árabes a España). Pese a todo, comunmente se considera que el ganado bravo se implanta en nuestras tierras venido desde Asia Menor (o del Norte de África), a través de las diferentes colonizaciones en épocas prerromanas -muy anteriores al siglo VII d.C.-.
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Sobre ello, existen dos teorías aceptadas comunmente: Una primera que los consideraría descendientes de esos toros de lucha egipcios y por lo tanto importados en gran parte por los fenicios -aunque también muy probablemente por los bereberes que entran tras el 711 d.C. en la Península-. Mientras una segunda hipótesis los hace desceder de los toros usados por los celtas; bien para la caza, o bien para las labores domésticas. Acerca del segundo origen, todos acuerdan que es improbable que el bóvido utilizado por los indoeuropeos para carne o para el trabajo, pudiera llegar a encastarse de la forma que vemos en las razas de la actual lidia. Mientras muchos comparten que probablemente es desde el Uro que cazaban los celtas en los bosques centroeuropeos, del que nacería esta raza de toro salvaje ibero. Ello por ser tan feroz como para ser imposible domarse, pudiéndose lidiar en las corridas y porque su agresividad es incomparable con la de cualquier otro animal (máxime con aquellas reses que han sido en algún momento o ancestro, domesticadas).
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Por nuestra parte, creemos que tampoco pudiera ser el toro bravo (mucho más pequeño que el de carne o el de labor) un descendiente directo de aquel Uro que poblaba los bosques auropeos aún en el siglo XVII. Dado que más ciertamente habría que buscarse el origen de estas razas bravas -aún coservadas en nuestra Península- en los bóvidos salvajes del Cáucaso y de Asia Menor. Toros que fueron mezclados y modificados geneticamente en Anatolia, desde al menos el sexto milenio a.C.; generando las especies que ya aparecen en Çatalhüyuk hacia el 6000 a.C.. Donde vemos a los morlacos como dioses venerados por su utilidad y fiereza; divos que más tarde nos encontaremos representados en toda la estatuaria y en las creencias anatólicas (hasta le época romana). Reses de tipología brava y fuerte, seguramente usados para la guerra o creados como bravos para que no fueran robados o para defender al amo. De los cuales surgiría la mitología del buey como dios de la guerra y como padre protector; muy diferente a las creencias que adoraban al astado como benefactor animal -que entegaba su leche, su piel y su carne-.

 
AL LADO: Estatua de diosa neolítica (hacia el 6000 a.C.) que en anteriores artículos vimos era la antecesora de la diosa Kubaba de los hititas, de la cual procedía la Kybeles griega -se halla en el Museo de las Civilizaciones de Ankara, al que agradecemos nos permita divulgar la imágen que hemos trabajado desde una fotografía de Roweromaniak-. Denominada comunmente como diosa Hanna Hanna, fue hallada junto al santuario de los toros -en Catalhöyük-, y se considera claramente una "diosa madre" Cibeles; al ser una diva de grandes pechos, sentada en un trono junto a fieras (dominadora de los anilmales). Tal como dijimos en entradas previas a esta, durante el Neolítico se extiendieron las religiones que veneraban a la madre "domesticadora" de las bestias. "Potnia Theron" en griego -"señora de los animales"- que en ocasiones se representa junto a leones, en otras sosteniendo aves y más comunmente apaciguando leones o dominando fieras (como sierpes o toros).
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Su culto claramente se relaciona con la capacidad de doma que las mujeres tienen -como madres-; alimentando y consiguiendo dominar con el cariño a los animales, desde su nacimiento tras haberlos criado. Un método que de seguro proporcionó la gran fuente de economía del Neolítico, que fue la de los animales domésticos y de ayuda que entonces de logran (desde el perro, hasta los bóvidos). Forma de vida que sin duda hizo nacer las religiones totémicas (adoradoras de los animales), que veneraban a las especies más útiles -tanto como a las más fieras o temidas-. Creencias que veneraban al toro y a los leones, como totems de la lucha o de la ferocidad; hechos que muestran que ambas especies fueron usadas en sistemas de defensa (para los fosos, palacios o en los campos y en el desierto). Al ser francamente útil para las ciudades que sus montes y lugares ajenos a los de labor, pudieran estar poblados por toros fieros, evitando así a los extraños -una igual función que podían tener los leones en las zonas de sabana o de desierto-.


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ABAJO:
Algunas de las cabezas de toro que se exhiben en el museo de Ankara, en la cámara reproducida del santuario de Çatalhüyük (pintadas por mi mano). Vemos como la tipología de estas esculturas hechas en piezas (moles) de granito a las que añadieron astas auténticas, dejan claro que se trata de especies muy cercanas al toro de lidia. Ello idica que en el 6000 a.C. en Anatolia ya habían creado esa especie y desarrollado una religión basada en la veneración del morlaco bravo; macho de bóvido que representaría un tipo de dios de la guerra. Divo muy cercano quizás al Minotauro o al Marte-Ultor, que se observó incluso en época romana en zonas en las que se adoraba al toro en la figura de protector de los soldados.
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Siglos más tarde y cuando ya había desaparecido el santuario neolítico de Çatalhöyük, estas religiones que veneraban al bóvido por su fiereza se mantenían en toda Anatolia; llegando hasta Mesopotamia, donde igualmente el toro fue así deificado -al menos desde el IV milenio a.C.-. El mitraismo y el mazdeismo (desde el siglo IX a.C.) pretendió erradicar estas costumbres del sacrificio del buey; tanto que Zoroastro consideraba su celebración herética y contra-natura. Pese a ello, la raigambre de estos cultos y de los rituales del toro era tal, que hubieron de sincretizarlas. Por lo que desde Lidia (o Frigia) se exportó la religión de Mithra con lo que constituyó su rito principal: El de la tauroctonia. Lo que en opinión de muchos debió influir de manera decisiva en la costumbre ibérica de la tauromaquia; aunque siglos antes la península ya había recibido otras corrientes anatólicas similares y de adoración al astado. Tanto que por toda Iberia y al menos desde el siglo VI a.C., se extendieron las imágenes del toro sagrado -fundamentalmente en piedra; cuyo significado y orígenes analizaremos en próximos estudios-.
 

 
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Para finalizar esta segunda entrada acerca del frigianismo en la cultura ibérica, concluiremos que -en nuestra opinión- la veneración de las reses bravas en nuestras tierras (tanto como su creación "genética"); se debe principalmente a la influencia anatólica, llegada entre los siglos XIII al V a.C.. Un influjo y costumbres que tal como vimos, comienza ya en los milenios VII al V a.C. en Oriente Medio y que se extendería por todo Asia Menor: De Çatalhüyuk a Tel Hallaf (del Este, al Oeste de Turquía). Llegando pronto al valle del Tigris y el Eúfrates, donde se establecería como culto en algunas religiones de la Edad del Bronce (principalmente en las de Mesopotamia); deificación que también se conoció en Egipto y por todo el Mediterráneo (8) . Pese a ello, hemos de distinguir las religiones del toro bravo o salvaje, de las que veneraban a la res doméstica; siendo estas últimas las de raiz védica o del Indo y muy distintas a las anteriores (tanto que las hinduistas impiden dañar a las reses). De lo que la adoración al astado de embiste parece que se circunscribe a las zonas descritas: Anatolia y sus costas (Mesopotamia por influjo hitita) y Oriente Medio. Pero sobre todo, a las islas cicládicas, jónicas o del Egeo; en especial a Chipre y Creta, donde desde el IV milenio la res brava era tenida como uno de los principales dioses.
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Sobre la pregunta acerca de la forma en que pudo introducirse su culto entre los iberos, tanto como los medios por los que trajeron las reses (en sí y seguramente desde Anatolia) y en qué siglos sucedió todo ello. Cremos personalmente que puede responderse comparando el resto de los influjos venidos desde Oriente Medio -o desde el Egeo- hasta nuestras tierras (principalmente los relacionados con bóvidos). Por lo que estamos seguros que aquellos que nos importaron sus formas de vestirse, de trabajar los metales, de vivir o de esculpir (desde Fenicia, Chipre, Creta y sobre todo, desde las costas de la actual Turquía); serían los mismos que trajeron el toro y su veneración hasta la Penísnula Ibérica (9) . Un totem y un animal que en nuestras tierras era ya sagrado y cuidado como tal antes del siglo VI a.C; tanto que los cartagineses se vieron en ocasiones atacados por astados a los que los iberos ponían teas encendidas en los cuernos.
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Por lo demás y en referencia al periodo de introducción de su culto, se atestigua la veneración del astado desde al menos el siglo VI a.C.. Tiempos en los que ya en toda la zona centro, Sur y Este de Iberia (incluso Baleares), hubo una enorme proliferación de estatuas y representaciones con formas de toritos y bovinos. Iconografía taurina, cuyo aspecto en la mayoría de las ocasiones es la de buey fiero, tanto que se asemejan o equiparan a veces a leones. Estatuaria que tiene sus antecedentes en los ejemplares tartéssicos fechados ya en los siglos VIII o VII a.C.; quienes igualmente decoraban con toritos sus bronces o sus esculturas de piedra. Siendo un ejemplo importantísimo del significado de las reses y de su simbología, los objetos con forma de piel de buey que repetidamente hemos estudiado en este blog. Principalmente piezas tartessias con el diseño del "pellejo de toro", que se observa en altares, tumbas y hasta en los pectorales del Tesoro del Carambolo; cuyo significado nace del valor del metal y la pecunia, del cobre y de su fundición en lingotes egeos que conservaban esta linea en el II milenio a.C. (llamados Keftius o piel de buey).
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Cuanto hemos expuesto no deja lugar a dudas acerca de la llegada desde Oriente (durante la Edad del Bronce y en la Primera del Hierro), del bovino bravo y de las religiones que lo adoraban. Creencias que se basarían en un culto a la guerra o a la protección y que se relacionan con totems como el león, que de igual manera y muy repetidamente se han hallado representados en el Sur y Este peninsular. Felinos de tipología hitita o neohitita (anatólicos), que pueden encontrarse en la estatuaria ibera de los siglos VI al II a.C.. Pero que al ser un animal inexistente en nuestras tierras, nos obliga a pensar que estas gentes venidas -o huidas- del mundo hitita (Frigia) importaron no solo la religión del buey salvaje, sinó también sus mitos, su iconografía y hasta las mismas reses bravas -que tanto veneraban los caucásicos en sus lugares de origen y desde los tiempos más remotos-.
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Por cuanto considero plenamente que el toro de lidia descendería de estos becerros que introducirían las civilizaciones llegadas a Iberia desde la actual Turquía -de Creta o Chipre- y al menos desde fines del II milenio a.C.. Culto y animal egeo-anatólico, que llegaría con los mencionados colonizadores, de un mismo modo que lo hizo su alfabeto. Sistema de escritura importado de Cilicia, Creta o Chipre, que se impone en la zona de Tartessos desde el siglo VII a.C.. Alfasilábicos que posteriormente se extiendió por toda Turdetania (hoy Andalucía), para ser usado también en Levante y Medio día (Murcia, Valencia y Cataluña); tanto como en zonas de Celtiberia, donde se utilizo el alfasilabario ibero hasta la plena dominación romana. Áreas como las de Aragón, Rioja, Navarra, zona vascongada y el Este de las Castillas, que continuaron escribiendo en caracteres de origen creto-chipriota hasta el siglo I d.C.. Siendo todo ello lo que podemos considerar como constantes ibéricas y civilización ibera aglutinada y formada por los colonizadores egeo-anatólicos (ajenos a la colonización celta).
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IMPORTANTE: Para ver los orígenes del alfasilabario ibérico, de procedencia Egea e Hitita, pueden consultar en la red mis conclusiones e investigaciones que se muestran en: http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/2012/07/blog-post.html o bien: http://sobrelostextosibericosdemario.blogspot.com.es/2012_05_01_archive.html -.

 
AL LADO: Cabeza de Toro, procedente de Urartu similar a las de periodo neo-hitita (hacia en siglo X a.C.) -pertenece al Museo del Louvre, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Este reino nacido tras la caida de Hattusa (hacia el siglo XIII a.C.) y situado en el Oeste de Turquía, fronterizo con lo que actualmente sería Armenia y parte de Irán. Guarda enormes analogías con el mundo hitita y los Estados mediterráneos cercanos (coincidiendo igualmente en sus representaciones y en la veneración al toro). Como podemos observar en este ejemplar finísimamente esculpido en una pieza de bronce, es de tipología semejante a los bovinos bravos (fuerte, delgado y vivo en su expresión; muy parecido al de lidia hispano). Algo que se comprende porque en Urartu (que tanto hubo de influir a Mesopotamia) se veneraron dioses de la fuerza representandos en el ganado salvaje que viviría en las montañas de Armenia. Siendo también muy llamativos los toros-esfinge de aquella cultura, heredados seguramente desde Sumer y que posteriormente tomarían como "quimeras" los persas.
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ABAJO: De nuevo, otra de las cámaras sagradas de Çatalhüyuk (hacia el 6000 a.C.), esta vez en coloración mía, tal como la recrearon y concibieron sus descubridores (Duinkan y Wilson). Fijémonos que se utilizan los cuernos e los muretes, lo que es ya un antecedente claro del tipo de cercado minóico, igualmente carrado con astas. Sobre las paredes, diferentes animales cornados en escultura (o efigie disecada) y presidiendo la sala los toros salvajes (bravos). 
 

 
 
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CITAS:

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(1-a): En el prefaccio:
.Para quienes deseen profundizar en ese tema, recomendaremos las publicaciones de la Real Maestranza de Sevilla, tanto como los trabajos acerca del toro que escribieron personalidades como: Antonio BLANCO FREIJEIRO (Arte Antiguo del Asia Anterior, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1972) o ("El enigma de los toros de Guisando", en Historia´16, VIII, 86, Madrid, 1983, p 121) // Rodrigo CARO, (Días geniales o lúdricos; Espasa-Calpe, Madrid, 1978). // El Conde de Las Navas (El espectáculo más nacional, Madrid, 1897). /// Juan DE MATA CARRIAZO (Crónicas Españolas, Espasa-Calpe, Madrid, 1943, 2v). // Ramón MENÉNDEZ PIDAL (Primera Crónica General de España, NBAE, Madrid, 1991) /// L. ORTIZ CAÑAVATE ("El toreo español", en el volumen I de Folklore y costumbres de España, Barcelona, 1934) /// L. SIRET (Origen y significado de las corridas de toros; Homenaje a Martins Sarmento, Oporto, 1934 /// A la vez que las obras de T. CHAPA; J.M. BLAZQUEZ, Juan Carlos FDEZ. TRUHÁN (entre otros).
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AUNQUE PRINCIPALMENTE EN LA RED SE PUEDEN CONSULTAR LOS TRABAJOS DE PLÁCIDO GONZÁLEZ HERMOSO, QUIEN AMPLIAMENTE DOCUMENTA LAS CORRIDAS Y EL ARTE DEL TOREO, RELACIONÁNDOLOS CON LA ARQUEOLOGÍA Y EL MUNDO ANTIGUO. Ver:
http://www.losmitosdeltoro.com/?page_id=486
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(1): El profesor Blázquez en sus numerosos estudios identifica comunmente la figura del toro con un Marte ibérico, que denomina MARTE ULTOR en su trabajo compartido con García-Gilabert: CARACTER SACRO Y FUNERARIO DEL TORO EN EL MUNDO IBÉRICO; JOSE Ma. BLÁZQUEZ y Ma. PAZ GARCÍA-GELABERT. -QUAD., PRESHISTORIA ARQUEOLOGÍA CAST. 18, 1997- (pag 433).

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(2):
"En este sentido encontramos en los orígenes de la civilización occidental, varias deidades en las que sus leyendas están relacionadas con el culto al toro bravo como son: Mithra, Zeus y Europa, Pasifae y Minos"
. ORÍGENES DE LA TAUROMAQUIA; Juan Carlos Fernández Truhán / trabajo liberado en la red / -Universidad Pablo de Olavide- (página 1)
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(3):
"Entre los persas era el dios de los contratos y de la palabra dada, entre los arios el de la luz creada del amanecer y del sol, y en la teología mazdeista el dios de la fertilidad de los campos y el ganado, el salvador y realizador de la creación, puesto que había recibido el encargo de su padre (Ahura-Mazda), de capturar un toro que encerró en la "gruta primigenia" (bóveda celeste) en donde lo sacrificó con el propósito de hacer posible la creación" (MITRA) Juan Carlos Fernández Truhán, Op. cit (1) ; pag. 1.

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(4):
"tras los hallazgos en las excavaciones de Mellaart en la región de Anatolia (Turquía), concretamente en Catal Hüyük, en donde se encontraron santuarios decorados con numerosas cabezas de toro y cuernos, que estaban "relacionados con la Diosa Madre representada de forma antropomorfa y con su hijo o consorte como cabeza de toro" (Blanco Freijeiro, 1972, 24) comenzó a considerarse la Anatolia como el núcleo originario de este culto taurino". Juan Carlos Fernández Truhán, Op. cit (1) ; (página 3).
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(5):
Sobre la evolución y los tipos de bovinos, se expresa del siguiente modo Carlos Alberto Vega Pérez: "Hay dos teorías sobre la evolución del Uro; la teoría monofilética y la polifilética: La teoría monofilética considera al Bos taurus primigenius o Uro o toro salvaje originario de Europa del período neolítico (9,000 a 4,000 años A.C.) que ha sobrevivido hasta el siglo XVIII, como único ascendiente del toro de lidia (en el año de 1627 muere la última hembra descendiente directa del Uro en el bosque de Jaktotow en Polonia) aunque hay referencias de bovinos salvajes en los bosques hasta 1818. Las demás especies del género Bos, son subespecies o razas del Bos taurus primigenius, como es el caso del Bos taurus braquiceros, quienes muchos autores dicen que descienden todas las razas bovinas actuales. La teoría polifilética, apoya la existencia de varias formas de Uro primitivo cuyo origen lo sitúan en Asia, pero no hay unanimidad a la hora de determinar cuantas variedades existieron." (...) "Un grupo admite solamente dos formas: una aluvial o Bos taurus primigenius de Bojanus, que se hallaba en gran parte de Europa y del cual existen vestigios en las pinturas rupestres de Altamira, la cueva del Prado del Navazo y Lérida y la otra diluvial o Bos taurus braquiceros de Meyer de cuernos cortos.Otro grupo admite la existencia de varias formas prehistóricas de Uros que evolucionaron paralelamente aparte de los descritos anteriormente y que dieron origen a las razas actuales. Un grupo más, incluso concede muy poca importancia al Uro, afirmando la existencia de un toro prehistórico que se dividió en varias ramas, pero actualmente no ha sido demostrada su existencia por investigación, teniendo en cuenta, que de haber existido, debió haber una gran población de estos ejemplares, pero no se han encontrado fósiles hasta ahora."
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(6): Acerca del tema, añade Carlos Alberto Vega Pérez: "Al extinguirse el Uro o Auroch y exterminarse el bisonte en la parte central y occidental de Europa, su nombre se aplicó en forma indiscriminada; todo bóvido grande y salvaje que habitara en los bosques, era un Auroch, pero gracias a la paleontología y mediante el estudio de fósiles se ha demostrado lo siguientes: El Auroch o Uro, fue un vacuno salvaje ancestro de todas las razas bovinas domésticas actuales y el género Bos, como el grupo que designa a los bóvidos salvajes (que nada tiene que ver con los bisontes, que son del género Bison). Los naturalistas europeos del siglo XVIII, confundían al Uro, con el bisonte Europeo, pero en el siglo XIX, con el descubrimiento de fósiles tanto de Uros como de bisontes se despejó la duda y se nombró una especie nueva para el Uro, el Bos primigenius, posteriormente, nuevos estudios determinaron una relación más estrecha entre el Uro y las vacas domésticas, quedando finalmente los uros como la subespecie Bos Taurus primigenius" (...) "Todas las razas de bovinos, incluyendo al toro de lidia, proceden del Uro primitivo (Bos primigenius) presente en el norte de África, Europa y Asia desde hace 500,000 años, tiempo durante el cual fueron evolucionando hasta convertirse en sus descendientes, el Bos Taurus primigenius, que aparece sobre la faz de la tierra hacia los años 9,000 al 4,000 A.C. (según fósiles encontrados en Grecia, Turquía e Irán, que datan de hace 7000 años A.C.), que por su mayor adaptación al medio y a la domesticación sobrevivió; por ello, no es de extrañar encontrar similitudes entre los toros en estado semisalvaje en las distintas regiones europeas como Escocia y Suiza, principalmente." (.... ) "En cualquier caso, se han descubierto en Europa varias formas fósiles cuyas características son semejantes a las de los bovinos actuales, considerándose como troncos originarios de ellas y son las siguientes: - Bos taurus primigenius de Bojanus, que parece ser in descendiente braquicéfalo del Bos primigenius; según algunos naturalistas, las razas actuales incluyendo el toro de lidia, se derivan de él; se localizaba en la cuenca del mediterráneo y norte de África. // - Bos taurus braquiceros, cuyos restos indican que habito en el neolítico inferior en Europa, derivado del Bos primigenius y se cree que ejerció gran influencia en la evolución de las razas actuales. // - Bos taurus frontosus, fue un ejemplar con una característica muy importante, los cuernos en forma de rueda y un gran dimorfismo sexual: se admite como un mutante del Bos primigenius y se cree que de aquí descienden algunas razas de leche y carne europeas. // - Bos taurus aqueratus, también fue un mutante, cuya principal característica fue la carencia de protuberancias óseas en el cráneo (cuernos). // - Bos taurus braquicefalus, presentaba una mutación que lo distinguía claramente de su ancestro, poseía una hipófisis poco desarrollada, característica que se transmitía por herencia." (....) "Hablamos de millones de años de evolución, así que es muy difícil seguir la huella de todo el árbol genealógico de las razas bovinas; de estas primeras ramas genéticas que, con el paso de los años, las glaciaciones, modificaciones ambientales, avance en la evolución del hombre sobre la tierra y el lugar geográfico en que se establecieron cada una de ellas, fueron dando origen a otros descendientes del Uro y las razas en que derivaron: // - Bos taurus célticus, que dio origen a los vacunos del norte de España, Portugal, Francia e Inglaterra. // - Bos taurus africanus, que habitó en Egipto, marruecos y todo el norte de África. // - Bos taurus ibéricus, que se situó en el centro de la península y es el que da lugar al toro de lidia, Avileño-negra ibérica, Morucha, Zamorana y negra Andaluza. // - Bos taurus longifrons, que se estableció en Inglaterra y los países nórdicos. // - Bos taurus namadicus, que se estableció en Asia y la India y dio origen al Bos taurus indicus, de donde se derivan las razas cebuínas. // - Bos taurus turdentanus, se estableció en Egipto, de ahí emigraron a España y por la costa llegaron a los Pirineos; unos dieron origen a la raza rubia gallega y otros pasaron a Francia en donde posteriormente dieron origen a las razas Blond d’aquitaine, Limousina, Salers, Charoláis, entre otras, de ahí emigraron a Inglaterra, donde originaron las razas Devon, Lincoln y Red Polled, entre otras. // - Bos taurus cántabro, que es intermedio entre los anteriores, pero es un tronco étnico independiente, de él descienden las razas Asturiana, Tundaca, Alistana-sanabresa."
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(7): Palabras tomadas de un blog de Silvanus Kilet (desde el que llegamos a la imagen del Uro) y en el que continúa diciendo: "Actualmente se reconocen las tres o cuatro subespecies que más recientemente vivieron en el planeta, el uro europeo, el del Medio Oriente , el africano y el de la India. El ganado doméstico europeo y buena parte del asiático parecen derivar del uro del Medio Oriente, aunque en el ADN se han encontrado muestras de aportes netamente europeos (e incluso del africano desde al menos el Ier milenio a.C. para la Península Ibérica). El ganado de África desciende en gran medida del uro rojizo del Magreb, mientras que las razas cebuínas asiáticas provendrían del uro de la India".
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(8):
Un amplio recorrido en los cultos, mitos y ritos del toro podemos verlo -como hemos dicho- en las páginas de PLÁCIDO GONZÁLEZ HERMOSO, que trata de diversos temas referentes a los bovinos salvajes (y muy especialmente a su iconografía en las religiones protohistóricas) Ver:
http://www.losmitosdeltoro.com/?page_id=486 y el blog Tauromagia.
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(9):
Acerca de esta importanción de los ritos del toro desde el Egeo, de una forma similar a como entró en la Panísnsula el alfabeto cretochipriota; exponemos que Blázquez y García-Gelabert , En CARACTER SACRO Y FUNERARIO DEL TORO EN EL MUNDO IBÉRICO
(JOSE Ma. BLÁZQUEZ y Ma. PAZ GARCÍA-GELABERT; QUAD., PRESHISTORIA ARQUEOLOGÍA; CAST. 18, 1997) en la página 420 recogen numerosos casos en los que en Chipre existen santuarios con toros, con bucráneos; tanto como diversas figuras o figuraciones de hombres con máscaras de toro. Para las diversas menciones cita los estudios de Karageorgis (1978 / 1982). En Enkomi y Kition por ejemplo, había máscaras que usaban devotos y sacerdotes. Igualmente los pebeteros de Chipre de los siglos X al VI a.C., tienen figuras de mujer semidesnudas, junto a toros o cabezas de toro. Igualmente y en el mismo libro podemos ver que el toro pudo introducirse desde Fenicia; en referencia a ello, el mismo libro recoge en Ugarit entre los siglos XV al X a.C., como se ven múltiples santuarios de un dios "El" o bien de un dios toro. Citando en la pág.426 numerosos casos de templos, santuarios o dioses de Ugarit y Siria entre esos siglos con forma o cabeza de toro. Deificación que se debe a la tormenta (según piensa). Que desde Alepo hasta Tell Al Halaff cubren toda la geografía Anatólica, con representaciones de esta deidad toro de la fuerza, el vigor o la guerra.

  

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