JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, deidad asimilable a Melkarte, hallada en Cádiz y propiedad de su Museo Arqueológico (al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Se trata de un dios fenicio del siglo VII a.C. -época tartessia- que sin duda tiene los atributos del "señor de la ciudad", que en aquel idioma se decía "MEL KART" (ciudad amurallada = K´R´T´, de donde proceden palabras como Carteya o Cartago; tanto como Señor es en semíticas "BA´L", de donde derivaría a MEL). Iniciamos esta entrada presentando al que sin duda alguna es para nosotros el antecesor de Mercurio (del que toma su nombre); del mismo modo, algunos de los atributos que el dios del comercio grecorromano hereda y luce, povienen divinidades púnicas. Por lo demás, vemos en el Melkarte ("baal" o señor de la ciudad) muchos de los símbolos del faraón -mitra alada etc-, que quizás le relacionan con el dios egipcio Minu (o Min) de la fertilidad, quien ya estudiamos como protector de las cosechas, representado en el rey de las Primeras Dinastías. Pudiendo ser este el origen del famoso gorro de Mercurio-Hermes, llamado pétaso (del que dijimos podía tratarse también de un tocado normal usado por comerciantes y viajeros en la Antigüedad).
Abajo: Estela votiva de Cartago, representando entre otros una mano junto al signo de Tanit con caduceo. Fechada en el siglo II a.C, pertenece a la Biblioteca Nacional de Paris (entidad a la que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Vemos aquí otro de los atributos de Mercurio-Hermes como es el Caduceo, consistente en una vara coronada por dos sierpes entrelazadas que se miran enfrentadas. Es el símbolo de la concordia, el acuerdo, la inteligencia, el comercio y hasta la paz y la medicina; siendo tenido por el heraldo que portaban los embajadores para parlamentar en las batallas. Normalmente en Roma y Grecia se repretesentaba alado, con las culebras cubriendo el estoque y perfectamente entrecruzadas; tanto como solñia ponerse un espejo al final, sobre el cual se miran las sierpes. Pese a ello es un símbolo típicamente fenicio, que se contiene en multitud de estelas votivas y curiosamente va unido al de Tanit, no tanto a Melkarte. Su origen, como veremos es Mesopotámico, donde la figura de las dos sierpes enredadas es significa de la buena suerte y la abundancia e incluso la inteligencia y la curación.
Hasta aquí podemos estar de acuerdo, más es nuestra opinión que aquel Mercurio pudo nacer de Melkart; ya que la influencia del pueblo fenicio en el mundo etrusco, fue tanta como la que tuvieron los púnicos entre los iberos. De lo cual, es más que lógico pensar que quienes llegaron en los albores de la Península Itálica como comerciantes, fueran los que dieran nombre al trueque y mercadeo. De lo que pudo conocerse entre los etruscos la actividad mercantil como la de MELKARTE (el dios de los fenicios por antonomasia). Del nombre de este, hasta la de Mercurio, hay tan solo unos leves pasos fonéticos, que dejan bien claro cómo la etimología del protector de los viajeros y negociantes -en la Italia anterior a Roma-, pudo ser exactamente el dios de aquellos que comenzaron a arribar con sus naves, venidos desde el actual Líbano y Siria para intercambiar mercancías (ya por el siglo XII a.C.).
Esta idea, se corrobora más aún al observar cómo el caduceo (principal atributo del dios mercader) es igualmente un símbolo fenicio, aunque no del Melkarte, sino muy ligado a Tanit -deidad femenina de la abundancia y la fertilidad-. Una vara que llegaría hacia el siglo V a.C. a la Hélade y Roma, y que con el paso de tiempo iría sustituyendo a la rama de olivo de Atenea (símbolo de la paz entre los helenos). Finalmente aquel palo con dos culebras termina convirtiéndose en Grecia y e Italia en el bastón de la medicina (de Esculapio), al igual que reemplazó a la vara de olivo; llegando luego a ser el estandarte de los heraldos y embajadores, que en son de paz iban a tratar con el enemigo. Como decimos, su origen primigenio en Grecia y el símbolo original de aquel símbolo de heraldos, comerciantes, hombres de paz y gentes de buena intención, fue la famosa rama del olivo; que en verdad era lo que portaban los pueblos colonizadores sin deseos de invadir, durante las épocas mas antiguas (cuando desde el III milenio a.C. fue introduciéndose el comercio y a expansión del aceite). Aunque más tarde, y seguramente por influencia de los fenicios o culturas asirias, aquel simple palo de la oliva se tornó en el complejo Caduceo; que se representaba con las dos sierpes entrecruzadas y rematadas con unas alas (y un espejo, en ocasiones).
Narrando la mitologia que este curioso bastón, cuyo poder era lograr la concordia, la mesura, la paz y hasta curar enfermedades; le fué regalado por Apolo a Mercurio -a cambio de la Lira que el dios del comercio entregó como presente al primero-. Así y tras recibir el mercader ese palo alado de manos de Apolo, halló en el campo dos sierpes peleando, por lo que acercando la sagrada vara sobre estas, los reptiles se entrelazaron quedando enfrentados y parando en su lucha, mirándose en su extremo. Siendo ello signo de que la estaca alada conseguía la fraternidad y la paz, incluso entre las más terribles bestias. Posteriormente, este atributo al que se le concedían los poderes de la sanación, fué "transportado" y hecho signo de uno de los médicos más famosos habidos en Tesalia: Esculapio. Siendo el bastón de "Asclepio" la marca médica que nos ha llegado hasta nuestros dias, tras simplificar la figura, dejándola finalmente como un palo, donde una sierpe se enrosca y en el que hay un espejo al final (que hoy se representa en una copa, para la farmacopea). Atributos todos de la curación: La culebra por el poder sanador de algunos venenos; el espejo para dar luz sobre el interior del paciente (oidos, boca etc) y el interior del médico; tanto como la vara de olivo, como generador de una de las más importantes medicinas (su aceite).
Pero, del mismo modo que el bastón de Esculapio fué la herencia del de Mercurio, sabemos que aquel Caduceo provino de representaciones fenicias. Pese a que, como decimos, su verdadero sentido proviene de un símbolo egeo y heleno (creto-chipriota) por antonomasia, mucho más antiguo. Un culto nacido probablemente en el III milenio a.C., del que hemos dicho era simplemente la venerada rama del árbol de la oliva. Esqueje que significaba la siembra del árbol que da el aceite y la medicina, cuya especie para cultivo se desarrolla en la actual Israel y Siria, tanto como en la zona Creto-chipriota durante el IV milenio a. C., expandiéndose a otras áreas siglos más tarde. Ello debido a que llega hasta esa zona y desde Mesopotamia el árbol ya creado y apto para proporcionar verdaderos cultivos de aceitunas (refinado dsde el acebuche), que en el área de Canaán fué tranformado y mejorado, consiguiendo ya en tiempos minoicos un rendimiento suficiente como para generar verdaderas cosechas de aceite. Fue aquel el tiempo en que nacieron las almazaras y el comercio de este precioso líquido que se llegó a llamar "oro líquido", por cuanto servía para nutrir, curar enfermedades y para sanar la piel dañada por el Sol o las inclemencias, tanto como en el uso lampar (que consistía en guardar los restos de lo peor del aceite -lo lumpen o lampar-, para quemar en pebeteros y lamparillas, proporcionando luz sin humos).
Más tarde seguiremos hablando de la importancia de la rama de olivo, pero continuando con su "sucesor (el caduceo), sabemos que debido a su tipología y diseño es completamente fenicio -tal como podemos observar en las decenas de represenaciones púnicas que guardan ese palo con dos víboras enroscadas-. Relacionándose aquella figura -como hemos dicho-, principalmente con la diosa Tanit; madre de la comunidad y que compartía muchos de los atributos de Isis. Una Tanit, consistente en la primera deidad femenil del panteón fenicio, que hemos de identificar con la Luna y las aguas. De lo que su bastón de "mando" sujetando dos culebras entrelazadas, creemos que simboliza el agua con el oleaje (que se representa en el movimiento reptil); tanto como el final de aquellas mirándose representarían la figura del creciente del satélite terrestre y que a su vez también se parece al espejo de Isis (debido a que las cabezas de las sierpes se tocan guardando la forma de una media Luna, o de un espejo). Evidentemente, nada hay que explicar en la relación existente entre espejo-agua-Luna; puesto que de sobra es sabido que le luz del Sol se refleja en el satélite terrestre a modo de espejo, de la misma forma que el agua es un espejo y los mares son atraidos por la Luna... . De lo que aquel atributo que porta Tanit entre sus manos, creemos que simboliza: La astucia y el comercio (al llevar dos sierpes domesticadas); tanto como la navegación por medio de los astros en la noche (al tener forma de olas y Luna); e incluso el calendario, ya que entre los pueblos semitas se medía en Lunas.
Abajo: Magnífico bajorrelieve perteneciente al más refinado arte ático de la Acrópolis de Atenas. Representa a Hermes con las Cecrópidas y el niño Erictonio (fechado hacia el 510-500 a.C., propiedad del Museo Nacional de Grecia, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Recogemos esta escena en la que Hermes se encuentra entre las "fundadoras" o hijas del primer rey de la ciudad de Atenas, debido a que se relaciona con la verdadera vara de la paz y bastón de heraldos (previo al caduceo), que ya dijimos era la simple rama de olivo. Más abajo explicamos su significado, que enlaza incluso con el nombre de Atenas, como ciudad de que la diosa que trajo hasta grecia el olivo.
El palo del cual ha de generarse la planta, debido a que aquel vegetal apenas nace de la simiente, que solo puede prender tras ser sembrada si la come u animal, o es sometida a un lavado con esmero. Ello porque en cuanto el hueso de aceituna tenga algún resto de carne, este le impide que prenda y dé fruto; por lo que si se desea obtener un olivo desde una semilla la técnica es costosa (debiendo darse de comer a un pájaro o lavarse con legías, para luego ser plantada y con un porcentaje de fracasos altos). Hecho este que obliga a ser cutivado por esqueje, algo que en nuestra consideración se simbiliza en aquella vara que llevaban los pueblos a otros que deseaban colonizar en son de paz. Nos referimos a los creto-chipriotas y sirios, quienes desde el comienzo del II milenio a.C. y hasta el desastre del Tera (destrucción del imperio minoico y la zona de Oriente Medio por la erupción del volcán hacia el 1650 a.C.) fueron culturizando y plentando zonas del Egeo y hasta del Occidente Mediterraneo. Al igual que lo hicieron los fenicios desde fines del II milenio, quienes les sustituyen en su misión y en la franja de territorio en donde antes estaban los minoicos, cretenses y pueblos de Canaán.
Por lo demás aquel esqueje del árbol de la aceituna (perfeccionado), debió ser tan sagrado como venerado. algo que seguramente se debió a la utilidad del fruto. Uso y aprecio por la aceituna que les permitió expandirse y crecer, contruyendo nuevas civilizaciones a los minoicos, a los sirios y -luego- a los fenicios; quienes tuvieron molinos de aceite desde los tiempos más remotos. Hecho este que les hizo viajar y generar un comercio marino que llegó a crear imperios como el Minoico; en cuyos yacimientos vemos ya las grandes tinas de oleo, como objetos decorativos de palacio. Por lo que es de pensar que la expansión y búsqueda de colonias, muchas veces se hizo para alcanzar tierras de cultivo de aceite. Donde el pacto de llegada a cualquier zona de colonización (entre aquellos que venían desde las tierras o islas de Oriente Medio), debió ser entregar los esquejes, para fomentar la siembra y el cultivo en nuevos lugares. Instalándose los recién venidos civilizadores (desde Creta o Chipre) en pequeños puertos y factorías de aceites; lugar en que fabricarian molinos de oliva, para intercambiar aceite por aceitunas plantadas en el territorio ajeno. Ello en un trueque con los indígenas y nuevos "socios", quienes siempre les les dejarían una parte de la cosecha y les permitirían vivir y crear ciudades en sus costas (comunmente puertos con un carácter comercial -entiéndase: Gadir, Malaka, Sexi etc-). Así y solo así, se comprende por qué la vara de olivo se convirtió en el símbolo por antonomasia de la paz en el Mediterraneo, puesto que gracias a la siembra de aquellos se conseguiría la colonización sin guerras.
De tal modo, habría dos modos de civilizar tierras lejanas y desconocidas en la Antigüedad: Uno brutal, por medio de la guerra. Otro comercial y mercantil, a través del acuerdo la paz y el trueque. Colonización por el mercado que debió nacer principalmente del olivo y de la búsqueda de metales, que se realizaba e iniciaba (tal como se sabe, o intuye) raptando a algunos jóvenes de la zona en que deseaban asentarse. Niños a quienes los futuros colonos llevaban durante unos años al territorio suyo, para que aprendieran su idioma y costumbre. Así, una vez criados entre los más cultos de Fenicia, Creta o Chipre, aquellos chicos serían devueltos a sus tierras y su antiguo lugar de origen, para volver a entrar en contacto con sus familias (que les habían dado por muertos o perdidos). Tras lo que explicarían que esos hombres venidos de lejos, tan solo deseaban que les dejaran establecerse y fomentar el comercio del metal y el cultivo del olivo, para crear instalaciones con almazaras o puertos mercantiles e intercambiar mercancía. De un modo así resuelto, se entiende la facilidad que pudieron tener los creto-chipriotas, o los habitantes de Oriente Medio (Biblos, Ugarit etc), para instalarse en tierras como el más remoto Occidente (nuestra Península) y dar comienzo a civilizaciones como El Argar (a principios del II milenio a.C.). Por lo demás, cuanto decimos, lo muestra y demuestra la arqueología; ya que es común en la mayoría de lugares al Oeste Mediterraneo, que los molinos de aceite instalados en la costa, sean muy anteriores a los que surgen en el interior (algo muy extraño ya que los cultivos están en pleno campo). Ello explica por qué en nuestra Península aparecen antes almazaras en ciudades y puertos (fenicios), que en los yacimientos ibéricos.
Entendida la importancia, el valor y el significado de la rama de la aceituna, ahora pasaremos a explicar el culto a "la madre" del olivo. Deidad que se documenta ya en el Minoico Medio y que a principios del II milenio a.C. se llamaba en Creta "Atana". Voz que consideramos es protoindoeuropea y significa: "madre-padre"; por lo que es término que se identifica con otros de idiomas mediterraneos igualmente anteriores al idoeuropeo, como o es "Aita" ("padre" en vascuence) o Atair ("padre" en proto-celta antiguo). Palabras que llegaron a las lenguas indoeuropeas precedidos por una "F", "P", o "M", en la forma de: "Mater", "Pater" y de las que surgen: father, mother, madre o padre. Pero regresemos a Atana (o Aitana) diosa minoica que se veneraba en Creta en el II milenio a.C., en una "capilla central" de un patio del palacio del Laberinto y cuyo culto se cumplimentaba en un gran olivo. Siendo esta con toda seguridad la diosa madre (Aita) que entregaba el aceite; mercancía sagrada para una civilización que debió basar su comercio en la explotación y exportación del oleo (negocio sin igual teniendo en cuenta que en zonas como Egipto apenas puede darse el olivo; por las condiciones desérticas, climatológicas y del terreno).
De aquella Atana (madre o señora) minoica, que debió desaparecer hacia el 1650 a.C., cuando el volcán Tera-Santorino destruye y arrasa la zona del Cicládico, de Creta y Chipre, acabando con el Imperio de Minos. Nacería más tarde la Atenea micénica. Diosa madre que aparece curiosamente portando una "vara sagrada" y que le da el nombre de "pallas Atenea" (atenea del palo). Bastón que siglos más tarde fué convertido e idealizado en una lanza, pero que en un principio de seguro fue el esqueje, que simbolizaba la siembra del olivo. Plantación del árbol sagrado que daba el preciado aceite y que significaba la colonizacón por medio de la paz; por lo que no necesitando ni de semilla para ser cultivado, aquel olivo representaba a la deidad madre virgen: Atenea. Una diosa que consiguió ser la Patrona de la polis más importante de la hélade, gracias a que regaló a la humanidad este árbol que daba alimento, medicina y luz. El olivo del que se extraía el aceite; gran nutriente y medicamento inmejorable para igerir -o untarse en la piel- y de cuyos restos se obtenía "el lampar" (fondos grasos de las tinajas que se usaban para poner en las lámparas domésticas y de los templos, al no producir humos contaminantes).
Por cuanto hemos explicado, ya conocemos que de aquella "madre" (Atana) minoica nació la posterior Atenea, cuyo símbolo era el esqueje y el olivo, ello en la forma de un palo que a su vez representaba la fertilidad, la fecundidad, la riqueza y hasta el hijo de madre virgen (para saber más sobre la simbología de este esqueje -el "pallas" atributo de Atenea-, en la Grecia antigua y su relación con la protección, la maternidad y la suerte ver -cita 1-, que reiere a este blog en otra entarda). Pero la historia mitológica y arqueológica que narramos se produce en la crisis entre el bronce y el hierro, de lo que igualmente juega un papel preponderante la lucha entre el mundo antiguo, de la Edad del Bronce (cretense, egeo, matriarcal) con el que nace desde los comienzos de la Hélade (el del hierro, guerrero y fundamentalmente patriarcal). Periodo de cambios y convulsiones entre dos épocas, en los que el hombre pasa ya a ser el dios primigenio y padre de la unión (IU-PATER=Ju-piter). Por lo que las madres vírgenes, como la antigua Atenea, se ven sometidas a luchas y vejaciones con sus pretendientes (al trono divino y a sus encantos). Narrando estos enfrentamientos entre el matriarcado y el patriarcado que nace en la Edad del Hierro, con historias como el "concurso" entre Posidón y Atenea, para conseguir ser patrones y dar nombre a esta ciudad-estado; polis que aceptó a "la madre" como principal diosa gracias al olivo.
Pese a lo que muchas otros mitos descubren la complejidad que hubo de existir en el cambio entre aquellas Era: Cuando da comienzo el Hierro y finaliza el Bronce plenamente (hacia los siglos XII al X a.C.). Un momento en que en la Hélade debieron luchar encarnizadamente las refinadas y antiquísimas culturas nacidas en el Cicládico, las costas de Anatolia, el Egeo, Creta y Chipre: Micenas (heredera del mundo minoico). Con los bárbaros que entraban portando armas de hierro, y doblegando zonas que habían sido una élite educada por Minos y gobernada por micenios. Ello es lo que creemos narra el mito de Erictonio, el hijo de Atenea, cuya concepción se dice que se produce cuando la diosa entró a robar un arma a la fragua de Hefaistos (Vulcano). Evidentemente el hurto indica que Atenea es una deidad de la Edad del Bronce; adorada por hombres que usaban estas armas, que en un momento han de "modernizarse" buscando las nuevas herramientas hechas de forja. Allí, en la fragua de Hefaistos, este intenta violar a Atenea sin conseguirlo, aunque sobre el muslo de la diosa caé semen del que intenta forzarla. Esperma que ella limpia y que deja caer en el suelo, del que se produce una "siembra", naciendo en este extraño hecho un niño: Erictonio. Quien también era llamado Ericteo y fue un extraño bebé que cual un vegetal se concibe en el terreno, concebido por el esperma de Hefaisto y cuyo cuerpo era mitad hombre, mitad sierpe. Siendo su imágen tan terrible que al ser confiado su cuidado a las hijas del primer rey de Atenas, estas al abrir su capacho y verlo, se arrojan desde la Acrópolis (que aún las homenajea en esos relieves que presiden en forma de Cariátides o junto al mismo Hermes; tal como muestra la foto superior).
JUNTO Y BAJO ESTAS LINEAS: Al lado, relieve votivo fechado hacia el 360 a.C. que muestra una gran culebra persiguiendo una sandalia, catalogo 2565 llamado "héroe sandalo adorado teatro de dionisos" ( pieza perteneciente al Museo Nacional de Atenas, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). Es esta una representación "gnóstica" que generalmente no ha sido interpretada, pero de la que creemos podemos dar alguna explicación. Ello, porque vimos cómo un modo común de llamar la atención o "incitar" a los clientes masculinos, entre las prostitutas griegas era colocar bajo el pié de su sandalia -grabado en las suelas-, palabras tales como: "Sígueme" () o bien "ven conmigo". Mensajes que imprimían las prostitutas pisando sobre la arena, si estaban interesadas en un hombre; quien como aquella gran culebra las seguía hasta el lugar donde se llevaba a cambio el intercambio mercantil y carnal. Más abajo explicamos los cultos relacionados con la prostitución sagrada y esta representación helena, tan extraña como plena de significado iniciático.
ABAJO: Un "onfalos" de los usados en el Templo de Apolo en Delfos (propiedad del Museo de Delfos -catálogo 8194, "omphalos" en mármol , siglo II a.C.- al que agradecemos nos permita divulgar su imágen). El recinto sagrado tenía dos de estos "ombligos" del Mundo, de los que la Pitia (pitonisa) recibía el mensaje del interior de la Tierra. Uno estaba en exterior y el segundo en una sala interna, que cubierto de hilos sujetaba en un extremo del hovillo la sacerdotisa; mientras entraba en trance y recitaba la "melopea" con la que vaticinaba el futuro (tras haber respirado los vapores que surgían de la gran grieta de la montaña, que probablemente se trataba de humos volcánicos o bien de un "geiser" provocado). los "omphallos" simbolizaban la unión entre la madre y el hijo y como tal son ombligos de la madre tierra, donde los fieles asistían para oir en la voz de las Pitias el vaticinio de su futuro. Su culto se relaciona con la gran sierpe, pues bajo aquel omphalos estaba enterrada la terrible serpiente Pitón, abatida y vencida por el gran dios Apolo (que daba nombre al templo de Delfos).
Evidentemente, el simbolismo de la sierpe en todo este culto pudiera parecernos que nace de la astucia del reptíl y de que su veneno tiene propiedades curativas. Aunque en un principio hemos de inclinarnos a pensar más en el totem agrario, cuidador de los silos y de las cosechas ante roedores, en tiempos previos a que el gato fuera domesticado por los egipcios y "exportado" a otras tierras mediterraneas (hacia comienzos del II milenio a. C.). Por todo ello, la unión entre cultos agrarios y la sierpe era muy estrecha; al menos durante la Edad de Bronce; aunque en El Hierro, los ofidios (ya inútiles y solo dañinos -principalmente para los pastores-), pasan a ser denostados y figurados como animales inmundos. Pese a todo, no sería igual entre las culturas del desierto, donde se las veneró y seguramente siempre se usaban como medio defensivo (para guardar recintos sagrados y tesoros), habida cuenta de que algunas -como la cobra- son facilmente domesticables. Por lo demás la ingestión de su veneno en pequeñas dosis (bebido, o por contacto en la piel), permite hacerse inmune a ellos. Lo que otorgaba a ciertas castas o sectas religiosas capacidades curativas; algo que se ha seguido haciendo entre grupos del desierto, quienes ingieren veneno de escorpiones o culebras, se dejan picar por sierpes con venenos cada vez más letales, con el fin de hacerse inmunes y de que la sangre, la saliva (o el simple sudor de estas personas que actuan como chamanes) sean bebidos como antídoto, con el fin de curar picaduras -de escorpión o culebras- en otras personas que hayan sido atacadas por aquellas. De ello creemos que nace la sierpe enroscada en la vara, como símbolo de la medicina y la curación.
Pero pasemos a la otra serpiente, la grande y que nunca pudo ser europea que se representa en algunos bajorrelieves de Grecia (como este que recogemos arriba junto a la sandalia). Siendo aquella sin duda un ejemplar de tipo africano o tropical, que para ser conocido por los griegos hubo de ser traido desde Asia o zonas selváticas. Ofidio de gran tamaño, cuya existencia siempre está ligada lagunas y a las aguas y que quizás apareciera en Mesopotamia durante algunas grandes inundaciones. Siendo tenida por la encarnación del demonio (del mal) y que normalmente personificaba a la tormenta terrible, marina o terrestre. Llámada Tiamat en Babilonia y entre los hebreos Leviatán, era aquel horrible "culebro" el símbolo de los desastres meteorológicos, por lo que parece que algunos marinos (principalmente fenicios), le rendían culto, conservando en los puertos templecillos que guardaban este tipo de grandes reptiles (donde iban a adorarle, para evitar tormentas y oleajes). Ya que sobradamente es conocido como el reptar de la gran culebra Leviatán, se entendía igual al de las grandes olas, que podían hundir los barcos. Hecho este por el que algunos (siempre adoradores del mal) decidieron rendirle pleitesía en templecillos marinos, donde guardaban a estas boas en sus puertos. Divinidad adorada a la que regalaban como ofrenda y para pedir la protección durante la travesía, animales vivos. Principalmente fueron cerditos (a los que llamaban "tifonios"), por prevenir con estas ofrendas aquellas tormentas. Aunque se dice que en muchos de estos uertios fenicios existían también templos de Astarté, donde se obligaba a ejercer la prostitución sagrada y quizás hemos de pensar que arrojaran al sepentario algunos bebés hijos de las prostitutas (costumbre que se siguió haciendo el La India, hasta no hace muchs siglos). Algo terrible y que ya nos lleva hasta la imagen de la sandalia con el gran reptil, tanto como a los cultos del templo de Apolo de Delfos, donde sabemos que bajo el "omphallos" estaba enterrada la gran serpiente Tifón vencida por Apolo.
Pero para comprenderlo todo mejor, hemos de regresar nuevamente hasta la Tanit fenicia, con el caduceo, que estaba situada sobre un delfín. Pez-mamífero y totem sagrado, que significaba para los griegos la guia en el mar, la advertencia, la amistad entre las olas, la capacidad de navegación, la ayuda y -por ende- la sabiduría y el don del futuro. De ello, que diera nombre al templo de Apolo en Delfos (el lugar del delfín); lo que claramente indica cómo antes de ser adorado allí el dios de la Lira y de la belleza, lo fué la diosa Delfine. Una deidad, de tiempos del Bronce y origen fenicio-bibliota, cuyo cuerpo era igualmente mitad mujer y mitad sierpe (pez o delfín), con el don de la profecía. Desconocemos si aquel culto tiene algo que ver con el de las modernas sirenas, más lo que sí nos parece, es que en verdad está relacionado con el ritual de adoración al gran reptil del que hablábamos, al que se entregaban cerditos (y hasta a veces seres humanos), para evitar los temporales, las tormentas y conseguir buenas travesías. Religión y terrible, que parece consiguen terminar los adoradores de un "Adonai" o Apolo, dios de la belleza y de la cultura. Creando así el nuevo templo de Delfos, cuyo recuerdo narra como bajo el "ombligo" en el que las pitonisas recitaan la profecía, se situaa la tumba de esta gran sierpe: Pitón (ofidio que sabemos, da nombre a las sacerdotisas y adivinas de Delfos).
Como hemos de suponer, aquellos grandes ofidios debieron de ser una gran atracción en todo puerto con extranjeros y viajeros en tránsito; lugar o templo al que se acercarían lugareños y extraños a ver y a cotillear, más que a adorar (por observar el comer de u monstruos que por sus dimensiones y costumbres era ajeno a cualquier otro animal de Europa). De lo que el culto al Pitón se transforma hacia otro cuyo nombre en mucho nos recuerda al del dios fenicio Melkarte; el de la deidad culebra helena que llamaron "Meilikios". Este era el nombre que daban los griegos al dios "gran reptil", aunque su personificación fué poco a poco acercándose a las culebrillas que también se adoraban en los serpentarios, como recuerdo a aquellas otras que guaradaban los silos (antes de la llegada del gato a los hogares). Proliferando esos templos de los que hablamos (quizás de origen cretense o micénico) entre los bosques de Grecia; donde se guardaban serpentarios, en los que las sacerdotisas desnudas daban de comer ofrendas que traían los fieles hasta aquellos reptiles sagrados. Siendo la exvota ofrecida a las víboras sacras, un dulce de miel y leche llamado "Meilichios" (miel y leche, en griego); nombre que pasó a designar también al dios ofidio (Zeus Meilichios). Quedando ya reacionado así plenamente el rito agrario del "comer de la sierpe" en la ofrenda, para conocer el futuro del fiel (ya que si no engullía el dulce, era mal augurio), con el ritual marino de la gran Pitón, donde la pitia vaticinaba. Todo ello originado por aquel terrible ofidio que simbolizaba las tormentas y las travesías cargadas de oleaje. Siendo finalemente estos rituales aunados en la figura de lo que llamaron como deidad: Zeus Meilichios (un Zeus con forma de gran sierpe, comedor de dulces de miel con leche y que simbolizaba el Tiempo -meteorológico y cronológico-). Pudiendo co lo expuesto ya comprenderse la unión que hubo entre la religión que adoraba al delfín (totem del marinero), y el hecho de las Pitias, sacerdotisas que vaticinaban el futuro (descendientes de religiones veneradoras de las serpientes). Tanto como el triunfo final de ritos benéficos relacionado con la dedicación del templo a un dios bueno. El Apolo de Delfos, vencedor de Pitón.
ABAJO: Foto de hace cien años de una mujer charra en el día de su boda (tomada de la página del joyero salmantino Luis Méndez). Observemos que pese a los casi dosmilquinientos años de diferencia antre ambas imágenes, su aspecto es casi igual. Ello nos hace recapacitar sobre el significado de la joyería y el sentido que esta y los metales pudieron tener en la Antigüedad. Tanto como hasta no hace mucho, en la zona Norte de La Ruta de la Plata, todas las mujeres se engalanaban con estas joyas, con el fin de que les protegieran y les concedieran la fertilidad. Una "ristra" de abalorios en oro y plata, que de algún modo puede hacer pensar en la gran culebra Pitón, que a su vez es como un terrible "cordón umbilical", que une al hombre con algo que le resulta de un modo irremediable atractivo y necesario (la observación del oro, la plata y la belleza del metal).
(1) Para una mejor comprensión sobre lo que significaba el "pallas" de Atenea, o el "palo" como protector en la suerte, tanto como para consultar un estudio sobre el sentido y etimología de la "phalleria", ver entrada de este blog: http://loinvisibleenelarte.blogspot.com/2011_09_01_archive.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario