AL LADO: Diversos talismanes fechados hacia los siglos XVII al XIX (d.C.). Entre ellos se encuentran las típicas higas (en coral y azabache), tanto como una concha en forma también ahigada y el clásico cuerno o colmillo de animal (propiedad del Museo Etnográfico de Castilla y León al que agradecemos nos permita divulgar su imágen -foto tomada del libro "La Belleza que protege", Carlos Piñel; editado por Caja España, Zamora 1998; pag. 22 fig 15-). Estos cuatro objetos podemos decir -sin temor a confundirnos-, que son el ejemplo de lo que durante milenios se ha considerado como amuletos del más alto valor apotropaico. Protectores contra la mala fortuna entre los que el primero se halla documentado en la Historia es la concha (de tipo cauri), que ya hace treinta mil años aparece usado por los hombres y mujeres del Paleolítico, como un objeto de valor mágico (de seguro relacionado con la suerte). Posteriormente, en los inicios del Egipto Predinástico (entre el V y el IV milenio a.C.), igualmente veremos en sus yacimientos la enorme presencia de conchas cauri, con su característica forma de ojo. Utilizadas ya con un sentido plenamente relacionado con el sexo y la fertilidad, tanto que se usaban colgadas principalmente las ropas que tapaban "las vergüenzas"; por todo lo que se piensa se trataba de un adorno de carácter erótico, al que a su vez se le daba un poder mágico (unido a la fecundidad y por ende, a la suerte).
En la parte superior de la foto que comentamos, igualmente se halla el otro talismán apotropaico por antonomasia: El colmillo o cuernecillo de animal. Una pieza votiva cuyo primer sentido lógicamente enlaza con la caza y con el trofeo del hombre que la luce -la regala o la conserva-, como muestra del logro y de su gran fortuna al atrapar una presa. Siendo aquel su inicial significado, también es verdad que mucho más tarde pasó a formar parte del mundo mágico y femenino; asociándose el cuernecillo o el colmillo a los enseres de ritos fálicos y del aojo. Habiendo sido hasta no hace mucho, usado con esta función ahuyentadora el mal fario, portándolo como amuletos; entre cuyos ritos fundamentales se encuentra el introducirlo en diversos líquidos, para "leer los hados". Siendo muy significativo el vaticinio del aojo que desde tiempos romanos y hasta no hace mucho, realizaban "magos y magas", hundiendo el colmillo en agua para dar posteriormente lectura a las burbujas allí que producían (llamadas "bullas" y en las que se adivinaba la suerte...). Del mismo modo que fué normal el introducir colmillos, cuernos o dientes (incluso fósiles) en las comidas y bebidas, para quitar el posible veneno que allí hubieran depositado enemigos.
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Las que antes narrámos eran costumbres tan manifiestamente normalizadas al menos hasta nuestro siglo XVIII, que hasta el famoso inquisidor Torquemada no se separaba de su cuerno de rinoceronte (que introducía en todos los alimentos antes de ingerirlos). Igualmente que la casa de Austria guardaba como auténticos tesoros los dientes fósiles de los peces ( principalmente de escualos), para usarlos con el mismo fin. Por lo demás, la similitud del colmillo y el cuerno con la lúnula -tanto como el valor cinegético de estas piezas-, cubrían a ese talismán de un halo de misterio que lo relacionaba con la Luna y los astros, la noche y los animales mistéricos (tales como el lobo, la lechuza, los cervunos o las sierpes). Estando presente en todo rito mágico que se preciara; donde la garra (símbolo de mano) y el cuerno (de sentido fálico), fueron objetos tan imprescindibles como insustituibles.
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Seguidamente hallaremos en la foto que comentamos dos imágenes del tercer gran talismán contra el aojo del la Historia, del que ya hemos hablado antes y del que venimos comentando su significado -en sucesivas entradas previas-. Siendo este denominado la "higa", que en la imagen vemos de dos tipos: La clásica de azabache, que consiste en una mano cerrada sacando el dedo gordo; y la de coral, que simula la anterior figura por medio de un objeto que la naturaleza ha creado de manera en mucho semejante (en este caso hablaríamos de un coral ahigado). Comenzamos la entrada desde este punto en el que estudiaremos ya el significado de la mano como protector y que da origen a este amuleto; cuyo sentido se completa por la extraña señal que aquella hace, que como ya sabemos, simula el sexo femenino).
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De cuanto narramos se entiende cómo en prácticamente todo el Planeta determinadas posturas de brazos y dedos tengan un significado muy concreto (reverencial, insinuante y hasta insultante); siendo en algunas partes tenidas por sagradas las mismas señas que en otras zonas se toman por sacrílegas. Ello por motivo de las muy diferentes y distintas civilizaciones que las usan, pese a lo que entre todos aquellos signos hechos con los dedos, hay algunos que prácticamente en el Mundo entero (y para casi todas las culturas) han simbolizado casi lo mismo. Nos referimos claramente a posturas tales como el saludo y a la alabanza; que se suelen expesar en el primer caso, elevando una mano mostrándola libre y abierta al que se aproxima -quizás en señal de ir desarmado-; tanto como la alabanza o la admiración que comunmente se dicta con el gesto de subir ambas manos hacia arriba (mucho más altas que en el del saludo). Otras posiciones de los dedos y los brazos son y han sido comunes para todos, entre las que se encuentran principalmente los llamados idiomas religiosos y protocolarios; que indican según se pongan las manos, verdaderos mensajes filosóficos o sociales. Comunicación muy compleja que se expresa por la situación del brazo y los dedos en las esculturas, pinturas o en las personas. Principalmente representadas por una una deidad, por un rey o por un sacerdote que las expresa con las palmas y posturas de dedos, donde puede "leerse" la alegoría y el conocimiento de mensajes religiosos (o que significan poder, mando e incluso idéas filosóficas).
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Acerca de este tema, diremos que quizás en Occidente se fue perdiendo el sentido del idioma por gestos, con la proliferación de una misma lengua en la que se comprendían todos los religiosos y las personas cultas (el latín). Desapareciendo probablemente el sentido de las posturas de las manos, quizás al no hacer falta expresiones apoyadas con aquellas, tras entenderse las gentes de forma verbal a través del idioma de Roma. Aunque en Asia (donde una misma religión pudo ser seguida por millones de personas que hablaban infinidad de lenguas) no ha "caducado" esta "costumbre", ni en su uso, ni en su expresión. Siendo sobradamente conocido el idioma de las manos en las repersentaciones de Budha, tanto como en las de las divinidades budhisas. Algo que en Europa aún hasta la llegada del Gótico tuvo pleno uso, ya que fácil nos será ver en las esculturas, pinturas o bajorrelieves del Románico; personajes que comunmente contienen una expresión en sus dedos (y que narran en ello un "mensaje oculto" relacionado con su estatus, su situación o la escena). Para muestra de ello, bastará mencionar la "mano de Dios" en los Pantócrator, que comunmente se halla en acto similar al de impartir una bendición y que se muestra de frente y abierta, cerrando tres dedos (el gordo, el meñique y el anular), mientras quedan el medio junto al índice, bien rectos -Señal sobradamente conocida, como otras tantas del idioma de las manos tan oriental y orientalizante, que existió en la iconografía cristiana hasta bien entrado el siglo XIV-.
Pero continuando con la exposición que nos atañe sobre el significado de la mano como protectora, transmisora de la suerte y ahuyentadora del Mal de Ojo; diremos que muy pocas señales benéficas del idioma de las manos, han pervivido hasta nuestros días. Pudiendo afirmarse que tan solo algunos ritos religiosos han conservado esta lengua expresada con los dedos; mientras que la población civil occidental ha heredado muy pocas de estas costumbres (y las que le han llegado son más bien de carácter obsceno). Porque curiosamente sobrevivieron entre las gentes normales solo algunos signos hechos con los dedos y que pertenecen más bien al territorio de la magia y de la brujería (quienes quizás por carecer del latín y de cultura, tampoco han olvidado los gestos y señales más antiguas).
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Para comprender lo que decimos, recordaremos que habíamos finalizado la entrada anterior cuando explicábamos que en nuestra opinión la higa pudo tener su origen en aquel gesto que se hacía para maldecir o hacer huir al difamador. Falsos denunciantes y calumniadores que al parecer en la Grecia Antigua abundaban y encontraban su apoyo entre las autoridades, tanto que se convirtió hasta una "pequeña profesión" aquella de acusar en falso. Ello debido a que los hombres de poder azuzaban a algunos miserables a difamar ante la justica a los ricos y hombres de prestigio "caidos en desgracia" (normalmente por no apoyarles). Mientras también los jueces helenos admitían a trámite las falsas denuncias, con el fin de recaudar fondos para el hererario público. De ello que fuera normal que el envidioso quien sentía fascinación por las propiedades o el prestigio de alguien, se prestara a este sucio juego; que solía terminar imponiendo una multa al rico o echando de la ciudad al filósofo acusado -e incluso provocando su ruina y su encarcelamiento-.
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Siendo -como ya explicamos- la calumnia más común y fácil de ser admitida a trámite, la de denunciar ante un juez que un mercader o un terrateniente había vendido higos a otra ciudad (o a un extranjero). Por estar prohibida comunmente la exportación y comercio del higo sin autorización, ya que aquel en seco constituía el alimento fundamental de la población griega -principalmente durante los inviernos, en los que no existía otra fruta -y de forma muy especial para los ejércitos; cuyo "rancho se completaba con pescado seco, con el que hacían sopas evitando así el escorbuto y las anemias-. Todo aquello hizo que fuera tan común como terriblemente temida la denuncia del "sicofantas"; así llamado por ser la falsa declaración de los calumniadores acusar por una venta "fraudulenta" de higos (en griego "sico"). Un hecho que entre los comerciantes -o los que tenían tierras- era tanto o mas temido que el pedrisco, o que hundieran y asaltaran sus mercancías durante el transporte, e incluso peor que la ruina. Ya que aquellas demandas por venta de higos a extranjeros eran dificilmente exculpables y siempre terminaban al menos con una fuerte multa del fisco.
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Considerando la existencia de verdaderos profesionales de la "sicofantia" en la antígua Hélade, nuestra teoría es que aquella mano en forma de "higa" con la que se pretendía hacer huir a la envidia y al envidioso, pudo tener su origen en este hecho. Quizás porque haciendo esta señal (al ver uno de esos falsos acusadores) se pretendía denunciar públicamente al Sicofantas, en un gesto de verdadero desprecio y de fuerza, para evitar sus abusos. Ello, porque en Grecia y en Roma, una de las señas más despectivas que se podían realizar con las manos era aquella de cerrar el puño y sacar el dedo gordo (la higa), que seguramente significaban el acto sexual -o bien la vulva femenina-. Expresado de manera obscena y quizás de forma muy relacionada con la sodomía, que al que así se señalaba era un degenerado. Denominándose estas "señales" tan ordinarias y que han llegado hasta nuestros días, en idioma heleno "eskimalizar"; entre las que más comunmente se conocía lo que actualmente se denomina "hacer la peineta" o "sacar los cuernos". Gestos también obscenos y que indican en el caso primero claramente el sexo masculino (al cerrar todos los dedos dejando "erecto" el medio); mientras que con el segundo se señala comunmente al adúltero o los "cuernos". Habiendo pervivido tanto que en Italia existe la costumbre de combatir el Mal de Ojo (la mala suerte llamada jettatura) con ese gesto de "los cuernos" que señala al "cabrón" o al que se considera demonizado, infiel y por ende adúltero. Tanto como en el resto de los paises europeos es común hacer "la peineta" con la intención de insultar y señalar igualmente al que se le desea la peor suerte (que en este caso se relaciona con sodomizarlo).
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Hechos, señas y señales que creemos proceden fundamentalmente de los que se debieron hacer al "sicofantas"; al que odiaban los griegos, pero que los mandatarios dejaron que camparan a sus anchas, denunciando a cuantas personas de prestigio o dinero "no pasaran por el aro" del poder. Siendo aquellos verdaderos esbirros que actuaban a las órdenes de los dirigentes corruptos de la Hélade Antigua, quienes aceptaban a trámite sus denuncias y pagaban los "sucios servicios" de estos calumniadores entregando una parte de lo que se incautaba al acusado (tanto que hubo Sicofantas que terminaron teniendo grandes fortunas). De ello consideramos que pudo surgir el uso de este gesto hecho con la mano, en el que se indica el "higo" y la "higa" como señal del sexo femenino o de la sodomización. Intentando combatir con aquel puño cerrado que saca el dedo, la envidia y el mal fario de las comunes denuncias por traficar higos.
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Muy diferente, creemos que es ya el significado del otro talismán: La higa Grecorromana que fundamentalmente se usaba para combatir la envidia. Aunque esta también se unía al Mal de Ojo entendido como enfermedad ocular transmitida por vía sexual. Algo que demuestra el hecho de que la higa junto al falo fueran los símbolos que presidían las fiestas de la fertilidad en la Hélade y en Roma. Estando decorados los carros de las bacantes o de los faunos -en las dionisiacas y en las bacanales-, con estas figuras de grandes penes, a los que acompañaba el símbolo de la higa. Quizás como gesto que significaba la vulva, pero sobre todo como un protector talismán contra las enfermedades venéreas; tal como se demuestra el hecho de que en las faleforias grecorromanas se invocara a la higa para no contraer aquellos males (que se entendían como circunstancias comunes y muy temidas de contraer el tracoma y la ceguera). Pese a todo, la segunda interpretación de la higa, como ahuyentador de la mala suerte y de la envidia, no cuadra plenamente con este carácter médico, "profilactico y venereo". Habiéndose de pensar que quizás en Grecia y en Roma el gesto hecho cerrando el puño y sacando el dedo, se usaba no solo para pedir a los dioses no ser contagiado; sinó sobre todo para hacer huir a quienes traían el mal fario con su envidia.
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Es aquí donde creemos que entra la segunda función de este talismán, que curiosamente poco tenía que ver con la señal hecha con los dedos. Ello, porque incluso en los textos del siglo XVIII se describe como se evitaba el Mal de Ojo gracias a aquellas manecillas y nunca se dice que haya de hacerse tal gesto con la mano. Sinó que ante la presencia del que se teme como portador del Aojo, ha de enseñársele el amuleto de la higa, mientras se pronunciará la frase: -"Toma la mano"-. Tras lo que "el sospechoso" para dejar de serlo debía coger el colgante y contestar: -"Dios la bendiga"-. Pero nunca era costumbre la de gesticular con tan mal signo, sinó simplemente sacar el talismán para que este fuera "tomado" por el temido y quedar así uno libre de sospechas, mientras el otro perdía el temor de ser aojado. Pese a ello, en verdad sabemos como hasta no hace mucho, era muy común entre las gentes del campo usar aquella seña hecha con los dedos para enviar los peores deseos a quienes les incomodaban (por ser extraños o percibir el Aojo en sus miradas). Función y signo este que consideramos procede más de la xenofobia que el campesino sentía por el extraño que cruzaba sus campos; a quienes ya vimos como en ocasiones había derecho y hasta obligación de matar (para defender de extranjeros el ganado, las cosechas y los montes).
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En todos estos extraños ritos consideramos que el talismán de la higa actuaba como apotropaico, mientras la señal hecha con las manos (típicamente de campo y con rasgos insultantes) tenía más bien el carácter de maldecir que el de protegerse. Algo que partía de tradiciones greco-romanas entre las que la adulación se consideraba un peligro y les recordaba al sicofantas. Tanto que en Grecia cuando alguien escuchaba frases de halago hacia su persona, tenía como costumbre escupir al suelo, hacer la señal de la higa y proferir la expresión -"baskaino"-; palabra que entre los latinos era "prae-fascinum" y que ha de traducirse por: "Sin fascinación". Ello, porque la "fascinación" se consideraba el origen de este mal de la envidia, del que entendían griegos y romanos nacía de la admiración hacia aquello que jamás se conseguiría, tanto como el deseo de destruir lo que le era a alguien inalcalzable (por falta de conocimientos, de posición social, de condiciones o de "genética"). De tal manera, durante los triunfos y celebraciones, ya vimos como todo militar de éxito era abiertamenta insultado en público por sus soldados (para evitar la envidia del pueblo), al igual que la gran mayoría de los romanos lucian una escultura, un anillo o un colgante con la figura de un pene erecto (o de una higa). Todo lo que en verdad relacionamos con estos gestos de la mano, que en sí mismos simbolizan temas tan burdos como la "vulva o la sodomización", pero que curiosamente se usaban para hacer huir al adulador que traía el mal fario (lo que se llamaría vulgarmennte en España "el pelota de mal agüero").
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De un mismo modo, el propio dios Hermes-Mercurio era el protector contra los sicofantas o los envidiosos. Ahuyentador de quienes deseaban el mal a los que tenían éxito en sus empresas, o a los que llegaban a lograr gran prestigio social y económico. Curiosamente aquella deidad se entendía como la propia representación del falo o del sexo, por cuanto (como ya hemos explicado) era el generador de la fecundidad, de las buenas cosechas y del progreso. De todo ello que se relacionase con algo tan burdo en su símbolo como un falo; entre otros motivos porque su primera representación fue la de un mojón de camino. Betilos que señalaban las lindes y las rutas, por lo que se hicieron venerables para los agricultores y para los transportistas o mercaderes, que los adoraron en una forma muy común a la veneración que siempre han conservado los mercaderes y arrieros: Como la efigie sagrada de un crucero de camino, protector de los viajantes.
JUNTO ESTAS LINEAS: Al lado el famoso Dionisos del Museo del Prado, al que agradecemos nos permita divulgar su imágen. Observemos que el dios de la agricultura, de la fertilidad y del vino tiene bajo sí la estatua de Hermes. Un Mercurio griego en su forma original, como un "herma", cuya traducción del griego vimos que era la de: "Mojón o betilo". Piedras marcadoras de los caminos y de los campos que protegían a los agricultores y a los que poseían tierras; evitado con aquellas pilastras que ningún extraño o ajeno, entrara en sus sembrados ni cruzara por sus bosques. Del mismo modo estos "pilotes" pétreos que se usaban para señalar los caminos y los cruces, tuvieron el fin de guiar a los comerciantes y a los viandantes. Conviertiéndose también en los "patrones" o protectores de aquellos que debían hacer su vida por las sendas, llevando mercancías. De ello, que muy pronto este Herma (mojón) pasara a cambiar el nombre por el de Mercurio (dios mercader). De todo cuanto hemos ido expresando en esta y otras entradas, es fácil deducir que para evitar la mala suerte de perderse en los caminos o de que extraños arruinaran las cosechas y los bosques, se encomendaran a este dios-betilo. Mojón-Herma que como dijimos simbolizó el pene, por cuanto también se le encomendaban las buenas cosechas y la fertilidad de los campos.
Extraordinario trabajo. He llegado aquí (algo tarde, pero afortunado) porque estoy mostrando en el blog Romanico Digital, en el que publico mis averiguaciones, mi propuesta que en las imágenes del románico se ha mantenido el sentido apotropaico que tiene el pueblo desde los tiempos más remotos, ya que buscaban en el templo algo elemental: protección. Acabo de mostrar cómo un curioso trifronte en el alero de la iglesia Navarra de Artaiz lleva al cuello una bulla. Hay una curiosa iglesia (desacralizada, claro) en Suiza -Grandsons- cuyos capiteles hacen claros gestos apotropaicos con las manos cuernos, dedo infame, muecas, etc. todo para ahuyentar a los diablos. Gracias por esas investigaciones.
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