domingo, 15 de enero de 2017

EUROPA ATLÁNTICA EN LA EDAD DE BRONCE (comentario a los estudios de la profesora Ruiz-Gálvez Priego) -Capítulo 116 de: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo"-.

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Los capítulos se desarrollan en un texto escrito en negro y se acompañan de imágenes con un amplio comentario explicativo (recogido en rojo y cuya finalidad es razonar ideas). Si desea leer el artículo entre líneas, bastará con seguir la negrilla y las letras rojas destacadas.
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IMAGEN, ARRIBA: Portada del libro La Europa Atlántica en la Edad del Bronce, de Marisa Ruiz-Gálvez Priego. En el artículo de hoy analizaremos esta obra de una autora que ha publicado diversos estudios sobre el mundo atlántico protohistórico. Investigaciones que han impulsado nuevas teorías, generando una visión más plena y realista acerca de lo que sucedió en el litoral Oeste europeo, desde el quinto al primer milenio a.C.. Agradecemos a la prof. Ruiz-Gálvez nos permita divulgar en el presente artículo algunas de las figuras que recoge en este libro que hoy estudiaremos (principalmente mapas mineros y marineros; tanto como dibujos de ídolos y embarcaciones, correspondientes a la Edad de Bronce atlántica europea).
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A) CLIMATOLOGÍA Y VARIACIONES DURANTE LOS DOCE ÚLTIMOS MILENIOS (repercusión de sus cambios en los acontecimientos históricos):
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Previamente al estudio del la obra -antes referida-, analizaremos algunos puntos sobre las alteraciones del clima en los últimos doce mil años. Concluyendo las posibles consecuencias que sus variaciones pudieron tener a lo largo de la Historia. Para ello, nos serviremos de dos gráficos que he realizado (conforme a las más recientes investigaciones) donde se muestran los cambios en las temperaturas terrestres; entre su sucesión, he añadido algunos de los acontecimientos más notables que fueron sucediendo.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos diagramas realizados por mí, donde se muestran las temperaturas -aproximadas- durante los últimos doce milenios. En el de arriba vemos como entorno al diez mil a.C., el Planeta comenzó a “templarse”; superando la Edad de Hielo y sufriendo una mejora gradual. En ambos gráficos hemos señalado la temperatura de nuestros días, con una linea roja trazada de un lado a otro. Sobre ella hay otras dos marcas (también horizontales; en verde y azul respectivamente) que nos indican hasta dos grados centígrados por encima de los que actualmente tenemos de media.
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Podemos observar en la imagen superior como entre el 10.000 al 8.000 a.C., el clima (en periodo Atlántico) pasa desde una fase glaciar a la de hoy. Tras ello, hacia el 7000 a.C. llega a subir un grado más y unos mil quinientos años después se eleva hasta dos grados sobre los que vivimos en nuestros días (tras diversas variaciones). Desde el 6500 hasta el 4000 a.C., nuevamente sufre algunos desequilibrios; aunque al final de este quinto milenio vuelve a una graduación prácticamente igual a la actual. El 4000 a.C. marca la entrada de una nueva fase denominada Sub-Boreal, que llega hasta el 2000 a.C.. En esta etapa de nuevo hay diversas irregularidades; llegando a ascender un grado y medio, aunque a final de esa fase la climatología vuelve a situarse en el nivel de nuestros días (tal como estuvo en el 4000, en el 6000 y en 8000 a.C.). Tras ello, en el periodo que comprende desde el siglo XX, hasta el I a.C.; el tiempo de nuevo sufre desequilibrios y variaciones (calentándose y enfriándose), pero regresa a un mismo punto al comienzo de nuestra Era -marcando unos grados similares a los de hoy-. Finalmente, desde el año 1 d.C., hasta nuestros días; vemos dos caídas de temperaturas: Una primera bajada que comienza en el siglo V d.C. y que se recupera lentamente; para volver a enfriar el Planeta tras el año 1500 (cuando comienza la llamada Pequeña Edad del Hielo). Como es sabido, después de 1830, el clima vuelve a mejorar para no dejar de calentarse hasta hoy -tal como marca la linea roja en el diagrama-.
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ABAJO: Otro diagrama, en el que ya he marcado las diferentes etapas históricas, junto a la evolución de las temperaturas (descritas). A continuación, y en el párrafo siguiente, expongo el modo en que a mi juicio influyeron los cambios climáticos, en los acontecimientos históricos:
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1) ANÁLISIS DEL GRÁFICO ANTERIOR (en base a las anotaciones que hemos incluido sobre las variaciones de temperaturas):
.- Del 8000 al 7000 a.C. el clima entró en una fase de gran bonanza, comenzando por entonces el Neolítico.
.- Hacia el 5500 a.C. la temperatura subió dos grados más sobre las actuales, momento en el que podremos considerar nace el megaltismo (en el Occidente Atlántico y más concretamente en el Algarve).
.- Desde el 5500 al 4500 a.C. (una etapa de gran calor -superando uno y dos grados al de hoy-), se difunde el megalitismo por todo el litoral atlántico: Bretaña, Irlanda, Gran Bretaña o el Báltico. Durante esa misma etapa se desarrollan las construcciones ciclópeas en lugares tan remotos como la Isla de Malta -cuyos templos con seis mil años de antigüedad son los más antiguos de Europa; un enigma histórico aún sin resolver-.
.- Desde el 4500 al 3500 a.C. y en un momento de ciertas fluctuaciones climatológicas, (aunque sin bajar de las actuales), se produce el Calcolítico. Edad del Cobre que se inicia en Anatolia y en el Danubio hacia el siglo XXXVIII a.C.; para expanderse tras el 3300 a.C. por el Mediterráneo Oriental, Noroeste de África, Sur de Iberia y la actual Italia.
.- Del 3500 al 2600 a.C., los metales se difunden por toda Europa. Hacia el 3200 a.C. la temperatura bajó, acercándose a la actual; durante un tiempo en el que llegaría la metalurgia a zonas como el Sur de Iberia, Italia o el Norte de África. Antes del 2600 a.C. llega la Edad de los metales al litoral Atlántico y el resto Europa. Un momento en el que sabemos que ya las Minas de Rio Tinto (en Huelva) eran explotadas y cuando la climatología vuelve a ser muy benigna -superando casi en dos grados la media de hoy-.
.- Entre el 2600 y el 1600 a.C. se producen las grandes civilizaciones de la Antigüedad. De tal modo, sobre el 2600 a.C. podemos fechar algunas principales etapas de los imperios antiguos: El Egipto de las Pirámides y la posterior Mesopotamia de Akad, Sumer o Gudea. Asimismo, a mediados del tercer milenio a.C. florecen otras civilizaciones, como la Minóica o la Egea (Cicládica); dedicadas al mar o al comercio y que progresarán durante los siguientes mil años. Hacia el año 1650 a.C. revienta la caldera del volcán Tera-Satorino (a unos cien kilómetros al norte de Creta); provocando una hecatombe en el Egeo y su entorno. Esta erupción acabaría con la civilización chipro-minóica hasta entonces floreciente; provocando -a mi juicio- la destrucción de Ebla, junto al mundo anatólico de la época, obligando a los habitantes de Oriente Medio a migrar sobre Egipto. Este desastre y las nuevas invasiones al Norte del Nilo harían huir a los súbditos del Faraón hacia el Sur, estableciendo su capital en Luxor (Tebas); comenzando así el periodo Hicso en el Delta.
.- Desde el 1650 a.C. y tras la explosión del Tera-Santorino debió vivirse un invierno de varios años, al permanecer parte del Planeta oculto bajo las cenizas volcánicas. Debido a ello -a mi juicio- bajaron las temperaturas durante siglos, llegando a situarse entre uno y dos grados más frías que las actuales -desde el año 1000 a.C.-. Ello provocaría el cambio en varias etapas históricas del Mediterráneo y del Atlántico, desapareciendo por entonces las culturas del Bronce, migrando gentes desde el Norte al Sur y avanzando algunos pueblos sobre Europa central. De tal modo, a mi entender, el volcán Tera-Santorino provocaría una nueva “pequeña” Edad de Hielo; lo que creemos obligó a usar el carbón y potentes hornos como medio de calentarse para sobrevivir los duros inviernos. De aquellas circunstancias pudo surgir hacia el siglo XIV a.C. el procedimiento para fundir el hierro, que precisaba fraguas que superasen los mil grados -alimentadas principalmente por carbón-.
.- Desde el 1000 al 500 a.C., aparecen las civilizaciones de El Hierro y claudican las de El Bronce. En el Atlántico comienzan nuevas colonizaciones y se suceden sucesivos “visitantes”. Que finalmente culminarían con la llegada de los fenicios (a las costas ibéricas, entorno al siglo VIII a.C.); quienes hacia e 450 a.C. llegan a las islas Británicas y al Cantábrico, en búsqueda de las Cassitérides. En el Mediterráneo; comenzaría Roma; y en El Egeo, Anatolia y Grecia, florecerá la gran cultura helena.
.- Desde el 500 al año 300 a.C. continuaron bajando las temperaturas, motivo por el que quizás Alejandro decidió expanderse hacia Asia y Egipto. Seguramente también debido a este frío, Aníbal y los cartagineses fueron derrotados cuando avanzaron sobre Roma. Aunque entorno al año primero, de nuevo se regula y equilibra el clima, subiendo varios grados durante unos dos siglos. Es esta una nueva época de progreso para la Humanidad, tras la creación del Imperio por Augusto.
.- Desde el siglo I, al IV (d.C.) se observa como van bajando las temperaturas hasta el tiempo en que cae el Imperio romano. Un final de Roma que posiblemente se produjo debido al frío; ya que las bajas temperaturas eran soportadas mucho mejor por los bárbaros. De tal modo, si las hordas godas llegaban hasta el Mediterráneo; no temerían luchar durante los meses de invierno.
.- Desde el siglo IV al XIV; como vemos en el gráfico, la Edad Media fue una etapa de duras temperaturas, durante la cual las civilizaciones del Sur se expanden y progresan más que las del Norte. De este modo se explicaría el dominio de los árabes, llegados en el 711 a España, que en unos decenios se hicieron con toda la Península. Aunque hacia el 1300 la climatología se templa y llega a ser igual a la actual, comenzando por entonces el gótico, la época de las catedrales y la última fase de la Reconquista. Todo cuanto culmina en el siglo XIV, que de nuevo es una gran etapa de esplendor para Europa, surgiendo en estos años el Renacimiento y produciéndose hechos como la llegada a América o la entrada en la Etapa Moderna.
.- Desde el año 1500 vuelven a caer las temperaturas, comenzando la llamada “pequeña Edad de Hielo”. Un hecho que explica las hambrunas europeas, la migraciones masivas hacia América, la búsqueda de nuevos recursos y la necesidad de inventar técnicas de calefacción. Procedimientos para calentarse y sobrevivir que comienzan a surgir en el siglo XVI y que culminan en el XVII con los primeros sistemas de vapor y la aparición de ingenios a movidos por calor.
.- Entorno al año 1750 se produce la mayor bajada de temperaturas de los últimos doce mil años, llegando a un enfriamiento de tres a cuatro grados -de promedio-. Esta situación provoca la necesidad de nueva tecnología; naciendo a mi juicio de todo ello la máquina a vapor (surgida desde las calderas cerradas). Asimismo la obligación del estudio y observación de la naturaleza (para generar inventos) produciría la Ilustración. Aunque esta terrible climatología provoca a su vez hambrunas y fríos horribles, siendo sin duda alguna el fenómeno que motivó hechos como la Revolución Francesa y la huida masiva hacia América.
.- Desde 1830 el clima vuelve a templarse y gradualmente se regula hasta la situación que vivimos. Donde ya parece que la subida se ha producido de forma excesivamente rápida, al menos desde los años setenta; llegando a elevarse algunos grados en solo unas décadas.
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SOBRE Y BAJO ESTOS PÁRRAFOS: Otros dos dibujos explicativos realizados por mí, donde podemos ver la altura del Atlántico durante diferentes etapas históricas. El cálculo del nivel de mar lo hemos determinado conforme indican los últimos análisis científicos y siguiendo el estudio de los profesores Salas, Remondo y Martínez (1) . De tal manera, se estima que durante el periodo climático denominado Atlántico (del 10.000 al 4000 a.C.) el nivel del mar subió unos 15 centímetros por siglo. Posteriormente durante el Sub-Boreal y el Sub-Atlántico (del 4000 al 2000 a.C. y desde entonces al año primero)  el aumento de la cota marina sería de unos 10 centímetros por centuria. Ello nos lleva a deducir que:
- En el 6000 a.C. el Océano Atlántico estaba unos 5 metros más bajo.
- En el 5000 a.C. (cuando se inicia el megalitismo) su cota era 3,5 metros menor.
- En el 4500 a.C. (cuando se difunde esta arquitectura ciclópea), la altura del mar era unos 2,75 menor.
- Desde el 4000 a.C. ya había recuperado bastante altura y se situaba tan solo 2 metros por debajo a la linea actual
- Desde el 4000 a.C. pierde 10 centímetros por siglo y en el 1500 a.C. ya el Atlántico tan solo estaba medio metro más bajo.
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En el gráfico inferior he marcado con mayor detenimiento las etapas del megalitismo y la Edad del Bronce, para poder comprender la linea de costa durante esas épocas históricas (en nuestra Península y el Atlántico). La valuación del nivel del mar nos ayuda a entender la situación en que vivieron y navegaron durante estos ciclos. Pues no solo manifiesta la proximidad de muchos puntos costeros (hoy alejados o hundidos bajo las aguas); sino que además hace suponer la abundancia de carámbanos y glaciares de la Edad del Hielo, flotando o rodeando los mares. Ello facilitaría la navegación, principalmente entre el Continente y las Islas Británicas (mucho más próximas y en ocasiones casi unidas por puentes helados). Asimismo, todo esto hace evidente la existencia de fauna marina muy distinta a la actual; estando poblado de ballenas y focas el litoral atlántico peninsular, el Cantábrico y el Canal de la Mancha -especies que aún habitan en zonas como el Mar del Norte, Escocia o Irlanda-. La abundancia de fócidos y de distintos mamíferos marinos -tan fáciles de apresar- supondría un aporte vitamínico inigualable, convirtiendo la zona en un paraíso alimenticio, donde apenas con un arpón y una canoa podrían sobrevivir. Asimismo, una dieta basada en focas y cetáceos, concede un aporte calórico que les permitiría soportar bajísimas temperaturas. Además, los aceites procedentes de esta fauna marina untados sobre el cuerpo, son magníficos protectores contra el frío. Finalmente, sabemos gracias al estudio de las tribus esquimales o fueguinas, que los habitantes de zonas gélidas subsisten cubiertos con pieles embadurnadas en estas grasas (evitando así que sus ropajes se congelen). Todo ello lo hemos explicado detenidamente en nuestros artículos anteriores, donde se comprende que el megalitismo pudo surgir -en gran parte- impulsado por la riqueza ballenera y de fócidos existente entonces en el litoral atlántico europeo (2) .
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2) CONCLUSIÓN A ETAPAS CLIMATOLÓGICAS Y A LA ALTURA DEL MAR (los ciclos históricos y los cambios de temperatura; las Eras astronómicas y los distintos vestigios bajo el océano):
Los gráficos mostrando los cambios de clima -analizados en el epígrafe anterior-, primeramente señalan que la última etapa Glaciar toca a su fin de forma acelerada hacia el 10.000 a.C. (momento en el cual las temperaturas comienzan a subir sobremanera). Acerca del origen de esa última Era de Hielo hay diversas teorías y aunque se inicia hace más de cien mil años, su momento álgido (de mayor frío) se cifra entorno al 20.000 a.C.. Un máximo gélido que a mi juicio pudo deberse a lo sucedido en el 37.000 a.C., con la explosión del Ignimbrita Campana. Famoso volcán situado en las cercanías de la actual Nápoles y que entró en acción hace unos treinta y nueve milenios, asolando Europa y al resto del Mundo. Actualmente se supone que el estallido de la caldera del Ignimbrita hizo desaparecer a los Neanderthales; arrasados bajo el fuego o su acción volcánica. Acabando esta catástrofe con los habitantes de la antigua Europa, que serían devastados por la ceniza y los gases del gigantesco cráter que provocó años sin luz solar ni veranos -cubriendo la mayor parte del Continente bajo un manto con metros de espesor, formado por arenas y restos de la erupción-. Tras esta explosión acontecida hacia el 37.000 a.C., las temperaturas debieron caer en picado; después de que la atmósfera se viera cubierta durante lustros de polvo y nubes tóxicas. Debido fundamentalmente a ello, creemos que hacia el 20.000 a.C. se produjo la etapa de mayor frío en ese periodo último glaciar. Aunque poco después (en el 10.000) las temperaturas vuelven a subir, seguramente tras haberse limpiado el Planeta de aquellos restos. Floreciendo de nuevo la vegetación, naciendo cultivos y poblándose la Tierra de animales; templándose así definitivamente el clima.
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Sería este el momento que señalan los gráficos estudiados en el epígrafe anterior, donde vemos que el calentamiento es imparable; ya que hay más de cinco grados de diferencia entre el 10.000 y el 8000 a.C. -lo que supone el aumento de un grado, cada cuatro siglos-. Continúa desde entonces el templado del clima, con algunas variaciones y altibajos, aunque determinándose hacia el alza. Así, en el 5500 a.C. se llegaría a unas temperaturas dos grados superiores a las actuales. En lo que se refiere a las consecuencias de todo ello; a mi juicio no podemos considerar una casualidad que en el 8000 se inicie el Neolítico y en el 5500 a.C. el megalitismo -dos fechas en las que más rápidamente había aumentado el calor-. Hechos históricos que en mi opinión estarían plenamente relacionados con las épocas de bonanza climatológica que hemos descrito. Pudiendo haber provocado el calentamiento del octavo milenio un clima benigno que propiciase las condiciones óptimas para que las personas comenzaran a realizar labores agrícolas y a organizarse en grupos sociales. De igual manera, que el calor de los años cercanos al 5500 a.C. seguramente lograría que las tribus canoeras del Mediterráneo y las gentes asentadas en el litoral atlántico, se lanzasen a navegar en sus balsas. Cruzando el Canal de la Mancha, subiendo desde la costa portuguesa a las del Cantábrico y llegando hasta el mar Báltico. Produciéndose de ese modo un continuo transitar de gentes que viajaban de Norte a Sur por las costas atlánticas de Europa. Nómadas del mar que sobrevivirían de la pesca y de la captura de focas o cetáceos; viajando mientras buscaban pepitas de oro, plata o ámbar y que podrían intercambiar con objetos procedentes de los más diversos lugares (sal marina, pescados en salazón, piedras semipreciosas, hachas votivas neolíticas, enseres de esparto, cerámicas campaniformes etc.etc.).
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Para finalizar diremos que existe una teoría que demuestra como hacia el 8000, o bien entorno al 5500 a.C.; se produjo una lluvia de meteoritos sobre la corteza solar. Cayendo antes de que comenzase el IX milenio un gran asteroide en el Sol (que se considera de unos 3 kilómetros de diámetro), o bien una serie de ellos entre esta fecha y mediados del VI milenio. Ello provocaría un aumento de las temperaturas, que durante estos dos mil quinientos años -entre el 8000 y el 5500 a.C.- dieron pie a una etapa diluvial, durante la que las precipitaciones aumentaron cincuenta veces (a las comunes hasta entonces). Unas lluvias que unidas al calentamiento del Planeta, provocó una rápida subida de las aguas; aumento de los océanos de tal magnitud, que el Mar Negro (hasta entonces un lago de agua dulce) fue inundado por el Mediterráneo. Por cuanto expresamos, esta posibilidad de que la subida de temperaturas se debiera a diferentes asteroides caídos sobre la corteza del Sol, explicaría por qué entre el 10.000 y el 5500 a.C. el clima cambia radicalmente. Una bonanza que a mi juicio fue la que inició el Neolítico y posteriormente el megalitismo (dos etapas que comienzan desde el 8000 y después del 5500 a.C.).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes relacionadas con el mundo ballenero del Cantábrico. Arriba una fotografía de la isla y ermita de San Juan de Gaztelugatxe, lugar estratégico y sagrado para los marineros vascos desde tiempos inmemoriales. A su paso por el islote, los navegantes realizaban varios virajes en señal de saludo al santo, con el fin de obtener suerte en sus singladuras y capturas. Gaztelugatxe, está situado junto al Machichaco es uno de los puntos más septentrionales del Cantábrico, solo superado en latitud Norte por el famoso cabo de Peñas (en Asturias). Las poblaciones cercanas a estas puntas marinas norteñas (Machichaco y Peñas: Bermeo y Luanco) fueron siglos atrás importantes puertos dedicados a la captura de ballenas, valiéndose para el avistamiento de cetáceos de atalayas como Gaztelugatxe. Lo que les permitía ver antes que otros a estos mamíferos marinos, cuya caza precisaba salir en traineras a toda prisa para seguirlas y hacer sangre al cetáceo (pues la barca que primero arponeaba la ballena, era dueño legal de la presa).
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Abajo podemos ver aparejos de pesca antiguos, pertenecientes al Museo del Mar de Bayona, en Pontevedra (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). La Bayona de Galicia y la Baiona vasca deben su nombre al avistamiento y captura de ballenas que se llevaba a cabo desde estos puertos, situados junto a altos puntos de vigía. Una pesca que principalmente necesitaba de enormes sogas y de una organización bien estructurada, para arrastrar a la pieza gigante hasta la playa y sacarla del mar. La caza de algunas piezas como ballena franca (que abundaba en el Norte de España), era muy sencilla; pues tenía un comportamiento tan manso como dócil y se acercaba tranquila hasta las naves. Además, al ver herida a una sus crías, no se separaba de ella aunque al permanecer a su lado fueran arponeadas repetidamente. En la fotografía de abajo vemos redes y aparejos marineros con unos cincuenta años de antigüedad, donde se hace evidente que las técnicas de pesca apenas habían evolucionado en miles de años: Desde el neolítico hasta hace un par de siglos.
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Los hechos descritos previamente a las imágenes, a mi juicio hicieron surgir y expanderse el Neolítico (desde el 8000 a.C.) y posteriormente el megalitismo (tras el 5500 a.C.). Naciendo las construcciones ciclópeas gracias a la gran bonanza climatológica; como un sistema de referencia, religión y observación de los astros (común entre los habitantes de las costas del Atlántico Oeste europeo). Pues hemos de deducir que el megalitismo fue un modo de identificarse, perpetuarse y una forma de cohesión; para esas gentes que habitaban, viajaban e intercambiaban sus mercancías y conocimientos por todo litoral atlántico de Europa. Una civilización común, surgida paulatinamente entorno al 5500 y que finalizó hacia el 1500 a.C.. Forma de cultura que elevaba grandes bloques de piedra como método de identificarse, para hacer con ellos observatorios astronómicos, monolitos sagrados o para construir enormes tumbas. Todo, a mi entender, probablemente inspirado desde las técnicas de caza y arrastre de ballenas. Ya que para capturar y llevar a tierra un cetáceo de decenas de toneladas, hay que organizar a centenares de hombres; que con cuerdas e ingenios, sepan sacar del mar al gigante marino. Unos enormes “monstruos” que se capturaban con enorme facilidad en el Cantábrico hasta hace apenas unos siglos y cuya docilidad y mansedumbre les llevó a ser exterminados (tal como sucedió con la ballena franca, cuyo último ejemplar se pescó en las playas vascas, en 1912).
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Cuanto antes hemos expuesto, nos atrevemos a afirmarlo ante la evidencia de que los dólmenes y menhires se extienden por las costas del Atlántico europeo (y sus proximidades), desde fines del sexto milenio a mediados del segundo a.C.. Pudiendo deducirse que nacieron para expresar y crear una religión basada en el sistema de observación del cielo; lo que precisa de monolitos inalterables en su orientación. Pero asimismo, los megalitos se elevarán como referencia de un sistema social, común a todos los pueblos en contacto -en estas costas atlánticas-. Quienes entre los siglos LX y el XV a.C. se organizarían de manera similar, generando formas de poder que adoraban a esos enormes pedernales, donde también enterrarían a sus principales hombres (creando así, cenotafios de grandes bloques). Todo un modo común de religión, sociedad y forma de vida que se expandió desde el Sur de Portugal y de Iberia; hacia Extremadura, Zamora, Galicia, Asturias, Cantabria, Vasconia y Pirineo; pasando a la costa francesa, Bretaña e islas Británicas. Subiendo por el litoral de Países Bajos y llegando al Báltico, extendiéndose por las playas del Norte. Internándose finalmente hacia Europa central, bajando desde Jutlandia hasta el Danubio, y desde la costa de Francia sobre tierras medias de la Galia. Todo ello durante más de tres milenios y medio, en una cultura común a todo el Oeste europeo; lo que -en verdad- es la civilización más longeva y misteriosa de nuestro Planeta.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Dos mapas míos -unidos- en los que vemos los principales yacimientos de oro y ámbar en la antigüedad, junto a la expansión y difusión del megalitismo. Observándolos se hace evidente que las construcciones ciclópeas se inician a fines del VI milenio y comienzos del V a.C., en El Algarve, Galicia costera, Bretaña y Sur de Irlanda. Pareciendo muy probable que pudo tratarse de marineros en busca de oro y de ámbar. Extendiéndose primero por las zonas atlánticas muy ricas en este metal (donde aparece en las arenas de ríos o en superficie) para difundirse posteriormente por tierras con yacimientos auríferos de menor importancia y hacia zonas de ámbar. Áreas donde aparece el megalitismo durante todo el IV milenio a.C.; ya que a excepción de Malta y el Norte de África Magrebí (Marruecos, Argelia Túnez), veremos arquitectura ciclópea en toda zona costera del Atlántico, rica en ámbar y oro. Finalmente, durante el III milenio, el dolmenismo caminará hacia el centro de Europa y por otras tierras; esta vez buscando cobre y estaño. Dos metales imprescindibles desde el 2700 a.C., fecha tras la que se difunde paulatinamente la Edad del Bronce en nuestro Continente.
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BAJO ESTAS LINEAS: Precioso grabado de Abraham Ortelius, editado en Burgos en 1572 y perteneciente al apéndice de su atlas enciclopédico, publicado en seis volúmenes y llamado “Civitatis Orbis Terrarum” (como complemento del Theatrum Orbis Terrarum -1570-). En esta magnífica obra, Ortelius recoge láminas de todas las zonas de Europa y en la imagen vemos una de los corrales de Cádiz. Concretamente de playa de la Caleta, junto a la ermita de San Antonio. En la parte central del grabado se observa perfectamente a los pescadores recogiendo la captura en el corral, mientras baja la marea. Estos métodos de pesca de origen ancestral, sabemos que fueron utilizados en el Neolítico; preferentemente en las costas atlánticas ibéricas, donde el paso de bancos de atunes y de ballenas debió ser una de las mayores fuentes de riqueza imaginable. El proceso de captura con “corral”, se basa en realizar muretes junto a la costa, formando pequeñas piscinas de poca altura y con un rebosadero abajo, tapado por piedras (que impide salir todo aquello que no sea líquido). Estos “corrales” se llenan de agua y pescado vivo al subir la marea; pero al bajar la mar, tan solo el agua escapa de los diques, quedando allí atrapados cientos de peces.
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Volviendo al clima y a sus ciclos, vimos a su vez en los gráficos expuestos en imágenes primeras, como las temperaturas regresan a unas mismas variantes cada dos mil años (aproximadamente). Ello no creemos sea una casualidad. Sin conocer la existencia de estudios que demuestren los motivos por los cuales cada veinte siglos, la temperatura retorna a unos parámetros similares; considero que su explicación puede encontrarse en las Eras astronómicas. Estas Eras o Ciclos de unos 2148 años, tienen su fundamento mecánico celeste en la rotación imperfecta de la Tierra. Debido a que nuestro planeta no da vueltas sobre sí, de un modo equilibrado; sino describiendo ciertos trompos -por efecto de atracción gravitatoria y desigualdades en su traslación-. Todo lo que convierte al Globo terráqueo en una especie de peonza, que al girar sobre sí misma, decae, describiendo elipses. Unos defectos de rotación que llevan a que el eje de la tierra se oriente cada 2150 años (aproximadamente) hacia una constelación distinta. Todo lo que se llama Era Astronómica y que se completa cuando nuestro Planeta ya se ha situado mirando a las doce Constelaciones; es decir tras 2148 años multiplicados por 12. Un ciclo de 25.776 años que se denomina Año Platónico y que finaliza cuando la Tierra se ha orientado hacia esos doce puntos, para retornar al inicial.
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Estos hechos, fueron ya conocidos por los astrónomos mesopotamios y debemos considerar que también los de Egipto, pues los describe perfectamente Hiparco de Nicea (tras estudiarlo al parecer en el Nilo). A través de ellos pueden fecharse los megalitos y monumentos antiguos, habida cuenta que provoca la Precesión de Equinoccios. Haciendo que el Sol salga unos grados más al Norte o al Sur, al observarlo desde un mismo lugar. Pudiendo ser quizás este también el motivo por el cual, cada dos mil años (aprox.), el clima se equilibra y regula en unas mismas temperaturas; retornando a parámetros semejantes a los de nuestro tiempo. Ya que en hacia el año 2150 entraríamos en una nueva Era -la de Aquarios-; tras salir de la de Piscis, que se inició aproximadamente con nuestro calendario (al finalizar el siglo I a.C.).
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Finalmente y para concluir este epígrafe, añadiremos que tras conocer cómo la linea de costa era muy inferior milenios atrás. Se hace evidente que muchos de los restos Neolíticos -o megalíticos- que se observan bajo el mar, pueden tratarse de construcciones anteriores al 2000 a.C.. Cuando la altura de los océanos estaba muy por debajo de la actual; de lo que no se habrían hundido solo por efecto de una falla (tras un terremoto). De esta manera, los restos que desde hace unos años se estudian el las proximidades de Cádiz y que algunos han llegado a identificar con la Atlántida; quizá sean construcciones neolíticas o megalíticas hundidas bajo los mares, tras la subida de nivel de las aguas y no tanto por el geosinclinal que allí se partió. Pues se considera -comúnmente- que su situación el en fondo de las aguas se debe solo a la falla del terreno, lo que al parecer se produjo en Huelva-Cadiz tras diversos terremotos sucedidos entre el siglo IV y el II a.C.. Movimientos sísmicos que hicieron perecer bajo el océano parte de la costa atlántica andaluza y desaparecer al Lago Ligustino. Aunque al hecho anterior hemos de sumar los cinco metros menos de profundidad que el océano tenía en sexto milenio a.C. y que gradualmente fue aumentando. Un tiempo en el que seguramente realizaron corrales de pesca, para aprovechar las mareas oceánicas del Suroeste peninsular. Sistema de captura de peces que se considera de origen neolítico en nuestras tierras y que tiene hoy entre sus ejemplos los de Chipiona o Rota; pero que se sabe fue uno de los métodos más comunes de hacer pescar en el Atlántico andaluz. Todo lo que quizás pudiera relacionarse con las famosas ruinas de la Atlántida, que dicen haber encontrado recientemente bajo las aguas de aquel litoral.
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IMAGEN, ARRIBA: Dos mapas míos superpuestos. En el lado izquierdo, las principales minas de oro, plata, estaño, cobre y cinabrio en la Antigüedad. A la derecha, las áreas y etapas de difusión de los metales en Europa y el Mediterráneo (marcados con un círculo las zonas con las fechas de expansión del metal).
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IMAGEN, ABAJO: Dos mapas míos en los que señalé las diferentes rutas, a lo largo de los tiempos: Las del ámbar y el oro (del V y IV milenio). La del cobre y estaño del III y II milenio a.C.. La del estaño del II milenio a.C. (hitita hacia el Cáucaso, y ruta del Oeste, hacia el estaño Atlántico)
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3) FASES CLIMATOLÓGICAS EN DIFERENTES AUTORES (nuestra división de etapas y la hipotética lluvia de asteroides sobre la corteza solar):
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Terminaremos esta primera parte de nuestro artículo de hoy recogiendo lo que actualmente se enseña acerca de los cambios de temperaturas terrestres (durante los últimos doce milenios), incluyendo el modo en el que diferentes vertientes separan las etapas de variación. Finalmente expondremos el modo en que hemos separado estas fases nosotros, explicando además la nueva teoría que defiende cómo desde el 8000 a.C. una lluvia de asteroides sobre el Sol, provocaría el cambio de clima.
De tal manera, comúnmente se enseña hoy que estas facetas se separan en:
-Período Boreal (11.500 al 8.900 a.C.) en el que se considera que el clima era fresco, seco y su incremento de la temperatura (0,5 a 2ºC)
-Período Atlántico (8.900 al 5.700 a.C.) Cálido y húmedo. Durante esta etapa se desarrolló el optimo climático
-Período Sub-boreal (5.700 al 2.600 a.C.) Con clima seco y frío; desarrollándose en esta etapa la continentalización.
-Período Sub-atlántico (2600 al año 1). Con incremento de la humedad y temperatura; en esta etapa aparece el clima mediterráneo.
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Por su parte Huetz de Lemps (3) , diferencia en:
-PERIODO ATLÁTICO 7000 al 5000 aC. Temperaturas más cálidas a las actuales de 2º a 3º y más humedas; Europa ocupada por enorme bosque de tilos, fresnos, alisos y robles
-PERIODO SUB-BOREAL (5000 al 2500) primeras roturaciones o incendios humanos comienzan a trastornar el clima. MUcho más duro y seco que el anterior. El haya se convierte en dominante y los abetos.
-PERIODO SUB-ATLÁNTICO (desde el 2500 al 300 a.C.) Más fresco pero más húmedo que el anterior. Sigue dominando las hayas, anque ya abundan los robles.
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Jesús Jiménez-Guijarro (4) , distingue principalmente en:
-Clima Atlántico del 9000 al 6000; temperaturas por encima de las actuales en unos 2º grados.
-Sub Boreal del 6000 al 3500; con severas etapas de sequía y descensos de temperaturas en al menos un punto; lo que supone un grado más que las temperaturas actuales. Intesas sequias seguidas de lluvias monzónicas.
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Siendo la clasificación de Blytt-Sernander (5) :
-SUB ATLÁNTICA 2000 a.C. al presente.
-SUB BOREAL 4500 al 2000 a.C.
-ATLÁNTICA 7400 al 4500 a.C.
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IMAGEN, ARRIBA: Dos mapas de la Península Ibérica. A la izquierda: La distribución de los dólmenes, menhires y cromlechs en un gráfico trazado por mí, siguiendo al profesor Kalb. A la derecha: Las minas y minerales de la Península según Marisa Ruiz-Gálvez Priego; dibujo tomado de su libro Europa atlántica en Edad del Bronce (6) . Observando los dos mapas, veremos que son casi paralelos; pues aparecen megalitos en todos los puntos donde hay metales, en nuestra Península. Todo lo que hace evidente que esta civilización se establecía junto a las minas (de oro, plata al comienzo y más tarde, en las cercanías de las de estaño y cobre). Comparando ambas imágenes, parece indiscutible que la arquitectura ciclópea se levanta cerca de yacimientos metalúrgicos, lo que induce pensar que era buscadora de minas, aun en una época anterior al calcolítico. Ello lleva a concluir que intercambiaban pepitas de oro y plata -en un principio- y más tarde (tras el 3000 a.C.), estaño y cobre. Siendo esa segunda etapa ya presidida por la Edad del Bronce, que desarrollaría la cultura del Vaso Campaniforme, expandiéndola desde el Sur de España por todo el litoral atlántico.
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IMAGEN, ABAJO: De nuevo dos mapas, en este caso -de nuevo- el antes recogido de la profesora Ruiz-Gálvez (a la que agradecemos nos permita divulgarlo) y a su lado uno que he realizado sobreponiendo los principales hallazgos de la Edad del Bronce en la Península, marcando a su vez las zonas de bateo de oro más importantes. Podemos observar comparativamente en las imágenes (anterior y esta) la importancia del oro y los metales para la civilización de los megalitos, tal como lo fue durante toda la Edad del Bronce.
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Por nuestra parte, hemos distinguido las siguientes fases en los gráficos que recogimos al comienzo de este artículo:
- 10.000 al 4000 a.C. FASE CLIMA ATLÁNTICO: Entre el 10.000 y el 8000 suben las temperaturas unos cinco grados. Entre el 8000 y el 5500 aumentan otros dos grados, después tienden a bajar, situándose en el 4000 a.C. en el mismo nivel a las de hoy.
- 4000 al año 2000 a.C. FASE CLIMA SUB-BOREAL: Las temperaturas que se inician similares a las de hoy, suben en el 4500, 3500 y el 3000 (aprox) un grado más; aunque al final terminan siendo iguales a las actuales (desde el 2000 a.C.).
- 2000 a.C. al 2000 d.C. FASE CLIMA SUB-ATLÁNTICO: Hacia el 1800 a.C. suben las temperaturas un grado, pero desde el 1650, a mi juicio por efecto del volcán Tera-Santorino, bajan rápidamente; cayendo muy por debajo de las actuales durante el siglo III a.C.. Después se recuperan y hacia el año 1 d.C. vuelven a estar al nivel de hoy. Se mantienen así hasta el siglo III d.C. que entran de nuevo en una caída libre que llega a bajarlas un grado. Hacia el siglo V d.C. se recuperan y en el XIV llegan a igualarse a las actuales. Pese a ello, entorno al año 1500 vuelven a caer, provocando lo que se denomina la “pequeña Edad de Hielo” que tiene su punto álgido hacia el 1750. Después vuelve a templarse el Planeta, desde 1830, hasta llegar a nuestros días (en que están variando aceleradamente).
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No disponemos de datos ni menos de conocimientos para determinar qué causas astronómicas pudieron determinar los cambios de clima después del 10.000 a.C.. Aunque sí me atrevo a afirmar que este aumento de temperaturas desde el 8000 al 5500 a.C., promovieron el Neolítico y después el megalitismo. Una etapa neolítica donde la agricultura quizás se extendió y se hizo posible gracias a las enormes lluvias habidas; lo que seguramente propició un ambiente de bonanza y humedad en el que se podrían sembrar y cultivar los campos. Asimismo, después del 5500 a.C., cuando las temperaturas alcanzan el máximo histórico conocido (ver gráficos en primeras imágenes) a mi juicio, un grupo de humanos pudieron establecerse en tierras europeas, casi deshabitadas hasta entonces. Llegando al litoral atlántico y sobreviviendo en palafitos y canoas; pudiendo moverse de un lugar a otro en estas costas Oeste europeas -escapando en ellas de depredadores, animales o humanos-. Creyendo personalmente que sobrevivieron en la Europa Atlántica como nómadas, sobre sus pequeños barcos, cazando focas y ballenas. Todo lo que iniciaría una civilización común desarrollada desde el litoral Sur hasta el Norte de esta zona de nuestro continente; comenzando así el megalitismo que se inicia hacia el 5500 a.C. en el Algarve y Alentejo (como veremos en los conjuntos ciclópeos de estas épocas).
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La cultura de las grandes piedras -como repetimos-, se expande desde el Sur de Portugal hacia Galicia, Bretaña y las Islas Británicas antes del 5000 a.C.. Y durante el siguiente milenio se difundiría por las costas del Norte de Europa, llegando al Báltico. A mi juicio, estas primeras migraciones de pequeños navegantes atlánticos, se llevarían a cabo en busca de alimentos y de refugio; para evitar depredadores llegados del Mediterráneo o de tierra, y para cazar ballenas o focas. Aunque desde el 4500 a.C., esos nómadas canoeros pasarían a crear una “civilización” común, en la que todos construirían enormes cenotafios y grandes observatorios astronómicos pétreos. Generando un contacto continuado entre las Islas Británicas, el litoral continental, el Sur de Portugal, las costas de Francia, las de Holanda, Alemania o las del Báltico. Comunicación continua, a través de la que intercambiarían pepitas de oro, plata y ámbar -en un principio-; trocando tras la Edad del Bronce, estaño y cobre (después del 2700 a.C.). A más cambiar productos comunes de unos y otros lados de procedencia y que transportarían en sus pequeños barcos, en sus idas y venidas por las costas atlánticas.  
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IMAGEN, ARRIBA: Dos mapas comparativos. A la izquierda, las rutas del ámbar y de los metales, seguidas desde el V milenio a.C.; pasando por diferentes épocas y hasta llegar al camino de Heracles (singladuras de los griegos), o al fenicio de las Kassitérides. A la derecha, de nuevo los principales puntos de la Edad del Bronce, junto a las minas de oro antiguas. Recordando otros mapas anteriores y comparando los dos que tenemos en la imagen superior; todo ello muestra que son paralelos -plenamente coincidentes- esos hallazgos del Bronce, los yacimientos metalúrgicos y las rutas de los colonos o visitantes en busca de riquezas.
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IMAGEN, ABAJO: De nuevo, a la derecha el mapa trazado por mí siguiendo a Kalb, con la distribución de los megalitos en la Península. Al lado -izquierdo- la difusión del Vaso Campaniforme por Europa, desde el 3000 al 1800 a.C. (aprox). Si los comparamos, se hace evidente que el Vaso Campaniforme no se expande siguiendo el ámbar o las minas de oro y plata (tal como hizo el megalitismo) sino a través de puntos que unían caminos para encontrar estaño y cobre. Hemos de anotar además que para el transporte de cobre se precisa de una gran organización, pues no se trata ya de trasladar pequeños lingotes o pepitas (tal como sucede con los metales preciosos). Sino que deben cargarse centenares de kilos en forma de grandes placas (llamadas comúnmente Talentos o Minas), algo que exige un comercio marítimo medianamente organizado o un transporte terrestre con etapas fluviales, bien vigilado y mejor señalizado. Ya que mientras por mar es fácil guiarse y viajar pasando desapercibido; por tierra se hace difícil atravesar territorios sin ser asaltados o sin pagar peajes y portazgos -además, tiene una mayor dificultad orientación o de traslado, si los caminos no están bien mantenidos y señalizados-.
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Finalmente añadimos la teoría -ya comentada- acerca del calentamiento del clima; que considera como esta alteración se produjo debido a una lluvia de meteoritos sobre la corteza solar, sucedida entre el 8000 y el 5500 a.C. (aproximadamente). A mi juicio debiéramos pensar que la caída de un gran asteroide en el Sol (de unos 3 kilómetros de diámetro), debiera fecharse más bien entorno al 10.000 a.C.; momento en el que las temperaturas suben radicalmente. Aunque también habríamos de considerar como posibilidad, que una serie de ellos chocasen contra la corteza del astro mayor, entre el décimo y el sexto milenio. Ello provocaría que entorno a estos años -entre el 10.000 y el 5500 a.C.- se produjera una etapa diluvial; durante la cual, las precipitaciones se multiplicaron por cincuenta. Sucesos que pueden leerse en las estalagmitas y estalagtitas de las cuevas, en cuya graduación de humedad interior, demarcan cincuenta veces más lluvias durante estos milenios. Un hecho, que unido al calentamiento de las temperaturas, provocó una rápida subida de las aguas; aumento de los océanos de tal magnitud, que el Mar Negro fue inundado por el Mediterráneo -como ya hemos mencionado- . Accediendo sus aguas hacia aquel “lago negro” antes del 5500 a.C. y a través del Estrecho del Bósforo, que actuó como un rebosadero, dando entrada al Mediterráneo. Por efecto de estas lluvias y deshielos, que terminaron por unir ambos mares; se convirtió en salado el enorme lago dulce que fue el hoy “Negro” mar, elevando su nivel de superficie en decenas de metros.
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Todo lo expuesto, nos hace deducir que después de esta inundación pudo producirse una enorme migración hacia Europa de los pueblos ribereños del antiguo “lago negro” (tragado por el Mediterráneo). Un enorme embalse, que convertido en agua de mar, obligaría a huir a quienes vieron hundidos sus territorios bajo metros del nuevo cauce. Hechos que -creemos- llevaron a marchar hacia tierras continentales o al Egeo, a estas gentes que hasta entonces habitaban junto a aquel gigantesco embalse de agua potable. Quienes, hemos de pensar, serían pueblos neolíticos, con conocimientos de navegación y del cultivo. Unos habitantes del antiguo Mar Negro, que hubieron de escapar hacia Anatolia, Europa y sobre las costas de la actual Grecia. De los que muchos llegarían al Occidente lejano; arribando al litoral atlántico y llevando hasta nuestras tierras las grandes revoluciones neolíticas que existían en el Oriente próximo. Pudiendo haber sido estos hechos relatados, el detonador que hizo florecer civilizaciones como la megalítica atlántica (y posteriormente, otras como la de Malta). Nacidas de culturas marineras, tan antiguas como extrañas; seguramente influidas por movimientos religiosos y sociales que ya existían en Anatolia antes del 5500 a.C.. Bastando para entender la idea que expresamos recordar yacimientos de la actual Turquía, como Catal Hüyück; cuyo final se fecha en el 6600 y el 5600 a.C., y que desaparece en tiempo coetáneo a la inundación del Mar Negro . Tal como sucede en otros tantos, entre los que destaca Göbekli Tepe; cuyo comienzo es anterior al 10.000 a.C. y que fue abandonado igualmente hacia el 6000 a.C..
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IMÁGENES, ARRIBA Y ABAJO: Varias fotografías con embarcaciones de diferentes épocas, en las que se aprecia su prácticamente igual estructura y forma de fabricación. Sobre estas lineas, naves con unos cuatro o cinco siglos: En primer lugar, réplica de La Pinta guardada y expuesta en el puerto Bayona (Galicia); donde se recuerda la llegada de esta carabela a su regreso en el primer Viaje colombino, en 1493. Bajo ella, detalle de un cuadro de Simón Vliegel, pintado hacia 1630 (perteneciente a la colección Museo Thyssen de Madrid, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Bajo este párrafo, un mosaico con una trirreme romana, propiedad del Museo del Bardo, en Túnez (al que agradecemos nos permita divulgar la fotografía). Al final, dibujo mío con un bajorrelieve egipcio cercano al 2.400 a.C.; hallado en la mostaba de Ipy. Representa un velero fluvial del Antiguo Imperio egipcio, arbolado con el clásico palo abatible.
Como podremos ver las técnicas de construcción en astilleros apenas variaron desde la Edad del Bronce, hasta la aparición de los barcos a vapor (en el siglo XIX). Algo que comprobaremos en las imágenes, o al visitar museos navales (como el de La Pinta en Bayona); principalmente los que estudian las embarcaciones de Roma, Fenicia y del Egipto más antiguo. Del mismo modo, la tecnología y modos de navegar tampoco sufrieron grandes avances desde los tiempos más remotos, al menos hasta la aparición de la brújula. Pese a todo, en el siglo XVII se continuaba marcando el rumbo a través de astrolabios y cuadrantes, prácticamente iguales a los que usaban en Grecia (dos mil quinientos años atrás). Por lo demás, antes de la Edad de los Metales, la forma de fabricar barcos se basaba en embrear, encajar y atar las cuadernas (con cuerdas y ramas trenzadas de árboles como la acacia o el tejo). Un método que puede parecer rudimentario, aunque se ha comprobado, que una vez ensambladas las cuadernas y bien sujetas; tras calafatearse con brea, la embarcación era tan segura como las construidas con herramientas de metal.
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B) LA EUROPA ATLÁNTICA EN LA EDAD DEL BRONCE (análisis de los estudios de Marisa Ruiz-Gálvez).
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1) INTRODUCCIÓN Y CONCEPTOS GENERALES:
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Comienza la profesora Ruiz-Gálvez el libro que analizamos (7) exponiendo una serie de importantes ideas; introduciendo primeramente algunos conceptos etnográficos de gran valor para la comprensión del Mundo Antiguo. Pues etnografía y arqueología, son algo así como disección y medicina; consistiendo el mundo étnico el mejor modo de descubrir y estudiar “el esqueleto” de cuanto deseamos conocer. De tal manera, expone la autora cuya obra estudiamos, como la vida apenas había cambiado en Europa hasta hace apenas unos siglos. Tanto que siquiera unos decenios atrás, aquellos puntos que ella denomina “la España Incomunicada” seguía manteniendo costumbres y formas de vivir muy similares a los de la Prehistoria (8) -una “España sin comunicaciones” sobre la que añadimos, que en su gran mayoría fue despoblándose o desapareciendo debido a su aislamiento y a la emigración de sus gentes-.
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Los hechos que menciona Ruiz-Gálvez, los podemos ratificar por haberlos vivido de primera mano; ya que de niño (hace unos cincuenta años) compartí mi tiempo de vacaciones con los pastores trashumantes de Extremadura. Quienes, en su largo camino con el ganado, montaban cada tarde una cabaña de retama; un chozo hecho en apenas unas horas, para pasar la noche. Allí, antes de descansar y a la luz de la lumbre -donde asaban la cena, tal como pudo hacerse en el Neolítico-; narraban infinidad de historias, entre las cuales pude oír leyendas de Viriato. Comentando los ganaderos que aquel general y pastor lusitano, estaba enterrado junto al Pico de San Gregorio, en Puerto de Santa Cruz (no lejos de Trujillo y en las cercanías de Santa Cruz de la Sierra). Así recuerdo, como quienes manejaban los rebaños, me señalaban esa montaña desde las cercanías de Madroñera (mientras convivía feliz, entre ellos); enseñándome dónde decían que estaba enterrado Viriato. Una leyenda que tenía base histórica, tal como pude comprobar decenios más tarde. Cuando con alegría leí que algunos investigadores determinaban que pudo estar allí mismo la tumba del famoso héroe ibero lusitano -tal como indicó en 1977 Ramón Hurtado de San Antonio(9) Entorno a todo ello y en referencia a la tradición oral; Ruiz-Gálvez inteligentemente nos sugiere leer a los medievalistas y estudiar las sagas o leyendas europeas, ya que estas hunden sus raíces en el pasado más remoto (10) .
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Muy importante es su capítulo dedicado a la “lenguas y comercio” (11) ; donde nos explica varias opciones usadas históricamente para el trueque y el intercambio de mercancías, entre pueblos totalmente ajenos. Primeramente menciona la que denomina fórmula “española de Cortés”; consistente en aliarse con enemigos del poder establecido en la zona, comprometiéndose a una lucha unida a ellos y usándolos como intérpretes o “socios”. La segunda que llama “portuguesa”, fue muy utilizada en África, y consistía en secuestrar jóvenes para luego devolverlos al lugar de origen. En nuestro artículo anterior relatábamos la historia de los adolescentes fueguinos, que los barcos ingleses recogieron en el Cabo de Hornos hacia 1830, para llevarlos durante más de un año a Londres. Los británicos lograron que se subieran a sus embarcaciones voluntariamente (unos entregados por sus familias, pero sobre todo al verse atraídos por los botones y los abalorios de los europeos). Los intentaron educar en la capital del Imperio durante meses y en las mejores condiciones; para devolverlos luego a su lugar de origen (pretendiendo así entablar una unión de amistad y cooperación entre los habitantes de Tierra de Fuego y la corona Inglesa).
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Añade la profesora otro modo de establecer lazos comerciales, muy común entre los portugueses; como era dejar hombres en tierras lejanas o si colonizar, para que tuvieran hijos mestizos con mujeres indígenas. De ello nacería hasta el llamado idioma “portugués criollo”, que cree pudo ser usado durante la Antigüedad en áreas coloniales helenas -como Magna Grecia-. Otra modalidad de esos idiomas de colonización sería el habla “franca” que se articulaba como una mezcla nacida de varias lenguas y se utilizaba principalmente para el comercio. Este es el caso de la lengua de los cruzados, que contenía palabras francesas, itialianas y árabes; con las que se comunicaban los cristianos, entre sí y con el enemigo. Exitiendo una última forma de comunicarse para mantener el mercado, llamado idioma “de Cultura” o “Vehicular”. Es la tercera opción que solían adoptar los colonos y los colonizados; este es el caso del latín durante la Edad Media, usado como segunda lengua para entenderse los diferentes pueblos (una función que cumpliría hoy el inglés). Asimismo comenta Marisa Ruiz-Gálvez, que según De Hoz, el ibero y del celtíbero, también fueron idiomas "de Cultura" o "Vehiculares" -una opinión que no compartimos plenamente-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Instrumentos de navegación auténticos, tal como los expone el Museo de la Marina de Bayona (al que agradecemos nos permita divulgar las imágenes). A la izquierda, una ballestilla, también conocida como báculo de Jacob; se trata de una alidada con las que se lograba calcular la hora y situación de la nave con bastante precisión. Su método de uso es muy sencillo, ya que se busca a través del travesaño principal una estrella (en el de la cruz mayor). Tras ello, se intenta que concuerde el mismo astro con el siguiente punto de mira, sito sobre el segundo travesaño. Finalmente se posiciona el tercer palo, para que a través de las tres traviesas, veamos arriba la estrella elegida. Bastará conocer la altura que aquel astro guarda, para saber dónde estamos; ya que la vara central marca con centímetros los grados de variación. A la derecha tenemos la “Corredera de barquilla”. El funcionamiento de esta Corredera para calcular la velocidad es más que sencillo; ya que consiste en atarla a un cabo largo en el que habremos marcado cada una de las brazas (haciendo nudos sobre la cuerda). Así atada, se lanzará por popa a la vez que se voltea el reloj de arena, mientras soltamos libremente cabo. Al terminar el tiempo, se para; se recogerá el cordel, contando los nudos que hay hasta la corredera. De este modo sabremos cuantos “nudos” hemos recorrido en un determinado tiempo, lo que nos permite calcular más o menos las millas-hora (nuestra velocidad náutica, llamada por ello “nudos”). En cuanto a las millas que recorrían diariamente en el Atlántico, tenemos el dato de Rufo Festo Avieno que en su Oda Marítima narra que desde el Cabo del Arvio (Bayona) hasta el de Céspiro (desembocaduras del Sado-Tajo) había algo más de dos días de ruta. Sabiendo que ambos puntos están separados por unos 450 kilómetros y teniendo en cuenta los pormenores del cabotaje, podemos calcular que la velocidad media era de 100 milas al día (unos 185 kmts. diarios a un promedio de 4 nudos).
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Al LADO: Otros instrumentos de navegación expuestos en el museo de Bayona (en este caso de la colección privada de Avelino Sierra, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). A la izquierda, un cuadrante marinero; equilibrado simplemente con una bola atada a un cordel. Bastaría tomar como referencia a un astro cuya situación conociéramos (como la Estrella Polar); apuntar hacia él con el lateral del cuadrante, equilibrarlo sobre la vertical (ayudados de la cuerda con la bola) y ver qué grados marcaba con referencia al Horizonte. En el centro, un compás de puntas; comúnmente usado para trasladar distancias desde el mapa a la realidad, o entre diferentes puntos de las cartas marinas; aunque también se utilizaba para medir nuestra latitud (como cuadrante, si sabíamos equilibrarlo). A la derecha, el reloj de arena que supuestamente se podría sustituir en la antigüedad más remota por los latidos del corazón (tomándose el pulso mientras lanzaba la corredera -por ejemplo-). Debiendo conocer cada patrón más o menos la velocidad de sus pulsaciones en reposo; algo que podrían estudiar detenidamente en tierra, valiéndose de un buen reloj de Sol, con el que contabilizase cada marino su ritmo cardíaco (en unos pocos minutos de observación de las sombras).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Las técnicas de navegación apenas debieron modificarse desde el Eneolítico hasta la llegada de la brújula (que aparece en Europa hacia el siglo XIII). Tan solo mejorarían en la rapidez y trabajo del astillero, con la llegada de metales más duros. Como ejemplo de un modo de navegar y guiarse, igual a las técnicas más antiguas; podemos ver en la imagen superior la Ballestilla. Explicada en un grabado publicado por Jacob Koebel en 1598, lo que dió nombre a este artilugio como báculo de Jacob (de su obra Geometrie-Vermessung-Messtab y Jakobstab). En este caso expone el modo de medir a través de esta alidada; pudiéndose entender que les servía entonces hasta para conocer la altura de las ventanas, simplemente proporcionando “X2 y X1” con referencia a “A2 y A1” -sabiendo que (X1:A1) = (X2:A2); de lo que (X1:A1)· X2 = A2  (altura de la ventana)-.
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Tal como vemos en la imagen de abajo, más sencillo era aún calcular la latitud, simplemente con un compás (que luego pondremos sobre un transportador de grados -o bien al que añadiremos esta regla angular-). Podremos pensar que en la remota Antigüedad desconocían la esfericidad de la Tierra; pero lo que no dejarían de saber y de observar, era la diferencia de situación de los astros o de las sombras. Teniendo capacidad de guiarse a través de ellos, solo conociendo la posición de las estrellas y del Sol -en cada fecha-; sin necesitar plantearse si el Planeta era una esfera o una planicie. Por lo demás, parece imposible pensar que quienes fueron capaces de cruzar el desierto, no sabían orientarse por la cúpula celeste. Además de resultar inverosímil plantearse que quienes supieron levantar dólmenes, menhires y cromlechs (de la categoría de Stonehenge); o quienes sabían construir pirámides de centenares de metros de altura y tallar monumentos colosales en roca. Fueran incapaces de realizar una embarcación de treinta metros de longitud. Una eslora con la puede navegarse sobre cualquier mar; si construimos un barco marinero, tal como aparentan los representados en los más antiguos bajorrelieves y pinturas (desde el Eneolítico).
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2) VÍAS, MÉTODOS Y MEDIOS DE TRANSPORTE:
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a) Transporte por caminos y transporte marítimo:
Desarrolla la profesora Ruiz-Gálvez estos temas a partir de su capítulo tercero (12) donde explica que el profesor Peacock calcula como durante el Imperio romano, la diferencia de coste de un envío en una misma mercancía, por mar (en barco) y por tierra (en carros); superaba algo más de multiplicarlo por veinte. Siendo unas 22,5 veces más caro el transporte terrestre que el marítimo; y a la vez unas cinco veces mayor el coste del porte fluvial, que el cabotaje marino (todo calculado sobre igual peso y en unas mismas distancias). A ello, hemos de añadir -por nuestra parte- que en época romana ya existían las calzadas, donde los viajeros estaban guardados, teniendo miliarios y existiendo planos o carteles para guiarse. De cuando decimos, si imaginamos lo que costaría un envío por tierra en tiempos anteriores a Roma; en los que no había una red de caminos (bien vigilada y marcada) y además no existía una paz común, que permitiera el paso de un territorio a otro. Se nos hace imposible calcular la diferencia; tanto como para pensar que no hubiera otro medio seguro de mandar transportes, que no fuera el barco. Donde pueden llevarse decenas de toneladas, que al menos resultan difíciles robar (ya que habría que abordarlo); siendo además inverosímil que el patrón no acierte en el destino -si conoce el rumbo y sabe guiar una embarcación-. Por lo demás, el tráfico fluvial tiene la desventaja de poder ser abordado con enorme facilidad, estar obligado a pagar peajes o portazgos y -además- sometido a las condiciones orográficas del terreno (que solo posibilita la navegación en tramos llanos y sin grandes saltos de agua).
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Las ideas anteriormente expuestas, demuestran unos conceptos que tengo claros desde que comencé a interesarme por la arqueología (apenas con veinte años): Consistentes en que durante el megalitismo, la Edad del Bronce y en tiempos anteriores a Roma; todo aquel territorio alejado del mar, permanecía tan aislado como hoy lo están los lugares lejanos a un aeropuerto. Pues tal como actualmente el “cielo” comunica los países, a través del tráfico aéreo; antaño el mar aunaba territorios por medio de la navegación. Un único medio de trasporte seguro hasta la llegada de la paz romana, que pobló el Imperio de calzadas. Debido a lo que expresamos, Fenicia estaba más cerca de Cádiz, que Marsella de París; aunque entre París y Marsella haya solo unos 750 kmts. y desde las costas fenicias a la antigua Gadir, unos 3700. Todo debido a que en carros, tan solo avanzaban unos 30 kilómetros diarios -dependiendo de la orografía y otros factores-; mientras que por mar, navegaban unas 100 ó 120 millas por jornada (aprx. entre 180 a 220 kilómetros). Lo que suponía que de París a Marsella había unos veinticinco días en transporte por tierra; mientras de Fenicia a Gadir, menos de veinte jornadas de navegación -a lo antes expuesto hemos de incluir los problemas de viajar en un carro, como eran los peajes y portazgos a pagar, la necesidad de abastecimiento para las bestias (comida y agua); junto a la inseguridad de una travesía por tierra-.
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Las mismas ideas expresa la profesora Ruiz-Gálvez, quien explica que en zonas montañosas o de clima muy lluvioso (como las Islas Británicas o el Norte de España), el único medio de transporte eficaz sería el barco; pues los carros se hundirían en el barro o tendrían que subir y bajar puertos de montaña en algunos casos infranqueables para vehículos con ruedas de madera y tirados por bueyes. Ante ello, añade la autora, que es absolutamente falsa la idea que transmitieron los romanos sobre los habitantes de la cornisa atlántica, afirmando que carecían de medios para navegar y que desconocían los mas rudimentarios métodos de atravesar el mar. Afirmando la investigadora como esta idea que repiten los latinos, era tan solo propaganda antibárbara; comúnmente creada por los escritores romanos para desacreditar a los extranjeros -que invadían-. Añade asimismo, que Plinio el Viejo y Estrabón mencionan a los fenicios como los inventores de la navegación de altura, guiados por la Estrella Polar (13) . Una idea que nos gustaría matizar; pues es posible que sea cierto el hecho de que fueron los primeros en guiarse por la Polaris, ya que hasta el siglo VIII a.C. esta estrella no se sitúa en el Norte de la Tierra. Estando hasta entonces en el eje polar del Planeta otro astro: La Draganis (concretamente la “cabeza” del Dragón, conformada por las tres estrellas finales de esta constelación). Ello explicaría que hasta los fenicios nadie navegase guiado por la Polar, lo que para nada significa que antes no se orientasen por los astros. Pues como sabemos, todas las civilizaciones antiguas se guiaban, navegando por el desierto y en alta mar; habida cuenta que por entonces lo más peligroso eran los depredadores humanos -existiendo hasta canibalismo-. De ello, el modo más sencillo de huir de los piratas y de ataques, sería inventar un método para guiarse por el Sol y las Estrellas; con el fin de poder realizar navegaciones alejados de las gentes o de tierra firme y para nos ser abordados o interceptados por extraños (algo que debemos reconocer común entre las culturas inteligentes del Bronce; gentes que se aislaban en el desierto o en el mar -como hicieron los minóicos, los mesopotámios, los egipcios, los habitantes de Malta o los megalitistas-).
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SOBRE ESTAS LINEAS: Arriba uno de los monolitos del espectacular cromlech de Los Almendros, en las cercanías de Évora. Su parte más antigua data de finales del sexto milenio a.C. y consta de veinticuatro menhires. Alrededor su zona exterior, comprende una ampliación realizada hacia el 4500 a.C. con unos noventa y cinco cipos más. Finalmente, en el centro se colocaron otros tantos (como el que vemos) en los que hicieron grabados y marcas y que se datan hacia el 3000 a.C.. Se trata de uno de los monumentos más antiguos de Europa y uno de los observatorios astronómicos con más siglos del Planeta. Fechado en su primera fase hacia el 5200 a.C.; dataría de poco después de la inundación del Mar Negro y del gran cambio climático que hizo subir las temperaturas hasta dos grados (a comienzos del Sub-Boreal, entorno al 5500 a.C.). Es una de las primeras construcciones megaíticas de Europa, y no es absurdo unir el cambio climático producido a mediados del sexto milenio a.C., con el inicio de la civilización ciclópea atlántica. A la vez que tampoco resulta absurdo pensar que pudieron llegar hasta nuestras tierras gentes huidas de la gran inundación del Mar Negro (acontecida hacia el 5600 a.C.), dando paso y origen a esta cultura de las grandes piedras -junto a la costumbre de colectar y cambiar piezas de ámbar o pepitas de metales preciosos-.
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BAJO ESTAS LINEAS: Un carro común para las labores del campo, usado aún hace unos cincuenta años; ahora expuesto en el Museo Provincial de Ávila (al que agradecemos nos permita divulgar la imagen). Este medio de transporte y carga, era prácticamente igual al que utilizaban los romanos; y antes de ellos los iberos, junto a todas las culturas que nos precedieron -casi idéntico a los carruajes fabricados desde el comienzo de la Edad de los Metales, cuando se inventó el eje, tan necesario para la rueda-. Quienes tenemos más de cincuenta años, hemos podido conocer esos carros en pleno uso y marchando llenos de heno por las carreteras (tal como hemos visto a labriegos trabajar con arado romano y mulas; hasta no hace tanto...). Observando su peso, sus ruedas de madera, su estructura y etcétera; comprendemos cómo un transporte así no podría superar los treinta kilómetros día de promedio. Ello, si los caminos estaban en condiciones y no había grandes puertos de montaña. Además, en cuanto cayeran fuertes lluvias o algunas nieves, se haría imposible el tránsito con unas ruedas de esas características. Siendo casi imposible y hasta peligroso, subir cualquier cuesta pronunciada con un carro de este tipo, cargado y en plena lluvia (menos con nieve o hielos).
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b) Las embarcaciones de los habitantes del atlántico en la Antigüedad:
Continúa la profesora Ruiz-Gálvez exponiendo que dentro de esa “propaganda” antibárbara, resultan totalmente inciertos los comentarios de otros autores que ignoraban y menospreciaban la calidad o tamaño de las naves de los celtas que navegaban por el océano. De tal modo César y Estrabón afirmaban que utilizaban barcos de cuero, olvidando las embarcaciones que de veras tenían (15) . Ante lo que añadiremos -como personalmente recuerdo-, que al leer La Guerra de las Galias me llamó la atención cuando el mismo César habla de estas “moles” de gran tamaño con las que navegaban las gentes de las costas francoinglesas. Especialmente de las construidas con roble por los vénetos; quienes con sus enormes barcos lograron hacer frente a Julio César en las inmediaciones del actual Mont San Michel (llegando a tener allí grandes problemas los romanos). Sabiéndose que estos habitantes de la Armórica -a los que se denomina “vaneses” la Guerra de las Galias- (16) usaban pesadas naves, de alta proa y cuyas velas eran sostenidas y reforzadas, con piezas de cuero. Unas embarcaciones con las que podían embestir y abordar a las bajas y frágiles galeras romanas. Todo lo que demostró la superioridad y fortaleza de esta escuadra de los celtas armoricanos; a quienes logra vencer César, tras largas penalidades y usando tres o cuatro trirremes por cada barco véneto (vanés); a los que embestían repetidamente desde diferentes galeras romanas, hasta lograr abordarles tan solo gracias a una enorme superioridad numérica de barcos y hombres -ver cita completa (16) -.
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Pese a todo, los latinos hablan de celtas navegando por el Atlántico en embarcaciones de cuero, a las que los gaélicos llamaban “curraghs” (al menos en las leyendas irlandesas -como la de San Brandán-). Palabra que en mi opinión, haría mención al valor (courage); o más bien al correaje de piel vacuna que sostenía el velamen de estas naves de madera. Asimismo, el denominar “curraghs” a las embarcaciones gaélicas quizás se refiera también al comercio y al transporte de mercancías. Pues el valor económico ya hemos visto repetidamente que se expresaba en “cueros”, lo que simbolizaba la “cabeza de ganado” o la pecunia. Todo ello, explicaría de algún modo por qué afirmaban los latinos que estos celtas de las costas francesas o británicas solo tenían barcos de cuero. Algo, que tal como la profesora Ruiz-Gálvez expresa, es totalmente absurdo. No solo porque el cuero utilizado como recubrimiento de un casco, se pudre en poco tiempo; sino porque además sería carísimo, ya que se necesitarían cientos de vacas para construir una nave de un tamaño medio (fabricado en piel, cuya estabilidad y flotación sería más que dudosa). Es así como añade la autora que este dato de las embarcaciones de cuero, es tan solo propaganda antibárbara. Lo que se corrobora por los múltiples hallazgos de naves de madera fechadas en la Edad del Bronce y del Hierro, encontradas en los lagos y turberas de las Islas Británicas. Siendo lo lógico considerar que si cuatro o cinco milenios atrás, estas gentes ya navegaban en barcos de madera y muy bien construidos; parece imposible pensar que los britanos se hicieran a la mar en el siglo I a.C., montados en frágiles canoas de cuero... . Para argumentar estos hechos, cita Ruiz-Gálvez al profesor Mc. Grail; quien recoge embarcaciones con cuadernas en la más temprana la Edad de Bronce inglesa -aparecidas en Severn (Gales) o en Dover- (17) .
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Acerca del modo y velocidad de viajar, dice textualmente la investigadora, que "Las distancias medias de navegación altura son entre 120 y 150 millas día, de acuerdo con Naviero, e implicarían la existencia de puertos" (18) En mi opinión, esta velocidad media resulta demasiado alta; sobre todo hablando de barcos de gran tonelaje, hechos en roble y con quilla profunda. Por cuanto considero que debemos seguir lo que nos dice Avieno en Ora Marítima y calcular que la media podía estar entorno a los 4-5 nudos; lo que multiplicado por 24 horas implicaría entre 96 y 120 millas jornada (de 180 a 220 kilómetros, tal como Rufo Festo Avieno suele indicar). Lo que supone unas cuatro horas para atravesar el Canal de la Mancha por el punto más estrecho, entre Calais y Dover; donde tan solo tiene 33 kilómetros de anchura actualmente. Aunque en el cuarto, tercer y segundo milenio a.C.; la distancia sería mucho menor y entre el Continente e Inglaterra pudo haber grandes icebergs o restos de glaciares (puentes de hielo que actuasen como pasos). Por lo demás, a esta velocidad de 4-5 nudos (96-120 millas jornada) se tardaría un día desde Cornualles a la Bretaña francesa, simplemente siguiendo una ruta Norte a Sur puro -ya que Plymouth y Saint-Pol-de-Leon están separadas por unas 110 millas-. Todo lo que explicaría por qué se da la misma civilización megalítica en ambos lados del Canal de la Mancha; ya que se tardaba mucho menos en llegar desde Inglaterra a Francia, que de Madrid a Toledo (19) . Pudiendo además realizarse el viaje en barco; transportando toneladas de mercancías o decenas de personas, capaces de intercambiar una cultura y de luchar para conquistar nuevas tierras.
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ARRIBA: Ilustración del libro de la profesora Ruiz-Gálvez, donde vemos una de las embarcaciones de la Edad del bronce halladas en Dover (según Parry, publicada en la pag. 76). Observándose la minuciosa construcción hecha en cuadernas ensambladas, sobre una manga de más de metro y medio de ancho y una eslora de unos siete. Se trata de una barca de río; hallada en esta zona de Inglaterra, situada a unos treinta kilómetros de las costas de Francia. El aspecto y características de esta nave fluvial nos puede hacer suponer cómo serían aquellas con las que se harían a la mar los habitantes del litoral atlántico durante el megalitismo (al menos, cuatro o cinco veces mayores).
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BAJO ESTAS LINEAS: Fotografía compuesta: En la parte baja vemos un odre hecho en piel de caprino; usados antaño para guardar y transportar vino (u otros líquidos). Sobre esta imagen, un grabado de 1903 (de Faucher-Gudin); que recoge un relieve mesopotámico (de Koyunjik Kufa Gufa), donde se representa la pesca sobre pellejos de piel. En este bajorrelieve -con más de cuatro mil años-, podemos comprobar el modo en que se utilizaban estos odres como flotadores o pequeños asientos, desde los que se debían realizar determinadas labores en el mar (ayudar a la pesca, recoger aparejos, mejorar o reparar naves, etc). Entre estos usos que se darían al odre, sin lugar a dudas estaría el de “salvavidas”; siendo muy fácil que cada tripulante pudiera transportar varios pellejos, que usarían para rellenar de agua o vino y aprovisionarse en el camino; aunque guardarían algunos vacíos por si naufragaban y necesitaban escapar del barco (bastando con hincharlo y atarlo bien, para que sirviera de balsa).

Ello sí puede explicarnos la extraña historia de los “curregh” o barcos de los britanos, que los romanos decían eran de cuero. Al ser de este el material de los correajes navales, de lo aparejos náuticos y también el de los salvavidas. Unos odres, que quizás llevaban colgados al cuello los antiguos ribereños de las costas británicas y francesas, cuando se embarcaban (para sobrevivir en caso de naufragio). Por lo demás, dada la pequeña distancia en algunas zonas del Canal de la Mancha, tanto como la proximidad entre Irlanda de Gran Bretaña en otros puntos; se podría cruzar de un lado a otro, montado sobre uno de estos odres (valiéndose de remos). Pudiendo ser este el origen del nombre de los Fir-Bolg, de quienes los ciclos legendarios britanos dicen que navegaban sobre barcos de cuero (quizás en recuerdo de estos primeros, que pasaron “cabalgando” odres” -un modo en el que se cruzarían ríos y estrechos, durante la Edad de Bronce y del Hierro-).
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c) Navegación y modo de orientarse en la Antiguedad atlántica:
Continúa la autora expresando que no conocemos el modo en que se guiaban en el mar durante la Edad de Bronce. Aunque -a mi juicio y como hemos dicho- dada la proximidad entre las dos Islas Británicas y el tamaño del Canal de la Mancha, en algunos puntos. Todo hace pensar que pudieron navegar comúnmente de “cabotaje”, observando los cabos y sin perder de vista nunca la tierra. Por su parte, Ruiz-Gálvez. cree que se basaron en la observación de astros; algo que a mi juicio no se haría imprescindible; al menos para ir desde El Algarve a Galicia y de Finisterre a Bretaña, pasando luego a tierras británicas. Pero menciona la investigadora un dato curioso, escribiendo: "Todavía, en épocas recientes, los navegantes suecos se orientaban en esas aguas usando los túmulos prehistóricos como marcas fijas de navegación, y esta misma función pudieron tener los costeros -al menos- durante la Edad del Bronce" (...) "otros atribuyen esa función a los túmulos situados en ambos lados del Canal de La Mancha, visibles desde la costa" (20) Un interesante dato al que habríamos de añadir el hecho de que seguramente encendieran antorchas en los cabos importantes o junto a los megalitos que menciona (para iluminarlos durante las noches). Ello ayudaría a sacralizar estas enormes construcciones y a convertirlas en faros. Pero además, podría incluso servir para embalsamar los cadáveres inhumados en los dólmenes. Ya que si tras la caída del Sol encendían un gran fuego en las puertas de aquellos túmulos, el humo que entrase hacia la cámara, actuaría como conservante de los cuerpos guardados en esos “panteones” (ahumando los cadáveres).
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Como decimos, a mi juicio no necesitarían grandes conocimientos de astronomía para guiarse en las “rutas del megalitismo” o del ámbar. Que podrían seguirse simplemente bordeando las costas de Portugal, del Cantábrico, las de Francia, Islas Británicas, Países Bajos y el litoral germano o el escandinavo. Entre otros motivos, me lleva a pensar así, el hecho de que apenas algunos días pueden verse y observarse bien los astros en estas zonas del Norte (Bretaña, Inglaterra, Irlanda, Jutlandia o Suecia); unas tierras con muy pocas horas de Sol y apenas cielos abiertos. Ello además, explicaría la profusión de cromlechs en Portugal, donde probablemente vendrían a estudiar los chamanes y magos de todo el megalitismo, para luego poder enseñar o mostrar los movimientos solares y astrales, en sus tierras de origen (sobre conjuntos, como Stonehenge). Consecuentemente -a mi juicio- para orientarse, lo más importante sería conocer las sombras y fechas; circunstancias que los iniciados, o los guías de caravanas y barcos aprenderían sobre un menhir, usado como gnomon. Donde se mostraría cómo cada 365 días, la sombra máxima y mínima era igual; a la vez que cada cuatro años esta adelantaba una fecha (hechos que de seguir midiéndose, haría comprobar que -además- cada siglo, la sombra atrasa otra jornada). Por lo que decimos; sería fácil enseñar que el ciclo anual era de 365,2422 días y con ello, conociendo la fecha, guiarse de Este a Oeste manteniéndose siempre sobre la linea de una sombra igual (o una igual altura de la estrella del Norte -en estos años la Thuban, de Draganis-). Para todo lo que es necesario siempre que el cielo esté abierto.
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Sobre este punto escribe Ruiz-Gálvez en la obra que analizamos: "Hay también descripciones recientes sobre cómo los navegantes polinesios se orientaban a inicios del siglo XX navegando mar abierto y sin punto de referenciaen la costa, en relación con los cambios de altura y azimut del sol por el día y por referencia de las constelaciones circumpolares por la noche" (idem cita anterior). Hablando más tarde sobre la orientacion de los megalitos del Norte en Europa, que ella considera servían posiblemente como puntos de mira para navegantes. Mencionando la autora otros métodos de guiarse, como aquellos que reflejan las sagas vikingas; donde le vemos navegar valiéndose del sol, o de otros ingenios si estaba nublado (como espejos o cristales, con el fin de descubrir la altura del astro rey, escondido por las nubes). Pese a ello, creo personalmente que la Historia olvida el más importante de todos los métodos de orientarse en alta mar; especialmente en rutas como las del ámbar o el megalitismo. Siendo este lo que denominé hace años como “ornitonáutia”: La navegación valiéndose de aves. Un sistema de guiarse utilizando principalmente pájaros amaestrados (como los cuervos y las palomas mensajeras); o los pichones que el barco llevase para aprovisionamiento. Bastando que el patrón tuviese en la nave palomas mensajeras (enseñadas para retornar o ir al destino) y varias aves, que servirían como alimento para la tripulación. Ya que en caso de perder el horizonte y no saber hacia dónde guiarse, bastaría soltar un pichón y seguirlo, sabiendo así dónde estaba la tierra. De lo contrario, si regresaba al barco por no conseguir divisar el horizonte al elevarse; la otra opción era liberar a una paloma mensajera (con su correspondiente mensaje) para observar el rumbo que tomaba -ya que en unos pocos metros se orientan hacia destino-.
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SOBRE ESTAS LINEAS: Dos imágenes del libro de Marisa Ruiz-Gálvez que estamos analizando (a la que agradecemos nos permita divulgarlas). Comparando ambos mapas podremos ver que coinciden plenamente con el viaje a las Cassitérides.
A la izquierda: Navegaciones fluviales y costeras de Portugal, conforme Oliveira Marques. Hemos de añadir que el mapa es solo de zonas lusitanas y tristemente no recoge el Sil o de las Rías gallegas. Pese a ello, es fácil comprobar la relación entre megalitos y navegación, tal como en unas imágenes más abajo estudiaremos.
A la derecha: Camino de Santiago, desde las Islas Británicas, Bretaña y Francia.
Podemos considerar que estas singladuras y recorridos fueron muy parecidos a los que realizaban durante la Edad del Bronce y en la primera del Hierro; en busca del estaño y el cobre del Norte de España y de Europa. La famosa ruta de las Cassitérides que buscaron los fenicios en el siglo V a.C. de la que halló Himilkón su localización viajando hacia el Norte de Gadir.
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BAJO ESTAS LINEAS: Hemos trazado un mapa de las rutas fenicias hasta Gadir y hacia las Cassitérides. Podemos ver que en unas dos semanas se llegaría desde Tiro o Sidón, a Gibraltar (al puerto antes llamado Herakleia), y en otras dos semanas de Gadir a las Islas Británicas (cuya distancia es menor, aunque se tardaría más debido a la dificultad de las costas y de navegación por el Atlántico). Por su parte, pasar de la Bretaña francesa a Gran Bretaña es una jornada, y otro día desde Cornualles hasta Irlanda (separados respectivamente por unas 120 millas). Sobre el mapa hemos señalado en morado los puntos que por su peligrosidad tenían una alternativa terrestre; existiendo modos para ir por tierra desde Málaka-Sexi (ó Mainake) hasta Tartessos y de allí al Cantábrico y al Sado, tal como algunos autores describen. A la vez he marcado un camino existente entre las Rías Bajas y el Cantábrico, para evitar la Estaca de Vares y Finisterre (zonas de enorme peligro). Podemos ver cómo era posible cruzar la Península por la actual Ruta de la Plata, partiendo desde Málaga; todo lo que supondría algo más de un mes de camino. A su vez, desde El Sado a tierras de Tartessos, Avieno señala que había una alternativa terrestre de cuatro días, para así evitar el Cabo de San Vicente y el litoral después del de Roca (igualmente muy peligrosos). También sabemos por autores antiguos, la existencia de una ruta, de dos o tres días de duración, entre la zona de Málaga y las de Tartessos (que utilizaban los griegos asentados en Mainake) -marcados en el mapa con líneas moradas-.
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Decíamos en uno de nuestros artículos que: el periplo que seguirían estos buscadores de estaño (viniendo de Oriente Medio, para cruzar el Estrecho y navegar por el Océano); es prácticamente igual al que realizaron los generales cartagineses Himilcón y Hannon, entre el 450 y el 425 a.C. -tras conquistar los púnicos nuestras tierras-. Un viaje documentado, en el que los navegantes de Cartago intentaron redescubrir la ruta de los metales atlánticos; que se sabía ocultada durante siglos y que denominaban "el camino hacia las Cassitérides" (21) . Singladura que llevaba hasta las “fuentes del estaño”, de las que los fenicios conocían su existencia, tras años de comercio con Tartessos; aunque desconocían su situación real. Por todo lo que Himilkón se dirigió desde Gadir hacia el Norte; mientras que Hannon, después de cruzar el Estrecho, viajó por tierras africanas (poniendo rumbo el Sur, buscando también aquellos misteriosos yacimientos). A mi juicio, tras haber hallado los cartagineses esas minas de casiterita, oro, plata y estaño (en Galicia y las Islas Británicas); se apresuraron a firmar el famoso tratado de Plus Ultra con Roma. Para proteger estas rutas que conducían hasta las fuentes de los metales. Un acuerdo marítimo de fronteras que evitaba conflictos entre ambas potencias militares, con el que se reparten las áreas de comercio y de dominio; dejando el Océano (con Tartessos, o lo que quedaba de este), bajo la zona de influencia púnica. Por lo que en el año 509 a.C., el senado de Roma y Cartago sellan ese pacto denominado Plus Ultra; a través del que se impedía a los del Lacio navegar más allá del Estrecho de Gibraltar, salvo en caso de naufragio (permitiendo permanecer tan solo cinco días en tierras "al Oeste del Bello Promontorio", a todo barco accidentado o perdido, romano) (22)
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A continuación recogemos las palabras de Rufo Festo Avieno sobre el viaje a las Cassitérides, tal como las contiene las páginas de Qarthadasht (leyenda, arqueología e historia de Cartago) (23) :
Y aquí surge la cumbre de un cabo prominente -la Antigüedad más remota lo llamó Estrimnis-, y la mole excelsa de su pedregosa cima se dirige toda entera hacia el cálido Noto. Pero, al pie del vértice de se cabo, se abre a sus habitantes el golfo Estrímnico, en el que surgieron las islas Estrímnidas, extendidas en una vasta amplitud y ricas en metal de estaño y plomo. Aquí está el gran poder de un pueblo, un espíritu altivo, una deztreza eficaz; a todos les posee un constante afán por negociar. Y, en esquifes, surcan, a grandes distancias, el mar zarandeado por los vientos Noto y el abismo del Océano, poblado por monstruos...Desde aquí, sin embargo, hasta la isla Sagrada -así la llamaron los antiguos-, una nave emplea una singladura de dos soles. La isla, en medio del oleaje, se extiende con una gran superficie de tierra, y el pueblode los hiernos la habita ampliamente. Cercana aparece, a la vuelta, la isla de los albiones. También los tartesios acostumbraban a comerciar hasta los límites de las Estrímnidas. También colonos de Cartago y el pueblo establecido alrededor de las Columnas de Hércules llegaba hasta estos mares. El cartaginés Himilcón asegura que estos mares apenas se pueden atravesar en cuatro meses, tal como el mismo contó que lo había comprobado navegando personalmente. Así, ningún viento empuja la nave a una gran distancia; asimismo el agua del mar perezoso no se mueve en sus dominios. Se añadirá a esto el hecho de que sobresale, en medio de las aguas marinas, gran cantidad de algas, y de que, la mayoría de las veces, retiene la popa al formar grandes malezas. Dice él, nada menos, que aquí las espaldas del mar no se hunden en la profundidad y que el fondo apenas queda cubierto por un palmo de agua, que las fieras marinas circulan de una lado a otro, que unos monstruos nadan por entre las naves mientras avanzan lentas y sin fuerza”. (Ora Marítima , 90 ss; traducción de Villalba y Varneda).
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ABAJO: Detalle de un mapa que publica Marisa Ruiz-Gálvez -Europa atlántica en la Edad del Bronce (fig 108)- sobre el que hemos marcado La Ruta de la Plata y los Caminos de Santiago más antiguos (El Francés y el del Norte). Observando la trashumancia de origen neolítico en nuestro país, vemos que las calzadas y comunicaciones por caminos españoles tienen este origen claro (principalmente La Ruta de la Plata). Sin nada en común con los de Santiago antiguos, que claramente se dirigen desde el Oeste y el Norte, hacia La Coruña; pudiendo tener mucha más conexión con las rutas que debían de hacer quienes deseaban ir hasta las Cies, desde Bretaña o desde las Islas Británicas (en la Edad del Bronce). Por su parte, hay que destacar que en toda la zona “galáica” de nuestra Península (Portugal y Galicia) no existe apenas trashumancia; al igual que sucede prácticamente en el resto de Europa (a excepción de algunas zonas de Tarento, en Italia; el Norte de Grecia y los Balcanes). En este mapa de la trashumancia se expresa el modo en que estaba comunicada toda la Península ya desde el neolítico. Por unos trazados muy semejantes a los que más tarde usaron los hombres del Bronce o del Hierro y que se convertirían en calzadas los romanos.
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Siguiendo con el libro que analizamos de Ruiz-Gálvez; publica un interesante mapa y un estudio de vientos del litoral atlántico europeo (entre sus página 81 a la 83); donde se observa y describe de manera detallada las diferentes corrientes puntuales. Aunque en verdad, todo ello pudiera resumirse en que lo alisios tienen las siguientes tendencias -entre la Islas Británicas, el Norte y la costa Oeste de Europa-: La vía principal, que procede de la Corriente del Golfo y de las Azores, empujando hacia al Nordeste; desde las costas de Portugal, al Cantábrico y enfocando hacia las de Francia, Holanda y Alemania. Una secundaria, que impulsa vientos desde el Báltico y Escandinavia, hacia el Suroeste (en sentido contrario). Y una última, que nace del Norte de los archipiélagos británicos, bajando entre ambas islas, por el Canal de San Jorge hasta desembocar el de la Mancha.
Unos hechos que explicados de manera simplista indicarían que:
-Si se pierde un barco (o tiramos una botella encorchada) en el Cantábrico, tenderá a aparecer en el Canal de la Mancha.
-Si lanzamos esa botella -o dejamos una nave a la deriva- en Jutlandia, lo más posible es que también vaya hacia estas costas, entre Francia e Inglaterra.
-Lo mismo que podría suceder con un barco sin rumbo, o un corcho dejando entre Escocia e Irlanda (que tendería a dirigirse hacia el Canal de la Mancha).
-Por su parte, en el litoral portugués y el atlántico gallego; la deriva empuja hacia las Azores y el Sur, durante los veranos; pero en invierno va hacia Galicia o al Altlántico Norte.
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d) Transporte fluvial y condicionamientos físicos:
Continúa la autora recogiendo algunas rutas romanas, entre la que destaca la llamada 3 de las Galias, que iba de Bretaña a Cornualles (un paso, que en barco ya dijimos se tardaría un día -aproximadamente-). Comparándolo y comentando las jornadas o los puertos que igualmente relata el periplo marselles Ora Marítima. La obra de Rufo Festo Avieno donde este autor del siglo IV a.C. describe un viaje; navegando desde tierras más allá del Cantábrico, circundando la Península, hasta llegar a la Marsella en su época (Massilia). Periplo marinero que redactó en verso, tomando datos de escritores dos siglos anteriores y recogiendo detalles sobre las singladuras a las Cassitérides o a las tierras de los britanos, en época de los fenicios (mencionando en su “Orae Marítimae” cabos y tierras correspondientes a Irlanda, Gran Bretaña y la Bretaña francesa). Tras hablar esta autora sobre la obra de Rufo Festo Avieno, donde podemos comprender que aquellas singladuras hasta el Atlántico Norte, se llevaban a cabo desde los mas remotos tiempos; fundamentalmente durante la Edad de Bronce (cuando eran imprescindibles el estaño y el cobre de las Islas Británicas, de Galicia, Portugal o Huelva). Nos habla Ruiz-Gálvez de los Viajes de San Pablo, mostrando que en aquellas épocas realizar largos viajes en barco era -de algún modo- tan común como en nuestros días resulta trasladare por Europa en avión (24) .
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Pasa más tarde a tratar sobre la navegación fluvial, comentando la investigadora que donde realmente tenemos diversos hallazgos y profusión de datos acerca de los barcos durante la Edad del Bronce, es en la zona de Alemania y el Danubio. Debido a que en esta parte de Europa, el único medio de transporte y comunicación fueron los ríos (25) . Una idea a la que hemos de añadir que los castillos establecidos en la zona del Rin, tenían como misión defender y vigilar el buen funcionamiento del tráfico fluvial; a la vez que cobrar peajes de paso a cuantos pasaban por su parte acotada de orilla. De ello, los que hemos vivido tiempo en Alemania sabemos que la referencia de localización de distintas áreas en este país sigue siendo su río próximo; añadiéndose tras el nombre de cada población, el de esos afluentes que rodean la ciudad o el pueblo. Siguiendo con el texto de la autora, esta anota que en España tan solo existió este problema de incomunicación y necesidad imperante de tráfico fluvial, en la zona central. Así hubo repetidos intentos por hacer navegable el Tajo o el Duero, para llegar hasta Lisboa u Oporto; ante lo que incluyo que el caso más destacado de cuanto comenta, estaría en el Canal de Castilla (con el que se pretendió comunicar Valladolid y el Cantábrico). Sea como fuere -a mi juicio- la relación entre navegación y megalitos es tal, que solo aparecen dólmenes o menhires alejados de las costas (en zonas muy del interior) cuando en estas hay un río navegable próximo y minas importantes -principalmente de oro-. Para terminar diremos como afirma Ruiz-Gálvez que la velocidad media en tráfico fluvial es de 70 millas día (en sentido natural del río) y de unas 30 (a contracorriente). Todo lo cual supone mucho menor rapidez que la navegación marina, que -como vimos- normalmente recorría entorno a las cien millas por jornada. Sea como fuere, ambas (la singladura fluvial y la marítima) son muy superiores a la velocidad y comodidad del transporte por tierra, que como dijimos se estima en unos 30 kilómetros al día (siempre, según la orografía y el clima).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, otro grabado de Abraham Ortelius; obra publicada en Amberes, por Balthasar Moretus en 1592. En la lámina se recoge los viajes de San Pablo -rutas que podemos consultar en nuestra cita (24) -.
Abajo: Foto compuesta. A la derecha, mapa anteriormente mostrado, con el tráfico fluvial y marítimo de Portugal según describe Oliveira Marques (publicado en la pag. 106 del libro de Ruiz-Gálvez). A su izquierda hemos superpuesto el de los megalitos en la Península, realizado por mí (siguiendo a Kalb). Si los comparamos, podremos ver que las zonas de ríos navegables son las que expanden el megalitismo desde el mar haca el interior. En una civilización que se sitúa comúnmente en áreas próximas a minas (primero de oro, más tarde de plata y estaño; finalmente de cobre). En el mapa mío, con líneas rojas y moradas, he marcado la navegación fluvial y marítima portuguesa, en la Antigüedad (según Oliveira Marques). Hemos añadido las zonas navegables y con yacimientos de oro, de Galicia (en lineas azul oscuro) y del Sudeste peninsular (en azul celeste) y por último las rutas por mar del litoral hispano (en negro). Los ríos que he “remarcado”, arrastraban hasta el tiempo romano grandes cantidades de oro y plata; en especial el Sil, el Duero, el Tajo, el Guadalquivir y el Darro.
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En el capítulo cuarto de la obra que estudiamos, Ruiz-Gálvez habla sobre los “condicionamientos físicos” de nuestro territorio (tal como intitula esta parte de su libro). Exponiendo la navegabilidad de los diversos ríos atlánticos importantes, comenzando por el Guadalquivir; que tenía en su desembocadura el famoso Lago Ligur, de aguas “agridulces” llegaban hasta la actual Sevilla -como podemos ver en imagen superior-. La ciudad fenicia de Spal, cuyas orillas circundaban este delta del estuario y que actualmente son marismas. Desde allí, a su vez se adentraba el lago Ligustino a modo de Ría hacia la actual Carmona; donde comenzaba el cauce normal del Guadalquivir, pudiendo remontarse perfectamente en barco hasta la capital cordobesa. Por su parte, el Guadiana era navegable hasta más allá de Mérida; y desde este punto, con algunos “sobrealtos”, también se podía acceder a la actual Medellín (la antigua Metilium romana, que asimismo fue yacimiento tartessio). El Duero -afluente del oro en la antigüedad- era remontable unos ciento cincuenta kilómetros tierra adentro. Siendo su navegavilidad semejante a la de nuestros días; encontrándonos sus aguas mansas y embalsadas hasta donde hoy se sitúa Peso da Regúa (recogida en las imágenes inferiores); pero pudiendo remontarse hasta la actual frontera con España. Hemos de añadir, que la situación de estas tierras del Duero, con fácil acceso al Altántico en barco y protegida por más de cien kilómetros hasta llegar al mar. Haría de esas zonas (hasta Viseo), un área de inmejorable comunicación y refugio. Debido a ello, desde los más antiguos tiempos, se establecieron allí gentes para habitar el bajo Duero; promoviendo asentamientos como el famosísimo Valle del Coa (que mostramos en fotos inferiores).
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Finalmente nos quedaría unicamente el Tajo como río difícil atlántico, pudiendo solo navegarse hasta Abrantes; aunque con un estuario inigualable en cuanto a tamaño, luz, orientación y riqueza. Por su parte el Sado era perfectamente accesible desde el mar con grandes embarcaciones y otro enorme estuario. Este río que muere cerca y en paralelo al Tajo, tiene una desembocadura que se abre en un “lago” de enorme belleza, con unas marismas comparables a las del Guadalquivir (bonitas hasta en el nombre, pues se denominan Troia). Por lo que -a mi juicio- el modo de vida que se desarrolló en tiempos lejanos en esta zona del Sado, pudo ser muy semejante al que tuvo el área de Doñana durante la Antigüedad. Por su parte, la ciudad prerromana de su estuario se llamó Cetóbriga (hoy Setubal); denominación que a mi juicio procede de la enorme cantidad de cetáceos que se avistaban y cazaban allí. Habiéndose convertido en tiempos de fenicios y romanos en una próspera industria de sal y de salazones, situada en uno de los lugares más paradisíacos que aún conserva la Península Ibérica (todo lo que del mismo modo mostramos en imágenes, a continuación). Sigue la autora tratando de otros ríos, como el Miño, que igualmente era navegable; lo mismo que sucedía con el gran Ebro (en el Mediterráneo) en el que se podía ir en barco desde Tortosa (Dertosa) hasta la actual Logroño (Varea). Cuanto explica la profesora Ruiz-Gálvez, nos lleva a concluir que desde los tiempos más antiguos, la Península estaba ya comunicada por una enorme trama de vías marítimas y fluviales. Algo que a mi juicio nos permitiría transportar mercancías desde Zamora a Logroño, navegando. Un procedimiento mucho más seguro, barato y eficaz que hacerlo por las redes de caminos; pues para llegar de Zamora a Logroño con varias toneladas de lana, bastaría bajar el Duero (en dos días), marchando de Oporto a Tortosa por mar (en una semana) y remontando el Ebro (en dos días). Ello supone mejores condiciones de transporte y menos tiempo del que precisaríamos para ir en carro desde Zamora a Logroño; separadas por más de 360 kilómetros, una distancia que nos llevaría doce días recorrer a unos treinta de media por jornada.
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Para terminar este capítulo cuarto, apunta la investigadora los numerosos textos y datos que hablan de rutas desde Irlanda e Inglaterra hasta Galicia y el Cantábrico. Destacando el famoso camino de Santiago por el mar Cantábrico, que parte de las Islas Británicas y que tiene dos vertientes: Una con puerto de llegada en Galicia y otra arribando a Burdeos, para desde allí tomar la linea jacobea francesa. Acerca del mapa que presenta Ruiz-Gálvez y del que hemos recogido unas imágenes más arriba, hemos de decir que creemos erróneos los puertos de llegada en España que nos indica. Puesto que la profesora marca como lugar de destino (y posterior embarque de regreso) la bahía de Pontevedra. Un hecho que se hace difícilmente aceptable, ya que girar (o virar) “La Marola” (el Cabo Finisterre) es de una enorme peligrosidad, en cualquier época del año. Tanto es así, que existe un refrán que nos dice -“aquel que cruza La Marola, pasa la mar toda”-; al considerarse uno de los puntos más difíciles para navegar del Planeta. De tal manera, quienes debían llegar desde el Cantábrico a las Rías Bajas, solían arribar a las cercanías de Mondoñedo; a menos que transportasen ejércitos o grandes mercancías en embarcaciones de gran cabotaje. Encaminándose a pié desde esos puertos cantábricos (como Ribadeo o Vivero), para llegar a Santiago, Vigo o Pontevedra; antes de arriesgarse pasar la famosa Estaca de Vares (punta que marca el inicio de Fin del Mundo -el peligroso Finisterre-). Por lo demás, en mi opinión y hasta donde pude estudiar los promenores del Camino de Santiago; esta ruta en sus tiempos más antiguos discurría en paralelo con el Cantábrico. Todo lo que significaba que pasaba desde Santillana del Mar hasta Oviedo y de allí a Galicia; teniendo un tramo de bajada hacia la zona de Palencia y otro en Asturias. Ello permitía que los peregrinos de las Islas Británicas pudieran llegar a cualquier puerto importante del Norte de España (Laredo, Gijón etc) y desde allí encaminarse en los diferentes tramos que en cada época se usaban -atendiendo a la seguridad en cada tiempo y a la importancia de los templos y ciudades durante las distintas épocas-.
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A las invesitigaciones de Ruiz-Gálvez añadiremos que -a mi juicio- las rutas más antiguas del estaño y las singladuras atlánticas que hubieron de realizar quienes divulgan el megalitismo; fueron recorridos muy semejantes. También parecidos a lo que más tarde se conoció como Caminos de Santiago desde las Islas Británicas. Ello hace suponer que durante todas las épocas de las que hablamos (pre y protohistóricas); fueron las inmediaciones de las Cies, el primer “centro” de comercio o intercambio de oro, plata, cobre y estaño. Pues para quienes venían del Sur en barco, seguir navegando hacia el Cantábrico después de las Rías Bajas, e intentar pasar Finisterre, se haría casi imposible (al menos entre marineros no experimentados). Por cuanto, lo más sencillo para unos y otros, era parar frente a la actual Vigo; una bahía muy protegida y rodeada de cordilleras. Donde los indígenas y visitantes venidos de lejos para cambiar metales, nada tenían que temer; habida cuenta la orografía de sus playas. Ya que en caso de desembarco de enemigos, podrían huir hacia las altas colinas que las rodean. Todo lo que haría de la zona Vigo-Pontevedra el lugar idóneo para cambiar oro, la plata o estaño. Llegando hasta allí gentes venidas en barco desde el Sur (de Tartessos, Gadir o el Meditérraneo) y acudiendo a ellas por tierra los habitantes de áreas cercanas a Galicia, ricas en minas (como Orense o Astúrias). Aunque también sería el centro al cual arribarían muchos otros, que obtenían metales preciosos en la Bretaña francesa o las Islas Bitánicas -siguiendo la antes referida vía del Cantábrico: Costeando el litoral hispano y luego el de Francia; un camino muy semejante a la actual Ruta Jacobea (marina o por tierra)-.
A continuación recogemos una secuencia amplia de imágenes explicativas de cuanto hemos ido exponiendo:
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AL LADO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes del rio Duero en Portugal; arriba a su paso por Peso da Regua (uno de los puntos hasta donde es perfectamente navegable). Más tarde vuelve a poderse remontar en barco hasta la frontera con España (en las cercanías de los Arribes). Abajo, el Duero a su paso por las cercanías de Coa, en las proximidades de la frontera con España y donde actualmente es igualmente accesible. Muchos otros pequeños cauces desembocan en este gran río y son a su vez navegables, todo lo que facilita la comunicación de estas zonas a través de sus afluentes (desde las fácilmente se accede al mar en barcos).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes superpuestas. Arriba, el famoso río Coa en su zona plena de grabados y bajorrelieves prehistóricos -a un lado, quien suscribe estas lineas-. Este Valle del Coa se halla en una inmejorable situación; ya que siguiendo el Duero se puede llegar en dos días hasta el mar y a su vez resulta un emplazamiento perfectamente defendido, a unos ciento cincuenta kilómetros del Atlántico. Su temperatura es agradable todo el año (calurosa en verano, pero si hielos durante el invierno) y es tierra de grandes cultivos -en nuestros días principalmente uva y aceituna; vinos y aceites que desde hace años exporto al Japón-. Todo ello hizo que estuviera profusamente habitada desde el Paleolítico (aunque por entonces el clima fuera diferente) y que sus rocas se eligieran como santuario -o lugar ritual-, donde grabar infinidad de animales. Estos bajorrelieves de Foz de Coa, descubiertos hace apenas un par de décadas, se fechan principalmente entre el 20.000 y el 10.000 a.C.; aunque existen evidencias de que algunas son neolíticos, e incluso de la Edad de los Metales (26) . Pues aquella zona del Duero debió ser un refugio inigualable para quienes vivieron a orillas del Atlántico.
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AL LADO Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías del Sil y del Guadiana. Arriba, el famoso Sil, riquísimo en oro durante la época romana. Hasta hace un siglo y antes de que realizasen los embalses, se podían ver bateadores de oro en sus orillas (la imagen está tomada en las cercanías de Orense, la ciudad áurea). Abajo, el Guadiana visto desde el Castillo de Medellín; una fortaleza que antes fue el teatro romano la antigua Metilium, emplazamiento cuyas raíces al menos se extienden hasta tiempos de Tartessos y la Edad de Bronce. Observamos la navegabilidad de su cauce, en una bella imagen en que aparece mi mujer.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Fotografías de la desembocadura del Sado, en Portugal. Arriba, una imagen compuesta en la que podemos ver a la izquierda el enorme Estuario con la ciudad de Setubal, la antigüa Cetóbriga (urbe de los cetáceos). Al lado, la fabrica de Salazón y restos de factorías púnico-romanas, sitas al lado opuesto del estuario, frente al Atlántico y en la Playa de Troia (la “Troya” de Portugal). Es aquí donde se supone estuvo la más antigua Cetóbriga, un lugar en que las capturas de ballenas pudieron hacerse fáciles debido al estuario, que se extiende durante kilómetros entre arenas; lo que permitiría conducir hasta allí a los cetáceos para vararlos. Abajo, las marismas del Sado (Troia) en su desembocadura; donde el río antes de morir en el Atlántico recorre dividido centenares de hectáreas. Las altas mareas oceánicas ayudan a crear diques y muros de retención, por lo que construyendo canales y acequias se logran campos profusamente regados, donde se expanden los limos del río. Su aspecto debió ser muy similar al que tuvo hace mil quinientos años la desembocadura del Guadalquivir, antes de que un seísmo rompiera la plataforma sobre un geosinclinal (en esta zona del litoral atlántico). Provocando esa falla un desnivel que vació el estuario del delta del Guadalquivir, que conformaba el Lago Ligur. Una famosa y gigantesca ría que se adentraba cientos de kilómetros, llegando hasta Sevilla-Carmona (extendiéndose sobre miles de hectáreas, en lo que hoy son Las Marismas).
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Acerca del Sado, nos dice Rufo Festo Avieno en su Oda Marítima que existía un camino terrestre desde esta zona de Troia, hasta las tierras de Tartessos, con una duración de cuatro días; y si se quería continuar por mar se tardaban cinco jornadas a Málaga navegando:
se abre desde allí se extiende en lontananza, siendo difícil navegar en su totalidad con un solo viento; pues llegarás al centro si te arrastra el céfiro; el tramo que queda reclama al noto.Si a partir de allí alguien se dirige de nuevo a pie hacia la costa de los tartesios, realizará el trayecto en apenas cuatro días; si uno dirige sus pasos hacia Nuestro Mar y al puerto de Malaca, tendrá por delante una ruta de cinco soles” .
Continúa Avieno hablando de la desembocadura del Sado en estos términos:
Luego se alza la mole del cabo Ceprésico. Por debajo se extiende más lejos la isla llamada Acale por sus habitantes. Cuesta aceptar la leyenda que corre sobre esta isla por lo sorprendente del hecho, pero, son tantos los testimonios, que bastan para confirmarlo. Dicen que en los aledaños de esta isla el abismo marino no presenta nunca el mismo cariz que el resto del mar; de hecho, por doquier las olas poseen un resplandor semejante a la transparencia del cristal y, por las profundidades de la marmórea mar, es verdad que las olas tienen un reflejo azulado. En cambio, allá, la superficie del mar está mezclada con un fango repugnante, según recuerdan los antiguos, y siempre se halla apelmazada como en torbellinos turbios de inmundicias”Todo lo que narra quizás el denaje continuo de este estuario cercano a Setúbal y la vida agrícola en su desembocadura, provocando movimiento contínuo de limos y fangos.
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Hasta hace algunos decenios, las formas de vida y el aspecto de la desembocadura del Sado, debieron ser muy semejantes a las que habría en el Lago Ligur en tiempos de Tartessos. Su medio de subsistencia y construcciones serían muy parecidas y también similares a las que tuvo hasta hace un siglo la albufera valenciana; donde los habitantes eran a su vez agricultores y pescadores. Siendo un arte en estos deltas (como el del Ebro), saber dividir y guiar las aguas para que no lleguen a perderse sobre el mar; a la vez que constituía un enorme esfuerzo ir drenando el cauce, abriendo canales nuevos y aprovechando los limos como abono, para construir bancadas de cultivo. Todo ello se siguió haciendo a golpe de azadón en el estuario del Sado y en la Albufera valenciana, hasta hace pocos decenios; tal como se aún realizan en muchos pueblos que habitan sobre lagos de poca profundidad. Este es el caso de Sirinagar (la capital de Cachemira, al Norte de la India). Un lugar que pude conocer hace cuarenta años y donde vi formas de vida con las que deduje cómo podrían subsistir los egipcios -en el delta del Nilo- o los tartessios -en el del Guadalquivir-. Al observar que la mayoría de los habitantes que trabajaban la tierra, habitaban en barcos o en barracas, teniendo pequeñas canoas como medio de transporte. Allí pescaban y sobre el lago construían sus huertos, donde plantaban vegetales que debido al buen clima y a los fangos, alcanzaba un enorme rendimiento. Por su parte, la casta guerrera y dominante (los llamados “mogoles” en Sirinagar); vivían en tierra firme, fuera del lago y sobre palacios de piedra, teniendo una cultura muy diferente al pueblo. En las imágenes podemos ver estas formas de vida a las que me refiero: Arriba, una foto de la barracas del estuario del Sado; pequeñas chozas que antaño eran las viviendas de quienes vivían en esa desembocadura y que hoy se utilizan de hotel. Abajo, los hoteles y casas de Sirinagar (hace cuarenta años); sobre barcos anclados a zonas con bancos de tierra, donde las gentes cultivaban sus huertos . Todos ellos, se comunicaban y trasladaban en pequeñas canoas, como las que aparecen al lado izquierdo de la imagen (usadas de continuo a modo de coche o como animal de carga, para ir de un barco a otro, visitar y trabajar las diferentes bancadas o para trasladarse a tierra firme).
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JUNNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: El conjunto de las Islas Cíes y Estelas, visto desde Gondomar (cerca de Bayona). Como decíamos, franquear Finisterre y doblar este cabo es de una dificultad enorme. Por ello, antiguamente los barcos procedentes del Sur solían atracar en las inmediaciones de Vigo y desde allí conectar o acceder al Cantábrico (para comerciar con quienes venían del Norte). Asimismo, para los que bajaban hacia el litoral portugués desde el Cantábrico, era más seguro desembarcar antes de la Estaca de Vares (en las inmediaciones de Mondoñedo) y cruzar por caminos hasta las Rías Bajas, donde en dos días se tomaba otro barco hacia el Sur. La peligrosidad de Finisterre -a mi juicio- motivó que zonas como Bayona, Vigo o Las Cies; fueran los puntos de encuentro de navegantes y comerciantes durante milenios. En las imágenes, arriba vemos las Cies; en primer término las islas Estelas y tras ellas, la de San Martiño (al fondo el famoso piélago, donde se dice que comerciaban los fenicios el estaño). Acerca de ello, Rufo Festo Avieno escribió: “Después, en plena mar, hay una isla, de abundante vegetación y consagrada a Saturno. Pero el vigor de su naturaleza es tal que, si alguien se acerca navegando hasta ella, al punto se encrespara la mar colindante con esta isla; ella misma tiembla y salta toda su superficie, estremeciéndose profundamente” (texto que probablemente se refiere a las Estelas). Sobre las islas Cies y su entorno (Bayona-Silleiro) también expresa Ora Marítima: “El Arvio (¿Bayona-Silleiro?) se yergue luego imponente, destacándose hacia el desapacible septentrión; por otro lado, desde aquí hasta las Columnas del poderoso Hércules (Gibraltar) hay una travesía para las naves de cinco días”. Como la distancia entre ambos puntos costeando es de unos mil kilómetros, todo nos lleva de nuevo al promedio estimado por nosotros (entre 100 y 120 millas día, con velocidad media de 4 a 5 nudos).
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Imagen abajo: la iglesia de Cervatos en Palencia, románico del Camino de Santiago. Tal como decimos, la Ruta Jacobea que llegaba de las Islas Británicas, desembarcaba en los puertos del Cantábrico para incorporarse a cualquiera de las vías hacia Compostela. Una de la más antiguas era la de Santillana-Cangas-Oviedo; aunque otras bajaban hacia Palencia o León, desde Cantabria y Asturias. Este era el caso de la que cruzaba Cervatos; donde su iglesia románica tiene “una influencia irlandesa” -a mi juicio debido al paso de peregrinos británicos-. Mostrando esculturas de románico erótico (tan común en las Islas Británicas) entre cuyas figuras destaca la de una mujer enseñando la vulva, que se llamó en Irlanda Julia la prostituta (Shelah-na-Gig) y se esculpía como símbolo contra el aojo y en favor de la fertilidad –que hemos destacado en la fotografía, en un lateral-.
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e) : Relaciones atlánticas de la Península:
Desde el capítulo quinto (27) la profesora Ruiz-Gálvez recoge la unión de nuestras tierras, con otras áreas de la Europa Oeste durante El Bronce; comenzando por sus primeros contactos. Narrando como en lo que ella denomina periodo climático Sub-Boreal y que fecha entre el 3050 y el 950 a.C. vivían en unas temperaturas de bonanza. Pese a la afirmación de la investigadora acerca de que aquella época era una etapa climatológicamente similar a la nuestra; ya hemos visto que no fue así y que conforme marcan los gráficos que presentábamos al inicio, hubo bastantes oscilaciones. Sobre todo tras el 1650 a.C., cuando estalla el volcán Tera-Santorino, provocando años sin veranos sus gases y nubes de polvo magmático. Acerca de los habitantes de la Edad de Bronce atlántica, los describe como raquíticos y bajos; propensos a diversas enfermedades. Considerando que hacia el 1500 a.C. la talla de los peninsulares había disminuido en unos tres centímetros, sobre lo que medían sus antecesores neolíticos (quienes en hombre alcanzaban la media de 170 ctms. y 1,56, en mujer). Ello le hace suponer que entorno a esta época debieron pasar hambrunas, todo lo que yo -personalmente- justificaría por la catástrofe antes mencionada, del Tera-Santonio.
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En cuanto al modo de enterramiento en la Península durante el Bronce, comenta que se alternarían los tres tipos de tumbas en todo el territorio: En túmulo (dolmen), en cistas bajo túmulo y -finalmente- en cistas simples y alejado de megalitos (la más tardía). Destacando la llamada “cultura de las cistas del Suroeste” que se produce en El Algarve, Huelva y Sevilla, desde el Bronce Antiguo (mediados del III milenio a.C.); en la que ya se enterraban en “fosas cubiertas” individuales, manteniendo este rito hasta la llegada del Hierro. Algunas de estas cistas tenían losas sobre los cenotafios, en las que se grabaron símbolos de poder (como hachas, lanzas o puñales). Siendo estas las llamadas “estelas alentejanas”, fechadas en el Bronce Final I (hacia el 1300 a.C.) y antecedente directo de lo que más tarde serían las estelas del Sudoeste -losas de periodo pretartéssico del siglo XI a.C. (aprox.), con figuras talladas toscamente; representando soldados, armamento, utensilios, animales y hasta carros-.
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Sobre la pureza de los metales que manejaban nuestros antepasados, escribe Ruiz-Gálvez que hasta el Bronce Medio (1800 a 1300 a.C.) no se alea este metal con una calidad buena. Debido a que los análisis muestran como la mezcla de estaño y cobre fabricada con anterioridad a esa fecha, tenía grandes fallos (muy arsenicados y de baja nobleza en sus patrones). A mi entender, esta mejora en la aleación desde el 1800 a.C., pudo producirse tras la llegada de gentes venidas desde Extremo Oriente (o de Cerdeña), buscando precisamente en nuestras tierras las materias primas. Pues en las fechas que tratamos, algunas de las grandes civilizaciones marineras del Este mediterráneo (como la Minóica) llegan a una etapa de gran eclosión y prosperidad. Navegantes y metalurgios de áreas como Creta, El Egeo o Chipre; que verían agotadas en este tiempo sus minas de cobre, a la vez que se acababan las del estaño en Cerdeña (único lugar del Mediterráneo que tiene yacimientos de ese metal). Momento en que tendrían que aventurarse hacia el Oeste con sus naves, para lograr nueva casiterirta y mineral cúpreo. Pues de lo contrario les sería imposible fabricar objetos de bronce; un hecho que les impediría sobrevivir durante un momento histórico en el que sin armas broncíneas cualquier lugar sería atacado por las grandes civilizaciones, en busca de territorios y esclavos -como Egipto, los Hititas o las de Mesopotamia-. Por lo que decimos, en aquel entonces el viaje hacia la Península y el Atlántico no era un capricho, sino una necesidad de subsistencia. Ya que vivían en plena Edad del Bronce, con las minas cúpreas de Chipre o Grecia casi agotadas, al igual que sucedía con los yacimientos de estaño sardo (que proporcionaba material muy plúmbeo, insuficiente y de muy mala calidad).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Arriba, fotografía de un depósito de hachas del Bronce Medio hallado en Posada de Llanes y a su lado un ejemplar anterior (del Bronce Antiguo) -propiedad del Museo Arqueológico de Oviedo, al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-. Observándolas bien, puede apreciarse la diferencia de color entre la más antigua y las del Bronce Medio que parecen más claras y de apariencia “plateada”. Ello, seguramente debido a que la aleación pasa a mejorarse desde el 1800 a.C.; mezclando bien cobre y estaño en proporción al 92 y 8 %, ya sin grandes impurezas de arsénico, ni plomos. Abajo: dibujo mío con algunas de las espirales del famoso templo de Tarxien, en Malta. A continuación hablaremos de los petroglifos del Atlántico, que a mi juicio tienen relación con estos templos malteses (también ciclópeos y de igual época).
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En cuanto a las relaciones del litoral oceánico en la Europa del Bronce, Ruiz-Gálvez toca el enigmático tema de los petroglifos con círculos (28) . Exponiendo la proliferación por toda Galicia de estos grabados sobre rocas, describiendo espirales (principalmente en La Coruña). Explicando como existen iguales o similares dibujos en las Islas Británicas, donde abundan a excepción de Gales y del condado irlandés de Kerry (en los que no se encontraron estas marcas sobre piedras). El comienzo histórico de estas manifestaciones con espirales, las data la autora en el eneolítico o calcolítico; y afirma que se relacionan siempre con el principio del Bronce Antiguo (todo lo que a mi entender, nos obliga a pensar que fueron hechas por quienes viajaron hasta Galicia y a las Islas Británicas, buscando o divulgando los metales). Además la investigadora une la existencia de aquellas marcas a puntos estratégicos, como oteros para vigilar, altos en las desembocaduras de los ríos o llanuras muy fértiles (de lo que podemos deducir que quizás no serían tan solo grabados con fines mágicos, sino quizás demarcaciones de territorios).
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Por su parte, Peña Rey cree que los petroglifos no permanecen más que hasta el Bronce pleno; fechándolos entre el calcolítico y el comienzo del Bronce Antiguo (29) ; una datación que yo considero más ajustada a la realidad, ya que pudieran verse “un tanto arcaicos” para considerarlos una manifestación artística del Bajo Bronce. Pero además, desearíamos añadir que de seguro se relacionan con las espirales grabadas en los templos de Malta; donde existen paneles plenos de círculos similares y fechados desde el 4000 a.C.; aunque más perfectos en sus formas y ejecución (pareciendo olas o imitando órbitas planetarias -ver imagen superior-). Cuanto expresamos habría de completarse con estudios sobre el uso y significado de los megalitos y petroglifos del Atlántico; utilizados como calendarios, observatorios, gnomons etc.. Acerca de todo ello le recomendamos la lectura del magnifico blog de   Gustavo Pascual Hermida ; quien en su página MÁS QUE PETROGLIFOS explica todos los pormenores e ideas entorno a ellos y donde podrán informarse de cuanto últimamente se ha avanzado en su investigación.
(para llegar, pulsar enlace: http://masquepetroglifos.blogspot.com.es/ )
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Siguiendo con las manifestaciones artísticas de la Edad del Bronce Peninsular, pasa Ruiz-Gálvez a tratar un importante tema, como es el de las estelas menhir (que a mi modo de ver son otro antecedente directo de las estelas de guerrero tartessias). Recogidas en un epígrafe que intitula “Estelas de Menhir, ídolos de guijarro y estelas alentejanas” (30) ; donde comienza por decirnos que las estelas menhir son representaciones masculinas, mientras los ídolos guijarro serían femeninas (recomendamos ver las imágenes bajo estos párrafos para comprender el significado de estas representaciones). Por su parte, la autora afirma que al no contener una cronología posible, lo mejor es identificar tales figuras con el megalitismo; aunque a mí personalmente me “agradaría” más unirlas a la Edad de Bronce, debido a que el megalitismo se inicia en el sexto milenio a.C. (una etapa que parece demasiado temprana para estas piedras con bajorrelieves). Sobre ello, he de añadir que a mi juicio, una mole de piedra con una figura así grabada puede tener preferentemente tres usos o sentidos: Primeramente como cipo funerario; en segundo, lugar como demarcador de un lugar sagrado o conmemorativo; y en el tercero, como linde de frontera territorial, religiosa o de caminos. Habiendo de descartar en el caso de las estelas-menhir y en los ídolos guijarro, su uso como gnomons (tal como se hacía con los cromlechs y menhires); debido a la falta de altura y a la poca uniformidad de estas. Existiendo otras losas megalíticas y de El Bronce (semejantes en tamaño, pero no en sus grabados), donde sí se muestra un uso como señalizador de estrellas o de caminos. Piedras de igual o mayor porte, pero que principalmente contienen cazoletas y boquetes, donde incluso pueden verse las constelaciones representadas (tal como sucede en la que hay en la iglesia de Verín, junto a Monterrey y que más abajo recogemos en imágenes).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de ídolos guijarro y de estelas-menhir. Arriba, dos “idolos guijarro”, encontrados en Noceda y en Ciudad Rodrigo; tal como los muestra el Museo Arqueológico Nacional (al que agrademos nos permita divulgar nuestra fotografía). Abajo, la famosa estela-menhir de Valdefuentes de Sangusín, en dos secuencias. Al lado izquierdo, tal como la fotografié en el Museo de Salamanca (al que agradecemos nos permita su difusión). A la derecha, en el modo que la recoge dibujada Ma.Ruiz-Gálvez, en el libro que analizamos (agradeciendo nos permita divulgar la lámina).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de las interesantes relieves pétreos de la iglesia de Mixó, en Verín (a las faldas del Palacio de Monterrey). Arriba podemos ver una losa que se halla en el muro exterior que circunda el cementerio-ermita; donde el simpático guía que muestra el conjunto, indicaba cómo en ella existían marcas en las que él veía un “esquema” de la Osa Mayor. Sobre la fotografía he dibujado “El Carro” ya que los boquetes que presenta se parecen claramente a la Osa Mayor. Aunque es verdad que por la antigüedad de la pieza hemos de considerar que en el tiempo en que fue horadada, no era la Polaris la que marcaba el Norte, sino el Dragón. Concretamente las tres estrellas finales, llamadas Cabeza de Draganis, y de ellas Thuban, que hace 4800 años era el astro situado al Norte puro -destacada en el dibujo-. Por lo que narro, mi conclusión es que la losa que vemos señala un punto Norte medio, entre Tuban y la Polaris. Representando a la vez el Dragón y la Osa Mayor (debido al parecido entre ambas); lo que nos indicaría es que tras el cuello del Dragón, justo al comenzar la cabeza hay tres estrellas. Entre estas tres estrellas (Cabeza del Draganis) y la Polaris, se situaría el Norte puro en el momento en que fue agujereada la piedra que vemos. Todo lo que la fecharía entorno al 1800 a.C., ya que el desde el 2800 a.C. Thuban se situaba al Norte y hasta el 800 a.C. no pasó a ocupar este lugar la estrella Polar. De lo que se deduce que en el intermedio de ambos (hacia el siglo XIX a.C.) es cuando tallarían esta losa que se encuentra en la misteriosa ermita de Mixó; en plena Ruta de la Plata y en la unión de caminos de paso de Castilla a Galicia y desde Portugal a España. En la fotografía de abajo, una de las estelas romanas que se hallan empotradas en los altares laterales de esta ermita de Mixo; una pequeña iglesia de aspecto visigodo, pero que debió ser un templo de origen ancestral (tal como muestran sus restos).
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Continuando con el texto de Ruiz-Gálvez, la autora relaciona los cruces de caminos y las vías más antiguas, con la aparición de esos menhires-estela o de los ídolos de guijarro. Lo que parece absolutamente lógico; puesto que la señalización y sacralización de las rutas, debió ser tan importante como indispensable para el comercio, la trashumancia y la supervivencia (tal como hemos comprobado en las imágenes anteriores, donde vimos astros marcando la “Ruta de la Plata” y “El Camino de las Estrellas”). Considerando la investigadora que esos cipos en los que grabaron formas humanóides, demarcarían principalmente las vías pecuarias; todo en lo que estamos plenamente de acuerdo. Algo que podríamos ratificar o demostrar con nuestras teorías personales acerca del mal de ojo y del modo de combatirlo en los campos y caminos. Estudios donde expreso que desde los tiempos más antiguos las gentes ponían en las lindes (de propiedades o de vías) unas estacas con forma fálica, denominadas entre los antiguos griegos Xoanas -muy comunes en Creta-. Siendo este el principio de Hermes -el protector del viaje-, nacidos desde los “herma”, voz cuya primera traducción desde el griego sería la de “cipo”, pero sobre todo “murete” y “parapeto”. Unas piedras hincadas que servían en el campo de batalla para proteger de los ataques a caballo (debido a que rasgaban las tripas del equino) y en los de labranza para mostrar que aquellas tierras tenían unos dueños. De tal manera se marcaban los terrenos con ellos, indicando que tan solo se podía caminar por la vía que delimitaban las “herma” (el dios Hermes); ya que fuera de ellos existía derecho de atacar al viandante (como sospechoso de hurtar o de dañar las cosechas y tierras ajenas). Unos hechos que debieron asociar estos cipos de forma semejante al falo, con la protección y la buena suerte, resultando finalmente un símbolo de Mercurio-Hermes -como signo apotropáico de riqueza, fertilidad, del buen comercio y contra el aojo o la mala suerte del viajero- (31) .
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Acerca de ellas, Ruiz-Gálvez nos da como ejemplo de losas que señalizaban las vías pecuarias la encontrada en Chaves; población portuguesa fronteriza situada en las cercanías de Verín (cuya piedra de Mixó, hemos analizado anteriormente). Por su parte, añadiremos que existen muchos otros cipos de tipo fálico, igualmente fechables en la Edad de Bronce -hasta en la celtibérica y romana- aparecidas también en las proximidades de estas vías que marca Ruiz-Gálvez (junto a la Ruta de la Plata y en la bifurcación de entradas desde Portugal). Entre ellas, ya hemos publicado una de la más famosas, conservada en el Museo de Évora; existiendo otras muy interesantes y que carecen de estudio, como las dos del municipio zamorano de Rabanales de Aliste (abajo las recogemos imágenes). Considera la autora que estos cipos con los que se demarcaban los caminos durante la Edad del Bronce; más tarde fueron heredados por los celtas, y posteriormente se convirtieron en los miliarios de las calzadas romanas. A lo que habríamos de añadir que, a más de señalar rutas pecuarias ancestrales (de trashumancia desde tiempos del megalitismo), esos caminos debieron servir como vías comerciales y de transporte del metal. Todo lo que nos obliga a pensar que aquellos viajes que los pastores neolíticos realizaban, llevando sus rebaños de Norte a Sur y viceversa. Más tarde fueron usados para el transporte del oro o la pata, y finalmente para el del estaño y cobre, que no podía llevarse en barco (especialmente en zonas alejadas de los ríos y mares).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de menhires fálicos hallados en zonas próximas a la Ruta de la Plata. Arriba el del Museo de Évora -al que agradecemos nos permita divulgar la imagen-; fechado en el tercer milenio a.C. y procedente de Mosaraz (zona alentejana plena de megalitos y riquísima en oro hace miles de años). Junto este, uno de los dos menhires fálicos existentes en Rabanales de Aliste; cipos que se suponen romanos, aunque a mi parecer debieran considerarse muy anteriores. Abajo, fotografía tomada en el interior del Museo Provincial de Salamanca, en cuyo patio exponen varios de estos rulos milenarios. En ella aparecen sonrientes algunos amigos japoneses ante la observación de tales piedras ancestrales, habida cuenta que en su cultura existen todavía costumbres y ritos similares; de veneración al falo (en forma de escultura o símbolos) como signo de prosperidad, fertilidad y alegría.
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Acerca de las estelas alentejanas (que como dijimos, presentaban grabadas toscamente armas o utensilios) Ruiz-Gálvez ratifica que se trata de losas muy diferentes a las estelas-menhir o a los ídolos de guijarro -que servían para delimitar áreas- siendo el uso de las alentejanas simplemente funerario. Utilizadas como cobertura de tumbas y unidas a las cistas individuales. Pese a no tener representaciones humanas, en ellas aparece un objeto igual al que figura en muchas estelas-menhir; que llevan grabado algo semejante a un ancla. A mi juicio estas “áncoras” esculpidas en las losas alentejanas y en algunas esculturas de menhir, serían armas y más concretamente “gujas”. Unas hoces que se utilizaban para desjarretar y que de igual manera se usaban para luchar, e incluso para rituales donde hacía falta podar o cortar limpiamente ramas y miembros. Ello podría explicar por qué en el Alentejo se representan junto a hachas y lanzas (principalmente) y por qué en las estelas-menhir se hallan a la altura media; la del cinturón, donde se suelen colgar las armas. Por su parte, la investigadora relaciona estas losas alentejanas con la cultura del Bronce del Sudoeste, que se genera en esa zona peninsular principalmente desde el siglo XVIII a.C.. Añadiendo que los cambios de aquellos años se deberían a un periodo de gran hambruna y de pobreza, debido al invierno de varios años provocado por el volcán Tera-Santorino. Considerando Ruiz-Gálvez que este cambio climático obligó a generar nuevas estructuras de poder y sociales, por lo que comenzarían a aparecer estas losas, junto a las estelas-menhir y a los ídolos guijarro (que ella no fecharía antes del siglo XIV a.C.).
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A mi modo de ver, no serían los cambios sociales producidos por la hambruna lo que generaría esta nueva cultura del Sudoeste; sino la llegada de gentes procedentes del Oriente Mediterráneo. Pueblos huidos del desastre del Tera-Santorino que asoló el Egeo, Creta y Chipre, devastando las costas de Anatolia y parte de las de Oriente Medio. Llegándose a sumir en un caos todo el área nordeste del mediterráneo y obligando a migrar de allí a millones de personas, de las que muchas llegaron hasta Egipto. Entrando estos huidos del Tera en el Norte del Nilo, para invadirlo y subsistir; todo ello en un momento en que gran parte de los egipcios huyeron a tierras del Sur (al Alto Nilo), debido al terror producido por las consecuencias del volcán. Cuyas nubes de gases y polvo -junto a los restos de piedra pómez-, llegaron por aire y por mar hasta el delta; haciendo que muchos de los súbditos del faraón emigrasen al ver tal catástrofe. Momento en que entrarían nuevos invasores, a los que llamaron Hicsos y que establecieron su reino en Avaris (en la desembocadura del rio egipcio). Un éxodo generalizado que igualmente hubo de repercutir en nuestras tierras, que recibirían por entonces a muchos huidos del Egeo o de Anatolia y de Oriente Medio; quienes desesperados, viviendo entre campos cubiertos de cenizas y bajo cielos plenos de polvo volcánico; habrían de migrar donde fuera. Llegando a establecerse de seguro en las zonas más ricas en oro, plata, estaño y cobre de la Península: El Sudoeste. Dando así paso a mi juicio a esta “cultura del Bronce del Sudoeste”, que se destaca y diferencia plenamente de otras etapas anteriores y que terminaría eclosionando en Tartessos.
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Imágenes de estatuas menhir. Arriba dos fotografías del hallado en Villar del Ala, hoy en el Museo Numantino de Soria (Alq ue agradecemos nos permita divulgarlas). El Museo lo fecha en el siglo X, aunque hemos de considerarlo del Bronce Final I y II (quizás más cercano al siglo XII a.C.). En su figura aparece una de estas “áncoras” de las que habla Ruiz-Gálvez, y que hemos destacado en la segunda imagen -a nuestra izquierda-. Observemos que claramente semeja un doble gancho o una hoz y que se halla a la altura del medio cuerpo; todo lo que nos hace creer que se trata de una “guja”, arma de guerra en forma de media luna (que también serviría para desjarretar y para podar). Abajo, otras dos fotos de una estela hallada dentro del dolmen de Castellín de Allende, tal como la exhibe el Museo arqueológico de Oviedo (al que agradecemos nos permita divulgarlas). Este menhir es muy diferente al anterior y lo debemos considerar mucho más antiguo, relacionándose con los círculos concéntricos representados en los petroglifos gallegos, en las Islas Británicas y en Malta. Por ello, a mi juicio habríamos de fecharlo unos mil quinientos años antes que la estela-menhir anterior; en épocas muy cercanas al 2500 a.C.
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En referencia a cuanto venimos narrando, expone Ruiz-Gálvez, como hacia el 1300 a.C. el tiempo empeora bruscamente y es entonces cuando se generan nuevas formas de cultura (32) . Considerando que en este momento y debido a la crisis climática comienzan los campos de urnas. Pese a ello, a mi entender serían dos motivos los que modificaron esta época: Primeramente las migraciones ya descritas; pero sobre todo actuaría como empuje y detonador del cambio, la expansión y difusión del hierro. Un metal que se descubre en el siglo XIV a.C. en Anatolia gracias al uso de hornos de carbón; un nuevo combustible fósil muy probablemente utilizado entonces debido a las bajas temperaturas que produjo el desastre del Tera-Santorino. De lo que en mi teoría, es el frío lo que genera la búsqueda de sistemas de calefacción nuevos y con ello se inventarían los hornos de carbón, donde se logran de miles de grados caloríficos. Todo lo que permitiría fundir el hierro; aunque más tarde, para templarlo necesitaban introducirlo en agua a temperatura de la orina (algo que explica se descubriera el acero, en zonas de muy bajas temperaturas -como el Cáucaso-). Siendo así, tras aparecer el nuevo metal, los hombres del hierro empujarían a las culturas del bronce; primero expulsándolas de Anatolia y del Egeo, para más tarde extenderse por toda Europa.  
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Movimientos y momentos históricos con los que se explica la aparición de nuevos ritos y formas en la Península; cuando los pueblos del Bronce del Oriente mediterráneo, fueron aniquilados u obligados al exilio -desde el siglo XIII a.C.-. Llegando muchos de ellos a nuestras tierras (al igual que lo hicieron en Cerdeña, Sicilia o Italia) y fomentando otra vez un caldo cultural que promovería formas importadas y diferentes organizaciones sociales. Entre ellas, las ya mencionadas del Suroeste; desde la que procedería o nacería Tartessos siglos más tarde, al entrar en contacto directo con colonos del Primer Hierro (los fenicios y los helenos). Todo lo que asimismo explica Ruiz-Gálvez con otras ideas y palabras; aunque pensando de un mismo modo, que los cambios desde el siglo XIII a.C. en nuestra Península se debieron principalmente a migraciones llegadas desde el lado opuesto mediterráneo –y entre otros, a los Pueblos del Mar- (33) .
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JUNTO, SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: 
Imágenes publicadas por Ruiz-Gálvez en la obra suya que estamos analizando (agradecemos a la investigadora nos permita divulgarlas). 
Al lado la dispersión de los ídolos guijarro. 
Abajo, mapa que relaciona las estatuas menhir, con las diferentes vías portuguesas; caminos de acceso hacia Galicia y la Meseta, entre los que vemos puntos como el mencionado Chaves (en la parte inferior del plano). 
Más abajo, mapa de distribución de las estelas del Sudoeste (según Galán).


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Una de las ideas más curiosas que presenta Ruiz-Gálvez, acerca de este momento histórico; es la explicación de las jefaturas durante la Edad del Bronce en razón del dominio de la sal (34) . Un poder sobre las salinas de tierra y de mar, que conferiría el mando sobre amplias zonas de territorio, a las tribus más importantes de aquella época. Idea brillante e inteligente; aunque no puedo estar de acuerdo con la teoría al considerar que la sal no sería de tanta importancia para gentes asentadas junto al mar. Pues hemos de recordar que la gran mayoría de los pueblos que desarrollaron megalitos y que trabajaron el bronce europeo, se establecieron en zonas cercanas al Atlántico. Donde bastaría con tomar agua marina y cocerla, para obtener la sal -tan necesaria entonces como conservante; no solo como condimento-. Tanto es así, que observando un mapa del megalitsmo veremos cómo la gran mayoría de estos monumentos se hallan a menos de cien kilómetros de las costas; o bien están elevados junto a un río navegable -lo que les posibilita llegar a la desembocadura en pocas jornadas-. 
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Siendo así; tener sal era más que sencillo para los megalitistas y los habitantes del Bronce Peninsular; bastando cocer agua del mar, o bien comprarla a los pescadores de la zona (quienes la recogerían de los corrales o piscinas construidos para capturar y almacenar sus peces). Por todo ello creemos que la teoría que expone Ruiz-Gálvez, aun siendo muy brillante, tan solo se podría aplicar a la Edad del Hierro europea; una civilización de tierra adentro, cuyos impulsores (los celtas o indoeuropeos) apenas navegaron. De allí la importancia de la sal para gentes que habitaban áreas alejadas del mar o zonas de centroeuropa (con frío intenso y muy separadas de la costa; como fue la cultura de los campos de urnas).

Pasa la autora a continuación a hablarnos de las estelas diademadas y de guerrero, comúnmente denominadas del Sudoeste. Losas que no debemos confundir con sus antecesoras (las estelas alentejanas) aunque se consideren totalmente relacionadas con ellas y con otras manifestaciones antes estudiadas -las de menhir o los ídolos de guijarro-. Este segundo tipo de bajorrelieves del Sudoeste, contienen grabados representando mujeres con diadema y guerreros con armas, carros o animales; fechándose en un periodo posterior. Siendo datadas por lo común en el último tramo del Bronce Final, un periodo cercano al Tartessio (entre los siglos XI al VIII a.C.); aunque hay autores que modernamente las fechan en una época muy anterior. Hablamos de personalidades como Alfredo Mederos, que en sus estudios perfectamente argumentados considera las alentejanas del Bronce Final I (posteriores al 1325 a.C.) y a sus sucesoras del Sudoeste, del Bronce Final II y III (anteriores al 1150 a.C.) (35) . Acerca de ellas, el profesor Mederos nos dice claramente como “Las estelas decoradas del Suroeste peninsular se hacen eco de una serie de novedades que se introducen en el armamento europeo hacia el 1300 a.C. y que afectan a Grecia, Bohemia, la región Carpática y la propia PenínsulaIbérica”. Así -en el estudio antes citado- razona comparativamente las lanzas, espadas, puñales, escudos y cascos que aparecen en las diferentes estelas. Hasta llegar a clasificar las más antiguas, pertenecientes al Bronce Final I (alentejanas), de las más recientes -del Bronce Final II y III-, llamadas del “Sudoeste”. Utilizando como primer modo de diferenciarla las técnicas para su labra; observando que las alentejanas están esculpidas en altorrelieve, mientras las siguientes se hicieron simplemente golpeando o creando incisiones sobre as piedras. Además nos indica que en las del Alentejo no existen representaciones de lanza, casco, escudo o personas y animales; todo lo que las distingue por su simplicidad iconográfica de sus “sucesoras” (las del Sudoeste), en las que veremos espejos, liras, carros y hasta bestias de tiro.
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Más tarde, clasifica Mederos en su trabajo antes mencionado la iconografía y armamento representado en las diferentes estelas, llegando a la conclusión de la enorme influencia oriental en muchos de estos objetos (todo lo que demuestra la llegada de gentes venidas del Egeo o del Este mediterráneo, quienes establecerían las modas y usos -entre ellos, el de fabricar estas losas-). Aunque concluye que los escudos allí labrados, a su juicio son de origen y muy similares a los de Irlanda, fechados en el Bronce Final I (anteriores al 1300 a.C.). Ante lo que hemos de añadir que todo ello mostraría una vez más “la gran conexión” atlántica. Manifestando la evidencia de que si en nuestra Península se hallan profusamente grabados escudos iguales a los de Irlanda; en esta isla debieron aparecer los hombres y cultura pertenecientes a las tierras en que se labraron y conservaron aquellas estelas. Losas extendidas principalmente en una zona que comprende: El Valle del Tajo y Extremadura Oriental con la zona de la zona de las Beiras y Cáceres; la Sierra de lasVilluercas, Toledo; Valle del Guadiana, el Zújar y comarca de La Serena; Ciudad Real y Valle del Guadalquivir (36) .
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Todo lo que hemos expuesto, a mi juicio muestra de nuevo aquel viaje a las Cassitérides, desde los tiempos más remotos; en los que gentes del Alentejo y del Bajo Guadalquivir, se embarcarían en busca del estaño y los metales del norte. Comunicando el litoral atlántico y exportando o importando modas, modos y medios de vida. Entre aquellos, de seguro estuvo la orfebrería y la organización social, presidida principalmente por mujeres y reinas; como era común en la Península y en las Islas Británicas. Consecuentemente y volviendo a Ruiz-Gálvez, esta profesora considera que las estelas del Sudoeste con grabados femeninos y diademados, pertenecerían a reinas. Creyendo incluso, que bajo estas se pudieron enterrar a las monarcas y sus tesoros. Una idea que no podemos compartir, puesto que ocultar un tesoro poniendo una marca así sobre este, creemos sería el mejor método para que a los pocos días lo profanasen y desenterraran. Otra cosa es pensar que bajo aquella losas se inhumaran reinas o mujeres de poderosos, un hecho que quizás debemos admitir como cierto (aunque todavía no se ha encontrado una fosa o un enterramiento, relacionado con estas estelas del Sudoeste).
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SOBRE Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos estelas del Sudoeste: Arriba una hallada en El Mato, Belalcázar -Córdoba- y actualmente en el Museo arqueológico de Badajoz (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen). En este caso se trata de una representación de mujer, diademada, con pechos y portando lo que parecen flechas y arco (aunque también podrían ser maracas o palillos boomerang). Abajo, la estela de Magacela (Badajoz) propiedad del Museo Arqueológico Nacional, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen. Observemos en la imagen inferior el guerrero con casco de cuernos, lanza, cuchillo-hacha y puñal al cinto. Bajo él, un enorme escudo remata la escena que testifica como estas losas debieron ser funerarias.
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Pese a ello -dijimos- no se ha encontrado ninguna relacionada con enterramientos, lo que hace suponer que tras ser alzadas sobre un cuerpo inhumado (a modo de estelas), posteriormente expoliaron la sepultura. Un robo quizás provocando por la presencia de esas losas que marcarían tumbas; lo que explicaría que nunca se hayan encontrado restos en las cercanías donde fueron halladas estas losas. Otra posibilidad es que se utilizaran como señales o demarcaciones, para anunciar las lindes de territorios dominados por determinados guerreros o reinas. Aunque una última teoría personal y mía hablaría de que por entonces los cuerpos de los difuntos se dejasen a los carroñeros; por lo que no existirían tumbas en la época (tal como sucede desde la entrada del Primer Hierro en nuestra Península). Su datación corresponde al Bronce Final III (desde el siglo XI al VIII a.C.), pero según otros autores -como el prof. Mederos- serían anteriores al 1150 a.C.-. En mi opinión hemos de considerarlas pretartessias; ya que se encuentran en territorios que posteriormente fueron ocupados por gentes cercanas a esta cultura del Bajo Guadalquivir. Finalmente añadiremos sobre ellas, que aparecen en territorios muy ricos en minas; principamente de estaño, mercurio y oro (como las de Almadén, Alentejo o las Villuercas extremeñas). Además, en las inmediaciones de donde se han hallado, también se encontraron numerosos tesoros (como los de Berzoana. Sagrajas, Valdeobispo y otros tantos aparecidos en el Alentejo); aunque no aparecieron junto a estas estelas, sino en ocultaciones o enterramientos aislados.
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Acerca de cuanto expone Ruiz-Gálvez sobre la orfebrería del Bronce Final, es de destacar su afirmación de que el tesoro de Villena es prefenicio. No perteneciendo a la Edad del Hierro, precisamente debido a que el metal férreo de sus piezas está embutido en oro y por lo tanto tratado como precioso. A lo que añadimos que esta forma de trabajar el hierro dulce a modo de metal preciado, existía en Egipto en épocas de Tutankhamon; teniendo los faraones cuchillos ferro-aerolíticos apreciadísimos, debido a que no se oxidaban. Con gran acierto menciona la autora una posible ruta Sardo-Chipriota que pasara por Villena; a la que pudiera deberse este tesoro y donde se hallan repetidamente objetos bronce, de origen británico. Hechos que ya hemos estudiado repetidamente en artículos nuestros, en los que exponemos la existencia de diversos recorridos y caminos antiquísimos; que nacían del Levante hispano para llegar hasta la zona central peninsular, al Atlántico o a las fuentes del Guadalquivir (37) . En base a todo ello, menciona la investigadora una unión entre Chipre y Cerdeña durante el Bronce Final; algo que en diferentes artículos también hemos mostrado y que se produce especialmente entre los siglos XIV al XII a.C.. Un momento en que los lingotes de cobre Oxhide -de tipo chipriota- se fabricaban profusamente en la isla sarda y se distribuían por el Egeo (a manos de los cretochipriotas). Hechos que hacen deducir inteligentemente a la investigadora que el tesoro de Villena pueda ser de origen o influencia chipriota; lo que se demostraría en los ponderales que utiliza y que son egeos (estando medido en base a siklos micénicos; describiendo como esa metrología fue descubierta por Eduardo Galán). Acerca de este punto nos hemos extendido ampliamente en varios estudios míos (38) , pudiendo llegar a concluir que a mi juicio estaba fabricado y medido en siclos PYM (o filisteos); un sistema de pesos importado por los micenios huidos a Israel durante las invasiones dorias (39) .
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Tras la comparación de objetos del Bronce en diferentes zonas atlánticas y los de la Península, terminará su libro con un capítulo que intitula “La transición; del Bronce al final del Hierro” (40) . Donde continúa hablando del tesoro de Villena, como un ajuar de enorme influencia chipriota y que ella fecha entre los siglos XIII al X a.C.; una datación que no me parece desafortunada, aunque yo personalmente no me atrevería a llevarlo más atrás del siglo XII a.C. (inclinándome incluso hacia unas fechas más cercanas al año 900 a.C.). Sigue con una importante reflexión en la que expone los sistemas de pesos en siclos micénicos, eblita, o hitita; que se suceden en piezas de bronce halladas en Occidente. Ideas de gran brillantez, aunque tristemente no podemos admitir la tasación de los valores que aporta, debido a la dificultad de que se conserven los pesos originales; ya que en los enseres de bronce la oxidación altera completamente la pieza (algo que no sucede con objetos de de piedra, oro y plata)Describiendo más tarde los diferentes sistemas premonetarios, acerca de los que hemos escrito ampliamente. Fundamentando nuestras ideas en que previamente a la moneda se debió comerciar trocando bifaces de piedra, más tarde hachas pulimentadas y finalmente las de bronce (muchas de ellas fabricadas directamente como pesos o moneda). Siendo otros modos premonetales, el intercambio de ámbar, pepitas de oro y plata (que abrió las rutas del Atlántico); tanto como las pieles de ganado -que terminarían promoviendo como valor metal pecunia, los lingotes de cobre y estaño fundidos con la forma del pellejo de ganado-. A cuanto hemos de añadir, que durante la Edad de Bronce y gran parte de la del Hierro, lo más importante fueron los metales (imprescindibles para sobrevivir como comunidad); por lo que abrir rutas para encontrarlos o inventar sistemas para transportarlos y cambiarlos, era por entonces el secreto de la prosperidad y la subsistencia.
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Finaliza su libro, Ruiz-Galvez, menciona uno de los hechos más extraños que se producen en la Península durante la entrada del hierro: La desaparición de las tumbas. Bajo el Epígrafe de "creciente invisibilidad registro funerario" nos habla de esta extraña circunstancia que sucede por todo el territorio, durante siglos VIII y VII a.C. (desde el bajo Guadalquivir a las Cogotas, pasando por Galicia, el Cantábrico y llegando al Sur de las islas Británicas). Todo lo que obliga a pensar que la zona antes descrita -de Gibraltar a Cornualles- a comienzos del Hierro, fue ocupada de nuevo por gentes muy parecidas. Visitantes, colonos y nuevos pobladores comunes, que cambiaron totalmente de costumbres funerarias; habida cuenta que no se conservan ni sus restos, ni sus huesos en los yacimientos de la época. Existiendo tan solo “depósitos” o amontonamientos óseos guardados en algunos silos; un hecho que a mi juicio quizás nos habla de exposición a las aves. Habida cuenta el rito típicamente indoeuropeo de dejar los difuntos a los carroñeros, como signo de honor y como muestra de agradecimiento a quienes mueren en batalla (que jamás podían ser recogidos o enterrados). Siendo así, consideramos como hipótesis más segura esta de la exposición a las aves y alimañas de los muertos, como solución a la falta de tumbas en esta época del Primer Hierro. Un rito similar al que seguramente se hacía sobre las táulas en la cultura talayótica. Lo que indicaría que los pueblos que entraron por mar en la Península a comienzos del Hierro (hacia el siglo IX a.C..), eran de una profunda raigambre indoeuropea. Quizás de origen similar al Sardo, de quienes sabemos procedían de Los Pueblos del Mar y que estarían unidos con aquellos que instituyen la cultura talayótica, en las Islas Baleares. Relacionados plenamente con Cerdeña y el megalitismo, ya que elevaban enormes y ciclópeas construcciones (que no utilizaban como tumbas, suponiéndose que las utilizaban para dejar los cadáveres a las alimañas).
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JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos monolitos pertenecientes al Cromlech de los Almendros, en Évora. Ese enorme observatorio astronómico, del que repetidamente hemos hablado, tiene varias fases (fechadas entre el 5000 y el 2500 a.C. -aprox-); estas dos enormes rocas talladas con dibujos pertenecen a su última etapa y por lo tanto al comienzo de la Edad del Bronce. Siendo muy interesante compararlas con los ídolos-guijarro y las estela-menhir; pues quizás fueron estas marcas de astros que ponían sobre piedras de los cromlechs, el inicio de las señales que posteriormente situarían en los caminos -con piedras como la de Mixó en Verín, o con menhires y guijarros tallados antropomorficamente-.



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AL LADO Y BAJO ESTAS LINEAS: Dos imágenes de las vitrinas del Museo Arqueológico Nacional (al que agradecemos nos permita divulgarlas). Arriba, el famoso tesoro de Villena, del que hemos hablado anteriormente. Abajo: Al fondo, el recipiente de bronce chipriota en el que fue hallado el tesoro de Berzocana, fechado hacia el siglo XI a.C. (localidad próxima a Solana de Cabañas, donde apareció la famosa estela de guerrero). A su lado, un disco de oro de la Edad de Brronce y en primer término un poderal de esta misma época. Cuando estudiábamos el tesoro de Berzocana (hallado en un plato de bronce de tipo Chipriota), llegué a la conclusión de que se fundió en base a Shatys egipcios; siclos faraónicos cuyo peso era de 7,5 gramos. Para conocer más acerca de todo ello recomendamos consultar nuestros artículos recogidos en la cita (41) .
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CITAS:
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(1): CAMBIOS EN EL NIVEL DEL MAR DURANTE EL HOLOCENO a partir del estudio de una turbera en Trengandín (Salas, Remondo y Martínez). /// IV reunión de geomorfología LA CORUÑA 1996
Pag 6 explica que hay tres fases; una primera desde la glaciación en que va subiendo el nivel del agua hasta el 2900 a.C., en que llega a una cota bastante próxima a la linea de costa actual. Hacia el 2800 se ve que el mar estaba entre medio metro y un metro más bajo que hoy. Más tarde y en fecha indeterminada ya llega a la alura que tenemos.
En pag 7 indica que entre el 4000 y el 2800 la altura del Cantábrico estaba en unos dos metros menos. Considerando que la altura actual se alcanza en épocas cercanas al cambio de Era.
Las fechas antes dadas tienen una oscilación aproximada de +/- 100 años.
(2): A quienes no hayan podido leer nuestros anteriores artículos donde exponíamos nuestra teoría acerca del posible origen ballenero de la civilización megalitista, recomendamos consultarlos pulsando:
TESORO BALLENERO Y RUTAS DEL ÁMBAR: HIPÓTESIS SOBRE LOS ORÍGENES DEL MEGALITISMO Y SU SECUENCIA EN TARTESSOS (una interpretación de Jonás) -Capítulo 114 de: "Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo"-:
LOS PRIMITIVOS MORADORES DEL "FIN DEL MUNDO" -en Chile- COMO HIPÓTESIS ARQUEOLÓGICA PARA LA COMPRENSIÓN DEL MEGALITISMO EN EUROPA
(3): LA VEGETACIÓN DE LA TIERRA, A. Huetz de Lemps (AKAL, Madrid 2005)
(4): CAZADORES Y CAMPESINOS (LA NEOTILIZACIÓN DEL INTERIOR DE LA PENÍNSULA) Jesús Jiménez-Guijarro. Real Academia de la Historia 2010 (pags 47 y 48)
(5): “10.000 Years of Climate Change and Human Impact on the Environment in the Area Surrounding Lejre” /// autores: N. Schröer, L. Hölund Pedersen, R. Juel Bitsch. /// Department of Environment, Technology and Social Studies, Roskilde University - Denmark.
The Journal of Transdisciplinary Environmental Studies vol. 3, no. 1, 2004
(6): Marisa Ruiz-Gálvez Priego
Europa atlántica en Edad del Bronce // Barcelona 1998 (Ed Crítica) // pag 107 (mapa de las zonas metalúrgicas de la Península Ibérica)
(7): Op. Ver cita anterior.
(8): Op. Cit. (6) Pag. 13
(9): Ramón Hurtado de San Antonio en su "Corpus provincial de inscripciones latinas”; editado por Diputación Provincial de Cáceres, en 1977.
Leyó en la lápida que cataloga como 463, existente en una pared de una casa de la palza de Santa Cruz del Puerto: VIRIATVS TANCINI F(ILIVS).HIC.S(ITVS).E(ST) S(IT).T(IBI).T(ERRA).L(EVIS) "Viriato, hijo de Tancino, aquí yace. Que la tierra te sea leve".
Comentando Hurtado de San Antonio: "Lápida funeraria en que se unen dos nombres eminentemente célticos que no se catalogan fuera de la Lusitania. Según Hübner” (...) "los habitantes de este pueblo creyeron que se trataba de la tumba del célebre caudillo lusitano"(...)“Se halla empotrada en la pared de la casa del médico".
(10): Op. Cit. (6) Pag. 14 . Acerca de esta idea que expone Ruiz-Gálvez considerando que la leyendas importantes de cada lugar, hunde las raíces en las etapas más antiguas de la Historia, es imporante destacar que fue ello lo que me impulsó al estudio de la arqueología. Debido a que en el año 1984, mientras estaba en el tercer curso de Derecho y tras regresar de mi Mili en Sevilla, quise presentar un paper para preparar una tesina. El estudio trataba acerca del sistema de legislación Protohistórica de Occidente, constaba de unas 300 páginas y fue presentado en abril de 1984 en la Universidad Complutense (con la intención de que lo admitieran como principio de tesina, para desarrollarlo en profundidad). Trataba sobre los mitos celtas y el ciclo legendario irlandés, relacionado con el mundo druídico. A a su vez, unía esta cultura celta a posibles civilizaciones anteriores de las islas Británicas, emparentadas seguramente con la península Ibérica. Explicando el origen del modo de legislación Anglosajón, basado en el sistema de los druidas que no permitían escribir y quienes debían conservar las leyes escritas en verso, de memoria. Tristemente, el proyecto de tesis no me fue amparado y desanimado dejé esta linea de estudio. Aunque para mayor tristeza, dos años después me lo encontré publicado (prácticamente calcado en decenas y decenas de sus hojas). No hubo forma de reclamar, habida cuenta que no pensé que jamás pudiera pasarme algo así y no lo había dado de alta en registro. Años más tarde, cuando conocí por casualidad al editor que lo publicó, comenté lo sucedido y me dijo que era “de lo más normal”... . Para colmo, a los pocos meses de aquello, volvió a sacar una segunda edición del libro que me habían plagiado (como aquel que dice “no quieres caldo, pues dos tazas”).
(11): Op. Cit. (6) Pag. 64 y ss.
(12): Op. Cit. (6) Pag. 70 y ss
(13): Op. Cit. (6) Pag. 72 y 73
(14): Op. Cit. (6) Pag. 73 y 74
(15): Numerosas menciones a la fortaleza de estas naves y al hábil manejo de ellas, encontramos en el texto de Julio César. Guerra de las Galías LIBRO 3º.
(16): ALGUNAS DE ESTAS MENCIONES LAS RECOGEMOS A CONTINUACIÓN, COMO MUESTRA DE LA SUPERIORIDAD DE LAS NAVES DEL ATLÁNTICO SOBRE LAS DEL MEDITERRÁNEO (unas galeras romanas, que tan solo eran más rápidas y ligeras, pero muy poco marineras en aguas del océano; debiendo embestir tres o cuatro de ellas a cada barco de los vénetos para llegar a vencerlos).
De J U L I O C É S A R // LA GUERRA DE LAS GALIAS - LIBRO 3º // (Guerra contra vénetos, venelos y expedicion a Aquitania)
3º/XII. Estando, como están, aquellas poblaciones fundadas sobre cabos y promontorios, ni por tierra eran accesibles en la alta marea que allí se experimenta cada doce horas ni tampoco, por la mar en la baja, quedando entonces las naves encalladas en la arena. Con que así por el flujo, como por el reflujo, era dificultoso combatirlas; que si tal vez a fuerza de obras, atajado el mar con diques y muelles terraplenados hasta casi emparejar con las murallas, desconfiaban los sitiados de poder defenderse, a la hora teniendo a mano gran número de bajeles, embarcábanse con todas sus cosas y se acogían a los lugares vecinos, donde se hacían fuertes de nuevo, logrando las mismas ventajas en la situación. Esto gran parte del estío lo podían hacer más a su salvo, porque nuestra escuadra estaba detenida por los vientos contrarios, y era sumamente peligroso el navegar por mar tan vasto y abierto, siendo tan grandes las mareas y casi ningunos los puertos.
3º/XIII. La construcción y armadura de las naves enemigas se hacía por esto en la forma siguiente: las quillas algo más planas que las nuestras, a fin de manejarse más fácilmente en la baja marea; la proa y popa muy erguidas contra las mayores olas y borrascas; maderamen todo él de roble capaz de resistir a cualquier golpe de viento; los bancos de vigas tirante de un pie de tabla, y otro de canto, clavadas con clavos de hierro gruesos como el dedo pulgar. Tenían las áncoras, en vez de cables, amarradas con cadenas de hierro, y en lugar de velas llevaban pieles y badanas delgadas, o por falta de lino, o por ignorar su uso, o lo que parece más cierto, por juzgar que las velas no tendrían aguante contra las tempestades deshechas del Océano y la furia de los vientos en vasos de tanta carga. Nuestra escuadra viniéndose a encontrar con semejantes naves, sólo les hacía ventaja en la ligereza y manejo de los remos. En todo lo demás, según la naturaleza del golfo y agitación de sus olas, nos hacían notables ventajas; pues ni los espolones de nuestras proas podían hacerles daño (tanta era su solidez), ni era fácil alcanzasen a su borde los tiros por ser tan altas, y por la misma razón estaban menos expuestas a varar. Demás de eso, en arreciándose el viento, entregadas a él, aguantaban más fácilmente la borrasca, y con mayor seguridad daban fondo en poca agua; y aun quedando en seco, ningún riesgo temían de las peñas y arrecifes, siendo así que nuestras naves estaban expuestas a todos estos peligros.
3º/XIV. César, viendo que si bien lograba apoderarse de los lugares, nada adelantaba, pues ni incomodar podía a los enemigos ni estorbarles la retirada, se resolvió a aguardar a la escuadra. Luego que arribó ésta y fue avistada de los enemigos, salieron contra ella del puerto casi doscientas veinte naves, bien tripuladas y provistas de toda suerte de municiones. Pero ni Bruto, director de la escuadra, ni los comandantes y capitanes de los navíos sabían qué hacerse, o cómo entrar en batalla, porque visto estaba que con los espolones no podían hacerles mella; y aun erigidas torres encima, las sobrepujaba tanto la popa de los bajeles bárbaros, que sobre río ser posible disparar bien desde abajo contra ellos, los tiros de los enemigos, por la razón contraria, nos habían de causar mayor daño. Una sola cosa prevenida de antemano nos hizo muy al caso, y fueron ciertas hoces bien afiladas, caladas en varapalos a manera de guadañas murales. Enganchadas éstas una vez en las cuerdas con que ataban las entenas a los mástiles, remando de boga, hacían pedazos el cordaje; con ello caían de su peso las vergas, por manera que consistiendo toda la ventaja de la marina galicana en velas y jarcias, perdidas éstas, por lo mismo quedaban inservibles las naves. Entonces lo restante del combate dependía del valor, en que sin disputa se aventajaban los nuestros, y más, que peleaban a vista de César y de todo el ejército, sin poder ocultarse hazaña de alguna cuenta, pues todos los collados y cerros que tenían las vistas al mar estaban ocupados por las tropas.
3º/XV. Derribadas las entenas en la forma dicha, embistiendo a cada navío dos o tres de los nuestros, los soldados hacían el mayor esfuerzo por abordar y saltar dentro. Los bárbaros, visto el efecto, y muchas de sus naves apresadas, no teniendo ya otro recurso, tentaron huir por salvarse. Mas apenas enderezaron las proas hacia donde las conducía el viento, de repente se les echó y calmó tanto, que no podían menearse ni atrás ni adelante; que fue gran ventura para completar la victoria, porque, siguiendo los nuestros al alcance, las fueron apresando una por una, a excepción de muy pocas, que sobreviniendo la noche, pudieron arribar a tierra, con ser que duró el combate desde las cuatro del día hasta ponerse el Sol.
3º/XVI. Con esta batalla se terminó la guerra de los vaneses y de todos los pueblos marítimos; pues no sólo concurrieron a ella todos los mozos y ancianos de algún crédito en dignidad y gobierno, sino que trajeron también de todas partes cuantas naves había, perdidas las cuales, no tenían los demás dónde guarecerse, ni arbitrio para defender los castillos. Por eso se rindieron con todas sus cosas a merced de César, quien determinó castigarlos severísimamente, a fin de que los bárbaros aprendiesen de allí adelante a respetar con mayor cuidado el derecho de los embajadores. Así que, condenados a muerte todos los senadores, vendió a los demás por esclavos.
FUENTE Y TRADUCCIÓN DE:
(17): Op. Cit. (6) Pag. 75, 76 (cita del profesor Mc Grail pag. 77)
(18): Op. Cit. (6) Pag. 77.
(19): Desde Madrid a Toledo hay unos setenta kilómetros, lo que en carro serían aproximadamente dos jornadas de viaje; en diligencia un día entero y a caballo, unas ocho horas. Ya hemos dicho que se tardaría una jornada en barco, desde Cornualles hasta Bretaña; cruzando por uno de los puntos más distantes entre Francia e Inglaterra. En lo que se refiere a pasar el Canal de la Mancha por sus zonas más estrechas (cercanas a Dover), el trayecto en Barco no superaría nunca la media jornada -entre cuatro y diez horas, según el puerto de embarque y llegada-. Todo ello deja bien claro que el mar “unía” antaño y que lo único infranqueable (o difícilmente salvable) era los caminos y las distancias por tierra.
(20): Op. Cit. (6) Pag. 80.
(21): Sobre el tema de los periplos de Hannon y Himilcón. Ver fuentes en: Paléfato y Pomponio Mela. junto a Plinio el Viejo (consultar al respecto: "La España de hace dos mil años, según P.Mela y P. el Viejo", editado por Austral, bajo la dirección y comentarios de García y Bellido; MADRID 1987). Hist. Nat Plinio el Viejo, Lib II 169 y Lib. V, 8 y ss.
(22): Hay recogidas historias del senado Cartaginés, en las que se especifica que algunas naves de esa ciudad de Cartago, al verse seguidos por barcos romanos -cuando portaban carga procedente de Iberia- mandaban hundir su propia embarcación, para que los latinos no descubrieran de dónde venían, ni menos el modo de llegar hasta aquella mercancía. Todo lo que demuestra el secretismo con el que se mantenían las rutas de los metales (tal como hoy puede hacerse con los yacimientos petrolíferos, que tan solo se dejan explotar por algunas mutinacionales, impidiendo que los privados participen de ese enorme negocio).
.
Los términos del tratado los recoge Polibio en HISTORIAS (III,22):
"...Habrá alianza entre los romanos y los cartagineses, y los aliados de ambos, con estas condiciones: No navegarán los romanos ni sus aliados, más allá del Bello Promontorio, a no ser que los empuje alguna tempestad o ataque enemigo, y, en caso de ser empujadas (sus naves) por estas razones de fuerza, no le será lícito comprar ni llevarse nada, excepto lo que sea necesario para el mantenimiento del barco o para el culto de sus dioses (partiendo en un máximo de cinco días)...".
(23): Qarthadasht (leyenda, arqueología e historia de Cartago) .
Continúa diciendo acerca de Himilcón:
La localización de las Islas del estaño permanece incierta, si bien se ha sugerido identificarlas con las islas gallegas, así como con la Bretaña francesa y Cornualles. Parece que Himilcón, siguiendo informaciones de los fenicios de Gadir, realizó un viaje de exploración que le permitió llegar a las costas de Bretaña, sur de Inglaterra e Irlanda y, desde la zona de las calmas ecuatoriales al Mar de los Zargazos, entonces más cerca de las costas europeas, donde vería en ocasiones el mar surcado por ballenas”.
Este interesantísimo blog, lo recomendamos consultar pulsando:
(24): Desde la pág. 84 Ruiz-Gálvez habla de estos viajes, entre los que destaca los de San Pablo. Tres misiones del apóstol que consistieron en una primera fase en que predicó por las cercanías de Tarso, sur de la actual Turquía y en Chipre. El segundo viaje, le lleva a cruzar Anatolia de Norte a Sur, llegar a Israel, navegar hasta Grecia, tras tocar tierra en el Egeo; predicando por casi toda la Hélade. En el tercero repite la ruta anterior y finalmente se dirige hacia Malta, para terminar en Roma.
(25): Recoge la autora los hallazgos de barcas del neolítico; fechadas hacia el 4000 a.C. en Bercy en Francia (pag 91) y sobre el Sena. Son tipo piraguas del bronce final. En Inglaterra (Humber) se hallaron barcas con cuadernas ya del 1300 aC igual en algunos lagos de Suiza (pag 91).
(26): Sobre las fechas de los grabados rupestres del Valle del Coa, recomendamos leer:
LA DATACIÓN DE LOS GRABADOS DE FOZ do COA ... (profesor Antonio Beltrán)
LISBOA 1996 (VVAA Homenaje al profesor Baiirao Oleiro; pags 45 yss)
(27): Op. Cit. (6) Pag. 121 y ss.
(28): Op. Cit. (6) Pag. 171 y ss.
(29): Por su parte, Peña Rey, considera que habría que fecharlas entre el calcolítico y el comienzo del Bronce (idem cita anterior).
(30): Op. Cit. (6) Pag. 176 y ss.
(31): El mismo Rufo Festo Avieno en su Oda Marítima define “Herma” del siguiente modo:
La palabra Herma se refiere a un parapeto del terreno, encarado de frente”
Ello indica que esos pilotes puestos en los lados de los caminos debían entenderse como muretes o paredes de linde, con el fin de que los taseuntes que viajaban por las vías no traspasaran a tierras ajenas.
Para los interesados en el tema, recomendamos leer mis entradas:
53ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXIV). COMIENZA AQUÍ UN ANÁLISIS SIMBÓLICO DE LAS JOYAS; con sentido mágico hasta nuestros días. VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/09/1-8-9.html
54ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS": CONTINUACIÓN. (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXV). -
SIGNIFICADO APOTROPAICO DE LOS ABALORIOS Y COLGANTES QUE SE USABAN Y AÚN UTILIZAMOS PARA COMBATIR EL MAL FARIO- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/09/1-7.html
55ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". CONTINUACIÓN: Pater Libero (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXVI). -
SENTIDO SEXUAL DE LAS JOYAS QUE PROTEGEN, SU RELACIÓN CON EL MAL DE OJO- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/09/1-8.html
56ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". CONTINUACIÓN: Fascinus (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXVII). -
PROTEGERSE DE LA MIRADA Y DE LOS MALES SOCIALES A TRAVÉS DE LAS JOYAS CON FORMAS OBSCENAS; LA SUERTE UNIDA A UN COLGANTE QUE EVITABA LAS MALAS MIRADAS- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/09/1-7-8.html
57ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". Continuación: El Ojo "cónico o en bola" -"alcorciles y bollas"-. (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXVIII).-
VAMOS DESCUBRIENDO EL MUNDO DE LAS JOYAS EN FORMA DE BULLA O ESFERAS, RELACIONADAS CON EL OJO Y SUS MALES- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/10/1.html
58ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". Continuación: Permanencia del arte egipcio en el mundo ibérico. (Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXIX). -
DEMOSTRACIÓN DE LA PERVIVENCIA DE MODELOS Y SIGNIFICADOS DE TALISMANES Y COLGANTES DURANTE CINCO MIL AÑOS- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/10/1-8-9.html
59ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". Continuación: Dioses de la Fertilidad; Min o Minu egipcio. -
RELACIÓN DEL SEXO Y LAS ENFERMEDADES VENÉREAS CON EL MAL DE OJO, SU PLASMACIÓN EN LAS JOYAS QUE LO EVITAN- (de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXX). VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/11/1-8.html
60ª- DE FALOS, JOYAS Y OTRAS... "BOLLAS". Continuación: Dioses de la Fecundidad y su posible significado calendárico -de Egipto a Japón-. -
VEMOS LA RELACIÓN PLANETARIA DE LA SEXUALIDAD Y SU CONEXIÓN DIRECTA SOBRE EL OJO Y SUS MALES, PLASMADO EN LOS DIOSES DE LA LUZ-(de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXI). VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/11/1-9.html
61ª- Dioses de la fertilidad, de la luz, del Sol y del oro; diosas del agua, de la Luna y la plata. (de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXII). -
MÁS SOBRE EL SIGNIFICADO DE LA SEXUALIDAD Y LA LUZ, TODO ELLO UNIDO A LOS TALISMANES Y JOYAS QUE ALEJABAN EL MAL DE LAS TINIEBLAS; EL AOJO- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2011/12/1-6.html
62ª- Dioses del comercio y la prosperidad, venidos del cielo. (de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXIII). -
PROCEDENCIA DIVINA DE LOS METALES Y SENTIDO SAGRADO DE LAS JOYAS- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2012/01/1-6.html
63ª- Mercurio dios del comercio y la prosperidad. (de Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXIV). -
LOS DIOSES QUE ENVÍAN EL ORO Y LA PROSPERIDAD, RELACIÓN DE LA JOYERÍA CON LOS ASTROS- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2012/01/1-9.html
64ª- DE MELKARTE A MERCURIO Y DEL CADUCEO A LA VARA DE OLIVO. (De: Lo invisible en la mitología: Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo. Parte XXXV). -
EL DIOS DEL COMERCIO DEIDAD DEL ACEITE Y DE LA SIERPE QUE CURA; LA MEDICINA RELACIONADA CON LOS METALES- VER: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2012/01/1-8.html
(32): Op. Cit. (6) // Capítulo 6º: LAS RELACIONES ATLÁNTICAS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA (pag. 192 y ss)
(33): Op. Cit. (6) Pag. 196-197.
(34): Op. Cit. (6) Pag. 199 y ss.
(35): ANEJOS DE AE SPALXII Merida 2012
Javier Jiménez Ávila(ed.) SIDEREUM ANA IIEl río Guadiana en el Bronce Final (Mérida 2012)
Alfredo MEDEROS MARTÍN
EL ORIGEN DE LAS ESTELAS DECORADAS DEL SUROESTEDE LA PENÍNSULA IBÉRICA EN EL BRONCE FINAL II(1325-1150 a.C.) (pag 417 y ss)
Expresa acerca de estas estelas los siguientes conceptos generales:
...“Las estelas decoradas del Suroeste peninsular se hacen eco de una serie de novedades que se introducen en elarmamento europeo hacia el 1300 a.C. y que afectan a Grecia, Bohemia, la región Carpática y la propia PenínsulaIbérica. Estas modificaciones se refieren a las espadas (Rosnöen y pistiliformes), a las lanzas y también al armamentodefensivo, principalmente a los escudos. (....) la primera tipologíaque establece Almagro Basch, que la simplifica en dos grandes grupos, uno primerode estelas panoplias o tipo IIa,que solo representan armas......
El segundo grupo o subtipo IIb, que unifica los periodos medio y final de Sayáns, ya incluye figuras antropomorfas (...) Uno de los elementos más característicos que permite diferenciar a grandes rasgos las estelas del Bronce Final I o Bronce Tardío, de las estelas del Bronce Final II, a partir de ca. 1325 a.C., es la técnica utilizada”.
(36): Es así como lo describe Alfredo Mederos, siguiendo a Galán (Galan, 6, 2006 y Galán 1993: 47,fig. 10;2000: 1792, fig. 2b):
"Asumida su contemporaneidad, y presupo-niendo que una de sus funciones habría sido ladelimitación territorial, a partir de un análisis multivariante, ha tratado de identi-ficar 6 territorios políticos: 1) Valle del Tajo yExtremadura Oriental con la zona de la zona delas Beiras-Cáceres-oeste Badajoz; 2) Sierra de lasVilluercas-Toledo en el Valle del Tajo, comarcade La Serena del Valle del Guadiana; 3) valles delGuadiana y Zújar, La Serena, con escudos conescotadura en V y espada al cinto; 4) valles delGuadiana y Zújar, La Serena, con escudos redon-dos y espada al cinto; 5) Valle del Zújar-CiudadReal y 6) Valle del Guadalquivir".
(37): Mencionamos como ejemplo el siguiente artículo:
112º- LA VIA HERAKLEIA, CAMINO DEL FRIGIANISMO Y DE LA HELENIZACIÓN -de "El frigianismo en la Cultura Ibérica", capítulo 12º (Parte LXXXI de: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo")-. TRATA SOBRE LAS COLONIAS GRIEGAS DE LA COSTA Y SU CAMINO HACIA LAS FUENTES DEL GUADALQUIVIR POR LOS DIVERSOS LUGARES DONDE HUBO MÚLTIPLES HALLAZGOS. http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2013/06/la-via-herakeia-camino-del-frigianismo.html
(38): Para los interesados en conocer el método de análisis de los ponderales de Villena, pueden consultar nuestro artículo numerado como 125:
Son cuatro entradas en las que se analiza el Tesoro de Villena y el de Cabezo Redondo, llegando a la conclusión de que ambos ajuares deben ser juegos de ponderales -seguramente de un taller de orfebre que los enterraría en una huida o invasión-. Una hipótesis que basamos en su correlación de pesos que están medidos en relación a siklos (fenicios y babilonios principalmente). Tienen los artículos al final unas tablas de correlaciones y estos son:
1-EL TESORO DE VILLENA, EL DE CABEZO REDONDO Y EL DE EL CARAMBOLO. SUS PONDERALES: ¿FENICIOS, ANATÓLICOS, BABILÓNICOS O EGIPCIOS...? (parte primera: Introducción) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/02/el-tesoro-de-villena-el-de-cabezo_5365.html
2-EL TESORO DE VILLENA, EL DE CABEZO REDONDO Y EL DE EL CARAMBOLO. SUS PONDERALES: ¿FENICIOS, ANATÓLICOS, BABILÓNICOS O EGIPCIOS...? (Parte segunda: Pesos y medidas de los metales en la Antigüedad) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/02/el-tesoro-de-villena-el-de-cabezo_17.html
3-EL TESORO DE VILLENA, EL DE CABEZO REDONDO Y EL DE EL CARAMBOLO. SUS PONDERALES: ¿FENICIOS, ANATÓLICOS, BABILÓNICOS O EGIPCIOS...? (Parte tercera: Estudio comparativo de los tesoros de Villena y Cabezo Redondo) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/02/el-tesoro-de-villena-el-de-cabezo.html
4-EL TESORO DE VILLENA, EL DE CABEZO REDONDO Y EL CARAMBOLO. SUS PONDERALES: ¿FENICIOS, ANATÓLICOS, BABILÓNICOS O EGIPCIOS...? (Parte cuarta: El posible ponderal ibérico y sobre hipotéticas medidas de peso y longitud en la época) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/02/carambolo-sus-ponderales-fenicios.html
5-TABLAS CORRELATIVAS de los artículos I, II, III y IV (EL TESORO DE VILLENA, EL DE CABEZO REDONDO Y EL DE EL CARAMBOLO....). Parte VIIC de: "Los bueyes de Gerión en el tesoro de El Carambolo". http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/02/tablas-correlativas-de-los-articulos-i.html
(39): Decíamos en nuestra conclusión al estudio del tesoro de Villena:
el tesoro de Villena se hubiera encargado -o hecho- por gentes muy cercanas al mundo micenio-filisteo. Ello porque puede medirse con bastante certeza en siklos PYM, usados por los filisteos; quienes como sabemos eran herederos de Micenas asentados en territorio fronterizo, o de Israel. Pues muchos de estos micenios huidos de las invasiones dorias, no solo se establecen en las cercanías del pueblo judío a partir los siglos XII al X a.C.; sino, se asocian con ellos logrando refugiarse dentro de las fronteas israelíes. Llegando aquellos micenios más tarde a conformar algunas de sus tribus, como las asentadas en Golán. Siendo así, hay que destacar que el tesoro de Villena también se puede medir en Geras -o fracciones de Shekel israelita-, cuyo valor era 1/20 de siclo judío, pesando unos 0,567 gramos. Bastando para calcular su peso en Geras, Concluyendo que su ponderal es una Gera o un Siklo micenio-filisteo, se puede pensar que lo más probable es que fuera encargado -o comprado- en tierras íberas durante los años en que aquellos micenios huyeron de sus territorios cretochipriotas. Siglos en los que tuvieron que errar por el mar, buscando refugio (en plazas como las de Palestina, a la cual dieron nombre). Siendo así, su datación pudiera hallarse entre los siglos X al VIII a.C. y no mucho más tarde pues parece lógico pensar que la ocultación del ajuar pudo realizarse al llegar a la Península Ibérica "hombres del Hierro" (al verse asediado o visitado el territorio por griegos o púnicos de las etapas más antiguas). Finalmente y al contener este ajuar tan gradualmente los ponderales determinados, nos atrevemos a escribir que se trata de una ocultación hecha por un taller de orfebre. Pareciendo piezas con las que medían los pesos al fabricar las joyas y no propiamente un tesoro perteneciente a un rey, un templo o familia. Considerando que en este caso se trataría más bien de un "juego" de ponderales (con la forma de collares, torques y vasijas) para poder realizar copias y piezas de encargo, para gentes venidas desde lugares muy cercanos a Palestina (o bien para cretochipriotas de origen igualmente micénico). Pese a todo sin haber en Villena equivalencia alguna con los ponderales de Egipto (los Shaty de 7,5 gramos aprox); si la hay con el mundo babilónico. Lo que nos planteamos al observar la coincidencia de muchos de estos pesos con valores de Mesopotamia. Pues como veremos más arriba (en imágenes), hay gran cantidad de piezas en el tesoro que también tendrían peso casi exacto en Siklos babilónicos (e incluso en los mesopotámicos relativos al segundo milenio a.C.)."
(40): Op. Cit. (6) Pags. 290 y ss..
(41): Una serie de cuatro artículos publicada en diferentes entradas:
126º -. METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO -Siguendo a Ruiz-Gálvez- Consta de cuatro artículos y dos entradas con tablas correlativas en las que se analizan el significado de la metrología; los ponderales en la antigüedad y los pesos de los tesoros peninsulares.
1.- METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO -Siguendo a Ruiz-Gálvez- (Parte primera: El significado de la Metrología en la Antigüedad) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/03/metrologia-y-ponderales-en-el-mundo-pre_3546.html
2.- METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO: Siguendo a Ruiz-Gálvez (Parte segunda: El valor de la Metrología en la Antigüedad)
3.- METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO: Siguiendo a Ruiz-Gálvez (Parte tercera: Acerca de los patrones; su corrección y mayor exactitud) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/04/metrologia-y-ponderales-en-el-mundo-pre_5.html
4.- METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO: Siguiendo a Ruiz-Gálvez (Parte cuarta: Tesoros peninsulares) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/04/metrologia-y-ponderales-en-el-mundo-pre.html
5.- METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO: Siguendo a Ruiz-Gálvez (TABLAS CORRESPONDIENTES A LOS ARTÍCULOS 3º Y 4º) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/03/metrologia-y-ponderales-en-el-mundo-pre_16.html
6.- METROLOGÍA Y PONDERALES EN EL MUNDO PRE-TARTESSIO: Siguendo a Ruiz-Gálvez. -TABLAS CORRELATIVAS- http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/03/metrologia-y-ponderales-en-el-mundo-pre.html
128º- CONCLUSIÓN FINAL A LA METROLOGÍA Y PONDERALES; DE LA EDAD DEL BRONCE A LA DEL HIERRO -su pervivencia en época grecorromana y su perduración hasta nuestros días-. Es la concusión a los tres artículos anteriores. CONTIENE UNAS TABLAS DE CONCORDANCIA que bajo este marcamos. http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/05/conclusion-final-la-metrologia-y.html
a) Tablas de concordancia del artículo: CONCLUSIÓN FINAL A LA METROLOGÍA Y PONDERALES; DE LA EDAD DEL BRONCE A LA DEL HIERRO -su pervivencia en época grecorromana y su perduración hasta nuestros días-. http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/05/tablas-de-concordancia-del-articulo.html
129º- METROLOGÍA Y PONDERALES EN LA IBERIA PRERROMANA (Sobre los estudios de Mora Serrano y de Ma.Paz García-Bellido) http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/06/metrologia-y-ponderales-en-la-iberia.html
130º- TESOROS PENINSULARES: CONCLUSIONES A LOS ESTUDIOS DE RUIZ-GÁLVEZ Y DE EDUARDO GALÁN; CONTINUACIÓN DE LOS ESTUDIOS DE LA ENTRADA 126º (ver arriba).
Son Tres artículos (y unas tablas correlativas) en los que finalmente se analizan los pesos de los tesoros peninsulares del Bajo Bronce y del Hierro; llegando a la conclusión de que el principal ponderal prerromano en Iberia -al menos hasta el siglo VII a.C. fue el Shaty de 7,5 gramos. Tras esta etapa y con la dominación púnica del territorio (tanto como por influencia neohitita), los patrones más usados fueron el Siklo Fenicio de 7,27 gramos y la Uncia de 7,74 g. (de origen ugarítico).
1º.- TESOROS PENINSULARES: CONCLUSIONES A LOS ESTUDIOS DE RUIZ-GÁLVEZ Y DE EDUARDO GALÁN (introducción). http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/07/tesoros-peninsulares-conclusiones-los.html
2º.- TESOROS PENINSULARES: ANÁLISIS A LOS ESTUDIOS DE RUIZ-GÁLVEZ Y DE EDUARDO GALÁN (primera parte)
3º.- TESOROS PENINSULARES: ANÁLISIS A LOS ESTUDIOS DE RUIZ-GÁLVEZ Y DE EDUARDO GALÁN (segunda parte).
4º.- TESOROS PENINSULARES (tablas correlativas): ANÁLISIS A LOS ESTUDIOS DE RUIZ-GÁLVEZ Y DE EDUARDO GALÁN
http://loinvisibleenelarte.blogspot.com.es/2014/07/tesoros-peninsulares-tablas.html
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TAL COMO VENIMOS HACIENDO, INCLUYO MI MÚSICA
PARA LOS SEGUIDORES QUE QUIERAN ESCUCHARLA,
con motivo de celebrar que hemos superado
los 400.000 mil lectores:
-TARTESSOS Y LO INVISIBLE EN EL ARTE más de 270.000 lecturas
-AÑORANZAS, RECUERDOS Y SEMBLANZAS más de 72.000 lecturas
-LEYENDAS DE LA MOTA DEL MARQUÉS más de 26.000 lecturas
-SOBRE LOS TEXTOS IBÉRICOS (dos blogs) más de 47.000 lecturas
-DE CNOSSOS A TARTESSOS más de 10.000 lecturas.
NUEVOS BLOGS:
-FLAMENCO, ARQUEOLOGÍA Y PRE-FLAMENCO
(antes que el pueblo gitano desarrollase este folklore)
- Arte, simbología y humanismo
De tal manera, incluimos mi música para todos los interesados.
En primer lugar podremos oir PLÉYADES, sexto movimiento de los doce que tiene mi ballet TARTESSOS, compuesto y terminado cuanto estaba en La Mili en Sevilla, en 1982 (grabación en semidirecto en Japón 1991). PULSAR SOBRE:
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IGUALMENTE PODEMOS OIR HESPERIS I, II Y III, BASADA E INSPIRADA EN TARTESSOS:
Tras lo que invito a mis lectores a oir, la primera parte de MAEBASHI (LUZ); una de mis últimas obras. Suite de guitarra que también consta de doce movimientos, compuesta entre 2010 y 2011, dedicada a la ciudad en la que vivo (en Japón). En grabación semidirecta en Japón, pueden escuchar las tres piezas de la primera parte: LUZ (Atardecer, Amanecer y Luz de Maebashi).
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